sábado, 30 de abril de 2022

¿Cristianos que odian? (1 Juan 2:9-11)

 

“El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos”.

1 Juan 2:9-11

 

INTRODUCCIÓN

               El apóstol Juan continua con el desarrollo de su primera carta y quiere extenderse aun un poco más en el tema del amor hacia el prójimo. Definitivamente si hay algo que debería caracterizar al cristianismo es el amor y este debe reflejarse en la vida de todos aquellos que se hacen llamar cristianos, por tanto, para el apóstol es inconcebible la idea de alguien que profesando ser seguidor de Cristo odie o aborrezca a alguien, porque de ser así, el tal aun anda en tinieblas y vive una mentira, confiado que su religión es más que suficiente para salvarlo aun con su corazón lleno de rencor o resentimientos. Pero aquellos que andan en la luz aman a su prójimo y no hay tropiezo en ellos, por ellos nosotros debemos entender perfectamente este tema ya que muchos podrían estar engañados creyendo que son cristianos, pero no han decidido desarraigar algunas raíces de amargura que no les permiten amar a su prójimo como Dios lo desea.

 

amar-al-projimo
¿Cristianos que odian?

UNA PRUEBA QUE DETERMINA SI REALMENTE ANDAMOS EN LA LUZ

“El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo”.

Juan 2:9-10

                  Para Juan era fácil determinar si alguien andaba en la luz, es decir, si realmente era cristiano, y la prueba indiscutible era el amor; pero si este, haciéndose llamar cristiano, odiaba a alguien o demostraba su desprecio por alguna persona, el tal permanencia en tinieblas. Vemos como el apóstol Juan continúa utilizando el símil entre la luz y las tinieblas para referirse a aquellas personas que habiendo estado en sus pecados han renunciado a ellos y se han convertido a Cristo. Para Juan el hecho de ser cristiano estaba más allá de ser un simple religioso que cumplía con ciertos ritos religiosos o pertenecer a la membresía de una secta. Realmente el cristianismo se caracterizaba por amar a su prójimo. En su palabra, el Señor ya les había declarado que tenían que amar a su prójimo: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”, (Levítico 19:18). Aparte de esto, también les había ordenado amar al extranjero que habitare en sus territorios: “Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”, (Deuteronomio 10:19-21). El problema con esto es que Israel entendió que su prójimo era solamente su compatriota israelita y no las naciones que estaban alrededor de ellos y esto los llevo a aborrecer a todos los demás que no fuesen de nacionalidad israelita o extranjeros que viviesen en sus fronteras. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en el libro de los Hechos donde Pedro explica lo aborrecible que era para un judío acercarse a un gentil: “Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo”, (Hechos 10:28). También vemos como los judíos con samaritanos no se llevaban: “La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí”, (Juan 4:9). Así que definitivamente, Israel amaba a los de su propia nacionalidad, pero acostumbraban a odiar a los gentiles y samaritanos. Sin embargo, cuando Cristo vino enseño lo contrario y extendió el alcance de este mandamiento, siendo así que aun pedía amar a los enemigos: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”, (Mateo 4:55). Por tanto, ahora Jesús les enseñaba que el verdadero amor es más que un sentimiento, sino más bien una decisión que posee un gran alcance y no se limita a nuestra familia, raza o personas de nuestra misma nacionalidad. Durante su ministerio el Señor enseñó acerca de la importancia del amor, a tal punto que resumió toda la ley en tan solamente dos mandamientos relacionados a amar a Dios y al prójimo: “Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás”, (Lucas 10:25-28). Sin embargo, como ya lo dijimos, para los judíos su prójimo no se extendía más allá de sus compatriotas o tal vez los extranjeros que vivían en sus fronteras y por eso este interprete de la ley le preguntó a Jesús quién era su prójimo y es aquí donde el Señor relata la parábola del buen samaritano: “Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo”, (Lucas 10:29-37). Como vemos en esta parábola cuando hablan del levita y el sacerdote, de nada sirve ser un religioso si no hay amor en nuestras vidas, si somos incapaces de sentir misericordia por aquellos que se encuentran en situaciones difíciles, por ello Santiago decía que la verdadera religión es aquella que se guarda en santidad para Dios, pero que se preocupa por el bienestar de su prójimo: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”, (Santiago 1:27). Definitivamente, la verdadera fe se debe caracterizar por el amor y solamente aquel que ha sido transformado por el amor de Dios es capaz de amar a su prójimo, nadie que se llame cristiano debería odiar a su prójimo, nadie que diga ser creyente debería sentir resentimientos hacia sus semejantes, ya que el que está en la luz, ama a sus hermanos y en él no hay tropiezo: El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Nos gusta el hecho de que Juan dice que aquel que ama, en él no hay tropiezo, y esto es verdadero, porque aquel que ama es incapaz de serle infiel a Dios y dañar a sus prójimos ya que vive de acuerdo con la palabra de Dios y aquel que vive cumpliendo sus mandamientos morales no daña a nadie, por ello Pablo decía: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”, (Romanos 13:8-10). Considerando todo esto entendemos mejor las palabras de Agustín de Hipona: “Ama y has lo que quieras”, y esto es verdadero, porque el que realmente ama, jamás violaría los mandamientos del Señor para serle infiel o dañar a su prójimo porque ha sido perfeccionado en el amor.

 

EL QUE AUN ODIA A SU HERMANO AÚN PERMANECE EN TINIEBLAS

“Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos”.

1 Juan 2:11

                 Al final, Juan declara: Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. Por tanto, no podemos llamarnos cristianos y aborrecer a nuestro hermano, porque así hacen los religiosos, ellos cumplen con sus rituales y días en los que les corresponde visitar sus congregaciones, pero en su corazón hay odio, celos, disensiones, pleitos y otros pecados, por eso Juan dice que los tales están cegados, es decir, están ciego espiritualmente, porque están engañados que su religión es suficiente para salvarlos ignorando que su pecado están cargados de pecados y por tanto toda su vida religiosa es una mentira. Pero nosotros, los que hemos nacido de nuevo, debemos perfeccionarnos en el amor de Cristo y amar a nuestro prójimo, tal y como Él lo ha hecho.

 

domingo, 24 de abril de 2022

Acontecimientos que siguieron a la muerte de Cristo (Mateo 27:50-56)

 

“Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios. Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo”.

Mateo 27:50-56 

INTRODUCCIÓN

                Nuestro Señor Jesucristo había muerto, cumpliendo así todas las profecías del Antiguo Testamento referente a su martirio como el Mesías sufriente que moría por nuestras maldades, tal y como Isaías 53 y algunos pasajes del Salmo 22 declaraban junto con otros pasajes. Sin embargo, esto no terminaría con su muerte y los acontecimientos que ocurrieron seguidos de esta fueron un claro testimonio que aquel que había muerto en aquella cruz no era un hombre cualquier y que Dios respaldaba sus palabras. Ahora, justo después de su muerte, ocurren varios acontecimientos, algunos hechos milagrosos que confirmaron el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios y que ciertamente resucitaría.

 

acontecimiento
Acontecimientos que siguieron a la muerte de Cristo 

EL VELO DEL TEMPLO SE RASGÓ

“Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos…”.

Mateo 27:50-51

                 Mateo nos relata los acontecimientos que ocurrieron inmediatamente después de la muerte de Jesús: Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La forma de cómo nuestro Señor entrega su vida a Dios nos dice que no fue un acto de derrota o total o que su grito fue un hecho por un hombre moribundo que no sabia qué decía, al contrario, Mateo nos dice que exclamo con gran voz y Juan declara que en sus ultimas palabras declaro que su misión había sido terminada con éxito: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es”, (Juan 19:30), para finalmente entregarle su vida a su Padre: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”, (Lucas 23:46). De esta forma victoriosa nuestro Señor entrega su vida, pero inmediatamente después de su muerte ocurren varios eventos que de alguna manera daban testimonio del señorío de Jesús como Mesías. En primer lugar, se nos dice que el velo del templo se rasgó. El velo era una cortina que separaba el lugar santo del lugar santísimo en el tempo de Dios: “También harás un velo de azul, púrpura, carmesí y lino torcido; será hecho de obra primorosa, con querubines; y lo pondrás sobre cuatro columnas de madera de acacia cubiertas de oro; sus capiteles de oro, sobre basas de plata. Y pondrás el velo debajo de los corchetes, y meterás allí, del velo adentro, el arca del testimonio; y aquel velo os hará separación entre el lugar santo y el santísimo”, (Éxodo 26:31-33). Una vez al año, en Yom Kipur, en el día de la expiación, solo el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo, donde estaba el arca del testimonio y sobre el propiciatorio este rociaba la sangre para expiación de los pecados de la nación y quemaba incienso, de allí, nadie tenia acceso al este lugar, ya que la misma presencia de Dios habitaba en ese lugar y cualquiera que entrase moría: “Y Jehová dijo a Moisés: Dí a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio”, (Levítico 16:2). Es interesante ver cómo el rasgamiento de este velo representa un acto sobrenatural de Dios que daba testimonio que aquel que estaba entregando su espíritu era verdaderamente el Hijo de Dios, y decimos que fue un hecho sobrenatural, porque, como lo dice Marcos, este se rasgo de arriba hacia abajo, lo cual es una indicación que Dios lo hizo: “Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo”, (Marcos 15:38). Con esto, Dios da a entender que el acceso que antes estaba restringido para entrar a la misma presencia de Dios, ahora se abría por medio de la muerte de Cristo: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne”, (Hebreos 10:19-20). Definitivamente este fue un hecho milagroso ya que el velo que se rasgo de arriba hacia abajo no fue consecuencia del gran temblor, porque Mateo lo coloca al principio de los acontecimientos, por lo que es claro que Dios lo provoco.

 

EL GRAN TEMBLOR

“… y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros…”.

Mateo 27:51-52

          El segundo evento de carácter inesperado que ocurrió inmediatamente después de la muerte de Jesús es el gran temblor. No sabemos de cuánto fue su duración, pero al parecer fue de gran magnitud ya que provocó que las rocas se partieran y los sepulcros se abriesen. Esto debió haber causado un gran temor en las personas, especialmente en aquellos que presenciaban la crucifixión de nuestro Señor y a través de este temblor, Dios testificaba su gran dolor al ver a su Hijo amado morir por causa de nuestros pecados y la misma naturaleza les mostraba a todas las personas que allí estaban que este acontecimiento era muy relevante para la historia de la humanidad.

 

LA RESURRECCIÓN DE LOS SANTOS

“… y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos”.

Mateo 27:52-53

                 El tercer evento que ocurrió después de la muerte de nuestro Señor y que solo Mateo relata fue la resurrección de los santos. La resurrección de estos santos es un testimonio directo que anunciaba la pronta resurrección de nuestro Señor Jesús, pero ¿quiénes fueron estos santos que resucitaron? Al respecto de esto se han sugerido las siguientes respuestas. Algunos opinan que las personas que resucitaron fueron algunos santos del Antiguo Testamento, hombres que murieron esperando al Mesías, otros opinan que fueron personas judías que habían muerto recientemente en Jerusalén o en años posteriores, además se discute que tipo de resurrección fue esta. Algunos opinan que este tipo de resurrección fue para vida eterna, si esto es así este tipo de resurrección no fue como la de Lázaro, sino que nunca murieron y lo que Jesús hizo fue llevárselos al cielo el día que Él ascendió. Si este es así, significa que los primeros en resucitar para vida eterna fueron ellos y luego, tres días después Jesús, lo que hace difícil armonizar el hecho de que Jesús fue hecho primicias de los que resucitaron para vida eterna: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho… Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”, (1 Corintios 15:20, 23). Otros opinan que estos resucitaron brevemente, solo durante los 3 dias que Jesús estuvo en la tumba y murieron cuando Él resucito. La otra opinión es que estos muertos resucitaron, pero no con vida eterna, sino fue una resurrección como la de Lázaro, el cual resucito de la muerte, pero envejeció y volvió a morir. Ahora bien, se nos dice que después de su resurrección, no se hicieron presentes en la santa ciudad, o sea, Jerusalén, de inmediato, sino fue hasta después que Jesús resucitó al tercer día. Al final, este hecho sobrenatural mostraba que Jesús había vencido la muerte.

 

LA CONFESIÓN DEL CENTURIÓN

“El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.

Mateo 27:54

               En cuarto lugar, tenemos la confesión del centurión. Marcos nos dice: “Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”, (Marcos 15:39). Definitivamente este hombre creyó que Jesús era el Hijo de Dios, esto porque por ser el líder principal de una compañía de 100 soldados, estaba a cargo de la crucifixión y debió haber presenciado todo lo que ocurrió, desde los lamentos de las mujeres, la burlas de sus enemigo y de cómo en esta situación de martirio no pronuncio palabras de amargura y maldición hacia sus enemigos, antes rogaba por ellos y perdonaba al malhechor que había sido colgado a su lado, esto y otras cosas debieron haber impactado su corazón para creer. Ahora bien, Mateo también dice que también los que guardaban el área de la crucifixión junto con el centurión temieron en gran manera, por lo que es posible que no solo el centurión creyera. Aparte de esto, Lucas nos dice que aparte de este centurión que creyó, la gente que estaba allí se llenó de temor y se fue de prisa dándose golpes en el pecho: “Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho”, (Lucas 23:47-48). No podríamos decir si esta gente que se volvía golpeándose el pecho se convirtió, pero definitivamente todos estos acontecimientos los impactaron en gran manera y entendieron que el que había muerto en esa cruz no era cualquier hombre. Como haya sido, la conversión de un alma es un hecho milagroso que solo Dios puede operar en el corazón del hombre y aquel día este centurión creyó en el Hijo de Dios y así se cumplieron sus palabras cuando dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir”, (Juan 12:32-33).

 

LAS MUJERES QUE PRESENCIARON TODO

“Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo”.

Mateo 27:50-56

               Finalmente tenemos que las mujeres que le servían a Cristo durante su ministerio miraron de lejos todo lo que estaba pasando: Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Mateo nos dice que eran muchas las mujeres que miraban de lejos lo que pasaba y esto nos enseña el gran amor que sentían hacia su Maestro, durante su ministerio estas le habían servido fielmente y a pesar de que los discípulos lo habían abandonado, a excepción de Juan que estaba al lado de María, estas mujeres permanecieron cerca del Señor: “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”, (Juan 19:26-27). De esta forma, tanto estas mujeres, como el centurión y los soldados que lo acompañaban y las demás personas que los acompañaban presenciaron todos estos acontecimientos de carácter sobrenatural y fue así porque a través de ellos el mismo universo testificaba que Jesús era el Hijo de Dios que se levantaría de la muerte porque por medio de su obra expiatoria había vencido a Satanás.

 

sábado, 23 de abril de 2022

Un mandamiento antiguo, pero nuevo al mismo tiempo (1 Juan 2:7-8)

 

“Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra”.

1 Juan 2:7-8

INTRODUCCIÓN

                Juan continúa con el tema del amor y en esta ocasión habla de un mandamiento que era antiguo, pero al mismo tiempo traía algo nuevo para los cristianos. El tema del amor estará presente a lo largo de toda esta carta ya que el apóstol Juan había aprendido que el amor debe ser una característica propia de los hijos de la luz ya que su Padre eterno y el Señor Jesucristo es amor en su propia naturaleza. Ahora Juan quiere explicarles este mandamiento antiguo elevándolo a una nueva manera de entenderlo y extender su alcance, tal y como nuestro Señor Jesús lo explico cuando estuvo en esta tierra durante su ministerio en esta tierra.


mandamiento-antiguo-nuevo
Un mandamiento antiguo, pero nuevo al mismo tiempo 

UN MANDAMIENTO VIEJO CON UN NUEVO ALCANCE

 “Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio”.

1 Juan 2:7

                   Un tema predominante en esta carta y que de alguna manera nos habla del carácter del apóstol Juan es el amor, por algo es conocido como el apóstol del amor. Es interesante ver como el apóstol se dirige a los cristianos de su tiempo, les llama “hermanos”, considerándose un co-igual a ellos y no resaltándose con algún tipo de titulo como apóstol, obispo o pastor, y esto era así, porque para estas iglesias de carácter juanino tal cosa de jerarquía eclesiástica no existía, todos eran hermanos y el amor debía unirlos en un verdadero vinculo, siendo Cristo el único superior a todos y su palabra la norma de autoridad en medio de ellos. Luego, Juan viene y se dirige a sus hermanos para decirles: Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Este mandamiento que les enseñaba era muy antiguo ya que había sido dado primeramente a Israel, y este era el de amarse los unos a los otros: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”, (Levítico 19:18). Al leer este mandamiento Israel entendía que Dios los llamaba a amar a su prójimo como ellos se amaban a sí mismos y no guardar ningún tipo de resentimiento en su corazón que los llevase a practicar la venganza o hacerles mal a sus prójimos. Ahora bien, es interesante ver que este mandamiento estaba dado para que Israel se asegurara de desarrollar es amor fraternal hacia sus semejantes y asegurarse que ninguna raíz de amargura o de odio creciese en su corazón. Jesús llevo a otro nivel el mandamiento de no matar al decir que el enojo en contra de su hermano era un pecado tan terrible como el homicidio: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”, (Mateo 5:21-22). Hoy en día vivimos en un mundo donde las personas cargan con grandes resentimientos en sus corazones por alguna ofensa cometida en contra de ellos, hay personas con terribles raíces de amargura, pero el deseo del Señor es deshacerse de esos resentimientos y permitir que el amor de Dios nos transforme y libere de cualquier odio o dolor. Se espera que como cristianos no permitamos que el odio y resentimiento se apodere de nuestros corazones, sin embargo, muchos llegan al evangelio con sus corazones lastimados, y la pregunta seria: ¿cómo podemos dejar deshacer estas raíces de amargura o resentimientos por el daño provocado? Bueno, podemos dar los siguientes consejos:

 

1.      Entregue su dolor y vida a Cristo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”, (Mateo 11:28).

2.      Buscar en la presencia de Dios el consuelo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”, (2 Corintios 1:3-4).

3.      Aceptar la realidad del daño que hemos sufrido, creyendo que Dios tiene control de todas las cosas: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aún los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos”, (Lucas 12:6-7).

4.      Entender que si estamos en Cristo todo tiene un propósito que nos ayudara a bien en nuestras vidas: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, (Romanos 8:28).

5.      Orar para perdonar a los que nos han lastimado: “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas”, (Marcos 11:25).

6.      Si esta en sus posibilidades, pongas de acuerdo con la persona con la cual ha tenido algún problema para procurar estar en paz con todos: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”, (Mateo 5:23-24).

7.      No permita que el enojo dure más de un día para que no se creen resentimientos: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”, (Efesios 4:26).

8.      No responda mal por mal, no busque dañar a los demás que lo han dañado, sino busque a Dios para vencer el mal con el bien: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”, (Romanos 12:21).

9.      Ponga en manos de Dios aquellas personas que le causan daño: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos”, (2 Timoteo 4:14).

                    Como vemos, el espíritu de esta ley era amar al prójimo, sin guardar rencor u odio en su corazón para no buscar la venganza o vivir con raíces de amargura que destruyen a la persona y le impiden ser felices. Un buen ejemplo de esto lo tenemos en la vida de José, quien a pesar de que fue vendido como esclavo por sus hermanos, cuando Dios lo exalto y tuvo poder, no buscó la forma de vengarse en contra de sus hermanos, antes, los amó y entendió que todas esas cosas habían pasado para que se cumpliese los propósitos de Dios y preservar la vida de su familia en Egipto cuando tuvieron que atravesar por los 7 años de sequía: “Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón”, (Génesis 50:18-21).

 

¿UN MANDAMIENTO NUEVO?

“Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra”.

1 Juan 2:8

                 Ahora bien, este mandamiento era antiguo, como ya vimos, pero al mismo tiempo era nuevo: Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él… ¿En que sentido este mandamiento antiguo era nuevo? Es muy posible que cuando Juan enseñaba esto recordaba las palabras de su Maestro: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”, (Juan 13:31-35). El mandamiento en cuanto a su momento de revelación no es nuevo ya que en Levítico 19:18 se había declarado, tal y como ya lo vimos, sin embargo, es nuevo en cuanto a la forma de cómo aplicarlo, ya que este mandamiento decía que tenían que amar a su prójimo como a ellos mismos, pero Jesús les dijo que se amaran como Él los había amado, y esto constituye algo totalmente diferente ya que debemos amar en la misma dimensión que Cristo no ha amado. Los judíos pensaban que su prójimo era otro judío, por lo que los gentiles quedaban excluido de esto, por otro lado, en el tiempo de Jesús algunos judíos religiosos expresaban menosprecio por algunas personas que ellos consideraban pecadores, como los publicanos, y por tanto, el tema de amar al prójimo se limitaba a muy pocas personas; pero nuestro Señor nos mostró una dimensión totalmente diferente de amar, un amor totalmente sacrificial que ayuda a su prójimo: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”, (1 Juan 4:10). Este es el gran amor de Cristo y con ese mismo amor Él espera que amemos a los demás, en este sentido el mandamiento era nuevo porque nadie había llegado a manifestar tan sublime y noble sentimiento a favor de los demás. Por otro lado, es importante amar a los demás como Jesús lo hizo porque si hay algo en que se diferencian los seguidores de Cristo es en que se aman los unos a los otros. Por tanto, ahora tenían que amar en una nueva dimensión, es decir, este amor tenia que ser sacrificial, una decisión propia, totalmente benevolente, misericordioso y con un alcance tal que aun se aman a los mismos enemigos, tal y como nuestro Señor lo hizo. Una vida expresando el amor de Cristo se refleja únicamente en los hijos de la luz, es decir, en aquellos que viven de acuerdo a la voluntad de su Padre y lejos de una vida de pecado: y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. Como vemos, el cristianismo no es una religión hueca, sino es amor, amor hacia Dios y el prójimo y que se caracteriza porque sus seguidores viven en la luz y no en las tinieblas del pecado.

 

domingo, 17 de abril de 2022

Seis horas crucificado en la cruz (Mateo 27:39-49)

 

“Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él. Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle”.

Mateo 27:39-49

 

INTRODUCCIÓN

              El apóstol Mateo continua con su relato en este evangelio de la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo y ahora nos muestra su agonía en la cruz del Calvario. Por Marcos sabemos que nuestro Señor paso clavado en la cruz seis horas antes de morir y durante este tiempo no solo sufrió el martirio del dolor provocado por los clavos en sus manos y pies o las heridas profundas provocadas por la corona de espinas, los azotes o contusiones provocadas por los golpes de los soldados romanos, sino sufre las burlas de sus enemigos y otros padecimientos relacionados con la crucifixión. Consideremos los padecimientos de Jesús en estas 6 horas de agonía.

 

Jesús-crucificado
Jesús crucificado

SEIS HORAS DE AGONÍA EN LA CRUZ

              Mateo nos dice que el Señor fue crucificado en medio de dos ladrones: “Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda”, (Mateo 27:38). Aparte de esto Marcos nos dice que Jesús paso clavado en la cruz seis horas antes de morir, desde la hora tercera (9:00 AM) hasta la hora novena (3:00 PM): “Era la hora tercera cuando le crucificaron… Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena”, (Marcos 15:25, 33). Por tanto, fueron seis horas de agonía que Jesús sufrió en la cruz y durante este tiempo, aparte de sufrir el dolor de las heridas provocadas antes de la crucifixión, experimento el dolor de las heridas provocadas por los clavos en sus manos y pies, así como el escarnio de sus enemigos. Sin embargo, aun en medio de este terrible dolor, nuestro Señor no expreso palabras de maldición como lo solían hacer los malhechores que eran crucificados, al contrario, durante este periodo de seis horas hay siete palabras que nuestro Señor expresa que muestran su gran amor. Este periodo de seis horas lo podemos dividir en dos momentos, las primeras 3 horas antes de las tinieblas y las ultimas 3 horas durante las tinieblas.

 

LAS PRIMERAS 3 HORAS, ANTES DE LAS TINIEBLAS

“Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él”.

Mateo 27:39-32

             Durante este periodo de 3 horas acontecieron las burlas de sus enemigos y Jesús pronuncia 3 de 7 palabras. En primer lugar, vemos que después de haber sido crucificado cruelmente por los soldados romanos, en lugar de maldecir a sus enemigos, rogó para que Dios tuviese misericordia de ellos: “Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes”, (Lucas 23:33-34). Marcos nos dice que el hecho de que haya sido crucificado entre dos malhechores era el cumplimiento de una profecía del Antiguo Testamento: “Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda. Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos”, (Marcos 15:27-28). Esta profecía corresponde a la de Isaías: “Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”, (Isaías 53:12). Generalmente, las personas que eran crucificados maldecían a las personas que estaban a su alrededor al verse envueltos en los terribles martirios de la muerte en cruz, pero Jesús en lugar de eso, rogaba al Padre que perdonara sus acciones ya que Él estaba allí para pagar por nuestros pecados. En segundo lugar, tenemos las burlas de las personas que pasaban por el lugar de la crucifixión: Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. Lucas nos dice que no solo el pueblo se burlaba de Él, sino también los gobernadores: “Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios”, (Lucas 23:35). Las burlas de esta gente giraron alrededor de:

 1.      Pronunciar con sarcasmo algunas palabras que Jesús uso para enseñar a sus discípulos: Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo.

2.      Desafiarlo a que si es el Hijo de Dios bajara de la cruz y se salvara: si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.

3.      Que si realmente era el Cristo, el que había salvado a otros, ahora se salvara a sí mismo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.

Sin embargo, Jesús no podía bajar de la cruz y salvarse a sí mismo, no porque no tuviese el poder de hacerlo, sino porque esa era su misión, ofrecer su vida en rescate de muchos. Ahora, Mateo nos dice que la gente meneaba su cabeza en son de burla y le injuriaban y esta es una alusión más a un Salmo mesiánico que anunciaba los padecimientos del Mesías en la cruz: “Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía”, (Salmo 22:7-8). De tal forma, que aun en esta escena tan injusta podemos ver que la voluntad de Dios se estaba cumpliendo. Esta palabra que Mateo utiliza para decir que las personas que pasaba le injuriaban, se traduce del griego blasfemeo (βλασφημέω), de donde proviene la palabra blasfemia, que no es mas que una calumnio o acto infame que agrede la dignidad de Dios, mientras que Lucas usa la palabra burlar que viene del griego ekmuktepídso (ἐκμυκτερίζω), que significa dañar la dignidad de una persona a través de palabras que la ridiculizan. Y en ambos casos, estas acciones era terribles acciones cometidas en contra de nuestro Dios, pero el Señor rogaba porque no les fuesen tomadas en cuenta. En tercer lugar, tenemos las burlas de los principales sacerdotes y fariseos: De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. En este caso, la palabra escarnecer viene del griego empaidso (ἐμπαίζω), que hace referencia al hecho de burlarse de una persona de forma sarcástica, como los niños que se mofan de forma inmadura. Increíblemente nuestro Señor soporto todas estas burlas, sin proferir palabras de reproche, tal y como Pedro lo dice en una de sus cartas: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”, (1 Pedro 2:21-23). En cuarto lugar, tenemos las injurias pronunciadas por los ladrones que estaba clavados en otras cruces alrededor de Él: Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él. Lucas nos da detalles en cuanto a lo que estos malhechores que estaban crucificado a su lado le dijeron: “Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; más éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”, (Lucas 23:39-42). Egoístamente uno de los malhechores que estaba crucificado a su lado le decía que si era el Cristo se salvara a si mismo y a ellos, sin embargo, el otro le reprende por su maldad y de cómo aun estando en la propia condenación no teme a Dios. Esto nos muestra cómo algunos hombres malvados, aun estando en el lecho de su muerte y agonía, no se arrepienten delante de Dios ya que sus corazones están endurecidos por el diablo. Por otro lado, el otro malhechor reconoce que ellos merecían esa muerte por sus muchos pecados y estando en los últimos momentos de agonía le ruega a Jesús que se acuerde de él cuando viniese en su reino y aquí, en quinto lugar, tenemos la segunda palabra de Jesús: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, (Lucas 23:43). Es increíble ver cómo nuestro Señor, aun en medio de la agonía de la cruz, tenia palabras de esperanza y salvación para el pecador arrepentido. Luego, en sexto lugar, tenemos la tercera palabra de Jesús: “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”, (Juan 19:26-27). Lo más seguro es que María era una viuda para este entonces ya que su marido José no tiene participación en los evangelios durante el ministerio de Jesús y aunque tenía otros hijos, pero ninguno de ellos había creído todavía en Jesús como Mesías, por ello decide encargarle al que llama aquí el discípulo a quien Él amaba que la recibiera como si se tratara de su propia madre. En cuanto a la identidad del discípulo amado la mayoría de estudiosos opinan que se refiere a Juan el apóstol. De esta forma acontecieron estos eventos durante las primeras 3 horas que Jesús estuvo crucificado.

 

LAS 3 HORAS DE TINIEBLAS, ANTES DE LA MUERTE DE JESÚS

“Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle”.

Mateo 27:39-49

                   Desde la hora sexta, es decir, las 12:00 PM, Mateo nos dice que hubo tinieblas y se extendieron por 3 horas, hasta la hora novena, es decir, las 3:00 PM. En cuanto a la explicación de cómo ocurrieron estas tinieblas, es bien difícil establecer una respuesta totalmente satisfactoria, solo sabemos que ocurrió. Por un lado, algunos opinan que se trato de un eclipse, sin embargo, es bien difícil creer que fuese uno porque por ser la fiesta de la pascua, era una estación de luna llena y un eclipse no puede durar tanto tiempo como 3 horas. Ahora bien, lo que si sabemos es que ocurrió, ya sea como un acto sobrenatural de Dios u otro fenómeno astronómico, lo cierto es que Dios lo provoco como una expresión de su gran dolor al considerar los sufrimientos de su Hijo amado y una evidencia del momento en que el reino de las tinieblas ejerció su mayor poderío diabólico en contra de Jesús. Ahora, cerca de la hora novena Jesús exclama la cuarta palabra: Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Estas palabras son una referencia directa a otro versículo del Salmo 22 lo cual muestra una vez mas el cumplimiento profético de lo que allí estaba aconteciendo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?  ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?”, (Salmo 22:1). Estas palabras fueron expresadas por Jesús en la lengua aramea: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Por ello, aquellos que estaban a su lado creyeron que estaba invocando a Elías para que lo salvaran y se quedaron viendo que es lo que pasaba: Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste… Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. Ahora bien, muchos se han preguntado por qué Jesús exclamo estas palabras donde afirmaba que sentía que su Padre lo había abandonado. ¿Será que realmente el Padre abandonó a su Hijo? Recordemos que las palabras de Jesús no solo expresaban el cumplimiento profético de los acontecimientos que ocurrían en ese momento tocante al Mesías, sino también expresaban lo que nuestro Señor sentía de tal forma que en ese momento experimentó un sentimiento de soledad, una sensación de que el Padre lo había abandonado, pero ¿cómo fue posible esto? Lo cierto es que durante ese momento Jesús tuvo que enfrentar el mayor de todos los sufrimientos de su martirio, el cargar con todos nuestros pecados, recordemos que Él es el Cordero de Dios sobre el cual recaería nuestra culpa para que muriese por nuestros pecados y si esto es así, nuestro Señor santo que nunca cometió pecado y que lo aborrecía, permitió que nuestras maldades le fueran imputadas: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”, (2 Corintios 5:21). Este acto de misericordia fue un momento de extremo sufrimiento de Cristo, más que el dolor de los azotes o los clavos o la corona de espinas, más que el sufrimiento físico que los martirios que la cruz le provocaba, porque Dios aborrece el pecado y la Escrituras anunciaban que cualquiera que fuese colgado de un madero seria maldito, y Jesús se sometió a todo esto por amor a nosotros: “No dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad”, (Deuteronomio 21:23). Por ello Pablo dijo: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”, (Gálatas 3:13). Así que literalmente podemos decir que sobre Jesús recayó la maldición de nuestros pecados. Ahora bien, si esto es así y si Dios no puede tener comunión con alguien que vive en pecado, significa que por ese leve momento donde Jesús es hecho pecado por nosotros, el Padre se alejó, rompiendo esa perfecta comunión y con el dolor de ambos, Jesús exclama: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? No podemos imaginarnos lo difícil y terrible que fue ese momento para la Trinidad divina. Luego, después de esto viene la quinta palabra de nuestro Señor: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed”, (Juan 19:28). Fue por eso que los soldados corrieron a darle vinagre: Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Todo esto paso, de acuerdo al evangelio según Juan para que se cumpliese la Escritura y si revisamos hay dos versículos a los que puede hacer referencia este acontecimiento profético, primero el Salmo 22 que expresa en buena parte los sufrimientos del Mesías en la cruz: “Se ha secado mi vigor como una teja; la lengua se me pega al paladar. ¡Me has hundido en el polvo de la muerte!”, (Salmo 22:15). También tenemos el Salmo 69 que habla del hecho de que le dieron a beber vinagre: “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre”, (Salmo 69:21). De esta forma cada acontecimiento en la cruz estaba cumpliendo las profecías mesiánicas que se habían dado hace años atrás. Luego, vienen la sexta y séptima palabras de Jesús, ya que cuando todo hubo acabado Él exclamo con gran voz la consumación de su misión en esta tierra: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es”, (Juan 19:30), para finalmente entregarle su vida a su Padre: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”, (Lucas 23:46). De esta forma acontecieron estas seis horas en las que estuvo nuestro Señor clavado en la cruz, todo lo soporto por amor a nosotros ya que era necesario que Él se ofreciese como el sacrificio sustituto por nuestros pecados para que ahora nosotros podamos creer en Él y ser salvos de la condenación eterna.



domingo, 10 de abril de 2022

La crucifixión de Cristo (Mateo 27:33-38)

 

“Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y sentados le guardaban allí. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda”.

Mateo 27:33-38 

INTRODUCCIÓN

           Hemos llegado al momento de la crucifixión y aunque los evangelios no se detienen a explicar con detalle las terribles torturas y manera sádica de cómo los hombres eran crucificados en la cruz, esto no deja de captar en el lector la sensación de terrible dolor y sufrimiento al la que nuestro Señor se sometió por amor de nosotros. El momento final de su ministerio terrenal estaba a punto de terminar, la razón por la cual había nacido de una virgen, encarnándose para habitar en medio de los hombres, estaba a punto de terminar, ya que la consumación de su plan divino estaba a punto de ocurrir.

crucifixión
La crucifixión de Cristo


EN EL GÓLGOTA 

“Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera…”

Mateo 27:33

            Mateo especifica el lugar en cual fue crucificado Jesús: Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera. Aunque no nos dice que allí crucificaron, podemos intuirlo ya que en el siguiente versículo lo especifica: “Cuando le hubieron crucificado…”, ahora bien, en el caso de Lucas, si se nos especifica: “Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí…”, (Lucas 23:33). En cuanto al lugar de la crucifixión, Mateo nos dice que se llamaba Gólgota y que significaba “Lugar de la Calavera”. La palabra Gólgota es de origen hebreo y en el idioma griego se escribía Golgoza (Γολγοθᾶ), que según el mismo Mateo significa calavera que en griego es kranion (κρανίον), de donde proviene nuestra palabra española cráneo. Por ello, Juan nos dice respecto al Gólgota: “Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron…”, (Juan 19:17-18).  En cuanto a la razón por la cual se le llamaba a este lugar Calavera se han sugerido algunas teorías. Algunos como Jerónimo, el autor de la Vulgata Latina, han sugerido que su nombre se debía a que en este lugar existían calaveras arrojadas en todo el monte las cuales eran resultados de las muchas personas que había sido crucificado y sus cuerpos habían sido destrozados por las fieras carroñeras dejando sus huesos arrojados por todo aquel lugar. Otra opinión más improbable es que el nombre de ese lugar se debía a que la calavera de Adán se encontraba enterada allí. No obstante, la teoría más aceptada es aquella que dice que el nombre Monte de la Calavera se debe a la forma que dicho monte tiene, una enorme peña rocosa sin maleza o vegetación que parece una calavera, y de allí su nombre. De acuerdo con la historia, la crucifixión fue utilizada por primera vez por los persas, luego los cartaginenses la imitaron, para ser retomada por los romanos. Este tipo de muerte era la más cruel, dolorosa y vergonzosa, ya que generalmente los condenados eran crucificados desnudos y estaba destinada a los esclavos, criminales más no a los ciudadanos romanos.

Por lo general, las victimas de crucifixión solían ser llevados desde el lugar en donde fueron juzgados y condenados a muerte, y después de ser azotados, tenían que recorrer una enorme distancia, cargando el madero en donde serian crucificado, para que la mayor parte de las personas de la ciudad se dieran cuanta y sirviese este terrible espectáculo como una advertencia de lo que le pasaba a este tipo de criminales. En la actualidad, algunos han propuesto el recorrido que Jesús realizo rumbo al Gólgota y se le ha llamado la Vía Dolorosa, la cual se cree que comienza en la Puerta de los Leones, atravesando el barrio musulmán y parte del barrio cristiano hasta llegar hasta el monte del Calvario, donde se ha edificado la Iglesia del Santo Sepulcro. De esta forma, nuestro Señor fue llevado al lugar de su crucifixión. Después de la crucifixión, el condenado permanecía colgado en la cruz hasta que moría de sed, hambre o por las con lesiones recibidas, luego, después de esto, su cuerpo era víctima de los animales carroñeros. Ahora bien, si bien es cierto que este monte se encontraba a las afueras de Jerusalén, es poco probable que los judíos permitieran que un lugar tan inmundo como este estuviera a las cerca de su ciudad, por lo que debieron exigir que los cadáveres fuesen enterrados para evitar tal escena.

 

via-dolorosa
Jesús es llevado al monte del Calvario

                En cuanto a la ubicación del Monte de la Calavera es difícil hoy en día decir con certeza donde se encontraba. Si sabemos que dicho monte debió estar ubicado fuera de la ciudad de Jerusalén: “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta”, (Hebreos 13:12). Este monte debió estar fuera de la cuidad de Jerusalén, pero era visible a lo lejos de la misma: “También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé”, (Marcos 15:40). En la actualidad se han sugerido dos lugares para la ubicación del Monte de la Calavera, la primera se encuentra donde se ha edificado la iglesia del Santo Sepulcro que está situada en el sitio que antiguamente ocupaba un templo dedicado a Venus, que fue retirado por el emperador Constantino porque pensaba que estaba construido sobre el lugar sagrado. De acuerdo a los estudios arqueológicos se ha comprobado que dicho lugar se encontraba a las afueras de la Jerusalén. La otra posible ubicación del monte de la Calavera es donde se ha se cree que cree que está ubicado la tumba de Jesús, la tumba del Jardín, la cual esta alrededor de una formación rocosa que se asemeja a una calavera. Sin embargo, hoy por hoy, no hay forma de determinar con precisión la ubicación geográfica de dicho lugar.

Ahora bien, fue en este lugar donde Jesús fue crucificado. Algunos han tratado de entender el martirio de nuestro Señor desde el punto de vista médico y, de hecho, existe una investigación del famoso médico forense estadounidense Frederick Thomas Zugibe (1928-2013), profesor de la Universidad de Columbia quien realizo algunas investigaciones para tratar de entender los padecimientos de Jesús en la cruz y sus hallazgos fueron documentados en el famoso libro The Crucifixion of Jesus: A Forensic Inquiry. De allí que otros hayan tratado de entenderlos, ya que los evangelios no dan mayores detalles de estos. Entre los detalles de los padecimientos en la cruz, se han llegado a enfatizar los siguientes:

1.      Los condenados eran atados o clavados al madero con los brazos extendidos y levantados sobre el mástil vertical el cual solía tener una especie de asiento de apoyo. Los clavos utilizados eran de al menos 12 centímetros de largo.

2.      Al estar colgado de una cruz, su espalda no podía apoyarse en el madero lo cual pudo haber provocado fuertes calambres debido a la incomodidad de la postura, además de un constante hormigueo en las pantorrillas y muslos.

3.      La mayoría de expertos opinan que los clavos fueron clavados en las muñecas, no en las palmas; debido a la complexión ósea, las manos se rasgarían con el peso del cuerpo. Además, los pies de Jesús también estaban fijados con clavos, uno al lado del otro, y no superpuestos como generalmente se ven en figuras o imágenes religiosas.

4.      Ya suspendido en la cruz, los pies de Jesús también estaban fijados con clavos, cuyas perforaciones, por llegar a nervios importantes, habrían provocado un dolor muy insoportable.

5.      Los cuerpos se dejaban suspendidos en la cruz, levantada del suelo a no más de medio metro, la victima quedaba completamente desnuda y esta posición provocaba espasmos de dolor, náuseas y la imposibilidad de respirar adecuadamente, ya que la sangre no podía ni siquiera fluir a las extremidades que estaban tensas, hasta el punto del agotamiento.

6.      Para poder respirar bien, los crucificados tenían que flexionar las rodillas y sostener el cuerpo con los clavos que atravesaban sus manos que estaban atravesadas con clavos para así empujar el pecho hacia adelante con la ayuda de sus pies para poder respirar lo cual le provocaba fuertes dolores.

7.      Finalmente, se cree que Jesús tuvo un paro cardíaco por hipovolemia.

Las imágenes siguientes describen la terrible barbarie de la muerte por crucifixión a la cual nuestro Señor se sometió por amor a nosotros.

 

crucifixión
Crucifixión de Jesús


Como podemos ver el cuerpo quedaba en una posición muy incomoda que dificultaba la inhalación y exhalación de manera natural, y al querer realizar este proceso de respiración Jesús debía empujarse con sus brazos y pies hacia adelante provocándole mucho dolor. En total, desde el momento de su crucifixión hasta el momento de su muerte, nuestro Señor Jesucristo paso un total de 6 horas colgado, ya que, según Marcos, fue crucificado a la hora tercera, que corresponde a las 9:00 AM: “Era la hora tercera cuando le crucificaron”, (Marcos 15:25), y luego Marcos continua diciendo que a la hora novena, que corresponde a las 12:00 PM, hubo tinieblas hasta la hora novena que corresponde a las 3:00 PM, que fue la hora que murió Jesús: “Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena… Mas Jesús, dando una gran voz, expiró”, (Marcos 15:33, 37).


crucifixión
Clavos usados en la crucifixión

crucifixión
Clavos usados en la crucifixión

ACONTECIMIENTOS OCURRIDOS DURANTE LA CRUCIFIXIÓN

“… le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y sentados le guardaban allí. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda”.

Mateo 27:34-38

                  Una vez crucificado, los soldados romanos proceden a darle a beber a Jesús vinagre mezclado con hiel, pero Él lo rechaza: le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. Marcos nos dice que era vinagre mezclado con mirra: “Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; más él no lo tomó”, (Marcos 15:23). De acuerdo a los estudiosos, esta mezcla era preparada por mujeres judías que tenían como objetivo crear una bebida analgésica que le ayudara a los condenados a disminuir el dolor, casi drogándolos para perder la sensación de la realidad. Sin embargo, Jesús se negó a beberlo, ya que estaba dispuesto a soportar todos los padecimientos como parte del precio por nuestros pecados.  Luego Mateo nos presenta como los soldados romanos se repartieron las prendas de vestir de Jesús: Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Un judío vestía al menos cinco prendas de vestir, el turbante, sandalias, cinto, la túnica interna y la capa exterior. Ahora, generalmente eran cuatro soldados romanos que se encargaban de crucificar, por tanto, 4 prendas eran repartidas entre ellos, pero la quinta, la capa exterior que era la prenda más valiosa, se sorteaba echando suertes para ver cual de los cuatros se la llevaría. Con estas palabras Mateo deja claro que se estaba cumpliendo otra profecía del Antiguo Testamento: “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”, (Salmo 22:18). Así que, aun considerando lo terrible de las circunstancias que estaban pasando, todo estaba contemplado en el plan divino. Luego, los soldados solían guardar el lugar de la crucifixión para evitar que los cuerpos fueran bajados antes de tiempo y colocaban sobre la parte superior de la cruz el crimen por el cual habían sido ejecutados: Y sentados le guardaban allí. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. En este caso, el titulo hablaba de la razón por la cual Jesús fue crucificado y ya que las acusaciones de los judíos eran que Él se autoproclamaba rey de los judíos, Pilato decidió declararlo de esta manera, de tal forma que dicho título especificaba la procedencia del Jesús, es decir, Nazaret, y el supuesto crimen bajo el cual había sido sentenciado a muerte. Ahora, Lucas nos dice que este titulo se coloco en tres idiomas, el hebreo, lengua de los judíos, en latín, lengua de los romanos y el griego, lengua universal: “Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS”, (Lucas 23:38). Y Juan nos da el titulo completo que se coloco que se le coloco en el madero, el cual estaba en una posición donde muchas personas lo veían: “Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín”, (Juan 19:19-20).  De esta forma, nuestro Señor se enfrento a los terribles sufrimientos y tormentos de la cruz, que como hemos visto era la peor condena de muerte que existía, sin embargo, nuestro Señor se sometió a este martirio por amor a nosotros, porque sobre Él recayeron la paga de todos nuestros pecados.