Sinopsis de Levítico (Parte IV)


 

Leyes referentes a los animales limpios e inmundos, purificación después del parto y la lepra

“Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo…”

Levítico 8:1-3

INTRODUCCIÓN

 

            Al continuar nuestra sinopsis a través del libro de Levítico, llegamos a la sección de las leyes referente a la pureza y la impureza que van desde los capítulos 11 al 22. Todas estas leyes levíticas tenían como propósito enseñar al pueblo la importancia de acercarse limpio delante de Jehová, quien es un Dios Santo y, por tanto, es necesario que también su pueblo sea santo. Todas estas leyes que procuraban la purificación de los israelitas delante de Dios es un símbolo de la importancia de nuestra santificación como cristianos. Por otro lado, estas leyes tenían como propósito enseñarle al pueblo a discernir entre lo santo y lo profano, principio bíblico que también tiene una gran aplicación en nuestro tiempo para nosotros los cristianos. La verdad es que Israel habitaba alrededor de naciones paganas, con costumbres pecaminosas que ofendían a Dios y por ello les exigía que tuviesen que ser un pueblo santo: Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo. Ser santo significa se diferente a los demás, estar separados del resto del mundo, apartados para los propósitos de Dios y el pueblo de Israel tenían que aprender este concepto a través de estas leyes.

 

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Miembros de la Tribu de Leví, con el Sumo Sacerdote de Israel

De THE HISTORY OF COSTUME By Braun & Schneider - http://www.siue.edu/COSTUMES/history.html, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2449643


LEYES REFERENTES A LA PURIFICACIÓN

 

            Estas leyes referentes a la purificación tenían como propósito darle a Israel una serie de leyes de cómo ellos debían santificarse en varios aspectos de su vida cotidiana y su comunión con Dios. Su insistencia está en entender lo que es limpio o impuro, en entender que Dios es santo y por ello es necesarios que ellos se purifiquen de todas sus inmundicias y de no imitar las costumbres paganas de las naciones que los rodeaban. Además, estas leyes no solo tenían un propósito meramente ritual, sino, también, el concepto de purificación o inmundicia los direccionaba en temas de salud, evitar enfermedades infecciosas y tener una dieta alimenticia adecuada, tal y como lo veremos según estudiemos estas leyes. Estas leyes podríamos clasificarlas de la siguiente manera:

 

1.      Leyes referentes a los animales limpios que podían comer y cuáles eran los impuros que no tenían que comer (Levítico 11).

2.     Leyes referentes a la purificación de la mujer después del parto (Levítico 12).

3.     Leyes acerca de la lepra (Levítico 13-14).

4.     Leyes dirigidas al hombre que tiene emisión de semen y la mujer que tiene flujo de sangre (Levítico 15).

5.     El día de la expiación (Levítico 16).

6.     El único santuario para ofrecer sacrificios a Dios (Levítico 17:1-8).

7.     La prohibición de comer sangre (Levítico 17:10-16).

8.     Leyes que prohíben los actos sexuales inmorales (Levítico 18).

9.     Leyes que exigen justicia social y santidad a Dios (Levítico 19).

10.   Pecados castigados con la muerte (Levítico 20).

11.    Leyes de santidad dirigida a los sacerdotes (Levítico 21-22).

 

Los animales limpios e inmundos.

 

            Prácticamente la ley levítica establecía el tipo de animales que los israelitas tenían que comer y a lo largo del capítulo 11 podemos encontrar el listado de los animales impuros, así como la forma de cómo diferenciar los limpios de los impuros. Ahora, tratar de identificar algunos de ellos es bastante difícil ya que sus nombres se encuentran en hebreo, sin embargo, se pueden consultar otras traducciones de la Biblia para intentar entender a cuál animal se está refiriendo. Las listas de animales limpios e inmundos del capítulo 11 podríamos subdividirlas en las siguientes categorías.

 

1.      Animales cuadrúpedos: “Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciéndoles: Hablad a los hijos de Israel y decidles: Estos son los animales que comeréis de entre todos los animales que hay sobre la tierra. De entre los animales, todo el que tiene pezuña hendida y que rumia, este comeréis”, (Levítico 11:1-3). Israel debía comer de todos aquellos mamíferos que rumen y tienen pesuña hendida, estas 2 características debían cumplirse para poder comerse al animal.

2.     Animales acuáticos: “Esto comeréis de todos los animales que viven en las aguas: todos los que tienen aletas y escamas en las aguas del mar, y en los ríos, estos comeréis. Pero todos los que no tienen aletas ni escamas en el mar y en los ríos, así de todo lo que se mueve como de toda cosa viviente que está en las aguas, los tendréis en abominación”, (Levítico 11:9-10). La forma de identificarlos era a través de todos aquellos que tuviesen aletas y escamas, prácticamente que es todo tipo de pescado y deja excluidos al resto.

3.     Las aves: De estas, el Levítico 11:13-19 nos da un listado de cuales eran de las que Israel no tenia que comer: “Estas son las aves que son detestables para ti y no deberás comerlas: el buitre grifón, el quebrantahuesos, el buitre de cabeza negra, el milano, los halcones de toda clase, los cuervos de toda clase, el búho real, la lechuza campestre, la gaviota, los gavilanes de toda clase, el búho pequeño, el cuervo marino, el búho grande, la lechuza común, la lechuza del desierto, el buitre egipcio, la cigüeña, las garzas de toda clase, la abubilla y el murciélago”, (Levítico 11:14-19, NTV). Curiosamente aparece el murciélago entre la lista de aves inmundas, pero en ningún momento debemos entenderlo como un error en la Biblia, ya que hoy en día sabemos que este es un mamífero, simplemente Dios permitió que el autor humano lo detallase en este grupo de acuerdo con el conocimiento de la clasificación zoológica de este tiempo. En general, Dios prohíbe comer aves que se alimentan de otros animales como el águila o búho que cazan pequeños mamíferos o aves que son carroñeras.

4.     Los insectos: “A todo insecto alado que camina en cuatro patas lo considerarán ustedes un animal inmundo. Hay, sin embargo, algunos insectos alados que caminan en cuatro patas y que ustedes podrán comer: los que además de sus patas tienen zancas para saltar, y también toda clase de langostas, grillos y saltamontes. Pero a los demás insectos alados que caminan en cuatro patas ustedes los considerarán animales inmundos”, (Levítico 11:20-23, NVI). Prácticamente los únicos insectos que Dios les permitía comer eran toda especies de langostas o saltamontes.

5.     Los roedores y reptiles, de ninguno estaba permitido comer: “Entre los animales que se arrastran, ustedes considerarán impuros a la comadreja, al ratón, a toda clase de lagartos, a la salamanquesa, a la iguana, al camaleón y a la salamandra. Éstos son los animales que ustedes considerarán impuros entre los que se arrastran… No comerán ningún animal que se arrastre sobre su vientre, o que se apoye sobre sus plantas, o que tenga más de cuatro patas. En resumen, no comerán ustedes ningún animal que se arrastra, porque es inmundo”, (Levítico 11:29-31, 42, NVI).

 

            Si uno lee la lista de animales que Dios les permitía comer y que llama animales limpios, uno puede entender que a parte los aspectos rituales, la lista incluía aquellos animales que eran aptos para la alimentación humana, con todos los nutrientes que el cuerpo humano necesita para estar fuerte y saludable. Animales como el cerdo, o la carne de reptiles, roedores, o animales carroñeros poseen ciertas bacterias que al no saber prepararse puede afectar la salud del ser humano y otros, definitivamente no eran aptos para estar dentro de la dieta de los israelitas. Otra razón por la cual Dios prohibía que los israelitas consumieran dichos animales podría deberse a que otras naciones paganas los consumían u ofrecían en sacrificios a sus dioses paganos, por lo que el Señor llamaba a Israel a separarse de todas las costumbres pecaminosas. También este capitulo enseña que se era inmundo si uno de ellos o algunos de sus objetos tocaban el cadáver de un animal muerto, lo cual aparte de convertirlo en una persona ceremonialmente impuro, también lo exponía a enfermedades provocadas por la descomposición de dicho animal muerto, por lo que, estas leyes les obligaban a mantener cierto nivel de higiene dentro de su comunidad.

 

Leyes referentes a la purificación de la mujer después del parto.

 

Las leyes referentes a la purificación de la mujer después del parto exigían un aislamiento de esta después del parto. Cuando nacía un varón, la ley exigía 40 días de aislamiento, donde, al octavo de esto, el niño se presentaba delante de los sacerdotes para ser circuncidado: “Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. Y al octavo día se circuncidará al niño. Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación”, (Levítico 12:1-4). Sin embargo, cuando nacía una niña, la madre pasaba el doble de días aislada, es decir, 80 días: “Si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre”, (Levítico 12:5). Muchos han visto en esta ley una especie de denigración hacia la mujer y una muestra de que se consideraba a la mujer inferior al hombre. La verdad es que en este tiempo se solía ver a la mujer como inferior al hombre ya que nos encontramos en la cultura del Medio Oriente antiguo, no obstante, no debemos olvidar que una de las consecuencias del pecado original sobre la mujer, es el hecho de que la mujer daría a luz a sus hijos con dolores y el hombre se enseñorearía de ella: “Luego le dijo a la mujer: Haré más agudo el dolor de tu embarazo, y con dolor darás a luz. Y desearás controlar a tu marido, pero él gobernará sobre ti”, (Génesis 3:16, NTV). De allí que algunos opinan que esta es la razón por la que la mujer debía purificarse de su sangre después del alumbramiento el doble de días cuando en lugar de un niño daba a luz a una niña. Otra opinión menos conocida es aquella que explica que la razón por la cual la mujer pasaba el doble de días purificándose cuando daba a luz a una niña se debía a que Eva fue creada hasta la segunda semana de la creación, ya que si revisamos el relato de la creación, Dios creó al hombre en el sexto día de la primera semana de la creación, pero según Génesis 2, Eva fue creada en la segunda semana, porque ya Adán existía y fue hasta que le puso nombre a todos los animales que Dios produjo en él un profundo sueño que le permio a Dios crear a la mujer de las costillas de Adán. Este ultimo punto es debatido ya que otros no pueden estar de acuerdo; al final, las verdaderas razones probamente las conozcamos cuando estemos en la presencia del Señor.

 

Independientemente de las razones, uno puede ver en todos los días que la mujer pasaba su proceso de purificación en aislamiento, como un tiempo oportuno para recuperarse de las labores de su parto y para dedicarse a cuidar a su recién nacido, tal y como ahora algunas empresas les permiten a las mujeres su tiempo de maternidad y licencia para dedicarse al cuidado de su recién nacido sin perder su empleo. Al final de sus días de purificación del parto y de su sangre, la mujer se presentaba delante del Señor para ofrecer sacrificios de expiación por sus pecados: “Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote; y él los ofrecerá delante de Jehová, y hará expiación por ella, y será limpia del flujo de su sangre. Esta es la ley para la que diere a luz hijo o hija. Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación; y el sacerdote hará expiación por ella, y será limpia”, (Levítico 12:6-8).

 

Leyes referentes a la lepra.

 

            Los capítulos que van del 13 al 14 nos presentan las leyes referentes a la lepra. Prácticamente el capitulo 13 le enseñaba al sacerdote a ser capaz de identificar la lepra de cualquier otra enfermedad de la piel: “Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: Cuando el hombre tuviere en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su cuerpo como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote o a uno de sus hijos los sacerdotes. Y el sacerdote mirará la llaga en la piel del cuerpo; si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco, y pareciere la llaga más profunda que la piel de la carne, llaga de lepra es; y el sacerdote le reconocerá, y le declarará inmundo”, (Levítico 13:1-3). La palabra hebrea que la RV60 traduce como lepra es tsaraát (צָרַעַת), la cual no solo se usaba para referirse a la lepra, sino, a cualquier enfermedad infecciosa de la piel. Cuando la llaga de la piel producía algún tipo de duda, el Señor les ordenaba a los sacerdotes aislar a la persona hasta por 14 días para evaluar si la llaga era lepra o solo una erupción cutánea: “… y si parece haberse oscurecido la llaga, y que no ha cundido en la piel, entonces el sacerdote lo declarará limpio: era erupción; y lavará sus vestidos, y será limpio”, (Levítico 13:6). Todo el capítulo 13 le daba detalles al sacerdote de cómo inspeccionar las llagas o manchas de la piel, la cabeza o en la barba y seguir un procedimiento para determinar si se trataba de lepra o una simple erupción cutánea, dependiendo del caso, los declaraba o limpios o inmundos. Luego el capítulo 14:1-32 nos presenta las ofrendas y sacrificios que los israelitas presentaban a Dios cuando sanaban de lepra (probablemente los casos que sanaban estaban relacionados con enfermedades cutáneas que se confundían con la lepra) y su proceso de limpieza ritual que tenia que seguir. Desde el versículo 33 el libro de Levítico nos presenta leyes referentes al procedimiento a seguir por parte de los sacerdotes en caso de encontrar lepra en las paredes de la casa: “Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán, la cual yo os doy en posesión, si pusiere yo plaga de lepra en alguna casa de la tierra de vuestra posesión”, (Levítico 14:34). Una vez más la palabra hebrea que la RV60 traduce como lepra es tsaraát (צָרַעַת), la cual hoy en día puede entenderse como una especie de hongo que aparecía en las paredes debido a la humedad. El procedimiento ordenaba el aislamiento de la casa por siete días (Levítico 14:36-38), tiempo en el cual el sacerdote veía el color y profundidad de las manchas sobre las paredes y su avance con los días, basado en esto mandaba a raspar la pared y volvían a colocar nuevos ladrillos (Levítico 14:40-42), y si después de esto la mancha volvía a aparecer y seguía extendiéndose, la casa terminaba por demolerse totalmente y toda ella declarada inmunda.

 

            La lepra era una enfermedad común en el Medio Oriente, esta enfermedad es causada por una bacteria que se extiende en la piel creando llagas, escamas, manchas blancas y brillantes en la piel. El problema más grave con la lepra es la falta de sensibilidad, por lo que, al no sentir dolor, terminaban dañándose los tejidos, produciéndose infecciones y deformaciones, perdida de músculos y posible parálisis. Generalmente las personas con lepras eran totalmente aisladas de la sociedad: “Y el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos rasgados y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo! Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada”, (Levítico 13:45-46). A través de estas leyes el Señor se aseguraba que Israel fuese cuidadoso en el trato de personas posiblemente contagiados de lepra, el aislamiento de los leprosos también ayudaba para que la enfermedad no contagiase a todo el pueblo, aunque el aislamiento era bastante cruel y prácticamente los leprosos estaban destinado a morir solos. La lepra, en la Biblia, es también un símbolo del pecado, una condición espiritual que destruye al hombre, volviéndolo totalmente insensible a Dios y corrompiendo todo su ser hasta la destrucción de toda su alma.

 

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