“Otra
vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Entonces los fariseos
le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es
verdadero. Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí
mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy;
pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según
la carne; yo no juzgo a nadie. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no
soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre. Y en vuestra ley está escrito
que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de
mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí. Ellos le dijeron: ¿Dónde
está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me
conocieseis, también a mi Padre conoceríais. Estas palabras habló Jesús en el
lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún
no había llegado su hora”.
Juan 8:12-20
INTRODUCCIÓN
Una
vez más Juan nos conecta con los sucesos de la fiesta de los tabernáculos. Si
consideramos la última vez que se mencionó esta fiesta nos trasladaremos a los
últimos versículos del capítulo 7 donde vemos que ya están en los últimos días
de esta fiesta y Jesús había subido a ella. A muchos les parece difícil seguir
la continuidad entre los sucesos que vienen desarrollándose desde el capítulo 7
referente a esta fiesta de los tabernáculos, desde la invitación de los
hermanos incrédulos de Jesús que lo invitan a ir a la fiesta, la llegada de
Jesús a la fiesta de manera incógnita, las primeras controversias que las
enseñanzas de Jesús causaron, los alguaciles que lo buscaron para prenderlo, y
todas sus disputas con los líderes religiosos durante los últimos días de dicha
fiesta. No obstante, cuando uno creo que los episodios referentes a esta fiesta
terminaron, después del intervalo de la mujer sorprendida en adulterio, vuelve
a presentarse un episodio más al final de la misma festividad. Algunos opinan
que este salto en la secuencia de los hechos se explica considerando que la
historia de Juan 8:1-11 (que corresponde a la historia de la mujer sorprendida
en adulterio) fue insertada años después, y que realmente Juan después de
escribir los sucesos que terminan en el versículo 52, continuo su relato en el
versículo 12 del capítulo 8. Ahora bien, hay otros que opinan que el querer
enlazar los evangelios con una forma de narrativa cronológica es un error. Si
bien es cierto, los judíos arreglaban lo que iban a escribir no por orden de
ocurrencia en el tiempo, sino de acuerdo al propósito que querían denotar en su
narrativa. Así los evangelio no son una narración cronológica de la vida de Jesús,
sino los eventos en cada evangelio están arreglados de forma teológica, de
acuerdo al tema central que ocupa a cada uno al momento de presentar a nuestro
Señor Jesucristo. Sea como sea, cada parte narrada en los evangelios es una
maravillosa historia inspirada por el Espíritu Santo que nos trae grandes
enseñanzas que nos edifican.
Jesús la luz del mundo |
JESÚS ES LA LUZ DEL MUNDO
“Otra
vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Juan 8:12
Por
el contexto de los versículos podemos deducir dos cosas. La primera es que la
fiesta de los tabernáculos esta ya por finalizar, por la afirmación de Juan en
el capítulo anterior: “En el último y gran día de la fiesta…”, (Juan 7:37), y segundo, que para este momento
Jesús se encontraba en el templo judío, específicamente en el patio de las
mujeres ya que una de las ultimas celebraciones consistía en encender grandes
candelabros durante el atardecer del ultimo día las cuales ardían durante toda
la noche hasta que finalmente se apagan cuando el combustible se acababa. El
momento era tan emocionante para los judíos que desde lejos se contemplaba la
gran iluminación que estos candelabros proporcionaban, sin embargo, estas luces
no permanecían todo el día encendidas y al final del día se apagaban. Es en
este momento de emotividad religiosa, rodeado por muchas personas que
contemplaban la gran escena, que Jesús se paró y realizo la segunda gran
declaración de su persona utilizando el títulos del gran “YO SOY”: Yo soy la luz del
mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida. Si recordamos un poco
este evangelio se caracteriza por presentar a Jesús con el título del gran “YO
SOY”, un título atribuido a Dios en el Antiguo Testamento. Ya vimos que son 7
las declaraciones del “YO SOY” que veremos aquí y en el capítulo 6 vimos el
primero que hace referencia a Jesús como el pan de vida. En este caso Jesús se
presenta como la luz del mundo, una que no se extingue y donde se encuentra la
vida. Esta declaración es una afirmación fuerte acerca de su divinidad. Por un
lado está diciendo que Él es la luz de todo el mundo: Yo soy la luz del mundo. Allí
estaban aquellos judíos que año tras año subían a Jerusalén e iban al templo
para participar de esta fiesta y el ultimo día experimentaban gran jubilo
viendo como aquellos grandes candelabros se encendían y muchas personas
danzaban y alegraban alrededor de ellas, pero lo triste era cuando los
candelabros se apagaban porque ya no tenían combustible, anunciándoles a las
personas que la festividad estaba a punto de terminar. Sin embargo, Jesús nos
dice que Él es la verdadera luz de este mundo, una luz que no se extingue, sino
que sigue alumbrado a nuestras vidas lo cual garantiza nuestro perpetuo gozo al
saber que la celebración por nuestra relación con Él jamás se acabará. Qué
bueno es saber que esta luz no es solamente para los judíos, sino para todos
aquellos que crean: “Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la
mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones”,
(Isaías 42:6). En segundo lugar, Jesús es la luz del mundo porque alumbra a
todos los hombres mostrándoles el camino que tiene que seguir: el que me sigue, no
andará en tinieblas. Esta luz tiene poder para ahuyentar las
tinieblas de nuestra vida y mostrarnos el camino correcto que tenemos que
seguir. Sin Dios somos incapaces de escoger el camino correcto, nuestras ideas
o caprichos solo nos conducirán a caminos donde solo hay fracaso, tristeza destrucción: “Hay camino que al hombre le parece derecho;
pero su fin es camino de muerte”, (Proverbio 14:12). No obstante, la
presencia de Cristo nos asegura que no andaremos más en tinieblas, sino que el
sol de justicia iluminara nuestra vida y traerá una grande salvación: “Mas a vosotros los
que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá
salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”,
(Malaquías 4:2). Finalmente, Jesús es la luz porque trae la vida a los seres
humanos: sino que
tendrá la luz de la vida. Así como la luz solar ayuda a que la vida
sea posible en este planeta, así la luz de Cristo trae vida y renueva toda
nuestra alma. Ahora bien, si consideramos estas tres consideraciones acerca de
Jesús en cuanto a que es la luz de este mundo, una luz que ilumina nuestro
camino y nos da vida, nos daremos cuenta que esto no es más que una afirmación
poderosa de su divinidad y realmente Cristo es todo lo que necesitamos.
LA CEGUERA ESPIRITUAL DE LOS FARISEOS
“Entonces
los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no
es verdadero”.
Juan 8:13
Tristemente
estos hombres pertenecientes a la secta de los fariseos no creyeron en Jesús y
sus tinieblas no pudieron ser ahuyentadas. Cuantos hombres y mujeres hoy en día
viven ciegos en medio de sus tinieblas a tal punto que la luz de Cristo no les
resplandece. Esto es así, porque han endurecido sus corazones y no creen al
mensaje del evangelio y como consecuencia Satanás los engaña para su propia condenación:
“Y los de junto
al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la
palabra, para que no crean y se salven”, (Lucas 8:12). El apóstol
Pablo nos dice que muchos han sido cegados por el diablo con el fin de que no
se salven y salgan de sus tinieblas: “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de
los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria
de Cristo, el cual es la imagen de Dios”, (2 Corintios 4:4). Quiera
Dios que todos nosotros seamos humildes al evangelio y permitamos que la luz de
Cristo nos ilumine para no continuar en las tinieblas como estos pobres
fariseos.
EL TESTIMONIO VERAZ DE JESÚS
“Respondió
Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es
verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis
de dónde vengo, ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a
nadie. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y
el que me envió, el Padre. Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de
dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre
que me envió da testimonio de mí. Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre?
Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis,
también a mi Padre conoceríais. Estas palabras habló Jesús en el lugar de las
ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había
llegado su hora”.
Juan 8:14-20
Ante
la incredulidad de los fariseos Jesús les dice que su testimonio es verdadero
por el simple hecho de que Él está seguro de su verdadera procedencia: Aunque yo doy
testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde
he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy.
Jesús estaba seguro de su procedencia, sabía quién era y cuál era su misión, no
temía testificar porque sabía que el mismo Padre lo había enviado. Estos hombres
no conocían al Padre, ni mucho menos eran capaces de juzgar con justicia a
diferencia de Jesús que lo hacía con veracidad: Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a
nadie. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y
el que me envió, el Padre. Jesús les aclara que su juicio era justo,
pero no solo porque Él lo decía, sino porque aun las mismas Escrituras lo
testificaban al enseñar que vasta el testimonio de dos personas para verificar
lo que se dice: Y
en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo
soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de
mí. Específicamente Deuteronomio nos dice que el testimonio de al
menos dos testigos es clave para afirmar los hechos: “No se tomará en cuenta a un solo testigo
contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con
cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se
mantendrá la acusación”, (Deuteronomio 19:15). En este caso tanto el
Padre como el Hijo dan testimonio de la verdadera luz. Aun con estas
afirmaciones estos hombre no creyeron y preguntaron a Jesús acerca de quién era
su Padre, pero como ya lo vimos, por la dureza de su corazón no creerían en
estas palabras de vida eterna: Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a
mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre
conoceríais. Lo cierto es que solo necesitamos creer en Jesús, Él es
el pan de vida, el alimento espiritual que da vida eterna, y no solo eso, Jesús
es la luz del mundo, es luz que nos saca de las tinieblas y nos da vida eterna,
y por estas razones debemos creer en la palabra de Jesús y no endurecer
nuestros corazones como estos fariseos. Todo esto paso en el patio de las
mujeres, en el templo, donde se encendían los grandes candelabros que
alumbraban el ultimo día de la fiesta y cerca del lugar donde se colocaban las
ofrendas para el templo: Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas,
enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario