domingo, 19 de febrero de 2023

La vida de los primeros cristianos (Hechos 2:42-47)

 

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.  Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.

Hechos 2:42-47

INTRODUCCIÓN

                Estos versículos son increíbles ya que nos narra cómo era la vida de los primeros cristianos. Aquel día, en la fiesta de pentecostés, la promesa del Espíritu Santo vino sobre la iglesia y, por tanto, esta nació. El apóstol Pedro aprovechó el asombro de la gente al oírlos hablar en otras lenguas para predicar el primer sermón y como resultado 3, 000 personas se convirtieron y se bautizaron. Estos fueron los que se unieron a la comunidad cristiana y en estos versículos estudiaremos cómo era la vida de estos primeros cristianos, vida que nosotros debemos imitar.

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La vida de los primeros cristianos


SE MANTENÍAN FIRMES

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.

Hechos 2:42

                 Una de las características que definió a los primeros cristianos es la firmeza en su fe: Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Es interesante ver cómo esta firmeza se mantenía en sus vidas. En primer lugar, vemos que estos se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles. La palabra griega de donde se traduce enseñanza es didaje (διδαχῇ) la cual sugiere la enseñanza de un cuerpo de doctrinas específicas, ahora bien, ¿cuál era la doctrina de los apóstoles? Es importante comprender que para estos primeros días donde la iglesia inicia sus primeros pasos la doctrina no se encontraba estructurada en el cuerpo sistemático como hoy lo tenemos, más bien, la doctrina de los apóstoles consistía en narrar las historias de la vida y obra de Jesucristo de las cuales ellos habían sido testigos, así como recordar sus dichos y enseñanzas. Existe una obra patrística de esta época que no entro en el canon bíblico, pero que posiblemente presenta las enseñanzas que los apóstoles dieron a los cristianos de esta primera época, esta es conocida como la Enseñanza de los Doce Apóstoles, o simplemente, Didajé, la cual es una obra cuya elaboración se ubica entre el año 70 a 80 d.C. En esta obra se presentan instrucciones morales y aspectos litúrgicos como el bautismo, ayuno y cena del Señor, todo basado en los dichos y enseñanzas de Jesús, por lo que al leerla no es difícil entender que, al principio de todo, la doctrina de los apóstoles consistió en esto, en instruir a otros todas las cosas que su Señor les había enseñado.

En segundo lugar, se nos dice que estos se mantenían firmes en la comunión los unos con los otros. La palabra griega de donde se traduce comunión es coinonía (κοινωνίᾳ), la cual expresa una asociación basada en la hermandad y unidad donde todos los miembros participan con alegría. Los cristianos de estos primeros días entendieron que ahora estaban unidos en una misma fe, en que habían pasado a formar parte de una sola familia en la fe. Ahora, esta comunión que practicaban los llevaba a practicar dos costumbres piadosas que hoy en día se siguen practicado: la cena del Señor, o partimiento del pan, y la oración. En el texto en griego literalmente dice así, que perseveraban en el “partimiento del pan”, lo cual sugiere que cuando se reunían solían recordar la última cena que Jesús tuvo con sus apóstoles, donde partiendo el pan y bebiendo el vino, les mando que hiciesen esto en memoria de Él: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama”, (Lucas 22:19-20). Conforme el tiempo avanzo esta práctica de recordar los padecimientos del Señor continúo haciéndose en las iglesias, aun el apóstol Pablo lo enseñó: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”, (1 Corintios 11:23-26). Y ahora después de más de 2, 000 años, la iglesia sigue practicando la Cena del Señor. Luego, tenemos que estos perseveraban también en la oración. La palabra oración se traduce del griego proseujais (προσευχαῖς), la cual introduce una manera muy peculiar de comunicarse con Dios, ya que anteriormente los judíos solían hacer rezos, es decir, sus oraciones no eran más que repeticiones de las mismas palabras las cuales ya estaban preestablecidas en sus libros de oraciones. Sin embargo, la oración que los primeros cristianos hacían eran verdaderas conversaciones con Dios al estilo de Jesucristo. Al principio los discípulos estaban acostumbrados a oír los rezos de los fariseos, rezos que Jesús llamo vanas repeticiones: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”, (Mateo 6:7); por el contrario, Jesús solía dirigirse al Padre en una extensa y confiada conversación a tal punto que admiro tanto a los discípulos que le pidieron a su Maestro que les enseñase a orar: “Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”, (Lucas 11:1).

 

TENÍAN EL RESPETO DE LAS PERSONAS QUE NO ERAN CRISTIANAS

“Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles”.

Hechos 2:43

               La Escritura dice que en aquellos días sobrevino un temor a toda persona ya que muchas maravillas y señales eran hechos por los apóstoles. La palabra temor se traduce del griego fobos (φόβος), la cual efectivamente denotar un temor hacia algo en particular y en raras ocasiones se traduce como respeto o reverencia. En este sentido el texto sugiere que las personas al ver los milagros y señales que ocurrían en medio de la iglesia, estos quedaban asombrados a tal punto que veían con respeto y reverencia a la comunidad de creyentes, por lo que la Nueva Traducción Viviente de la Biblia traduce este versículo de la siguiente manera: “Un profundo temor reverente vino sobre todos ellos, y los apóstoles realizaban muchas señales milagrosas y maravillas”, (Hechos 4:23, NTV). Aunque siempre existirán incrédulos y enemigos del evangelio, cuando una iglesia se mueve en el poder del Espíritu Santo, en santidad y obediencia, el Señor la respalda y los perdidos encuentra allí la vida eterna a través de Jesucristo lo cual a su vez trae la restauración de las personas y sirve de testimonio público del poder transformador del evangelio, lo cual debe traer el asombro y respeto de las personas que no pueden negar las maravillas que acompañan al pueblo de Dios.

 

LA UNIDAD DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS

“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo…”

Hechos 2:44-47

                 Lucas nos vuelve a recalcar el hecho de la gran unidad que existía entre los cristianos de los primeros días y esta vez a través de relatarnos sus costumbres. En primer lugar, vemos que estos permanecían juntos, en comunidad y tenían todas las cosas en común: Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas. Ya anteriormente se nos dijo que estos se mantenían unidos en comunión los unos con los otros, esta comunión también se manifestaba compartiendo los mismos principios de vida, los principios de la palabra de Dios, que los hacia tener en común todas las cosas: “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”, (Efesios 4:3-6). Esta unión también se veía en la preocupación que existía entre ellos de solventar las necesidades de los más pobres: y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Tanta era la unidad que existía entre ellos que aquellos que podían vender sus propiedades y bienes que no necesitaban, las vendían para luego ponerla a disposición de los apóstoles y que estas se repartiesen entre los hermanos más pobres a tal punto de que no hubiese necesitados entre ellos: “Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad”, (Hechos 4:34-35). Los siguientes versículos nos expresan lo hermosa que era la comunión que practicaban los primeros cristianos: Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. La palabra griega que se traduce en estos versículos como “perseverando” es proskartereo (προσκαρτερέω), la cual sugiere una actividad que se realiza continuamente, día a día, con disciplina y, en este sentido, los primeros cristianos a día se reunían con disciplina en el templo y en las casas para adorar a Dios. Es interesante hacer ver que esta práctica era “a diario”, no una o dos veces a la semana, sino todos los días. También, cuando dice que iban al templo no debemos entenderlo que se refiere a los templos cristianos o locales que hoy en día tenemos, sino más bien, se refiere que los primeros cristianos, que eran judíos en su totalidad, subían al templo de Jerusalén, a orar, tal y como era la costumbre en el judaísmo. A penas iniciaba la iglesia, judía en su totalidad, por lo que no es de extrañar que continuaron con la observancia de sus costumbres religiosas y no veían la fe que habían abrazado como algo excluyente de la religión judía, más bien, lo tuvieron que ver como una continuación de la misma, sin embargo, ya veremos cómo, conforme el tiempo pasará, la iglesia entendió que ya no era necesario sujetarse a la ley ceremonial. Lo otro importante, es que los primeros cristianos acostumbraban reunirse en las casas, para allí celebrar la cena del Señor, enseñar el evangelio de Cristo y alabar a Dios. En todo esto, los primeros cristianos se ganaron el favor de las personas: y teniendo favor con todo el pueblo.

 

LA IGLESIA CONTINÚO CRECIENDO

“… Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.

Hechos 2:47

              De esta forma sencilla, pero poderosa, la iglesia inicio sus primeros pasos, predicando el evangelio de Cristo, haciendo milagros y señales que confirmaban sus palabras, teniendo comunión los unos con los otros, perseverando en reunirse en las casas donde partían el pan y alaban al Señor, cuidando que no hubiese necesitados entre ellos y manteniendo la unidad, de esta manera, el Señor hacia el resto al añadir cada día más convertidos y la iglesia comenzaba a crecer en número: Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

 

 

sábado, 18 de febrero de 2023

El Mundo Bíblico de las Peregrinaciones (Parte II)

 

“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”.

Hebreos 11:13

 

INTRODUCCIÓN

               Durante toda su vida los patriarcas de Israel fueron peregrinos en tierras extrañas, creyendo en las promesas de Dios de que su descendencia heredaría las tierras de Canaán donde habitaban como forasteros se movían de una región a otra. Abrahán abandono su tierra allá en Ur de los caldeos y habitó en tiendas, en tierra de Siquem, Betel, Egipto, Hebrón y Beerseba; su hijo Isaac así lo hizo, así como Jacob y sus 12 hijos, hasta que finalmente se ubicaron en la tierra de Gosén, en Egipto, donde todos ellos murieron, pero su descendencia se multiplicó hasta que llego a ser una gran nación la cual esclavizo Egipto, luego el Señor los libero y durante 40 años vagaron por el desierto, a través de las regiones de Arabia Pétrea y el desierto del Sinaí, antes de entrar a la región de Canaán e iniciar la conquista de la tierra prometida. En esta oportunidad vamos a continuar estudiando estas tierras por las cuales los israelitas fueron peregrinos y ahora consideraremos la península de Arabia Pétrea y la tierra de Edom.


monte-Sinaí
Mount Sinai 
De Mohammed Moussa - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0,  https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=28338950

ARABIA PETREA

                  Arabia es considerada la península más grande del mundo la cual está ubicada en la confluencia de África y Asia, entre el golfo Pérsico, el golfo de Adén, el mar Arábigo y el mar Rojo, la cual es mencionada por primera vez en la Biblia en el libro de 1 Reyes o 2 Crónicas cuando narra todos los tesoros que le llagaban a Salomón en pago de la renta que les cobrara a otras naciones: “El peso del oro que Salomón tenía de renta cada año, era seiscientos sesenta y seis talentos de oro; sin lo de los mercaderes, y lo de la contratación de especias, y lo de todos los reyes de Arabia, y de los principales de la tierra”, (1 Reyes 10:14-15). En cuanto a los pueblos que habitaron en la península de Arabia y que en la Biblia se mencionan, el Nuevo Diccionario Bíblico Certeza menciona lo siguiente: “Arabia no figura frecuentemente con este nombre en la Biblia, ya que generalmente sus habitantes fueron conocidos por los nombres políticos o tribales de los grupos menores a que pertenecían. La tabla de las naciones en Génesis 10 enumera una cantidad de pueblos del sur de Arabia como descendientes de Joctán y de Cus. Aparecen también los nombres de una cantidad de tribus, principalmente del norte de Arabia, como descendientes de Abraham a través de Cetura y Agar (Génesis 25). También entre los descendientes de Esaú (Génesis 36) se menciona una cantidad de pueblos árabes. En la época de Jacob dos grupos de descendientes de Abraham, los ismaelitas (Ismael) y los Madianitas aparecen como mercaderes que viajan en caravanas (Génesis 37:25-36)”. Podemos ver como los descendientes de Abrahán llegaron a convertirse en tribus que poblaron la península de Arabia. Así paso con Ismael: “Estos son los hijos de Ismael, y estos sus nombres, por sus villas y por sus campamentos; doce príncipes por sus familias… Y habitaron desde Havila hasta Shur, que está enfrente de Egipto viniendo a Asiria; y murió en presencia de todos sus hermanos”, (Génesis 25:16, 18). De igual forma lo hicieron los demás hijos de Abrahán que fueron concebidos por Centura: “Abraham tomó otra mujer, cuyo nombre era Cetura, la cual le dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa… Y Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac. Pero a los hijos de sus concubinas dio Abraham dones, y los envió lejos de Isaac su hijo, mientras él vivía, hacia el oriente, a la tierra oriental”, (Génesis 25:1-2, 5-6). Estas familias que procedían de Arabia generalmente se les asociaba con tribus que llevaban una vida nómada que comerciaban con diferentes productos: “Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? Venid, y vendámosles a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto”, (Génesis 37:25-28). A todo esto, el Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia de Nelson Wilton agrega: “Arabia casi siempre se presenta en la Biblia como lugar solitario y apto para recibir allí la revelación de Dios. Por eso la parte más famosa es la pequeña península de Sinaí/ Horeb al noroeste de la península principal. En este lugar sagrado para los hebreos, Dios se reveló a Moisés y le dio las tablas de la ley”. Ahora, Arabia puede dividirse en tres partes de las cuales el Diccionario Bíblico Arqueológico, del editor general, Charles F. Pfeiffer nos lo explica muy bien: “Los geógrafos clásicos concuerdan con Tolomeo (siglo II a.C.) al dividir la Arabia en tres partes: la Arabia Pétrea, al noroeste, que incluye el Sinaí, Edom, Moab y la Transjordania; la Arabia Desértica que comprende el desierto sirio; y la Arabia Feliz, la sección sureña”. Por tanto, vamos a estudiar un poco más la parte de Arabia Pétrea.

 

            Arabia Pétrea.

Arabía Pétrea es una península con forma de triángulo, ubicada en la región asiática de Oriente Próximo, comúnmente llamada la Península del Sinaí, la cual fue el escenario donde se dio la peregrinación de los israelitas durante sus 40 años que vagaron en el desierto. Su nombre fue establecido en el segundo siglo por los romanos ya que llego a ser una de sus provincias. Entre las principales tribus que habitaron las regiones de Arabia Pétrea la Biblia menciona a los Amalecitas: “Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim”, (Éxodo 17:8). Estos fueron descendientes de Esaú, hermano de Jacob: “Y Timna fue concubina de Elifaz hijo de Esaú, y ella le dio a luz a Amalec; estos son los hijos de Ada, mujer de Esaú”, (Génesis 36:12). Otra tribu que habitaron esta región fueron los Ceneos, una tribu madianita la cual fue perdonada por el rey Saúl: “Y dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos y salid de entre los de Amalec, para que no os destruya juntamente con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de Israel, cuando subían de Egipto. Y se apartaron los ceneos de entre los hijos de Amalec”, (1 Samuel 15:6). 

En términos generales podemos dividir las regiones de Arabia Pétrea en cuatro partes importantes:

 1.      La Altiplanicie Central: Es la parte central de Arabia Pétrea, en cuyo inferior está una cuenca larga desaguada por el rio de Egipto o Sihor, que servía como límite entre Canaán y Egipto (Génesis 15:18).

2.      La Cordillera Sinaítica: Es la forma triangular llamada Sinaí u Horeb. Los dos nombres, Horeb y Sinaí, se usan en forma intercambiable, siendo Horeb el más común en Deuteronomio, y Sinaí en los otros libros del Pentateuco.

3.      El Neguev: Este comprende la región de terreno escarpado y árido de unos 96 km de largo y se extiende desde Este a Oeste entre Beerseba y Cades Barnea.

4.      El Arabá: Es el nombre geográfico de la depresión de Palestina, la cual se extiende desde el sur del Mar Muerto y el Golfo de Akaba, sinónimo del desierto de Sin.


Mapa
Mapa del Mundo Bíblico de los Patriarcas incluyendo Arabia y la Península del Sinaí

EDOM

                Otro de los lugares relacionado con el peregrinar de Israel durante sus 40 años que vagaron por el desierto es Edom. Edom es una nación antigua cuya mayor información referente a su origen es mencionada en los registros de la Biblia, aparte de esta, muy poco se conoce de Edom, más que un registro antiguo del faraón Seti I donde es mencionada la nación (1215 a.C. aproximadamente) y en las crónicas de una campaña de Ramsés III (1186-1155 a.C.). Aparte de los registros egipcios, también se poseen inscripciones cuneiformes asirias donde se mencionan tres reyes edomitas, tales como Ḳaus-malaka en la época de Tiglath-pileser III (c. 745 a.C.), Malik-rammu en la época de Senaquerib (705 a.C.) y Ḳaus-gabri en la época de Esarhaddon (c. 680 a.C.). Los edomitas fueron descendientes de Esaú, hermano de Jacob y, por lo tanto, fueron una nación hermana de Israel: “Estas son las generaciones de Esaú, el cual es Edom…”, (Génesis 36:1). El nombre de Edom proviene del hebreo, Edom (אֱדֹם), raíz hebrea que significa rojo, ya que rojo era el guiso de lentejas por el cual vendió su primogenitura: “dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto, fue llamado su nombre Edom”, (Génesis 25:30). El nombre griego con el cual se conoció Edom fue Idumea y se ubicaron en la región del Monte Seir, que significa “Monte Accidentado”: “Y Esaú habitó en el monte de Seir; Esaú es Edom”, (Génesis 36:8). Al respecto de Edom, J. B. Tidwell, en su libro Geografía Bíblica, nos dice: “El territorio de Edom no es grande como el de los madianitas (o ismaelitas). Se extendía del mar Muerto al golfo de Akaba y, principalmente, al lado este del río Arabah, aunque, sin duda, algo de él estaba en el lado oeste del rio. Es una región montañosa, pero hay gran variación en carácter y aspectos, desde altas montañas que alcanzan 1,798 metros, hasta valles bajos y fértiles, donde se sembraba una gran variedad de productos. Por siglos el comercio entre el norte y el sur —entre Babilonia y Siria por un lado y Egipto e India en el otro— pasaba por Edom. Y la nación, debido en parte a este hecho, ganó considerable prominencia. Los habitantes eran descendientes de Esaú, de quienes se dice que destruyeron a los horeos, quienes moraban allí antes que ellos (Génesis 14:6; Deuteronomio 2:22)”.


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Mapa de Edom en el siglo IX a. C. 
 De Kingdoms_of_Israel_and_Judah_map_830.svg: *Oldtidens_Israel_& amp; _Judea.svg: FinnWikiNoderivative work: Qoan - Kingdoms_of_Israel_and_Judah_map_830.svg, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=43182984   

Principales ciudades edomitas.

“Y los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes que reinase rey sobre los hijos de Israel, fueron estos: Bela hijo de Beor reinó en Edom; y el nombre de su ciudad fue Dinaba. Murió Bela, y reinó en su lugar Jobab hijo de Zera, de Bosra. Murió Jobab, y en su lugar reinó Husam, de tierra de Temán. Murió Husam, y reinó en su lugar Hadad hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab; y el nombre de su ciudad fue Avit. Murió Hadad, y en su lugar reinó Samla de Masreca. Murió Samla, y reinó en su lugar Saúl de Rehobot junto al Eufrates. Murió Saúl, y en lugar suyo reinó Baal-hanán hijo de Acbor. Y murió Baal-hanán hijo de Acbor, y reinó Hadar en lugar suyo; y el nombre de su ciudad fue Pau; y el nombre de su mujer, Mehetabel hija de Matred, hija de Mezaab”.

Génesis 36:31-39

Algunas de las cuidades de los edomitas se mencionan en la Biblia, así tenemos a Ezión-geber y Elot: “Hizo también el rey Salomón naves en Ezión-geber, que está junto a Elot en la ribera del Mar Rojo, en la tierra de Edom”, (1 Reyes 9:26). En el caso de Ezión-geber, fue una ciudad antigua de Edom que fungió como puerto ya que se encontraba sobre el mar Rojo y cullas ruinas fueron descubiertas por el explorador alemán F. Frank y posteriormente Nelson Gluck dirigió una excavación de carácter arqueológico. Luego, Elot, también conocida como Elat, fue tambien una ciudad portaría muy importante por representar un acceso al océano Índico por vía del mar Rojo. Fue territorio edomita habitado por los descendientes de Ela, uno de “los jefes de Esaú”: “Estos, pues, son los nombres de los jefes de Esaú por sus linajes, por sus lugares, y sus nombres: Timna, Alva, Jetet, Aholibama, Ela, Pinón, Cenaz, Temán, Mibzar, Magdiel e Iram. Estos fueron los jefes de Edom según sus moradas en la tierra de su posesión. Edom es el mismo Esaú, padre de los edomitas”, (Génesis 36:40-43). Además de estas, también tenemos a la ciudad de Temán, la cual recibe su nombre de uno de los descendientes de Esaú: “Estos son los jefes de entre los hijos de Esaú: hijos de Elifaz, primogénito de Esaú: los jefes Temán, Omar, Zefo, Cenaz”, (Génesis 36:15). Temán fue una ciudad de la parte noreste edomita que fue famosa por su sabiduría, pero el Señor en sus profecías anuncia que terminaría con sus consejos al momento de destruir a todo Edom: “Acerca de Edom. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: ¿No hay más sabiduría en Temán? ¿Se ha acabado el consejo en los sabios? ¿Se corrompió su sabiduría? Huid, volveos atrás, habitad en lugares profundos, oh moradores de Dedán; porque el quebrantamiento de Esaú traeré sobre él en el tiempo en que lo castigue”, (Jeremías 49:7-8).  Finalmente, podemos mencionar la capital de Edom, Sela o Petra: “Este mató asimismo a diez mil edomitas en el Valle de la Sal, y tomó a Sela en batalla, y la llamó Jocteel, hasta hoy”, (2 Reyes 14:7). El nombre de su capital, Selá, significa en hebreo piedra y su nombre equivalente en griego es Petra, que significa lo mismo y hoy por hoy, Petra es un tesoro arqueológico en la tierra de Jordania. Su principal capital, Sela o Petra, estaba ubicada en una región montañosa que les proveía al mismo tiempo un gran defensa en contra de sus enemigos. Al respecto de su geografía montañosa, Oliver Artur, en su libro Geografía de la Biblia, nos dice: “Los textos bíblicos mencionan a Selá como ciudad principal de este territorio (2 Reyes 14:7). En el plano morfológico se pueden distinguir dos regiones. Al norte, una zona montañosa que culmina a más de 1, 600 metros, y cuyo flanco occidental deja aparecer granitos. Entre los cursos de agua que en ella cortan circos citemos el wadi Musa, cerca del cual fue fundada la ciudad nabatea y después romana de Petra. La vertiente oriental está formada por rocas calizas, cuya altitud decrece progresivamente hacia Arabia. Más al sur, la caliza deja lugar a una llanura arenosa salpicada de elevaciones de arenisca, mientras que, al oeste, una cadena de montañas precámbricas que superan los 1, 500 metros domina la Arabá”.


Petra
Ruinas de Petra 
By Diego Delso,
CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=17901222

Edom fue una nación que se caracterizó por su orgullo, ya que su capital Petra los hacia invencibles al considerar la inexpugnable fortaleza rocosa que los rodeaba: “La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra?”, (Abdías 3). Aunque Israel fue su nación hermana, nunca sintió simpatía de ella. Cuando Israel paso por sus fronteras durante su peregrinación en el desierto, no lo dejo pasar por su territorio: “Envió Moisés embajadores al rey de Edom desde Cades, diciendo: Así dice Israel tu hermano: Tú has sabido todo el trabajo que nos ha venido… Te rogamos que pasemos por tu tierra. No pasaremos por labranza, ni por viña, ni beberemos agua de pozos; por el camino real iremos, sin apartarnos a diestra ni a siniestra, hasta que hayamos pasado tu territorio. Edom le respondió: No pasarás por mi país; de otra manera, saldré contra ti armado”. (Números 20:14, 17-18). Con el tiempo Edom llego a odiar a Israel, su nación hermana, a tal punto que se alegró de su caída, cuando Babilonia finalmente destruyó Jerusalén y tomo cautiva a toda la nación, fue allí donde Edom tomo ventaja de cuando ellos estaban más vulnerables para atacarlos y saquearlos: “Por la injuria a tu hermano Jacob te cubrirá vergüenza, y serás cortado para siempre. El día que estando tú delante, llevaban extraños cautivo su ejército, y extraños entraban por sus puertas, y echaban suertes sobre Jerusalén, tú también eras como uno de ellos. Pues no debiste tú haber estado mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte alegrado de los hijos de Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte jactado en el día de la angustia. No debiste haber entrado por la puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no debiste haber mirado su mal en el día de su quebranto, ni haber echado mano a sus bienes en el día de su calamidad. Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapasen; ni debiste haber entregado a los que quedaban en el día de angustia”, (Abdías 10-14). Fue por este terrible pecado que Dios los condenó a ser exterminados de la tierra: “Mas en el monte de Sion habrá un remanente que se salve; y será santo, y la casa de Jacob recuperará sus posesiones. La casa de Jacob será fuego, y la casa de José será llama, y la casa de Esaú estopa, y los quemarán y los consumirán; ni aun resto quedará de la casa de Esaú, porque Jehová lo ha dicho”, (Abdías 17-18). Al final, esta profecía se cumplió y al respecto, nos dice: “Todas las profecías sobre la destrucción de Edom se han cumplido completamente. Fueron conquistados por los romanos en el año 106 d.C., otra vez por los musulmanes en el siglo VII, y finalmente, por los cruzados en la Edad Media. De allí dejaron de existir por completo como pueblo, y sus ciudades, excepto la de Temán, de acuerdo a una de las profecías, se han quedado completamente deshabitadas”.

 


viernes, 10 de febrero de 2023

Auténticas conversiones (Hechos 2:37-41)

 

“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”.

Hechos 2:37-41

INTRODUCCIÓN

                 El apóstol Pedro ha terminado de exponer su mensaje, un mensaje que proclama a Cristo, su vida, muerte y resurrección, ha hecho ver la realidad de sus pecados al sacrificar al Hijo de Dios y ahora viene el resultado después de predicar el verdadero evangelio, la autentica conversión. Como hemos visto desde el versículo 14 de este capitulo del libro de Hechos, el apóstol ha expuesto valerosamente el mensaje del evangelio ha presentado los hechos ocurridos referente a Jesús, ha citado diferentes profecías del Antiguo Testamento que confirman sus palabras y ahora veamos la reacción de las personas que lo escucharon.

 

conversiones
Auténticas conversiones

EL EFECTO DEL VERDADERO EVANGELIO

“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?”.

Hechos 2:37

                 En este versículo vemos el efecto que el evangelio provoca en aquellas personas que lo reciben con humildad: Al oír esto, se compungieron de corazón. Primeramente, se nos dice que las personas se compungieron de corazón, y esta palabra, “compungieron”, se traduce del griego katenugesan (κατενύγησαν), la cual en su significado original hace referencia a pinchar o punzar algo repentinamente, también puede entenderse como una acción que agita la mente provocando así un dolor y el pasaje nos dice que dicho dolor es provocado en el corazón y literalmente la palabra griega usada para referirse al corazón es kardian (καρδίαν). Así que podríamos decir que cuando una persona escucha con humildad el mensaje del evangelio y reconoce su culpa por el hecho de ser un pecador, esto lo lleva a experimentar un verdadero dolor y aflicción en su corazón al considerar su estado de condenación. Sin embargo, esto no termina aquí, sino que también lleva al hombre a preguntarse: y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?. Cuando el hombre considera la magnitud de la gravedad de su pecado, esto lo lleva a entender su estado de condenación eterna, pero al mismo tiempo lo impulsa a buscar en el evangelio la solución a su penosa situación, la cual es Cristo. La verdad es que el evangelio no solo le presenta al hombre su situación de pecado y condenación eterna, sino que también le muestra el camino a la redención a través de la fe en Jesús.

 

EL RESULTADO DEL VERDADERO EVANGELIO

“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

Hechos 2:38

                  He aquí el resultado que el evangelio provoca en la vida de aquellas personas que reciben con humildad el mensaje del evangelio, reconocen su culpa y buscan la misericordia de Dios: Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. El resultado es el arrepentimiento. La palabra “arrepentíos” se traduce del griego metanoésate (μετανοήσατε), la cual literalmente hace referencia a un cambio de mente que provoca a su vez un cambio de actitud y sentimientos. Por tanto, el verdadero arrepentimiento lleva al hombre a experimentar una autentica conversión a Cristo y de allí que Pedro les dije: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo. Seguido de la conversión debería ir el bautismo el cual es una ordenanza que la iglesia practica en obediencia a la orden de Cristo de Mateo 28:19 y que da testimonio público de que la persona a muerto a su antigua vida y ha resucitado a una nueva vida. Ahora, Pedro dice que es necesario arrepentirse y bautizarse para perdón de pecados, sin embargo, esto no significa que el bautismo salve, sino mas bien pone en orden la sucesión de pasos de una persona que se convierte a Dios, primero arrepentimiento, luego bautismo y aunado a todo esto recibe el don del Espíritu Santo. La palabra don se traduce del griego dorean (δωρεὰν), la cual nos habla de una dádiva o regalo gratuito, el Espíritu Santo morando en nuestro corazón.

            Ahora bien, este pasaje causa controversia en algunas sectas unitarias que afirman que el bautismo debe ser realizado en el nombre de Jesús y no en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En Mateo encontramos lo que conocemos como la Gran Comisión y la fórmula bautismal: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, (Mateo 28:19). Algunos grupos unitarios afirman que no debe bautizarse de esta forma, sino en el nombre de Jesús basándose en algunos versículos de Hechos de los Apóstoles como Hechos 2:38. Sin embargo, cuando Pedro ordenó a los recién convertidos a bautizarse, no estaba dando una fórmula bautismal, sino diciéndoles en el bautismo de quién tendrían que bautizarse, porque para este momento ya existía el bautismo de Juan el Bautista, otros dicen que algunas sectas judías bautizaban a sus seguidores, y en este sentido, Pedro les dice que se bauticen en el nombre del Jesucristo, es decir, se bauticen con el bautismo que Jesús ordenó, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ahora, si estas palabras de Pedro en Hechos 2:38 fueron dichas con el objetivo de establecer una formula bautismal, debiera repetirse en otras partes del mismo libro, pero aparecen de forma diferente. Por ejemplo, en Hechos 2:38 se dice: “En el nombre de Jesucristo”; pero en Hechos 8:16 se dice “En el nombre de Jesús”: “Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús”, (Hechos 8:16) y, en Hechos 19:5 dice “En el nombre del Señor Jesús”: “Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús”, (Hechos 19:5). Por tanto, no podemos decir que en el libro de los Hechos se está estableciendo una fórmula bautismal, porque no es una forma constante, sino lo que se está haciendo es afirmar bajo qué autoridad y bajo qué tipo de bautismo se tenían que bautizar los recién convertidos.

Otro aspecto controversial es el hecho de que algunas sectas unitarias afirman que el bautismo salva ya que este pasaje dice: Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados… Ahora, esto no puede ser así, primero, porque esta afirmación contradice toda la doctrina de la salvación por medio de la fe sin obras que se encuentra en las Escrituras y, segundo, lo que Pedro hace es establecer el orden en el que ocurren las cosas, primero viene el arrepentimiento que es producto de un corazón afligido que ha decidido creer en Jesús, luego, después de esto viene el bautismo como testimonio público de nuestras conversión ya que hemos sido perdonados de nuestros pecados, pero todo depende de creer, de nuestra fe en Jesús.

 

UNA PROMESA DE VIDA ETERNA

“Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.

Hechos 2:39

               Aquí tenemos una gloriosa promesa de vida eterna que no hace diferencia de personas, edades o nacionalidades: Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Hoy en día el evangelio debe seguirse predicando bajo la misma promesa de vida eterna a través de la fe en nuestro Señor Jesucristo quien murió por nuestros pecados, esta promesa es para cuantos el Señor llamare y serán llamados en la medida que permitamos que Dios nos use en la proclamación del evangelio para que así las personas puedan venir al conocimiento de Cristo.

 

LA IGLESIA HA CRECIDO

“Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”.

Hechos 2:40-41

                 De esta forma aquel día este gran sermón termino y provoco el quebrantamiento de muchas personas que procedieron al arrepentimiento. Lucas nos día que después de esto se les continúo testificando y exhortando a huir de este mundo de pecado: Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Es de entender que probablemente no solo Pedro continuo con la exhortación al arrepentimiento, sino el resto de los discípulos que lo acompañaban, porque aquel día hubo muchas conversiones que el libro de Hechos registra con el numero de 3, 000 personas: Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Es increíble ver el gran respaldo que los primeros discípulos tuvieron al momento de predicar su primer mensaje ya que ese día el numero de conversiones fue extraordinario.

 

viernes, 3 de febrero de 2023

El deseo final del Anciano (3 Juan 13-15)

 

“Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma, porque espero verte en breve, y hablaremos cara a cara. La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno en particular”.

3 Juan 13-15 

INTRODUCCIÓN

               En esta ocasión terminamos con el estudio de esta maravillosa carta y hasta el momento, el Señor nos ha permitido estudiar no solo 3 Juan, sino todas las cartas del apóstol Juan, así como su evangelio, lo cual a su vez nos ha permitido conocer la teología de Juan que quizás podríamos resaltar como una doctrina cristocéntrica, es decir, enfocada en presentar la doctrina de la naturaleza de Cristo como Hombre perfecto y Dios eterno, así como su sacrificio expiatorio que nos libra por medio de la fe, además de presentar los grandes temas del amor, el vivir en la luz, el advenimiento de la apostasía y advertencias de cuidarse de los falsos maestros. Veamos la despedida del anciano en esta carta.

 

el-deseo-Anciano
El deseo final del Anciano

TENGO MUCHAS COSAS QUE DECIRTE

“Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma, porque espero verte en breve, y hablaremos cara a cara”.

3 Juan 13-14

             En esta carta el anciano le dice a Gayo el deseo que tiene de decirle muchas cosas, pero lo mejor era decírselas personalmente y no a través de una carta: Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma, porque espero verte en breve, y hablaremos cara a cara. Es interesante pensar en la dedicación del apóstol Juan en estar pendiente del cuidado espiritual de los miembros de la iglesia. Para este momento, el apóstol ya tenia más de 90 años, recordemos que desde su juventud había seguido a Jesús: “El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús”, (Juan 1:35-37). Luego, después de la resurrección de su Señor sirvió fielmente en la iglesia de Jerusalén: “Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”, (Hechos 1:12-14). También sirvió en la iglesia de Samaria: “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan”, (Hechos 8:14). Y en el libro de Apocalipsis lo vemos dirigirse a algunas iglesias de Asia Menor, lo cual nos sugiere que también presto su servicio en ellas: “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros…”, (Apocalipsis 1:4). Y allá en su segunda carta, se dirige a una mujer cristiana, posiblemente miembro de la iglesia en Samaria, y le expresa sus anhelos de ir pronto a ella y verificar el progreso espiritual de sus hijos: “Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido”, (2 Juan 12). Todo esto nos revela el incansable esfuerzo de este hombre por servirle a Dios y preocuparse por el cuidado espiritual de los miembros de la iglesia, aun cuando ya era un viejo, su amor por las almas no había desaparecido. Esto nos ofrece un hermoso ejemplo a seguir, ya que Juan desde su juventud había buscado el reino de Dios, primero siendo un discípulo de Juan el bautista, luego siguiendo al Señor Jesucristo, después como apóstol en Jerusalén y conforme los años pasaron, en Samaria y Asia Menor. Ahora, siendo ya un anciano de no menos de 90 años, le decía a Gayo que anhelaba ir y verlo para compartir con él muchas cosas de provecho.

 

LA DESPEDIDA DEL ANCIANO

“La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno en particular”.

3 Juan 15

            Al despedirse, el anciano le desea a Gayo paz: La paz sea contigo. La palabra paz se traduce del griego eirene (εἰρήνη) y era muy común utilizarla en el contexto judío, y esta misma en su idioma hebreo es shalon (שָׁלוֹם), la cual va más allá de un simple saludo, mas bien, expresa un sincero deseo de bienestar físico, mental y espiritual, lo cual es lo que provoca la verdadera paz. Como hermanos en Cristo debemos desearnos paz, ya que esta solo puede encontrarse en el evangelio, en la vida que Cristo puede darnos. La paz involucra un cese de conflictos y temores internos provocados por la culpa del pecado y es resultado de la perfecta comunión con el Espíritu Santo el cual le da a nuestro corazón un genuino sentimiento de seguridad. El Anciano le dice a Gayo que los amigos le saludaban y que saludara a los amigos que estaban con él: Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno en particular. La palabra amigos se traduce del griego filoi (φίλοι.), la cual expresa un tipo de amor que es característico de las personas que establecen un verdadero vinculo de lealtad y afecto, y en este sentido se espera que cada uno de nosotros los cristianos practiquemos una verdadera amistad con todos nuestros hermanos. De esta forma el anciano se despide esperando volver a ver a su amigo Gayo.