“Porque también Cristo padeció una sola vez por
los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad
muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y
predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron,
cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se
preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas
por agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las
inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia
Dios) por la resurrección de Jesucristo, quien habiendo subido al cielo está a
la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades”.
1 Pedro 3:18-22
INTRODUCCIÓN
Con estos versículos llegamos al final del capítulo 3 de 1 Pedro y si recordamos un poco, el apóstol Pedro ha estado hablando acerca del sufrimiento, de cómo los cristianos lo enfrentan y en ocasiones les toca sufrir por causa de la justicia, ahora, en estos últimos versículos, Pedro nos presenta el ejemplo supremo que tenemos de sufrir por la justicia, Jesucristo, nuestro Señor, quien padeció por nuestras maldades para ofrecerse como sustituto para nuestra redención. Ahora, en este pasaje que vamos a considerar se encuentran versículos que han sido de los más difíciles de interpretar, según varios comentaristas bíblicos, y ciertamente tienen razón. Vamos a estudiar este pasaje con la ayuda de Dios.
Cristo predicó a los espíritus encarcelados
NUESTRO SUPREMO EJEMPLO DE SUFRIMIENTO POR LA JUSTICIA
“Porque también Cristo padeció una sola vez por
los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu…”
1 Pedro 3:18
Después de haber considerado el
hecho de que los cristianos tenemos que sufrir en algunas ocasiones por causa a
la justicia, Pedro nos ofrece el mejor ejemplo de este tipo de sufrimiento, nos
referimos a nuestro Señor Jesucristo: Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo
por los injustos, para llevarnos a Dios. Teniendo que ofrecer
su vida como sustituto por nuestros pecados, nuestro Señor padeció una
sola vez por nuestros pecados, el justo padeció en lugar del injusto, para que
nosotros pudiésemos encontrar redención y vida eterna. Aquí vemos el tema de la
salvación bien esbozado, ya que la salvación que Dios nos ofrece no es a
través de nuestros medios o sacrificios personales, sino, a través del
sacrificio de Cristo, quien se ofreció como un sustituto en lugar nuestro: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para
que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”, (2 Corintios 5:21). En el antiguo pacto, Dios ordenó
a los israelitas que tenían que ofrecer sacrificio por sus pecados, a esto le
llamaban expiación, de hecho, había un día en el año donde el sumo sacerdote
tenia que ofrecer un sacrificio a Dios por los pecados de la nación: “Y sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año
con la sangre del sacrificio por el pecado para expiación; una vez en el año
hará expiación sobre él por vuestras generaciones; será muy santo a Jehová”,
(Éxodo 30:10). A parte de esto, el Señor había establecido los sacrificios que
Israel tenía que ofrecer, tanto por los pecados que cometiesen por yerro o
equivocación (Levítico 4-5), como aquellos que consistían en faltas cometidas
en contra de hombres o Dios (Levítico 6). Ahora, sin el sacrificio de un animal
inocente y su derramamiento de sangre no había redención de pecados, así, aquel
animal inocente se ofrecía como sacrificio sustitutivo por el pecado del que lo
ofrecía, y de la misma manera, Jesús se ofreció como sustituto por nuestros
pecados, sacrificio que fue de una vez y para siempre, tal y como Pedro lo
afirma en este versículo y las mismas Escrituras así lo atestiguan: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros,
no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se
ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra
manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una
vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada
año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los
machos cabríos no puede quitar los pecados… pero Cristo, habiendo ofrecido una
vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra
de Dios”, (Hebreos 10:1-4, 12).
Ahora,
Jesús murió, pero fue vivificado en espíritu, ya que la tumba no podría
retenerlo más de 3 días: siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu.
Aunque Jesús murió físicamente, su espíritu fue vivificado y como tal paso al
plano espiritual, tal y como lo hace toda persona que muere en este mundo, y
aunque era temporal su lugar entre los muertos, ya que habría que resucitar, como
espíritu paso al lugar donde las almas trascienden después de morir ¿Pero, a
dónde fue Jesús al morir?
PREDICANDO A LOS ESPÍRITUS ENCARCELADOS
“… en el cual también fue y predicó a los
espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez
esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el
arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua…”
1 Pedro 3:19-20
Aquí
tenemos una parte de este texto que ha sido complicado de interpretar, si lo
consideramos literalmente, prácticamente nos dice que Jesús, después de
morir, su espíritu fue al lugar donde estaban los espíritus encarcelados,
espíritus que estaban allí desde los tiempos de Noé. ¿Qué significa que
Jesús les predicó a los espíritus encarcelados? Bueno, respondamos esta
pregunta. La palabra, “predicó”, significa, “proclamar” o “anunciar”, ya que es
la palabra griega kerússo (κηρύσσω), y en
este sentido, solo indica la acción de anunciar algo, en este caso, sería que
Jesús anunció a estos espíritus encarcelados la obra expiatoria que había cumplido
con éxito. Ahora, ¿Quiénes son estos espíritus encarcelados? Definitivamente
no eran seres humanos vivos, sino, personas que ya habían muerto y sus
espíritus se encontraban recluidos en el plano espiritual, ya que, por un lado,
la palabra “espíritus”, se traduce del en griego, pneúma (πνεῦμα), que se refiere a un ser que se
encuentra en su forma inmaterial, y la palabra, “encarcelados”, eso nos sugiere
que estaban prisioneros o confinado a un lugar. Por tanto, podemos entender que
lo que pasó aquí es que Jesús descendió al lugar de los muertos donde les
proclamó que finalmente las profecías referentes a su primera venida se habían
cumplido y había expiado los pecados de todos aquellos que habían muerto
esperando la promesa y la de los que habrían de creer por fe. Ahora, ¿dónde
es este lugar de los muertos donde Jesús predicó? En Efesios podemos encontrar la
respuesta: “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto,
llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres. Y eso de que subió,
¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la
tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los
cielos para llenarlo todo”, (Efesios 4:8-9). Aquí dice que antes de
subir al cielo, después de su muerte, primero descendió a las partes más bajas
de la tierra, pero ¿qué significan esto de que descendió a las partes más bajas de la tierra? ¿Qué se encontraba en las partes más bajas de la tierra? La
respuesta el mismo Señor nos la da cuando nos enseña de la historia del rico y
Lázaro: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado
por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y
en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos…”, (Lucas 16:22-23).
En las partes más profundas de la tierra se encontraba el paraíso o seno de
Abraham, donde iban las almas de los justos al morir, y además, estaba el
Hades, es decir, lo que llamamos el infierno, donde se encuentran las almas de
los injustos en tormento eterno. Por tanto, Jesús descendió a este lugar donde
estaban los muertos y les predicó a los espíritus encarcelados, es decir, a las
almas de aquellos injustos que por sus maldades y separación con Dios se
condenaron a una eternidad en el infierno. Sin embargo, ¿podemos decir que
Jesús descendió hasta el mismo infierno? Algunos dicen que sí, de hecho, el
mismo credo de los Apóstoles reza así: “Creo en
Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de
Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios…”. Si nos damos cuenta, este credo contiene
una parte basada en las afirmaciones de 1 Pedro 3:19-20, Efesios 4:8-9 y otras
partes de la Escritura referente a Cristo. No obstante, no todos están de
acuerdo con la afirmación de que Jesús descendió al infierno, sino, más bien
descendió al centro de la tierra, o a las partes más bajas de la tierra, como
realmente lo dice Efesio, y específicamente, descendió al paraíso, que antes de
su resurrección estaba en el centro de la tierra y allí se encontraban las
almas de los justos. Recordemos que Jesús afirmó que a su muerte descendería al
centro de la tierra, donde se encontraba el Hades y el paraíso: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres
días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra
tres días y tres noches”, (Mateo 12:40). Allí recordemos que ambos lugares, el Hades o
Infierno y el Paraíso o Seno de Abraham estaban en el centro de la tierra
divididos por una gran sima o abismo, lo que, permitía que ambos grupos, las
almas de los justos y la de los atormentados en el infierno se viesen, pero esta
división les impedía ir a uno u otro lado, tal y como Abraham le dijo al rico
cuando le pidió ayuda: “Además de todo esto, una
gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que
quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”,
(Lucas 16:26). Así que basado en esto, Jesús descendió a las partes más
profundas de la tierra, estuvo en el paraíso donde los justos que habían muerto
esperando la promesa se gozaron de que las profecías se habían cumplido en
Jesús, al mismo tiempo, la proclamación de esta verdad llego a las almas
confinadas en el infierno que se dieron cuenta que la promesa de vida eterna se
había cumplido, pero, para ellos era demasiado tarde, luego, si seguimos
Efesios 4:8-9, después de resucitar al tercer día y ascender a los cielos,
Jesús tomó cautiva la cautividad, que son las almas de los santos que estaban
en el paraíso o seno de Abraham y se los llevo a la gloria del Padre, al tercer
cielo, y por consecuencia, el centro de la tierra quedo solo con el Hades o
infierno, que es donde actualmente van las almas sin Cristo.
De
esta manera se ha explicado este versículo de 1 Pedro, ahora, Pedro es
específico al decir que Jesús les proclamo a los espíritus encarcelados del
tiempo de Noé: en el cual también
fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo
desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de
Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho,
fueron salvadas por agua. Ya dijimos que la palabra que Pedro
usa, “predicó”, es solamente la acción de anunciar algo, no evangelizar con el
propósito de traer fe y salvación, ya que las almas en el infierno ya no tienen
otra oportunidad. De manera específica, nos dice que eran las almas de aquellos
antediluvianos, aquellos a los que se les presentó la oportunidad de salvarse
del juicio que venia sobre este mundo a través del arca que Noé construyó,
pero, ellos rechazaron el medio de salvación y todos perecieron en las aguas,
solo Noé con su familia se salvaron. Probablemente Pedro uso esta referencia
a los antediluvianos y Noé para compararlo con la oportunidad que hoy el hombre
tiene de salvarse al creer en el evangelio. Considerando que Dios dio 120 años
antes que el juicio del diluvio viniese esperando pacientemente de que el
hombre se arrepintiese de sus malas obras: “Y dijo
Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque
ciertamente él es carne; más serán sus días ciento veinte años”,
(Génesis 6:3), además del hecho de que Noé pudo dar testimonio durante este
tiempo a través de la construcción del arca: “y si
no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con
otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos”,
(2 pedro 2:5), y el hombre no se arrepintió, sino, el juicio divino los alcanzó,
la ilustración de ajusta perfectamente a nuestros tiempos, donde también esta
tierra está reservada para el día de la ira de Dios, donde por el momento el
Señor espera pacientemente mientras su evangelio se proclama para salvación y
solo aquellos que creamos seremos salvos de aquel día de juicio que viene sobre
todos los impíos. Por todo esto, la comparación con la generación de los
tiempos de Noé resulta muy apropiada con esta generación que como aquellos hoy
en día tienen la oportunidad de escapar de la condenación eterna a través de
creer en Jesús. Ahora, si Jesús solo predicó a la generación antediluviana o
a todas las almas que estaban en el Hades sigue siendo un tema de discusión
entre los estudiosos de la Biblia.
¿EL BAUTISMO SALVA?
1 Pedro 3:21
Otro
versículo que ha dado muchos problemas en cuanto a su interpretación es el que
encontramos en 1 Pedro 3.21: El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva… ¿Significa
esto que el bautismo salva? Algunas sectas religiosas han tomado de
referencia este pasaje para afirmar que el bautismo salva, sin embargo, por las
mismas Escrituras, nosotros sabemos que el bautismo o cualquier otro rito
religioso salva, solo la fe que Cristo Jesús. Entonces, ¿a qué se refiere?
Bueno, si seguimos leyendo, entre paréntesis, el mismo apóstol Pedro nos dice
que el bautismo no salva de la condenación eterna: El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva
(no quitando las inmundicias de la carne… El
texto es claro a afirmar que el bautismo no salva de las inmundicias de la
carne o de nuestros pecados, porque lo que salva es la fe en el sacrificio de
Cristo, por medio de su resurrección de entre los muertos: El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva
(no quitando las inmundicias de la carne, sino …) por la resurrección de
Jesucristo. Ahora, si es así, entonces, ¿de
qué nos salva el bautismo? Pedro lo dice: El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las
inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia
hacia Dios). Por tanto, el
bautismo no salva de la condenación eterna, sino, de una mala conciencia, porque
para la iglesia primitiva, el bautismo era un paso decisivo que toda persona
tomaba de anunciar al mundo que había muerto a su vida de pecado y ahora estaba
su vida unida a Cristo. No se concebía un cristiano que no se hubiese bautizado,
su conciencia estaba limpia porque al bautizarse obedecía la orden de
Jesucristo de bautizarse en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo. En este sentido, el bautismo simboliza eso, que hemos muerto a nuestra
vieja vida, que hemos sido sepultados justamente con Cristo y hemos resucitado
a una nueva vida en Cristo. Por otro lado, el bautismo es un testimonio público,
donde le anunciamos a las personas que ahora somos nueva criaturas en Cristo
Jesús: “Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”,
(Romanos 6:4). Así que, si el bautismo representa todo esto y el creyente lo
vive de corazón, su conciencia estará libre de pecados no confesados y andará
en la luz, porque su testimonio es verdadero, delante de Dios y delante de los
hombres.
Otra
manera de entender este pasaje es no desligando su interpretación del tema
que el apóstol viene desarrollando desde los versículos anteriores: “… en el cual también fue y predicó a los espíritus
encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la
paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la
cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que
corresponde a esto ahora nos salva…”, (1
Pedro 3:19-21). Si nos damos cuenta dice, “El bautismo que corresponde a esto”,
¿a cuál esto? Al diluvio. Así como el diluvio que bautizó este mundo sumergiéndolo
en aguas y trayendo el juicio sobre los impíos, a excepción de Noé y su familia
que se salvo por medio del arca, así hoy nosotros nos salvamos a través de Jesucristo
quien murió por nuestros pecados. Si leemos otras versiones de la Biblia,
encontraremos como los traductores buscan darle un significado más dinámico y contemporáneo
para que podemos entender lo que realmente Pedro quería decir. Leamos otras
versiones para entender mejor el significado de estos versículos:
1. La Biblia, Dios Habla Hoy, lo traduce así: “Y aquella agua representaba el agua del bautismo, por medio del cual somos ahora salvados. El bautismo no consiste en limpiar el cuerpo, sino en pedirle a Dios una conciencia limpia; y nos salva por la resurrección de Jesucristo”, (1 Pedro 3:21, DHH).
2. La Nueva Traducción Viviente dice así: “El agua del diluvio simboliza el bautismo que ahora los salva a ustedes—no por quitarles la suciedad del cuerpo, sino porque responden a Dios con una conciencia limpia—y es eficaz por la resurrección de Jesucristo”, (1 Pedro 3:21, NTV).
3. La Nueva Versión Internacional de la Biblia lo traduce así: “la cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo”, (1 Pedro 3:21, NVI).
4. La Biblia al Dia dice: “La cual simboliza el bautismo que ahora os salva también a vosotros. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo”, (1 Pedro 3:21, BAD).
Así
que a través de todo esto podemos llegar a entender lo que realmente Pedro quería
decir, entendiendo que el bautismo no salva, pero que al bautizarnos obedecemos
una de las ordenanzas que Jesús estableció y nos da una conciencia limpia, sabiendo
que, así como Noé y su familia se salvaron de las aguas del diluvio, ahora Jesús
nos salva por medio de su resurrección.
JESUCRISTO, A LA DIESTRA DEL PADRE
“… quien habiendo subido al cielo está a la
diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades”.
1 Pedro 3:22
Finalmente,
Pedro dice: quien habiendo subido
al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y
potestades. Habiendo muerto, fue sepultado, su espíritu descendió a
las profundidades de la tierra, donde proclamó las buenas noticias de las
promesas cumplidas en su persona, la ley, los profetas y demás Escrituras que
daban testimonio de Él se habían cumplido, luego, al tercer día resucitó de
entre los muertos y se les presentó a sus discípulos a los cuales comisionó
para continuar su labor evangelizadora en esta tierra y después, ascendió al cielo:
“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue
alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos”, (Hechos
1:9). Podemos creer que esta imagen de Jesús ascendiendo a los cielos debió
quedar grabada en la mente de Pedro y ahora la recuerda en esta carta, por ello
dice que Jesús, subiendo al cielo ahora está a la diestra de Dios y se le ha
dado autoridad sobre todo ser creado. Pablo afirmaba esta misma verdad: “La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y
sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y
autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este
siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y
lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la
plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”, (Efesios 1:20-23). Hoy
en día, nosotros su iglesia, podemos gozarnos en esta verdad, Jesús es nuestro
Salvador, pero también es nuestro Señor, un Señor que tiene autoridad sobre la
vida y la muerte, sobre toda potestad, sea en este mundo o en el espiritual,
Cristo es quien gobierna con autoridad sobre toda la creación.
Excelente explicación de estos textos sagrados sea Dios Padre que continúe dándole mucha más sabiduría y conocimiento de toda su palabra Eterna siempre por medio de Nuestro Señor y Salvador Cristo Jesús y con la ayuda de su Santo Espíritu. Amén 🙏🙏🙏
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