sábado, 23 de mayo de 2015

El Trasfondo de 1 Corintios


“Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”.
1 Corintios 4:15

INTRODUCCIÓN

              La iglesia de Corinto es un buen reflejo de la iglesia de hoy al presentar un sinfín de problemas que hasta la fecha ocurren entre los santos. Contaminada por la inmoralidad sexual, influenciada por ritos paganos, llena de pleitos y divisiones que los llevaban a juicio en los tribunales, traumatizada por el abuso de los dones espirituales y la cena del Señor, necesitaban una fuerte reforma y disciplina que los hiciera crecer y madurar en su fe.  En este sentido, el apóstol Pablo escribe esta carta con el objetivo de corregir los problemas que la iglesia que él había fundado estaba viviendo. 1 Corintios es una hermosa carta que nos muestran muchos de los problemas que podemos ver en la iglesia de hoy. En esta se encuentran grande capítulos y enseñanzas como el poema de amor, el estudio de los dones del Espíritu Santo, la institución de la cena del Señor, la regulación de los dones dentro de la iglesia, la exposición de la resurrección de los santos, entre otros. En este sentido Pablo nos presenta la manera correcta en la cual los creyentes tienen que conducirse en un mundo corrompido por el pecado y ser luz en medio de las tinieblas.

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Antigua Ruinas de Corinto

UBICACIÓN GEOGRÁFICA DE CORINTO

              Por más de un siglo (350 hasta 250 a.C.) Corinto fue la ciudad más próspera en Grecia. Por conflictos posteriores con Roma, la ciudad quedó en ruinas y deshabitada por un siglo a partir del 146 a.C. La etapa griega duró hasta el 44 a.C. en cuya fecha Julio César la reconstruyó y la convirtió en una colonia que llegaría a ser, en el 27 a.C., la sede del procónsul de Roma. Corinto estaba situada ocho kilómetros al sudoeste del istmo que conecta Grecia propiamente al norte, y el Peloponeso al sur extremo.  A cada lado de este istmo hay dos mares, al oriente el Egeo, y al poniente el Jónico. La ciudad yacía sobre una meseta a la falda de una montaña que llegaba a 612 metros sobre el nivel del mar. La ciudad era el sitio en donde convergían las rutas comerciales terrestres que corrían de oriente a poniente. Para no tener que viajar por mar unos trescientos kilómetros, para rodear el Peloponeso, los marineros antiguos atravesaban el istmo con las cargas de sus barcos para subirlas de nuevo en el otro lado en otros barcos. Aun las barcas pequeñas eran arrastradas por tierra de una costa a la otra, por ser tan angosto el istmo (como de unos siete kilómetros). Además tenía dos puertos ubicados al oriente y poniente por lo que se había convertido en un centro comercial donde llegaba gente griega, romana y oriental. Por tal motivo se convirtió en un centro geográfico ideal para el comercio entre Italia y Asia. El control sobre Corinto permitía a los romanos sobre el comercio entre muchas naciones. El comercio trajo riquezas a la ciudad, pero también la inmoralidad y una serie de filosofías contrarias al evangelio. Allí se encontraba el templo de la diosa Afrodita con mil sacerdotisas que no eran más que prostitutas. Corinto era conocida por su baja moral, a tal punto que surgió el termino corintianizar, que significaba “hacer como los corintios”. Con este término describían la conducta de los corintios que se involucraban en borracheras, inmoralidades sexuales, idolatrías y filosofías contrarias al Evangelio.

LA IGLESIA DE CORINTO

               De acuerdo a Lucas fue durante el segundo viaje misionero de Pablo que este llego a Corinto y la evangelizo (Hechos 18:1-17). Fue después de su estadía en Atenas que el apóstol llego a Corinto y allí conoció a Aquila y Priscila los cuales habían huido de Italia por el edicto que se dio en contra de los judíos: “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos, y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas”, (Hechos 18:1-3). Inicio su trabajo de evangelización compartiendo la palabra de Dios en una sinagoga judía: “Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos”, (Hechos 18:4) y cuando Timoteo y Silas llegaron a Corinto lo hallaron completamente entregado a esta labor: “Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo”, (Hechos 18:5). Sin embargo, no paso muchos tiempo en surgir la oposición judía y Pablo tuvo que retirarse de la sinagoga a la casa de un tal Justo no sin haber ganado a Cristo a muchas personas: “Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados”, (Hechos 18:7-8). Después de un año y seis meses la oposición contra Pablo creció, pero no logro detenerlo y después de muchas días después decidió partir de allí con Aquila y Priscila en dirección a Éfeso: “Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto. Y llegó a Éfeso…”, (Hechos 1818-19).  Así fue fundada por Pablo es iglesia, razón por la cual decía: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”, (1 Corintios 4:15).

AUTOR DE 1 CORINTIOS


“Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la iglesia de Dios que está en Corinto…”
1 Corintios 1:1-2

              La autoría de esta carta es evidente al leer los primeros dos versículos. De acuerdo a la evidencia que encontramos en el texto divino pareciera que Pablo escribió al menos 4 cartas a los corintios de las cuales dos son consideradas inspiradas por Dios. Posiblemente estas cartas fueron escritas desde Éfeso y podríamos describir su cronología de la siguiente manera: Primero,  Pablo llega a Corinto en su segundo viaje misionero. Se le unen en su trabajo el matrimonio formado por Aquila y Priscila, y también Timoteo y Silas (Hechos 18:1–5). Después del año y medio en Corinto, Pablo empieza un ministerio de tres años en Éfeso (Hechos 19:1-41). Mientras está en Éfeso, Pablo escribe una carta que se menciona en 1 Corintios 5:9: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios”. Es evidente que la carta escrita por Pablo no rinde los resultados deseados ya que posteriormente recibe informe negativo referente a la situación espiritual y moral de los santos en Corinto. Esta información la recibe de parte de la familia de Cloé (1 Corintios 1:11) y algunas preguntas que los corintos le habían hecho por medio de carta (1 Corintios 7:1). Fue debido a esto que el apóstol decide escribir su segunda carta que conocemos como 1 Corintios. Tampoco esta carta logra la reacción deseada y Pablo pasa a visitar a los corintios para resolver personalmente los problemas: “Esto, pues, determiné para conmigo, no ir otra vez a vosotros con tristeza. Porque si yo os contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo contristé? Y esto mismo os escribí, para que cuando llegue no tenga tristeza de parte de aquellos de quienes me debiera gozar; confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos vosotros. Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os tengo”, (2 Corintios 2:1-4). Después de su segunda visita Pablo escribió una tercera carta que algunos teólogos llaman la carta triste y dura con el objetivo de reprender su mala conducta: “Y esto mismo os escribí, para que cuando llegue no tenga tristeza de parte de aquellos de quienes me debiera gozar; confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos vosotros. Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os tengo”, (2 Corintios 2:3-4). Fue por medio de esta carta que el apóstol logro su objetivo a tal punto que los corintios se arrepintieron de su conducta: “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó.  Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte”, (2 Corintios 7:8-9). Fue por tal motivo que Pablo escribió una cuarta carta que conocemos como 2 Corintios. Por tanto, su segunda carta es la que conocemos como 1 Corintios y su cuarta carta es la que conocemos como 2 Corintios.

                Sin embargo, hay algunos que difieren un poco a esta conclusión aseverando que realmente no fuero cuatro, sino tres cartas que Pablo escribió, siendo la segunda 1 Corintios y la tercera 2 Corintios. Al considerar esta perspectiva, no se logra conectar el hecho de las palabras de Pablo al decir que decide regresar a Corinto al ver que su segunda carta (que es 1 Corintios) no había logrado efecto: “He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos”, (2 Corintios 12:14); pero después de otra carta dura se logró su objetivo (2 Corintios 2:3-4).

                  Muchos de los padres de la iglesia primitiva reconocieron la autoría de Pablo en esta carta. Por ejemplo, Clemente obispo de Roma cuando intento corregir a los corintios por su mala conducta les recordó las palabras que años atrás el apóstol Pablo les había dirigido y muchas citas de su carta conocida como 1 Clemente tienen alusiones a 1 Corintios. También tenemos a otros padres de la iglesia primitiva que mencionaron entre sus escritos las palabras de Pablo presentes en 1 y 2 Corintios, entre ellos Policarpo de Esmirna, Ireneo, Justino Mártir y Tertuliano.

FECHA


                Pablo estableció la iglesia en Corinto entre los años 50-51 d.C., cuando en su segundo viaje misionero pasó dieciocho meses allí (Hechos 18:1-17). Después de su partida, mantuvo correspondencia y cuidó de la iglesia. Durante su ministerio de tres años en Éfeso, en su tercer viaje misionero (Hechos 19), había recibido preocupantes informes sobre la situación moral entre los creyentes de Corinto. Para remediar la situación, escribió una carta a la iglesia (1 Corintios 5:9-11), que se ha perdido. Un poco más tarde, una delegación enviada por Cloé, un miembro de la iglesia de Corinto, le comunicó a Pablo la existencia de divisiones en la congregación. Antes que pudiera enviar una carta para corregir los problemas, llegó otra delegación de Corinto con una carta donde se le hacían varias preguntas (1 Corintios 7:1; 16:17). Inmediatamente, Pablo envió a Timoteo para remediar aquel problema (1 Corintios 4:17). Entonces fue que escribió la carta que conocemos como 1 Corintios, con la esperanza de que llegara primero que Timoteo (1Corintios 16:10). Como parece que Pablo la escribió al final de su estancia en Éfeso (1 Corintios 16:8), se puede fechar alrededor del año 56 d.C.

BOSQUEJO


              Esta hermosa carta escrita por el apóstol Pablo está compuesta por 16 capítulos, donde el tema principal gira alrededor la importancia de la purificación espiritual de los creyentes y las instrucciones doctrinales y consejos prácticos en medio de una sociedad llena de pecado. En este sentido, podemos dividir la primera carta del apóstol Pablo a los Corintios en dos secciones principales y seguir la siguiente sinopsis:

                Parte I. La purificación de la iglesia: Capítulos 1-11.

1.       La salutación. (1:1-9).
2.       La necesidad de purificar la iglesia. (1:10-31).
3.       El ministerio ejemplar de Pablo. (2:1-16).
4.       Las divisiones entre la iglesia, una señal de carnalidad. (3:1-8).
5.       El verdadero punto de vista del ministerio. (3-4)
        a)       Como dispensadores de la verdad (3:1-2).
        b)       Como jardineros (3:6-8)
        c)       Como colaboradores de Dios (3:9)
        d)       Como edificadores del carácter (3:10).
        e)       Como siervos confiables (4:1-2)
        f)        Como sufridos por causa del nombre de Dios (4:9-13).

6.       El deber de purificar a la iglesia.

       a)       De la inmoralidad (5:1-13).
       b)       De pleitos (6:1-8).
       c)       De toda sensualidad en general (6:9-20).

7.       La santificación del matrimonio. (7:1-40).
8.       Lo sacrificados a los ídolos, los débiles y fuertes en la fe. (8:1-13)
9.       El ejemplo de Pablo. (9:1-27).
10.    El ejemplo de infidelidad de Israel. (10:1-15).
11.    La comunión en el sacramento de la Cena del Señor. (10:16-21).
12.    El cautelo en cuanto a comidas y bebidas. (10:23-33).
13.    El atavió de las mujeres. (11:1-16).
14.    Las instrucciones en cuanto a la Cena del Señor. (11:17-34)

           Parte II. Instrucciones doctrinales y consejos: Capítulos 12-16.

1.       Los dones del Espíritu Santo. (12:1-31).
2.       La preeminencia del amor. (13:1-13).
3.       La regulación de los dones de palabra en el culto cristiano. (14:1-40).
4.       La doctrina de la resurrección. (15:1-58).
5.       Instrucciones finales y saludos. (16:1-24).



sábado, 9 de mayo de 2015

La Comisión de los Mensajeros del Rey (Mateo 10:5-15)

“A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.  No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos;  ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento. Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis. Y al entrar en la casa, saludadla. Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros. Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad”.
Mateo 10:5-15

Introducción


                  Después del llamamiento de los 12 apóstoles, Mateo presenta en el segundo de los cinco grandes discursos que el Mesías pronuncio en este evangelio. Este discurso está dirigido a los apóstoles el cual tiene instrucciones en cuanto a la obra misionera que tendrían que desempeñar, no solo en tiempos del ministerio terrenal Jesús, sino también después de su resurrección ya que contempla un panorama futuro de las persecuciones antes de su segunda venida. Este discurso empieza en el versículo 5 del capítulo 10: “A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo…”, y termina en el versículo 42 del mismo capítulo, tal y como lo sugiere Mateo 11:1 donde se abre una nueva sección: “Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí…”. Es interesante ver que la palabra griega que Mateo usa para indicarnos que Jesús estaba dando instrucciones es  parangélo (παρανγέλλω), la cual era usada en una diversidad de ámbitos. En primer lugar se usaba en el ámbito militar o de emperadores para denotar una orden superior que tenía que obedecerse al pie de la letra. En este sentido, Jesús es nuestro Comandante General al cual debemos obedecer plenamente. En segundo lugar, parangélo (παρανγέλλω) se usaba en las escuelas de aquel tiempo para indicar las instrucciones que un maestro les daba a sus estudiantes. Así, todas las instrucciones que Jesús les da a sus discípulos deben ser consideradas seriamente ya que contienen sabiduría y enseñan la forma de cómo obtener la victoria en la tarea que se nos delega. Y en tercer lugar, también esta palabra se usaba en el ámbito de amigos con el objetivo de involucrarlos en un proyecto especial. Así Jesús incluyo en sus planes maravillosos a estos doce hombres para hacerlos parte de esta gloriosa empresa. De Marcos podemos aprender que los envió de dos en dos: “Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos…”, (Marcos 6:7) posiblemente porque el testimonio de dos personas era considerada suficiente en cualquier caso de juicio (Deuteronomio 19:15) y por el apoyo mutuo que podían ambos darse: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante”, (Eclesiastés 4:9-10). Veamos en detalle en qué consisten las instrucciones que nuestro Señor Jesús dio a los apóstoles. 

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La misión de los 12 apóstoles

El Alcance de los mensajeros del rey


“A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.
Mateo 10:5-6

                   La primera indicación que Jesús les da a los mensajeros del Rey es el alcance que tendría por este momento su misión evangelizadora: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Algunos se han preguntado por qué Jesús limito la obra misionera de los apóstoles únicamente a los judíos. Si observamos les prohibió ir por camino de gentiles, es decir, la región de Decápolis y Perea, y también entrar en la región de Samaria, por lo que circunscribió su alcance a la región de Galilea tal y como lo podemos ver en el siguiente mapa.

palestina-tiempos-de-Jesús
Palestina en tiempos de Jesús

Algunos se han preguntado por qué Jesús limito la obra evangelizadora de los 12 apóstoles únicamente a los judíos. Posiblemente una de las razones por las que esto ocurrió fue porque ellos por ser el pueblo poseedor de la revelación divina tuvieron la primera oportunidad de conocer las buenas nuevas de salvación. Por ello a veces Pablo en sus cartas mencionaba que este evangelio había sido compartido a todo el mundo comenzando primero por los judíos: “… al judío primeramente, y también al griego”, (Romanos 1:16). Ellos eran los que por años habían estado esperando la venida del Mesías y por ello encontramos hombres como Simeón que esperaba ver al Ungido del Señor: “Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor”, (Lucas 2:25-26). También se nos dice en Lucas que cuando el niño Jesús fue presentado por sus padres en el Templo una mujer profetiza llamada Ana hablaba acerca de Él a todos los que esperaban la redención del Mesías: “Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén”, (Lucas 2:38). Por tanto, era necesario comenzar por la casa de Israel a predicar este glorioso mensaje el cual era el cumplimiento de todas las Escrituras. Lamentablemente, la mayor parte de Israel rechazo el mensaje: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”, (Juan 1:11); pero esto no significa que Dios haya terminado con ellos sus planes ya que precisamente por eso viene el periodo de la Gran Tribulación, para hacer volver sus corazones a Él y castigar la maldad de las naciones gentiles. Otra razón por la cual decidió enviarlos primero a los judíos es porque los discípulos no estaban preparados para compartir el evangelio a los gentiles. Por años había vivido con grandes prejuiciosos hacia ellos a tal punto que no sería hasta que Dios llamara a un hombre llamado Saulo de Tarso, llamado Pablo posteriormente, el cual sería el encargado de llevar este glorioso mensaje a los gentiles. También es obvio que al iniciar una obra evangelizadora tan importante, todo buen líder comenzaría limitando sus objetivos en una meta alcanzable. Serie un riesgo querer extenderse demasiado a tal punto de poner en riesgo el éxito de la misión al querer abarcar mucho. Nuestro Señor fue sabio al limitar el alcance de la misión de los doce ya que posteriormente al crecer en número y con una mejor preparación, enviaría a más discípulos a realizar esta función: “Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir”, (Lucas 10:1) y después de su resurrección les expandiría su meta a todo el mundo: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:8).

La Tarea de los Mensajeros del Rey


“Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”.
Mateo 10:7-8

                    La tarea principal de estos doce era predicar: El reino de los cielos se ha acercado. Inicialmente, este era parte del mensaje que Juan el Bautista tenia (Mateo 3:2), el que Jesús predico cuando inicio su ministerio (Mateo 4:17) y ahora es delegado a sus doce apóstoles. Obviamente, como lo hizo Juan el Bautista y Jesús el tema principal de este mensaje es el arrepentimiento, tal y como la iglesia siguió haciéndolo posteriormente (Hechos 2:38; 3:19; 17:30). Junto con la tarea de predicar, les dio autoridad para: Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios. No cabe duda que con el mensaje del evangelio viene la liberación de todas las angustias y cadenas. Todo esto es una evidencia que el mensaje del evangelio no es un conjunto de simples reglas religiosas que cargan más a los hombres, sino que trae alivio al alma cansada y angustiada, y aquellos que lo prediquen tienen la autoridad de parte de Jesús para compartir este precioso don. Jesús les dijo a sus discípulos “de gracia recibisteis, dad de gracia”, y con esta instrucción estaba usando una frase muy popular que los rabinos decían a sus estudiantes. Los rabinos condenaban el hecho que alguien se lucrara de la enseñanza de la ley de Moisés, eso era una responsabilidad que se realizaba gratuitamente a excepción de la enseñanza de los niños por la cual si cobraban ya que era una responsabilidad exclusiva de los padres. Todo esto se da por gracia, no se negocia, lo único que el oyente necesita es creer en este glorioso mensaje y abrir su corazón para recibir todos sus beneficios y la vida eterna. Los mensajeros un día lo recibieron de pura gracia y ahora tienen que compartirlo por pura gracia. 

La fe de los Mensajeros del Rey


“No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento”.
Mateo 10:9-10

               Las palabras “de gracia recibisteis, dad de gracia” se conectan perfectamente con la siguiente instrucción que Jesús les da a sus discípulos. Debían estar libres de toda ambición de riquezas, su ministerio era un don que habían recibido de gracia y así lo tenían que compartir, pero al mismo tiempo les dice que tienen que limitar sus provisiones a las necesarias para el viaje: No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón. Jesús no quería que llevaran en sus cintos oro, plata o cobre (monedas). La palabra cinto proviene del griego dsóne (ζώνη) y era de cuero, lino o lana tan grueso y largo que podía enrollarse varias veces alrededor de la cintura y servía como una especie de monedero. También les prohíbe que lleven una alforja, la cual se traduce de la palabra péra (πήρα) la cual era un término común entre los filósofos ambulantes que usaban esta especie de bolsa para recoger entre las personas una colaboración económica después de sus enseñanzas. Por eso a veces era llamada la bolsa de un mendigo. En este sentido Jesús no quería que sus discípulos mendigaran entre la gente. Además Jesús les dice a sus discípulos que no lleven doble equipaje: No os proveáis…ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón. Uno podría preguntarse por qué Jesús les dio tales prohibiciones y si son instrucciones que todos los misioneros deberían aplicar en nuestros días. La respuesta más probable es que lo que el Señor deseaba es que sus discípulos aprendieran a confiar en Dios durante su obra evangelizadora y esperaran que sus necesidades fueran solventadas por Él. En este sentido los mensajeros del Rey necesitan tener fe. El servicio en su obra y el éxito de ella están en proporción directa con la fe del misionero. Jesús quería que ellos aprendiesen esta importante lección. Muchas veces podemos ver lo difícil que es establecer una obra misionera, requiere esfuerzo, recursos humanos, materiales y financieros, y que lo que se tiene no es suficiente para cumplirla. Pero lo cierto es que la obra del Señor se sostiene por fe y es Dios el que provee para ella. En este momento Jesús les dijo que no se proveyeran de nada, pero más tarde cuando sus días estaban por terminar les cambia la instrucción: “Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada. Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento”, (Lucas 22:34-37). Obviamente la lección fue aprendida; pero ahora enfrentaban una nueva situación donde los exhortaba a hacerse de sus provisiones para huir y mantenerse: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. La sugerencia de comprar una espada es algo polémica para la mayoría de comentaristas, ya que en ningún momento se cree que Jesús estaba pidiendo a sus discípulos que se defendieran ofensivamente. A lo mejor era una indicación metafórica, pero parece que Pedro la tomo literalmente cuando intento ayudar a Jesús al agredir a sus captores con una espada: “Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”, (Juan 18:10-11). Este cambio de instrucción nos muestra que dependiendo los tiempos y circunstancias, la estrategia de la obra misionera puede cambiar, pero la fe será determinante en todo momento. En todo esto, sus obreros pueden estar seguros que Dios jamás los desamparara y que nunca los llamara a una obra de solo sufrimiento y extrema miseria. Lo cierto es que si bien los mensajeros del Rey no deben preocuparse por enriquecerse de lo material, pero el hecho de bendecir espiritualmente a las personas resulta en una bendición material para los mensajeros. Pablo lo explica de esta manera: “Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material?”, (1 Corintios 12:18). Cuando las personas que hemos ayudado a crecer espiritualmente expresan su gratitud, generalmente se muestran generosos en lo material y por ello el Señor dijo: el obrero es digno de su alimento, mismo pensamiento que el apóstol Pablo compartió: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario”, (1 Timoteo 5:17-18).

El Comportamiento de los Mensajeros del Rey


“Más en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis. Y al entrar en la casa, saludadla. Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros. Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad”.
Mateo 10:11-15

                 Estas instrucciones tienen que ver con el comportamiento que los mensajeros del Rey tendrían en aquellas ciudades donde predicarían. Obviamente, antes de averiguar acerca de las personas que vivían en aquellas casas donde se les invitaría a posar, tendrían que darse a conocer por medio de anunciar la palabra de Dios. En los tiempos de Jesús esta práctica era común entre los judíos y la sinagoga era el mejor lugar para hacerlo. De hecho, el apóstol Pablo utilizo este método para iniciar sus enseñanzas antes que cualquier persona lo pudiera conocer ya que después de la lectura de la ley y los profetas había un espacio donde se podían compartir abiertamente las opiniones. Si los discípulos lo hacían de esta forma, se espera que no todos los aceptaran, pero aquellos que sí a lo mejor los invitarían a posar en sus hogares y si estos parecían tener un carácter piadoso y sincero, los discípulos podían aceptar: Más en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis. Esta costumbre era muy popular en el medio oriente y en las Sagradas Escrituras vemos algunos ejemplos de esta hospitalidad en las personas de Abraham (Génesis 18:1–8), Rebeca (Génesis 24:25), Reuel (Éxodo 2:20), Manoa (Jueces 13:15), la mujer sunamita (2 Reyes 4:8-10), Job (Job 31:32), Mateo (Mateo 9:10), Zaqueo (Lucas 19:5-10), Marta y María (Juan 12:1-2), Lidia (Hechos 6:14-15), Aquila y Priscila (Hechos 18:26; Romanos 16:3-4), Febe (Romanos 16:1-2), Filemón (Filemón 7, 22), Onesíforo (2 Timoteo 1:16) y Gayo (3 Juan 5, 6); y por ello la Biblia exhorta a los creyentes a no olvidar esta cualidad: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”, (Hebreos 13:2).

                Al entrar en la casa estos mensajeros del Rey tenían que saludar a todos los familiares con el tradicional saludo judío: “Paz a vosotros”. En aquel tiempo, como aún se usa, éste era un saludo acostumbrado (Génesis 43:23; Jueces 6:23; 19:20; 1 Samuel 25:6; 1 Crónicas 12:18; Salmos 122:8; Daniel 4:1; 6:25; 10:19; Lucas 10:5; 24:36; Juan 20:19-21, 26). Ahora bien, este saludo no solo era un simple grupo de palabras sin mayor trascendencia, sino en boca de los mensajeros y bajo la unción de Dios es capaz de transmitir una bendición especial en la vida de los que por fe la reciben, tal y como Jesús lo explico: “En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa. Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros”, (Lucas 10:5-6).sin embargo, si nadie los recibiese después de haber proclamado el mensaje del evangelio, estos tendrían que salirse de allí sacudiéndose el polvo de sus sandalias: Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies, lo cual era ya una costumbre judía al viajar a través de tierra gentil el sacudirse sus vestidos y sandalias para no contaminar el templo y su nación. Para estos que rechazan el mensaje del evangelio el Señor pronuncia un terrible juicio que no se comparara al castigo que Sodoma y Gomorra tuvieron por su pecado: De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad.