“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios,
que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará
también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.
1 Corintios 10:12-13
INTRODUCCIÓN
Entre los cristianos que habían
en Corinto existía un grupo que por sus conocimientos habían logrado una
comprensión más amplia del evangelio, sin embargo, esto había provocado un
exceso de confianza que los hacia cometer varios errores. Para ellos estaba
claro que los ídolos no eran nada, y que por tanto la carne que se ofrecía en
los ritos paganos podía comerse. Sin embargo, existía un grupo de débil
conciencia los cuales al observarlo comer de esta carne tropezaban de su fe. Y
no solo esto, también algunos se confiaban tanto de su conocimiento que se
atrevían a entrar en sus templos paganos lo cual los hacia participar de la
mesa de los paganos en sus fiestas paganas las cuales estaban acompañadas de
borracheras y actos lujuriosos, exponiéndose no solo a contaminarse, sino a
caer en estos pecados. Pablo les acaba de advertir que su exceso de confianza
les puede costar su fe, y les puso el ejemplo del pueblo de Israel en el
desierto, los cuales a pesar de haber gozado de grades bendiciones y del
conocimiento del Dios vivos cayeron en pecados muy parecidos a los que se
practicaban en Corinto.
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Cuidándonos de no caer |
LA VIGILANCIA DE NUESTRA VIDA
“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”.
1 Corintios 10:12
Si bien es cierto, la obra
salvífica de Cristo es perfecta y la seguridad de nuestra salvación es un hecho
irrefutable en nuestra vida: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree
al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de
muerte a vida”, (Juan 5:24). Pero esto es cierto, si es que
realmente nos hemos rendido a Cristo. La arrogancia y el orgullo es un problema
que puede llegar a engañarnos pensando que por participar de las actividades
diarias de una iglesia nos dan el derecho de entrar al reino de los cielos.
Podemos llegar a conocer y manejar a la perfección toda la doctrina de la
salvación y creer que somos inmunes a este mundo, sin darnos cuenta lo lejos
que estamos de Dios. El exceso de confianza y el mal uso de la libertad
cristiana pueden exponernos demasiado a la tentación y hacernos partícipes de
terribles pecados. Este error le paso a Israel al creer que por el pacto que
Dios había hecho con su antepasado Abraham les daba el derecho automáticamente
de heredar todas sus promesas: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia
después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el
de tu descendencia después de ti”, (Génesis 17:7). Sin embargo, ni
por todo esto Dios pasó en alto su desobediencia: “Bien; por su incredulidad fueron desgajadas,
pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme”, (Romanos 11:20). Como cristianos debemos vigilar
constantemente nuestra vida para asegurarnos que nos encontramos en el
verdadero camino de la fe: Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
RESISTIENDO LA TENTACIÓN
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea
humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis
resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que
podáis soportar”.
1 Corintios 10:12-13
Aquí aparece una palabra que en el idioma griego puede
tener dos significados diferentes dependiendo de su aplicación. La palabra es peirasmós (πειρασμός), la cual aquí se traduce como tentación, pero puede ser
traducida como prueba. Si se usa en relación al trato de Dios con sus escogidos
se usa esta palabra como prueba. Por ejemplo, Dios uso las calamidades que
vinieron sobre Job para probar su fidelidad y bendecirlo aún más. Generalmente,
las pruebas tienen el objetivo de formar nuestro carácter y dependencia de Dios
para prepararnos para un futuro brillante. En contraste, cuando se usa con referencia al
diablo significa tentar, y somos seducidos por el enemigo para romper nuestra
comunión con el Padre celestial, nos hace peores personas y tiene como único
fin destruirnos. Sin embargo, Pablo nos alienta a no dejarnos seducir por la
tentación, ya que la fidelidad de Dios nos ayudara a soportarla y escapar de
ella: pero fiel
es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que
dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
Definitivamente,
como seres humanos imperfectos en la carne estamos expuestos a caer en el lazo
de la tentación y esto es algo que no podremos evadir. Siempre que esta se
presenta debemos estar conscientes que detrás de cada tentación, también está
la oportunidad de honrar el nombre de Dios. La Biblia nos habla de la fe de
Moisés, el cual tuvo la oportunidad de ceder ante la tentación de los placeres
temporales de Egipto, o someterse a la prueba del oprobio que lo llevo a
disfrutar de los tesoros de Cristo: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de
la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que
gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el
vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la
mirada en el galardón”, (Hebreos 11:24-26). La tentación siempre
tratara de alejarnos de Dios, pero la prueba nos aprobara delante de su
presencia. El Señor también nos ha proporcionado salidas que podemos usar para
no caer en la tentación del diablo, estas son:
1.
Debemos evitar la
tentación cuanto nos sea posible: “No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el
camino de los malos. Déjala, no pases por ella; apártate de ella, pasa”, (Proverbios 4:14-15). Los corintios debían abstenerse
de ir a las fiestas paganas de la ciudad ya que allí no solo comían de lo
sacrificado a los ídolos, sino participaban en borracheras y fornicaciones.
2. Si la tentación se
presenta imprevistamente, debemos huir de ella: Pablo exhorto a los corintios a
huir de la fornicación: “Huid de la fornicación”, (1 Corintios 6:18); a
huir de la idolatría: “huid de la idolatría”, (1 Corintios 10:14); a
Timoteo le dice que huya de la codicia: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y
lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción
y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual
codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos
dolores”, (1 Timoteo 6:9-10); y también de la pasiones juveniles: “Huye también de las
pasiones juveniles”, (2 Timoteo 2:22). En general, debemos huir de
la tentación.
3.
Debemos guardar una
actitud de oración constante en nuestra vida para mantenernos puros de la
contaminación de este mundo: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un
espíritu recto dentro de mí”, (Salmo 51:10). El mismo Señor Jesús
pidió ser librado del mal en la oración modelo del Padre nuestro: “…Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal”, (Lucas 11.4).
4.
Debemos enfocar
nuestras fuerzas y talentos en cosas de provecho que nos mantengan ocupados no
dando lugar al ocio y pensamientos impuros: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo
honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen
nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”,
(Filipenses 4:8).
5.
Debemos confesar
nuestros pecados a Dios: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y
si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el
justo”, (1 Juan 2:1).
6.
Si se tratan de
tentaciones fuertes que nos hacen tropezar debemos busca ayuda ministerial
sabiendo que están para el cuidado de la grey de Dios: “a fin de perfeccionar a los santos para la
obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”, (Efesios
4:12).
Como hijos de Dios debemos cuidar nuestra vida cristiana
entendiendo que vivimos en un mundo de maldad, es nuestra responsabilidad
guardar nuestra alma y cuerpo de toda contaminación y resistir valerosamente la
tentación sabiendo que al final seremos recompensados por nuestra fidelidad: “Bienaventurado el
varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba,
recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”,
(Santiago 1:12).