viernes, 30 de septiembre de 2016

¿Quién es Aquel que Provee el Pan de Vida? (Juan 6:30-34)

“Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan”.
Juan 6:30-34

INTRODUCCIÓN


               El dialogo entre Jesús y estos judíos continua en estos versículos donde si recordamos un poco estas personas estaban allí por el milagro de la alimentación que nuestro Señor había hecho y del cual se habían beneficiado. Ahora Jesús después de reprenderlos por su actitud interesada les exhorta a buscar más el alimento que da vida eterna y no el terrenal que solo puede alimentar el cuerpo físico. Vimos que este alimento espiritual que da vida eterna es creer en Jesús como el Mesías. Ahora bien, la discusión ira más allá ya que esta muchedumbre retara a Jesús a realizar una señal para que ellos puedan creer en Él y al mismo tiempo lo desafiarán a superar las obras de Moisés quien había alimentado a toda una nación con el maná, pero el Señor les enseñara que no fue Moisés quien los alimento, sino Dios, y que el nuevo pan que desciende del cielo no tiene como objetivo llenar sus estómagos, sino alimentar sus almas para vida eterna.

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¿Quién es Aquel que Provee el Pan de  Vida? 

LA DUREZA DE SU CORAZÓN ES EQUIVALENTE A SU INCREDULIDAD


“Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer”.
Juan 6:30-31



            Es increíble ver como la dureza de su corazón se iguala con su enorme incredulidad. Prácticamente lo que Jesús les había dicho después de recriminarlos por sus intenciones egoísta de buscar solo el alimento terrenal fue que creer en Él era lo que les daría la vida eterna. Sin embargo, esta gente no está dispuesta a creer tan fácilmente en su persona y por eso le piden una señal para que ellos puedan creerle: Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Podemos ver en estas personas su gran cinismo ya que estaban pidiéndole a Jesús una señal para creerle cuando apenas un día anterior habían presenciado el milagro de la multiplicación de los cinco panes y dos peces donde todos habían comido hasta saciarse y todavía habían sobrado doce sestas. Si bien es cierto que los milagros son eventos sobrenaturales que confirman aún más nuestra fe, para estas personas no era así debido a lo duro de su corazón. Uno puede ver en ellos lo hipócritas que eran ya que apenas ayer querían volverlo su rey debido a que les había llenado el estómago, y ahora que Jesús los recriminaba pedían otra señal para terminar de creer en Él. Esta petición es hasta cierto punto insultante y desafiante ya que en pocas palabras le decían que si realmente era el Mesías tenía que superar a Moisés: Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. El milagro que Israel había presenciado en el desierto durante su éxodo había quedado tan marcado en la mente de sus descendientes que aún en los tiempos de Jesús lo recordaban. Fue durante su peregrinar en el desierto y ante sus constantes quejas que Dios decidió alimentarlos de codornices y de una especia de pan que descendía del cielo: “Venida la tarde, subieron codornices que cubrieron el campamento; y por la mañana descendió rocío en derredor del campamento. Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra. Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer”, (Éxodo 16:13-15). Dios les dio indicaciones explicitas en cuanto a la forma de cómo tenían que recoger este pan al cual llamaron maná: “Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged de él cada uno según lo que pudiere comer; un gomer por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis cada uno para los que están en su tienda. Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más, otros menos; y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer. Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. Más ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía”, (Éxodo 16:16-21). Y en el sexto día se recogía el doble porque durante el día de reposo no se hacía nada: “En el sexto día recogieron doble porción de comida, dos gomeres para cada uno; y todos los príncipes de la congregación vinieron y se lo hicieron saber a Moisés. Y él les dijo: Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana. Y ellos lo guardaron hasta la mañana, según lo que Moisés había mandado, y no se agusanó, ni hedió”, (Éxodo 16:22-24). En la mente de los judíos estaban todas estas grandes señales que Dios hizo por medio de Moisés y desafiaban a Jesús a superar sus obras. Lo que hacían era hacer un comparativo entre la señal de la multiplicación de los panes con la obra de Moisés: Jesús multiplico los panes de cebada, pero Moisés hizo descender el maná del mismo cielo, Jesús los alimentó una vez, Moisés 40 años, Jesús alimento a cinco mil, Moisés a toda una nación. Prácticamente le decían a Jesús ¿cómo superaras la obra de Moisés?



SOLAMENTE DIOS PUEDE PROVEER EL PAN DE VIDA ETERNA


“Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan”.
Juan 6:32-34

                   Aquí Jesús les aclara un error que están cometiendo. Ellos decían que Moisés les había provisto el maná, el pan que descendía del cielo; pero Jesús les aclara que no fue él, sino Dios, así como todo milagro que ocurre no es por voluntad del siervo, sino por Dios: Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. El verdadero pan del cielo que da vida eterna y sacia toda necesidad humana proviene de Dios, y no hay otro lugar o ser que lo pueda proveer, y por ello Santiago nos enseña que todo buen don o dádiva proviene del Señor: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”, (Santiago 1:17). Si el hombre quiere heredar todo don perfecto y buena dádiva tiene que entender que viene del cielo, es decir, de Dios y Jesús les dice que el pan que Dios les da es el verdadero alimento que saciara toda necesidad en ellos, y por eso le dicen que les dé a comer de este pan: Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Una vez más parece que no entienden que el pan del cielo es Jesús, pero el Señor está dispuesto a decírselo directamente y de eso tratan los siguientes versículos donde Jesús se autoproclama el pan que descendió del cielo. Durante los 40 años de Israel en el desierto la nación no pereció de hambre porque Dios los alimento con el maná que descendía del cielo: “E hizo llover sobre ellos maná para que comiesen, y les dio trigo de los cielos”, (Salmo 78:24), pero ahora, Jesús había descendido del cielo como el verdadero pan que no solo sacia de una vez y para siempre todas nuestras necesidades, sino también que nos da la vida eterna.



Trabajar por el Alimento que da Vida (Juan 6:25-29)

“Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”.
Juan 6:25-29

INTRODUCCIÓN


                   El relato bíblico continúa describiéndonos los acontecimientos que desencadenaron la señal que nuestro Señor Jesucristo había realizado un día antes, la multiplicación de los cinco panes y dos peces. Si recordamos un poco algunas personas de toda aquella multitud de 5, 000 hombres (sin contar mujeres y niños), habían decidido tomar unas barcas y atravesar el mar de Galilea en busca de Jesús ya que al despertar se dieron cuenta que ya no estaba con ellos. No obstante, ya vimos que las motivaciones que impulsaban a estas personas a buscar a Jesús no eran nobles ya que solo lo buscaban porque les había dado de comer y no porque realmente buscaran los intereses del reino de los cielos. Cuando nuestras intenciones son egoísta y lo único que queremos de Jesús son sus favores milagrosos nuestra búsqueda de Él es infructuosa y ahora nuestro Señor los confrontara por su mezquina actitud desencadenando otro discurso de gran valor espiritual que se encuentra en este bendito evangelio. Ya hemos visto el discurso entre Jesús y Nicodemo el cual se centró en el nuevo nacimiento, también vimos la conversación con la mujer samaritana donde el Maestro se presenta a sí mismo como el agua de vida eterna. Ahora les hablara a estas personas que solo buscan el alimento físico que hay que trabajar también por el espiritual, el que da vida eterna.

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Trabajar por el Alimento que da Vida


NO TRABAJEMOS POR LA COMIDA QUE NO DA VIDA ETERNA


“Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre”.
Juan 6:25-27

                 Cuando aquellas personas encontraron a Jesús se sorprendieron preguntándole cuando había llegado allí ya que la última vez que lo vieron había sido el día anterior cuando caía el anochecer: Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?. Uno podría pensar en el gran respeto que le tenía esta gente a Jesús a tal punto que lo consideraba su Maestro ya que le llamaron Rabí, que en lengua aramea significa eso precisamente, maestro. Sin embargo, Jesús conocía sus verdaderas intenciones y por ello les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Aquellas personas estaban allí no porque buscaran el reino de Dios y su justicia, sino porque veían en Jesús la posibilidad de que les satisficiera todas sus necesidades. Cuantas personas viven trabajando por aquello que no da la vida eterna. Obviamente, todos debemos trabajar para devengar un salario, mantener a nuestra familia y superarnos en esta vida; pero lo malo es cuando nuestra prioridad es esto nada más, y lo espiritual queda relegado a segundo plano. Cuando esto es así corremos el peligro de poner en riesgo nuestra eternidad y perder nuestra oportunidad de salvación por vivir afanado buscando la comida que no da vida eterna, tal y como lo dijo nuestro Señor Jesucristo:

“Le dijo uno de la multitud: Maestro, dí a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?  Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”.
Lucas 12:13-21
               
Es triste cuando el hombre trabaja tanto por su vida material, pero descuida la espiritual y el problema es que esto puede ocurrirle incluso a los que profesan ser cristianos, y como estas personas, buscar en la iglesia la bendición material de Jesús. Cuando esto es así, nuestras intenciones son egoístas y en este afán nos concentramos más en buscar únicamente lo material pero los intereses del reino de los cielos no son nuestra prioridad. Esto provoca en muchos supuestos cristianos un espíritu de escasez que los mantiene siempre en este mismo afán, trabajando día tras día sin descansar, gastando todo su tiempo y esfuerzo en lo material, sin tan solo poderle dedicar a Dios el tiempo que se merece. Algo parecido le ocurrió a los judíos después de la deportación cuando habían abandonado la reconstrucción del templo por estar dedicados a su propio bienestar material lo cual provocaba un espíritu de escasez en sus vidas:

“Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada. Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová”.
Hageo 1:2-8

                ¡Qué triste seria vernos en este afán que nos mantiene en un círculo vicioso!: Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Por esto mismo nuestro Señor Jesucristo amonesto a aquellos hombres que solo estaban preocupados por su estómago y les exhorto a trabajar por el alimento que da vida eterna: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre

LA COMIDA QUE DA VIDA ETERNA


“Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”.
Juan 6:28-29

                 La pregunta salto inmediatamente en la gente de aquel lugar: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Ellos sabían que lo que Jesús les quería decir es que su esfuerzo tenía que estar orientado a las obras de Dios más que en trabajar en lo material, pero ¿cuáles son las obras que Dios aprueba? Jesús les responde: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Todo trabajo en el reino de los cielos se resume en creer en Jesús. Solamente la fe puede abrirnos las puertas del reino de los cielos, solamente el trabajo y esfuerzo que hagamos para engrandecer su reino nos volverá verdaderamente ricos, todo lo material que hagamos está destinado a perder su valor, arruinarse o ser robado, pero lo que se hace para Dios, nuestra fe en Jesús es verdaderamente un tesoro incalculable los cuales no pierden su valor con el tiempo y nadie puede robar: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”, (Mateo 6:19-20). Ahora bien, todo esto no significa que Dios está en contra de satisfacer nuestras necesidades físicas, al contrario Él lo hará y nuestro Señor lo expresa de esta forma: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”, (Mateo 6:33). Además de esto, también el Señor nos expresa el anhelo de bendecirnos en todas la áreas: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”, (3 Juan 2). Si nos damos cuenta, la prosperidad espiritual no debe jamás separarse de la material y la salud, incluso tiene la supremacía sobre las otras como ya vimos. Por tanto, lo que necesitamos es poner todo nuestro esfuerzo, tiempo y recursos en trabajar por aquello que da vida eterna, es decir, todo aquello que prospere nuestra alma, como la lectura de la Biblia, el congregarnos, nuestra vida de oración, y en general todo aquello que contribuya al crecimiento de nuestra fe.


lunes, 26 de septiembre de 2016

Viviendo como en los días de Noé y Lot (Lucas 17:26-30)


“Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.  Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.  Asimismo como sucedió en los días de Lot  comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;  mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.  Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste”.
Lucas 17:26-30

INTRODUCCIÓN


Hoy en día la arqueología se ha convertido en una ciencia que lejos de desmentir la Biblia la ha corroborado. Las grandes reservas de petróleo que existen en el medio oriente no son más que la reacción química de los fósiles animales y vegetales que quedaron soterrados a una gran presión durante el diluvio. En internet podemos leer los descubrimientos encontrados hasta la fecha de ciudades soterradas las cuales atestiguan que fueron víctimas de una lluvia de fuego, como en una erupción volcánica, identificándolas como las ciudades bíblicas de Sodoma y Gomorra. Todos estos hallazgos arqueológicos no dejan de recordarnos también los juicios que estas generaciones enfrentaron por sus pecados y en cierta ocasión Jesús hablo de la similitud que habría entre los días de Noé y Lot, y esta generación.

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Como en los días de Noé y Lot

                               I.            LOS DÍAS DE NOÉ Y LOT.


Nuestro Señor Jesús nos da algunas señales más que nosotros podemos observar para saber que su día está cercano y podemos compararlo con nuestros días para darnos cuenta de ello. Veamos las similitudes.

1.      En aquel día la gente no estaba consiente que un juicio se acercaba.


“Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.  Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos…  Asimismo como sucedió en los días de Lot  comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;  mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos”.

En aquel día la gente vivía ignorando la realidad del juicio que se acercaba. Ellos comían, bebían, se casaban, compraban, edificaban  y realizaban todas sus actividades cotidianas sin ninguna preocupación. De igual forma, en nuestro tiempo las personas están concentradas en sus vidas diarias, ignorando que hay un día fijado para el juicio por sus pecados. Todos tienen planes, se divierten y piensan que tienen toda una vida por delante sin saber que un día el juicio de Dios los sorprenderá y será muy tarde: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.  Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón”, (1 Tesalonicenses 5:2-4). Por tanto, no debemos cometer el mismo error que aquella generación que se condenó por su indiferencia.

2.      En los días de Noé la maldad creció a niveles intolerables.


“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”.
Génesis 6:5

            Si hay algo que en estos días se ha incrementado es la maldad. Hoy en el mundo se respira un ambiente de inseguridad, amenazado en muchos lugares por la guerra y la delincuencia, basta ver los noticieros para observar como la maldad del hombre está creciendo, a diario oímos de homicidios, robos, desigualdades, abortos, adulterios, familias desintegradas, y un sinfín de pecados que como en los días de Noé son aborrecibles a Dios.

3.      Los pecados de Sodoma y Gomorra son parecidos a los de nuestra sociedad.


“He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso”.
Ezequiel 16:46

            Al considerar los pecados de Sodoma y Gomorra podemos encontrar cuales eran. El primer pecado en el que pensamos es el de la homosexualidad por la intención que aquellos hombres tuvieron de abusar sexualmente de los ángeles: “Y llamaron a Lot, y le dijeron: ¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche? Sácalos, para que los conozcamos. Entonces Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí, y dijo: Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad”, (Génesis 19:5-7). Pero también, en el libro de Ezequiel nos habla de otros pecados por los cuales fueron condenados, tales como soberbia, gula, avaricia, ociosidad e injusticia social. Estos mismos pecados son los que ahora vemos en nuestros días lo cual ofende directamente a Dios encendiendo su ira la cual se desencadenara en el juicio para todo el mundo.

4.      En los días de Lot ignoraron la advertencia del juicio que se avecinaba.


“Y dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí alguno más? Yernos, y tus hijos y tus hijas, y todo lo que tienes en la ciudad, sácalo de este lugar; porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo. Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas, y les dijo: Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad. Mas pareció a sus yernos como que se burlaba”.
Génesis 19:12-14

La otra característica que queremos resaltar de estos días es la gran indiferencia que estos habitantes tuvieron cuando se les anuncio el mensaje del juicio venidero. Cuando los ángeles le dijeron a Lot que la ciudad estaba a punto de ser destruida por sus pecados, le exhortaron a que fuera a buscar a sus familiares y les testificara para que junto a él huyeran de aquel lugar; pero sus yernos ignoraron el mensaje creyendo que era una broma.  De igual forma uno puede ver a través de la Biblia que Noé le advirtió a su generación del diluvio pero nadie lo tomo en cuenta: “los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”, (1 Pedro 3:20). Hoy en día muchos se burlan de este día, otros creen que son fábulas y la mayoría lo rechaza pensado que no ocurrirá.

                            II.            EL DÍA DEL SEÑOR ESTÁ CERCANO.


“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio;  y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos;  y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente,  y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados  (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio”.
2 Pedro 2:4-9

            El apóstol Pedro es contundente en sus palabras y nos muestras tres ejemplos del castigo que vino de parte de Dios por causa de su iniquidad. Tanto los ángeles que no guardaron su dignidad al revelarse contra Dios, como los habitantes del mundo antediluviano, y los ciudadanos de Sodoma y Gomorra recibieron su castigo, pero también Noé y Lot fueron librados aquel día como hoy nosotros también podemos librarnos del día de juicio que se avecina.

            CONCLUSIÓN.



            En la actualidad vivimos tiempos muy parecidos a los días de Noé y Lot donde el pecado y su rechazo al evangelio conducen a esta sociedad al juicio divino. Nosotros debemos confiar en la esperanza del rapto, esperando pacientemente que Cristo venga por su iglesia antes que este terrible día llegue, mientras tanto debemos mantenernos limpios de toda inmundicia y pregonar el mensaje del evangelio para salvación de las almas.

¿Cómo calmar las tormentas en nuestra vida? (Jonás 1:14-16)


“Entonces clamaron a Jehová y dijeron: Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente; porque tú, Jehová, has hecho como has querido. Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor. Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos”.
Jonás 1:14-16

INTRODUCCIÓN


            De entre todos los profetas de Dios, quizás Jonás es uno de los más conocidos, especialmente porque todos conocemos su historia de rebelión en contra de la orden de Dios de ir y predicar a Nínive. Muchos creen que la razón por la cual el profeta desobedeció la orden de Dios fue por su odio a la nación de Nínive. Nínive era la capital de Asiria, una nación temida por sus conquistas a otras naciones, eran despiadados y posiblemente Jonás deseaba que Dios los castigara porque ellos habían destruido a Israel, la nación norte y habían llevado a muchos israelitas al cautiverio. Él sabía que si les predicaba existía la posibilidad que se arrepintieran y Dios los perdonara, así que para que eso no pasara decidió embarcarse rumbo a Tarsis huyendo de la presencia de Dios y es allí donde el Señor levanta una enorme tempestad.

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Jonás y el gran pez

I.                   LAS TORMENTAS QUE ATRAVESAMOS POR CAUSA DE NUESTROS PECADOS.


“Pero Jehová hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave. Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios; y echaron al mar los enseres que había en la nave, para descargarla de ellos. Pero Jonás había bajado al interior de la nave, y se había echado a dormir”.
Jonás 1:4-5

            En este relato encontramos a Jonás huyendo de la presencia de Dios simplemente porque no quería obedecer su voluntad de ir a Nínive a predicar. Por causa de su rebeldía Dios desato una terrible tormenta que azoto el barco donde iba y tan terrible era la tempestad que parecía que el navío se hundía. Esta historia bíblica hace un perfecto símil con las tempestades que se levantan en la vida por causa de nuestras rebeliones. Todos aquellos que practican el pecado están condenados a pagar el precio de sus acciones, por ello vemos tanta maldad, sufrimientos e injusticia que se viven en la actualidad. Cuando aquella tormenta arreciaba más y más aquellos hombres clamaron cada uno a sus dioses, e hicieron todo lo posible por mantener la nave a flote, pero la tormenta se imponía sobre ellos. Ante las tempestades de la vida el hombre actual también clama a sus dioses falsos, y se esfuerza por superar la situación a través de sus propias fuerzas, pero todo esto le resulta vano.

II.                LA NECEDAD DEL HOMBRE DE NO ACEPTAR EL PLAN DE DIOS.


“Y le dijeron: ¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete? Porque el mar se iba embraveciendo más y más. Él les respondió: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros. Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos”.
Jonás 1:11-13

            Aquellos marineros entendieron que aquella gran tempestad era por causa de la rebelión de Jonás, y por ser un profeta de Dios decidieron preguntarlo que tenían que hacer para que el mar se aquietara, y Jonás les dijo que solo su sacrificio calmaría el mar: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará. Pero a los marineros no les pareció la opción que les daba por lo que decidieron seguir trabajando por sus propios medios para salvarse: Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos. Como aquellos marineros el hombre toma la misma actitud, ya que aunque se les presenta el mensaje del evangelio y la solución de sus problemas y vida eterna a través de la fe en Cristo, muchos la rechazan, y creen que por medio de sus buenas obras, su esfuerzo o religiones ganaran el favor de Dios. Pero lamentablemente por mucho que el hombre se esfuerce jamás  los podrá heredar la vida eterna así como aquellos marineros no pudieron hacer volver la nace a tierra: “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”, (Tito 3:5).

III.             PARA SALVARNOS HAY QUE ACEPTAR EL SACRIFICIO.


“Entonces clamaron a Jehová y dijeron: Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente; porque tú, Jehová, has hecho como has querido. Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor. Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos”.
Jonás 1:14-16

            Por mucho que los marineros se esforzaron por hacer volver la nave a tierra no pudieron, por lo que decidieron obedecer el concejo de Jonás y echarlo al mar, y cuando esto paso, el mar se aquieto. El resto de la historia todos la conocemos ya que Jonás fue tragado por un gran pez y luego el pez lo arrojo a tierra y el profeta cumplió con su misión. Pero volviendo a la historia original vemos el increíble paralelo que hay entre el sacrificio de Jonás para salvar a los marineros y el sacrificio de Cristo para salvarnos a nosotros. Si queremos heredar la vida eterna, y salvar nuestras vidas de las consecuencias del pecado debemos aceptar el único sacrificio agradable al Padre: el sacrificio de Cristo.

            CONCLUSIÓN.



            En la vida cotidiana el hombre está expuesto a enfrentarse a grandes tempestades en su vida que amenazan con hundirlo en la condenación eterna, y esto es así por causa del pecado. Solamente el aceptar el sacrificio de Cristo puede salvarlo ya que cualquier esfuerzo que haga por salvarse será en vano.

La oferta de dos reyes (Génesis 14:17-24)


“Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey. Entonces Melquisedec,  rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino;  y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra;  y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo.  Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas, y toma para ti los bienes.  Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram;  excepto solamente lo que comieron los jóvenes, y la parte de los varones que fueron conmigo, Aner, Escol y Mamre, los cuales tomarán su parte”.
Génesis 14:17-24

INTRODUCCIÓN


            Cuando Abram, quien más tarde se llamaría Abraham, se enteró que Quedorlaomer y otros reyes atacaron a Sodoma, Gomorra y otras ciudades vecinas conquistándolas y tomándolas como prisioneras junto con su sobrino Lot, decidió tomar a sus siervos, armarse para la guerra y liberar a su sobrino. Al final, derroto a estos reyes y liberó a su sobrino Lot y cuando regresaba le salieron a su encuentro dos reyes con dos ofertas diferentes. Hoy podemos aprender de esta historia que como Abram se nos presentaran dos ofertas, y como él, debemos escoger la del rey de Paz, la de Jesucristo.

Melquisedec-Abraham
Melquisedec bendice a Abraham

I.                   EN LA VIDA TENDREMOS DOS OFERTAS.

“Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey”.

            Vemos que cuando Abram regresaba después de derrotar a Quedorlaomer y sus reyes aliados, al encuentro le salieron dos reyes, con dos ofertas diferentes, el rey de Sodoma y el de Salem, Melquisedec. En nuestra vida es lo mismo ya que constantemente estaremos decidiendo entre dos caminos, dos opciones, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas, entre Dios y el diablo.

“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.
Deuteronomio 30:19

            Veamos en detalle en que consiste cada oferta.

II.                LA OFERTA DEL PRÍNCIPE DE ESTE MUNDO.


“Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas, y toma para ti los bienes.  Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram;  excepto solamente lo que comieron los jóvenes, y la parte de los varones que fueron conmigo, Aner, Escol y Mamre, los cuales tomarán su parte”.

En primer lugar vamos a evaluar la oferta que el rey de Sodoma le ofrece a Abram. Era una costumbre en el medio oriente antiguo que el conquistador se quedara con el botín de los pueblos que rescataba y por ello el rey de Sodoma le dijo a Abram que lo hiciera, pero este lo rechazo ya que lo único que quería era recibir la bendición de Dios. El rey de Sodoma es un tipo del príncipe de este mundo que es Satanás, el cual le ofrece constantemente al hombre los placeres de este mundo para tenerlo bajo su señorío, de hecho se atrevió a hacerlo con el mismo Señor Jesús:

“Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”.
Mateo 4:8-10

En este mundo el diablo nos tienta a través de los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, nos ofrece placeres, fama, poder, dinero, y muchas cosas más con tal de ganar nuestra voluntad, pero su fin es de muerte, y por ello la misma Escritura nos exhorta a no amar las cosas de este mundo: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, (1 Juan 2:15-17). Si nos damos cuenta, las cosas de este mundo son pasajera, un engaño y nada provechoso y duradero sacaremos de ello, y por eso debemos rechazar la oferta de Satanás porque una vida de pecado solo nos conduce a la destrucción y condenación eterna: “He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá”, (Ezequiel 18:4).

III.             LA OFERTA DEL REY DE REYES.


“Entonces Melquisedec,  rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino;  y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra;  y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano”.

En el pasaje vemos también a otro rey que sale a recibir a Abram y contrario al otro le ofreció solo bendiciones. Melquisedec era rey de Salem, que significa rey de paz, y por tanto Melquisedec es un tipo de Cristo, según Hebreos 7.  Este rey le ofreció a Abram pan y vino, dos alimentos básicos en aquel tiempo que formaban parte de la alimentación y sustento diario.  De igual forma nuestros Señor Jesús le ofrece al hombre todo lo que necesita para el sustento de su alma, ofrece perdonar sus pecados, aliviar sus penas, llevar sus cargas, y bendecirnos completamente, tal y como Melquisedec bendijo a Abram, y de esto nos habla Pedro al decirnos que Cristo nos ha bendecido con la vida eterna y grandes tesoros espirituales: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,  para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros”, (1 Pedro 1:3-4).

IV.              NUESTRA MEJOR ELECCIÓN.


“Y le dio Abram los diezmos de todo”.

En aquel momento Abram  eligió el mejor camino, confiar en Dios y rechazar la oferta del rey de Sodoma y en gratitud ofreció el diezmo del botín. De igual forma todos nosotros debemos estar conscientes que debemos escoger la mejor oferta, y esta es la de Cristo, porque la oferta del diablo solo es una mentira que promete cosas falsas, pasajeras y destructivas. Debemos escoger entonces entre la luz y las tinieblas, la primera nos dará vida eterna y traerá bendiciones, la segunda trae un final amargo, tal y como Dios se lo dijo a Caín: “Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo”, (Génesis 4:7, NVI).

CONCLUSIÓN.


En la vida se nos presenta dos ofertas, la del príncipe de este mundo la cual nos conduce a la condenación eterna, y la del Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo, que nos da vida eterna. Escojamos la segunda y así viviremos.




Una Historia de Redención (Rut 3:8-13)


“Y aconteció que a la medianoche se estremeció aquel hombre, y se volvió; y he aquí, una mujer estaba acostada a sus pies. Entonces él dijo: ¿Quién eres? Y ella respondió: Yo soy Rut tu sierva; extiende el borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano. Y él dijo: Bendita seas tú de Jehová, hija mía; has hecho mejor tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de los jóvenes, sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa. Y ahora, aunque es cierto que yo soy pariente cercano, con todo eso hay pariente más cercano que yo. Pasa aquí la noche, y cuando sea de día, si él te redimiere, bien, redímate; más si él no te quisiere redimir, yo te redimiré, vive Jehová. Descansa, pues, hasta la mañana”.
Rut 3:8-13

INTRODUCCIÓN


            A través del libro de Rut uno puede ver como Dios en esta historia esboza su plan de redención. La historia se ubica en tiempo de los jueces de Israel, y no narra la trágica historia de una familia que busco escapar de la escasez y en lugar de eso enfrentó una tragedia terrible. Podemos aprender también como podemos nosotros buscar la redención de todos nuestros errores cuando por causa de nuestra desobediencia a Dios nos encontremos en situaciones similares.

Rut
Rut espigando en los campos de Booz

I.                   NO BUSCAR LA REDENCIÓN FUERA DE LA VOLUNTAD DIVINA.


“Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos. El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí; y los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí.   Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, los cuales tomaron para sí mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa, y el nombre de la otra, Rut; y habitaron allí unos diez años”.
Rut 1:1-4

Esta historia bíblica comienza con una familia que buscando salvar su vida lo perdieron todo. En tiempos de los jueces en Israel hubo una gran hambruna que azoto toda la nación y en Belén existía una familia que escucho que en Moab había mucho alimento y mejores posibilidades de vivir, por lo que decidieron partir, sin saber que solo les esperaba la muerte. Al evaluar la decisión que esta familia tomo podemos encontrar varios errores que cometieron. Primero siendo israelitas decidieron abandonar su tierra para ir a una tierra pagana, a un pueblo enemigo de Dios. El segundo error que cometieron fue que permitieron que sus hijos se casaran con dos moabitas, algo que Dios había prohibido. Muchas personas creen que la solución de sus problemas esta fuera de la voluntad de Dios sin saber que como esta familia solo les espera la tragedia. Al final el marido murió, los dos hijos murieron, y Noemí, la madre quedo viuda y en completa humillación: “Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido”, (Rut 1:5).

II.                RECONOCER NUESTRO PECADO Y VOLVER A DIOS CUANDO TODO VA MAL.


“Entonces se levantó con sus nueras, y regresó de los campos de Moab; porque oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan. Salió, pues, del lugar donde había estado, y con ella sus dos nueras, y comenzaron a caminar para volverse a la tierra de Judá. Y Noemí dijo a sus dos nueras: Andad, volveos cada una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia, como la habéis hecho con los muertos y conmigo. Os conceda Jehová que halléis descanso, cada una en casa de su marido. Luego las besó, y ellas alzaron su voz y lloraron, y le dijeron: Ciertamente nosotras iremos contigo a tu pueblo. Y Noemí respondió: Volveos, hijas mías; ¿para qué habéis de ir conmigo? ¿Tengo yo más hijos en el vientre, que puedan ser vuestros maridos?  Volveos, hijas mías, e idos; porque yo ya soy vieja para tener marido. Y aunque dijese: Esperanza tengo, y esta noche estuviese con marido, y aun diese a luz hijos, ¿habíais vosotras de esperarlos hasta que fuesen grandes? ¿Habíais de quedaros sin casar por amor a ellos? No, hijas mías; que mayor amargura tengo yo que vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí”.
Rut 1:6-13

Al leer la historia uno puede darse cuenta el terrible fin que tuvo esta familia. La peor tragedia para una mujer en aquel entonces era quedarse viuda y sin descendencia y eso le ocurrió a Noemí. Sin embargo, vemos que Noemí al reconocer su error y la tragedia en la cual se encontraba decidió tomar la mejor decisión: volverse a Dios y así le pidió a sus dos nueras que se regresaran a su pueblo y dioses, y buscaran nuevos esposos porque ella ya no podría dárselos.

III.             RENUNCIAR A TODO PARA GANARLO TODO.


“Y ellas alzaron otra vez su voz y lloraron; y Orfa besó a su suegra, mas Rut se quedó con ella. Y Noemí dijo: He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella. Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más”.
Rut 1:14-18

Cuando Noemí les dijo a sus nueras que ella ya no tenía más hijos para darles, Orfa decidió irse de regreso a sus dioses; pero Rut tomo una decisión muy diferente, decidió renunciar a todo y dedicarse a cuidar a su suegra renunciando a la posibilidad de volver a casarse y tener hijos que era el mayor sueño de las mujeres del Medio Oriente. Ella renuncio a todo y decidió convertirse a Jehová su Dios: porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos.

Rut nos enseña un principio básico en el evangelio, renunciar a todo para ganarlo todo y esto por supuesto que es una gran paradoja.  Nuestro Señor Jesús enseño este principio al decir: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”, (Marcos 8:35). También enseño que es necesario morir a nosotros mismos para llegar a dar mucho fruto: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”, (Juan 12:24). Y esto fue lo que hizo Rut, renuncio a sus dioses, a su pueblo y a la posibilidad de volverse a casar y tener hijos, para dedicarse a ser una viuda pobre y cuidar a su suegra Noemí mendigando en los campos para alimentarse diariamente.

Sin embargo, cuando renunciamos a nosotros mismos por causa de Dios lo ganamos todo, ya que la actitud de Rut fue valorada en gran manera por Booz quien le pidió a Rut que se quedara en sus campos recogiendo las espigas ya que nadie le molestaría allí y la bendijo por su gran generosidad hacia su suegra Noemí: “Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas.  Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, vé a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados. Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera?  Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes.  Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte”, (Rut 2:8-12). Cuando decidimos honrar a Dios, Dios se encarga de horrarnos y bendecirnos en medio de nuestras necesidades.

IV.              DEBEMOS BUSCAR A CRISTO PARA QUE NOS REDIMA.


Finalmente, uno puede aprender de esta historia que para redimirnos de nuestros pecados debemos buscar a Cristo. En Israel existía una tradición avalada por la ley de Moisés que decía que si un hombre moría sin dejar descendencia, su descendiente más cercano tenía que tomar a su mujer y casarse con ella para procrear un hijo que continuara con su linaje, y a esto se le conocía como redención. Fue por eso que Noemí exhorto a Rut a que buscará a Booz que era el pariente más cercano y así lo hizo, tal y como lo leímos al inicio de este estudio.

CONCLUSIÓN.


Como resultado Booz redimió a Rut, se casó con ella y llegaron a engendrar a Obed, y Obed engendro a Isaí, e Isaí engendro a David, el primer rey de Israel, y no solo eso, sino que también Rut se convirtió en una descendiente de nuestro Señor Jesús: “Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. Isaí engendró al rey David…” (Mateo 1:5-6). Así Dios honro a fe de Rut, y puede hacerlo con nosotros si decidimos renunciar a todo, volvernos a Dios y confiar en Cristo como redentor.