lunes, 30 de abril de 2018

El Cimiento de la Iglesia (Mateo 16:13-20)


“Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo”.
Mateo 16:13-20

Introducción


                Continuando Jesús en su cuarto y último retiro, llega con sus discípulos a la región de Cesarea de Filipo. Cesarea de Filipo era ciudad situada a unos 104 km al noroeste de Jerusalén, en la costa del Mediterráneo. Fue construida entre el 29-20 a.C. por Herodes el Grande en el sitio de la Torre de Estratón, en honor de Augusto César. Luego Felipe, el tetrarca, amplió la construcción y le puso el nombre “Cesarea” en honor del emperador Tiberio. Para distinguirlo de la Cesarea sobre el mar Mediterráneo, lo llamaron Cesarea de Filipo. Los habitantes eran en su mayoría paganos, adoraban muchos dioses entre griego y sirios, especialmente al dios Pan, pero el culto más fuerte estaba dirigido al Cesar a cuya persona le habían edificado un templo de mármol. A pesar de su trasfondo idolátrico, también Cesarea de Filipo fue protagonista de muchas historias del evangelito. Llegó a ser el asiento del gobierno oficial de Roma en la Tierra de Palestina, bajo los procuradores y los reyes herodianos. En el Nuevo Testamento, Cesarea aparece primeramente como la ciudad donde predicó y residió Felipe (Hechos 8:40; 21:8); después como refugio de Pablo mientras huía camino a Tarso (Hechos 9:30), y donde Pedro convirtió al centurión Cornelio (Hechos 10). Agripa I gobernó y murió aquí (Hechos 12:19-23). Después de sus viajes misioneros, camino de Jerusalén, Pablo pasó por Cesarea (Hechos 18:22; 21:8, 16), y aquí, luego de su arresto en Jerusalén, fue llevado a la prisión. Compareció ante Félix y Festo (Hechos 23:23, 33; 24:27; 25) y de Cesarea zarpó para Roma (Hechos 25:13). Después de la época neo testamentaria Cesarea llegó a ser un centro importante para la iglesia antigua. Fue sede episcopal y de una escuela teológica donde fueron maestros Orígenes (185-254) y Eusebio (275-340). Es a este lugar que Jesús se reirá con sus discípulos.

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El cimiento de la iglesia


La Gran Pregunta de Jesús


“Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.
Mateo 16:13-15

             Jesús sabía que su momento de morir se acercaba y por ello durante su último año de ministerio busco lugares lejos de las multitudes para estar a solas con sus 12 apóstoles, ya que de estos dependía el continuar con la obra evangelizadora que había iniciado. Estando aquí decide hacerles una pregunta muy importante: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Antes de hacerles la pregunta directa en cuanto a quién es Él, decide preguntarles quién dice la gente que es Él. Es obvio que la pregunta tenía con objetivo que los discípulos se preguntarse quien era realmente Jesús, ya que habían pasado mucho tiempo con Él y era clave que ellos lo reconociesen como el ser que realmente es. Ante la pregunta ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Si nos damos cuenta la gente tenía muchas opiniones en cuanto a la persona de Jesús, libre de lo que sus enemigos creían. Por ejemplo ya anteriormente Herodes Antipas había creído que Jesús era Juan el bautista que había resucitado de entre los muertos: “En aquel tiempo Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús, y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes”, (Mateo 14:1-2). Otros por el contrario creían que era Elías por la profecía de Malaquías: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”, (Malaquías 4:5-6). Sin embargo, esta profecía hacía referencia a Juan el bautista y no al Mesías. Otros creían que era Jeremías, ya que en 2 Macabeos 2 se narra una historia donde se dice que cuando el templo fue destruido por Nabucodonosor Jeremías había tomado el arca y los utensilios del templo y ocultándolos en una cueva la cual él sello y no se volvió a encontrar. La tradición decía que justo antes de la venida del Mesías aparecería Jeremías trayendo de regreso el arca para devolverla al templo y la antigua nube de gloria que cubría el tabernáculo en tiempos de Moisés y el templo cuando Salomón lo edifico volvería a posarse. Y en general, otros creían que Jesús era alguno de los profetas que había resucitado, sin embargo, aunque algo nobles estas interpretaciones eran erradas ya que no lo identificaban como el verdadero Mesías, el Salvador y único Dios. Hoy en día muchas personas tienen conceptos errados en cuanto a la persona de Jesús, así por ejemplo, los Testigos de Jehová afirman que Jesús es solo un ser creado y gran profeta, pero no Dios, los de la Fe en Jesús dicen que la Trinidad no existe, que solo Jesús es Dios y niegan la divinidad del Espíritu Santo, los mormones dicen que Jesús es un ser preexistente, hermano de Satanás y que todos podemos llegar a ser como Él, los católicos colocan a Jesús en segundo plano exaltando más a María a quien le han dado el título de Madre de Dios, la secta de Hare Krishna afirma que Jesús es el hijo de Krishna, la teosofía niega la existencia y encarnación de su persona y lo considera solo un principio divino que se halla dentro de cada ser humano, Moom el fundador de la secta la iglesia de la unificación de los moonies dice que Jesús fracaso en su misión y por ello le pidió que él la completara, y la ciencia cristiana afirma que Jesús es solo el nombre del hombre terrenal y Cristo es la idea divina por medio del cual se sana y salva el hombre. Los judíos ortodoxos niegan que Jesús sea el Mesías y aún siguen esperándolo. De acuerdo a todas estas opiniones actuales en cuanto a ¿quién es Jesús?, nos podemos dar cuenta que muchas personas no lo conocen, lo cual es un terrible error porque de eso depende nuestra salvación, por eso quería estar seguro que a sus discípulos no les quedara la más mínima duda de quién realmente era Él: Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

La Declaración que Salva


“Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.
Mateo 16:16

        Ante la pregunta de Jesús Pedro rápidamente contesta haciendo una de las más importantes y poderosas declaraciones que el hombre puede llegar a hacer en su vida: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Esta declaración posee dos aseveraciones que nos enseñan dos aspectos relevantes en cuanto a la persona de Jesús las cuales nosotros debemos conocer y son determinantes para nuestra salvación. La primera afirmación que encontramos es esta declaración es que Jesús es el Cristo. La palabra Cristo se traduce del griego Jristos (Χριστός), y significa Ungido. Su equivalente hebreo es Mesías, que se traduce de la palabra Mashíaj (מָשִׁיחַ), y también significa Ungido. En el Antiguo Testamento esta palabra se utilizaba haciendo referencia a aquellos que habían sido ungidos con aceite, un símbolo de la unción del Espíritu Santo para ciertas tareas, y se ungían reyes, profetas y sacerdotes. Sin embargo, el término Mesías comenzó a usarse referente a aquel descendiente de David que habría que levantarse para reinar sobre las doce tribus: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino”, (2 Samuel 7:12-13). Isaías nos dice que este Mesías habría que traer la paz a este mundo y reinará sobre él: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”, (Isaías 9:6-7). Y en otro pasaje nos habla de la misión especial de este Mesías: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos,  a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya. Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones”, (Isaías 61:1-4). Ahora bien, cuando Jesús nació estas gloriosas profecías se cumplieron y por ello en cierta ocasión Él lo declaro en una sinagoga leyendo el pasaje de Isaías 61: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”, (Lucas 4:16-21). Lamentablemente muchos no lo reconocieron como tal y lo rechazaron, pero aquel día Pedro había comprendido que Jesús era más que un profeta, era el tan esperado Mesías, el Cristo.

              En segundo lugar, Pedro declara que Jesús es el Hijo de Dios. Esta declaración es sumamente importante porque nos dice que Jesús no solo es hombre, sino Dios al mismo tiempo, lo cual las Escrituras nos enseñan: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación”, (Colosense 1:15). Explicar la naturaleza de Cristo ha resultado difícil a lo largo del tiempo porque muchos la han mal interpretado. Por ejemplo, los gnósticos afirmaban que Jesús no había sido hombre, sino solo un espíritu, porque ellos consideraban que la carne era mala, y en general todo el cuerpo humano y por tanto, si Jesús era divino no pudo ser humano. El apóstol Pablo nos enseña cómo siendo Él Dios tomo forma de hombre para habitar entre nosotros: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, (Filipenses 2:5-8). El mismo apóstol Juan nos dice que Él fue hecho hombre: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”, (Juan 1:14). Ahora bien, Jesús se hizo hombre, pero sin pecado fue concebido porque no nació como resultado de la unión de un hombre con una mujer, sino nació por obra del Espíritu Santo: “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”, (Lucas 1:26-35). De esta forma Jesús es hombre perfecto, pero sin pecado, completamente santo. Ahora bien, por otro lado Él es Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, (Juan 1:1). En este sentido Jesús es 100% hombre y al mismo tiempo 100% Dios, ambas naturalezas están presentes en su ser como una solo sustancia.

              Por tanto, el hombre necesita conocer  Jesús como ese Mesías, el Cristo que vino a esta tierra a morir por nuestros pecados y darnos vida eterna, pero por otro lado, también es importante reconocer que Él es el único y verdadero Dios al cual debemos rendir nuestra vida. Si el hombre no reconoce esto jamás será salvo de sus pecados, pero aquel día Pedro lo había comprendido y por ello dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

El Cimiento de la iglesia cristiana


“Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.
Mateo 16:13-17

            Después que Pedro declaro que Jesús era el Cristo el Hijo del Dios viviente, nuestro Señor lo llama bienaventurado porque lo que dijo no fue resultado de un raciocinio humano, sino de una revelación de Dios: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Verdaderamente es bienaventurado aquel a quien Dios le revela tal cosa, porque las verdades espirituales solo pueden ser entendidas con la ayuda del Espíritu Santo, y la mente carnal es incapaz de hacerlo: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”, (1 Corintios 2:14). La bienaventuranza es doble porque por un lado se tiene el privilegio de recibir de parte de Dios la revelación a través de un acto sobrenatural, y por el otro, su declaración trae al corazón una convicción verdadera acerca de la persona de Jesús que a su mismo tiempo trae salvación para el que cree. Ahora bien, basado en esta declaración Jesús hace otra afirmación importante: Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Esta declaración a traído bastantes problemas de interpretación. Por ejemplo, la iglesia católica afirma que bajo estas palabras Jesús dijo que dejaba a Pedro como el fundamente de la iglesia, y de allí que hasta la fecha haya una larga línea de sucesión de papas bajo cuya autoridad se sujeta toda su iglesia. Sin embargo, esta interpretación no es aceptada por la iglesia evangélica ya que si esto fuera así que la iglesia tiene un fundamento débil, y el mismo apóstol Pablo afirmo que no ha otro fundamento para la iglesia que Cristo: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”, (1 Corintios 3:11). También Pedro afirmo que Cristo era el fundamento de la iglesia, y no él: “Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados”, (1 Pedro 2:7-8). Por tanto, el fundamento de la iglesia es Cristo, pero entonces, ¿qué significado tienen las palabras de Cristo hacia Pedro?: Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Para poder responder mejor esta pregunta analicemos algunas palabras en su idioma original. Cuando Jesús le dice: tú eres Pedro, la palabra griega Pedro es Pétros (Πέτρος), y en este idioma hace referencia a una piedra o roca pequeña, mientras que cuando dice: sobre esta roca edificaré mi iglesia, la palabra roca que usa es pétra (πέτρα), la cual hace referencia a una roca mucho más grande, perecido a una montarla rocosa como la cumbre donde estaba ubicada la ciudad de Edom, su misma capital se hacía llamar Petra por esta misma razón: “La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra?”, (Abdías 3). En este sentido, tanto Pétros como pretra son diferentes una con la otra, y no podría referirse a la misma cosas, pero si Pedro no es la roca sobre la cual la iglesia seria edificada, entonces cual es. La roca sobre la cual la iglesia esta edificada es la misma declaración de Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Cristo mismo es el fundamento de la iglesia cristiana y bajo este fundamento los apóstoles y profetas fundaron la iglesia: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”, (Efesios 2:20-22). El fundamento que los apóstoles y profetas es la enseñanza del evangelio el cual muestra a Jesús como el Cristo y Dios, el mensaje del arrepentimiento, la muerte y resurrección de Cristo, todo esto es lo que ellos predicaron y bajo esta doctrina la iglesia fue fundamentada, donde la principal piedra del ángulo es Jesucristo mismo. Ahora bien, este texto de Efesios 2:20-22 nos enseña que los cristianos somos edificados dentro de un edificio destinado a ser el templo y morada del Espíritu Santo, y de hecho el apóstol Pedro compara a los creyentes como pequeñas piedras con las cuales se edifica la casa de Dios: “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, más para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado”, (1 Pedro 2:4-6). Esa casa espiritual que es edificada con esas piedras vivas es la iglesia del Señor sobre la cual ni siquiera los poderes de las tinieblas pueden hacerle frente: sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Es aquí donde la palabra iglesia aparece por primera vez en la Biblia y es usada por Jesús para referirse a la congregación de todos los santos, de hecho, en griego la palabra iglesia se traduce de ekklesía (ἐκκλησία), y se refiere no a un edificio sino a la congregación o asamblea de personas. Por ello, la iglesia del Señor no es un templo o edificio sino todos los creyentes que estamos unidos por nuestra fe y somos el templo y morada del Espíritu Santo.

¿Tiene pedro las Llaves de Reino de Los Cielos?


“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo”.
Mateo 16:18-20

         Esta afirmación que Jesús le hizo a Pedro también ha causado muchas dudas en cuanto a su verdadera interpretación. ¿Acaso Pedro tiene las llaves del reino de los cielos? ¿Qué significado tiene atar y desatar? Tal vez no en un sentido literal, pero de una forma figurada podríamos decir que Pedro las tuvo, pero ¿cómo es esto? Las llaves nos ayudan a abrir puertas, y en este sentido había existido una puerta que estaba cerrada, y esta es la puerta que conduce a Dios y la vida eterna. Por ejemplo en Hechos se nos dice que Dios le había abierto puertas para anunciar el evangelio: “Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles”, (Hechos 14:27). En otra ocasión el mismo Pablo le explico a los corintios que Dios le había abierto puertas para predicar el evangelio: “Porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios”, (1 Corintios 16:9). De igual forma, a Filadelfia, la iglesia fiel le dice el Señor que le ha abierto una puerta que nadie puede cerrar, posiblemente esta puerta abierta es el respaldo para predicar la palabra de Dios: “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar”, (Apocalipsis 3:8). Por tanto, si Pedro tuvo las llaves del reino de los cielos, se le dio la oportunidad de abrir las puertas para que el mensaje del evangelio se predicara y a través de la fe muchos entrasen en el reino de los cielos. Esto se ve claramente en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Por ejemplo, fue Pedro el primero que les predico a los judíos en el día de Pentecostés y así como 3,000 hombres se convirtieron abriéndoseles a ellos la puerta del reino de los cielos (Hechos 2:41). Luego, capítulos más adelante vemos como el Espíritu Santo lo llevo a la casa de Cornelio donde le predico a él, su familia y amigos el mensaje del evangelio donde se convirtieron y así nació la primera iglesia gentil abriéndose a ellos la puerta del reino de los cielos (Hechos 10). Así Pedro cumplió esta promesa que Jesús le dio, porque a través de la llave del evangelio les abrió tanto a judíos como a gentiles las puertas del reino de los cielos. De igual forma nosotros los cristianos tenemos esta poderosa llave en el mensaje del evangelio para que todo aquel que crea en Él se le abra las puertas a la vida eterna. Por otro lado se le prometió: y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. En términos rabínicos los judíos entendían que atar y desatar eran sinónimos de prohibir y permitir, y en este sentido la iglesia tiene la autoridad para pedirle a Dios en oración el respaldo que necesitan para hacer su obra, puede atar, es decir, prohibir o impedir que las tinieblas prevalezcan en esta tierra, y por otro lado puede desatar, es decir, permitir que el reino de Dios avance en esta tierra a través de la predicación del evangelio, de esta forma las puertas puede permanecer abiertas para continuar evangelizando con el respaldo de Dios.

Una forma inusual de hacer un milagro (Juan 9:6-12)


“Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Vé a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy. Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Vé al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No sé”.
Juan 9:6-12

INTRODUCCIÓN


            Continuamos con la historia de la sanidad del ciego del estanque de Siloé la cual corresponde a la sexta señal que aparece en este evangelio. Como vimos anteriormente, Jesús y sus discípulos se encuentran con un ciego de nacimiento el cual siempre mendigaba en Jerusalén y por el cual le preguntan: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”, (Juan 9:1-2), a lo cual Jesús responde que la enfermedad de este hombre no era cuestión del pecado de alguien, sino para glorificar a Dios. Ahora Jesús está dispuesto a hacer un milagro a favor de este hombre, pero lo hará de una manera inusual lo cual nos muestra la singularidad y grandeza de nuestro Señor Jesucristo.


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Una forma inusual de hacer un milagro


UN MÉTODO INUSUAL PARA HACER UN MILAGRO


“Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Vé a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado)”.
Juan 9:6-7

               En este pasaje bíblico vemos uno de los métodos más inusuales que Jesús utilizó para realizar un milagro: Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego. A simple vista parece raro ver a alguien que escupa a tierra y que con su saliva haga lodo para untarlo en los ojos de una persona con el propósito de sanarlo, de hecho a algunos les parecería algo grotesco o antihigiénico tal acción, pero en los tiempos de Jesús realmente no era así. En los tiempos antiguos muchos creían que la saliva tenia propiedades curativas, especialmente para sanar enfermedades de los ojos, por ello Jesús tomo ventaja de esta creencia y procedió de una forma que hacia entender a aquel hombre su intención de sanarlo con un método que ya se usaba en su tiempo. Uno puede aprender mucho de este milagro ya que Jesús nunca se limitó a hacer las cosas de una sola forma, sino que era creativo para desarrollar su ministerio. Milagros nunca antes visto eran hechos por Él, y en ocasiones sorprendía a la gente utilizando métodos como este. En Marcos podemos ver otro caso donde uso su saliva para sanar: “Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto. Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien”, (Marcos 7:32-35). En esta época la gente tenía una idea equivocada en cuanto a que la saliva tenía propiedades curativas para sanar, pero a Jesús no le importaban esas cosas triviales, sino utilizo, digámoslo así, un elemento de carácter curativo para que junto con la fe aquel hombre fuera sanado. Hoy en día Dios actúa igual, porque como puede sanarnos a través de un milagro sin ningún tipo de tratamiento médico, como también pude hacerlo a través de medicamentos y la ciencia médica. Esto incluso era aceptado por la iglesia primitiva: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor”, (Santiago 5:14). En la antigüedad muchos creían que el aceite tenia propiedades médicas y en ocasiones solían aplicarlo sobre las lesiones o partes enfermas del cuerpo, por ello Santiago dice, si alguno está enfermo, aplíquese sobre él el medicamento y que los ancianos de la iglesia oren por él para que sea sanado. Por tanto, Dios puede actuar en aquel que ora y al mismo tiempo se somete al tratamiento médico sabiendo que el Señor es el que ha dado la ciencia médica a favor de la humanidad, pero por otra lado, también Dios puede hacer un milagro sin la necesidad de un solo medicamento. Como sea, en ambos casos la fe es clave para recibir el milagro. Después de untar el lodo en los ojos de aquel hombre ciego le dijo que fuera a lavarse al estanque de Siloé: y le dijo: Vé a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado).

Desde tiempos muy antiguos, Jerusalén se surtía de agua del manantial de Gihón (1 Reyes 1:33), que está situado al pie de la colina de  Ofel en el valle de Tiropeón, y que hoy en día se conoce como "Fuente de la Virgen". Como este manantial se encontraba fuera de las murallas antiguas de Jerusalén, sus habitantes tenían serias dificultades para abastecerse de agua. Para facilitar el aprovisionamiento, y aun para disponer de agua en el riego de los jardines del palacio, Salomón hizo construir un estanque que los arqueólogos posteriormente llamaron "Estanque Viejo" (o "Inferior"). Dos siglos más tarde, el rey Acaz  vio que el estanque de Salomón tenía una gran desventaja ya que en tiempos de guerra fácilmente podía caer en manos de los enemigos con la grave consecuencia de dejar a la ciudad sin agua. Por eso hizo construir un acueducto que bordeaba la colina de Ofel y se comunicaba con otro estanque que construyó dentro de la ciudad probablemente el mismo Acaz. Hoy se conoce con el nombre árabe de Birket Silwan (Estanque de Siloé). El apóstol Juan nos da el significado de Siloé, y esto es “Enviado”, lo cual es de alguna forma una alusión a la persona de Jesús ya que Él es el Mesías enviado de Dios y ahora estaba allí para dar vista a aquel siego.

EL CIEGO RECIBE LA VISTA


“Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy. Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Vé al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No sé”.
Juan 9:7-12

             El ciego fue obediente a las palabras de Cristo y fue y se lavó los ojos en el estanque de Siloé y fue allí donde recobro la vista: Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. Cuando regreso aquellos que eran sus vecinos y que lo conocían como hombre ciego se maravillaban: Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy. Sus vecinos se preguntaban si realmente era él u otra persona que se le parecía ya que estaba viendo y eso no tenía una explicación, pero él le dijo que efectivamente él era y por ello le preguntaron cómo había recibido la vista: Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Vé al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.  De alguna manera este hombre conocía a Jesús, a lo mejor había escuchado lo mucho que se murmuraba de Él, cosas buenas y cosas malas, y ahora había recibido del Señor este maravilloso regalo, lamentablemente después que fue sanado le perdió la pista, especialmente porque nunca lo había visto y no conocía su aspecto físico, ya que había sido ciego: Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No sé. Aquel hombre había recibido un milagro de parte de Jesús, y estaba muy contento por eso ya que su vida había cambiado drásticamente, pero no conocía a aquel que lo había sanado. Hoy en día hay personas que dicen que han recibido milagros de parte de Dios, pero lamentablemente no le conocen, como este ciego, pero Dios desea que le conozcamos y heredemos todas sus promesas, especialmente la vida eterna. Este ciego no conocía a Jesús, pero no sería así por mucho tiempo.


viernes, 27 de abril de 2018

La gran incapacidad del hombre (Juan 6:44)


“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero”.
Juan 6:44

INTRODUCCIÓN

           
El hombre actual puede sentirse muy orgulloso de todo lo que ha lograda a lo largo de este tiempo, a tal punto que gracias a la ciencia su vida es confortable en esta tierra. Prácticamente, muy pocas son las cosas que a través de la ciencia el hombre no pueda hacer, pero si hay algo que ni la ciencia o esfuerzo humano pueda hacer, eso es salvarse a si mismo del infierno. La mayor incapacidad que el hombre tiene hoy por hoy es la de salvase a si mismo. Veamos por qué decimos esto, y cómo el hombre puede hacer para no ir al infierno.


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La gran incapacidad del hombre


                        I.         LA SALVACIÓN NO ES UN ACTO QUE DEPENDE DEL ESFUERZO HUMANO.


Algo que el hombre debe considerar es su completa y absoluta incapacidad para salvarse a si mismo. Contrario a lo que las religiones actuales le hacen creer al hombre, no hay suficientes obras que el hombre pueda hacer para salvar su alma, ni las penitencias, ni obras de caridad, ni meditaciones, ni largos rezos u oraciones, ni aun el mismo sacrificio de los hombres puede abrirle las puertas del cielo. Veamos de acuerdo con la Biblia por qué esto es así.

1.     El hombre es incapaz de salvarse porque está ciego espiritualmente.


“Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad”.
Isaías 6:9-10

            Una de las mayores incapacidades del hombre es la ceguera espiritual que tiene, es decir, su incapacidad de ver su realidad espiritual y la necesidad que tiene de salvarse. Isaías describe bien esta condición: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. El problema del hombre es que su corazón es tan duro que es incapaz de entender su situación espiritual y por ende su alma esta perdida, y esto es así porque el diablo ha segado su corazón: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”, (2 Corintios 4:3-4). Es por la obra de las tinieblas que el hombre se encuentra ciego espiritualmente y no le permite que la luz del evangelio lo saque de esas tinieblas.

2.     El hombre es incapaz de salvarse porque nace con una naturaleza pecaminosa.


“He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”.
Salmo 51:5

Como lo reconoce David en su salmo penitente, otra de las razones por las cuales el hombre es incapaz de salvarse es porque nace con una naturaleza pecaminosa: He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. Contrario a lo que muchos pudieran creer, los niños que se ven tan inocentes nacen con esta naturaleza y el problema con esto es que por naturaleza impulsa al hombre a hacer solamente lo malo, tal y como lo ha sido desde el principio de la humanidad: “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”, (Genesis 6:5).

3.     El hombre es incapaz de salvarse porque es un esclavo del pecado.


“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”.
Juan 8:34

Finalmente, el hombre es incapaz de salvarse a si mismo porque es un esclavo del pecado. Un esclavo es una persona que no es dueña de si misma, incapaz de tomar decisiones propias porque su vida le pertenece a alguien más, sus derechos se limitan a los que su amo le conceda. Así es la situación del hombre, esta esclavizado al pecado el cual lo arrastra a hacer el mal y esto a su vez lo lleva al infierno.

                      II.         LA SALVACIÓN ES UN ACTO QUE PROVIENE DE LA GRACIA DIVINA.


“Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”.
Romanos 9:16

En este versículo Pablo expresa muy bien el hecho de la salvación: Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. La salvación depende de la misericordia de Dios ya que el hombre esta tan perdido que es a través de su gracia infinita que llegamos a ser salvos. Para poder ser salvos Dios envió a su Hijo Jesucristo el cual a través de su sacrificio es capaz de redimir de sus pecados a todo aquel que crea en El: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, (Efesios 8:8-9).

CONCLUSIÓN.


Por tanto, el hombre natural es incapaz de salvarse a sí mismo, en primer lugar, porque por obra de las tinieblas esta ciego y no reconoce la necesidad de su salvación, en segundo lugar, porque nace con una naturaleza pecaminosa que lo impulsa solo a pecar y finalmente, porque es un esclavo del pecado, incapaz de elegir lo bueno, por ello no hay buenas obras o esfuerzo humano que lo pueda salvar del infierno. Sin embargo, ante esta imposibilidad humana, la gracia de Dios es mayor que el pecado humano a tal punto que todo aquel que crea en Jesús puede salvar su alma porque no depende del que quiere o corre sino de la misericordia de Dios.




viernes, 20 de abril de 2018

¿Cómo perseverar en la vida cristiana? (1 Reyes 19:19-21)



“Partiendo él de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que araba con doce yuntas delante de sí, y él tenía la última. Y pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto. Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías, y dijo: Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuelve; ¿qué te he hecho yo? Y se volvió, y tomó un par de bueyes y los mató, y con el arado de los bueyes coció la carne, y la dio al pueblo para que comiesen. Después se levantó y fue tras Elías, y le servía”.
1 Reyes 19:19-21

INTRODUCCIÓN


La perseverancia es una cualidad muy importante en la vida ya que gracias a ella podemos llegar a triunfar en la vida, ya que como se dice, mucho del triunfo viene más de la perseverancia que del talento. En la vida cristiana es lo mismo, pero como debemos perseverar en la vida cristiana. Al estudiar la vida del profeta Eliseo podemos encontrar algunos tips que nos ayudaran a contestar esta pregunta.

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La perseverancia de Eliseo


                        I.         ABANDONAR NUESTRA VIEJA VIDA.


En primer lugar, si queremos perseverar en nuestra vida cristiana debemos abandonar nuestra vieja vida para seguir y servir a Cristo. Eliseo es un buen ejemplo de esto, ya que cuando Elías le hizo el llamamiento este acepto inmediatamente renunciando a su vieja vida tal y como lo vemos en estos versículos: Partiendo él de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que araba con doce yuntas delante de sí, y él tenía la última. Y pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto. Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías, y dijo: Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuelve; ¿qué te he hecho yo? Y se volvió, y tomó un par de bueyes y los mató, y con el arado de los bueyes coció la carne, y la dio al pueblo para que comiesen. Aquí vemos a un hombre que araba el campo con doce yuntas de bueyes lo cual nos sugiere que de alguna manera Eliseo gozaba de cierto bienestar económico ya que muy pocas personas eran capaces de poseer 12 yuntas de bueyes; pero cuando recibió el llamamiento de Elías este lo dejo todo pidiéndole que le permitiera despedirse de sus padres ya que a lo mejor no los volvería a ver y después mato a los bueyes y con el arado coció la carne para que todo el pueblo comiese, como una señal que el jamás volvería a su tierra a trabajar, y en general, jamás volvería a su antigua vida.

Para poder perseverar en la vida cristiana es importante renunciar para siempre a nuestra antigua vida, de hecho, el apóstol Pablo nos dice que como cristianos debemos despojarnos del viejo hombre: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”, (Efesios 4:22-24). Es importante que una vez nos convirtamos a Cristo abandonemos nuestras viejas costumbres que están viciadas por el pecado y que las sustituyamos por las virtudes del cristianismo, tal y como Pablo continúa diciéndolo: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”, (Efesios 4:25-32). Muchas personas que comienzan en el evangelio no perseveran porque no abandonan su vieja vida, quieren seguir con sus antiguas costumbres y no permiten que la palabra de Dios les enseñe la manera correcta de vivir, por ello retrocede lo cual desagrada a Dios: “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”, (Lucas 9:62).

                      II.         JAMÁS APARTARNOS DE CRISTO.


“Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Descendieron, pues, a Bet-el. Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el, le dijeron: ¿Sabes que Jehová te
quitará hoy a tu señor de sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó. Y se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? El respondió: Sí, yo lo sé; callad”.
2 Reyes 2:1-5

Otra de las razones por las cuales los cristianos podemos perseverar es porque no nos apartamos nunca de Cristo, y Eliseo es un buen ejemplo de ello. Aun cuando Eliseo sabia que Elías iba a ser arrebatado al cielo, el nunca se aparto de su presencia porque quería recibir una doble unción de su parte. Sabia que si le perdía de vista no se daría cuenta del momento en el cual seria arrebatado su maestro. De igual forma, nosotros los cristianos debemos permanecer cerca de Cristo, porque si nos alejamos de su presencia no seremos capaces de vencer las diferentes pruebas y tentaciones que vienen a nuestras vidas. Por esta razón Jesús dijo: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden”, (Juan 15:4-6). Una de las principales claves para permanecer firmes en los caminos del cristianismo es jamás apartarnos de Cristo.

                    III.         ANHELAR FUERTEMENTE LAS COSAS ESPIRITUALES.


“Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. Él le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; más si no, no”.
2 Reyes 2:9-10

Otras de las formas de como el cristiano puede perseverar en la vida que Cristo le ofrece es a través de anhelar enormemente las cosas espirituales. Una vez mas Eliseo fue un buen ejemplo de ello ya que la razón por la cual no se separaba de Elías es porque anhelaba una doblo porción del espíritu que había en su maestro. Al final Eliseo lo logro y basta leer la Biblia para darnos cuenta de las grandes proezas que hizo con la ayuda del Espíritu de Dios. Como hijos de Dios no debemos amar este mundo ni las cosas que ellas hay ya que nos puede seducir al pecado: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, (1 Juan 2:15-17). Nuestra principal prioridad en la vida debe ser concentrarnos en las cosas espirituales y no en el pecado que este mundo ofrece: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”, (Colosenses 3:2-3). Cuando esto es así jamás nos separaremos del camino que nos lleva a heredar todas sus promesas, dones y la vida eterna.

CONCLUSIÓN.


Eliseo es un buen ejemplo de perseverancia en los caminos de Dios, ya que durante su vida logro ganar el favor del Señor como profeta al realizar grandes proezas que incluso hoy en día dejan maravillados a aquellos que las estudian. Como creyente podemos aprender de el con el fin de saber que debemos hacer para perseverar en la vida cristiana:

1.     Abandonar nuestra vieja vida.
2.     Jamás apartarnos de Cristo.
3.    Anhelar fuertemente las cosas espirituales