“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y
hasta lo último de la tierra”.
Hechos 1:8
INTRODUCCIÓN
Cuán conocido es Hechos 1:8 e importante para la iglesia del Señor. Cuántos sermones se han realizado basados en Hechos 1:8, cuántas veces Hechos 1:8 ha sido un texto que muchos han usado de referencia para hablar acerca del poder y autoridad que el Espíritu Santo puede dar al creyente, cuán importante es saber que este anuncio era el cumplimiento de Joel 2:28-29 que se acercaba y se consumó allá en el día de pentecostés. Al mismo tiempo este versículo puede ser y ha sido interpretado de dos formas diferentes en cuanto al tema de la morada y bautismo del Espíritu Santo. Lo cierto es que este versículo es importante porque no podemos negar que aquí el Señor Jesús les anunció a sus discípulos que antes de iniciar la tarea de predicar y hacer discípulos en todo el mundo necesitaban recibir el poder necesario para cumplir satisfactoriamente su misión, poder que el Espíritu Santo les daría.
Pero recibiréis poder |
UN PODER QUE VIENE DE LO ALTO
“Pero recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…”
Hechos 1:8
La conjunción adversativa que aparece al principio del versículo 8 del capitulo 1 de Hechos, “pero”, nos anuncia una contraposición entre lo que se venia hablando y lo que a continuación se anunciara. Los discípulos le preguntaron a su Señor cuándo seria que Él restauraría el reino a Israel: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”, (Hechos 1:6-7); sin embargo, el Señor les dice que la respuesta a la pregunta que tenían no les correspondía conocerla porque solo Dios conoce los tiempos en los que esto sucederá; pero en lo que sí tenían que enfocarse era en cumplir la tarea que se les había delegado allá en la Gran Comisión, siendo el primer paso para esto recibir la promesa del Espíritu Santo: Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo. ¿A qué clase de poder se refería? ¿A qué se refiere que vendrían el Espíritu Santo sobre ellos? ¿Se refiere a la morada del Espíritu Santo? ¿Al sello del Espíritu Santo? ¿Al bautismo del Espíritu Santo? ¿A la llenura del Espíritu Santo? ¿Son todos términos indistintos o son diferentes en significado? Estas preguntas se han respondido de muchas maneras, dando lugar a diferentes interpretaciones y a veces contiendas entre la misma iglesia en cuanto a su interpretación teológica. Por tanto, trataremos de entenderlo con la ayuda del Espíritu Santo y sus Escrituras.
Horas
antes de su muerte el Señor les dio instrucciones finales a sus discípulos en
cuanto a su muerte, resurrección y la tarea que a ellos les esperaba, y entre
los temas que Jesús les toco estaba la venida del otro Consolador: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del
Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio
acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado
conmigo desde el principio”, (Juan 15:26-27). Jesús partiría de esta
tierra para estar al lado de su Padre, pero ellos no se quedarían huérfanos, porque,
así como Jesús había permanecido ese tiempo con ellos, el otro Consolador, el
Espíritu Santo, estaría con ellos para guiarlos a toda verdad y ayudarles a
convencer a este mundo de pecado, juicio y justicia: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me
fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré. Y
cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de
justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto
el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”, (Juan 16:7-11).
Ahora, antes de su muerte y resurrección, Jesús soplo en ellos el Espíritu
Santo, para que lo recibieran como morada: “Y
habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”,
(Juan 20:22). Desde este momento podemos entender que el Espíritu Santo vino a
morar en el corazón de los discípulos, siendo esto conocido también como el
sello del Espíritu, las arras o garantía de nuestra redención, porque el
Espíritu Santo mora en aquellos corazones de los hombres y mujeres que le
pertenecen a Dios: “En él también vosotros, habiendo
oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído
en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras
de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza
de su gloria”, (Efesios 1:13-14). Ahora bien, después de su
resurrección nuestro Señor les dijo a sus discípulos que tenían que ir a
Jerusalén y esperar allí la promesa del Espíritu Santo: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros;
pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de
poder desde lo alto”, (Lucas 24:49) ¿Por qué Jesús les dijo a
sus discípulos que tenían que ir a Jerusalén a esperar que les enviara la
promesa del Espíritu Santo? ¿A caso no recibieron el Espíritu Santo allá en
Juan 20:22? Ante estas preguntas, lo más sensato es pensar que esta
promesa es diferente a la morada del Espíritu Santo que recibieron allá en Juan
20:22. Al respecto se han dado dos posibles interpretaciones. La primera
es pensar que allá en Juan 20:22, cuando Jesús soplo en ellos el Espíritu
Santo, ellos solo recibieron una parte de este y no fue hasta el día de
pentecostés que el Espíritu Santo vino a morar plenamente en el corazón de cada
creyente. En este sentido, cada vez que una persona se convierte a
Cristo esta promesa se cumple en su vida y recibe el Espíritu Santo. El
problema con esta interpretación es creer que cuando Jesús soplo en ellos el
Espíritu Santo, hizo una obra incompleta lo cual es difícil de creer para
algunos de nosotros. La segunda interpretación es pensar que la morada
del Espíritu Santo es diferente a la promesa del Espíritu Santo ya que
en Lucas 24:49 dice que esta promesa vendría sobre ellos para investirlos de
poder desde lo alto. En este sentido se nos habla de una envestidura de
poder que el creyente recibe, envestidura de poder que algunos también
llaman el bautismo con el Espíritu Santo: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”,
(Hechos 1:5). Para tratar de entender mejor en qué consiste este poder consideremos
algunas palabras griegas que aparecen en estos textos. Para empezar, la palabra
poder que aparece en Hechos 1:8 y Lucas 24:49 se traduce del griego dunamis
(δύναμις), que literalmente habla de un
poder dinámico que provoca acción, y de acuerdo a Lucas 24:49, dice que este
poder viene desde lo alto, y esta palabra “alto”, se traduce del griego upsos
(ὓψος), que literalmente nos habla de la
plenitud de Dios, de algo está muy elevado y con gran dignidad. Por tanto, la
promesa del Padre de la cual habla Jesús es literalmente un poder que viene de
la misma plenitud de Dios y de la cual el cristiano es revestido. Esta palabra, revestido, que aparece en Lucas
24:49 se traduce del griego enduo (ἐνδύω),
que habla de una acción de vestirse con otras ropas, y en Hechos 1:5, Jesús
dijo que los discípulos serian bautizado con el Espíritu Santo, y esta palabra “bautizado”,
se traduce del griego baptizo (βαπτίζω),
que literalmente significa ser teñido o sumergido en una sustancia, por lo que
podemos decir que el bautismo con el Espíritu Santo es la acción en la
que el Espíritu Santo viene sobre la vida del creyente, haciendo una diferencia
entre morar en su corazón y estar sellado con Él y estar sobre el creyente para
proporcionarle su poder. Por ello Jesús dijo en Hechos 1:8: Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo.
UN PODER PARA SER UN MEJOR TESTIGO DE SU GRACIA
“… y me seréis testigos…”
Hechos 1:8
Ahora bien, ¿para qué es este poder
que viene del Espíritu Santo? Jesús lo dijo en Hechos 1:8: Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y
hasta lo último de la tierra. La principal razón por la cual el creyente
recibe este poder es para ser un mejor testigo de su gracias, pero, ¿qué
significa eso? Ser un mejor testigo significa tener el dominio propio para
renunciar a los deseos de nuestra carne y producir el fruto del Espíritu,
anunciar con denuedo y valentía el mensaje del evangelio, tener la autoridad para
hacerle frente a las artimañas y ataques del enemigo, mantenerse firme y constante,
creciendo siempre en la obra del Señor, para esto necesitamos ese poder, porque
humanamente jamás venceremos, por ello el profeta dijo: “… No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha
dicho Jehová de los ejércitos”, (Zacarías 4:6).
UN PODER QUE AYUDA AL CREYENTE A PROCLAMAR EL EVANGELIO HASTA LO ÚLTIMO DE LA TIERRA
“… en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la
tierra”.
Hechos 1:8
Cuando el poder del Espíritu Santo
viene sobre el creyente, este lo capacita para ser un mejor testigo de su
gracia y le ayuda a poder compartir con denuedo, valentía y la autoridad de
Dios el mensaje del evangelio y así poder alcanzar a otros para Cristo,
por ello Jesús les dijo a sus discípulos que antes que cualquier otra cosa, tenía
que ir a Jerusalén y esperar allí la promesa del Padre, porque serian
bautizados con el Espíritu Santo que les daría ese poder para ser testigos de
su gracia comenzando en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria, y hasta lo último de la tierra. Es interesante ver cómo
estas palabras se cumplieron ya que la iglesia inició en Jerusalén, en el día
de Pentecostés, en su principio la iglesia fue conformada por judíos, pero rápidamente
se extendió por toda Judea y con la muerte de Esteban, los creyentes judíos se esparcieron
y comenzaron anunciando el evangelio lejos de su nación, así vemos a Felipe el evangelista
predicando en Samaria y así los samaritanos se convirtieron al evangelio, luego
el evangelio llego a Antioquía de Siria donde se les llamo a los creyentes por
primera vez cristianos y esta llego a ser el centro de operaciones del apóstol
Pablo donde iniciaba sus viajes misiones extendiendo el evangelio por toda la región
de Galacia, Asia Menor, Macedonia, Grecia, hasta llegar a Roma. Todo esto lo
podemos leer en el libro de Hechos, pero también sabemos que el evangelio se
extendió más allá de esto con el resto de apóstoles, así tenemos que de acuerdo
a la tradición se dice que Andrés llevo el evangelio a Escitia (pueblos ubicados
en regiones que hoy son iranies), Tomás a la India y Etiopía, Bartolomé o
Natanael, llevo el evangelio a Mesopotamia, Persia y Egipto en la India y en
Armenia, donde murió mártir, y así se dice que el resto de los once también
fueron a otros lugares de tal forma que se cumplió las palabras dichas por Jesús
cuando dijo les serian testigos hasta lo último de la tierra y hoy por hoy también
nosotros tenemos este desafío de proclamar a toda criatura el mensaje del
evangelio.
Es gratificante poder estudiar la biblia de esta manera y poder comprender cada escrito y vivirlos y tambien predicarlo correctamente. muchas gracias.
ResponderBorrarExcelente enseńanza muchas bendiciones ,Dios me mostró esto en sueńo de como avivar su poder y como obtenerlo y es a base de santificación y entrega y búsqueda total a Dios
ResponderBorrarExcelente
ResponderBorrarMuchas gracias por tan valioso recurso
ResponderBorrarMuchas gracias,he aprendido a comprender mejor los textos.
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