lunes, 25 de febrero de 2019

La Entrada Triunfal (Juan 12:12-19)


“El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, montado sobre un pollino de asna. Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos. Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal. Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él”.
Juan 12:12-19

INTRODUCCIÓN


                 Hemos llegado a lo que podemos llamar el lumbral de la última semana de Jesús, la entrada triunfal, la cual también los evangelios sinópticos relatan. A partir de este momento Juan nos comenzara a narrar los acontecimientos que ocurrieron en la última semana de Jesús hasta llegar al capítulo 20 donde veremos su resurrección. Algunos han llamado esta última semana como la semana de la pasión de Cristo, sin embargo, como sea nos introducimos a sus últimos días sobre esta tierra. Su obra redentora esta próxima a ocurrir, su victoria final está a punto de ocurrir y hoy vemos el inicio de ella con su entrada triunfal a Jerusalén. Esta entrada quedo tan grabada en la mente de sus discípulos que aparece en los cuatro evangelistas, sin embargo, cada uno cuenta detalles diferentes que al unirlas podemos aprender mucho de ellas. Por ejemplo, Mateo, Marcos y Lucas narran la instrucción de Jesús a dos de sus discípulos de ir a la ciudad a desatar un pollino de asna y traérselo, Juan no lo presenta: “diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita”, (Lucas 19:30). Y Mateo solo presenta que los discípulos obedecieron la instrucción de su Maestro pero no la parte donde de los dueños les preguntan a los discípulos por qué desatan al animal, algo que Marcos y Lucas si hacen: “Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita”, (Lucas 19:32-34). Mateo nos aclara que este acontecimiento es un cumplimiento profético de Zacarías: “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga”, (Mateo 21:4-5), y Juan hace los mismo: como está escrito: No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, montado sobre un pollino de asna. Mateo, Marcos y Lucas nos dicen que echaros sus mantos al suelo para que Jesús pasara montado en el pollino de asna sobre ellas, y Mateo y Marcos agregan que también cortaron ramas: “Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino”, (Marcos 11:7-8), mientras que Juan nos aclara que eran ramas de palmeras: El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle. En todos los evangelios se registra el cantico de júbilo de las personas, solo que con leves diferencias, por ejemplo, en Mateo leemos: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”, (Mateo 21:19). En Marcos dice: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”, (Marcos 11:9). En Lucas dice: “¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!”, (Lucas 19:38). Y aquí en Juan se lee: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! En Lucas encontramos la reprensión de los fariseos a Jesús: “Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían”, (Lucas 19:39-40). Juan nos habla de la frustración de los fariseos: Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él. Solo en Lucas se lee la lamentación que Jesús hace por Jerusalén la cual no supo entender que había llegado el momento que tanto estaban esperando: “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”, (Lucas 19:41-44). Y así podemos seguir encontrando más diferencias que nos agregan detalles de esta maravillosa historia bíblica. Nosotros nos enfocaremos en considerar la enseñanza que este pasaje tiene según el relato del apóstol Juan.

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La Entrada Triunfal


LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS


“El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, montado sobre un pollino de asna”.
Juan 12:12-15

            Juan nos conecta con los acontecimientos antes vistos al decirnos: El siguiente día. Después de su cena en Betania y del complot que los líderes religiosos habían planeado para matar a Lázaro, ya que este era un testimonio vivo del poder de Cristo, Jesús hace su entrada triunfal a Jerusalén. A partir de este momento comienza la última semana de Jesús, este entra en Jerusalén y se nos dice que grandes multitudes que habían venido a la fiesta lo seguían: El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén. Esta fiesta que el apóstol Juan señala es la de la pascua, una de las festividades más importantes de los judíos donde muchos que vivían en el extranjero peregrinaban para esta época solo para estar en la fiesta, de tal forma que la cantidad de personas en Jerusalén para esta época casi doblaba su número actual, y es más, en cierta ocasión, aunque quizás un tanto exagerado, el historiador judío, Josefo, llego a estimar la cantidad de personas en una de estas fiestas diciendo que la multitud llegaría a 2,700, 000 durante la celebración de la Pascua. Por tanto, no era de admirarse que grandes multitudes que habían venido a la fiesta de la pascua lo siguieran, y estas clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! La palabra Hosanna es de origen hebreo y literalmente significa: “¡o sálvame Rey!”, como una expresión de pedir auxilio, parecido a algunas expresiones parecidas en el Antiguo Testamento, por ejemplo lo vemos cuando una mujer llego ante el rey David pidiendo ayuda, aunque solo actuaba por influencia de Joab: “Entró, pues, aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en tierra sobre su rostro, hizo reverencia, y dijo: ¡Socorro, oh rey!, (2 Samuel 14:4). O la expresión de socorro que una mujer dirigió al rey de Israel pidiéndole ayuda para escapar de la muerte al estar sitiados por el ejército sirio: “Y pasando el rey de Israel por el muro, una mujer le gritó, y dijo: Salva, rey señor mío, (2 Reyes 6:26). Sin embargo, estas expresiones derivan de otras palabras hebreas que son yassa adóm melek  (יָשַׁע אָדוֹן מֶלֶךְ). Y en el libro de los Salmos estas palabras son utilizadas nuevamente para expresar un cántico donde se le pide ayuda a Dios para ser liberados de sus enemigos: Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego”, (Salmo 118:25). Luego, con el tiempo comenzó a utilizarse la palabra aramea equivalente  yassa, y así se utilizaba yassi-a-na, y después del cautiverio en babilonia, 70 años después de este, cuando los judíos comenzaron a regresar a su nación, estos decidieron volver a celebrar sus fiestas, siendo la primera de las fiestas en celebrar, la fiesta de los tabernáculos, según se observa en Nehemías: “Y hallaron escrito en la ley que Jehová había mandado por mano de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo; y que hiciesen saber, y pasar pregón por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: Salid al monte, y traed ramas de olivo, de olivo silvestre, de arrayán, de palmeras y de todo árbol frondoso, para hacer tabernáculos, como está escrito. Salió, pues, el pueblo, y trajeron ramas e hicieron tabernáculos, cada uno sobre su terrado, en sus patios, en los patios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas, y en la plaza de la puerta de Efraín. Y toda la congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos habitó; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy grande. Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último; e hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de solemne asamblea, según el rito”, (Nehemías 8:14-18). Se cree que a partir de aquí se comenzó a cantar el Salmo 118:25 introduciéndole la palabra hosanna que es la equivalente en griego: “Te rogamos, oh Señor, hosanna (sálvanos ahora); te rogamos, oh Señor, prospéranos ahora”, (Salmo 118:25). De tal forma que cuando la gente gritaba: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!, estaba diciendo: ¡sálvanos ahora! ¡Bendito el que viene en el nombre de Dios, el Rey de Israel! En otras palabras, estaban declarando que Jesús era el Mesías que venía a liberarlos que la opresión romana y obviamente solo estaban esperando que Jesús les diera la señal para unirse a la rebelión. A parte de esto Juan nos dice que esto era el cumplimiento de una de las profecías tocantes al Mesías: Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, montado sobre un pollino de asna. Esta es una profecía de Zacarías que declaraba que el Mesías habría de entrar en Jerusalén en un pollino de asna: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”, (Zacarías 9:9).

LA GENTE NO ENTIENDE LO QUE REALMENTE ESTABA PASANDO


“Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos. Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal. Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él”.
Juan 12:16-19

               Aquel día Jesús entro a Jerusalén pero muchos no entendieron lo que estaba pasado. Sus discípulos no entendían que lo que estaba ocurriendo era el cumplimiento de una de las profecías tocantes a la primera venida del Mesías, Zacarías 9:9: Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. Que triste es cuando los cristianos no entendemos las cosas espirituales por nuestra falta de conocimiento en su palabra, no olvidemos que con la ayuda del Espíritu Santo podemos llegar a conocer todo aquello que es tocante a nuestro Señor y nuestra salvación. Pero no solo esto pasaba, sino también estaba allí mucha gente eufórica gritando: ¡sálvanos ahora! ¡Bendito el que viene en el nombre de Dios, el Rey de Israel!, y lo hacían no porque querían sujetarse a Jesús, sino porque creían que el Señor estaba allí para guiarlos en una rebelión final en contra del imperio romano, ya que habían mal interpretado las señales de poder que Jesús había realizado: Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos. Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal. Muchos estaban allí por la señal que Jesús había realizado, creían que con este poder se podía derrocar a los romanos, otros quizás habían llegado por curiosidad, porque habían oído que se había resucitado a un muerto, como sea, el propósito de la señal era confirmar las palabras de paz y gozo que Jesús anunciaba, y no alentar a los hombre a levantarse en una rebelión militar. Muchos creían que el respaldo que Jesús tenia de su Padre era una oportunidad para derrocar a sus conquistadores romanos, pero lo cierto es que Cristo antes de liberarlos de una opresión política quería liberarlos de la esclavitud de su pecado. Si realmente estas personas hubiesen escuchado el mensaje de Cristo hubieran entendido el mensaje de gozo y paz del evangelio, las buenas nuevas de salvación por medio de la fe en Jesús. Jesús no estaba allí para iniciar una rebelión, es más, había llegado en completa paz. En la antigüedad los reyes y generales solían entrar en las ciudades montados en caballos blancos como símbolo de conquista y victoria, así lo vemos en Apocalipsis donde vemos que el anticristo viene montado en su caballo blanco para conquistar este mundo durante los primeros años de gran tribulación: “Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer”, (Apocalipsis 6:2). O cuando vendrá Jesús en su segunda venida: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea”, (Apocalipsis 19:11). El asno era un animal muy usado en los tiempos antiguos de Israel, por ejemplo, vemos que la hija de Caleb usaba uno: “Y aconteció que cuando la llevaba,  él la persuadió que pidiese a su padre tierras para labrar.  Ella entonces se bajó del asno. Y Caleb le dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Concédeme un don;  puesto que me has dado tierra del Neguev,  dame también fuentes de aguas.  El entonces le dio las fuentes de arriba,  y las de abajo”, (Josué 15:18-19). También vemos que aquel levita a quien le mataron su concubina los hijos de Benjamín usaba un asno: “Él le dijo: Levántate, y vámonos; pero ella no respondió. Entonces la levantó el varón, y echándola sobre su asno, se levantó y se fue a su lugar”, (Jueces 19:28). También Abigail usaba uno cuando fue al encuentro de David con el fin de persuadirlo de su decisión de tomar venganza en contra de Nabal: “Y cuando Abigail vio a David, se bajó prontamente del asno, y postrándose sobre su rostro delante de David, se inclinó a tierra”, (1 Samuel 25:23). También vemos que aquel viejo profeta que habitaba en Betel uso un asno para ir en búsqueda de aquel profeta de Judá que profetizo en contra del pecado de Jeroboam: “Y él dijo a sus hijos: Ensilladme el asno. Y ellos le ensillaron el asno, y él lo montó”, (1 Reyes 13:13). Por tanto, podemos ver como el asno era un animal usado en palestina, pero nunca un general o rey que iba a la guerra o venia victoriosa de ella entraba en la ciudad montando uno, sin embargo, allí venia el Rey de reyes, humilde, montando un pollino de asna, es decir, un asno joven al cual nadie había montado antes, y esto era así porque nuestro Señor venía a no a derramar sangre y desatar una guerra, sino a derramar su propia sangre para remisión de nuestros pecados. Estas personas no entendían estas razones, sino gritaban y alentaban a Jesús para sus propios deseos. Otros por el contrario estaban molestos con la llegada de Jesús a Jerusalén y de manera sarcástica se quejaban el uno con el otro de no haberlo podido impedir porque ahora peligraba que la gente creyera en Él: Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él. La versión de la Biblia lo parafrasea muy bien este versículo: “Entonces los fariseos se decían entre sí: Miren, nuestro plan no está logrando nada. ¡Todo el mundo lo sigue!”, (Juan 12:19, PDT). Los fariseos habían estado planeando deshacerse de Lázaro, porque su vida era un testimonio vivo del poder de Cristo, pero ahora todos sus planes se habían venido abajo, porque esta gente estaba allí siguiendo a Jesús y declarándolo Mesías, lamentablemente esta palabras eran vacías porque al no ver a Jesús actuar de acuerdo a sus creencias y demandas, pronto, al final de esa misma semana estarían gritando: “¡Crucifícale, crucifícale!”, (Lucas 23:21).

              Aquel domingo Jesús había hecho su entrada triunfal en Jerusalén, pero muchos no se dieron cuenta de lo que allí estaba pasando, ya que el verdadero Mesías estaba entrando por la gran ciudad, una de las profecías mesiánicas tan ansiadas por los judíos se cumplía en sus propias narices y no se dieron cuenta de eso. Los discípulos de Jesús no comprendieron sino hasta después de su muerte, los judíos que habían venido para participar de la pascua pensaban que era su “mesías”, no el que testifican las Escrituras, sino aquel que ellos deseaban que fuera, un líder militar que los guiara a la victoria, los habitantes de Jerusalén que oyeron la gritería preguntaron por Él, pero igual no lo conocieron y es más los menospreciaron porque venía de Nazaret: “Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea”, (Mateo 21:10-11), y por eso, nuestro Señor hizo lamentación sobre Jerusalén, una ciudad que cada año esperaba que se cumpliera el tiempo de la profecía de Zacarías 9:9, donde muchos judíos solían criar pollinos de asnos, con la esperanza que ese año que el Mesías entras por la ciudad tomase uno; pero estaban cegados por sus prejuicios y conceptos religiosos y militares, por ello no conocieron el tiempo de su visitación, Cristo paso por allí y ellos no lo reconocieron, por ello Jesús hizo gran lamentación sobre esta ciudad que vería tiempos difíciles y su propio fin por no haber aprovechado la oportunidad que se les presento: “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”, (Lucas 19:41-44). Quiera Dios que nosotros no seamos como estos, que no supieron reconocer el tiempo en el que el verdadero Mesías los visito, hoy el evangelio se predica y debemos creer en Cristo para que podamos aprovechar el tiempo de nuestra visitación y no nos quedemos fuera como estos que no aprovecharon su oportunidad.



domingo, 17 de febrero de 2019

El complot para deshacerse de la evidencia (Juan 12:9-11)


“Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús”.
Juan 12:9-11

INTRODUCCIÓN


               Estamos cerca de la última semana de la vida de Jesús, una vez más se encuentra en Betania, en casa de Marta, María y Lázaro, el que fue resucitado, María le ungió sus pies con perfume muy caro y todos estaban sentados a la mesa comiendo. Ahora bien, muchos judíos se enteraron que estaba allí y para este momento su popularidad había crecido debido al milagro de resurrección de Lázaro que había ocurrido. El hecho de ver a Lázaro con vida era un testimonio contundente de la divinidad y carácter mesiánico de Jesús, y esto llego a constituir un verdadero dolor de cabeza para los fariseos y saduceos que querían evitar que la gente creyese en Jesús, pero ¿cómo lograrlo si existía evidencia contundente de que Jesús era Dios y el Mesías? Bueno, eliminado las evidencias y matando a Jesús para que todo se olvidara.


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El complot para deshacerse de la evidencia

LAS EVIDENCIAS CONTUNDENTES


“Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos”.
Juan 12:9

             Jesús estaba en Betania, en casa de Marta, María y Lázaro, el que había sido resucitado, y una gran multitud de judíos que se habían enterado que Jesús estaba allí decidieron ir, no solo para verlo, sino también para ver a Lázaro, ya que era increíble verlo con vida después de enterarse que había estado muerto: Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. Muchas de esas personas habían estado allí presentes cuando vieron a Jesús resucitar a Lázaro, otros quizás solo estuvieron presentes en el día de la sepultura, vieron su cuerpo muerto, y ahora han escuchado que vive, todo esto era verdaderamente asombroso. Lo cierto es que la credibilidad en el ministerio de Jesús no solo se basaba en palabras bonitas, sino en señales sobrenaturales que lo respaldaba. A lo largo de su ministerio Jesús demostró ser quien decía ser por al menos tres razones. Primero, porque su vida era intachable, vivía en total santidad, de acuerdo a la palabra de Dios y no bajo las tradiciones religiosas de los hombres, y así lo dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”, (Mateo 5:17). Jesús vivía de acuerdo a su palabra, no de acuerdo a las tradiciones de los judíos, ganando la desaprobación de ellos, pero logro vivir de acuerdo a la verdadera voluntad del Padre, experimentando nuestras mismas debilidades y fue tentado en todo, pero nunca pecó: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”, (Hebreos 4:15). En segundo lugar, el ministerio de Jesús es verdadero porque predico y enseño el verdadero y único evangelio. Su vida de santidad era acompañada por su increíble capacidad de predicar y enseñar la palabra de Dios de una manera sencilla pero con gran autoridad. Sus enseñanzas eran maravillosas, estas eran enseñadas en las sinagogas de los judíos, en las plazas, en el Templo, en los montes, a la orilla de lagos, en las casas donde era invitado, y en general en todo lugar donde Él iba predicaba y enseñaba el evangelio, y lo hacía de tal manera que aun las personas más sencillas entendían. Sus métodos de comunicación eran increíbles, tomaba ventajas de las circunstancias que le rodeaba para sacar una buena enseñanza, usaba parábolas, metáforas, hipérboles, ironías y muchas figuras retoricas, formulaba preguntas a su audiencia para despertar su curiosidad y que esta los llevara a grandes conclusiones edificantes, sus enemigos trataron de tentarle y formularle toda clase de preguntas peligrosas que cualquier persona no hubiese podido responder sin caer en su ingeniosa y diabólica trampa; pero a todas el Señor respondió con gran ingenio y de maneras nunca antes esperadas. No cabe duda que enseño la palabra de Dios no como uno de los más versados comentaristas bíblicos, sino como el verdadero autor de ella, por ello la gente se maravillaba al escucharlo hablar: “Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”, (Mateo 7:28-29). Finalmente, el ministerio de Jesús es verdadero porque las señales que lo acompañaban lo confirmaban. Juan utiliza la palabra señal en lugar de milagro, y una señal es una obra sobrenatural que opera para confirmar el respaldo que esa persona tiene de Dios. Jesús tenía el respaldo de su Padre, todos sus milagros fueron hechos para demostrarle a la gente que Él era el enviado de Dios y el Espíritu Santo estaba sobre su vida para respaldarlo en todo momento: “Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar”, (Lucas 5:17). Por tanto, por estas tres razones la gente creía en su ministerio, su vida santa, su doctrina y las señales que lo acompañaban eran una evidencia contundente de que realmente Él es Dios y el tan ansiado Mesías, y la resurrección de Lázaro era una de ellas.

LOS ENEMIGOS DE JESÚS DECIDEN ELIMINAR LAS EVIDENCIAS

“Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús”.
Juan 12:10-11

          Mientras que muchos judíos se regocijaban y admiraban de las evidencias que respaldaba a Jesús, los líderes religiosos se preocupaban porque ante semejantes evidencias era muy difícil desacreditarlo. Por ello decidieron deshacerse de la evidencia, es decir, matar a Lázaro: Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús. Durante mucho tiempo el diablo ha querido deshacerse de las evidencias que demuestran quien es Cristo y la existencia de Dios. Cuando los fariseos y saduceos lograron que Jesús fuese crucificado, pidieron a Poncio Pilatos que pusiese guardias en su tumba ya que recordaban que había dicho que resucitaría al tercer día, y querían evitar eso a toda costa: “Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia”, (Mateo 27:62-66). Sin embargo, no pudieron evitar que Jesús resucitara al tercer día y lo único que les quedo fue inventar historias para tratar de ocultar la evidencia de su resurrección: “Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy”, (Mateo 28:11-15). Y de esta manera el diablo ha tratado de ocultar la verdad de su resurrección, las evidencias de la existencia de Dios, de la veracidad de la Biblia, de la existencia y divinidad de Jesús, y en general, de la verdad del evangelio; pero por mucho que se esfuercen por hacerlo la verdad prevalece ante las tinieblas.




La Parábola de los obreros de la viña (Mateo 20:1-16)



“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, más pocos escogidos”.
Mateo 20:1-16

INTRODUCCIÓN


           La Biblia está llena de figuras retóricas ya que a través de símiles, parábolas, fabulas, metáforas y otras narraciones figuradas nos ilustran grandes verdades espirituales. El capítulo 20 del evangelio según Mateo comienza con esta parábola que es conocida con el nombre: los obreros de la viña. Si recordamos un poco, allá en el capítulo 13 de este mismo evangelio vimos varias parábolas donde nuestro Señor Jesucristo comparaba a través de actividades y circunstancias cotidianas el reino de los cielos. A partir de este momento volveremos a leer más parábolas las cuales nos traen grandes enseñanzas en cuanto al reino de los cielos y su pronto regreso, y ahora nos ilustrará con una de las actividades cotidianas que se realizaban en Israel, y esta es el trabajo que se hacía recogiendo la cosecha en las viñas antes que comenzara la época lluviosa. No olvidemos que estamos en el periodo final del ministerio de nuestro Señor y ha comenzado a anunciar lo que le espera en Jerusalén. Veamos en detalle esta parábola.

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La Parábola de los obreros de la viña

UNA PARÁBOLA UN POCO DIFÍCIL DE INTERPRETAR


“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña”.
Mateo 20:1

             Nuestro Señor Jesús comienza esta parábola con las palabras: Porque el reino de los cielos es semejante a…, donde la palabra “porque” nos enlaza de alguna manera al capítulo anterior donde Pedro le pregunto a su Señor que ganarían ellos por haberlo seguido, y de alguna manera esta parábola toca ese tema. También la palabra “semejante” nos anuncia que Jesús está a punto de hacer una comparación del reino de los cielos con una actividad o acontecimiento cotidiano que la gente conoce. Al igual que un símil, la parábola hace la comparación entre dos cosas y generalmente comienza con las palabras: “es semejante a…”, o “es como…”, y de hecho eso es un símil, una comparación entre dos cosas, y una parábola es una series de símiles. Es increíble ver como nuestro Señor escogía actividades o acontecimientos de la vida cotidiana para explicar verdades espirituales, y así decía que el reino de los cielos era semejante a un sembrador que fue a sembrar, o semejante a una red que era echada al mar, o semejante a una mujer que perdía una moneda y barría la casa buscándola, o semejante a un hijo menor que pidió la parte de la herencia que le correspondía, o semejante a un publicano y fariseo que subió a orar, y así el gran Maestro usaba acontecimiento cotidianos que la gente entendía para explicarles grandes verdades espirituales. Y ahora nuestro Señor Jesucristo nos dice: Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. El comparar el reino de Dios con la viña o cualquier actividad de agricultura es muy común en la palabra de Dios, a lo mejor es porque es una actividad cotidiana que en Israel se ha realizado desde el principio de los tiempos, así lo vemos a través de las páginas de las Sagradas Escrituras, por ejemplo, en los Salmos se compara la obra de liberación de la esclavitud de Israel de Egipto y su introducción a la tierra prometida con el proceso de arraigar una planta en una viña: “Hiciste venir una vid de Egipto; echaste las naciones, y la plantaste. Limpiaste sitio delante de ella, e hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra”, (Salmo 80:8-9). En Isaías se nos dice que Israel era la viña que el Señor planto: “Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil”, (Isaías 5:1). En Jeremías se dice otra vez que Israel era la viña del Señor: “Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña?”, (Jeremías 2:21). En Lucas se nos narra en boca del mismo Señor Jesús otra parábola donde se menciona la viña que se compara a Israel: “Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo”, (Lucas 20:9).Y en Juan se nos dice que Jesús es la vid verdadera: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador”, (Juan 15:1). Y ahora, vemos otra parábola donde aparece otra vez la comparación del reino de Dios con un hombre dueño de una viña que arrendo obreros para que trabajaran en ella.

              Ahora bien, interpretar esta parábola es un poco difícil, porque pareciera que no está en armonía con otras verdades que se explican a la largo del Nuevo Testamento y que tienen que ver con las recompensas de los santos en la eternidad que estarán en función de su fidelidad. Desde los tiempos de la iglesia primitiva, algunos de sus padres y teólogos llegaron a establecer diferentes interpretaciones en cuanto lo que este parábola significa llegando a alegorizar demasiado su contenido. Como regla general de la hermenéutica, la Biblia se interpreta literalmente, considerando todo su contexto gramatical, histórico y textual, pero en el caso de las parábolas se tiene que hacer una comparación con algunas verdades espirituales contenidas en la Biblia para dar su interpretación, pero de allí que se pueda llegar a alegorizar tanto que esta pierda su verdadero significado. En el caso de esta parábola nos enseña que el reino de los cielos es semejante a un hombre que es padre de familia que salió por la mañana a contratar obreros para su viña, una labor muy común en los capos de palestina la cual se intensificaba cuando el tiempo de las lluvias se acercaba y era necesario recoger toda la cosechan antes que esa estación comenzara.

LOS OBREROS SON CONTRATADOS A LO LARGO DEL DÍA EN DIFERENTES HORAS DEL MISMO


“Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo”.
Mateo 20:2-7

         Aquí vemos una práctica que era muy común en los tiempos antiguos de Israel, el contratar a tantos obreros como fuera posible para recoger las cosechas de las viñas. Generalmente, los campos estaban listos para ser segados y esto tenía que ser rápido porque la estación de invierno estaba cerca y las lluvia podían llegar a echar a perder la cosecha, por eso se solía contratar tantos obreros como fuera posible y estos solían ir a las plazas públicas con sus herramientas de trabajo para esperar que alguien los contratase. Muchos eran contratados a primera hora del día y otros durante la jornada laboral, los cuales recibían su pago de acuerdo al número de horas que habían laborado. El salario por un día de trabajo era un denario, por eso fue y contrato a los obreros desde las primeras horas del día: Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. En Israel, las 12 horas del día para trabajar se comenzaban a contar desde las 6:00 AM. De esta forma se contaban la hora segunda, tercera, cuarta, hasta la undécima que son las 5:00PM, hasta las 6:00 PM, donde se terminan las horas de luz y da paso a otras 12 horas nocturnas que dan paso a las 3 vigilias que iban de las 6.00 PM hasta las 6:00 AM. Estos primeros obreros tuvieron que haber si contratados durante la primera hora del día. Luego, pasadas unas horas, a la hora tercera que corresponde a las 9:00 AM, el padre de familia contrata a más obreros para ir a trabajar a su viña: Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Luego hace lo mismo en las horas sexta y novena, que corresponde a las 12:00 PM y 3:00 PM: Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y finalmente, volvió a salir casi llegando a la hora undécima que corresponde las 5:00 PM, casi terminando el día: Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. De esta forma el Padre de familia contrato a los obreros para su viña en diferentes horas del día prometiéndoles que les habría de pagar lo justo.

TODOS LOS OBREROS RECIBEN EL MISMO PAGO, INDEPENDIENTEMENTE DE SU TIEMPO LABORADO


“Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día”.
Mateo 20:8-12

             Aquí encontramos algo muy controversial y es el pago que los obreros de la viña recibieron. De acuerdo con la ley de Moisés debía pagárseles a los jornaleros al final del día: “No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida; para que no clame contra ti a Jehová, y sea en ti pecado”, (Deuteronomio 24:14-15). Según vimos al principio el dueño de la viña acordó pagarles un denario a aquellos obreros que contrato desde el inicio del día, no obstante, lo más controversial fue su forma de pago ya que al comenzar por los más postreros, a estos les pago un denario por las pocas horas que habían hecho: al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario, y se esperaba que si estos habían estado allí pocas horas se les pago de esta forma, los que habían estado el día completo recibiesen más; pero no fue así: Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. Para los obreros que estaban allí desde el inicio del día era injusto que los que apenas había trabajado una hora recibieran el mismo pago que ellos.

EL PAGO ES EL MISMO, INDEPENDIENTEMENTE DEL INICIO DE LA JORNADA


“Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, más pocos escogidos”.
Mateo 20:13-16

              Para aquellos obreros que fueron contratados desde la primera hora de la mañana era totalmente injusto que Jesús les hubiese pagado lo mismo que a los postreros; pero realmente no era injusto, porque este había convenido con ellos pagarles un denario por el servicio de todo el día, y porque el dinero le pertenecía a él y podía hacer lo que mejor le pareciera: Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? De esta forma termina esta parábola, pero ¿cuál es la interpretación correcta? ¿Qué significa esta parábola si la comparamos con el reino de Dios? Bueno, como lo mencionamos al principio la interpretación de esta parábola ha provocado muchas dificultades y hoy en día sigue siendo un tanto difícil aseverar algo en cuanto a ella. Algunos han llegado a afirmar que la enseñanza principal de esta parábola es que cuando lleguemos al reino de los cielos todos tendremos las mismas recompensas, pero si fuese así, esto contradeciría las enseñanzas de otros pasajes de la Biblia donde se nos muestra que los salvos recibirán recompensas de acuerdo con su fidelidad y capacidad que demostraron en esta tierra. Por ejemplo, en la parábola de las minas se nos enseña que cada uno tuvo su recompensa en proporción a lo que habían producido: “Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades”, (Lucas 19:12-19). En la parábola de los talentos se le quito el talento al que no produjo nada y se lo dio al que tenía diez, y así este llego a tener más: “Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos”, (Mateo 25:28). De igual forma, vemos que aquellos que no hicieron bien su trabajo para el Señor y no edificaron de la mejor manera serán avergonzados, mientras que otros recibirán recompensa: “Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”, (1 Corintios 3:14-15). Por tanto, no podríamos afirmar que la enseñanza central de esta parábola es que todos recibiremos la misma recompensa al llegar al cielo.

              Otra interpretación que se le ha dado a esta parábola es aquella que dice que las diferentes horas en las cuales fueron contratándose los obreros representan diferentes edades a las cuales el Señor llama a sus elegidos para servirle y el denario con el cual se les pago representa la salvación, la cual es otorgada de la misma manera a todos los hombre y no está en función de la cantidad de obras que realizaron. Así dicen que los que se contrataron al inicio del día son todos aquellos que fueron llamados por Dios en su niñez: Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Podemos recordar a Samuel quien desde niño sirvió a Jehová: “Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres”, (1 Samuel 2:26), o Juan el Bautista quien sintió su llamamiento aun desde el mismo vientre de su  madre: “Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo”, (Lucas 1:41). Luego dicen que aquellos que fueron llamados como a la tercera hora, las 9:00 AM, son todos aquellos que Dios llama en su adolescencia y juventud: Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Podemos recordar en la Biblia los ejemplos de Jeremías que fue llamado siendo un adolescente: “Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande”, (Jeremías 1:4-7), o de Timoteo quien llego a ser un discípulo de Pablo: “Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego”, (Hechos 16:1). Luego tenemos los que llamo a la hora novena, que son las 3:00 PM, y dicen que estos representan a aquellos que son llamados por Dios en su edad adulta. Bueno aquí tenemos personas como Pedro, Santiago, el hermano de Jesús y muchos otros discípulos que creyeron en su edad adulta. Finalmente, se dice que aquellos que son llamados casi al final del día, a la hora undécima, las 5:00 PM, son todos aquellos que son llamados en su vejez: Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo, tal y como le paso a Abraham: “Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán”, (Génesis 12:4). De esta forma se alegoriza el pasaje diciendo que así conforme pasan las horas del día, la vida del ser humana avanza y muchos son llamados en diferentes momentos de sus días, unos siendo unos niños, otros en su juventud, o cuando son adultos e incluso podría ser en su vejes, pero al final de su jornada serian recompensados de la misma manera, con el don de la vida eterna.

              En resumen, nosotros solo podemos observar algunas enseñanzas que están claras en esta parábola y son (1) Hay un llamamiento que Jesús nos hace de pertenecer a su reino y es necesario atenderlo antes que la luz de nuestra vida se extinga: porque muchos son llamados, más pocos escogidos. (2) Debemos ser humildes y no creer que por nuestro servicio y esfuerzo merecemos más que otros santos: Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. (3) Aquel día cuando estemos delante de su presencia habrán muchas sorpresas y quien sabe que aquellos que a nuestros ojos no eran tan importantes recibirán mayor gloria de parte de nuestro Señor: Así, los primeros serán postreros, y los postreros.




¿Qué ganaremos por seguir a Cristo? (Mateo 19:27-30)



“Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”.
Mateo 19:27-30

INTRODUCCIÓN


                El capítulo 19 termina con la historia del joven rico que le pregunto a Jesús lo que tenía que hacer para heredar la vida eterna, y hasta el momento los últimos estudios han girado alrededor de esta edificante narración bíblica; pero hoy terminamos no solo dicha historia sino también el capítulo con la pregunta que Pedro realizo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Esta pregunta que hace Pedro nos hace pensar en lo que los cristianos realmente ganamos por seguir a Cristo, aunque realmente parece una pregunta imprudente, desagradecida e inoportuna, merece su respuesta y es nuestro Señor Jesucristo quien realmente la contestara. Lo cierto es que seguir a Cristo tiene muchas recompensas pero la mayor es la vida eterna. Veamos cómo se desarrollan estos maravillosos versículos en este evangelio.

Qué-ganaremos
¿Qué ganaremos por seguir a Cristo?

¿QUÉ GANAREMOS POR SEGUIR A CRISTO?


“Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?”.
Mateo 19:27

               Después de todo lo que ha pasado los discípulos vieron como tristemente aquel joven rechazo a Cristo porque no quería dejar todo lo que tenía con tal de seguirlo; pero en el caso de ellos no había sido así, sino que dejándolo todo lo habían dejado, tal y como lo vemos en los evangelios. Cuando Jesús llamó a Pedro, Andrés, Jacobo y Juan, estos lo dejaron todo con tal de seguirlo: “Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron”, (Mateo 4:18-22). También Mateo lo había dejado todo con tal de seguir a su Maestro: “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió”, (Mateo 9:9). Bueno allí estaban los 12 que a diferencia del joven rico lo habían dejado todo con tal de seguirlo, pero entonces les debió haber surgido la pregunta en su cabeza: ¿y nosotros que realmente lo hemos dejado todo qué ganaremos? Y Pedro lo dijo de la siguiente manera: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Esta pregunta pudiese sonar algo atrevida, quizás imprudente o desagradecida, pero creemos que ha Jesús le ha de haber agradado porque les responde. Hay personas que no siguen a Cristo porque creen que perderán mucho; dicen no ser capaces de renunciar a su vida de placeres y vanagloria que este mundo ofrece, pero lo cierto es que todo lo que tienen es efímero y nada podrán llevarse a la eternidad, en cambio lo Cristo ofrece es eterno y de gran valor tal y como lo veremos aquí.

LAS RECOMPENSAS POR SEGUIR A CRISTO


“Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”.
Mateo 19:28-29

               En estos versículos Jesús responde a la pregunta de Pedro, y en primer lugar, nos dice que aquellos que dejen todo para seguir a Cristo ganaran un lugar de privilegio en la restauración de su reino en esta tierra: Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos. Los judíos creían en la restauración del reino de Israel por parte del Mesías y era algo que anhelaban fuertemente, sin embargo, aquí el Señor les promete a todos aquellos que renuncien a este mundo de pecado que les hará participes del milenio dándoles un lugar de honra. En Sofonías promete salvarlos de todos sus enemigos y recogerlos de todas las partes de donde estuviesen esparcidos: “He aquí, en aquel tiempo yo apremiaré a todos tus opresores; y salvaré a la que cojea, y recogeré la descarriada; y os pondré por alabanza y por renombre en toda la tierra. En aquel tiempo yo os traeré, en aquel tiempo os reuniré yo; pues os pondré para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro cautiverio delante de vuestros ojos, dice Jehová”, (Sofonías 3:19-20). En Ezequiel les promete restaurar el antiguo reino de David para siempre: “y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos. Ni se contaminarán ya más con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeliones; y los salvaré de todas sus rebeliones con las cuales pecaron, y los limpiaré; y me serán por pueblo, y yo a ellos por Dios. Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra. Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será príncipe de ellos para siempre”, (Ezequiel 37:22-25). Y en Daniel se promete que el reino del Mesías se establecería para siempre: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”, (Daniel 2:44). Ahora bien, aquí Jesús les está prometiendo a sus discípulos que cuando ocurriera esto, ellos tendrían un lugar de honor a la par de Él. En segundo lugar, aquellos que dejan todo para seguir a Cristo juzgaran juntamente con Él a los impíos: os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Aquí Jesús les promete a sus discípulos que juzgaran a las doce tribus de Israel, pero hoy sabemos que no solo serán los no convertidos de Israel que serán juzgados, sino también, los impíos de todas las naciones: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?”, (1 Corintios 6:2). Y en el libro de Apocalipsis se nos enseña que así sucederá el día que finalmente Cristo establezca en esta tierra su reino milenial: “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo. Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años”, (Apocalipsis 20:1-4). En tercer lugar, aquellos que dejan todo por seguir a Cristo serán recompensados en esta tierra: Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más. En Lucas se lee de la siguiente manera: “Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo…”, (Lucas 18:28-30). Jesús no promete hacernos ricos en esta tierra, pero si promete bendecirnos y darnos una vida de propósito de la cual todos aquellos que nos hallemos en su voluntad nos sintamos felices. En cuarto lugar, aquellos que dejan todo por seguir a Cristo ganan la vida eterna: y heredará la vida eterna. La mayor recompensa que una persona puede tener es que sus pecados le sean perdonados y recibir la salvación de su alma Cristo nos promete la vida eterna  y eso no tiene precio.

LOS MÁS HUMILDES SERÁN LOS MÁS EXALTADOS


“Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”.
Mateo 19:30


               Finalmente nuestro Señor Jesucristo promete que los más humildes serán los más exaltados en el reino de los cielos: Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros. Lo cierto es que la gloria no le pertenece a ningún hombre de esta tierra, ni siquiera a aquellos que son los más usados por Dios. Muchos en esta tierra reciben las adulaciones y aplausos del mundo y se exaltan a sí mismos por los dones que poseen, pero se les olvida que todo lo que tienen se les ha otorgado de parte de Dios. El apóstol Pablo era un hombre exitoso, muy admirando entre el pueblo cristiano que tenía de que jactarse, pero no lo hacía porque reconocía que todos sus dones no provenían e él, sino de la gracia que le había sido dada: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”, (1 Corintios 15:10). Pablo decía que por la gracia de Dios él era lo que era, y reconocía que había hecho mucho, porque ciertamente lo había hecho, pero rápidamente, antes de jactarse, reconocía que no era él, sino la gracia de Dios que actuaba en él. Aquel día muchos que están acostumbrados a la preeminencia y los primeros lugares se darán cuanta que serán lo últimos, porque no aprendieron a darle la gloria a Cristo: Pero muchos primeros serán postreros. Juan el Bautista era un hombre que huía de la popularidad de los hombres, de hecho cuando le preguntaron quién era, nunca se los declaro directamente: “Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”, (Juan 1:19-23). Realmente él era el cumplimiento de las profecías de Isaías y Malaquías, el espíritu de Elías estaba en él; pero nunca alardeo de eso, solo se autonombraba una voz que clamaba en el desierto, y constantemente estaba dirigiendo la atención de la gente a Cristo. Él no quería que la gente se fijara en su persona, no desea que la gente hablara de lo maravilloso que era su ministerio, solo quería que la gente conociera a Cristo y le pudiera seguir, y de allí sus sabias palabras: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”, (Juan 3:30). Todo debemos hacer esto, aprender a ser humildes y rendir nuestros talentos y triunfos a Cristo, buscar que su nombre sea glorificado y no el nuestro, buscar la verdadera humildad, porque cuando esto sea así, Cristo nos exaltara. Aquí en este mundo a lo mejor no seremos muchos famosos, pero si buscamos la gloria de Dios y no la nuestra podemos estar seguros que seremos exaltados por Él en la eternidad: Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.