Mateo 5:17-20
Introducción
Aquí nos encontramos
con una de las declaraciones más impactantes de nuestro Señor Jesucristo.
Muchos amadores de la doctrina de la gracia han llegado a especular que Jesús
nunca pronuncio esta palabras, sino fueron puestas por los judíos mesiánicos
como Mateos que consideraban importante continuar con la observancia de la ley
aun después de convertidos a Cristo, contrario a las enseñanzas de Pablo a los
gentiles donde ya no se estaba obligado a continuar con esto. Sin embargo,
creemos que fue Jesús quien dijo estas palabras, y de hecho está a punto de
mostrarnos la verdadera interpretación de la ley en los siguientes versículos.
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Jesús y la ley |
Para poder comprender mejor lo
que Jesús está tratando de enseñar es importante comprender que significa la
ley y los profetas. En primer lugar el canon hebreo contenían 24 libros y éstos
estaban divididos en 3 partes: La Ley (Torá),
los profetas (Nebiim) y los Escritos
(Ketubim), y éstos incluían:
1. La Ley: Génesis, Éxodo, Levíticos,
Números y Deuteronomio.
2.
Los Profetas: Profetas anteriores (Josué, Jueces, Reyes y Samuel) y Profetas
posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Libro de los doce –es decir,
Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo,
Zacarías, Malaquías-).
3. Los Escritos: Salmos, Proverbios, Job, los Megilot –Cantar de los Cantares, Rut,
Lamentaciones, Eclesiastés y Ester-, y finalmente Daniel, Esdras-Nehemías y
Crónicas).
En ocasiones a la tercera
división simplemente se la llama los Salmos. Fue esta la Biblia que cito muchas
veces nuestro Señor Jesús y hoy por hoy sigue siendo la Biblia Hebrea. Por eso cuando el
gran Maestro habla acerca
de la ley o los
profetas se refiere al canon hebreo y no solo lo cito aquí sino en otras
ocasiones:
“Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé,
estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está
escrito de mí en la ley de Moisés (Torá), en los profetas (Nebiim) y en los salmos (Ketubim)”.
Lucas
24:44
Por tanto, cuando Jesús habla
acerca de cumplir la ley y los profetas (y en otras ocasiones los salmos) se
refiere a cumplir todo el Antiguo Testamento que incluyen nuestros primeros 39
libros (24 para los judíos) de la Biblia. No obstante, los judíos de los
tiempos de Jesús habían confundido el verdadero camino que la ley quería
mostrar y habían caído en una serie de interpretaciones que los llevaron a
establecer una serie de mandamiento de hombres que imponían al pueblo
desviándose de la verdadera esencia de la palabra de Dios.
El Cumplimiento de la verdadera ley
“No penséis que he venido para abrogar la ley o los
profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os
digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará
de la ley, hasta que todo se haya cumplido”.
Mateo
5:17-18
Nos queda
claro que aquí Jesús se está refiriendo a cumplir la verdadera ley de Dios; sin
embargo, para esta época los escribas y fariseos tenían un concepto muy
diferente de lo que esto significaba ya que habían incluido entre los
mandamientos del Señor una serie de interpretaciones que ellos le daban a los
mandamientos y los habían convertido en parte de la ley. Cuando Dios le entrego
los Diez Mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí, también le dio una serie de
leyes sacerdotales, civiles y morales que en total sumaban alrededor de 613
leyes. Estas leyes formaron parte de los principios y normas que regían la vida
de los judíos, sin embargo, esto no significa que los cristianos estamos
obligados a someternos a todas ellas. En el caso de las leyes sacerdotales
estaban orientadas a legislar la adoración a Dios, los sacrificios y demás
ceremonias en las que el pueblo participaba a través de la ministración de los
sacerdotes. En la actualidad estas leyes ya no se aplican ya que es a través
del sacrificio de Cristo que tenemos entrada al lugar santísimo. Con respecto a
las leyes civiles, si bien es cierto nos dejan una gran enseñanza, difícilmente
la mayoría de ellas podría aplicarse a nuestras vidas ya que fueron dadas a un
pueblo que vivió hace muchos años en el desierto y que tenía un gobierno
teocrático. Ahora bien, cuando hablamos de las leyes morales esto es cosa diferente.
Las leyes morales aún está vigentes, no solo para los judíos, sino también para
todos los cristianos. En estas se legislan los aspectos relacionados
con la conducta hacia el prójimo, Dios y nosotros mismos y la prohibición al
pecado. Es a esta ley a la cual se refería Jesús cuando decía: “No
penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas…” Esta ley es eterna y
permanece inalterable a los largo de todos los tiempos, a tal punto que ni
siquiera la más pequeña de las letras del alfabeto hebreo, la yod que equivale
a nuestra jota española, puede ser alterada. Ni siquiera la parte más pequeña
de una letra se omitirá o como la Reina Valera 60 lo dice: ni
una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido, asegurándonos no
solo su eterna inalterabilidad, sino también su seguro cumplimiento.
“Porque: Toda carne es como hierba, y toda
la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se
cae; más la palabra del Señor permanece para siempre”.
1 Pedro 1:24-25
Lamentablemente los
escribas y fariseos tenían un entendimiento muy diferente a lo que nuestro
Señor llamaba ley, ya que ellos aparte de considerar la ley que Dios había
otorgado a su pueblo a través de Moisés, también se habían dedicado a incluir
otras normas que consideraban al mismo nivel que los anteriores. Mantenían que
la Ley era divina, y que en ella Dios había dicho la última palabra, y que por
tanto todo debía estar en ella. Si una cosa no estaba en la Ley explícitamente,
tendría que estar implícitamente. Por tanto discutían que debe ser posible
deducir de la Ley una regla y una norma para cada posible situación de la vida.
Así surgió un grupo
llamado de los escribas, cuyo cometido era reducir los grandes
principios de la Ley a literalmente miles de miles de reglas y normas. Por
ejemplo, el día sábado era considerado santo y ningún trabajo tenía que
realizarse ese día. Pero era aquí donde los escribas se preguntaba: ¿qué es
trabajo? Resultando la formulación de esta pregunta en una serie de respuestas.
Por ejemplo ellos decían que trabajo es llevar una carga. Luego esta respuesta
provocaba otra pregunta: ¿Qué es una carga? A esta pregunta respondían los
rabinos: “es una comida equivalente al
peso de un higo seco, vino suficiente para mezclarlo en una copa, bastante
leche para un trago, la miel necesaria para poner en una herida, el aceite
necesario para ungir un pequeño miembro, el agua necesaria para humedecer un
colirio, el papel necesario para escribir un recibo de impuestos, tinta
suficiente para escribir dos letras del alfabeto, caña suficiente para hacer
una pluma” y así hasta el infinito. Las discusiones al respecto eran
interminables y todas ellas eran enseñadas al pueblo como parte de la ley
divina que todos debían obedecer convirtiéndose estos mandamientos de hombres
en una gran carga para todo el pueblo. La curación de enfermedades era otra
actividad que ellos consideraban trabajo y por tanto no se podía practicar el
día sábado. Lo único que se podía hacer era asistir al paciente si su vida corría
peligro, pero solo lo necesario para que no se pusiera peor y nunca sanarlo
completamente. Esta norma de ellos fue una de las cuales causo gran disgusto
entre los judíos religiosos al ver como Jesús sanaba aun el día de reposo. Tantas
eran las interpretaciones que los escribas daban a un mandamiento que todo ello
resulto en varios cientos de normas que todos debían obedecer por considerarse
parte de la ley de Dios. Al principio estas leyes y tradiciones se transmitían
oralmente, pero después llego a codificarse en un sumario que se llamó Mishná
que contiene 63 tratados sobre varios asuntos de la ley, haciéndose tan
voluminoso como la Biblia misma. Posteriormente los rabinos hicieron otros
comentarios para explicar el Mishná, a los cuales llamaron los Talmudes. Todas estas malas
interpretaciones estaban lejos de captar el verdadero significado de la ley
divina, sin embargo, Jesús, el gran Maestro estaba dispuesto a mostrar la
verdadera esencia de las palabras divinas, y es a partir del versículo 21 de
este capítulo y durante los siguiente dos capítulos que Jesús enseña el
verdadero significado de la ley que Dios aprueba.
La verdadera grandeza del cristianismo
“De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos
muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino
de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado
grande en el reino de los cielos”.
Mateo 5:19
Si bien es cierto la
vida cristiana se vive por medio de la fe en Jesús, esta fe tiene que verse
reflejada a través de las buenas obras que caracterizan a un verdadero hijo de
Dios. Pablo, el defensor de la fe que salva sin obras, lo aclara de la
siguiente manera: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”, (Efesios 2:8-10), y Santiago
expresa el mismo principio de la siguiente manera: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo
obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”, (Santiago 2:18). Por tanto, la
verdadera grandeza de la vida cristiana consiste en glorificar al Dios que nos
salva por la fe a través de las buenas obras, y estas buenas obras se reflejan
en la observancia de su palabra. La palabra de Dios nos muestra
el verdadero carácter moral y espiritual que debemos tener en este mundo de
pecado y como cristianos debemos girar nuestra vida alrededor de estos
principios divinos. Por eso los grandes en el reino de los cielos serán aquellos
que por la fe vivieron de acuerdo a su bendita palabra y aún más, se dedicaron
a enseñarla a los demás.
Los que entraran en el reino del cielo
“Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.
Mateo 5:20
Estas palabras
tuvieron que haber causado gran impacto en los oídos de la multitud, ya que los
escribas y fariseos eran considerados como las personas cuyo nivel espiritual estaba por encima de las personas comunes y
sin duda alguna eran los primeros en entrar en el reino de los cielos. Sin
embargo Jesús dice que no era así. La vida de estos líderes religiosos estaba
basada en puras apariencias e hipocresía religiosas y habían olvidado el amor,
la justicia y la misericordia; estaban más preocupados en obedecer sus
preceptos y conceptos religiosos que en vivir la verdadera ley. Por eso Jesús les dice que para
poder entrar en el reino de los cielos su justicia tiene que ser mayor que la
de los escribas y fariseos. Para ello Nuestro Señor proveyó un camino perfecto
a través de su muerte y resurrección para que todos los que por la fe
creyéramos en Él fuésemos justificados gratuitamente y así heredar la vida
eterna.
“Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación
a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los
hombres la justificación de vida”.
Romanos 5:18