“Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del
monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza. Entonces Moisés, mirando, se
maravilló de la visión; y acercándose para observar, vino a él la voz del
Señor: Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el
Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. Y le dijo el Señor:
Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa.
Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su
gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto.
A este Moisés, a quien habían rechazado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por
gobernante y juez?, a éste lo envió Dios como gobernante y libertador por mano
del ángel que se le apareció en la zarza. Este los sacó, habiendo hecho
prodigios y señales en tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por
cuarenta años. Este Moisés es el que dijo a los hijos de Israel: Profeta os
levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí; a él
oiréis. Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con
el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió
palabras de vida que darnos; al cual nuestros padres no quisieron obedecer,
sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto, cuando
dijeron a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este
Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
Entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo, y en las obras
de sus manos se regocijaron. Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen
culto al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas:
¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años,
casa de Israel? Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de
vuestro dios Renfán, figuras que os hicisteis para adorarlas. os transportaré,
pues, más allá de Babilonia”.
Hechos 7:30-43
INTRODUCCIÓN
Continuamos estudiando el
discurso de Esteban el cual prosigue con su narración de la historia de Israel.
Recordemos que el énfasis que Esteban le está dando al relato de la historia de
su nación está orientada a demostrar cómo este pueblo siempre se ha caracterizado
por ser rebelde a Dios, su palabra y sus ungidos, cosa que no había cambiado
mucho en su tiempo ya que muchos de ellos habían rechazado a Jesús y sin darse
cuenta estaban siguiendo el mismo camino que sus antepasados. Ahora, Esteban
les demostrará que, así como Moisés había sido rechazado, Dios lo levantó y
constituyó como libertador y gobernador de su pueblo, y de esta misma manera,
Dios lo había hecho en estos postreros días con su Hijo Jesús.
Constituido gobernador y libertador
EL
LLAMAMIENTO DE MOISÉS
“Pasados cuarenta
años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de
fuego de una zarza. Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y
acercándose para observar, vino a él la voz del Señor: Yo soy el Dios de tus
padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés,
temblando, no se atrevía a mirar. Y le dijo el Señor: Quita el calzado de tus
pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. Ciertamente he visto la
aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido
para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto”.
Hechos 7:30-34
Al continuar estudiando
el discurso de Esteban se deja ver el increíble manejo y dominio que tenia de la historia bíblica de Israel, las constantes menciones de los diferentes
pasajes bíblicos muestran su conocimiento de las Escrituras y en su discurso
llega a la parte del llamamiento de Moisés: Pasados
cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la
llama de fuego de una zarza. Para el momento en el que Moisés recibe
su llamamiento, tenía 80 años, 40 años de su vida la vivió en Egipto, en la
corte del faraón, los otros 40 años los vivió como pastor en Madián. Fue apacentando
ovejas, las ovejas de su suegro Jetro, que en el monte Sinaí se le apareció
Dios a través de una zarza que ardía en medio de una llama de fuego. Algunos
dicen que en el desierto es común encontrar zarzas que por el intenso calor y
la resequedad de la misma zarza se prendan en fuego, sin embargo, esta
zarza ardía en una llama, pero no se consumía como las otras, lo cual era una
evidencia de la presencia de Dios: “Apacentando
Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a
través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el
Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio
que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo:
Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema”,
(Éxodo 3:1-3). En el tiempo del Antiguo Testamento el canon bíblico aun no
había sido completado y no estaba a la disponibilidad de todos, de hecho, en
algunos casos, aun no existían todos los libros de la Biblia que hoy tenemos,
por ello Dios se aparecía de estas maneras, no obstante, hoy en día Dios se ha
manifestado por medio de su Hijo amado y las Escrituras son las que nos dan
testimonio de eso, en aquel tiempo Dios se le apareció a Moisés a través de una
zarza ardiendo que no se consumía y le dijo: Entonces
Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y acercándose para observar, vino a
él la voz del Señor: Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios
de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. Y le
dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es
tierra santa. Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en
Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven,
te enviaré a Egipto. Prácticamente hay tres cosas que Esteban
resalta de las palabras dichas por Dios a Moisés. La primera, Aquel que
hablo con Moisés es el mismo Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Dios se
identifica con el mismo Dios que llamo a Abraham y estuvo con los patriarcas,
si nos damos cuenta, Dios dice, yo soy el Dios de los patriarcas; y no,
fui el Dios de los patriarcas, porque para Dios, los patriarcas aun vivían,
aunque físicamente estaban muertos, pero, continuaba siendo su Dios, el Dios de
sus almas: “Pero respecto a la resurrección de los
muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de
muertos, sino de vivos”, (Mateo 22:31-32). En segundo lugar, Dios le
dijo a Moisés: Quita el calzado de tus pies, porque
el lugar en que estás es tierra santa. El lugar donde Dios se le
apareció se volvió santo porque allí estaba su presencia. Antes de eso y
después de eso el lugar no fue santo, sino, fue durante el tiempo que la
presencia de Dios se manifestó en aquella zarza que ardía en fuego sin
consumirse y con esto Esteban les demostraba a los judíos que la santidad
de Dios no radica solo en un lugar en específico, como el templo o Jerusalén,
sino, en el lugar donde Dios decida habitar y manifestarse al hombre.
Para los judíos, no había lugar más Santo que Jerusalén y el templo, pero la
verdad es que, si Dios ya no habita allí, deja de serlo y esta no se puede
limitar a un solo lugar. Aquel día cuando Dios se le manifestó a Moisés, el
lugar donde se encontraba esa zarza ardiendo era santo porque allí se estaba
manifestando la presencia de Dios, pero después que la presencia de Dios se
apartó de allí, ese lugar y la zarza misma dejó de serlo. De igual manera, Dios
prometió que mientras su presencia estuviera en el templo que Salomón le
edifico, seria lugar santo, y lo fue, pero con el tiempo la presencia de Dios
se retiró del lugar por las muchas abominaciones pecaminosas que el pueblo hacía
en el templo y en Ezequiel podemos ver como la presencia de Dios se aparta de
ese lugar. Hoy en día, Dios ya no habita en un templo humano, sino en el
corazón de cada creyente que por el sacrificio de Cristo ha sido santificado
para convertirse en su templo y morada del Espíritu Santo. En tercer
lugar, Dios le dice a Moisés: Ciertamente he visto
la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he
descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto. El
Señor no era indiferente al sufrimiento de su pueblo y había decidido liberarlo
por medio de Moisés.
EL
QUE FUE RECHAZADO POR EL PUEBLO ES ENVIADO PARA LIBERARLOS
“A este
Moisés, a quien habían rechazado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante
y juez?, a éste lo envió Dios como gobernante y libertador por mano del ángel
que se le apareció en la zarza. Este los sacó, habiendo hecho prodigios y
señales en tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta años”.
Hechos 7:35-36
Con estas palabras,
Esteban les dice que aquel hombre que el pueblo había rechazado fue
enviado para liberarlos: A este Moisés, a
quien habían rechazado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez?, a
éste lo envió Dios como gobernante y libertador por mano del ángel que se le
apareció en la zarza. Este los sacó, habiendo hecho prodigios y señales en
tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta años.
Parece irónico, pero así fue, ya que al principio el pueblo rechazo a Moisés,
pero fue a ese mismo que Dios lo constituyo gobernador y libertador de ese
pueblo. De alguna manera estas palabras parecieran una indirecta a estos judíos
que escuchaban a Esteban, ya que estos habían rechazado a Jesús, a quien
Dios había constituido Rey y Salvador de su pueblo. Generalmente, los
apóstoles también hicieron ver a los judíos cómo Jesús, a quien ellos habían
rechazado, había sido levantado sobre toda carne como Señor y Salvador: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a
este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”,
(Hechos 2:36). Moisés fue usado por Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud,
por medio de grandes prodigios el Señor respaldo a Moisés y de la misma manera,
Dios respaldo a su Hijo Jesús con muchas maravillas y prodigios que testificaban
que verdaderamente Él era el Cristo, el hijo de David, Aquel a quien Dios había
constituido en Señor y Salvador.
JESÚS
ES EL PROFETA QUE MOISÉS ANUNCIÓ
“Este Moisés
es el que dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor vuestro
Dios de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis”.
Hechos 7:37
Este Moisés al cual
reverenciaban estos judíos que habían acusado a Esteban, fue el que anunció
que después de él vendría otro profeta que el mismo Dios levantaría y al cual
deberían oír: Este Moisés es el que dijo a
los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre
vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis. En este caso, Esteban
recuerda las palabras citadas por Moisés en Deuteronomio: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te
levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”, (Deuteronomio 18:15). Este
profeta anunciado por Moisés y tan esperado por los judíos es el Mesías, sin
embargo, cuando este vino ellos no lo conocieron: “A
lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”, (Juan 1:11). Es
increíble ver cómo Esteban dirige la narrativa de la historia de Israel a tal
punto que en cada palabra señala la rebeldía de estos a la palabra de Dios, ya
que aquellos judíos malvados que lo estaban acusando injustamente,
aparentemente defendían a Moisés y sus costumbres, negando al mismo tiempo a
Jesús, el Moisés que ellos estaba defendiendo era el mismo que había
hablado de Cristo, al cual ellos rechazaban. Ciertamente era totalmente
contradictorio ver como aquellos que en el nombre de su religión persiguen a
los santos, poniéndose en contra del Dios al cual ellos tanto dicen honrar.
LA
INCESANTE ACTITUD DE ISRAEL DE NO OBEDECER
“Este es aquel Moisés que
estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el
monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos;
al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon, y en sus
corazones se volvieron a Egipto, cuando dijeron a Aarón: Haznos dioses que
vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de la tierra de
Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. Entonces hicieron un becerro, y
ofrecieron sacrificio al ídolo, y en las obras de sus manos se regocijaron. Y
Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como
está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y
sacrificios en el desierto por cuarenta años, casa de Israel? Antes bien llevasteis
el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Renfán, figuras que os
hicisteis para adorarlas. os transportaré, pues, más allá de Babilonia”.
Hechos 7:38-43
En todo el relato que
Esteban está haciendo acerca de la historia de Israel, no deja de verse
la incesante actitud de Israel a no obedecer la palabra de Dios, a rebelarse en
contra de aquellos ungidos que ha levantado para guiar a su pueblo: Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el
desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres,
y que recibió palabras de vida que darnos; al cual nuestros padres no quisieron
obedecer, sino que le desecharon. Esteban recalca el hecho de que
este Moisés había estado delante de la presencia de Dios y a éste se le había
dado la palabra de Dios, el decálogo o diez mandamientos, en el monte Sinaí,
pero tristemente estos no quisieron obedecer. A pesar de todas las maravillas
que Dios hizo para liberarlos de la esclavitud, el pueblo de Israel se rebeló
en muchas ocasiones quejándose con Moisés, pidiéndole que querían regresar a
Egipto y aún se atrevieron a hacerse ídolos que los pudieran guiar por el
desierto a Egipto: … y en sus corazones se volvieron
a Egipto, cuando dijeron a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros;
porque a este Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le
haya acontecido. Entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al
ídolo, y en las obras de sus manos se regocijaron. Aun después de
ser libres del yugo de la esclavitud de Egipto, el pueblo se rebeló constantemente
en contra de Dios y su ungido, Moisés, en Éxodo podemos ver cómo estos creyeron
que Moisés había muerto en el monte Sinaí después de 40 días de esperarlo y
esto los llevo a incitar a Aaron a que les hiciese un becerro de oro lo cual
desagrado en gran manera a Dios: “Viendo el pueblo
que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le
dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este
Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya
acontecido”, (Éxodo 32:1). Y su rebeldía del pueblo de Israel no
solo fue característico sus padres que estuvieron en el desierto, sino que
continuo a lo largo de toda su historia: Y Dios se
apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo; como está
escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y
sacrificios en el desierto por cuarenta años, casa de Israel? Antes bien llevasteis
el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Renfán, figuras que os
hicisteis para adorarlas. os transportaré, pues, más allá de Babilonia.
En estas palabras, Esteban cita al profeta Amós: “¿Me
ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta años, oh casa de
Israel? Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún, ídolos
vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis. Os haré, pues,
transportar más allá de Damasco, ha dicho Jehová, cuyo nombre es Dios de los
ejércitos”, (Amós 5:25-27). A través de todas estas palabras,
Esteban les mostraba a todos aquellos judíos que su misma historia les enseñaba
el terrible error que por años la nación había cometido, la rebeldía a Dios, su
palabra y sus ungidos, de igual manera, la historia humana ha estado
llena de casos similares, por naturaleza el ser humano es rebelde a Dios y
nosotros debemos aprender de esto, para meditar y obedecer la palabra de Dios y
creer en Jesucristo, el Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario