La ascensión de Cristo (Hechos 1:9-11)


 

“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”.

Hechos 1:9-11

INTRODUCCIÓN

               Después de darle a sus discípulos las ultimas instrucciones en cuanto a lo que tenían que hacer, Jesús asciende al cielo para estar con su Padre. Lucas es el único que relata la ascensión de nuestro Señor Jesucristo, las relata tanto aquí en el libro de Hechos de los Apóstoles como en su evangelio. La ascensión de Cristo es un tema muy importante en el ámbito de la doctrina cristiana ya que aparte de enseñarnos que el Señor ascendió al cielo para estar al lado de su Padre para recibir toda potestad, también significa que, así como ascendió un día regresará por su amada iglesia.

 

ascencion-Cristo
La ascensión de Cristo

LA ASCENSIÓN DE CRISTO

“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos”.

Hechos 1:9

                Después que Jesús les dijo a sus discípulos que tenían que ir a Jerusalén porque allí serian bautizados con Espíritu Santo, en frente de sus ojos Él asciende a los cielos: Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. En su evangelio, Lucas también nos narra este acontecimiento: “Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que, bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo”, (Lucas 24:50-51). Así como su resurrección determinan su victoria final sobre la muerte y el pecado, su ascensión al cielo nos habla de la autoridad y poder que recibió sobre todo reino como consecuencia de su victoria: “Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios”, (Marcos 16:19). El hecho de que Jesús se sentó específicamente a la derecha de su Padre nos habla que se le ha dado toda autoridad sobre toda la creación: “La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”, (Efesios 1:20-21). Además, su posición a la diestra del Padre le permite interceder por todos nosotros: “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”, (Romanos 8:34). Desde este momento, Jesús regresó de nuevo al cielo y está sentado en su trono de gloria a la derecha del Padre: “Quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades”, (1 Pedro 3:22).

 

LA PROMESA DE SU REGRESO

“Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”.

Hechos 1:10-11

                  Posiblemente, mientras Jesús ascendía al cielo, los ojos de los discípulos se llenaron de tristeza y quedaron fijos en el firmamento viendo con melancolía a su Maestro irse, pero es allí donde dos varones con vestiduras blancas se les aparecen y les dicen: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. Esta exhortación nos hace pensar en tres cosas. En primer lugar, este anuncio fue tan glorioso e importante que sus mensajeros fueron unos ángeles del cielo: Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas. En la antigüedad, los reyes solían usar sus heraldos para comunicar sus mensajes importantes al pueblo, de igual forma, aquellos acontecimientos importantes respecto a la vida de Jesús estuvieron siempre precedidos por mensajeros celestiales. Así, fue un ángel el que le anuncio a Zacarias que el precursor de Cristo nacería (Lucas 1:5-24), también fue el ángel Gabriel quien le anuncio a Maria que concebiría por obra del Espíritu Santo (Lucas 1:26-38) y a José un ángel le dio instrucciones de recibir a Maria y cuidar de ella (Mateo 1:18-25). Fue una multitud de ángeles que levantaron una alabanza el día que Jesús nació y uno de estos les dijo a los pastores que había nacido en un pesebre en Belén el Cristo (Lucas 2:8-20). Fueron ángeles los que le sirvieron a Jesús cuando venció la tentación en el desierto (Mateo 4:11) y fue un ángel que le fortaleció cuando estuvo con su alma turbada en el Getsemaní (Lucas 22:43). Fue un ángel quien dio las buenas nuevas de su resurrección a las mujeres (Mateo 28:5-7). Y ahora vemos a dos ángeles que traían un ultimo mensaje de su Señor a los discípulos. En segundo lugar, esta exhortación nos anima a continuar con el trabajo de proclamación del mensaje del evangelio que nuestro Señor inicio: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Esta pregunta que los ángeles les hicieron a los discípulos parece que les exhortaba a dejar de estar viendo con tristeza que su Señor se había marchado y que en lugar de eso se fueran a Jerusalén, tanto y como se los había pedido, porque allí iniciarían la labor misionera que les había encomendado. Esto nos enseña que, como creyentes, debemos vivir en esta tierra, ciertamente esperando su pronto regreso, pero enfocado en trabajar por engrandecer el reino de los cielos: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”, (Filipenses 2:12). Pablo nos recuerda que debemos ocuparnos con responsabilidad y diligencia en nuestra salvación, porque si bien es cierto, la salvación es por gracia, pero también hemos sido llamados a ser diligentes en desarrollar nuestros dones espirituales y talentos para el servicio a Dios y sus santos, así como producir el fruto del Espíritu y dar un fiel testimonio de la gracia de Cristo. En tercer lugar, esta exhortación nos afirma que el Señor un día regresara por su iglesia: Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. Como cristianos, nuestra esperanza descansa en la promesa de su pronto regreso: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”, (1 Tesalonicenses 4:15-18). Sabemos que un día el Señor regresara por su iglesia, bajo esa esperanza, enfoquémonos en trabajar para Dios, servir en su obra, guardarnos del pecado y ser fieles testigos de su gracia.

 

1 comentario: