domingo, 21 de mayo de 2023

Para mí el vivir es Cristo y el morir ganancia (Filipenses 1:21-26)

 

“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros”.

Filipenses 1:21-26

 

INTRODUCCIÓN

              Hemos llegado a una verdadera joya literaria de las Sagradas Escrituras. A lo largo de la Biblia podemos encontrar grandes declaraciones de fe y amor hacia Dios y estos versículos no son la excepción ya que en estos el apóstol Pablo expresa la forma de cómo los cristianos debemos entender la vida e incluso la muerte. Hemos visto cómo el apóstol sabía ver el panorama positivo en todo momento, especialmente porque su ministerio no fue fácil y para este momento estaba preso, pero esto no lo desanimaba al punto de renunciar, ni siquiera el hecho de que algunos que querían causarle daño predicaban por envía el evangelio, pero en todo momento, el apóstol daba gracias a Dios por el evangelio progresaba aun en sus prisiones y creía que las oraciones de los filipenses terminarían en su liberación. Hasta aquí hemos visto, ahora Pablo continua su argumento en esta carta.

 

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Para mí el vivir es Cristo y el morir ganancia

EL VIVIR ES CRISTO Y MORIR ES GANANCIA

“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”.

Filipenses 1:21

                 En estas palabras encontramos otra de las claves para vivir con gozo nuestro cristianismo: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Si había alguien que había aprendido a vivir la vida que Dios le había dado este era Pablo. El gozo del cristiano se completa cuando entiende lo que significa la vida y la muerte en Cristo Jesús. En primer lugar, vivir para Cristo no solo significa ir a la iglesia los fines de semana, vivir para Cristo significa glorificarlo en todo lo que hacemos, ponerlo como Señor de nuestra vida, ponerlo en primer lugar sobre todas las cosas, honrarlo en nuestro trabajo o estudios, desempeñándonos con excelencia, sirviéndole en algún ministerio con mucha gratitud, cultivando nuestra relación con el Espíritu Santo y experimentando su amor y gracia cada mañana, eso es vivir para Cristo. Como cristianos debemos aprender a aprovechar la vida que Cristo nos ha dado, ÉL dijo en cierta ocasión: “… yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, (Lucas 10:10). Muchos ven el evangelio como una religión más, o una filosofía o principios que tal vez pueden poner en práctica para ser mejores seres humanos, pero la verdad es que es más que eso, el evangelio es la vida de Cristo y el vivir es Cristo. Cuando entendemos esto nuestro gozo se completa porque aprendemos a disfrutar la vida que el Señor nos ha regalado. En segundo lugar, Pablo dice que el morir es ganancia. Definitivamente el morir para un cristiano es una ganancia porque es el final de todas sus penas y luchas, es el momento donde se encontrará con su Redentor y recibirá las recompensas según hayan sido sus obras, sin embargo, muy pocos podríamos quizás decir “el morir es ganancia” deseando que realmente pase, a menos que alguien se encuentre en un momento de gran angustia. Esta última afirmación a llevado a alguno a pensar que cuando Pablo dice: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia, lo dice como un acto de verdadera desesperación, como un anhelo de escapar de sus penurias en la prisión, pero nada más alejado de eso, porque, el apóstol había llegado a un punto de que valoraba la vida que estaba experimentando, así como la posibilidad de morir, pero fuese lo uno o lo otro, su gozo era completo.

 

¿QUÉ ESCOGER ENTONCES?

“Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros”.

Filipenses 1:22-24

               Entonces, ¿qué es mejor? ¿Vivir para Cristo o morir en Cristo? Bueno, el apóstol lo dice de esta manera: Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho. Para Pablo ambas posibilidades eran tan buenas que dice que se encontraba en un estrecho, y esta palabra “estrecho” que aparece en la versión RV60 se traduce del griego sunéjo (συνέχω), la cual literalmente hace referencia a una situación que aflige, enferma o pone como diríamos, “entre la espada y la pared”; pero realmente, esta palabra no la usa Pablo en un sentido negativo, más bien nos quiere decir que ha llegado a un punto donde tiene dos opciones totalmente buenas y no sabe cuál de ellas escoger. Por un lado, el hecho de continuar viviendo la vida que Cristo le ha dado le parece emocionante: Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger… pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Para Pablo era emocionante la vida que tenía, su ministerio, el estudiar y predicar su palabra, el fundar iglesias, constituir ancianos y obispos, el enseñar la doctrina bíblica, ser testigo del poder y la gracia de Dios y servirles a todos los santos, todo era un verdadero trabajo que el apóstol disfrutaba en gran manera, tanto así que los padecimientos por la causa de Cristo no eran tan grandes como la gloria de ser participante de la causa de Cristo. Por otro lado, pensaba, bueno, es cierto que su trabajo en Cristo era un verdadero gozo, pero el morir podía ser muchísimo mejor porque partiría para estar con su Señor: teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor. Y en este sentido, el apóstol se encontraba en un estrecho, o como lo traduce la Nueva Versión Internacional de la Biblia, se sentía presionado entre dos posibilidades que tenía que escoger: “Me siento presionado por dos posibilidades…”, (Filipenses 1:22, NVI); o como lo traduce la Nueva Traducción Viviente de la Biblia, no sabía que decisión escoger, porque ambos deseos eran muy buenos para él: “Estoy dividido entre dos deseos…”, (Filipenses 1:22, NTV); o aún más, podríamos decirlo como lo traduce la versión, la Biblia de Nuestro Pueblo: “Las dos cosas tiran de mí: mi deseo es morir para estar con Cristo, y eso es mucho mejor; pero para ustedes es más necesario que siga viviendo”, (Filipenses 1.23-24, BNP). Ambas cosas eran buenas para Pablo, pero al final pensaba que era mejor seguir en esta tierra para continuar en su ministerio para beneficio de la iglesia.

 

LA ELECCIÓN DE PABLO

“Confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros”.

Filipenses 1:25-26

               Ante tal estrecho, Pablo escoge lo que desea hacer, o al menos, lo que espera que el Señor le conceda: Confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros. En todas estas palabras que hemos estado considerando desde el versículo 21 podemos encontrar otra clave para mantener el gozo: Vivir nuestra vida para Cristo, sabiendo que la muerte es ganancia o, dicho de otra manera, sea que vivamos o que muramos, ambas opciones en Cristo Jesús son de gran gozo para nosotros. Entender lo que significa vivir para Cristo es importante, porque esto va más allá de practicar ritos religiosos, es más bien, tener una relación íntima con Cristo en todas las áreas de nuestra vida, viviendo cada momento, en cada roll que desempeñemos de manera que honremos su palabra, cuando lo entendemos y experimentamos, entendemos que no hay otra vida mejor que esta, nada de que el mundo nos ofrezca es mejor que lo que Cristo nos ofrece y desde luego, la muerte es ganancia, en este sentido nuestro gozo es completo. Hoy en día muchas personas son infelices porque han buscado la felicidad en lo que este mundo ofrece, pero en este mundo de maldad y lejos de los propósitos de Dios jamás lo encontraran, el verdadero gozo se completa encontrándonos en la voluntad de Dios.

 

miércoles, 17 de mayo de 2023

Cuerpo, Alma y Espíritu (Primera Parte)

 

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.

1 Tesalonicenses 5:23

 

INTRODUCCIÓN

                 Hemos estado estudiando algunos conceptos relacionados con la naturaleza del hombre, se ha considerado las perspectivas que se tiene en cuanto a la dicotomía y tricotomía del hombre, entendiendo que la mejor manera de ver la naturaleza del hombre es considerando su parte corpórea que es el cuerpo humano con todos sus órganos y demás aspectos físicos que lo componen; y la parte incorpórea, donde podemos incluir el alma y el espíritu, ambos partes de un solo ser inmaterial y no vistos como dos partes separadas del mismo. En esta oportunidad vamos a seguir profundizando en estos temas.

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Cuerpo, Alma y Espíritu (Primera Parte)


LA SANTIFICACIÓN DE TODO EL SER

                  Es interesante ver cómo el apóstol Pablo rogaba a Dios que santificara a los miembros de la iglesia de Tesalónica: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, (1 Tesalonicenses 5:23). En estos versículos se nos habla que el ser del hombre está constituido por espíritu, alma y cuerpo, y esto a su vez se ha desencadenado en temas de discusión referentes a la dicotomía o tricotomía del hombre, no obstante, nosotros entendemos que el hombre solo posee dos naturalezas, una corpórea y otra incorpórea, de tal manera que cuando Pablo habla del espíritu y el alma, habla de dos aspectos de la parte inmaterial del ser humano. En este sentido, Myre Pearlman nos dice en su libro, Teología Bíblica y Sistemática lo siguiente: “El espíritu y el alma representan dos lados o partes de la sustancia no física del hombre; o expresados de otra manera, el espíritu y el alma representan dos modos en los cuales opera la naturaleza espiritual”. Para el apóstol, el hombre redimido por Cristo es santificado totalmente, en todo su ser, espíritu, alma y cuerpo; y no solo en parte de él. La palabra griega que aparece en este texto y que se traduce como “completo” es jolotelés (ὁλοτελής), la cual hace referencia a ir completando algo hasta su fin, hasta alcanzar la perfección, y ciertamente esa es la voluntad de nuestro Dios, nuestra santificación progresiva, no solo de nuestra parte inmaterial, como pensaban los gnósticos, sino de la material, del cuerpo mismo. Para representar la totalidad del hombre, Pablo menciona el cuerpo, alma y espíritu, mostrándonos dos aspectos de a parte incorpórea, sin embargo, no solo existen estas como veremos más adelante. Vamos a estudiar estos tres por el momento.

 

EL ALMA

“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”.

Mateo 16:26

                Aquí encontramos las sabias palabras de Jesús cuando nos hace reflexionar en lo inútil que resulta ganar todo el mundo, pero perder el alma. Aquí encontramos que nuestro Señor se refiere al alma, porque esta es la que dará cuentas delante de Dios. ¿pero por qué el alma? ¿Qué es el alma para que esta sea responsable delante de Dios? ¿Cómo podríamos definir el alma? Bueno, consideremos el significado etimologice de esta palabra en el hebreo y griego. Primero, la palabra alma se traduce del hebreo néfesh (נֶֶפֶשׁ), que literalmente hace referencia al alma o ser viviente, esto considerando que fue Dios quien soplo en la nariz del hombre su aliente de vida para que este viviera: “… sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”, (Génesis 2.7). En este sentido, el alma es el ser viviente del hombre, o sea, es la parte del hombre que lo hace consciente de su vida. Por otro lado, la palabra alma se traduce de la palabra griega psujé o psike (ψυχή), de donde proviene nuestra palabra española psicología, lo cual nos sugiere a su vez de que el alma es la parte racional, la parte pensante del hombre. Por tanto, podríamos decir de que el hombre, su ser existente con toda y sus personalidad es el alma, de allí que es lógico de que esta dará cuentas de sus obras delante de Dios. Charles Ryrie nos dice en su libro, Teología Básica: “El alma puede significar la persona en su totalidad, viva o después de la muerte; puede designar la parte inmaterial de una persona con sus muchos sentimientos y emociones; y es un objeto importante de la redención y el crecimiento espiritual”. Además, Myre Pearlman, en su libro, Teología Bíblica y Sistemática nos agrega que el alma es el ser vivo e inteligente que define al hombre: “El alma es el principio vivificante e inteligente que anima al cuerpo humano”. Por tanto, nosotros podemos afirmar que: El hombre no posee un alma, es el alma en sí, es el ser viviente que razona y expresa emociones, que toma decisiones que convierte en acciones, es la parte inmaterial el hombre que vive consciente de su propia realidad. En la Biblia encontraremos que cuando se hace referencia al alma, se esta hablando del mismo hombre, porque realmente el alma es el ser pensante, consciente de su realidad, con una personalidad única y emotiva. J. Oliver Buswell Jr, en su libro, Teología Sistemática, Tomo II, lo hace notar: “Cuando la palabra «alma» se usa para referirse al ser no material del hombre, generalmente significa el hombre en alguna relación con su cuerpo o con las circunstancias terrenales”. En este sentido podemos ver como en la Biblia en algunas ocasiones las palabras hebreas y griegas que se traducen como alma, se traducen como hombre. Así tenemos: “Todas las personas que le nacieron a Jacob fueron setenta. Y José estaba en Egipto”, (Éxodo 1:5). Aquí la palabra “personas”, se traduce del hebreo néfesh (נֶֶפֶשׁ), por lo que literalmente se está hablando de 70 almas, o sea, 70 personas, porque cada persona es un alma individual. También tenemos el ejemplo en el Nuevo Testamento: “Sométase toda persona a las autoridades superiores…”, (Romanos 13:1). Aquí la palabra “persona” se traduce del griego psujé (ψυχή), que es alma, porque cada alma es una persona en sí.

 

El alma, un ser pensante y con las emociones.

En la Biblia podemos ver cómo el alma es un ser pensante que puede considerar y analizar su situación y tomar la decisión que más le conviene: “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos”, (Jeremías 6:16). El descanso para el alma, es decir, el hombre esta en caminar por las sendas antiguas, pero para eso el alma debe preguntar y considerar las palabras que Dios le dirige y esto solo lo puede hacer un ser pensante y racional. Además, el alma es un ser con emociones que afecta incluso al cuerpo humano. De esto, Myre Pearlman, en su libro, Teología Bíblica y Sistemática nos dice: “El alma satura y habita toda parte del cuerpo y afecta más o menos directamente todas sus partes. Ello explica por qué las Sagradas Escrituras atribuyen sentimientos al corazón, los riñones (Salmos 73:21, Job 16:13, Lamentaciones 3:13, Proverbios 23:16, Salmos 16:7, Jeremías 12:2, Job 38:36), entrañas (Filemón 12, Jeremías 4:19, Lamentaciones 1:20; 2:11, Cantares 5:4; Isaías 16:11), vientre (Habacuc 3:16, Job 20:23, Juan 7:38)”. Hoy al leer algunos de estos pasajes en las versiones modernas o incluso en la Reina Valera versión 1960 pueda que ya no encontremos escritas literalmente las palabras riñones o entrañas, pero si tenemos la oportunidad de encontrar una versión antigua, como la Reina Valera, versión 1909, si pudiéramos encontrar estas palabras, así veamos unos ejemplos: “Desazonóse á la verdad mi corazón, y en mis riñones sentía punzadas”, (Salmos 73:21, RV1909). Aquí la palabra riñón se traduce del hebreo kiliá (כִּלְיָה), que literalmente significa eso, riñón; pero ya en la RV60 ya no se traduce así: “Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas”, (Salmos 73:21). Tenemos el ejemplo de cómo el vientre de Habacuc se estremeció ante las aflicciones que el profeta sufría, leámoslo en una versión antigua: “Oí, y tembló mi vientre; a la voz se batieron mis labios; pudrición se entró en mis huesos, y en mi asiento me estremecí; si bien estaré quieto en el día de la angustia, cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas”, (Habacuc 3:16, RV1909). La palabra hebrea de donde se traduce vientre es betén (בֶּטֶן) y literalmente significa eso, vientre, sin embargo, en la RV60 esta palabra se traduce como entrenas: “Oí, y se conmovieron mis entrañas; a la voz temblaron mis labios; pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí; si bien estaré quieto en el día de la angustia, cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas”, (Habacuc 3:16). Por tanto, podemos ver cómo las emociones que el alma experimenta afectan los órganos y al cuerpo en sí. En la Biblia podemos ver cómo el alma experimenta diferentes emociones y sentimientos:

1.     Compasión: “¿No lloré yo al afligido? Y mi alma, ¿no se entristeció sobre el menesteroso?”, (Job 30:25).

2.     Aflicción: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío”, (Salmos 43:5).

3.     Amargura: “Luego que llegó a donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado”, (2 Reyes 4:27).

4.     Odio: “Y dijo David aquel día: Todo el que hiera a los jebuseos, suba por el canal y hiera a los cojos y ciegos aborrecidos del alma de David. Por esto se dijo: Ciego ni cojo no entrará en la casa”, (2 Samuel 5:8).

5.     Amor: “Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma…”, (Cantares 1:7).

 

El alma es eterna desde el momento de su creación.

Lo otro que podemos decir es que el alma del hombre es eterna desde el momento que es creada por Dios: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”, (Eclesiastés 3:11). Esto no significa que el alma sea preexistente, sino que existe desde el momento que Dios le da vida y a partir de aquí es eterna y esto nos lleva a hacer las siguientes afirmaciones de acuerdo con lo que las Escrituras enseñan:

 1.     El alma aun después de la muerte estará consciente de su existencia, nunca dejara de existir, aun después de la muerte: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno”, (Lucas 16:22-23).

2.     El alma dará cuentas por todo lo que hizo en vida, por lo que es un ser responsable por sus acciones: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”, (Apocalipsis 20:12).

 

Teorías en cuanto a la creación del Alma.

            En cuanto a la creación del alma se han definido al menos 3 teorías de las cuales nos habla Charles Hodge, en su libro, Teología Sistemática, Volumen: “TRES son las teorías que se han presentado acerca del origen del alma. Primero, la de la Preexistencia del alma; segundo, la del Traducianismo, o la doctrina de que el alma del niño se deriva del alma de los padres; tercero, la de Creación inmediata, o la doctrina de que el alma no se deriva, como sí el cuerpo, sino que debe su existencia al poder creador de Dios”. La Biblia en el libro de Génesis que Dios soplo en la nariz del hombre aliento de vida y a partir de ese momento fue un ser viviente: “… sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”, (Génesis 2.7). por tanto, creemos que el alma es producto de la creación de Dios. Al principio creo al hombre del polvo de la tierra y por medio de su aliento divino fue un alma viviente, ahora, por medio de la concepción materna, Dios crea el alma de la criatura que se encuentra en el vientre de su alma: “Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste en el vientre de mi madre. ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien. Tú me observabas mientras iba cobrando forma en secreto, mientras se entretejían mis partes en la oscuridad de la matriz. Me viste antes de que naciera. Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que un solo día pasara”, (Salmos 139:13-16). Si bien es cierto de que los hijos heredan algunas características físicas y hasta rasgos que definen su personalidad y carácter, lo cierto es que el alma es creada por Dios, porque no hay hombre capaz de crear la vida humana la cual es un verdadero privilegio y milagro que solo el Señor crea, pero no podemos negar que el ser humano tiene su participación en el milagro de la concepción de un niño, y en este sentido, Myre Pearlman nos dice en su libro, Teología Bíblica y Sistemática lo siguiente: “El hombre engendra al hombre en cooperación con el Padre de los espíritus”. Dios ha establecido las leyes naturales que provocan la concepción de un niño, pero creemos que el alma es creada por Dios y el niño que nace hereda algunas características de sus padres.

 


sábado, 13 de mayo de 2023

La naturaleza del Hombre

 

“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.

Génesis 2:7

INTRODUCCIÓN

              Hasta el momento hemos considerado quién es el hombre, de acuerdo a la perspectiva bíblica, así como su origen. Ahora queremos estudiar algunos aspectos bíblico referente a su naturaleza. El ser humano ha sido objeto de estudios por parte de la ciencia, se ha estudiado desde el punto de vista, biológico, psicológico, social e histórico, sin embargo, a nosotros nos interesa también entenderlo desde el punto de vista de las Sagradas Escrituras, entendiendo que es creado a imagen y semejanza de Dios.

 

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La naturaleza del Hombre


EL HOMBRE, UN SER MATERIAL E INMATERIAL

                 La Biblia declara: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”, (Génesis 2:7). Con estas palabras el versículo nos enseña mucho acerca de la naturaleza del ser humano. El hombre es un ser que posee dos naturalezas, una es material y otra inmaterial, de esto, Charles Ryrie nos dice en su libro de Teología Básica: “Cuando Dios creó a Adán Él tomó el polvo de la tierra y sopló en él el aliento de vida para hacer una persona viviente (Génesis 2:7). Mientras que hubo dos pasos en el acto de creación, el resultado fue una persona viviente singular y unitaria. Las partículas de la tierra proveyeron el material mientras que el aliento de Dios efectuó la vida. Lo material y lo inmaterial se combinaron para crear una entidad individual. Dentro del material existe una variedad de aspectos: las arterias, el cerebro, los músculos, el pelo, etcétera. Y dentro de lo inmaterial también encontramos una variedad de elementos: alma, espíritu, corazón, voluntad, conciencia, etcétera”. Estudiemos en qué consiste cada una de las partes de la naturaleza del hombre, la que es material e inmaterial.

 

            La parte que es material en el hombre.

“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra…”

Génesis 2:7

Consideremos la parte material del hombre: Primeramente, se nos dice que el hombre fue formado por Dios del polvo de la tierra. Este acto nos revela unos detalles, el primero, a diferencia de algunas cosas o seres que fueron creados de la nada, es decir, solo por el poder de su palabra, el hombre fue formado de algo ya existente, en este caso del polvo de la tierra. Sabemos por el relato del libro de Génesis de que Dios creo los cielos y la tierra por el poder de su palabra, de la nada: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, (Génesis 1:1). La palabra “creó” proviene del hebreo bara (בָּרָא), la cual aparece en los versículos 1, 21 y 27 del primer capítulo y se usa en referencia a crear algo completamente nuevo de la nada, lo cual es un atributo exclusivo de Dios: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”, (Hebreos 11:3). A este hecho algunos teólogos le llaman creatio ex nihilo, termino latín que significa, “crear a partir de la nada”. Sin embargo, vemos que el hombre fue creado de la tierra, de algo que ya existía, es decir, creatio ex materia, es decir, “creación a partir de la materia”, en este caso, del polvo. Lo segundo que podemos resaltar en este punto que estamos considerando es que vemos el gran detalle de Dios al tomarse el tiempo para formarlo del polvo de la tierra, algo que no hizo con el resto de su creación. Esto solo puede evidenciar una vez más el gran amor de Dios hacia su creación especial, el hombre, el cual fue formado directamente por Él a su imagen y semejanza, de tal manera, que todos los seres humanos son creados por Dios y no es un azar su existencia, aún desde el vientre de su madre, el hombre es creado por Dios: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vio tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas”, (Salmos 139:13-16). Lo tercero que podemos aportar a este aspecto material del ser humano es que éste proviene del polvo, o sea, es producto o está hecho de los mismos materiales que se encuentran en el planeta tierra. La ciencia ha demostrado que los mismos minerales que se encuentran en la tierra están presentes en el hombre de tal forma que cobran sentido las siguientes palabras: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”, (Génesis 3:19). El nombre que se le dio al primer hombre de la tierra fue Adán, y este nombre proviene del hebreo Adám (אָדָם), la cual tiene relación con la palabra adamah (אֲדָמָה), la cual se usa para referirse a la tierra, sugiriendo su origen.


            La parte que es inmaterial en el hombre. 

“… sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.

Génesis 2.7

Al final del versículo 7 se nos habla de la parte inmaterial del hombre. Dice que Dios sopló en su nariz “aliento de vida”, en el hebreo se utilizan las palabras neshamá kjai (נְשָׁמָה חַי), lo cual literalmente sugiere eso, de que Dios soplo en la nariz del hombre aliento de vida para que fuese un ser viviente, y esta palabra, “viviente”, se traducen de la palabra hebrea néfesh (נֶֶפֶשׁ), que literalmente hace referencia al alma. Fue el aliento de vida que Dios soplo en la nariz del hombre que le proveyó un alma, para que este viniese a ser un ser vivo, fungiendo así su cuerpo como la parte corpórea en la cual se encuentra dicha alma, la cual a su vez lo convierte en un ser viviente. De esto, Lewis Sperry Chafer, en su libro, Teología Sistemática, Tomo 1, nos dice: “Hablando en líneas generales, la creación del hombre incluyó aquello que era material (el polvo) e inmaterial (el aliento de vida). Esta doble distinción tiene referencia al «hombre exterior» y al «hombre interior» (2 Co. 4: 16); «el vaso de barro» y «su tesoro» (2 Co. 4: 7). Mientras que el alma y el espíritu del hombre se presentan existiendo para siempre, el cuerpo retorna al polvo desde donde fue formado, y el espíritu va a Dios quien lo dio (Ec. 12:7). De acuerdo a ello, la gente puede matar el cuerpo, pero no matar el alma (Mt.10:28)”. Por tanto, vemos como el hombre se compone de dos naturalezas, una que es material y otra inmaterial, una parte corpórea y otra incorpore, una parte carnal y otra espiritual, todo para hacer un solo ser existente, así lo afirma Charles Hodge, en su libro, Teología Sistemática, Volumen 1: “… el hombre se compone de dos principios distintivos: cuerpo y alma: el uno, material, el otro inmaterial; el uno corpóreo, el otro espiritual. En esta declaración está involucrado, primero, que el alma humana es una sustancia; y, segundo, que es una sustancia distinta del cuerpo. De modo que en la constitución del hombre se incluyen dos sustancias distintas”.

 

LA RELACIÓN ENTRE EL CUERPO Y EL ALMA

“y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”.

Eclesiastés 12:7

               ¿Qué relación existe entre al cuerpo y el alma? Bueno, a simple vista es el recipiente que contiene el alma mientras este vive, o como dice Lewis Sperry Chafer, en su libro, Teología Sistemática, Tomo 1: “El cuerpo humano del hombre es la habitación del alma y el espíritu del hombre hasta que muera. Aunque acaba con la muerte, está sujeto a resurrección”. Como dice Salomón en Eclesiastés, el polvo vuelve a la tierra, es decir, el cuerpo del ser humano al morir, y este se vuelve polvo porque de él fue hecho, mientras que el espíritu vuelve a Dios que lo dio. Esta palabra, espíritu, que aparece en Eclesiastés 12:7, se traduce de la palabra hebrea rúakj (רוּחַ), que también puede hacer referencia a un soplido, viento, hálito o aliento, recordándonos que el hombre llego a ser un alma viviente debido a que Dios soplo en su nariz aliento de vida. Tratar de entender cómo es que la vida se produce y logra la parte incorpórea “sincronizase” con la parte material del cuerpo es un verdadero misterio que probablemente nunca entendamos, porque al final la vida humana es un milagro de Dios. En este sentido, Charles Hodge, en su libro, Teología Sistemática, Volumen 1, nos dice: “Así, el hombre, según las Escrituras, es un espíritu creado en unión vital con un cuerpo material organizado. Se reconoce que la relación entre estos dos constituyentes de nuestra naturaleza es un misterio. Esto es, se trata de algo incomprensible. No sabemos cómo el cuerpo actúa sobre la mente, ni cómo la mente actúa sobre el cuerpo. Pero los siguientes hechos son claros: (1) Que la relación entre los dos es una unión vital… (2) Es un hecho de la consciencia de que ciertos estados del cuerpo producen estados correspondientes de la mente… Las emociones de la mente afectan al cuerpo; la vergüenza provoca rubor en las mejillas; el gozo hace que el corazón palpite y que los ojos resplandezcan. Un golpe en la cabeza hace inconsciente a la mente…  (3) También es un hecho de la consciencia que en tanto que ciertas operaciones del cuerpo son independientes de la acción voluntaria y consciente de la mente, como los procesos de respiración, digestión, secreción, asimilación, etc., hay ciertas acciones que son dependientes de la voluntad”.

 

DICOTOMÍA O TRICOTOMÍA

               Estos términos han sido un tema de discusión en la doctrina del hombre. Se entiende por dicotomía al hecho de que la naturaleza humana del hombre tiene solo dos partes fundamentales en su ser: cuerpo y alma. Así vemos que lo afirma vehementemente Charles Hodge, en su libro, Teología Sistemática, Volumen 1: “La doctrina Escritural de la naturaleza del hombre como un espíritu creado en unión vital con un cuerpo organizado, que por tanto consiste de dos, y solo dos, elementos o sustancias distintivas, es de gran importancia”. Sin embargo, hay otros que defienden la tricotomía, que es una forma de considerar al hombre en tres partes esenciales que lo componen, cuerpo, alma y espíritu. Dichas partes son totalmente diferentes entre ellas. Aunque muchas veces hemos oído en las predicaciones la afirmación de que el hombre es cuerpo, alma y espíritu, se debe de tener cuidado de no considerarlo como la tricotomía lo hizo al principio, ya que, para comenzar, estas afirmaciones fueron postuladas por los gnósticos los cuales afirmaban que el hombre nacía con cuerpo y alma, pero adquiría el espíritu después de su bautismo. Esta teoría fue desarrollada basadas en las palabras de Pablo: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, (1 Tesalonicenses 5:23). Así, el gnosticismo comenzó con sus enseñanzas de tricotomía afirmando que el hombre está dividido en tres partes: cuerpo, alma y espíritu, que en griego son: soma, psique y pneuma; y en latín: corpus, anima y spiritus. Por tanto, la tricotomía, normalmente cree que el cuerpo nos conecta con el mundo físico que nos rodea, el alma es la esencia de nuestro ser, y el espíritu es lo que nos conecta con Dios. Además, muchos teólogos rechazaron la tricotomía, tales como Charles Hodge, en su libro, Teología Sistemática, Volumen 1: “En oposición a todas las formas de tricotomía, o la doctrina de una triple sustancia en la constitución del hombre, se debe observar: (1) Que se opone al relato de la creación del hombre tal como aparece en Gn 2:7… (2) Esta doctrina (tricotomía) está opuesta al uso uniforme de la Escritura. Bien lejos de distinguir entre nephesh, psuchë, anima, o alma, de ruah, pneuma, animus, o mente como o bien originalmente diferente, o derivada de ella, estas palabras designan todas una y la misma cosa… (3) Una tercera observación a hacer acerca de esta cuestión es que todas las palabras anteriormente mencionadas, nephesh, ruah y neshamah, en hebreo, psuchë y pneuma en griego, y alma y espíritu en castellano, se emplean en las Escrituras de manera indiscriminada para hombres y animales irracionales”. También, el teólogo J. Oliver Buswell Jr, en su libro, Teología Sistemática, Tomo II, lo hace notar: “A diferencia de la tricotomía, el punto de vista común de los teólogos ortodoxos a través de la historia eclesiástica ha sido que el hombre es dicótomo”. Para Charles Ryrie, es un error el enfoque que tiene la tricotomía popular, al querer hacer ver la supremacía que el espíritu tiene en el hombre con respecto a su alma o cuerpo, así lo dice en su libro de Teología Básica: “La tricotomía popular (el hombre está compuesto de cuerpo, alma, y espíritu) hace al espíritu superior al alma, y al espíritu y el alma superiores al cuerpo. El cuerpo relaciona al hombre consigo mismo, el alma con el mundo, y el espíritu con Dios. El espíritu y lo espiritual han de ser cultivados, mientras que lo del alma y lo del cuerpo son despreciados. Este modo de establecer preeminencia es incompatible con el intento de la tricotomía popular de hacer una analogía entre la naturaleza tripartita del hombre y la de Dios”.

            A pesar de la oposición que la tricotomía ha recibido, algunos han llegado a un punto de armonizarla con el pensamiento de la dicotomía que afirma que el hombre está formado de dos partes esenciales, de la corporal y la incorpórea, así el espíritu no está separado del alma, sino forman una solo sustancia, pero con funciones diferentes o, dicho de otra forma, el alma y el espíritu son aspectos diferentes de la naturaleza humana inmaterial. La verdad es que Pablo presenta la totalidad de la naturaleza humano como cuerpo, alma y espíritu allá en 1 Tesalonicenses 5:23, y ninguna parte es más que otra y todas deben santificarse en Cristo Jesús. Además, vemos que Hebreos 4:12 hace diferencia al alma y al espíritu del ser humano: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”, (Hebreos 4:12).

            Entonces, ¿Cuál es la posición bíblica que deberíamos adoptar? ¿Dicotomía o tricotomía? Bueno, por Génesis 2:7 entendemos que el hombre fue creado por Dios y que se le otorgo un cuerpo que es su parte material y luego su soplo de vida le proveyó un ser incorpóreo. No obstante, no podemos negar que la parte incorpórea del hombre posee diferentes aspectos que están presentes en su ser inmaterial, así no solo podríamos mencionar el alma y al espíritu, sino también, el corazón, la carne o naturaleza pecaminosa, la conciencia, la mente, entre otros. Procuraremos estudiar entonces al hombre, como cuerpo, alma y espíritu, así como sus demás características inmateriales en la próxima oportunidad.

 

El Origen del Hombre

 

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.

Génesis 1:26-28

 

INTRODUCCIÓN

                Para poder conocer nuestro propósito en esta tierra es importante entender nuestro origen. En cuanto al origen del hombre se han planteado muchas teorías que han pretendido ofrecer al hombre una explicación del por qué están aquí, sin embargo, lo cierto es que el hombre es creación de Dios y en el primer libro de la Biblia, el Génesis, podemos encontrar su relato. Consideremos en este estudio de la doctrina del hombre su origen según las Sagradas Escrituras.


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El Origen del Hombre

TEORÍAS EN CUANTO A LA EXISTENCIA DEL SER HUMANO

                  A lo largo de la historia se han definido diferentes explicaciones en cuanto a la existencia del ser humano, en este sentido, las antiguas religiones politeístas plantearon sus mitologías referentes a cómo los dioses habían creado al ser humano, esto les daba a las personas una explicación del por qué estaban en esta tierra y de las cosas que les ocurrían. Además, algunos filósofos griegos llegaron a hablar de la creación espontanea del hombre, donde según ellos, la tierra produjo de si misma la vida humana. Esta teoría afirmaba que la vida podía producirse por si misma de materia descompuesta o de otras sustancias, por ejemplo, veían como del cuerpo de un animal muerto brotaban gusanos, y esto era una forma de reforzar sus afirmaciones, no obstante, siglos más tarde, conforme la ciencia avanzo, la teoría de la creación espontanea fue refutada. Otro intento de explicar la vida humana en este planeta es la famosa Teoría de la Selección de Especies de Charles Darwin, mejor conocida como la teoría de la evolución. En su libro, El Origen de las Especies, Darwin dice que la selección natural es un proceso evolutivo donde las especies tienen pequeños cambios genéticos a lo largo del tiempo que desencadenan en los cambios favorables en las especies más fuertes y en las débiles, la extinción. En este sentido, el hombre es producto de miles de años de evolución, no obstante, hasta la fecha, esta teoría no ha dejado de ser eso, una teoría, ya que no ha podido demostrar científicamente sus aseveraciones. Creer en la teoría de la evolución requiere de más fe, porque, aunque los evolucionistas darwinianos la defienden, no tiene ningún fundamento científico. Charles Ryrie nos dice en su libro de Teología Básica: “Con relación al origen del hombre, la evolución enseña que éste evolucionó a través de largos períodos de tiempo por la acción de mutaciones y selección natural de formas más simples y brutas que a su vez habían evolucionado de otras formas que a fin de cuentas provinieron de una criatura original compuesta de una célula. Obviamente, las bases de la evolución naturalista son la ciencia y la fe”. Bueno, nosotros diríamos que la teoría de la evolución está fundamentada más en una “fe” que en la misma ciencia. Un problema serio de la teoría de la evolución es que no se evidencian aquellos pequeños cambios graduales en las especies, de hecho, el mismo Darwin no estaba seguro cuando hizo estas afirmaciones, es más, en su obra confirma sus dudas en cuento a dicha teoría. De esto, Charles Hodge, en su libro, Teología Sistemática, Volumen 1, nos dice: “Una de las excelentes cualidades del Sr. Darwin es su sinceridad. Él reconoce que existen graves objeciones contra la doctrina que está tratando de establecer. Admite que, si una especie se deriva de otra por lentas sucesiones, sería natural esperar que se vieran por todas partes los pasos intermedios, o eslabones de conexión. Pero reconoce que los tales no se encuentran; que a lo largo de todo el período histórico las especies han permanecido sin cambios”. En un intento de querer armonizar la teoría de la evolución con la existencia de Dios, algunos han llegado a establecer lo que se conoce como evolución teísta. A la primera que hemos considerado se le conoce como evolución naturista, pero a esta otra como evolución teísta la cual afirma de Dios creo el universo y dio paso a la existencia de los seres vivos a través de la evolución. Charles Ryrie nos dice en su libro de Teología Básica: “La evolución teísta sostiene que Dios dirigió, usó, y controló los procesos de la evolución natural para “crear” al mundo y todo lo que está en él. Generalmente este punto de vista incluye la idea de que los días de Génesis 1 eran edades, que procesos evolucionarios estuvieron involucrados en la “creación” de Adán, y que la tierra y formas prehumanas son de gran antigüedad”. Por tanto, vemos que los evolucionistas teístas han sugerido que el método de Dios para dar paso a la existencia del ser humano fue la evolución, pero esto es totalmente descabellado, primero porque la Biblia enseña en Génesis 1-2 que Dios creo todo lo que existe por el poder de su palabra y luego creo al ser humano, el texto es literal y no hay razones para creer que dichos versículos deberían interpretarse alegóricamente pensando que los días son símbolos de las eras geológicas. Segundo, la teoría de las eras geológicas que afirma que la tierra tiene millones y millones de años y en una era en específico se sitúa la aparición del hombre es una teoría, no es un acontecimiento científicamente demostrable. De esto, Lewis Sperry Chafer, en su libro, Teología Sistemática, Volumen 1, nos dice lo siguiente: “Algunos miran los seis días como períodos de tiempo, más cortos o largos que veinticuatro horas, porque la palabra «día» a veces es usada para períodos más largos, así como en la expresión «el día del Señor». Otros insisten, sin embargo, que, dado que se usan los números con la palabra «día», debe aplicarse a un día de veinticuatro horas”. En tercer lugar, la interpretación teísta del relato bíblico de la creación presenta muchas dificultades difíciles de armonizar. Últimamente, los ufólogos han llegado a declarar la posibilidad de que la vida en el planeta tierra es consecuencia de la intervención de seres extraterrestres que plantaron información genética que dio paso la vida. La verdad, parece un intento desesperado de encontrar una explicación para la existencia del ser humano. Nosotros los cristianos creemos en la teología de la creación y conocemos la respuesta que muchos han tratado de encontrar por otros medios y han fracasado.

 

LA CREACIÓN DEL SER HUMANO

                  La Biblia enseña que el hombre es resultado de la creación de Dios: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”, (Génesis 1:26). Aquí aparecen dos palabras importantes que nos sugieren que el ser humano fue una creación de Dios diferente a la de otros seres, Dios creo al hombre conforme su imagen y semejanza. ¿Qué significa esto? La palabra imagen se traduce del hebreo tsélem (צֶלֶם), la cual es una palabra muy intuitiva que en ocasiones se usa para referirse a las estatuas de ídolos que hacían en el pasado, también sugiere la idea de una figura que es una copia de algo. En este sentido entendemos el trasfondo de la palabra hebrea que se traduce como imagen de Dios en este versículo, así no hay otro ser creado en la tierra que posea la imagen de Dios lo cual nos habla del valor de la vida humana y el gran respeto de debemos tener por su existencia. Por otro lado, la palabra semejanza se traduce del hebreo demút (דְּמוּת), que hace referencia a algo que es parecido, pero no igual. Esto nos enseña que el hombre jamás será igual a Dios, sin embargo, hay semejanza de Dios en él, ¿pero semejanza de qué?  J. Oliver Buswell Jr, en su libro, Teología Sistemática, Tomo II, nos dice: “Las palabras hebreas «imagen» tselem y «semejanza» demuth no significan ni más ni menos en este contexto que sus equivalentes en castellano. La LXX (Septuaginta) traduce tselem con la palabra griega correspondiente eikon, y demuth con la palabra homoiosis… El significado del pasaje evidentemente es que el hombre fue creado parecido a Dios en algunos aspectos importantes”. Las palabras imagen y semejanza sugieren que el hombre es parecido a Dios en algunos aspectos que distinguen a su Creador. No es que el hombre sea una copia física de Dios, más bien se dice que el hombre fue creado por Dios y se le otorgara algunas cualidades como la inteligencia, la capacidad de comunicarse, libre albedrio, sentimientos, emociones, entre otras, así como la capacidad de gobernar y de ser inmortal. Todo esto hace de que el hombre sea un ser personal, totalmente diferente a cualquier otro ser que Dios creo.

            Myre Pearlman, en su libro de Teología Bíblica y Sistemática, nos agrega al tema que estamos desarrollando: “El hombre fue creado a la imagen de Dios; se lo hizo a semejanza de Dios en carácter y personalidad”. De forma similar, J. Oliver Buswell Jr, en su libro, Teología Sistemática, Tomo II, nos dice: “Se ha mostrado que la imagen de Dios en el hombre es su naturaleza intelectual, moral, y espiritual, junto con sus funciones potenciales como vicerregente de Dios en Cristo sobre el resto de la creación”.  Ciertamente hay una semejanza en el carácter y la personalidad que el hombre refleja con respecto a su Creador, el reconocimiento del bien y el mal, es una evidencia de la moral de Dios otorgada únicamente al hombre, el uso de la razón lo diferencia del resto de otros animales y es otra característica propia del Señor, así como la inmortalidad de su alma, la cual es otorgada desde el momento de su creación o nacimiento: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”, (Eclesiastés 3:11). Aunque el cuerpo muera, el alma es inmortal, ahora, esto no significa que el hombre es un ser preexistente, definitivamente no, el hombre inicia su existencia desde el momento que fue creado o nace, pero a partir de allí, su alma existe y esta es eterna.  Además, el Señor le otorga al hombre la potestad de gobernar este mundo, otra característica más de su semejanza. De acuerdo con el libro de Génesis, Dios creo al hombre para que fuera fructífero en la tierra, es decir, se multiplicara y que la sojuzgara: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”, (Génesis 1:27-28). Dios le ordena al hombre que tenia que sojuzgad y señoread sobre toda la creación, es decir, gobernar como Dios lo haría. Estas palabras que aparecen en la Reina Valera, versión 1960, sojuzgad y señoread, se traducen de una sola palabra hebrea que es radá (רָדָה), la cual significa gobernar, dirigir o estar a cargo de algo.

 

            La dignidad del Hombre como Imagen de Dios.

            Como ya vimos el hombre es imagen de Dios y ningún otro ser lo es. Aunque sabemos que toda la creación de Dios es especial y que Dios la ama, la verdad es que el hecho de que el ser humano haya sido creado a imagen y semejanza de Dios le da una dignidad especial. De allí que se valore en gran manera la vida humana, en ningún momento se debe explotar, o esclavizar, o torturar, o quitarle la vida o menoscabarla de cualquier manera. De esto, J. Oliver Buswell Jr, en su libro, Teología Sistemática, Tomo II, nos dice: “Una derivación adicional a la doctrina de la imagen de Dios en el hombre tiene que ver con la actitud del cristiano hacia cada otro ser humano en particular y hacia cada grupo de seres humanos. Cuando Santiago se refiere a nuestra inconstancia, que con la misma lengua pretendemos bendecir a nuestro Señor y Padre, y maldecimos a los hombres, que son «hechos a la semejanza de Dios» (Stg 3.9), esto implica que debe haber en nuestra actitud el debido respeto a la humanidad como tal… Tenemos que trabajar constantemente para que los hombres creados a la imagen de Dios puedan ser restaurados a esa imagen por la redención que es en Cristo Jesús”. El mismo salmista reconocía que el hombre, siendo inferior a los ángeles, había sido dotado de una dignidad mayor y ganado su favor divino: “Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra”, (Salmos 8:4-5). Debemos agradecerle a Dios las grandes muestras de su amor hacia nosotros los seres humanos, porque infinitas son hacia nosotros sus misericordias y, por otro lado, valorar la vida humana.


UNA CREACIÓN PERFECTA

“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto”.

Génesis 1:31

               Cada uno de los 6 días donde el Señor creo una parte de todo lo que hoy existe en el mundo se caracteriza por terminar con las palabras: Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Esto incluye a la creación del hombre. El ser humano contemporáneo está muy lejos de ser lo que fue al principio de todo, hoy el hombre esta dañado por el pecado, sus maldades provocan injusticias y sufrimientos, sus días son cortos y difíciles en esta tierra, sufre de enfermedades y enfrenta la muerte. Pero cuando Dios lo creo, lo creo perfecto, libre de la influencia del pecado, sin enfermedad y lo puso en el huerto del Edén para que lo cuidase: “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal… Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”, (Génesis 2:8-9, 15). Esta fue la condición original del hombre, perfecta, libre de las consecuencias del pecado, solo tenia que obedecer un solo mandamiento: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”, (Génesis 2:16-17). Curiosamente, las palabras, “ciertamente morirás”, se traduce de la misma palabra hebrea que tiene a repetirse dos veces en el texto con pequeñas variantes: mut mut (מות תָּמֽוּת), que literalmente significa, muriendo morirás. Por las Escritura sabemos lo que paso, Adán y Eva desobedecieron y así el pecado entro al mundo, por medio del pecado vino la muerte y la imagen original del hombre se dañó: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”, (Romanos 5:12). Aunque el hombre no murió de inmediato, hablando físicamente, si murió espiritualmente, y la comunión que existía con Dios se rompió por causa del pecado. Ahora, aquel hombre comenzó a envejecer, algo que no era parte del plan original, cumpliéndose así las palabras del Señor que le advirtió al hombre las consecuencias de desobedecerlo, ya que, muriendo, moriría, mut mut (מות תָּמֽוּת). La imagen original del hombre es dañada por el pecado, su inocencia se pierde y conoce el bien y el mal: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió, así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”, (Génesis 3:6-7). De estas consecuencias, el Diccionario Bíblico Certeza nos dice: “El hombre es distinto a los animales debido a su conciencia moral, su conocimiento propio y la capacidad de comunión espiritual con su Creador. Esta capacidad ha sido seriamente limitada, mal encaminada y abusada por culpa del pecado. Adán y Eva, la primera pareja de seres humanos, eligieron por voluntad propia desobedecer el mandamiento divino, lo cual resultó en la pérdida de la comunión con Dios. Esta desobediencia también afectó sus vidas y relaciones, como también a sus hijos y a los hijos de sus hijos”. De esta forma, el hombre se encuentra depravado en sus maldades, totalmente alejado de Dios y en camino de la condenación eterna, todo por causa de su pecado: “¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite”, (Isaías 1:5-6). Al respecto de esto, Lewis Sperry Chafer, en su libro, Teología Sistemática, Tomo 1, dice: “El efecto inmediato del pecado sobre Adán y Eva fue que éstos murieron espiritualmente y llegaron a estar sujetos a la muerte espiritual. Su naturaleza se depravó y, por tanto, la raza humana experimentaría la esclavitud del pecado”. Hoy en día esta es la triste realidad de los seres humanos, sin embargo, Dios ha provisto un plan de salvación de las consecuencias del pecado y restaurar la imagen original del hombre.

 

EL HOMBRE REDIMIDO

               En su condición actual el hombre esta dañado por el pecado, perdido en sus delitos y maldades, totalmente alejado de Dios, incapaz de salvarse a sí mismo, pero Dios en su infinita misericordia, a través de su Hijo Jesucristo, nos ofrece la redención de nuestros pecados y la vida eterna: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”, (Efesios 2:1). Cristo Jesús murió por nuestros pecados, por un lado, nuestros pecados le fueron imputados a Él, para que sobre Él recayese el castigo por nuestros pecados, pero, por otro lado, su justicia nos es imputada hoy. De esto, Lewis Sperry Chafer, en su libro, Teología Sistemática, Tomo 1, nos dice: “Las Escrituras mencionan tres grandes imputaciones: 1) El pecado de Adán es imputado a su posteridad (Ro. 5: 12-14); 2) el pecado del hombre es imputado a Cristo (2 Co. 5: 21); y 3) la justicia de Dios imputada a los que creen en Cristo (Gn. 15:6; Sal. 32:2; Ro. 3:22; 4:3,8,21-25; 2 Co. 5:21; Flm. 17-18)”. De esta manera, por medio de la fe, el hombre llega a ser salvos de sus pecados. En Cristo Jesús, no solo somos perdonados de nuestros pecados, sino, se nos otorga una nueva naturaleza que nos capacita para responder al amor divino. Aun así, no debemos olvidar que nuestra vieja naturaleza no ha sido eliminada, por ello las Escrituras nos exhortan a cultivar nuestra nueva naturaleza buscando todo aquello que la edifique: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría… Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”, (Colosenses 3:5, 8-10). Y esta obra de redención continua toda nuestra vida, donde cada uno de nosotros es responsable, con la ayuda del Espíritu Santo, de ir perfeccionando nuestra santidad día a día: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”, (2 Corintios 7:1). Y esto será así, hasta que seamos llamados a la gloria de Dios u ocurra el arrebatamiento de la iglesia, entonces, la imagen original del hombre será totalmente restaurada gracias al sacrificio de nuestro Señor: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”, (1 Juan 3:2). De la nueva naturaleza hay mucho que decir, pero esperamos seguir considerando este hermoso tema más adelante, por hoy damos gracias a Dios que ha obrado en misericordia a favor de nuestras vidas para que, a través de la fe en nuestro Señor Jesucristo, podemos ser restaurados a la imagen original y heredar la vida eterna.