“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se
llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy
allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a
entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma
está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco
adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es
posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino
luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no
habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en
tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra
vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí
esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló
durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se
fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces
vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la
hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos,
vamos; ved, se acerca el que me entrega”.
Mateo 26:26-46
INTRODUCCIÓN
Antes de enfrentar el martirio y muerte en la cruz,
nuestro Señor se retira a un lugar apartado para prepararse para enfrentar el
inevitable momento para el cual había venido a esta tierra. Getsemaní nos
muestra la faceta humana del sufrimiento de nuestro Señor Jesús, especialmente
porque ya no había más tiempo, el momento estaba a solo un par de horas de
ocurrir y la tensión en nuestro Señor creció más que nunca, por lo cual decide
retirarse a un lugar a solas, junto con sus discípulos, para buscar en oración
a su Padre y desahogar su alma angustiada. Este evento es narrado por los 3
evangelios sinópticos, aunque con leves diferencias, pero definitivamente nos
trae una gran enseñanza que no debemos desaprovechar.
Jesús en Getsemaní |
GETSEMANÍ
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní…”
Mateo 26:26
El Getsemaní era un huerto ubicado a los pies del
monte de los Olivos y al este del torrente de Cedrón a donde Jesús
solía retirarse para orar y estar a solas. La palabra Getsemaní es de origen
arameo que se translitera en el griego como Gezesmané (Γεθσημανῆ), y literalmente significa prensa de aceite,
y como su significado lo sugiere, era donde se prensaba el fruto del olivo o
las aceitunas para extraer el aceite. De alguna manera, el hecho de
someter a presión las aceitunas para poder extraerle todo su aceite es un
símbolo de la enorme presión a la cual nuestro Señor Jesús fue sometido antes
de ser glorificado, ya que es aquí donde vemos a nuestro Señor sometido
a gran angustia, donde enfrenta la traición de uno de sus doce discípulos y la
captura de sus enemigos. Es muy probable que el dueño de este huerto de
Getsemaní fuera amigo de Jesús, porque pareciera que era uno de los lugares
favoritos de nuestro Señor para retirarse a orar, estar a solas y descansar,
sin embargo, ahora, era el lugar donde en oración buscaría al Padre para
finalmente enfrentar aquello por lo cual había venido a este mundo.
LA ANGUSTIA DEL SEÑOR
“… y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto
que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a
entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma
está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”.
Mateo 26:36-38
Al llegar el Getsemaní, el Señor le dijo a sus
discípulos que se sentaran en un lugar especifico mientras el se retiraba a
solas a orar a un lugar más apartado, sin embargo, antes, tomó consigo a los
tres discípulos de mayor confianza que lo habían acompañado en otras ocasiones
especiales, estos eran, Pedro, Jacobo y Juan, que habían estado a su lado
mientras que el resto de los 12 permanecía apartados, así lo vemos cuando sanó
a la hija de Jairo: “Entrando
en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y
al padre y a la madre de la niña”,
(Lucas 8:51), o durante su transfiguración: “Seis días después Jesús tomó consigo a Pedro, a
Jacobo y a Juan, y los llevó a una montaña alta, donde estaban solos. Allí se
transfiguró en presencia de ellos”,
(Marcos 9:2). Y ahora, Pedro, Jacobo y Juan lo acompañan en este momento tan
decisivo de su ministerio: y dijo a
sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a
Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo. En estos versículos podemos ver la gran
tristeza y la enorme angustia que se apoderó de nuestro Señor Jesús al momento
de enfrentar el martirio que le esperaba: comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Durante todo este tiempo hemos visto a
Jesús con un carácter fuerte e inquebrantable, siempre calmado y asertivo en
todo lo que hacía, nunca se ve preocupado, aun en momentos donde sus enemigos
los rodeaban para tenderle trampas; sin embargo, ahora vemos a nuestro
Señor con gran preocupación de angustia, muy triste hasta la muerte y por eso les
pide a tres discípulos que le ayuden a orar: comenzó a entristecerse y a angustiarse en
gran manera ¿Por qué vemos
ahora a nuestro Señor tan angustiado como para pedirle a sus discípulos que le
ayuden a orar? ¿Qué era lo que tanto le preocupaba a Jesús como para
angustiarlo y entristecerlo? Jesús se enfrentaba a varias situaciones difíciles
con las cuales tenia que luchar. En primer lugar, Jesús enfrentaría la
traición de uno de sus discípulos, uno de aquellos que había
permanecido a su lada durante todo el tiempo de su ministerio. En segundo
lugar, enfrentaría el abandono de sus demás discípulos, incluyendo la
negación de Pedro. Estas dos cosas debieron representar una carga
emocional para nuestro Señor, el hecho de saber que aquellas personas que
habían prometido que lo apoyarían aun a costa de sus propias vidas lo
abandonarían y que uno de ellos era el traidor era suficiente carga emocional.
En tercer lugar, Jesús enfrentaría el vituperio de sus enemigos.
Sería capturado, acusado falsamente, insultado, abofeteado, escupido, azotado y
pondrían una corona de espinas en su cabeza, y en general, enfrentaría un gran
martirio. Finalmente, los pecados de la humanidad recaerían sobre Jesús.
En el Antiguo Testamento se acostumbraba ofrecer sacrificios de animales para expiar
los pecados de los hombres y existían leyes que hablaban acerca de la forma de
como los israelitas tenían que expiar sus pecados. Estaba en la ley la
celebración del día de la expiación que era una vez al año donde se expiaban
los pecados de todo el pueblo: “Y
sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año con la sangre del
sacrificio por el pecado para expiación; una vez en el año hará expiación sobre
él por vuestras generaciones; será muy santo a Jehová”, (Éxodo 30:10). Y así, dependiendo de las
fiestas que se realizaban o de los pecados cometidos, se establecían diferentes
sacrificios con el fin de quitar de los ojos de Dios el pecado cometido. Durante
el tiempo de la ley, todos estos corderos eran sacrificados como sustitutos por
los pecados cometidos, sin embargo, todos estos no eran suficientes para quitar
el pecado, solo lograban cubrirlos: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes
venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos
sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se
acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este
culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos
sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los
toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”, (Hebreos 10:1-4). En este sentido, los
pecados de las personas eran cubiertos a través de ofrecer un cordero que
fungía como un sustituto que pagaba por nuestros pecados, y de esta forma, los
pecados de la persona recaían sobre el cordero. Ahora bien, Jesús fue el
Cordero perfecto el cual tenia que ofrecer su vida en rescate por la vida de
aquellos que creen, y siendo así, los pecados de la humanidad recaerían sobre
Él: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo
hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”, (2
Corintios 5:21). Ahora, tratemos de entender lo que realmente significa que los
pecados de la humanidad recayeron sobre Jesús ya que, como Dios, aborrece el
pecado y por primera vez en la historia, el Hijo de Dios tendría que
hacerse pecado para que nosotros pudiésemos tener vida eterna. Así que
esto debió traer gran angustia a su corazón. Por todo esto, nuestro Señor
estaba triste y angustiado en gran manera y les pidió a sus discípulos que le
ayudaran a velar en oración aquella noche: quedaos aquí, y velad conmigo.
LA ORACIÓN, LA RESPUESTA A LA ANGUSTIA
“Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro,
orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea
como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló
durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez,
diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba,
hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de
ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por
tercera vez, diciendo las mismas palabras”.
Mateo 26:39-44
LA HORA HABÍA LLEGADO
“Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya,
y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en
manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega”.
Mateo 26:45-46
Finalmente, la hora había llegado: Entonces vino a sus discípulos y les dijo:
Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es
entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me
entrega. Después de 3 años de ministerio,
el momento de enfrentar la hora por la cual había venido a esta tierra había
llegado, Jesús se fortaleció a través de la oración y se decidió con gran valor
para enfrentar a sus enemigos y ser entregado al martirio que le esperaba.
Nuestro Señor nos enseña cómo debemos enfrentar los desafíos que esta vida nos
presenta, muchas veces temeremos o nuestro corazón se angustiara, pero, seamos
valientes y busquemos la fortaleza en la oración, que Dios nos ayudara y
podremos cumplir su voluntad.
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