viernes, 26 de octubre de 2018

¿Estas seguros de tu salvación? (Mateo 3:7-10)


“Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”.
Mateo 3:7-10

INTRODUCCIÓN


Estos versículos nos hablan del ministerio de un hombre que tuvo como misión preparar el corazón de los judíos para que recibieran al Mesías, y esto se hacía a través de anunciarles la necesidad de arrepentimiento que existía en sus vidas. Muchos creyeron en su mensaje y acudían de todas partes de Judea para ser bautizados para arrepentimiento de pecados; sin embargo, habían unos hombres que se creían justos a sus propios ojos y aseguraban ser merecedores del reino de los cielos; pero lo cierto es que estaban muy lejos de Él. Cuán  importante es que todos nos aseguremos que somos salvos y no nos vaya a pasar como estos hombres que vivían una mentira en su religión.


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¿Estas seguros de tu salvación?


                        I.         ¿UNOS HOMBRES QUE CREÍAN SER SALVOS?


Aquí tenemos el encuentro que Juan el bautista tuvo con los religiosos de su tiempo. Aquí tenemos dos grupos religiosos de importancia en su tiempo que eran los fariseos y los saduceos. Estos hombres creían que por el simple hecho de pertenecer a su religión eran salvos, unos, los fariseos, creían que se ganaba el favor de Dios por medio de observar sus leyes, creían obedecer la ley de Moisés; pero realmente su vida era de apariencias y estaban alejados del reino de los cielos. Los otros, los saduceos, creían en el gobierno teocrático de Dios y que ellos gobernarían el reino que el Señor restauraría; pero estaban bien equivocados ya que aparte de que no reconocían a los profetas y los salmos como escritura y no creían en los ángeles y la resurrección, sus egoístas intenciones los alejaban de la vida eterna. Estos hombres veían que la gente de Judea acudía a Juan para ser bautizados y creían que era un rito mas que seguir; pero Juan el bautista les reclama haciéndoles ver que si no se arrepentían no verían el reino de Dios: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.  Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. Cuantas personas son como estos fariseos y saduceos, pensando que son salvos por el hecho de pertenecer a una religión se hayan muy alejados de la vida eterna. En la actualidad muchas personas viven confiadas ignorando la terrible situación de su alma debido a una serie de mentiras que el mismo diablo ha creado en cuanto al tema de la salvación.

                      II.         IDEAS ERRÓNEAS QUE HACEN PENSAR A LAS PERSONAS QUE SON SALVAS.


Hoy en día existen muchas ideas erróneas que hacen pensar a la gente que es salva. El vivir engañado es peligroso y mas que eso, la persona se condena a un destino de tormentos en el infierno. Veamos algunas de estas ideas erróneas en cuanto a la salvación.

1.     La salvación se asegura por medio de las obras: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, (Efesios 2:8-9). Aquellos que aseguran que podrán salvarse por medio de las obras están engañados ya que la Biblia dice que no es por obras que esta se gana.
2.     No hay que preocuparse porque el infierno no existe y un Dios de amor no enviara a nadie al infierno: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”, (Mateo 10:28). El mismo Señor Jesús hablo acerca de la existencia del infierno y la Biblia nos habla acerca de este terrible lugar de castigo eterno.
3.     Esta vida lo es todo, después de la muerte ya no hay mas vida, nuestra existencia es aniquilada totalmente: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno”, (Lucas 16:22-23). La historia del rico y Lázaro es un claro testimonio bíblico que nuestra existencia no termina con la muerte ya que nuestra alma pasa a la eternidad y es la que dará cuenta por todo lo que hagamos. 
4.     Todos los caminos conducen a Dios: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, (Juan 14:6). Esta es otra mentira que hace que la gente se confié, dicen que todas las religiones son buenas y que hay mas de una verdad absoluta en este mundo; pero esto es falso, Cristo es la única verdad, el único camino, la única vida y el único camino al cielo.


Considerando todas estas mentiras la pregunta seria: ¿cómo estar seguro de nuestra salvación? Bueno, para estar seguros de nuestra salvación las mismas Escrituras nos ensenan algunas cosas que debemos considerar, porque si no lo hacemos de esta forma podemos estar seguros de que no somos salvos:

1.     Arrepentimiento. Nadie puede considerarse salvo si no se ha arrepentido, por eso Juan les dijo a los religiosos de su tiempo: ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. El verdadero arrepentimiento produce en nuestra vida un cambio de mente que nos conduce a abandonar nuestra vida de pecado. Si alguien afirma ser cristiano, pero persevera en el pecado, el tal solo es un religioso más.

2.     Creer en el sacrificio de Cristo como Señor y Salvador: “que, si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”, (Romanos 10:9).

3.     El mismo Espíritu Santo da testimonio que somos salvos: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”, (Romanos 8:14). Una vez que nos hemos arrepentido y hemos hecho a Jesús el Señor de nuestra vida, El mismo Espíritu Santo pasa a habitar en nuestro corazón dando un fuerte testimonio de que somos sus hijos y herederos de la vida eterna, esta es la mayor seguridad que podemos sentir.

CONCLUSIÓN.


            ¿Estamos seguros de nuestra salvación? Responder a esta pregunta es de suma importancia especialmente hoy en este tiempo donde existen muchas ideas erróneas en cuanto a este tema. Algunos creen que seremos salvos por medio de las religiones o por medio de las buenas obras, otros opinan que no hay infierno o que al morir todo se termina, o que todos los caminos conducen a Dios; pero lo cierto es que la Biblia nos enseña que la única manera de ser salvos y estar seguros de esta es a través de:

1.     Experimentar un verdadero arrepentimiento.
2.     Hacer a Jesús el Señor y Salvador de nuestra vida.
3.     El mismo Espíritu Santo da testimonio a nuestro corazón que somos hijos y herederos de la vida eterna.


miércoles, 24 de octubre de 2018

¿Hay algo nuevo debajo del sol? (Eclesiastés 1:3-11)


“¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; más la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después”.
Eclesiastés 1:3-11

INTRODUCCIÓN


Salomón que es el autor de este libro llamado Eclesiastés reflexiona acerca de todo lo que ocurre y se nos ofrece en este mundo. Su conclusión es que no hay nada nuevo debajo del sol, pero ¿será realmente así? ¿No hay nada nuevo que se nos pueda ofrecer en esta vida? Veamos a la luz de la palabra de Dios si esto es así.

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¿Hay algo nuevo debajo del sol? 

 

                        I.         EN ESTA VIDA NO HAY NADA NUEVO QUE EL MUNDO NOS PUEDA OFRECER.


“¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; más la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de
continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo?”.

En estos versículos Salomón nos enseña que no hay nada nuevo en este mundo que no se haya hecho anteriormente y que todo trabajo es sin provecho de tal forma que nada es capaz de satisfacer al alma. Esto es así por causa del pecado, es la consecuencia de una vida sin Dios. Él nos dice:


1.     Que todo trabajo que se hace debajo del sol es sin provecho o beneficio: ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? 
2.     Que la tierra y los tiempos siguen su curso natural y nada nuevo nos ofrecen: Generación va, y generación viene; más la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando decontinuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
3.     Todo en esta vida puede llegar a fatigar el alma del hombre, nada es fácil, las buenas cosas tienen su precio: Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar.
4.     El hombre jamás logrará encontrar la plena satisfacción en los deleites de la carne, su ojo y oído nunca se saciaran con las cosas que aquí se le ofrecen:  nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
5.     Finalmente, nada nuevo hay en este mundo y todo está destinado a perecer: ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

                      II.         TODO LO QUE HAY EN ESTE MUNDO PERECERÁ.


“Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después”.

Sin Dios la vida carece de significado y propósito, todo lo que se haga fuera de su voluntad no traerá ningún provecho, todos nuestros éxitos quedaran olvidados, todas las riquezas y propiedades que hagamos serán de otros, y aun este mundo esta destinado a perecer en el olvido: Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después. Por causa del pecado el alma del hombre es condenado al infierno y este mundo va rumbo a su final por causa de la maldad y por ello Pedro nos dice: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”, (2 Pedro 3:9-10).

                    III.         SOLAMENTE CRISTO HACE NUEVAS TODAS LAS COSAS.


“De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
2 Corintios 5:17

A pesar de que este mundo no ofrece nada nuevo y solo nos conduce a una vida de penalidades, sufrimientos y desilusiones, donde nuestro trabajo no tiene provecho y nuestra alma es condenada a un destino inexorable, la Biblia nos da una luz de esperanza a través de Cristo: De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. El mundo nos ofrece una vida de injusticias, Cristo nos ofrece la vida eterna, este mundo solo ofrece cosas que ya sucedieron, nada nuevo debajo de sol, Cristo nos ofrece hacernos nuevas criaturas, este mundo nos ofrece los mismos placeres del pecado que nos destruye, Cristo nos ofrece una nueva vida con propósito donde las cosas viejas quedan atrás, este mundo no cambia, esta lleno de sufrimientos y maldad, está destinado a ser destruido por causa del pecado, pero Cristo nos ofrece en la eternidad cielos nuevos y tierra nueva: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”, (2 Pedro 3:13). Este mundo está destinado a perecer, pero nuestra esperanza radica en las promesas de la Biblia donde se nos ha prometido una vida al lado de nuestro Señor y un nuevo lugar para pasar la eternidad que se llama la nueva Jerusalén: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”, (Apocalipsis 21:1-4).

CONCLUSIÓN.



            En Eclesiastés Salomón nos dice que todo lo que este mundo ofrece no es nada nuevo, las mismas cosas que le pasaron a las generaciones pasadas son las que le pasaran a las generaciones presentes y futuras, este mundo solo nos ofrece una vida sin provecho, el pecado solo nos conduce a los deleites temporales de la carne que nos conducen a su vez al infierno, nada permanece para siempre y todo es carente de significado. Sin embargo, Cristo nos ofrece cosas totalmente nuevas, el ser nueva criatura, una nueva relación con Dios, una nueva vida con propósito y en la eternidad cielos nuevos y tierra nueva.





lunes, 22 de octubre de 2018

Una enfermedad que no era de muerte (Juan 11:1-5)


“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.  (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos. Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.  Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.  Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro”.
Juan 11:1-5

INTRODUCCIÓN


                Hoy tenemos la oportunidad de iniciar un nuevo capítulo en este interesante evangelio, y en esta oportunidad, la temática de este capítulo girara alrededor de la séptima señal, la resurrección de Lázaro. No olvidemos que este evangelio presenta solo siete señales y no más como los otros evangelios, y estas son : la transformación del agua en vino (Juan 2:1-11), la sanidad del hijo de un hombre (Juan 4:46-54), la sanidad de un paralitico (Juan 5:1-9), la multiplicación de los panes y los peces (Juan 6:1-14), Jesús camina sobre el agua (Juan 6:15-21), la sanidad de un ciego (Juan 9:1-7) y la resurrección de Lázaro (Juan 11:38-44). Estas siete señales tienen como propósito presentar un atributo determinado de Jesús que lo identifican como Dios y hoy consideraremos la séptima de ellas, la resurrección de Lázaro, el hermano de María y Marta, uno de los milagros más conocidos entre el pueblo cristiano y que es exclusivo de este maravilloso evangelio.

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Una enfermedad que no era de muerte


UN MILAGRO MUY CONTROVERSIAL


“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana”.
Juan 11:1

               La resurrección de Lázaro es quizás, uno de los milagros más conocidos por el pueblo cristiano, y en Juan se utiliza un término diferente para referirse a estas obras milagrosas, Juan les llama señales, porque precisamente eso eran, eran señales que testificaban que Jesús es Dios, no eran actos milagrosos al azar, sino confirmaban que nuestro Señor era el glorioso Mesías, y por ello, algunos llaman este evangelio, el evangelio de las señales. Sin embargo, existen algunas personas que han considerado la realización de la séptima señal como algo muy improbable, ellos desmienten el hecho de que Jesús haya realizado esta resurrección. Entre las razones bajo las cuales sustentan tal aseveración están que al observar los sinópticos esta resurrección no aparece en ellos y para haber sido un milagro tan impactante, se esperaba que Mateo o Marcos lo dejaran registrado en sus santos escritos. Sin embargo, no debemos olvidar que los evangelios sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas, se enfocaron en registrar el ministerio de Jesús en Galilea, y pocas veces dentro de Judea, solo al final de sus relatos nos narran la visita de Jesús a Jerusalén donde es capturado, juzgado, martirizado y crucificado. Mientras que los sinópticos se enfocan en su ministerio en Galilea, la mayor parte de Juan enfoca el ministerio de Jesús en Judea, en Jerusalén y este milagro fue realizado en Judea por lo que es de esperarse que no se encuentre registrado en los sinópticos. También algunos cuestionan el hecho de que el nombre de Lázaro, como hermano de María y Marta de Betania, no aparece en los sinópticos, por lo que creen que esta historia fue inventada posteriormente al querer identificar el personaje de Lázaro el hermano de María y Marta con el Lázaro que aparece en Lucas 16:19-31, en la historia del rico y el mendigo Lázaro donde ambos mueren y el primero va al Hades, es decir, al infierno, y el otro es llevado al seno de Abraham. Sin embargo, esta hipótesis es muy poco probable ya que en Lucas se trata de un Lázaro pobre, que era mendigo, y en Juan se identifica como el hermano de Marta y María, una familia con ciertas facilidades económicas, según se ven en los relatos bíblicos. Además, esta señal no es la única que es exclusiva de este evangelio, de hecho los milagros de las bodas de Caná, la sanidad del hijo del funcionario romano, el paralitico de la fuente de Betesda que fue sanado y la sanidad del ciego que se lavó en la fuente de Siloé son exclusivos de este evangelio, además, no solo estas señales son exclusivas del evangelio según Juan, sino los 7 grandes “Yo Soy”, los relatos de Nicodemo, la mujer samaritana y el de la mujer sorprendida en adulterio, por lo que no podríamos decir que solo porque esta señal no aparece en los sinópticos es falsa. Nosotros creemos que esta historia es verídica, es palabra de Dios y por la voluntad del Espíritu Santo a quedado registrada como otra de las grandes obras que nuestro Señor realizo.

UNA FAMILIA QUE AMABA A JESÚS



“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.  (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos. Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo”.
Juan 11:1-3

               En estos versículos se nos hablan acerca de una familia que amaba a Jesús. Se nos dice que esta familia vivía en Betania y es distinta de la ciudad cerca de donde Juan estaba bautizando al este del Jordán, la cual la Reina Valera traduce como Betábara, pero otras traducciones la llaman Betania, en Perea (Juan 1:28). esta Betania estaba ubicada en una pequeña aldea de Judea solamente a unos tres kilómetros de Jerusalén. De acuerdo a lo que la Biblia nos muestra, esta familia estaba constituida por tres miembros, el primero es Lázaro, el cual para este momento estaba muy enfermo de tal forma que por la gravedad de esta sus hermanas decidieron enviar un mensajero a Jesús para que este viniese a ellos con la esperanza que a través de un favor divino su hermano pudiese sanar: Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. El nombre Lázaro se deriva del nombre “Eleazar”, que significa “Dios es mi ayudador”, y este no aparece en los evangelios sinópticos, más sus hermanas sí. Marta y Maria son sus hermanas, y al parecer Marta era la mayor ya que en Lucas vemos como se responsabilizo de la hospitalidad: “Aconteció que, yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra”, (Lucas 10:38-39). Y lo mismo vemos en Juan: “Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él”, (Juan 12:2). Luego estaba su hermana Maria, la cual de acuerdo con Lucas mostraba más interés en las cosas espirituales. Lo cierto es que tanto Lázaro, como Marta, como Maria, amaban en gran manera al Señor ya que siempre que iba a Jerusalén y anochecía se retiraba a la aldea de Betania por lo que muchos creen que partía a la casa de estos hermanos para pasar allí la noche: “Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce”, (Marcos 11:11). En todo esto se deja ver el gran amor que esta familia le tenían a Jesús al recibirlo en su hogar, y no solo eso, sino Maria había expresado su amor ungiendo los pies de Jesús y enjugando sus cabellos con una libra de perfume de nardo puro (Juan 12:1-3). Que hermoso es encontrar un hogar donde todos sus miembros aman a Cristo, quiera Dios que todas nuestras familias abran sus puertas al Señor.

UNA ENFERMEDAD QUE ES DEL INTERÉS DE JESÚS


“Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro”.
Juan 11:4-5

             Vemos en este versículo el interés de Jesús al saber que Lázaro estaba enfermo. Aunque nuestro Señor ya lo sabia ya que es omnisciente, mostró interés al escucharlo y se dispuso a ir, aunque no de inmediato, ya que siempre esta dispuesto a ayudar a los suyos. Que bueno es saber que si hay alguien con el cual podemos contar, ese es Jesús, ya que cualquier enfermedad o situación problemática que nos pase es de interés para Él. Jesús decía: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Aunque la situación por la cual estaba pasando esta familia era muy dolorosa e iba a terminar en la muerte de un ser querido, todo esto tenia un propósito, el mostrar el poder y autoridad de Jesús como Mesías y Dios. Así es en nuestras vidas. Cuando confiamos en nuestro Señor, todas las cosas que nos pasan nos ayudan a bien ya que realmente nuestro Dios se interesa por nuestro bienestar: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, (Romanos 8:28). Con Cristo podemos tener la seguridad que siempre acudirá a nuestra ayuda y que ninguna situación resultará en nuestro mal, sino al contrario, si estamos en su voluntad, sabemos que podemos confiar en su ayuda, incluso antes que clamemos, y aun las peores situaciones Él las puede convertir en grandes victorias que testifique su gran poder y autoridad. Esto es cierto porque Jesús nos ama: Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Esta enfermedad no terminaría en la muerte de Lázaro, sino seria usada para glorificar a la persona de nuestro Señor Jesucristo a los ojos de los judíos, una señal más que demuestra que Él es el Hijo Dios, y seria realizada porque amaba a Lázaro y a sus hermanas. Así Dios también nos ama a nosotros y por ello Cristo tiene cuidado de todos nosotros.



La eficacia de la comunión entre hermanos (Mateo 18:19-20)



“Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Mateo 18:19-20

Introducción


             Continuamos estudiando este maravilloso capítulo 18 del evangelio según Mateo, y como ya hemos visto, se están considerando una serie de temas relacionados con el carácter y las relaciones que entre los hijos del reino deben existir. Ahora, en esto dos versículos, el apóstol Mateo nos muestra la eficacia que existe en la comunión de los santos la cual se ve reflejada en la oración congregacional que se hace y la seguridad de que nuestro Señor Jesucristo está en medio de su pueblo. Estos dos versículos fueron palabras pronunciadas por nuestro Señor Jesucristo y son dos promesas muy conocidas por el pueblo cristiano. Veamos estas promesas.

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La eficacia de la comunión entre hermanos


La Comunión que se Enfoca en un mismo fin recibe la respuesta en la oración


“Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”.
Mateo 18:19

             Aquí encontramos una de las grandes promesas que los cristianos tenemos: Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. El texto es sencillo, pero nos da una gran promesa de recibir cualquier cosa que pidamos en común acuerdo con otros creyentes. Algunos han llegado a decir que estas palabras dirigidas por nuestro Señor Jesucristo no fueron una promesa a recibir las peticiones que la iglesia se pusiera de acuerdo, sino que su énfasis estaba a recalcar la importancia de mantener la comunión y mutuo acuerdo entre los creyentes de la iglesia. No obstante, nosotros creemos que es posible recibir a través de la oración las peticiones que le hagamos de Dios y aquí se nos da una promesa más de cómo lograrlo. Para poder hacer realidad esta promesa, las peticiones que se hagan deben reunir las siguientes condiciones: Debe ser algo que todos los creyentes estén de acuerdo en pedirlo y debe existir comunión entre todos. No cabe duda que a través de la oración podemos llegar a recibir las peticiones que le hagamos a nuestro Padre celestial, pero para hacerlo hay ciertas condiciones que debemos reunir, no se trata de una fórmula mágica, o del genio de una lámpara mágica, o palabras de un hechizo que nos darán todo lo que pedimos. El Señor ha prometido escucharnos a través de la oración y darnos las peticiones de nuestro corazón; pero esta debe realizarse con fe: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor”, (Santiago 1:6-7). No debemos pedir cosas egoístas: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”, (Santiago 4:3). Debemos pedir de acuerdo a su voluntad: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos”, (1 Juan 5:14-15). Debemos estar en santidad y plena comunión con Él: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado”, (Salmo 66:18). Y finalmente, debemos ser perseverantes en la oración, tal y como Jesús lo dice en Lucas al relatar la parábola de la viuda y el juez injusto (Lucas 18:1-8). Si nos damos cuenta toda oración debe reunir ciertas características con el fin de recibir del Padre lo que le pedimos, y ahora agregamos esta nueva: Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Si lo hacemos dentro de la voluntad de Dios, con fe y perseverancia, con una conciencia limpia, cualquier cosa que la iglesia pida en comunión los unos con los otros y en pleno acuerdo, el Señor responderá.

Cristo habita en medio de la comunión de los santos


“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Mateo 18:20


            Aquí encontramos otra de las grandes promesas que Jesús ha hecho, y esta es: Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.  El Señor ha prometido habitar en medio de la comunión de su pueblo, y esto constituye una gran bendición ya que podemos estar seguros que al momento de realizar nuestros cultos, su presencia allí estará. Muy contrario a las reuniones de otras religiones, el cristianismo se caracteriza porque Dios habita en medio de su pueblo, de allí que es importante que la iglesia guarde la perfecta comunión los unos con os otros. Los rabinos judíos solían decir: “Donde se sientan dos para ocuparse en el estudio de la ley, la gloria de Dios está entre ellos”. La palabra que los judíos usaban para referirse a la gloria de Dios es shekiná, y hace referencia a aquella nube de gloria que los judíos vieron reposar sobre el tabernáculo de reunión durante su peregrinación en el desierto: “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba”, (Éxodo 40:34-35). También esta nube reposo sobre el templo que Salomón construyo en Jerusalén: “Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios”, (2 Crónicas 5:14). Tanto el tabernáculo como el templo en Jerusalén eran los principales centros de adoración donde los israelitas acudían en busca de su Dios, y esta nube a la cual llamaban la gloria de Dios era una evidencia que Él estaba con ellos. Ahora Dios no habita en un tabernáculo o en un templo, ahora, nosotros os cristianos hemos sido hemos templo y morada del Espíritu Santo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”, (1 Corintios 6:19). Y durante nuestras reuniones el Señor ha prometido estar en medio de nosotros, por ello debemos gozarnos cada vez que tenemos la oportunidad de congregarnos, ya que no solamente tenemos comunión con nuestros hermanos y nuestra alma es edificada a través de la alabanza, la oración y el estudio de su palabra, sino el Señor Jesús está en medio de nosotros.


viernes, 19 de octubre de 2018

La Santificación: Apartados para Dios mediante la Obra de Cristo


“Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”.
1 Tesalonicenses 4:7

INTRODUCCIÓN


                   Otro de los grandes temas que se consideran en la doctrina de la salvación es la santificación, la cual de por si constituye un tema de suma importancia y ha sido mal interpretado a lo largo del tiempo. Lewis Sperry Chafer nos dice: “La doctrina de la santificación adolece de malentendidos a pesar de que la Biblia provee de una revelación extensa acerca de este importante tema”. La santificación es un tema muy predominante en toda la Biblia especialmente porque el uno de los atributos de Dios y constituye un llamado que Dios nos ha hecho para salir de toda inmundicia: Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Como su pueblo, debemos apartarnos de todo pecado y vivir santa y piadosamente en este mundo, además es la voluntad de Dios nuestra completa santificación: “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación”, (1 Tesalonicenses 4:3). Veamos entonces en detalle este tema.

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La Santificación


DEFINICIÓN DE LA SANTIFICACIÓN


                 Las palabras santo y santificación son dos términos bastantes usados en el léxico bíblico, veamos primero el significado de santificación. J. Oliver Buswell Jr. la traduce de manera muy sencilla y nos dice que la “santificación» significa ser hecho santo”. Ahora bien, ¿qué significa ser santo? La palabra santo, se traduce del hebreo kadosh (קָדוישׁ), y del griego jágios (ἅγιος), y tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento significan “poner aparte”, “apartarlo para un fin”, “sacado de en medio”. Basado en su significado etimológico, Myer Pearlman nos dice: “Santo es un vocablo descriptivo de la naturaleza divina. Su significado original es el de separación; por lo tanto, la santidad representa aquello en Dios que lo hace separado de todo lo terrenal y humano, es decir, su absoluta perfección moral y majestad divina”. Considerando el significado es estas palabras, el Catecismo Menor de Westminster nos define de otra forma la palabra santificación. Este se pregunta: “¿Qué es la santificación?”, a lo que responde: “La santificación es aquella obra de la libre gracia de Dios por la cual somos completamente restablecidos a la imagen de Dios, y puestos en capacidad de morir más y más al pecado y de vivir píamente. 1 Pedro 1:2; Efesios 4:24; Romanos 6:6”. Por tanto, ser santo significa haber sido puesto aparte de la inmundicia de este mundo y ser consagrado para la gloria de Dios mediante la obra expiatoria de Cristo, mientras que la santificación es el medio por el cual Dios nos hace santos y nos perfeccionamos delante de Él. Este acto de haber sido sacados de la inmundicia de este mundo y ser puestos aparte para la gloria de Dios es un acto sobrenatural que operara en las personas que se arrepienten de sus pecados y son justificados, la santidad no está en función de los merito u obras que alguien pueda hacer, y el teólogo Charles Hodge lo explica muy bien: “De la santificación se declara que es una obra de la libre gracia de Dios. Dos cosas se incluyen en ello. Primero, que el poder o influencia mediante el que es llevada a cabo es sobrenatural. Segundo, que la concesión de esta influencia a cualquier pecador, a un pecador en lugar de a otro y a uno más que a otro, es cuestión de favor. Nadie tiene personalmente, ni en sí mismo, sobre la base de nada que haya hecho, el derecho a reivindicar esta influencia divina como una recompensa justa, ni como cuestión de justicia”. Al igual que la salvación, la santificación de nuestro ser es un acto de pura gracia divina, no está basada en méritos, sino es consecuencia de lo que Cristo hace en nosotros. Mas adelante veremos cómo es que opera la santificación.

DIOS DEMANDA SANTIDAD


                   En Hebreos se nos hace una advertencia que todo debemos considerar si es que queremos ver a Dios: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”, (Hebreos 12:14).  ¡Sin santidad nadie vera a Dios! Esta es una realidad que todos debemos considerar. Desde el Antiguo Testamento vemos como el Señor demandaba a los israelitas a realizar ritos de purificación con el objetivo de no presentarse inmundos delante de su presencia, e incluso vemos como muchos perecieron delante de Él por presentarse en pecado, así lo vemos en algunos pasajes del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Nadab y Abiú murieron por ofrecer fuego extraño: “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová”, (Levítico 10:1-2). En otra ocasión muchos israelitas murieron como consecuencia de haber visto el arca del pacto sin haberse consagrado previamente: “Entonces Dios hizo morir a los hombres de Bet-semes, porque habían mirado dentro del arca de Jehová; hizo morir del pueblo a cincuenta mil setenta hombres. Y lloró el pueblo, porque Jehová lo había herido con tan gran mortandad. Y dijeron los de Bet-semes: ¿Quién podrá estar delante de Jehová el Dios santo? ¿A quién subirá desde nosotros?”, (1 Samuel 6:19-20).  También Uza murió por tocar el arca del pacto cuando esta caía: “Pero cuando llegaron a la era de Quidón, Uza extendió su mano al arca para sostenerla, porque los bueyes tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió, porque había extendido su mano al arca; y murió allí delante de Dios”, (1 Crónicas 13:9-10). Estos pasajes del Antiguo Testamento nos hacen ver las exigencias de Dios de santificarse delante de su presencia, y aun en el Nuevo Testamento se les demanda a los creyentes a vivir en temor y temblor delante de su presencia: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”, (Filipenses 2:12). En su segunda carta el apóstol Pedro nos da tres razones por las cuales los cristianos debemos vivir en santidad:

“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.

1 Pedro 1:13-19

            Veamos en más detalle estas tres razones:

Primera Razón: Porque Dios es Santo.


“… porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo…”

La primera razón por la cual debemos ser santos es porque Dios es santo y nada inmundo se acercará a Él. Aquí el apóstol Pedro cita un texto del Antiguo Testamento: “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios. Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico”, (Levítico 7:7-8). En esta ocasión Dios se pronunció en contra del pecado y le advirtió a Israel que no lo toleraría porque su carácter es santo y nada inmundo puede estar cerca de Él, y ellos, así como nosotros, somos su pueblo y no podemos convivir con el pecado porque Él es santo.

Segunda Razón: Porque juzgara todas nuestras obras.


“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación…”

            La segunda razón por la cual debemos ser santos es porque Dios juzgara todo pecado. La Biblia es clara al enseñarnos que hay un día establecido para juzgar a todos los hombres por causa de su pecados y serán arrojados al lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15), pero también para los cristianos hay un día cuando estaremos delante su presencia donde evaluara la calidad de nuestra vida piadosa y las intenciones por las cuales hicimos las cosas, y algunos sufrirán vergüenza eterna en aquel día, aunque no perderán la salvación: “Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque, así como por fuego”, (1 Corintios 3:12-15).

Tercera Razón: Porque nuestra santificación vale la sangre de Cristo.


Finalmente, debemos ser santos porque nuestra propia santificación vale la sangre del Hijo de Dios. Cada vez que pecamos estamos menospreciando el sacrificio que nuestro Señor Jesucristo hizo en la cruz del Calvario, aquel acto vicario de supremo sacrificio que hizo para perdonar nuestros pecados, limpiarnos de nuestras maldades y darnos vida eterna es pisoteado. Por tanto, alguien que actúe de esta forma sin mayores problemas de consciencia debería considerar seriamente si se ha convertido realmente a Dios: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”, (Hebreos 2:1-3). Alguien que juegue con Dios de esta forma fingiéndose cristiano, pero llevando una vida de pecado oculta debe tener mucho cuidado porque lo más seguro es que va rumbo al juicio eterno: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”, (Hebreos 10:26-27).

              Queda claro que como cristianos debamos vivir santa y piadosamente porque no podemos tener comunión con Dios si vivimos en pecado y todo pecado será juzgado de parte de Dios.

¿CÓMO OPERA LA SANTIFICACIÓN EN EL CREYENTE?


              Como la justificación, el nuevo nacimiento, la expiación, la conversión o cualquier otro don que desprende de la salvación, la santificación en el creyente opera desde el momento que se arrepiente de sus pecados y Cristo lo limpia de toda maldad a través de su sangre: “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”, (1 Juan 1:7). Su sangre fue derramada para remisión de todos nuestros pecados: “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”, (Mateo 26:26-28). Esto nos muestra una vez más como el sacrificio expiatorio de Cristo no solo perdona nuestros pecados, sino nos limpia de toda maldad. Al respecto, Myer Pearlman nos comenta ampliando mejor la explicación de lo que estamos hablando: “La santificación es el resultado de la obra consumada de Cristo, el penitente es cambiado de un pecador corrompido a un adorador santo. La santificación es el resultado de esa obra maravillosa realizada por el Hijo de Dios cuando se ofreció a sí mismo para quitar el pecado por medio de su sacrificio en el Calvario. En virtud de ese sacrificio el creyente ha sido para siempre apartado para Dios, su conciencia es limpiada, y el mismo es transformado de un pecador inmundo o impuro en un adorador santo, unido en permanente comunión con el Señor Jesucristo”. Esta santificación tiene tres etapas en la vida del creyente.

              La santificación posicional.


Se le conoce como santificación posicional a la obra mediante la cual el creyente es santificado en función de su posición en Cristo. Esta santificación no depende de las obras de los cristianos, sino es consecuencia de la limpieza que Cristo realiza en la vida de las personas que creen en su persona. Al respecto Lewis Sperry Chafer nos dice: “La santificación posicional es una santificación y una santidad que se efectúa por Dios a través del cuerpo y la sangre derramada de nuestro Señor Jesucristo”. En este sentido el creyente es santo, no porque sus méritos lo hagan santo; sino porque es una virtud de aquel en quien ha creído que le es otorgada esta posición. Charles Hodge nos dice: “Los hombres no se hacen santos a sí mismos; su santidad y crecimiento en la gracia no se deben a su misma fidelidad, ni a su firmeza de propósito, ni a su vigilancia y diligencia, aunque todo esto está demandado, sino a la influencia divina, por la que son hechos así fieles, vigilantes y diligentes, y que produce en ellos los frutos de justicia”. Por ello vemos como en la Biblia los autores del Nuevo Testamento llamaban santos a sus lectores. Por ejemplo, Pablo era alguien que a saludar a los creyentes los llamaba santos, y así vemos que a los creyentes de Roma les dice que han sido llamados a ser santos: “a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”, (Romanos 1:7). Y a los creyentes de Corinto les saluda diciendo: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”, (1 Corintios 1:2). Ahora bien, es paradójico que a estos corintios que llama santos estaban llenos de imperfecciones y pecados ya que 1 Corintios el apóstol tiene como propósito corregir una serie de situaciones que se vivían entre ellos como, por ejemplo, disensiones, celos, contiendas, pleitos, fornicaciones, sacrilegios durante la cena del Señor, hacer tropezar al débil en la fe entre otras cosas, así lo vemos en esta carta: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?”, (1 Corintios 3:1-3). Al respecto de estos versículos Myer Pearlman nos comenta: “El apóstol Pablo se dirigía a todos los creyentes denominándolos santos (literalmente, santificados), y en calidad de ya santificados (2 Corintios 1:2; 6:11); sin embargo, la misma carta fue escrita para corregir a esos creyentes, debido a la carnalidad y hasta pecado manifestado (1 Corintios 3:1; 5:1-2, 7-8). Eran santos y santificados en Cristo, pero algunos de ellos estaban lejos de serlo en su vida cotidiana. Habían sido llamados a ser santos, pero no caminaban dignos de la vocación a la cual habían sido llamados”. Por tanto, vemos que, aunque el creyente es santo en función de la posición que Cristo le ha otorgado, eso no significa que este pueda ser santo en sus acciones, aunque como lo veremos está llamado a perfeccionarse en su santidad.

              La santificación practica y progresiva.


Si bien es cierto, el creyente es santo en función de su posición en Cristo, ya que este lo ha limpiado de todos sus pecados, pero, ha sido llamado a vivir en santidad y perfeccionarla. A esto se le conoce como la santificación practica y progresiva. De esto, Myer Pearlman nos dice: “La santificación es tanto absoluta como progresiva. Absoluta en el sentido de que se trata de una obra hecha de una vez para siempre (Hebreos 10:14), y progresiva en el sentido de que el creyente debe seguir la santidad (Hebreos 12:14) y perfeccionar su consagración limpiándose de toda inmundicia”. Por ello, el apóstol Pablo exhortaba a los creyentes a perfeccionar su santidad en el temor de Dios: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”, (2 Corintios 7:1). Es de esperarse que nosotros los cristianos nos apartemos de toda inmundicia y vivamos piadosamente en este mundo, como verdaderos redimidos.

              La santificación final o perfecta.


              Mientras vivamos en este mundo estamos llamados a perfeccionar nuestra santidad, pero aun así seguiremos siendo seres imperfectos, no obstante, llegará el momento donde Dios se glorificará en nuestro ser llevándonos a la santidad perfecta. Ya sea en el rapto, o al momento de pasar a su presencia al morir, la obra que Cristo inicio se perfeccionara llevándolo a la santificación perfecta: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”, (1 Juan 3:2). Lewis Sperry Chafer nos explica cómo esta santificación perfecta se operará en nuestras vidas: “Santificación definitiva es aquel aspecto relacionado con nuestra perfección final, y la poseeremos en la gloria. Por su gracia y por su poder transformador, Él nos habrá transformado de tal modo ̶ espíritu, alma y cuerpo ̶ que seremos como Él es, seremos conformados a su imagen. Entonces nos hará entrar perfectos en la presencia de su gloria. Su esposa estará libre de toda mancha y arruga, por lo tanto, es propio que nos abstengamos de toda apariencia de mal”. En su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo nos explica cómo durante el rapto de la iglesia, el cuerpo mortal se convertirá en un cuerpo inmortal, y como este cuerpo corruptible se vestirá de corrupción: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”, (1 Corintios 15:51-53). De tal forma, que llegará el momento que nuestro cuerpo mortal se convertirá en un cuerpo completamente glorificado y entonces se dará la santificación perfecta. Mientras tanto, debemos esforzarnos por perfeccionar nuestra santidad delante de Dios hasta llegar al cielo, hasta que finalmente estemos delante de su presencia: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”, (Filipenses 3:20-21).

LOS MEDIOS PARA PERFECCIONAR NUESTRA SANTIDAD


               Como ya hemos visto, la santificación del creyente está en función de la posición otorgada por Cristo, donde su sangre lo ha limpiado de todo pecado, pero después de esto, el creyente debe esforzarse por perfeccionar su santidad y para ello existen dos formas de cómo hacerlo: a través de la ayuda del Espíritu Santo y de su palabra. Veamos como el cristiano es perfeccionado en su santidad a través de estos medios.

              El Espíritu Santo.


              En primer lugar, tenemos al Espíritu Santo como aquel que provee al creyente el poder capacitador para ser mejor testigo de la gracia de Cristo y como guía en este mundo. Jesús les dijo a sus discípulos que antes de iniciar su trabajo de evangelización es este mundo necesitaba recibir este poder y por ello les dijo que esperaran en Jerusalén el bautismo con el Espíritu Santo lo cual ocurrió en el día de Pentecostés: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:8). Como cristianos no debemos olvidar que aún tenemos la vieja naturaleza ya que Cristo por su misericordia nos ha limpiado de nuestros pecados y nos ha hecho nacer a una nueva vida, dándonos una nueva naturaleza la cual debemos alimentar ya que de lo contrario terminaremos siendo dominados por la vieja. Por ello Pablo dice: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”, (Gálatas 5:16-17). El cristiano debe vivir agradando al Espíritu, obedeciendo su voluntad y no satisfaciendo los deseos de su carne, los cuales el apóstol detalla en versículos siguientes: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”, (Gálatas 5:19-21). Un creyente que no haya experimentado el poder regenerador del Espíritu Santo vivirá obedeciendo a las obras de la carne, sin embargo, Pablo nos dice que debemos obedecerle produciendo el su fruto: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”, (Gálatas 4:22-24). Considerando estos versículos de Gálatas, J. Oliver Buswell Jr. nos comenta: “Me parece que el gran pasaje que acabamos de examinar (Gálatas 5.13-6.2) contiene en principio los temas principales que deben considerarse bajo el encabezamiento de la santificación. En primer lugar, santificación ciertamente significa una vida santa. Hemos hecho la observación
de que las obras de la carne son una evidencia de un estado no regenerado, y el fruto del Espíritu es una evidencia de esa regeneración”. Por tanto, una vida santa se manifestará a través de manifestar el fruto del Espíritu, y esto solo se logrará con la ayuda del Espíritu Santo, sujetándonos a su voluntad y dependiendo cada día de Él.

              La Palabra de Dios.


              La palabra de Dios es el otro medio por el cual podemos santificarnos. El salmista dice: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”, (Salmo 119:9), y nuestro Señor Jesucristo dijo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”, (Juan 17:17). Lo cierto es que a través de la palabra el creyente puede llegar a santificarse mas cada día, en la medida que la obedezca, apartándose de toda inmundicia y haciendo suya todas las promesas. Myer Pearlman nos dice al respecto: “Se dice que los creyentes son renacidos por la palara de Dios (1 Pedro 1:23). La palabra de Dios ilumina al hombre y le hace comprender la locura y maldad de su vida, cuando obedece la palabra, se arrepiente y cree en Cristo, es limpio por la palabra que oye. Este es el comienzo de la limpieza que debe continuar durante toda la vida del creyente”.

DOCTRINAS EQUIVOCADAS EN CUANTO A LA SANTIFICACIÓN


                Hasta el momento hemos considerado el verdadero significado de ser santo, de cómo es que a través de Cristo somos santificados por medio de su sangre, y cómo debemos perfeccionar nuestras santidad con la ayuda del Espíritu Santo y la palabra de Dios. No obstante, existen algunas doctrinas equivocadas en cuanto a la santificación y una de ellas es creer que para ser santo hay que ser perfecto. Ser santo no significa que el cristiano es perfecto, si bien es cierto, hemos sido sacados del mundo y puestos aparte para servirle a Dios como su pueblo, también somos seres que luchan contra su naturaleza pecaminosa. J. Oliver Buswell Jr. nos dice en cuanto a este tema: “Si es cierto que las personas regeneradas crecerán en la vida santa por la obra continua del Espíritu Santo y por los medios usados por el Espíritu, lo será también que mientras vivamos en esta vida terrenal no alcanzaremos la perfección absoluta (sin pecado)”. Ahora bien, este comentario no significa que debemos conformarnos a una vida espiritual mediocre, justificando nuestras faltas a la debilidad de la carne, como algunos dice: “la carne es débil”, porque para ello el cristiano debe esforzarse por perfeccionar su santidad a través de buscar fortalecer su vida espiritual: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”, (Mateo 26:41). Aunque en Mateo encontramos la afirmación de Jesús de ser perfectos delante de Dios, esta palabra se traduce de una griega que realmente no significa perfecto en el sentido que nosotros lo entendemos, sino más bien el hecho de ser cristianos maduros y completos a través de obedecer su palabra: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”, (Mateo 5:48). Como creyentes debemos luchar cada día por perfeccionar nuestra santidad negando nuestra naturaleza pecaminosa y buscando todo aquello que contribuya a nuestro crecimiento espiritual.

              Otra doctrina errada en cuanto a la santificación es el proceso de canonización de la iglesia católica donde se llega a declarar santo a aquellos hombres o mujeres que ya murieron, pero que a través de la investigación han descubierto que llevaron una vida piadosa y realizaron algún tipo de milagro. Este proceso incluye a esta persona muerta en el canon de la iglesia católica donde tienen a todos los santos reconocidos, así como les permiten a sus feligreses el rendirles fiestas litúrgicas y pedirles milagros. Realmente la iglesia católica tiene todo un proceso que sigue antes de declarar santo a un muerto, pero esto no es bíblico, y los verdaderos santos son aquellos que han sido lavados con la sangre de Cristo. Por ello Pablo en ocasiones se refería a los miembros de las iglesias como santos: “Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”, (1 Corintios 1:1-2). Si nos damos cuenta las personas que Pablo saluda en esta carta no son estatuas de muertos, sino los creyentes de la iglesia de Corinto, y a todos aquellos que son llamados a ser santos por el hecho de invocar el nombre de Jesucristo. Por tanto, la doctrina de canonización de la iglesia católica es un error.
             
              Otra doctrina errada en cuanto a la santificación es el ascetismo. El ascetismo es el intento de dominar la carne y alcanzar la santidad a través de someter al cuerpo a duras penitencias y privaciones, un método seguido por los monjes católicos durante la edad media y el hinduismo. Esta claro que solamente el sacrificio de Cristo nos puede salvar y por medio de su sangre es que el hombre puede limpiarse de todos sus pecados: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, (1 Juan 1:9).

            El legalismo es buscar la salvación a través de cumplir reglas o reglamentos religiosos, y quizás el mejor ejemplo de legalismo en la Biblia son los fariseos. Nuestro Señor Jesús resalto muy bien el verdadero espíritu del legalismo a través de las siguientes palabras: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí”, (Mateo 23:2-7). En este sentido, un legalista es:

1.       Una persona que dice vivir por la ley de Dios, pero no hace lo que dice: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos  Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.
2.       Una persona que coloca duras cargas sobre los demás que ellos no llevan: Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
3.       Una persona que se jacta de su supuesto nivel espiritual y se cree superior a los demás: Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos.
4.       Una persona que ama los títulos personales y ser admirada por los demás por su gran nivel espiritual: y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.

Aquellos que viven en el legalismo poseerán esta características o parecidas. Hoy en día existen sectas y religiones muy legalistas donde la salvación del alma está limitada a obedecer reglamentos internos, guardar algunos días, ser bautizados por su método exclusivo, usar un estilo de vestimenta estricto donde se regulan incluso los colores de la tela, el no usar ningún tipo de metal en el cuerpo, como anillos, pulseras o adornos, el no recibir transfusiones de sangre aun estando su vida en peligro, entre otras cosas. Lo peligroso de todo esto es creer que podemos llegar a santificarnos delante de Dios por medio de estas cosas. Hoy en día los cristianos debemos cuidarnos de no caer en estos errores porque sin saberlo podemos llegar a caer en el legalismo al considerarnos más santos que los demás por nuestra propia perseverancia, o pensar que otros son más carnales que nosotros por su edad o sexo, o llegar a desarrollar un espíritu de vanagloria por los dones que hemos recibo, ante todo esto debemos recordar que:  “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”, (1 Corintios 15:10). Por tanto, no debemos caer en este terrible error permitiendo que por nuestro esfuerzo por santificarnos se cree en nosotros un espíritu de vanagloria que quiera exaltar nuestro propio yo antes que a nuestro Señor Jesucristo.

Antinomianismo es vivir sin guardar la ley moral de Dios solo porque la salvación es por gracia. Antinomianismo es una palabra compuesta de otras dos griegas que literalmente significa “En contra de la Ley”. El diccionario Mundo Hispano lo traduce de la siguiente manera: “Un término teológico que no se encuentra en las Escrituras; se refiere a la opinión de que la ley moral del AT no se aplica a los creyentes que están bajo la gracia”. Sin embargo, esto es un total error que conduce al infierno ya que si bien es cierto somos salvos por medio de la fe, y no por obras, pero eso no significa que los cristianos podemos vivir como mejor nos parece, ya que los verdaderos convertidos hemos muerto al pecado, tal y como Pablo lo dijo: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”, (Romanos 6:1-2). Lo cierto es que los cristianos hemos muerto al pecado y ya no podemos vivir en él, Dios desea nuestra santificación y ser santo significa vivir apartados de las practicas pecaminosas de este mundo, vivir para Dios; pero ¿qué significa vivir para Dios? Bueno, es vivir de acuerdo a su palabra. Miremos como Pablo lo dice: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo”, (1 Tesalonicenses 4:1-8). Como hijos de Dios no podemos vivir en inmundicia abusando de la gracia, ya que aquellos que lo hacen: no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo. Aquellos que verdaderamente han experimentado un verdadero nuevo nacimiento han sido totalmente transformado por la obra del Espíritu Santo el cual le da testimonio a su espíritu de que hoy es hijo de Dios y tiene herencia eterna, y como nueva criatura a abandonado su vieja vida de pecado viviendo de acuerdo a la ley moral de Dios. Por tanto, es un error pensar que porque somos salvos por gracias no estamos obligados a abandonar nuestra vida de pecados y obedecer su palabra.

Libertinaje es una palabra que proviene del latín libertinus que significa “sin límites“. En este sentido, libertinaje es vivir sin considerar ninguna restricción de la ley, entregado al desenfreno, excesos y descontrol, abusando de la verdadera libertad. Este tipo de vida en la antigüedad se conoció como Hedonismo. Realmente el libertinaje se observa en los impíos, aquellos que no conocen ni temen a Dios, sin embargo, los cristianos pueden llegar a caer en esta práctica si no se aseguran de santificarse totalmente delante de Dios. Muchos cristianos viven practicando pecados ocultos y aunque a veces su espíritu los reprende, aquellos que no se arrepienten y se apartan de ellos están condenados a ser controlados por ellos y su consciencia es progresivamente cauterizada hasta que estos los arrastran a entregarse públicamente a una vida de desenfreno y abandonan el evangelio. Una persona que ha gustado del evangelio pero que por descuido permitió que un pecado lo esclavizara para arrastrarlo a peores condiciones es explicado muy bien por nuestro Señor Jesucristo: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación”, (Mateo 12:43-45). Como cristianos debemos ser responsables con nuestra propia santificación, desechar todo pecado, porque si no podemos llegar a ser controlados por estos y ser arrastrados de regreso al mundo, siendo nuestra postrer condición peor que la primera y, ¡ay de aquellos que habiendo conocido al Señor retroceden para integrarse desenfrenadamente a los placeres de este mundo sin ningún tipo de arrepentimiento: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”, (Hebreos 10:26-29).  Por esto, debemos tener cuidado que la libertad a la cual Cristo nos ha llamado no se convierta en libertinaje: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”, (Gálatas 5:1).