sábado, 7 de noviembre de 2015

La Biblia: El Canon

“Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
2 Pedro 1:21

INTRODUCCIÓN


                El termino canon proviene de la palabra griega kanon y en su sentido original significa caña, más tarde fue utilizada de vara larga que se utilizaba los albañiles y carpinteros para medir, tal y como lo vemos en Ezequiel: “Me llevó allí, y he aquí un varón, cuyo aspecto era como aspecto de bronce; y tenía un cordel de lino en su mano, y una caña de medir; y él estaba a la puerta”, (Ezequiel 40:3), o en Apocalipsis “El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro”, (Apocalipsis 21:15). Por esta razón, con el tiempo la palabra canon se utilizó metafóricamente para identificar las normas o patrones que sirven para regular o medir. Por tanto, el canon bíblico corresponde a aquel grupo de libros que son considerados inspirados por Dios dentro de las Sagradas Escrituras. Por otro lado, los libros canónicos son aquellos en los cuales tenemos que basar nuestra norma de fe y conducta, considerando que Dios ha hablado por medio de ellos. J. Oliver Buswell Jr., lo define de la siguiente manera: “La canonicidad de la Biblia es la cualidad o carácter de las Escrituras por el cual son nuestra regla de fe y vida, como la Palabra infalible de Dios. Así, canonicidad es equivalente a autoridad, la divina autoridad de las Escrituras”.

canon
El Canon Bíblico

Ahora bien, surge la pregunta: cómo los libros llegaron a ser canónicos y cuáles son. Es importante comprender que los libros de la Biblia no llegaron a ser canónicos por la acción de un hombre, o que lo fueron a partir de una fecha determinada. El libros de la Biblia fueron canónicos desde el mismo momento que los hombres los escribieron por inspiración del Espíritu Santo. Con el tiempo los hombres descubrieron su canonicidad. El apóstol Pedro dice: Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. Los libros bíblicos fueron elaborados, no porque un hombre así lo decidiese, aunque fue el instrumento que Dios uso para tal fin, sino que fueron inspirados por Dios. El teólogo Charles Ryrie lo explica de una mejor manera: “Es esencial recordar que la Biblia se autentica a sí misma, puesto que sus libros fueron aspirados por Dios (2 Timoteo 3:16). En otras palabras, los libros eran canónicos en el momento que fueron escritos. No fue necesario esperar hasta que los varios concilios pudiesen examinar los libros para determinar si eran aceptables o no. Las personas y los concilios solamente reconocieron y declararon lo que es verdadero por la inspiración intrínseca de los libros tal como fueron escritos. Ningún libro de la Biblia fue hecho canónico por la acción de algún concilio de la iglesia”. Sin embargo, los concilios ayudaron a organizar y comprobar cuáles de todos los libros iban a ser considerados por inspirados por Dios, hasta llegar a los 66 libros que hoy por hoy constituyen el canon bíblico.

Resumiendo todo, el canon bíblico tiene como objetivo identificar y conservar los libros inspirados por Dios, impedir que la revelación bíblica sufra alteraciones y brindar a los cristianos la oportunidad de conocer y vivir la palabra de Dios.

EL CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO


                Los judíos fueron muy diligentes en la conservación y celo del canon hebreo. Aunque una tradición judía le atribuye a Esdras el trabajo de recopilar los libros sagrados durante el tiempo del exilio e iniciar con el proceso de su clasificación, también existe otra teoría que afirma que no fue sino hasta el concilio de Jamnia, celebrado después de la caída del segundo templo en el año 70 que algunos judíos se reunieron y se preocuparon por evaluar y validad la inspiración divina de estos libros, siendo los libros de Ester, Eclesiastés, y Cantar de los Cantares aquellos cuya canonicidad más se discutió. Finalmente, llegaron a establecer su canon hebreo dividido en tres partes y sumando un total de 24 libros, contrario a los 39 que nosotros tenemos ya que consideraron algunos libros como uno solo, diferentes a nosotros que los dividimos en primero y segundo. La primera sección es conocida como Tora, que corresponden a los libros de la ley de Moisés o Pentateuco e incluyen Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. La segunda división es conocida como Nebiim (profetas en español), y se subdivide en Profetas Anteriores en los que figuran Josué, Jueces, Reyes y Samuel (Estos últimos son un solo volumen), y los Profetas Posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Libro de los Doce (los doce profetas menores). La tercera división de la Biblia Hebrea es el Ketubim (escritos), la cual incluye  once libros: Salmos, Proverbios y Job, el Megilot o rollos que comprenden Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester. Finalmente, se agregan Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas (estos últimos contaban como un solo libro.

Si consideramos los libros que ellos ven unidos como los Doce, Crónicas, Reyes, Samuel y Esdras-Nehemías, veremos que son exactamente los 39 que nosotros tenemos en nuestra Biblia, pero ellos lo presentan en un total de 24. Veamos las diferencias entre ambas clasificaciones.

Biblia Hebrea
Biblia Cristiana
Tora:

Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio

El Pentateuco:

Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio
Nebiim:

Profetas Posteriores: Josué, Jueces, Reyes y Samuel

Profetas Anteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Libro de los Doce (los doce profetas menores

Libros Históricos:

Josué, Jueces, Rut, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes, 2 Reyes, 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester.

Libros Poéticos:

Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los Cantares.
               
Ketubim:


Salmos, Proverbios y Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester. Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas

Libros Proféticos:

Profetas Mayores: Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel y Daniel,

Profetas Menores: Oseas, Joel, Amos, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías,  y Malaquías.

Es interesante ver como Jesús hablo de esta división durante su ministerio. En Lucas hace una referencia a las tres divisiones, considerando que en ocasiones al Ketubin se le llamaba los Salmos ya que era el que encabezaba el grupo y el más voluminoso: “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés (la Tora), en los profetas (Nebiim) y en los salmos (Ketubin)”, (Lucas 24:44). Otros ven en el relato de Lucas 11:51 la extensión de la división de la Biblia Hebrea, desde el primer libro (Génesis), hasta el último, Crónicas. Respecto a esto, Charles Ryrie comenta: “Aquí el Señor afirmó algo definitivo tocante a la extensión del canon del Antiguo Testamento que El aceptaba. Al condenar a los líderes del pueblo judío por matar a los mensajeros de Dios a través de su historia, El los acusó de ser culpables de derramar la sangre de todos los justos desde Abel hasta Zacarías. Ahora bien, el homicidio de Abel se narra en Génesis 4, y el de Zacarías en 2 Crónicas 24, que fue el último libro en el arreglo del canon hebreo (como Malaquías lo es en nuestro arreglo)”. A parte de todo esto, existen alrededor de 250 citas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento que validan su influencia divina, citando todos los libros del canon hebreo a excepción de Esdras, Nehemías, Cantar de los Cantares, Ester y Eclesiastés.

EL CANON DEL NUEVO TESTAMENTO


              Respecto al canon del Nuevo Testamento, fueron los padres apostólicos que elevaron sus escritos al mismo nivel que las Escrituras del Antiguo Testamento, basados en su autoridad apostólica (como Mateo, Juan, Pablo, Pedro o Santiago), y otros, se cubrieron bajo la sombra de un apóstol (como Marcos o Lucas), sin perder la armonía con el Antiguo Testamento en cuanto a doctrina.  Posteriormente, estos escritos fueron ratificados por los padres de la iglesia primitiva como Sagradas Escrituras y llegaron a gozar de grande aceptación entre la comunidad cristiana.


A finales del Siglo I la obra cristiana 1 Clemente ratifico en sus escritos que al igual que el Antiguo Testamento, los escritos apostólicos eran igualmente inspirados por Dios. Ignacio obispo de Antioquia declaro en su obra Esmirna,  que los evangelios eran al igual que el Antiguo Testamento un remedio contra la herejía. Justino Mártir entre sus escritos propuso leer las cartas de los apóstoles en los cultos. Papias y Taciano compusieron sus obras basadas en los cuatro evangelios. Adicionalmente, Marcio, un hereje del 140d.C., incluyó en su canon solamente a Lucas y diez de las epístolas de Pablo; lo cual demuestra, a lo menos, que a esta fecha tan temprana, ya se estaban coleccionando los escritos de Pablo. En el 185 d.C., Ireneo cito como canónicos 22 libros del Nuevo Testamento, incluyendo el Pastor de Hermas, teniendo sus reservas con Hebreos, 3 Juan, 2 Pedro, Santiago y Judas. Tertuliano llego a afirmar la canonicidad de los cuatro evangelios, mas no el de las cartas. Finalmente, fue en el Concilio de Cartago celebrado en el 397 d.C. que se llegó a establecer la canonicidad de los 27 libros del Nuevo Testamento.


Razones para agradecerle a Dios (Salmo 75:1)

“Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, pues cercano está tu nombre; los hombres cuentan tus maravillas”.
Salmo 75:1

INTRODUCCIÓN


            Cicerón dijo: “La gratitud no solo es la más grande de las virtudes, sino la madre de todas”. Muchos estudios han demostrado que las personas que viven agradecidas tienen un mayor bienestar en todas las áreas de su vida. Así la vida cristiana es la más plena y satisfactoria de todas la vidas por el agradecimiento que se siente hacia Dios por todos sus beneficios. En este Salmo se nos exhorta a darle gracias a Dios por todas sus maravillas, y en la Biblia encontramos algunas razones por las cuales debemos expresarlo.

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Razones para agradecerle a Dios

       I.            PORQUE ESCUCHA Y RESPONDE A NUESTRAS ORACIONES.


“Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias”.
Salmo 34:6

La primera razón por la cual debemos estar agradecidos es porque Dios nos escucha en todas nuestras oraciones. En el mundo existen muchas religiones y sus seguidores claman a sus ídolos y dioses, pero no obtienen ninguna respuesta. Tristemente el hinduismo tiene miles de dioses a los cuales hacen penitencias y claman de día y noche, pero ninguno de ellos le contesta. Sin embargo, con nuestro Dios no es así. El salmista lo testifico de esta manera: Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias. El Señor escucha todas nuestras peticiones, sus oídos siempre están atentos a las oraciones de su pueblo y presto a responder y librarlos de todas sus angustias.

II.            PORQUE NOS PROTEGE DEL MAL.


“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; más a ti no llegará”.
Salmo 91:1-7

La segunda razón por la cual debemos estar agradecidos es porque nos protege de todo mal. Nosotros vivimos en un mundo agresivo, lleno de delincuencia, accidentes trágicos, muertes, enfermedades y toda clase de calamidades. Pero Dios prometa guardarnos de todo esto si realmente confiamos en Él. Muchos tratan de poner su confianza en el dinero o sistemas de protección personal, pero nosotros los cristianos tenemos a Dios quien nos protege. El salmista declaraba su gran confianza en el Señor y nos da la clave para ello, vivir en constante comunión con Él: El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Cuando esto es así el Señor se convertirá en nuestro escudo, y nada nos pasará al menos que Él lo permita: Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré. El Señor nos librara de:

1.      Personas que nos quieran poner trampas o dañarnos: Él te librará del lazo del cazador.
2.      De terribles enfermedades: de la peste destructora.
3.      Nos dará un sentimiento de paz y seguridad: Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro.
4.      Nos librara de caer en doctrinas de error: escudo y adarga es su verdad.
5.      Nos librará de cualquier temor: No temerás el terror nocturno.
6.      En general, nos librara de cualquier tragedia o peligro: ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya.
7.      Veremos como nuestros enemigos caen y no nos tocaran: Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; más a ti no llegará.

 III.            PORQUE ES NUESTRO PROVEEDOR.


“Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”.
Salmo 23:1-6

            En tercer lugar debemos agradecerle a Dios por su divina provisión. El rey David en este Salmo expresa su confianza por la provisión de Dios en su vida. Él lo compara con el buen pastor: Jehová es mi pastor; nada me faltará. La figura del pastor era importante en Israel considerando que la oveja es uno de los animales más indefensos y poco astutos en el reino animal. Era el pastor el encargado de conducir a estos inofensivos e indefensos animales a lugares seguros de alimento nutritivo y de descanso: En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Era el pastor el encargado de confortar a la oveja y guiarla con toda seguridad por los senderos, no por amor al dinero, sino por amor a su propio nombre lo cual denota un verdadero compromiso de su pastor hacia el rebaño: Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. El pastor era el encargado de guiar a las ovejas aun por senderos oscuros, pero con su callado las direccionaba, y con su vara las protegía de cualquier animal feroz: Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. También el pastor era el encargado de preparar el terreno para que sus ovejas se alimentaran asegurándose sector por sector, revisando cuevas que alojaban serpientes y escorpiones, y verificando que el pasto fuera el mejor alimento para su rebaño: Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores. Además solían ungir la cabeza de sus ovejas con aceite el cual servía de repelente contra animales que pudieran picarlos o morderlos: unges mi cabeza con aceite. El pastor solían cavar una fosa profunda donde llenaba de agua a forma de crear un estanque de aguas en reposo donde las ovejas pudiesen beber sin temor ya que el ruido de las corrientes de los ríos las asustaban: mi copa está rebosando.

            Con las palabras: Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, el rey David expresa su completa confianza en la provisión del Señor. Algunos creen que se está refiriendo a la compañía de perros que acompañaban al rebaño para protegerlos. Así como un pastor cuida a su rebaño, así el Señor cuida de su pueblo, preocupándose por protegerlo y alimentarlo, de allí el anhelo de David de siempre estar en su redil: y en la casa de Jehová moraré por largos días.

  IV.            PORQUE ES NUESTRO SALVADOR.


“He aquí que Jehová hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra”.
Isaías 62:11

            Sobre todas las bondades, si hay algo de lo que debemos estar agradecidos es porque el Señor es nuestro Salvador. En toda la Biblia, ya sea a Dios o a Jesús se le da el título de Salvador, porque Él es el Salvador de nuestras vidas. Generalmente en el Antiguo Testamento se utiliza la palabra hebrea yasha (יָשַׁע) la cual se traduce como salvar, y esta salvación incluye una liberación de cualquier mal, enfermedad, enemigos, temores y de nuestros pecados. Así Dios se ha convertido en nuestro verdadero Salvador, por medio de Jesús somos salvos de la condenación eterna y nos hace herederos de la vida eterna, algo que no tiene comparación a cualquier bien en esta tierra. Por ello, nuestro agradecimiento debe ser enorme, porque Jesús es nuestro Salvador.

            CONCLUSIÓN.


            Las razones sobran para estar agradecido con Dios, entre estas podemos mencionar las siguientes:

1.      Porque Dios siempre nos escucha y responde nuestras oraciones.
2.      Porque Dios nos protege de cualquier mal.
3.      Porque Dios es nuestro proveedor.
4.      Sobre todo, porque Dios es nuestro Salvador y nos ha dado la vida eterna.

El mayor anhelo de Jacob (Génesis 49:29-33)

“Les mandó luego, y les dijo: Yo voy a ser reunido con mi pueblo. Sepultadme con mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el heteo, en la cueva que está en el campo de Macpela, al oriente de Mamre en la tierra de Canaán, la cual compró Abraham con el mismo campo de Efrón el heteo, para heredad de sepultura. Allí sepultaron a Abraham y a Sara su mujer; allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer; allí también sepulté yo a Lea. La compra del campo y de la cueva que está en él, fue de los hijos de Het. Y cuando acabó Jacob de dar mandamientos a sus hijos, encogió sus pies en la cama, y expiró, y fue reunido con sus padres”.
Génesis 49:29-33

INTRODUCCIÓN


            Nuestra vida está llena de prioridades, y nuestras decisiones y acciones giran alrededor de ellas. El hombre se afana tanto en su vida y algunos parecen olvidar que sus días son cortos en esta tierra, y que han sido creados por Dios para la eternidad. El problema con esto es que no todos se preparan para aquello que tendrá más significado en su existencia, una eternidad en el cielo o en el infierno puede ser determinada por la forma como decidimos vivir en esta tierra. De alguna manera Jacob supo apreciar o que significaba invertir más en las cosas espirituales que en las materiales. Aunque no tenía una completa revelación de la eternidad, su énfasis principal estuvo en buscar y heredar las promesas de Dios. Es estos versículos encontramos el último deseo de Jacob el cual a su mismo tiempo nos revela el mayor anhelo de su vida: heredar las promesas de Dios. Todos tarde o temprano nos enfrentaremos a la muerte y estando en nuestro lecho de muerte consideraremos el tipo de vida de llevamos. La pregunta será, ¿cómo seremos recordados?, ¿dejaremos algún legado?, ¿enfrentaremos la eternidad con gozo o temor?

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El mayor anhelo de Jacob

       I.            LA BREVEDAD DE ESTA VIDA.


De alguna manera la escena de Jacob tendido en su cama y declarando sus últimas palabras nos hace recordar lo breve de la vida. La Biblia nos habla de lo corto que esta es:

“Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy. He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive”.
Salmo 39:4-5

El salmista pedía sabiduría a Dios para comprender su fragilidad humana y lo breve que es su vida. Generalmente, los seres humanos nos afanamos en crecer profesionalmente, trabajar y hacer dinero, gozando de los placeres que este mundo ofrece, dejando a un lado la vida que Dios nos ofrece. Vivimos tan afanados como si fuéramos a vivir para siempre cuando la realidad es que estamos de paso en este mundo, por ello, es importante saber en qué y cómo vamos a invertir nuestros cortos días sobre esta tierra. Para ello veamos lo poco que aprovecha invertir en lo terrenal.

II.            LO INÚTIL QUE ES INVERTIR EN ESTE MUNDO.


El mismo salmista nos declara lo inútil que es invertir en las cosas terrenales: “Ciertamente como una sombra es el hombre; ciertamente en vano se afana; amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá”, (Salmo 39:6). Dios desea nuestra prosperidad, pero no a costa de nuestra alma. Muchos se esfuerzan en hacer tesoros en esta tierra, olvidándose de hacer los tesoros en el cielo, Jesús lo declaro de esta forma: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”, (Mateo 6:19-21). Cualquier tesoro terrenal está expuesto a corromperse o ser robado, sin embargo, lo espiritual tiene mayor peso, y nadie puede robarlo. Más adelante Jesús exhorto a sus discípulos a no afanarse, sino a creer que Dios siempre les proveería todo lo necesario:

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Mateo 6:25-33

 III.            NUESTRO MEJOR LEGADO: DIOS.


            El mejor legado que podemos dejar en esta vida es todo lo que hagamos para el reino de los cielos, y ser recordados como hombres y mujeres de Dios que perseveraron hasta el final. Esto no significa que no vamos a trabajar y hacernos de algunas cosas materiales, pero nuestro mayor énfasis debe estar en las espirituales ya que el Señor desea que prosperemos en todas nuestras áreas sin descuidar ninguna: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”, (3 Juan 2).

            La vida de Jacob así lo muestra. Estuvo llena de errores, sufrimiento pero también grandes victorias, y esto fue así porque desde su juventud anhelo heredar las promesas de Dios. Aun en medio de su muerte este anhelo por formar parte de las promesas de Dios se deja ver al pedirles a sus hijos que lo sepulten en la cueva de Macpela, la cual Abraham había comprado a los hititas y allí se encontraban sepultados Abraham, Isaac, Sara, Rebeca y Lea. El anhelaba estar sepultado a la par de los grandes hombres que ganaron el favor de Dios en su vida y tener una herencia con ellos. Y lo logro. Hoy en día su nombre es recordado como uno de los principales patriarcas de una de las naciones más grande de todos los tiempos, Israel. De igual forma, nosotros debemos esforzamos en crear. El apóstol Pablo nos ánima a considerar más las cosas espirituales que las materiales, algo que todos deberíamos hacer:

“No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.
2 Corintios 4:18

CONCLUSIÓN


            Nuestra vida es efímera y sumamente frágil, Dios desea que prosperemos en todas las áreas incluyendo la espiritual, pero nuestra mayor prioridad debe ser Dios y su reino, así seremos recordados como servidores de Dios y nuestra herencia estará al lado de nuestro Señor.

Una fe que crece (Juan 4:43-54)


“Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra. Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta. Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.  Jesús le dijo: Vé, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea”.
Juan 4:43-54

INTRODUCCIÓN


                 Llegamos al final del capítulo 4 de este evangelio. En estos últimos versículos el apóstol Juan nos presenta el segundo de siete milagros que presenta en sus relatos. Muchos fueron los milagros que Jesucristo realizo durante su ministerio, sin embargo, el apóstol ha escogido presentar solamente siete de ellos por considerarlos claves para mostrar la divinidad de Jesús. Es interesante observar que Juan utiliza la palabra señal para referirse a los milagros, y el término griego que se utiliza es semeíon (σημεῖον), el cual denota una acción sobrenatural  que se ejecuta. Para Juan estos siete milagros eran precisamente eso, señales que confirmaban la divinidad de Jesús.

fe-crece
Una fe que crece

UN INTERLUDIO EN GALILEA


“Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra. Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta”.
Juan 4:43-45

               Si recodamos un poco nuestro Señor Jesús tuvo que salir de Judá con destino a Galilea por motivo de las asechanzas de los fariseos al enterarse que bautizaba más discípulos que Juan el Bautista, teniendo que pasar por Sicar, una ciudad de Samaria donde se desarrollaron los acontecimientos ya vistos: “Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan  (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. Y le era necesario pasar por Samaria”, (Juan 4:1-4). Luego de su obra salvadora en Samaria y después de dos días, Jesús decide continuar su viaje a Galilea, la parte norte de Israel: Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. Galilea era una región densamente poblada, habitada inicialmente por las tribus de Neftalí, Aser y Zabulón las cuales después de la deportación por parte de los asirios quedo bajo el dominio gentil. De hecho, el término Galilea es una expresión hebrea que significa “círculo de los gentiles”. En el año 103 a. de J.C. fue recuperada por los judíos, sin embargo, los judíos de Judea miraban con cierto desdén a sus compatriotas que vivían en Galilea. Esta región se caracterizaba por la sencillez de su gente, en su mayoría obreros, agricultores, pastores y pescadores, gente sin mucha preparación académica y muchos desposeídos, una región considerada tierra de pecadores, contraria a la educada Jerusalén que no consentía vivir con los galileos. Curiosamente los evangelios sinópticos registran la actividad ministerial de Jesús más en Galilea que en la propia capital, Jerusalén.

                En estos versículos aparece un refrán que Jesús cita que ha causado un poco de confusión entre los estudiosos bíblicos: Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra. En los evangelios sinópticos este refrán lo utilizaba para explicar la dureza de corazón de los nazarenos al negarse que un paisano de ellos, hijo de un carpintero pudiera ser el Mesías: “Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos”, (Mateo 13:57-58). Obviamente había mucha gente que lo recibía con mucho gozo en Galilea por lo que el refrán de Jesús no parece encajar en los hechos: Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta. La controversia se resuelve si consideramos el verdadero origen natal de Jesús. Por haberse criado en Nazaret, nuestro Señor era considerado un galileo nazareno, sin embargo, Él era un verdadero judío nacido en Belén por lo que su verdadera tierra era Judá. Considerando esto, el refrán de Jesús se aplicaba no a Nazaret, sino a Judá, donde constantemente era rechazado. Como sea, los galileos se alegraron en gran manera de tenerlo de regreso.

UNA FE CRECIENTE


“Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.  Jesús le dijo: Vé, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea”.
Juan 4:46-54

               Llegamos al segundo de los milagros que el Evangelio según Juan relata, y es la curación del hijo de un funcionario del rey. Este fue realizado en Caná de Galilea, el mismo lugar donde había convertido el agua en vino, cerrando así el ciclo de milagros que realizo en Caná: Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Juan nos dice que hubo un oficial del rey que vino de Capernaum a rogarle a Jesús que sanase a su hijo que estaba enfermo y a punto de morir. Algunos consideran que este relato es el mismo que aparece en los sinópticos en Mateo 8:5-13 y Lucas 7:1-10 donde se relata una historia similar, sin embargo, parece que no se trata del mismo. Tiene algunas diferencias. Primero, el de los sinópticos se realizó en Capernaum, mientras que este se realiza en Caná. Segundo, el enfermo en los sinópticos era el siervo de un centurión, mientras que aquí se trata del hijo del funcionario. Y tercero, los títulos son diferentes, en los sinópticos se trata de un centurión romano; mientras que en Juan se trata del funcionario del rey. Posiblemente se trataba de un funcionario del rey Herodes tetrarca de Galilea y Perea, las cuales gobernó entre 4 a.C. y 39 d.C. En la Biblia aparecen otras personas que estuvieron relacionadas en el servicio de Herodes, por ejemplo, Chuza fue superintendente del rey: “Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes”, (Lucas 8:3); y Manaén, el cual se había criado con el tetrarca: “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo”, (Hechos 13:1). Basado en esto, algunos creen que este funcionario no se trataba de un gentil, sino de un judío el cual se había enterado de alguna manera que Jesús venia de Judá a Galilea. Sea como sea, la historia de este funcionario nos muestra una fe creciente que evoluciona poco a poco.

                En primer lugar, este funcionario del rey nos muestra una fe basada en milagros. Este hombre tenía la esperanza que Jesús realizara un milagro en favor de su hijo que moría, eso bastaría para creer. Definitivamente los milagros vienen a fortalecer más nuestra fe, pero una fe basada en los milagros es equivalente a decir, creo porque veo y esa no es la fe que Dios desea que nosotros tengamos. Si hay algo que elogiar en este hombre son dos cosas. Primero, su esfuerzo en presentarse delante de Jesús. El texto señala que este hombre vivía en Capernaum y que tuvo que desplazarse hasta Caná, lo cual implica que recorrió al menos 30 km de distancia que equivalía a un día de viaje. De alguna manera su fe requería esfuerzo y no estaba dispuesto a que las dificultades y penurias fueren un obstáculo para obtener su milagro. Muchas veces las dificultades son grandes, y requiere esfuerzo y valentía, y muchas veces no podemos obtener nuestro milagro porque desistimos. Pero este funcionario del rey no iba a permitir esto. En segundo lugar, estaba dispuesto a evolucionar su fe. Cuando llego y le solicito que fuera a su casa a sanar a su hijo, Jesús realizó una declaración un tanto fuerte, pero esto no lo desanimo sino estaba dispuesto a evolucionar su fe con tal de obtener su milagro. Jesús le dijo: Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. Aquí Juan utiliza dos palabras, una de ellas es semeíon (σημεῖον), la cual denota un milagro que se realiza para confirmar la autoridad de Jesús como Mesías, y en ese sentido es una señal. La otra que aparece aquí es téras (τέρας), la cual denota un milagro que causa gran admiración y sorpresa. Prácticamente la petición del funcionario del rey era: Señor, desciende antes que mi hijo muera. El creía que Jesús tenía que descender con él, y entrar en su casa, poner sus manos sobre su hijo, orar y su hijo sanaría. Sin embargo, su fe estaría a punto de evolucionar al siguiente nivel y nuestro Señor le mostraría el camino a seguir.

                Jesús le dijo al funcionario: Vé, tu hijo vive, e inmediatamente este obedeció su palabra, pasando al siguiente nivel de fe que es la fe basada en la obediencia de su palabra. Esto no fue algo fácil. Tener que regresar creyendo que Jesús había cumplido su palabra tuvo que haber sido un verdadero desafío para él ya que durante su recorrido de regreso a casa de un día de viaje las dudas tuvieron que haberlo asaltado. Si queremos evolucionar en nuestra fe, tenemos que comenzar a creer en su palabra, aquel hombre creyó que solo por la palabra de Jesús su hijo ya había sido sanado, y descendió de regreso a su hogar, sin embargo antes de llegar sus siervos lo intersectaron y le dieron una buena noticia: Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Esta noticia vino a fortalecer aún más su fe, especialmente porque comprobó la hora en la que había sido sano: Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive. La hora séptima corresponde a la 1:00 P.M., el saberlo vino a fortalecer su fe pasando al siguiente nivel, que es la fe basada en la confianza en Jesús como Dios. Esta es la fe perfecta, una basada en la confianza en la propia persona de Jesús la cual se vuelve contagiosa a tal punto que su testimonio es capaz de convertir a otros. Al final, creyó él con toda su familia: y creyó él con toda su casa. Este milagro viene a confirmar la divinidad de Jesús, aquel hombre creyó en Él como Dios y el apóstol Juan es claro al decir que este fue el segundo milagro que relata en su evangelio: Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.





Los primeros frutos de Samaria (Juan 4:39-42)

“Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”.
Juan 4:39-42

INTRODUCCIÓN



            Llegamos al final de esta maravillosa historia exclusiva del Evangelio según Juan. Después del pequeño paréntesis Juan vuelve pronto a enlazarnos con el desenlace de la historia de la mujer samaritana. Parece que sus palabras: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega (Juan 4:35), eran un preludio profético que anunciaban la gran obra de salvación que estaba a punto de ocurrir en Samaria. Podemos imaginarnos la multitud de samaritanos que se veían a lo lejos en las colinas de Samaria corriendo hacia Jesús la fuente de agua viva. Ciertamente los campos estaban ya listos para la siega. Con esto quedará claro el carácter universal del ministerio de nuestro Señor Jesucristo, el cual no hace distinción de sexo, nacionalidad, raza o clase social.

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Los primeros frutos  de Samaria

LOS PRIMEROS FRUTOS DE SAMARIA


“Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído…”
Juan 4:39-42

               Después del testimonio de la mujer samaritana, muchos samaritanos decidieron ir al encuentro de Jesús con el fin de comprobar sus palabras. Si somos justos, podemos decir que el primer misionero enviado a Samaria fue esta mujer, y fue ella la que puso los primeros cimientos de lo que un día llegaría a convertirse en la iglesia de Samaria. Muchos fueron los que creyeron en Jesús aquel día, solo basto el testimonio de la mujer para esto, no fue necesario la realización de señales o sanidades para que creyeran en Jesús, lo que nos muestra la gran necesidad espiritual que estos samaritanos tenían. Como Jesús lo dijo los campos ya estaban blancos, listos para la siega, así muchas personas están listas para creer, solo necesitan que alguien les predique la palabra, alguien que como la mujer samaritana testifique lo que Dios ha hecho en su vida. Pablo lo dijo de esta manera: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”, (Romanos 10:14-15). Si hay un privilegio grande es ser predicador de la palabra de Dios, el llevar esa palabra de esperanza a las personas necesitadas y ofrecerles a Cristo como el Señor y Salvador de sus vidas. Pablo lo sabía muy bien, y solo dos cosas eran necesarias, el que envía a predicar (que es Dios) y el que acepta. Tanta fue la aceptación de los samaritanos hacia Jesús al reconocerlo como Mesías que no les importo que fuese judío, todas sus ideas tradicionales quedaron atrás y se centraron en la revelación de Dios a través de la persona de Jesús. Al final le pidieron que se quedase con ellos Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.

                Es interesante ver dos detalles más en este relato. Primero, no les vasto el testimonio de la mujer samaritana, sino indagaron por sí mismo más en la persona de Jesús y así crecieron aún más: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído. Es interesante considerar las palabras griegas que se utilizan para referirse a lo dicho por la mujer acerca de Cristo, versus el testimonio del propio Cristo. La palabra dicho (que corresponde al testimonio de la mujer) se traduce del griego lalía (λαλιά), la cual puede ser considerada como una charla o palabras expresadas, sin embargo, para referirse al propio testimonio que Jesús daba de sí mismo se utiliza logos (λόγος), la cual es una palabra más autoritaria al mismo tiempo que hace referencia a la propia palabra de Dios. Los samaritanos creyeron al inicio por lo dicho por la mujer, pero no se quedaron allí, corrieron al Maestro el cual les testifico personalmente para mayor edificación de sus vidas. Si el creyente quiere crecer y madurar necesita establecer una relación personal con Cristo, no quedarse con la experiencia inicial de la salvación, sino seguir conociendo más de Él. En segundo lugar, después que se quedó en Samaria por dos días más, continúo anunciando el mensaje del evangelio logrando que el número de creyentes en aquel lugar creciese, demostrándonos que su enfoque en esta tierra siempre estuvo en ganar la mayor cantidad de almas posibles: Y creyeron muchos más por la palabra de él.

EL SALVADOR DEL MUNDO


“… y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”.
Juan 4:42


              Finalmente, el apóstol Juan presenta aquí a Jesús con el título del Salvador del mundo. El termino salvador es un título que se le atribuía a Dios en el Antiguo Testamento: “He aquí que Jehová hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra”, (Isaías 62:11), y aquí se le da a Jesús. Este título exclusivo aparece solamente dos veces en el Nuevo Testamento, y es el mismo Juan que lo utiliza para referirse a Jesús. Aparece por primera vez aquí en Juan 4:42, y también en 1 Juan 4:14: “Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo”. Si hay alguien que merece ese título es nuestro Señor, lo vemos en estos versículos, y en general en los cuatro evangelios que describen su incansable ministerio a favor de las ovejas perdidas y su obra redentora en la cruz del Calvario. Por eso, Jesús, el Cristo, es el Salvador del mundo.


Razones para que los Mensajeros de Rey no Teman (Mateo 10:26-33)


“Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse. Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos. A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”.
Mateo 10:26-33

Introducción


                   Después de haberles explicado a sus discípulos los peligros y persecuciones que tendrían los mensajeros de su santo evangelio, cambia el panorama de sus enseñanzas a contrastarla con palabras alentadoras que les exhortan a no temer nada de lo que vendrá. En estos versículos, el apóstol Mateo registra al menos cuatro razones por las cuales los mensajeros del Rey no deben temer. La tarea de proclamar su evangelio no es fácil, y muchas veces la oposición provoca el sufrimiento y hasta la muerte de ellos. A lo largo del tiempo la historia del cristianismo cuanta a un sinfín de mártires, pero nuestro Señor le exhorta a no temer a nada. Veamos las cuatro razones por las cuales los mensajeros del evangelio no deben temer.

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Razones para que los Mensajeros de Rey no Teman

La verdad no puede ser callada


“Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse. Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas”.
Mateo 10:26-27

                  La primera razón para no temer es saber que la verdad jamás podrá ser callada, pese a los intentos de los enemigos. Desde el surgimiento de la iglesia, sus enemigos trataron de silenciar el mensaje del evangelio. Este mensaje es ofensivo para el diablo, por lo que siempre levantara oposición para que no se predique, lo hizo en Jerusalén para despertar el odio de los ancianos de los judíos: “Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos… Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús” (Hechos 4:1-2, 18). Sin embargo, los discípulos no temieron a sus amenazas, sino confiaron en Dios a quien tenían que obedecer antes que al hombre: “Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”, (Hechos 4:19-20). Y desde entonces esta verdad se ha seguido proclamando, pese los intentos del diablo que querer acallarla y destruir al cristianismo. Su palabra se ha predicado aun en los tiempos de mayor persecución. Miles de cristianos fueron mártires durante los primeros 2 siglos de la iglesia, sin embargo, Roma no pudo acallar este mensaje, y en su lugar el evangelio prevaleció cuando Constantino declaro en el 316 d.C. el cristianismo como religión oficial del imperio. El papado romano trato de silenciar el evangelio cuando prohibió la traducción y enseñanza de la Biblia en otros idiomas ejecutando a miles de protestantes que se negaban a cumplir este edicto durante el periodo de la santa inquisición. Sin embargo, ni con todo eso lograron acallar este mensaje, al final la Biblia comenzó a traducirse al inglés, español, francés y alemán y hoy en día es traducida a cientos de idiomas y dialectos alrededor del mundo. Jesús tenía razón cuando les dijo a sus discípulos que no temieran compartir este mensaje de verdad, ya que al final nada quedaría oculto que no se proclamare, la verdad jamás será acallada y Dios hará que la luz prevalezca en medio de las tinieblas: Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse. Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. Aunque el hombre se esfuerce por ocultar la verdad, esta saldrá a la luz, por tanto, el mensajero del Rey no debe temer declararla: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”, (1 Corintios 4:5).

Los enemigos del evangelio no pueden destruir nuestra alma en el infierno


“Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.
Mateo 10:28

            La otra razón por la cual no deben temer los mensajeros del Rey es que si bien es cierto, los hombres pueden provocarles grandes males e incluso hasta quitarles la vida, el alma nadie puede tocárselas. En Lucas se dice de esta forma: “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer”, (Lucas 12:4). Si Dios se los permite lo más que pueden hacer es quitarles la vida, pero ninguno de ellos, ni el mismo diablo puede destruir sus almas en el infierno. A todos los impíos y al mismo diablo y sus ángeles caídos les espera un terrible destino de castigo y tormento eterno, sin embargo, a los cristianos les espera una recompensa eterna que no tiene comparación a cualquier recompensa terrenal. Posiblemente estas palabras han servido de aliento a aquellos que con valentía han enfrentado la muerte por causa del testimonio de Cristo, sabiendo que sus enemigos lo único que pueden hacer es matar su cuerpo, pero su alma es de Dios. Si hay alguien a quien debemos temer, ese es Dios y por ello Jesús les dijo: temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Nuestra vida está en las manos de Dios


“¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos”.
Mateo 10:29-31

                  Jesús les da a sus discípulos una tercera razón para no temer a los enemigos del evangelio: Nuestra vida está en completo control de Dios, y nada nos pasará sin que sea su voluntad. En los tiempos de Jesús solían cazarse pajarillos los cuales eran una comida muy apetecida en el medio oriente, especialmente las codornices. Durante su viaje por el desierto, Dios alimento con codornices a los israelitas cuando éstos se quejaron delante de Moisés: “Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales, diciendo: Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan, y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios. Y venida la tarde, subieron codornices que cubrieron el campamento; y por la mañana descendió rocío en derredor del campamento”, (Éxodo 16:12-13), y para los tiempos de Jesús era una comida común en Palestina. Ahora bien, el precio de dos codornices era de un cuarto, es decir, un assarión (ἀσσάριον), el cual equivalía a la dieciseisava parte de un denario. Prácticamente no valían mucho, pero con todo eso el Padre celestial tiene cuidado de ellas y ninguna cae en tierra sin que sea su voluntad. Así, la vida de los mensajeros del Rey está en sus manos a tal punto que hasta sus cabellos están contados, y ninguno de ellos morirá si no es la voluntad de Dios, por ello les dice: no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.

En aquel día Jesús nos confesará delante de su Padre


“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”.
Mateo 10:32-33

                Finalmente, Jesús les promete a sus mensajeros que su fidelidad tendrá recompensa aquel día. Muchos serian tentados a negar el nombre de Cristo, y ha blasfemar su nombre, tal y como lo hizo Pablo en sus días antes de su conversión, como perseguidor de la iglesia del Señor: “Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras”, (Hechos 26:11), también durante el periodo de los emperadores romanos, muchos cristianos murieron por no negar a Jesús y declarar al César como su Señor. Muchos tendrían que morir, pero todos sabrían que su sacrificio no sería en vano, aquel día Jesús no se avergonzaría de ellos y los confesaría delante de su Padre, mas no a aquellos que lo negaron delante de los hombres.