sábado, 21 de febrero de 2015

Os es necesario nacer de nuevo (Juan 3:1-15)


“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:1-15

INTRODUCCIÓN


          Nos encontramos en uno de los pasajes bíblicos característicos de Juan que no se repiten en los evangelios sinópticos y que presentan a un personaje famoso entre los creyentes así como un tema fundamental en la fe cristiana. En este capítulo aparece un dialogo entre Jesús y un líder religioso llamado Nicodemo donde podemos ver la manera peculiar de Jesús de evangelizar a sus oyentes. En primer lugar Jesús le hace una aseveración relacionada con su salvación la cual el oyente no comprende muy bien y esto lo obliga a preguntarle más acerca de ello, pero Jesús responde con otra aseveración que su oyente no logra comprender al 100% hasta que Jesús lo explica con mayores detalles.

Jesús-y-Nicodemo
Jesús y Nicodemo

EL QUE VINO DE NOCHE


“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Juan 3:1-2

                 Las Escrituras Sagradas nos hablan acerca de un hombre llamado Nicodemo. En primer lugar se nos dice que era un fariseo, palabra que proviene del griego farisaios (φαρισαῖος), que significa separado. Los fariseos era un grupo religioso muy numeroso en los tiempos de Jesús que sobrevivió hasta el siglo II d.C. y sus orígenes datan desde el periodo inter-testamentario (de Malaquías hasta Juan el Bautista), especialmente en el periodo de los Macabeos. Sus creencias estaban basadas en la ley de Moisés y se consideraban personas que vivían de acuerdo a la Ley, eran muy conservadores y tenían una gran preeminencia entre los judíos. En segundo lugar, la Biblia nos dice que era un principal entre los judíos. La palabra griega que se traduce como principal en la Reina Valera es árjon (ἄρχων), que se utilizaba para designar a los gobernantes, lo que nos indica que pertenecía al grupo de mayor autoridad religiosa en Israel conocido como el Sanedrín. El Sanedrín estaba conformado por setenta y un miembros, presidido por un sumo sacerdote. Sus miembros pertenecían a la aristocracia sacerdotal y a la nobleza. Tradicionalmente se cree que tuvo su origen con la orden que Dios le dio a Moisés de seleccionar 70 ancianos de sabiduría de entre el pueblo para compartir las responsabilidades de guiar a Israel (Números 11:16-17). Se cree que fue Esdras que volvió a establecer el Sanedrín durante el regreso de los judíos del cautiverio durante el imperio Persa. Durante la guerra de los Macabeos aparece un grupo de ancianos dirigidos por el Sumo Sacerdote que tenían un gran nivel de influencia sobre los judíos (1 Macabeos 12.35). También tuvieron autoridad (aunque limitada) durante los tiempos de Jesús hasta el 70 d.C. donde desaparecieron. Por el hecho de pertenecer al Sanedrín, Nicodemo debió haber sido una persona que pertenecía a una familia aristocrática que gozaba de un buen bienestar económico. Esto se puede ver al considerar el tipo de presentes que el llevo para ungir el cuerpo de Jesús después de su muerte.

“También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras”.
Juan 19:39

                No cabe duda que Nicodemo había sido parte de los judíos que habían creído en Jesús ya que en sus palabras esto se ve claramente: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Ahora bien, lo interesante de todo esto es que fue a buscar a Jesús de noche. Algunos opinan que la razón por la cual busco a Jesús de noche fue porque entre los rabinos existía la costumbre de discutir acerca de temas de la ley cuando obscurecía, cuando ya la mayoría dormía y había silencia y calma. Por otro lado, se cree que Nicodemo fue de noche a buscar a Jesús porque no quería que nadie se diera cuanta que él lo admiraba y respetaba como una gran Maestro. Esto era así porque la mayor parte del Sanedrín y otros líderes religiosos ya se habían mostrado en contra de su ministerio y a lo mejor Nicodemo quería mantener en secreto su devoción a Cristo para no tener problemas con ellos. Cuantas personas son como Nicodemo, prefieren mantener su fe en Jesús en secreto por temor a las burlas y persecuciones, pero Jesús no quiere tener admiradores secretos, sino que confesemos públicamente nuestra fe sin importar lo que nos espere.

“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.  Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.
Mateo 5:11-12

OS ES NECESARIO NACER DE NUEVO


“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”.
Juan 3:2-7


               Nicodemo nunca debió imaginar la respuesta de Jesús ya que pensaría que por la razón de ser un judío y además un fariseo no necesitaba nada más para entrar en el reino de los cielos. Muchas personas son como Nicodemo, creyendo que por sus buenas obras o la religión que practican y que posiblemente han heredado de sus padres van a alcanzar la vida eterna. Pero aquí Jesús deja claro que solo los que nacen de nuevo verán a Dios. Obviamente, Nicodemo se sorprendió de esto y por eso se preguntó: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? En el griego original las palabras que se traducen en la Reina Valera como nacer de nuevo se escriben: gennáo ánozen  (γεννάω ἄνωθεν). Gennáo definitivamente significa nacer, pero ánozen es una palabra cuyo significado encierra al menos tres aspectos importantes que no se puede describir en una sola palabra en el español. En primer lugar, ánozen describe una nueva creación, algo que ya existía pero se volvió a crear. Para poder ver el reino de los cielos es necesario que nuestra antigua naturaleza sea cambiada, y Cristo lo hace creando en nosotros una nueva naturaleza que nos impulsa a glorificar el nombre de Dios. En segundo lugar, ánozen describe algo que vuelve a comenzar. En Cristo Jesús el creyente tiene un nuevo comienzo, su vida antigua y sus pecados quedan en el pasado y Dios le permite comenzar una nueva vida en dirección contraria a la del mundo. Finalmente, ánozen describe algo que viene de arriba, es decir, del reino de Dios. Por tanto, el nuevo nacimiento es una operación sobrenatural que opera de manera divina, no es la acción del hombre lo que la provoca, sino la mano de Dios, haciendo nuevas todas las cosas, permitiendo así un nuevo comienzo y creando en él una nueva naturaleza que le permite vencer el pecado y acercarse más al Señor. Este concepto de nacer de nuevo no era desconocido para los judíos del primer siglo, sin embargo, ellos creían que los únicos que tenían que renacer de nuevo eran los prosélitos, los cuales eran gentiles que se convertían al judaísmo, éstos eran considerados personas que habían nacido de nuevo tras haber renunciado a su vida de pecado y haber realizado el voto de vivir de acuerdo a la ley de Dios. Sin embargo, esto fue difícil de entender para Nicodemo: Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Ante la duda del fariseo, Jesús le aclara una vez más la necesidad de nacer de nuevo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Jesús utiliza dos términos: nacer del agua y del Espíritu los cuales se pueden asociar con dos pasajes del Antiguo Testamento que los rabinos conocían muy bien y lo relacionaban con el tema de nacer de nuevo: “Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel?”, (Ezequiel 18:31). Estaba claro que Dios demandaba en su pueblo desechar el pecado y hacerse un nuevo corazón y espíritu. Además de eso, el texto antiguo prometía crear en ellos un nuevo ser:

“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”
Ezequiel 36:26-27

En este pasaje el agua está relacionada con la limpieza de todos los pecados de la persona. En la Biblia encontramos otros pasajes donde podemos ver que es a través de la palabra de Dios que el hombre puede limpiar su vida de pecados. Nuestro Señor Jesús dijo que sus discípulos estaban limpios por la palabra que les había hablado: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”, (Juan 15:3), también el salmista se preguntó cómo puede el joven limpiar su vida: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”, (Salmo 119:9). De aquí que se diga que cuando Jesús hablaba de nacer del agua se refería figurativamente a nacer de la palabra de Dios, de hecho, Santiago nos dice que un elemento indispensable para el nuevo nacimiento en la palabra de Dios: “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”, (Santiago 1:18). También Pedro lo confirma en su primera carta: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”, (1 Pedro 1:23). Pero también, el Texto Sagrado nos dice que debemos nacer del Espíritu y aquí vemos el segundo elemento indispensable para el nuevo nacimiento, el Espíritu Santo, el cual produce en nosotros este glorioso estado. “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, (Juan 1:12-13). De aquí que el tema del nuevo nacimiento o la regeneración es crucial en la teología cristiana y es un requisito fundamental para todo aquel que quiera heredar la vida eterna.


“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”.
1 Pedro 1:3

Ahora bien, el nuevo nacimiento se hace necesario en la vida del creyente porque necesitamos una naturaleza que nos ayude a buscar las cosas de arriba. Cuando nacemos heredamos la naturaleza de nuestro antepasado Adán, la cual está viciada por el pecado y nos empujar a hacer lo malo. La Biblia llama en ocasiones a esta naturaleza pecaminosa carne, que se traduce así mismo del griego sarx (σάρξ). Por eso Jesús le decía a Nicodemo: Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. La nueva naturaleza le permite al creyente  que el Espíritu Santo more en su corazón y lo capacita para perseverar en la vida espiritual y vencer la naturaleza pecaminosa, así lo declara Pablo: “Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu”, (Romanos 8:5), y Juan lo confirma mas adelante en este mismo evangelio: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”, (1 Juan 3:9).

EL TESTIMONIO QUE DEBEMOS CREER


“El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:8-15

                El milagro del nuevo nacimiento es todo un misterio. Querer entenderlo podría ser muy difícil para la mayoría de las personas. Por eso Jesús le dijo a Nicodemo que así como no se sabe de dónde se origina el viento y no se puede ver, pero sabemos que existe ya que lo sentimos y oímos. Así el nuevo nacimiento opera a través del Espíritu Santo de manera soberana sin ver alguna señal visible de que está operando en ese momento, pero luego las evidencias de una vida cambiada son el fiel testimonio de que ha ocurrido. Aun así, Nicodemo no logro comprender las palabras de Cristo y por eso se preguntaba: ¿Cómo puede hacerse esto? A pesar de que Nicodemo era un fariseo conocedor de la ley y los profetas no lograba comprender con su mente humana el concepto del nuevo nacimiento. Ahora bien, pareciera que la conversación que estaba ocurriendo entre dos personas ahora Jesús la lleva a todo el público presente al comenzar a hablar en plural: De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? Entre la audiencia habían muchos que aun viendo los milagros que Jesús realizaba en la tierra no creían en Él, ¿Cómo creerían si les hablaba de cosas espirituales como el nuevo nacimiento, su ascensión a los cielos o la resurrección? Posiblemente el problema de Nicodemo es que quería comprender las verdades espirituales con su mente humana en lugar de creerlas con su corazón. San Agustín de Hipona solía decir: “creo para entender y entiendo para creer”. Estas palabras describen bien la forma de cómo debemos recibir las cosas espirituales. Primero debemos creer con nuestro corazón, no tratar de razonarlo, luego después de creerlo a través de nuestra fe llegamos a comprender muchas cosas más para seguir creyendo. Precisamente el nuevo nacimiento es cuestión de fe como lo declaran las Sagradas Escrituras: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”, (Gálatas 3:26).     Es por fe que podemos llegar a creer en el nuevo nacimiento ya que cuando por medio de su palabra somos confrontados por nuestros pecados y decidimos arrepentirnos y aceptar su oferta de perdón, el Espíritu Santo viene a nuestra vida para operar el milagro del nuevo nacimiento, creando en nosotros una nueva naturaleza y convirtiéndonos en hijos de Dios.


Las ultimas palabra de Jesús terminan de explicar mejor el concepto del nuevo nacimiento: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Jesús trae a la memoria de todos un episodio que ocurren en el Antiguo Testamento, específicamente en el libro de Números (“Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía”, Números 21:9). La historia de la serpiente de bronce debió ser algo con lo cual los judíos estaban bien familiarizados, de hecho aun después del momento que Moisés la hizo por instrucciones de Dios, los Israelitas la conservaron hasta el tiempo de los reyes, llegando al punto de idolatrarla.

“En el tercer año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías hijo de Acaz rey de Judá… El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán”.
2 Reyes 18:4
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La serpiente de bronce 

               Fue por la rebeldía de Israel en el desierto que Dios les envió serpientes que los mordían y así el pueblo estaba pereciendo, fue allí cuando el pueblo clamo a Dios por misericordia y el Señor le ordeno a Moisés que construyera una serpiente de bronce para que todo aquel que hubiera sido mordido, al verla viviría. De igual manera, así como la serpiente de bronce se había levantado en el desierto para que todo aquel moribundo al verla viviera, también el Hijo de Dios seria levantado en la cruz del Calvario para que todo aquel que crea en Él sea salvo de todos sus pecados. Charles Spurgeon, el príncipe de los predicadores, contaba acerca de su día que nació de nuevo, el creía que era un hijo de Dios por el hecho de provenir de una familia cristiana, había completado sus estudios en un instituto teológico y asistía a la iglesia con regularidad, sin embargo, como Nicodemo no se había dado cuenta que le era necesario nacer de nuevo. Un día durante una fuerte tormenta de nieve decidió pasar la tormenta en una pequeña iglesia que le quedaba en el camino, al entrar en ella se dio cuenta que solo habían unos cuantos miembros reunidos y el pastor de la congregación no había podido llegar debido a la fuerte tormenta. Spurgeon decidió solo obsérvalos a lo lejos y vio como entre ellos escogieron a un hombre para que les predicara. Se trataba de un humilde zapatero que difícilmente podía prepara un buen sermón y entregarlo como un gran orador, como tal vez lo hubiera hecho el joven seminarista Spurgeon. Este humilde zapatero paso al pulpito y con gran dificulta medito en un texto de Isaías que dice: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”, (Isaías 45:22). Entre muchas palabras y sin un tema en mente el predicador repetía constantemente las palabras: ¡Mírenlo a Él!, ¡Mírenlo a Él! Estas constantes repeticiones penetraron en la mente de Spurgeon y tocaron su corazón y comprendió que tenía que ver a Cristo y su sacrificio para alcanzar la salvación de su alma, desde entonces su vida fue diferente. Lo que este mondo moribundo necesita es ver al sacrificio de Cristo con fe y recibir el milagro del nuevo nacimiento.

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Solo necesitamos ver a Cristo



El efecto del Sermón del Monte (Mateo 7:28-29)


“Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”.
Mateo 7:28-29

Introducción


               Estos dos versículos concluyen el capítulo 7, el cual forma parte del Sermón del Monte y está constituido por una serie de enseñanzas relacionadas con la correcta interpretación de ley y los profetas, lo cual inicia allá en el capítulo 5 de este evangelio. Estos dos últimos versículos dejan claras las extraordinarias capacidades de nuestro Señor Jesucristo como Maestro y Expositor de la palabra de Dios las cuales eran reconocidas por todos aquellos que tenían la oportunidad de escucharlo. Los versículos anteriores recalcan tres cosas importantes. La primera es que Jesús les enseñaba doctrina, tarea que se repiten cuatro veces más es este evangelio (Mateo 11:1; 13:53; 19:1; 26:1). La segunda es que la gente se admiraba de su doctrina y la tercera es que enseñaba con autoridad.

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Jesús el gran Maestro

La enseñanza con autoridad


“Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”.
Mateo 7:28-29


                En la versión Reina Valera 60 el texto dice que la gente se admiraba de su doctrina. La palabra “admiraba”, proviene del verbo griego ekplésso (ἐκπλήσσω) que significa quedar atónito, maravillado, espantado o perplejo como consecuencia de un acontecimiento realmente impactante. La versión en inglés Amplified Bible describe muy bien la reacción de la gente que escucha las enseñanzas de Jesús: “When Jesus had finished these sayings [the Sermon on the Mount], the crowds were astonished and overwhelmed with bewildered wonder at His teaching”, (Matthew 5:28). Traducido al español dice que la gente quedo atónita y abrumada con desconcertada admiración. Ahora bien, la pregunta sería ¿qué provoco esta reacción en la gente? Los mismos versículos nos dan la respuesta a tal interrogante. La gente se admiraba porque les enseñaba su doctrina de manera diferente a como tradicionalmente lo hacían los escribas de su tiempo. La palabra doctrina se traduce del griego didajé (διδαχή) lo cual nos hace ver la importancia que Jesús le dio a la enseñanza de la sana doctrina durante su ministerio, también encontramos que enseñaba con autoridad, palabra que se traduce del griego exousía (ἐξουσία) la cual denota completo dominio y arte en la forma de cómo hacer una tarea. Esto lo hacía no como el más versado comentarista bíblico; sino como el verdadero autor divino que conoce cada aspecto de su contenido.

           Sus enseñanzas eran diferentes a la de los escribas por las siguientes razones:

1.       Era el portavoz de la única verdad: “Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”, (Juan 18:37).
2.       Nunca se apoyaba en lo que los antiguos rabinos habían dicho respecto a la ley y los profetas, sino que dejaba claro su posición como la única y verdadera interpretación con las palabras: “oísteis que fue dicho a los antiguos… Pero yo os digo”.
3.       Capto la atención durante sus discursos a través del uso de diferentes figuras literarias y ejemplos que les hacía comprender de manera más sencilla las verdades divinas tal y como lo vemos a lo largo de todo el Sermón del Monte.
4.       Finalmente tenia autoridad porque no hablaba en su nombre, sino en el nombre de su Padre lo cual respaldaba todas sus palabras: “Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió”, (Juan 7:16).

               Por lo tanto podemos estar seguros que no ha habido ni habrá otro gran Maestro como nuestro Señor Jesucristo y eso nos arroja un desafío a prepararnos en la ciencia y arte de la predicación, para ser capaces de transmitir este glorioso mensaje y estar a la altura de su magnificencia.

Los dos cimientos (Mateo 7:24-27)

“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”.
Mateo 7:24-27

Introducción


              Llegamos al final del Sermón del Monte y concluye con una parábola conocida con el nombre de los dos cimientos. Hasta el momento nuestro Señor Jesucristo ha hecho una exposición clara y precisa de la ley y los profetas. Ha declarado una serie de leyes morales y espirituales bajo las cuales los hijos del reino tienen que vivir. Ahora nuestro Señor terminara recalcando la importancia de llevar a la práctica todos estos principios bíblicos, así como las consecuencias de la obediencia.

los-dos-cimientos
La casa edificada sobre la roca

Los dos cimientos


“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”.
Mateo 7:24-27



              Jesús deja claro la importancia de no solo escuchar sus palabras sino de llevarlas a la práctica. Sin embargo, también agrega la importancia de la obediencia completa. Para esto ilustra una parábola donde nos habla de dos personas. La primera la llama el hombre prudente, el cual edifico su casa sobre la roca. Descendieron la lluvia y los ríos, golpearon la casa, pero ésta no cayó. La palabra que se traduce en este texto como prudente es frónimos (φρόνιμος), la cual describe a una persona sabia y sensata. Jesús aclara que el hombre prudente es aquel que primeramente oye, es decir, procura poner atención a la palabra de Dios dándole la mayor de la importancia. El escuchar la palabra de Dios es clave para el creyente, de hecho Pablo dice que esto ayuda a fortalecer nuestra fe: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”, (Romanos 10:17). Sin embargo, el hombre prudente no solo presta gran atención a la palabra de Dios, sino que también la lleva a la práctica: “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”, (Santiago 1:25). La consecuencia de poner en práctica la palabra de Dios trae sobre él una bienaventuranza de acuerdo a Santiago. Esto concuerda con las palabra de Jesús al decir que aquel que decide construir su casa sobre la roca, ésta permanecerá aun en medio de las más grandes tempestades.

                  Sin embargo, también habla del hombre insensato, el cual es aquel que oye la palabra de Dios, pero no la pone en práctica. A este lo compara a un hombre que edifico su casa sobre la arena, de tal forma que cuando descendió la lluvia, los ríos y golpeo la casa los vientos, ésta se derribó y su ruina fue muy grande. En esta parábola vemos a dos hombres que tienen algo en común. Los dos escucharon la palabra de Dios. Ambos decidieron edificar una casa. La diferencia fue el lugar donde la edificaron. El hombre prudente busco levantar su casa sobre la roca, posiblemente trabajo más que el otro ya que tuvo que esforzarse más en colocar los cimientos a diferencia de aquel que lo hizo sobre la arena. Al final la que se construyo sobre la roca fue la que soporto más los contratiempos del tiempo.

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La casa construida sobre la arena

                La Biblia afirma: “Dios trastornará a los impíos, y no serán más; pero la casa de los justos permanecerá firme”, (Proverbios 12:7). El hombre sabio es aquel que conociendo la palabra de Dios la pone en práctica, ese es el cimiento más seguro en la vida. Sin embargo, el hombre que escucha el consejo de Dios, y  no lo toma en cuenta para seguir su propia prudencia está destinado a fracasar y a este Jesús llama insensatos.

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.  Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.
Proverbios 3:5-6
                Jesús concluye su gran discurso con esta maravillosa parábola. La clave del éxito en la vida para un ciudadano del reino es el escuchar y obedecer su palabra ya que esto asegurara el futuro de los mismos.

Nunca os conocí (Mateo 7:21-23)

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé:  Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.
Mateo 7:21-23

Introducción


               Nos acercamos al final del Sermón del Monte y parece que Jesús terminara advirtiendo que el juicio será lo que les espera a aquellos que no entren por la puerta estrecha. Parece que en estos versículos concluirá con el destino que les espera a los falsos profetas los cuales alejan del camino angosto a muchas personas, incluyéndolos a ellos mismo. Tristemente será el final de muchos que hoy en el nombre de Dios han introducidos sus propias doctrinas y lo único que buscan es su propio beneficio.

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Viviendo una mentira


“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.
Mateo 7:21-22


                 En estos versículos encontramos una verdad que debería alertarnos a todos: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre. Muchos son los que hoy hablan en el nombre de Dios, pero sus obras son malas y así viven una completa mentira, queriendo conducir a otros a Cristo y ofreciendo el camino de salvación, ellos mismo se encuentran perdidos. Charles Spurgeon en su libro “Discurso a mis estudiante” les enfatizaba a los futuros ministros del evangelio que antes procurar cualquier otra cosa, ellos mismo debían estar seguros que eran salvos. El cita en este libro: “Un ministro inconverso envuelve en sí la más patente contradicción. Un pastor destituido de gracia es semejante a un ciego elegido para dar clase de óptica, que filosofara acerca de la luz y la visión, disertara sobre ese asunto, y tratara de hacer distinguir a los demás las delicadas sombras y matices de los colores del prisma, estando él sumergido en la más profunda oscuridad”.

                 Para estas personas el juicio está reservado. Tristemente aquel día (posiblemente el día del juicio) estos se levantaran diciéndole a Jesús: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Como vemos estos profetizaron, echaron fuera demonios e hicieron milagros en el supuesto nombre del Señor y cualquiera pudo haber pensado que estos eran servidores de Dios, pero no era así. La realización de estas señales no determina que alguien realmente sea un servidor de Dios, y esto lo podemos ver en varios ejemplos en la Biblia. Por ejemplo tenemos el caso de los magos de Egipto que imitaron el milagro de la transformación de la vara de Moisés en serpiente, convirtieron también el agua en sangre y lograron imitar la plaga de las ranas. Vemos el caso del profeta Balaam, el cual tenía visiones de Dios pero se vendió por codicia. También tenemos el caso de Judas el Iscariote el cual predico y realizo sanidades junto a los otros apóstoles, pero al final resultó ser el hijo de perdición. Y finalmente podemos ver en el libro de Apocalipsis como el falso profeta realizara señales para que la gente crea en el Anticristo. Por tanto, no son los dones en si los que definen a un servidor de Dios, sino más bien sus frutos. La realización de todas estas señales y la labor de la predicación deben ir acompañada de los frutos que reflejen la vida transformada del ministro. Sus enseñanzas y obras deben estar en completa armonía con los principios bíblicos. Cuando llegue aquel momento, Jesús les declarara: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Tristemente la condenación está reservada para estos falsos ministros, los cuales a través de sus falsas enseñanzas y los milagros o señales que los acompañan, engañan a muchos arrastrándolos juntos a ellos al mismo infierno. Como dice Pedro en su segunda epístola, estos son fuentes sin agua las cuales ofreciendo el agua de vida solo ofrecen veneno a todos aquellos que pretenden beber de ellas.

“Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre”.
2 Pedro 2:17

                Como una de las advertencias finales del Sermón del Monte, debemos tener un doble cuidado. Por un lado los predicadores del evangelio deben asegurarse de estar predicando la verdad de Dios, ya que de lo contrario se encontraran dirigiendo a un grupo de indoctos y a ellos mismos al infierno. Así lo declara Pablo a Timoteo.

“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”.
1 Timoteo 4:16

                Finalmente, es clave el conocer la Biblia, ya que solo así tendremos el discernimiento adecuado para descubrir las falsas doctrinas. Todo lo que se nos enseñe debe ser juzgado a la luz de la palabra de Dios con el fin de no ser engañados por nadie.

“Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras”.

2 Juan 8-11



Falsos ministros: Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:15-20)


“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis”.

Mateo 7:15-20


Introducción


                Posterior a su exhortación de esforzarse por entrar por la puerta estrecha, y a caminar por el camino angosto, nuestro Señor Jesús les advierte a sus discípulos que tengan gran cuidado con los falsos profetas, los cuales los pueden engañar y desviarlos del verdadero camino que conduce a la salvación. El tema del falso profeta no era ajeno del conocimiento del pueblo judío, de hecho fueron los falsos profetas los que causaron parte del daño que condujo a Israel a su ruina espiritual y posteriormente al exilio babilónico.

falsos-profetas


Los Falsos profetas en el antiguo testamento

“Guardaos de los falsos profetas…”
Mateo 7:15


                  Una de las cosas con las que Israel tuvo que lidiar en los tiempos del Antiguo Testamento fue la influencia de los falsos profetas. En el libro de Deuteronomio Dios les advertía que aparecerían falsos profetas que los intentarían alejar de Él; pero que no los escucharan ya que solo era un prueba para comprobar su fidelidad a Dios: “Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma”, (Deuteronomio 13:1-3). Además de eso también Dios les había dado dos formas de identificar a los falsos profetas, el no cumplimiento de lo que ellos profetizaban o el hablar en nombre de otros dioses. Para estos falsos profetas el castigo era la muerte: “El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá. Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él”, (Deuteronomio 18:20-22). Desde los tiempos del profeta Elías podemos encontrar como los falsos profetas afectaron la fe del pueblo de Israel, por ello  Elías les desafío a invocar con fuego a Dios en el monte Carmelo, a los 450 profetas de Baal y los 400 profetas de Asera: “Entonces Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte Carmelo”, (1 Reyes 18:20). También vemos como fue el falso testimonio de los falsos profetas que condujo a Acab, rey de Israel, a pelear en una batalla donde perdió la vida.

“Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera?   Él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así”.

1 Reyes 22:20-22

También vemos en el libro de Jeremías como los profetas condujeron a Israel y Judá a la apostasía:

“En los profetas de Samaria he visto desatinos; profetizaban en nombre de Baal, e hicieron errar a mi pueblo de Israel. Y en los profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra”.
Jeremías 23:13-14
               
Por todo ello en el libro del profeta Ezequiel Dios expresa su rechazo a los falsos profetas que hicieron tropezar a su pueblo Israel.

“Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los profetas insensatos, que andan en pos de su propio espíritu, y nada han visto!   Como zorras en los desiertos fueron tus profetas, oh Israel. No habéis subido a las brechas, ni habéis edificado un muro alrededor de la casa de Israel, para que resista firme en la batalla en el día de Jehová. Vieron vanidad y adivinación mentirosa. Dicen: Ha dicho Jehová, y Jehová no los envió; con todo, esperan que él confirme la palabra de ellos. ¿No habéis visto visión vana, y no habéis dicho adivinación mentirosa, pues que decís: Dijo Jehová, no habiendo yo hablado? Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto vosotros habéis hablado vanidad, y habéis visto mentira, por tanto, he aquí yo estoy contra vosotros, dice Jehová el Señor”.
Ezequiel 13:3-8

Conociendo el mal que los falsos profetas causaron a Israel en los tiempos antiguos, nuestro Señor Jesucristo advierte a sus discípulos diciendo: Guardaos de los falsos profetas. La palabra guardaos proviene del griego proséjo (προσέχω), la cual significa estar alerta con todos nuestros sentidos con el fin de cuidarnos de cualquier peligro. Nuestro Señor nos pide estar atentos discerniendo todo peligro que pueda provenir de un falso profeta, y es así porque se presentan como servidores de Dios, y por ello Jesús los compara como lobos vestidos de ovejas: vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

Lobos vestidos de ovejas


“…  vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”.
Mateo 7:15

           A través de este símil, Jesús nos ilustra la razón por la cual los falsos profetas son tan peligrosos. Ellos están disfrazados en medio del pueblo de Dios, haciéndose pasar como emisarios de Dios pretenden introducir sus falsas enseñanzas arrastrando al infierno a todos los que les siguen. En el Nuevo Testamento se advierte acerca de estas personas, por ejemplo en la segunda carta a Timoteo se nos dice que dichas personas tendrán apariencia de piedad: “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”, (2 Timoteo 3:5); y en la segunda carta a los Corintios, Pablo se nos dice que así como Satanás, sus ministros se disfrazan como ministros de justicia: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”, (2 Corintios 11:14-15). Aun en los tiempos de la iglesia cristiana Satanás no cambio en nada su estrategia al continuar levantando falsos ministros del evangelio. Muchas de las cartas del Nuevo Testamento presentan una defensa en contra de la falsa doctrina. Podemos verlo en la carta a los Gálatas donde Pablo los exhortaba a no abandonar la fe por las obras de la ley.

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”.
Gálatas 1:6-8
               
                En el libro de los Hechos de los apóstoles podemos leer como el apóstol Pablo exhortaba a los ancianos de la iglesia de Éfeso a estar alerta porque después de su partida entrarían a la iglesia falsos maestros:

“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno”.
Hechos 20:28-31

                Y también, el mismo apóstol Pedro advierte que así como en los tiempos del Antiguo Testamento hubo falsos profetas, también se levantaran entre la iglesia falsos maestros.

“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme”.
2 Pedro 2:1-3

                Por tanto, la iglesia del Señor tiene que estar atenta ante la aparición de estos falsos ministros del evangelio que buscaran la forma de introducirse entre el pueblo cristiano para enseñar su doctrina diabólica y arrastrar tras sí a muchos discípulos.

Por sus frutos los conoceréis


“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis”.
Mateo 7:15-20

                 Nuestro Señor Jesús nos da la clave para identificar a estos falsos ministros que tiene apariencia de piedad: ¡sus frutos! Él dice: ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? En este sentido es imposible que el buen árbol de un mal fruto o que el mal árbol de un buen fruto, es solo cuestión de lógica. Así también lo es en la vida espiritual, ya que alguien que ha sido regenerado por la sangre de Cristo no puede dar malos frutos, y de igual forma, alguien que pretenda ser un ministro del Señor no puede dar un mal testimonio. Al final sus obras son las que lo van a revelar como bueno o malo. Un falso profeta o maestro se puede reconocer a través de sus obras. De hecho encontramos en la Biblia algunos pasajes que advierten a los creyentes a cuidarse de estas personas y describen su personalidad mostrando lo impías que son y a la vez sirve para poderlos identificar por medio de sus actitudes. Podemos encontrar en la segunda epístola del apóstol Pablo a Timoteo una descripción del carácter de estos sujetos:
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.
2 Timoteo 3:1-5

por-sus-frutos-los-conoceréis


             Esta lista de características acerca de su carácter nos enseña la forma de como reconocerlos. Son personas que dicen ser ministros de justicia, pero sus obras son las de un impío, y su doctrina está alejada de la verdad de Dios. Por ello es sumamente importante que los cristianos tengan un buen discernimiento de estas personas, ya que con su gran carisma quieren introducir sus herejías, mezclándolas con algunas verdades bíblicas. Alguien en cierta ocasión dijo que una enseñanza que contenga 99% de doctrina bíblica y un 1% de error es herejía. Y este es el problema con la apostasía. La apostasía consiste en alejarse de la fe por seguir doctrinas erradas, y el problema radica que muchas de estas son presentadas en medio de algunas verdades bíblicas, tratan de justificar sus pensamientos tergiversando algunos pasajes bíblicos para su propia perdición, y este es el principal objetivo de los falsos profetas y maestros. El Apóstol Pedro explica esto y les dice a los lectores de su carta que por tal motivo es importante el conocimiento exacto de la palabra de Dios.

“Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén”.
2 Pedro 3:15-18
               
Por tanto, como cristianos debemos seguir el consejo de Jesús y guardarnos de los falsos profetas ya que su finalidad es alejarnos del camino angosto por medio de sus falsas enseñanzas.