“Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que
era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los
principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando
sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y
arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. Los
principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito
echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y después de
consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los
extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de
sangre. Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron
las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los
hijos de Israel; y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el
Señor”.
Mateo 27:3-10
INTRODUCCIÓN
A parte del
relato del suicidio de Judas que Lucas hace allá en Hechos de los Apóstoles,
solo Mateo es el que lo relata. Aquí vemos el terrible fin que un hombre tuvo,
un hombre que cometió el terrible pecado de traicionar al Hijo de Dios. Hace
tres años y medio atrás, a lo mejor nadie, incluyendo Judas, pudo haberse
imaginado estar involucrado en semejante traición, pero la verdad es que, si no
nos permitimos ser transformados por su palabra, somos capaces de cometer los
peores pecados que nos imaginemos e ir rumbo a la condenación eterna.
¿JUDAS SE ARREPINTIÓ?
“Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente…”
Mateo 27:3-4
Aquí Mateo nos relata el fin que el traidor Judas tuvo:
Entonces Judas, el que le había entregado,
viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a
los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando
sangre inocente. Aquí se nos dice
que Judas, al enterrarse de que Jesús había sido condenado, regreso arrepentido
a donde estaban los principales sacerdotes y ancianos para reconocer su pecado.
Al ver la actitud que Judas tomó, muchos creen que cuando traicionó a su Señor
por las 30 piezas de plata, realmente él no creía que Jesús fuese a
morir, ya que en otras ocasiones habían tratado de capturarlo y siempre se
había escapado, además, posiblemente creía que, si Jesús sentía
la presión de la muerte, este terminaría defendiéndose utilizando sus poderes
para salir librado. No obstante, nada paso de esta forma,
sino que el Señor, como oveja fue llevado al matadero, sin defenderse, se
entrego al martirio y muerte, y esto debió haber perturbado a Judas.
Esto nos hace ver que realmente la paga del pecado es muerte y que no
importa los placeres u ofertas que el mundo haga, al final, ninguna es
suficiente para satisfacer al hombre y no lo libra de las consecuencias
trágicas que le acarrea. Bien dijo el profeta: “El alma que pecare, esa morirá…”, (Ezequiel 18:20). Ahora bien, ¿Judas
realmente se arrepintió? En este texto Mateo nos dice que Judas se
arrepintió, ¿pero realmente lo hizo? Si consideramos la palabra griega que se
tradujo como “arrepintió”, esta es metamellomai (μεταμέλλομαι), la cual se utiliza en voz pasiva para referirse a un
sentimiento de lamentación; sin embargo, también en griego existe otra palabra
que se traduce como arrepentimiento y esta es metanoéo (μετανοέω), la
cual va más allá de un sentimiento de lamentación, sino produce un profundo
pesar en el corazón al reconocer su pecado que hace que la persona se vuelva de
su mal camino y cambie su manera de pensar, sentir y actitud. En este sentido,
Judas experimento un remordimiento y no un verdadero arrepentimiento.
EL FINAL DE JUDAS
“… Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos
dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata
en el templo, salió, y fue y se ahorcó”.
Mateo 27:4-5
Lo que vemos aquí es un cuadro perfecto del fin que
tiene el pecador que no se arrepiente. Judas había traicionado a su Maestro,
había confabulado con los lideres religiosos de los judíos los cuales al
principio lo debieron haber tratado como su gran amigo ya que les ayudaría a
deshacerse de aquel que tanto odiaban, pero una vez hecho esto, la culpa por lo
que había hecho consumió el alma de Judas y ni siquiera las 30 piezas de plata
que en un tiempo atrás eran tan deseables para él habían perdido su atractivo.
Aquellos hombres que le pagaron por su traición lo rechazaron y no les importo
la angustia que estaba pasando, estando totalmente solo, abandonado por el
mundo que lo sedujo a pecar y consumido por la culpa de su pecado, decidió
terminar con su vida: Yo he
pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a
nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue
y se ahorcó. Así es el
trágico fin del camino del pecado. Al principio seduce a su víctima, se
presenta como una tentación que promete satisfacer los deseos de la carne, por
engrandecer el ego del hombre, por entregarle algo que pretende ser prometedor,
sin embargo, es solo una carnada, porque una vez consumado el pecado, aquello
que tanto seducía el alma del hombre con un deseo desbordante, esto mismo lo
consume hasta destruir su vida, así es el pecado: “Prenderán al impío sus propias iniquidades,
y retenido será con las cuerdas de su pecado”, (Proverbios 5:22). Que triste final tuvo este hombre,
que tuvo la oportunidad de ser algo mejor, de ser recordado como un gran siervo
de Dios y no como un traidor, que tuvo la oportunidad de heredar la vida eterna
y no condenarse eternamente suicidándose al no soportar la culpa de su
traición. Ciertamente el pecado de Judas fue terrible, pero hay algo que no
debemos olvidar, sin Cristo Jesús somos capaces de cometer los peores
pecados que jamás podríamos imaginarnos. En la Biblia encontramos una
historia de un hombre que cometió grandes atrocidades pero que años atrás antes
de cometerlos nunca hubiera creído que los cometería: “Eliseo se fue luego a Damasco; y Ben-adad
rey de Siria estaba enfermo, al cual dieron aviso, diciendo: El varón de Dios
ha venido aquí. Y el rey dijo a Hazael: Toma en tu mano un presente, y ve a
recibir al varón de Dios, y consulta por él a Jehová, diciendo: ¿Sanaré de esta
enfermedad? Tomó, pues, Hazael en su mano un presente de entre los bienes de
Damasco, cuarenta camellos cargados, y fue a su encuentro, y llegando se puso
delante de él, y dijo: Tu hijo Ben-adad rey de Siria me ha enviado a ti,
diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad? Y Eliseo le dijo: Ve, dile: Seguramente
sanarás. Sin embargo, Jehová me ha mostrado que él morirá ciertamente. Y el
varón de Dios le miró fijamente, y estuvo así hasta hacerlo ruborizarse; luego
lloró el varón de Dios. Entonces le dijo Hazael: ¿Por qué llora mi señor? Y él
respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas
pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y
abrirás el vientre a sus mujeres que estén encintas. Y Hazael dijo: Pues, ¿qué
es tu siervo, este perro, para que haga tan grandes cosas? Y respondió Eliseo:
Jehová me ha mostrado que tú serás rey de Siria. Y Hazael se fue, y vino a su señor,
el cual le dijo: ¿Qué te ha dicho Eliseo? Y él respondió: Me dijo que
seguramente sanarás. El día siguiente, tomó un paño y lo metió en agua, y lo
puso sobre el rostro de Ben-adad, y murió; y reinó Hazael en su lugar”, (2 Reyes 8:7-15). Esta historia bíblica
nos muestra como el hombre puede ser capaz de cometer las peores barbaridades
en su vida si Dios no gobierna su corazón. Hazael nunca pensó que llegaría a
cometer todas estas barbaridades contra Israel, pero ¿qué es lo que lo impulso
a eso? ¿Por qué escuchamos en las noticias tantas traiciones o crimines
horrendos que los hombres cometen? ¿Qué impulsa a los seres humanos a
convertirse en esta clase de seres malvados? La repuesta es porque el corazón
del ser humano es malo: “¿No
entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la
letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al
hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las
blasfemias”, (Mateo 15:17-19).
El problema es el corazón del hombre el cual es perverso, sin embargo, cuando
nos sometemos a la palabra de Dios y permitimos que esta nos transforme, el
Señor obra a favor de nosotros, Judas tuvo la oportunidad de ser transformado
por esta palabra ya que escucho por 3 años y medio las enseñanzas de Cristo,
pero lamentablemente cerro su corazón y nunca renuncio al pecado de su codicia,
sino que robaba constantemente: “Pero
dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y
teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella”, (Juan
12:6). Todo esto lo llevo a vender por 30 piezas de plata a su Maestro. Quiera
Dios que seamos sensibles a su palabra y permitamos que esta nos transforme: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y
abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual
puede salvar vuestras almas”,
(Santiago 1:21).
CAMPO DE SANGRE
“Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre. Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel; y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor”.
Mateo 27:6-10
En
Hechos, Lucas nos da mas detalles en cuanto al suicidio de Judas: “Este, pues, con el salario de su iniquidad
adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus
entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de
tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere
decir, Campo de sangre”,
(Hechos 1:18-19). De acuerdo con las palabras de Pedro, Judas cuando se ahorco,
cayo de cabeza y se reventó por la mitad de tal forma que todas sus entrañas se
derramaron. Ahora, aquí pareciera que hay una supuesta contradicción, porque en
Hechos, Lucas dice que Judas fue el que compro el campo donde se ahorco,
mientras que en Mateo dice que fueron los principales sacerdotes y ancianos que
lo iniciaron. ¿Quiénes entonces compraron el campo? ¿Judas o los sacerdotes?
Bueno, lo mas seguro es que Judas llego a ahorcarse al campo y como dice Pedro,
la noticia de su suicidio fue notoria a todos los habitantes de Jerusalén, y
los principales sacerdotes y ancianos cuando se enteraron de esto, debieron ir
y comprar a nombre de Judas el campo, ya que no querían que se relacionara
dicho dinero o compra con los fondos del tesoro del templo. De esta forma pudo
haber ocurrido. Como sea, el campo se llamaba, campo del alfarero, ya que de
este se extraía tierra roja, pero después se le cambio el nombre a campo de
sangre, por lo acontecido allí y en arameo se llamó Acéldama, que significa lo
mismo, campo de sangre, y se utilizo para enterrar gentiles. Ahora, Mateo
aprovecha para conectar este acontecimiento con una profecía mesiánica del
Antiguo Testamento: Así se
cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta
piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel;
y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor. Sin embargo, al llegar a estos
versículos, pareciera que también aquí existe una pequeña discrepancia ya que
la profecía a la que Mateo se quiere referir está en Zacarias y no en Jeremías:
“Y les dije: Si os parece bien, dadme mi
salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y
me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado! Y
tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová al tesoro”, (Zacarias 11:12-13). ¿Qué explicación
podríamos dar a esta discrepancia? Buenos, algunos padres de la iglesia
primitiva sugirieron que posiblemente lo que ocurrió aquí fue un fallo de
memoria por parte de Mateo al citar este versículo. Sin embargo, hay otros que
le dan otra explicación a esta aparente discrepancia. Si nos damos cuenta, la
primera parte del versículo 10 tiene coincidencia con Zacarias 11:12-13, sin
embargo, no tiene ninguna correspondencia con la parte final que dice que estas
piezas de plata las usaron para comprar el campo del alfarero. Para armonizar
esta parte algunos han sugerido que la ultima parte de este versículo hace
referencia a una profecía de Jeremías 19 donde el Señor les advierte a los
habitantes de Juda que el valle de Tofet, en el valle de Hinom, que según la
tradición estaba ubicado en el valle del alfarero, seria convertido en valle de
matanza debido a sus muchas idolatrías y sus muertos serian enterrado en este
valle, parecido a lo que paso con el campo de sangre del cual habla Mateo, de
hecho en Jeremías se le llama valle de matanza: “Por tanto, he aquí vienen días, dice Jehová, que este
lugar no se llamará más Tofet, ni valle del hijo de Hinom, sino Valle de la
Matanza... y les dirás: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Así quebrantaré a
este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra una vasija de barro, que no se
puede restaurar más; y en Tofet se enterrarán, porque no habrá otro lugar para
enterrar”, (Jeremías 19:6, 11). Así que lo que hace
el autor es mencionar al profeta mas antiguo al momento de combinar ambas
profecías. Si esto es así, no seria la primera vez que pasará, por en Marcos
tenemos algo similar: “Como
está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu
faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el
desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas”, (Marcos 1:2-3). Aquí Marcos dice que
estas palabras fueron dichas por Isaías, pero si revisamos nos daremos cuenta de
que sus palabras están compuestas primeramente por la profecía de Malaquías (Malaquías
4:5-6) y luego por las de Isaías (Isaías 40:3). Ahora bien, sea la respuesta
que mas nos parezca, nosotros creemos que esto no debería ser algo que nos preocupe
demasiado o afecte nuestra confianza en la palabra de Dios, lo que si vemos es
la intención del apóstol de relacionar los eventos de la vida de Jesús con las
profecías del Antiguo Testamento con el fin de demostrar que es el Mesías que
las Escrituras anunciaron en el pasado.
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