lunes, 25 de septiembre de 2017

Jesús camina sobre las aguas (Mateo 14:22-33)



“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio de la mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”.
Mateo 14:22-33

Introducción


                 Llegamos a uno de los pasajes épicos de la cristiandad, la historia de Jesús caminando sobre el mar. Este pasaje aparece también en Marcos 6:45–52 y Juan 6:16-21, llevando la misma secuencia de la narración de los sucesos, la multiplicación de los panes y los peces y la tempestad que es calmada por Jesús, con algunas variantes. En Mateo y Marcos se nos cuenta que los discípulos se embarcaron mientras Jesús despedía a las multitudes, los discípulos se asustaron, pensando que Jesús era un fantasma. En Juan no se nos da el detalle del fantasma, y sólo Mateo relata el intento de Pedro de ir hacia Jesús caminando sobre el agua. Una vez más Mateo nos presenta en estos versículos la autoridad que Jesús tiene sobre la naturaleza, en primer lugar porque camina sobre las aguas desafiando las leyes naturales, segundo, hace que Pedro también camine sobre las aguas, y finalmente, calma la tempestad.

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Jesús camina sobre las aguas

Jesús se aparta de sus discípulos


“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo”.
Mateo 14:22-23

                En estos versículos vemos a Jesús pidiéndoles a sus discípulos que entraran en una barca y se fueran delante de Él a la otra ribera mientras despedía a las multitudes, y de acuerdo a Marcos sabemos que les pidió que se fueran a Betsaida: “En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud”, (Marcos 6:45), pero ¿por qué lo hizo? ¿Por qué no se fue con ellos? Juan nos da una pista: “Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo”, (Juan 6:14-15). El milagro de la multiplicación de los panes y los peces había sido tan sorprendente que la gente quería volverlo rey y así comenzar una rebelión en contra de los romanos pensando que el Mesías los conduciría en esta misión de liberación, pero lo cierto es que Jesús no estaba allí para conducir una revolución sino para liderar una liberación espiritual. Fue por eso que Jesús pensó enviar a sus discípulos adelante a la otra rivera mientras Él calmaba a las multitudes y luego decidió apartarse a un lugar solitario a orar: Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. No cabe duda que la costumbre de apartarse a un lugar solitario y orar era muy importante para Jesús y esto lo vemos en Lucas: “Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Más él se apartaba a lugares desiertos, y oraba”, (Lucas 5:15-16), o en Marcos: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”, (Macos 1:35).

La Terrible Tempestad


“Y ya la barca estaba en medio de la mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”.
Mateo 14:24-27

           De acuerdo a Juan, los discípulos habían remado alrededor de veinticinco a treinta estadios, que equivalen aproximadamente a unos 5 ó 6 kilómetros: “Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos. Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba. Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo. Mas él les dijo: Yo soy; no temáis”, (Juan 6:17-20), y un viento contrario se había levantado amenazando con una tormenta, lo cual los había dejado muy exhaustos y Jesús los veía: “y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles”, (Marcos 6:47-48). La cuarta vigilia había caído, lo que significa que era entre las 3:00 A.M. y 6:00 A.M. lo cual nos sugiere que estaba bastante oscuro lo cual debió haber causado un ambiente de mayor temor al verse cansados y las olas que posiblemente los alejaba cada vez más de la orilla. Cuando las fuerzas desaparecían de los cansados brazos de los discípulos Jesús se decidió a acudir a ellos, y eso es lo que Jesús hace con nosotros cuando las fuerzas parecen desaparecer, y creemos que las olas contrarias de las adversidades nos arrasaran, Jesús acude a nuestra ayuda para impedir que nos hundamos en las dificultades. Los discípulos estaban tan cansados que cuando vieron acercarse a Jesús se asustaron y lo confundieron con un fantasma, pero Él los alentó hablándoles en medio de la madrugada para crear en ellos confianza: “Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;  porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”, (Marcos 6:49-50). Que hermoso es saber que cuando sentimos desmallar en medio de las adversidades hay uno que está cerca de nosotros y evitará que nos hundamos: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”, (Isaías 43:2). Esta promesa nos pertenece, debemos estar conscientes que Jesús jamás permitirá que nuestra barca se hunda, sin importar lo fuerte que sea la tormenta que estemos atravesando.

El Impetuoso Pedro


“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”.
Mateo 14:28-33

                 Este detalle de Pedro pidiéndole a Jesús que lo hiciera caminar sobre las aguas es exclusivo de Matea ya que no aparece en Marcos o Juan durante el relato de la historia. Lo cierto es que nos presenta un poco acerca de la personalidad de este apóstol. Lo primero que vemos en estos versículos es el carácter impulsivo de Pedro lo cual lo hacía reaccionar si pensar en las consecuencias: Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. De alguna forma, su carácter impetuoso le ayudaba experimentar experiencias sobrenaturales que a los otros discípulos, tal y como lo vemos ahora caminando sobre las aguas. En ocasiones su carácter impulsivo lo llevo a realizar grandes declaraciones de fe: “Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, (Mateo 16:16). Pero en otras lo metían en problemas tal y cuando negó tres veces a Jesús a pesar que se le advirtió que lo haría, con todo el no escucho: “Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo”, (Mateo 26:33-35). En esta ocasión vemos como su carácter impulsivo lo metió en problemas ya que al no pensar bien lo que hacía a veces no se consideraba todo lo que iba a enfrentar y se preparaba adecuadamente: Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!. Es hermoso ver la relación de confianza que existía entre Jesús y Pedro ya que al verse rodeado por las olas y sentir los fuertes vientos tuvo miedo y la fe le falló de tal forma que comenzó a hundirse por lo que comenzó a gritar pidiéndole a Jesús que le ayudará, y ante esto nuestro Señor lo ayudaba y lo reprendía por su falta de fe: Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Esta historia nos enseña la importancia de considerar bien todo lo que vamos a hacer, ya que Dios no espera que seamos impulsivos para hacer las cosas, sino las consideremos bien y seamos sabios para actuar, incluso Jesús pide que se considere bien el precio de convertirse en sus discípulos: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz”, (Lucas 14:28-32). Por otro lado también se nos pide ser personas de fe, y generalmente la fe mira las cosas que no son como si fueran. Pedro comenzó a ver las olas y el fuerte viento y entonces comenzó a hundirse, de igual forma nosotros debemos ser cuidadosos para no enfocarnos más en los problemas y lo difícil de la situación porque entonces nos hundiremos, al contrario debemos mantener nuestra mirada y fe en Jesús quien nos dará la victoria, y si nos metemos en problemas por nuestra imprudencia, como Pedro clamemos a Jesús que Él vendrá en nuestra ayuda, pero pidámosle a Dios sabiduría para no vernos en estas situaciones difíciles. Como sea tampoco podemos criticar a este increíble hombre llamado Pedro porque no cabe duda que durante su vida tuvo una increíble relación con Jesús ya que debido a su extrovertida e impetuosa personalidad llego a convertirse junto con Juan y Jacobo en uno de los miembros del círculo íntimo de Jesús y por ello experimento grandes momentos como este, o cuando vio la transfiguración de Jesús, o cuando vio a Jesús resucitar a la hija de Jairo. Después que Pedro clamo Jesús lo ayudo a subir en la barca y todos se quedaron maravillados de su increíble autoridad sobre la naturaleza porque hasta las aguas se calmaron: cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. Que increíble es pensar que no importa lo terrible que sea la tormenta que pasemos, Jesús tiene poder para calmarlas y mantener nuestra barca a flote.




La mayor de las virtudes cristianas (1 Corintios 13:8-13)



“El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; más cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”.
1 Corintios 13:8-13

INTRODUCCIÓN


                 Llegamos al final del capítulo 13, de esta sorprendente carta del amor en el Nuevo Testamento. Ya Pablo nos ha explicado el concepto del verdadero amor, no un amor que es producto de una pasión o interés por lo que otros han hecho por nosotros, no se compara a la estima que surgen entre los amigos o al afecto que se desarrolla entre la familia, va más allá de eso está basado en la voluntad, es sacrificado y entregado, no busca su propio bien sino el del prójimo, ya vimos también como el cristianismo introdujo la palabra al uso del vocablo griego para definir este tipo de amor que caracteriza al cristianismo y en la última oportunidad vimos las características del amor cristiano y ahora el apóstol termina exaltando al amor como la más grande de todas las virtudes cristianas.

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La mayor de las virtudes cristianas 

EL AMOR JAMÁS DEJARÁ DE SER


“El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará”.
1 Corintios 13:8

              El cristianismo posee muchas virtudes como la humildad, la fe, la esperanza, la bondad, la fidelidad, la integridad, la templanza, la paz, la paciencia; y también se manifiesta a través de muchos dones y promesas gloriosas, pero ente todas ellas el amor es la mayor de las virtudes porque jamás dejará de ser. Pablo nos dice que un día las profecías acabaran, y posiblemente se refiere a la manifestación del don de profecía que el apóstol explica en el capítulo 12, y según vimos este tiene como finalidad exhortar, consolar y edificar: “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación”, (1 Corintios 14:3). Este don de profecía es una manifestación por medio del cual Dios habla a su pueblo inspirando a través del Espíritu Santo a aquel creyente que posee este don para animar, consolar y edificar, no en el sentido de una nueva revelación que traiga algo extra de lo que la Biblia dice, porque ya el Canon fue cerrado y se advierten las duras consecuencias para los que quiten o agreguen algo a las Sagradas Escrituras en Deuteronomio 4:2 y Apocalipsis 22:19. Lo cierto es que un día este don cesara pero el amor trascenderá más allá en la eternidad en nuestra relación con nuestro Dios. También dice que el don de lenguas que es una manifestación sobrenatural mediante la cual aquel que lo posee habla con Dios en lengua extraña y se edifica así mismo llegará a su fin: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios… El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica”, (1 Corintios 14:2,4). Aún toda ciencia y conocimiento llegara a su fin, pero el amor prevalecerá en la eternidad. Por esto el amor es la mayor de las virtudes cristianas porque trascenderá más allá de la eternidad y se manifestará a través del amor entre Dios y su pueblo.

EL AMOR DE DIOS NOS PERFECCIONARÁ


“Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; más cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”.
1 Corintios 13:9-12

                 El amor es la mayor de las virtudes cristianas porque gracias a él seremos perfeccionados delante de Dios. Hoy por hoy somos perfeccionados en el amor de Dios y este es un proceso que culminara cuando lleguemos a su presencia: “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”, (1 Juan 4:16-18). En el evangelio, todo es por amor, fue por su amor que fuimos creados, fue por su amor que Cristo murió por los pecadores, fue por su amor que recibimos todas sus promesas, es por su amor que su misericordia se extiende cada día a nuestra vida y por tanto, es el amor de Dios que nos perfecciona día a día hasta llegar a la meta final y podamos verle cara a cara. Sin embargo, hoy en día nos falta llegar a la estatura del varón perfecto y aunque Dios nos ha dado sabiduría y nos ha revelado su palabra, no todas las cosas pueden sernos fácil de comprender, aún existen muchos misterios que no logramos comprender al 100%, aun en la Biblia existen pasajes difíciles de comprender y los teólogos no se ponen de acuerdo en cuanto a su mejor interpretación. Por ello Pablo nos dice que en parte conocemos y en parte profetizamos, pero cuando estemos delante del Señor y seamos perfeccionados en el amor de Cristo conoceremos tal y como debe de ser: Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.  Pablo ilustra esta verdad bíblica con dos símiles. El primero compara esta verdad con un niño el cual por su corta edad no logra comprender las cosas de adulto, pero conforme crece y madura ve las cosas de la vida con otra perspectiva: Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; más cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. En segundo lugar, compara esta verdad con verse en un espejo. En el antiguo tiempo los espejos no reflejaban una imagen tan clara como los que hoy tenemos, al contrario eran generalmente hechos de materiales metálicos bien pulidos que reflejaban una imagen un poca oscura y deformada de aquellos que se miraban en ellos, pero Pablo sabía que un día vería las cosas claramente, no como por un espejo: Ahora vemos por espejo, oscuramente; más entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.

EL AMOR EL MAYOR DE LAS VIRTUDES CRISTIANAS

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”.
1 Corintios 13:13

                Como ya lo hemos dicha antes, el cristianismo abraza grandes virtudes como la fe, la esperanza y el amor, pero la mayor de todas es el amor porque gracias a él cada creyente es perfeccionado delante de Dios en aquel propósito para el cual nos ha llamado. Todo en el cristianismo es por amor, y por amor un día estaremos delante de su presencia y seremos perfeccionados para pasar una eternidad de gloria junto a Él: Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. Sin duda alguna no hay otra virtud tan grande como el amor ya que de ella se desprenden las demás y como lo dice Salomón nada puede extinguirlo y su precio es incalculable: “Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían”, (Cantares 8:7).



jueves, 21 de septiembre de 2017

Una salvación tan grande (Hebreos 2:3)



¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron”.
Hebreos 2:3

INTRODUCCIÓN


En la carta a los Hebreos se nos exhorta a ser diligentes para no descuidar una salvación tan grande la cual ha sido provista por nuestro Dios. Cuando pensamos en las palabras que el autor utiliza, una salvación tan grande, nos hace pensar en lo grande y maravillosa que realmente es la obra expiatoria que nos ha librado de la condenación eterna. Pero, ¿por qué decimos que la salvación que Dios nos ofrece es grande? Veamos en esta ocasión al menos tres razones.

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Una salvación tan grande

                                I.            PORQUE NOS SALVA DE LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO.


Colosenses 2:13-15

En primer lugar, es una salvación tan grande porque nos salva de las consecuencias del pecado. La consecuencia del pecado es la condenación eterna y por ello en las Escrituras se nos exhorta a huir del pecado y buscar la misericordia de Dios: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, (Romanos 6:23). En Colosenses se nos dice que gracias a la salvación que Dios nos ofrece nos libró de:
1.       La condenación eterna, perdonando nuestros pecados y anulando el acta que nos acusaba: Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.
2.       Liberándonos del poder del diablo y sus demonios: y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

De esta forma hoy somos libres de la condenación eterna y del imperio de Satanás ya que hemos venido a ser hijos de Dios.

                             II.            PORQUE ES GRACIAS A LA OBRA EXPIATORIA DEL HIJO DE DIOS.


“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osará morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Romanos 5:6-8

En segundo lugar, es una salvación tan grande porque es gracias a la obra expiatoria de Cristo Jesús el Hijo de Dios. Nuestra salvación no consiste en las obras que nosotros u otro hombre pueda hacer, sino está basada en la obra de Cristo y por eso Pablo decía: Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osará morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Como seres pecadores nuestras justicias jamás lograrían agradar a Dios y ser suficientes como para salvarnos de la condenación eterna, de allí que Isaías dice: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”, (Isaías 64:6). De esta forma ningún sacrificio lograría ser aceptable delante de Dios para redimirnos de nuestros pecados: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”, (Hebreos 10:1-4). Por ello, Dios envió a su Hijo para hacer aquello que nosotros no lograríamos, ofrecer un sacrificio perfecto por todas nuestras maldades: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”, (Hebreos 9:28). En este sentido nuestra salvación realmente es tan grande porque es gracias al sacrificio de Cristo Jesús.

                          III.            PORQUE ES GRATUITA.


“Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”.
Romanos 3:24

            Finalmente, nuestra salvación es una salvación tan grande porque es gratuita. Definitivamente la gran bondad de Dios se muestra en el sentido de que la salvación de nuestra alma no se gana por obras o méritos humanos sino es un don gratuito que Dios otorga: Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Desde el Antiguo Testamento Dios ha venido anunciando lo maravillosa que sería su salvación y que esta sería gratuita: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura”, (Isaías 55:1-2). Ahora bien, esta salvación es un regalo de Dios no porque no valga nada, sino al contrario, su precio es incalculable ya que vale la sangre del Hijo de Dios y nadie podría reunir los suficientes méritos o las suficientes riquezas como para comprarla. Es esta la razón por la cual la salvación no es por obras, sino a través de la fe en el Hijo de Dios: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, (Efesios 2:8-9). Por esta razón decimos que es una grande salvación.

            CONCLUSIÓN.


            La salvación que el Señor nos ofrece es un don tan grande cuyo valor expiatorio es incalculable debido a las siguientes razones:

1.       Porque nos salva de las consecuencias del pecado y el infierno.
2.       Porque se obtiene a través del sacrificio expiatorio de su Hijo.
3.       Porque es gratuita, no por obras, sino por fe.



miércoles, 20 de septiembre de 2017

¿Eres tú aquel Daniel? (Daniel 5:13-17)


“Entonces Daniel fue traído delante del rey. Y dijo el rey a Daniel: ¿Eres tú aquel Daniel de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea? Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se halló luz, entendimiento y mayor sabiduría. Y ahora fueron traídos delante de mí sabios y astrólogos para que leyesen esta escritura y me diesen su interpretación; pero no han podido mostrarme la interpretación del asunto. Yo, pues, he oído de ti que puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si ahora puedes leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura, y un collar de oro llevarás en tu cuello, y serás el tercer señor en el reino. Entonces Daniel respondió y dijo delante del rey: Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey, y le daré la interpretación”.
Daniel 5:13-17

INTRODUCCIÓN


Estos versículos del libro de Daniel nos narran la ocasión cuando Belsasar realizo un banquete donde invito a mil de sus príncipes y cuando estos se vieron borrachos mandaron a traer los utensilios del templo lo cual provocó la ira de Dios y apareció una mano que escribió en la pared: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. Ante esto el espíritu de Belsasar desmayo y fueron traídos todos sus sabios y magos los cuales no le pudieron resolver el misterio. Ante esto la madre de Belsasar le sugirió que buscara a un tal Daniel que años atrás había resuelto sueños y misterios parecidos gracias a la presencia de Dios en su vida. Ante esto Belsasar llama a Daniel que para este momento era casi 70 años más viejo y la pregunta era: ¿acaso sería este el mismo Daniel que resolvía sueños? ¿estaría en él aun la presencia de Dios?



                                I.            UNA PREGUNTA QUE NOS HACE REFLEXIONAR.


“Entonces Daniel fue traído delante del rey. Y dijo el rey a Daniel: ¿Eres tú aquel Daniel de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea?”.

En primer lugar, encontramos una pregunta que nos hace reflexionar. Para este tiempo habían transcurrido cerca de 70 años desde que Daniel había sido deportado de Jerusalén y había dado aquellas importantes revelaciones a Nabucodonosor, y si para aquel tiempo él tenía 13 años, era de esperarse que para este momento tuviera no menos de 80 años de edad. Después de tanto tiempo Belsasar se preguntaba: ¿Será este el mismo Daniel que interpretaba sueños? ¿Acaso la presencia de Dios continuará en él después de tantos años? Lo cierto es que después de casi 70 años, a sus aproximados 83 años la presencia de Dios continuaba como cuando tenía 13 años. Esto nos hace reflexionar en cuanto a nuestra vida espiritual. Muchos comenzamos con gran entusiasmo en la vida cristiana sirviéndole al Señor y trabajando duramente en su obra, pero conforme pasa el tiempo muchos menguan el tiempo que pasan con Dios, su lectura bíblica, su tiempo de oración y hasta la calidad en el servicio ya no es la misma; y otros simplemente retroceden. Algunos con el paso del tiempo ya no son los grandes servidores y cristianos consagrados del pasado, pero Daniel a pesar de las vicisitudes y los reinos por los que había pasado continuaba siendo el mismo hombre lleno del poder de Dios. En la Biblia encontramos versículos que nos exhortan a cuidar nuestra vida espiritual e ir creciendo siempre: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”, (Proverbios 4:18). El apóstol Pablo nos anima a mantenernos firmes creciendo en la obra del Señor siempre: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”, (1 Corintios 15:58). Y el apóstol Pedro nos dice que debemos crecer en la gracia y conocimiento de nuestro Señor Jesús: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”, (2 Pedro 3 18). Por tanto, también nosotros los cristianos tenemos que crecer y nunca retroceder en esta vida.

                             II.            LA CLAVE EN LA CONSTANCIA DE DANIEL.


“Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se halló luz, entendimiento y mayor sabiduría”.

Belsasar había oído como la presencia de Dios había estado siempre con Daniel y aún a sus 83 años seguía tan fuerte como cuando era un adolescente. La pregunta sería: ¿Cómo mantenerse constante, creciendo en la gracia y conocimiento de nuestro Señor Jesucristo? Si vemos la vida de Daniel podemos encontrar la respuesta.

1.       Cuido de no contaminarse con las cosas de este mundo.


“Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”.
Daniel 1:8

En primer lugar, Daniel cuido de no contaminarse con las cosas de este mundo. Muchos se debilitan porque permiten que el mundo los contamine con sus deleites y vanidades, pero la Biblia nos exhorta a renovar nuestra mente y que permitamos ser transformados por el poder de su palabra: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, (Romanos 12:2).

2.       Siempre buscó la iluminación de la palabra de Dios.


“En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Belsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión”.
Daniel 10:1
                 Otra característica que ayudo a Daniel a mantenerse en la presencia de Dios fue su constante búsqueda de la iluminación de la palabra de Dios. De igual forma nosotros debemos amar su palabra y conocerla sabiendo que ella es la que edifica nuestra vida, alimenta y fortalece nuestra alma: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor”, (1 Pedro 2:1-3).

       3.       Fue un hombre de oración.


“Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes”.
Daniel 6:10

No cabe duda de que la oración juega un papel muy importante en la constancia y crecimiento del cristiano ya que es la única forma de mantener la comunicación con nuestro Dios y es la forma bíblica de cómo recibiremos la repuesta a nuestras necesidades: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”, (1 Juan 15:14-15).


                          III.            LA NECESIDAD DE HOMBRES Y MUJERES QUE LLEVEN LA LUZ A ESTE MUNDO DE TINIEBLAS.


“Y ahora fueron traídos delante de mí sabios y astrólogos para que leyesen esta escritura y me diesen su interpretación; pero no han podido mostrarme la interpretación del asunto. Yo, pues, he oído de ti que puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si ahora puedes leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura, y un collar de oro llevarás en tu cuello, y serás el tercer señor en el reino. Entonces Daniel respondió y dijo delante del rey: Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey, y le daré la interpretación”.

            Finalmente, podemos ver la necesidad que Belsasar tenía que un hombre lleno del poder de Dios le revelara el significado de las palabras escrita en la pared. De igual forma hoy en día este mundo continúa teniendo la necesidad que se le comparta el mensaje del evangelio y es importante que nosotros también nos mantengamos firme anunciándola y enseñándola a todos los que podamos, que los años pasen y nos volvamos viejos, pero que jamás perdamos el entusiasmo por predicar su palabra y su gloriosa presencia en nuestra vida.

CONCLUSIÓN.


            La constancia y perseverancia de Daniel en los caminos de Dios nos hace preguntar: Después de tantos años, ¿hemos crecido en los caminos de Dios? ¿Continuamos siendo los mismos servidores o hemos menguado la calidad de nuestro servicio? Nuestro principal enfoque tiene que ser mantenernos firmes y constantes creciendo en la obra del Señor siempre a pesar de que los años pasen: Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”, (1 Corintios 15:58).





lunes, 18 de septiembre de 2017

Las Virtudes Verdadero del Amor (1 Corintios 13:4-7)



“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
1 Corintios 13:4-7

INTRODUCCIÓN


                En estos versículos el apóstol Pablo nos describe la grandeza del amor a través de presentarnos las virtudes que lo definen como tal. Estos versículos de 1 Corintios 13 son una descripción clara de lo que el amor hace y no hace, son una descripción de la verdadera naturaleza del amor. En el griego original se utilizan ciertos verbos que dificultan encontrar una traducción apropiada en español y allí que podamos ver como esta lista de cualidades varia de traducción a traducción. Por ejemplo, la NVI traduce estos versículos con estas palabras: “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. La Biblia DHH lo traduce de esta forma: “Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo”. Y así podríamos revisar otras versiones de la Biblia donde algunas palabras varían ligeramente, pero esto se debe a lo difícil que resulta en ocasiones encontrar la mejor traducción para dichas palabras griegas. Veamos en que consiste cada característica.

las-virtudes-del-amor
Las Virtudes Verdadero del Amor

EL AMOR ES PACIENTE EN SU TRATO CON LOS DEMÁS


“El amor es sufrido…”
1 Corintios 13:4

          En primer lugar se nos dice que el amor es sufrido. La palabra sufrido proviene del griego makrozumía (μακροθυμία) lo cual literalmente significa “lejos de enojarse”. En este sentido su uso se aplica a la paciencia que se debe tener respecto a sus semejantes. Crisóstomo la describe como el espíritu que tiene poder para vengarse, pero no se venga. Makrozumía es el espíritu que soporta los insultos y las injurias sin amargura ni queja. “Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados,  vístanse de afecto entrañable y de bondad,  humildad,  amabilidad y paciencia (makrozumía, μακροθυμία) de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro.  Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes” (Colosenses 3:12-13, NVI). La Biblia nos exhorta a ser pacientes los unos a los otros en cuanto al trato personal a través de un verdadero amor, bondad y humildad. Nos enseña a perdonar las ofensas de los demás, así como Jesús nos perdonó todas nuestras transgresiones. Efesios 4:2 nos pide ser humildes y mansos. Estas fueron las actitudes que demostró Jesús cuando estuvo en la tierra. Se trata de actitudes que no afloran naturalmente, sino que deben cultivarse con la determinación de colocar al otro por sobre uno mismo. Sólo el Espíritu Santo puede darnos la capacidad de actuar de este modo con los demás en forma constante. El texto nos dice: soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor. La palabra “sopórtense” proviene del griego anéjomai (ἀνέχομαι) y se utiliza en el sentido de sobrecargar o sobrellevar; no obstante, el uso que Pablo le da a este vocablo tiene una connotación positiva. Denota la idea de ser paciente frente a las debilidades de los demás. A menudo le pedimos a Dios que tenga paciencia con nuestras debilidades, sin embargo, no ejercemos este mismo tipo de paciencia con los demás. Lo que nos permite conocer mejor el sentido de esta palabra es el hecho de que el Nuevo Testamento se la aplica repetidas veces a Dios: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad (makrozumía), ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”, (Romanos 2:4, RV60). Si Dios hubiera sido un hombre, habría “perdido la paciencia” con el mundo por su desobediencia hace mucho tiempo. El cristiano debe tener con sus semejantes la paciencia que Dios ha tenido con él innumerables veces, sabiendo sobrellevar las imperfecciones de sus semejantes con gran paciencia, y esto es una de las características del verdadero amor.

EL AMOR ES BENIGNO


“el amor… es benigno…”
1 Corintios 13:4

                   En segundo lugar, el amor es benigno y esta palabra se traduce del griego jresteúomai (χρηστεύομαι), la cual a su vez proviene de la palabra griega jrestós (χρηστός), y esta también puede traducirse como amabilidad o a veces como misericordia. Esta misma palabra aparece en el listado del fruto del Espíritu en la carta a los Gálatas: “En cambio, el fruto del Espíritu…  benignidad (jrestótes, χρηστότης)”, (Gálatas 5:22). En su sentido etimológico la palabra benigno significa algo o alguien que no causa daño, y en su carta a los Efesios, capítulo 4, versículo 32 el apóstol Pablo desarrolla a profundidad este concepto ya que nos dice cómo debemos ser benignos, es decir, amables (jréstós), y de acuerdo a sus palabras esto se logra siendo misericordiosos con las demás personas, sabiendo perdonar así como Dios nos ha perdonado a nosotros: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”, (Efesios 4:32). Los griegos definían jrestós (χρηστός) como la disposición del corazón para considerar los asuntos de los demás como si fueran propios. Su enfoque está en considerar a los demás antes que a uno mismo, lo que provoca que sea bueno en todos sus aspectos. Así, en una sola palabra, jrestós (χρηστός), Pablo establece la ley de las relaciones personales: Debemos tratar a los demás como Jesucristo nos ha tratado a nosotros, con suma amabilidad. En sí, jrestós (χρηστός) revela un carácter generoso y no áspero, incapaz de hacer daño. La cualidad de la amabilidad se destaca prioritariamente en las relaciones con los demás. Como seres humanos, Dios nos creó mayoritariamente sociables, y es allí donde radica su importancia. Muchos de los problemas dentro de la iglesia vienen de las malas relaciones las cuales afectan la unidad de la misma. Por tanto, la benignidad es una característica del verdadero amor.

EL AMOR NO TIENE ENVIDIA


“El amor no tiene envidia…”
1 Corintios 13:4

                 En tercer lugar, se nos dice que el amor no tiene envidia. La palabra envidia proviene del griego dseleo (ζηλόω) y describe a una persona celosa en exceso, que desea desmedidamente las cosas a tal punto que llega a codiciar lo que otros tienen. Los celos son una respuesta emocional que surge cuando una persona percibe una amenaza hacia algo que considera como propio; sin embargo, estos se vuelven dañinos cuando son tan excesivos que impulsan a la persona que los tiene a ser controlador y posesivo. En la Biblia encontramos como estos celos pueden ser dañinos si provienen de un corazón envidioso. Por ejemplo, Caín tuvo celos de su hermano Abel porque sus obras y ofrendas eran mejores y termino asesinándolo: “Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”, (1 Juan 3:11-12). Los hijos de Jacob vendieron a su hermano José a los madianitas por celos: “Y sus hermanos le tenían envidia, más su padre meditaba en esto”, (Génesis 37:11). Los sacerdotes de Jerusalén se llenaron de celos de los apóstoles y por eso los echaron en la cárcel: “Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública”, (Hechos 5:17-18). En general podemos ver que los celos excesivos y envidiosos no van en armonía con el amor. Por otro lado, esta palabra también describe a alguien que se pone celosa por las cosas que otras personas tienen a tal punto que llega a codiciarlas. En la Biblia se nos enseña a no codiciar las cosas de los demás: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”, (Éxodo 20:17). Por tanto, el amor es incapaz de experimentar estos sentimientos de envidia.

EL AMOR NO ES JACTANCIOSO


“El amor no es jactancioso…”
1 Corintios 13:4

                 En cuarto lugar, el amor no es jactancioso. Esta palabra proviene del griego perpereúomai (περπερεύομαι), la cual efectivamente describe a una persona que le gusta alabarse a sí misma. La jactancia o arrogancia es una actitud que Dios desaprueba. El problema con la arrogancia es que no sabe darle gloria a Dios por las cosas que logra o tiene, sino se lo atribuye a sus propias fuerzas. Por ejemplo, Nabucodonosor es un buen ejemplo de un arrogante que por no reconocer a Dios en sus caminos fue humillado a través de una locura que lo hizo creerse un animal del campo: “Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere. En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves”, (Daniel 4:29-33). Por tanto, es imposible que el amor sea jactancioso ya que es una actitud pecaminosa que Dios desaprueba completamente, al contrario, el verdadero amor sabe reconocer que todo lo que tiene y ha logrado es gracias al Señor: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy”, (1 Corintios 15:10).

EL AMOR NO SE ENVANECE


“El amor no se envanece…”
1 Corintios 13:4

               También se nos dice que el amor no se envanece. Ser jactancioso parece ser igual a decir que alguien está envanecido, pero si revisamos la palabra griega que Pablo utilizo encontraremos que proviene de fusióo (φυσιόω) que en su sentido literal significa estar inflado, y en su sentido natural describe a una persona fanfarrona. Por un lado, una persona jactanciosa es alguien que presume de sus habilidades o logros cuando alguien está cerca de ella, pero fusióo describe a alguien siempre esta envanecida y que a simple vista refleja orgullo y considera a los demás como a inferiores. Generalmente una persona que se envanece refleja varias características pecaminosas, por ejemplo, de acuerdo a Proverbios una persona que se envanece es alguien jactancioso, orgulloso y altivo: “Altivez de ojos, y orgullo de corazón, y pensamiento de impíos, son pecado”, (Proverbios 21:4). En 2 Timoteo el apóstol Pablo describe el carácter impío de los falsos maestros los cuales son personas envanecidas “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”, (2 Timoteo 3:1-5). Como vemos el amor no se envanece porque convierte a las personas en seres orgullosos y altivos lo cual es un pecado aborrecible delante de Dios.

EL AMOR NO ES RUDO


“El amor… no hace nada indebido…”
1 Corintios 13:5

                 En sexto lugar, el amor no hace nada indebido. Esta afirmación proviene de una sola palabra griega que es asjemonéo (ἀσχημονέω), la cual se puede traducir cómo comportarse con rudeza o ser grosero. El verdadero amor es dulce, jamás se comporta con rudeza, ni es grosero en su trato. Generalmente la rudeza se refleja a través de nuestras palabras las cuales reflejan el carácter grosero de algunas personas. En la Biblia uno puede recordar algunas personas que fueron groseras en su trato con los demás. Por ejemplo, Nabal hablo tan imprudente y groseramente a los siervos de David que por poco provoca su propia muerte: “Y aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer, Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de Caleb”, (1 Samuel 25:3). Jeroboam sufrió la división de su reino debido a que no accedió a obedecer el consejo de los sabios de hablarles con buenas palabras al pueblo y en lugar de eso fue grosero y prepotente: “Ellos le hablaron diciendo: Si tú fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres, y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre. Pero él dejó el consejo que los ancianos le habían dado, y pidió consejo de los jóvenes que se habían criado con él, y estaban delante de él. Y les dijo: ¿Cómo aconsejáis vosotros que respondamos a este pueblo, que me ha hablado diciendo: Disminuye algo del yugo que tu padre puso sobre nosotros? Entonces los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo: Así hablarás a este pueblo que te ha dicho estas palabras: Tu padre agravó nuestro yugo, más tú disminúyenos algo; así les hablarás: El menor dedo de los míos es más grueso que los lomos de mi padre. Ahora, pues, mi padre os cargó de pesado yugo, más yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, más yo os castigaré con escorpiones”, (1 Reyes 12:7-11). No cabe duda de que el ser grosero y rudo no trae nada bueno y no contribuye en nada a las relaciones personales, en cambio el amor es incapaz de hacer algo indebido, de comportarse con rudeza y ser grosero.

EL AMOR NO BUSCA LO SUYO


“El amor… no busca lo suyo…”
1 Corintios 13:5

                  En séptimo lugar, el amor no busca lo suyo. Las palabras griegas que Pablo utiliza son dsetéo ou jeautú (ζητέω οὐ ἑαυτοῦ), y literalmente significa eso, no buscar lo suyo. En este sentido el verdadero amor no es egoísta ya que busca siempre satisfacer a los demás y su prioridad está en poner a los otros antes que a sus propios intereses. Si hay un hombre que fue ejemplo de esto fue Pablo, quien sin obtener ninguna ganancia llevo el evangelio para provecho de los corintios: “¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio”, (1 Corintios 9:18). Y de la misma forma Pablo exhortaba a los creyentes a preocuparse por el bienestar de los demás de manera sincera y sin esperar nada a cambio: “Ninguno busque su propio bien, sino el del otro… como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos”, (1 Corintios 10:24, 33). El verdadero no busca lo suyo propio, sino el bienestar de su prójimo como un cumplimiento al segundo de los mandamientos más importantes: “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, (Mateo 22:39). Este sentimiento de no buscar lo suyo sino el bien del prójimo es lo que impulso a Dios a enviar a su Hijo Jesucristo para poner su vida en rescate de muchos mostrándonos así el alcance del verdadero amor: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”, (1 Juan 4:10). Por tanto, el verdadero amor no busca lo suyo sino el bienestar del prójimo.

EL AMOR NO SE ENOJA FÁCILMENTE


“El amor… no se irrita…”
1 Corintios 13:5

               En octavo lugar, el amor no se irrita, o como lo traducen otras versiones de la Biblia no se enoja fácilmente. El término griego utilizado aquí para irritar es paraxúno (παροξύνω) y describe a una persona que es propensa a la ira, es decir, que se enoja fácilmente. El enojo es común en los seres humanos y en el griego hay dos términos que se usan generalmente para referirse a este sentimiento. La primera palabra que aparece en el Nuevo Testamento es orgé (ὀργή) que significa enojarse. La segunda palabra es zumós (θυμός) la cual puede definirse como ira, y a diferencia de orgé indica una condición más agitada de los sentimientos, una explosión de ira debido a la indignación interna llegando incluso a la venganza. Sentir enojo no es malo del todo, lo malo es llegar a la ira la cual puede llevarnos a la venganza. Uno puede ver como unos santos hombres de Dios sintieron enojo en ciertas ocasiones como cuando Pablo y Bernabé se molestaron al ver la actitud idolátrica de los habitantes de Listra: “Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces”, (Hechos 14:14). Nuestro Señor Jesús también sintió enojo y aún lo impulso a voltear las mesas de los cambistas cuando vio el negocio que tenían dentro del Templo: “Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas”, (Juan 2:13-15). No obstante, podemos ver otros casos donde la ira se ha apoderado de algunos hombres y estos no han procedido de la mejor forma. Por ejemplo, Moisés fue controlado por su ira y golpeo dos veces la roca deshonrando a Dios y como consecuencia no entro a la tierra prometida: “Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?  Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”, (Números 20:10-12). También podemos ver como la discusión entre Pablo y Bernabé los llevo a una posición de tal enojo que no pudieron ponerse de acuerdo en cuanto a si era debido llevar consigo a Marcos en su segundo viaje misionero a tal punto que se separaron: “Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están. Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos; pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra. Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre”, (Hechos 15:36-39). En este sentido la ira es un pecado que todos debemos abandonar: “Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo”, (Salmo 37:8), y en el Nuevo Testamento se nos exhorta a abandonarlo: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca”, (Colosenses 3:8). Ahora bien, en este versículo de 1 Corintios 13 Pablo utiliza la palabra paraxúno la cual nos habla de alguien que fácilmente se enoja y actúa explosivamente. Como creyentes debemos buscar la forma de no ser reactivos, de no permitir que el enojo nos controle y nuestras acciones respondan a nuestras emociones porque el verdadero amor no se enoja fácilmente.

EL AMOR NO GUARDA RENCOR


“El amor… no guarda rencor…”
1 Corintios 13:5

En noveno lugar, el amor no guarda rencor. La palabra rencor se traduce del griego logídsomai (λογίζομαι) que sugiere la idea de contabilizar algo en inventario. En este sentido se refiere a la acción de guardar un registro de todos los agravios recibido. El problema con esto es que con el tiempo todos estos resentimientos se convierten en raíces de amargura en el corazón y esto provoca desprecio y odio hacia las personas que nos han ofendido. En el sermón del monte Jesús puso a la ira como un pecado tan grave como el homicidio: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante”, (Mateo 5:21-26). El paralelismo climático de Jesús ilustra la gravedad del asunto. Primero el enojo es semejante a un crimen que debe juzgarse ante los tribunales locales de la aldea, pero el enojo da paso a insultos llamándolo necio lo cual equivale a un crimen que debe juzgarse en un tribunal más serio como el Sanedrín, y finalmente despierta el odio que se expresa en palabras más hirientes como fatuo o tondo lo cual es un pecado digno del infierno. Jesús nos dice que lo mejor es ir y ponerse de acuerdo con el adversario y lo ilustra con alguien que tiene que poner en orden sus cosas antes de ser echado a la cárcel y pagar allí todo lo que debe. De igual forma, debemos eliminar de nuestro corazón todo odio de nuestro corazón porque un día podríamos morir y pasar al infierno donde será demasiado tarde. Vivir con récores en el corazón puede llevarnos a una vida de insatisfacción debido a la amargura de corazón y en la eternidad al infierno. Por eso la Biblia nos exhorta a no permitir que el día pase y el enojo continúe en su corazón: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”, (Efesios 4:26). Ahora bien, las Sagradas Escrituras nos dan algunos consejos para contrarrestar la ira:

a)       Primeramente, reconocer nuestra conducta impulsiva e iracunda como un verdadero problema: “El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia”, (Proverbios 28:13). Si no lo reconocemos como problema jamás cambiaremos.
b)       Reconociendo que todas las pruebas y dificultades vienen a nuestra vida con el fin de desarrollar la paciencia: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”, (Santiago 1:2-3).
c)       Dejar lugar a la ira de Dios, aun en los casos de extrema injusticia y no ser nosotros los que tomemos la venganza en nuestras propias manos: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”, (Romanos 12:19).
d)       Combatir el mal con el bien no devolviendo mal con mal: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”, (Romanos 12:21), pero cómo hacerlo: orando hasta por nuestros enemigos.
e)        Comunicándonos para resolver el problema pensando bien lo que vamos a decir: La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa”, (Proverbios 19:11).

Por tanto, el amor no guarda ningún rencor y como creyentes debemos permitir que Dios sane cualquier herida del pasado y dejar que Dios pague a cada uno según sean sus obras.              

EL AMOR ES LA MANIFESTACIÓN DE LA VERDADERA JUSTICIA DE DIOS


“El amor… no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
1 Corintios 13:6-7

                Finalmente, el amor es la suma de todas las más grandes virtudes que reflejan la verdadera justicia de Dios. Aquí vemos más virtudes que el verdadero amor manifiesta y nos dice que este no se goza de la injusticia, es decir, nadie que ama puede alegrarse por el mal de otra persona, al contrario, solo saber gozarse por la verdad. También nos dice que el amor es capaz de sufrir, creer, esperar y soportar por el bien de la justicia. Aquí encontramos una serie de palabras cuya raíz griega nos revela más e cuanto a su sentido original del pensamiento cristiano. Dice que el amor todo lo sufre, es decir, stegó (στέγω), y este sufrimiento viene como consecuencia de la justicia, también el amor todo lo cree, es decir, pisteúo (πιστεύω), la cual a su vez tiene su raíz en pístis (πίστις) la palabra griega que por excelencia se traduce en el Nuevo Testamento como fe la virtud que llama lo que es como si fuera. Además, el amor todo lo espera, es decir, elpídso (ἐλπίζω), que describe una confianza creciente y segura en las promesas del Señor. Finalmente, el amor todo lo soporta, es decir, jupoméno (ὑπομένω), que describe a una persona perseverante en medio de las pruebas y generalmente se traduce como paciencia, pero no en el sentido de makrozumía (μακροθυμία) que es la paciencia con las personas, sino la paciencia con las pruebas y circunstancias adversas que le ayudan a no abandonar la esperanza en Dios. Por tanto, el verdadero amor posee todas aquellas grandes virtudes que reflejan la justicia de Dios y que son exclusivas del evangelio, el amar justicia y la verdad, la capacidad de sufrir por la justicia, la fe, la esperanza en sus promesas y la paciencia, son sin duda la manifestación de un corazón que sabe amar: El amor… no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.