“Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y
éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú
lo dices. Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos,
nada respondió. Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican
contra ti? Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el
gobernador se maravillaba mucho”.
Mateo 27:11-14
INTRODUCCIÓN
Después que el los principales ancianos y sacerdotes,
representantes del Sanedrín, juzgaron a Jesús, se apresuran a llevarle de
madrugada a Jesús a Poncio Pilato, que para este momento era el gobernador de
Judea que Roma había establecido para la región de Judea. Una vez más estos
hombres tendrían que inventar de qué acusarlo ya que andaban buscando la pena
de muerte para nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, no les seria tan fácil,
ya que Pilato, por ser un hombre de experiencia en el puesto, vería que las
acusaciones de estos no correspondían al hombre que estaba viendo.
DE PIE ANTE PILATO
“Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador…”
Mateo 27:11
De acuerdo a Marcos, fue en la madrugada que el
Sanedrín decidió llevar a Jesús ente Poncio Pilato: “Muy de mañana, habiendo tenido consejo los
principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el
concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato”, (Marcos 15:1). Aquí vemos a Jesús de
pie, delante de Pilato, el gobernador romano de Judea, pero, ¿quién era Pilato?
Pilato fue hecho gobernador de Judea por el emperador Tiberio en el año 26 d.C.
y gobernó hasta el 36 d.C. De acuerdo al filósofo helenístico judío Filón de
Alejandría, fue un hombre que no tenía consideración alguna, rudo e
inflexible, cuyo gobierno fue corrupto y brutal. La verdad es que, para
este momento, Pilato estaba en una muy mala posición por todas las revueltas
que se habían hecho en Judea por causa de su inflexibilidad, lo cual había
llegado a oídos del emperador y esto lo había vuelto impopular en Roma, por lo
que sabía que, si se producía un disturbio más, posiblemente seria llamado a
compadecer delante del emperador. Entre los disturbios producidos durante su
gobierno están dos que relata el historiados judío, Flavio Josefo. El primero
fue durante los primeros días de su llegada a Judea como gobernador.
Anteriormente todos sus antecesores habían evitado entrar a Jerusalén con
estandartes donde la imagen del águila y del emperador se mostraban, ya que
sabían del celo de la religió judía y su repudio por los ídolos, por ello, mejor
evitaban introducirse a la ciudad con este tipo de estandartes, sin embargo, a
Poncio Pilato no le importo y se atrevió a colocarlas en la en la Torre
Antonia, la cual daba a un extremo del templo judío. Esto provoco una protesta
muy numerosa la cual llego hasta que después de cinco días de discusión Pilato
quiso disuadirlos amenazándolos con matarlos, pero estos judíos le mostraron su
cuello le mostraron que estaban dispuestos a ser degollados que, a aceptar sus
imágenes, ante esto, Pilato desistió pues de lo contrario aquel día se hubiese
cometido una masacre de aproximadamente 6,000 judíos. Luego, después de este
incidente, Flavio Josefo reporta otro incidente. Nos cuenta que Pilato quería
construir un acueducto para llevar agua a Jerusalén, sin embargo, lo hizo
utilizando dinero del templo, lo cual era considerado un sacrilegio por parte
de los judíos lo cual a su vez provoco un gran alboroto que termino en una
terrible matanza. De Esta forma, su crueldad e inflexibilidad, provoco que el
emperador se molestara y tuviese una advertencia de que estas situaciones no
podían continuar, sino, seria llamado a Roma a compadecer por sus errores. Es
ante este hombre que Jesús fue llevado.
¿ERES TÚ EL REY DE LOS JUDÍOS?
“… y éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de
los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices”.
Mateo 27:11
Ante las acusaciones de los principales ancianos y
sacerdotes del concilio, Pilato decide interrogar a Jesús para confirmar si
verdaderamente era lo que sus enemigos afirmaban: y éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los
judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. Con esta pregunta, Pilato esperaba una respuesta en
forma de defensa de parte de Jesús, sin embargo, el Señor le respondió
con determinación que sí lo era, es decir, no lo negó, pero tampoco dio mayor argumentación.
La verdad es que Jesús es Rey de reyes y Señor de señores, no obstante, estos
hombres malvados estaban lejos de su reino por la dureza de su corazón. Hoy
en día nosotros podemos venir a su reino a través del arrepentimiento,
el cual abre las puertas para poder convertirnos en herederos de su reino: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y
a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, (Mateo 4:17). Ahora bien, este
reino esta regido por los principios y leyes espirituales, no por las filosofías
o preceptos de este mundo, es un reino donde prevalece el amor, gozo y
paz: “Porque el reino de Dios no es comida ni
bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”, (Romanos 14:17). Aunque en este momento
los reinos de esta tierra no reconocen la soberanía de Cristo, esto no
significa que todos los reinos de este mundo no se le hayan entregado a Jesús,
ya que un día Él regresará y establecerá su reino por mil años en esta tierra.
LAS ACUSACIONES EN CONTRA DE JESÚS
“Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por
los ancianos, nada respondió. Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas
testifican contra ti? Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera
que el gobernador se maravillaba mucho”.
Mateo 27:12-14
En estos versículos vemos como los enemigos de Jesús se
esforzaban por acusarle a tal punto que pudiese ser sentenciado a muerte: Y siendo acusado por los principales
sacerdotes y por los ancianos, nada respondió. Ahora bien, de acuerdo a Lucas, fueron 3 las
acusaciones que estos perversos religiosos presentaron: “Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste
hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César,
diciendo que él mismo es el Cristo, un rey”, (Lucas 23:2). De esta forma lo acusaron de un
hombre sedicioso que provocaba a la nación a revelarse, a no dar tributo al Cesar
y quererse afirmar como rey. Ante todas estas acusaciones, Mateo dice
que el Señor nada respondió, lo cual nos recuerda una profecía mesiánica que
encontramos en Isaías: “Angustiado
él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como
oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”, (Isaías 53:7). Esta actitud humilde y
determinante de nuestro Señor admiró mucho a Pilato: Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas
cosas testifican contra ti? Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal
manera que el gobernador se maravillaba mucho. La verdad de todo esto es que Jesús sabia que por
amor a nosotros tenia que someterse a las crueles acciones de los lideres
religiosos de Jerusalén, tenía que sufrir esta humillación como un medio para
cumplir su propósito de liberarnos del pecado, ya que sin cruz no habría
redención. Por ello Pablo dijo: “Haya,
pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo
en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo
sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”, (Filipenses 2:5-9). Por tanto, la humillación y
martirio era necesario para alcanzar la victoria y nuestro Señor no se aferró a
su condición de Dios para poder escapar de este camino, sino que se sometió a
él y por eso mismo fue exaltado por su Padre para que ahora nosotros podamos encontrar
vida eterna a través de creer en su sacrificio. De esta forma, el Señor nos
enseña una preciosa lección, la de la humillación, ya que definitivamente nadie
alcanzara misericordia ni el favor de Dios, si este no se humilla antes: “Los sacrificios de Dios son el espíritu
quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”, (Salmo 51:17).
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