“Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela.”.
Salmo 34:14
INTRODUCCIÓN
Durante el siglo IV a.C. vivió un filósofo llamado Epicúreo el cual planteo una pregunta acerca del mal y la existencia de Dios: “Dios quiere eliminar las cosas malas y no puede, o puede, pero no quiere, o no quiere ni puede, o ambos quiere y puede. Si él quiere y no puede, entonces es débil, y esto no se aplica a Dios. Si puede, pero no quiere, entonces es rencoroso, lo que es igualmente extraño a la naturaleza de Dios. Si no quiere ni puede, es débil y rencoroso, y por lo tanto no es un dios. Si él quiere y puede, ¿cuál es la única cosa apropiada para un dios, de dónde vienen las cosas malas? ¿O por qué no los elimina?”. A lo largo de la historia el hombre se ha preguntado cosas similares: ¿Por qué existen tantos indefensos que sufren en el mundo? ¿Por qué existen enfermedades que no tienen cura y hacen sufrir a las personas? ¿Por qué ocurren las tragedias? ¿Por qué ocurren las catástrofes naturales que cobran miles de vidas? ¿Por qué existe el mal? Y en medio de todas estas preguntas surgen otras: ¿Si Dios existe, por qué permite el sufrimiento? ¿Si Dios es omnipotente, por qué permite el mal? ¿Si Dios es el creador de todo lo que existe, creo también el mal? ¿Si Dios permite el mal, es entonces un Dios malo? Estas y otras preguntas han sido formulado por muchas personas y han tratado de responderse, encontrando muchos argumentos y conclusiones diferentes. La verdad es que no es fácil responder a tales preguntas, pero podemos tratar en entender este tema a la luz de la Biblia y con la guía del Espíritu Santo.
Dios y la Existencia del Mal |
¿EXISTE EL MAL?
Para muchos
es difícil entender la relación que hay entre el mal que rodea a este mundo y
la existencia del mal, de hecho, muchos ateos consideran imposible la
existencia de un Dios bueno que permita o haya creado el mal. Pero, ¿realmente
es así? ¿Dios es el creador del mal si todo lo que existe fue creado por
Él? Definitivamente no lo es, porque en su naturaleza no existe
la maldad: “Porque tú no eres un Dios que se
complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti”, (Salmo 5:4).
Sin embargo, la Biblia afirma la existencia del bien y el mal: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”,
(Romanos 12:21). Considerando esto, entonces, ¿cómo podemos definir el mal? Para
Agustín de Hipona, el mal era: “La
privación de todo el bien”, lo cual nos enseña que el mal no es algo
que tenga materia, pero esto no significa que no exista. Así como en la ciencia
física, el frio es la ausencia de calor y la oscuridad es la ausencia de luz,
así el mal es la ausencia de bien. Con respecto a esto, la Guía Holman de
Apologética Cristiana de Doug Powell
define el mal como: “Una desviación de la
manera en que las cosas deberían ser”, y Norman Geisler y Ron Brooks,
en su libro de Apologética, definen el mal como: “La
falta de algo que debiera estar en relación a algo bueno”. Por
tanto, podemos definir el mal como: La ausencia del bien, una desviación
del buen propósito de Dios que carece de toda buena dadiva y benevolencia. Este
mal es intangible, no tiene sustancia, pero es real.
EL MAL PROVOCA SUFRIMIENTO EN EL SER HUMANO
“El hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores,
sale como una flor y es cortado, y huye como la sombra y no permanece”.
Job 14:1-2
En
el libro de Job encontramos esta declaración: El
hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores, sale como una
flor y es cortado, y huye como la sombra y no permanece. Al
considerar estas palabras podríamos asustarnos, pero la verdad es que la maldad
que existe en este mundo provoca que los pocos días que el ser humano vive en
esta tierra sean llenos de sufrimiento. Antonio Cruz en su libro:
Introducción a la Apologética, nos dice que prácticamente existen dos tipos de
males que provocan el sufrimiento en el hombre: “Hay
dos clases de mal en el mundo. El llamado “mal moral” sería aquel que realizan
deliberadamente las personas o se desprende de sus acciones cuando estas no son
correctas. Mientras que suele considerarse “mal natural o físico” a todo daño o
perjuicio que no ha sido causado por el ser humano. Entran dentro de esta
segunda categoría los desastres naturales, accidentes, enfermedades, así como
la propia crueldad que se detecta en la naturaleza”. Lo cierto es
que podemos considerar el mal que es provocado por el corazón perverso e
injusto del ser humano que trae sufrimiento a los seres humanos, además,
existen aquellos acontecimientos de la naturaleza como los desastres naturales
o las enfermedades que causan daños y tragedias en las vidas de las personas.
Pero, ¿por qué es esto así? ¿Cuál es el origen de este mal? Tratemos de
responder a esta pregunta.
ORIGEN DEL MAL
“Perfecto
eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en
ti maldad”.
Ezequiel 28:15
Para entender el origen del mal debemos considerar al primer ser en el cual se encontró maldad, Satanás: Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. Lo cierto es que vivimos en un mundo afectado por la maldad, maldad que es influenciada por un mundo espiritual que de acuerdo a la Biblia es gobernado por Satanás, por ello le dijo a Jesús: “Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos. Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás”, (Lucas 4:5-8). De allí que recibe títulos como el príncipe de este mundo: “... porque viene el príncipe de este mundo y él no tiene nada en mí”, (Juan 14:30), y posee un sistema de mal organizado a través de sus demonios: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”, (Efesios 6:12). Por tanto, como cristianos luchamos en contra de un mundo espiritual de maldad que influye en el mundo de los hombres para su ruina, pero cómo es que todo esto ocurrió. Para entender esto podemos ir al momento de la creación del querubín protector: “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad”, (Ezequiel 28:11-15). Podemos ver que este ser angelical fue creado con extrema perfección, tanto así que en el día de su creación sonaron los tamboriles y flautas, fue puesto en el Edén y fue vestido de toda piedra preciosa, lleno de sabiduría y hermosura, destinado a ser un querubín grande y protector en el monte de Dios, totalmente perfecto hasta que se encontró en él maldad, pero, ¿qué maldad fue encontrada en este? El profeta Isaías responde a esta pregunta: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo”, (Isaías 14:12-15). El pecado de este querubín fue la soberbia, al considerar su gran sabiduría y hermosura, así como la posición de honor que Dios le había dado, todo esto lleno de orgullo su ser y la altivez de corazón que lo llevo a creer que era igual a Dios y por tanto podía levantar un trono en el monte del Señor. Aquí encontramos el mal presente en este ser que había sido creado perfecto, pero se desvió de su propósito original para torcer sus caminos e ir en contra de la voluntad de Dios.
Luego, podemos ir al libro de Génesis para entender cómo es que el mal
apareció en este mundo, un mundo que fue creado perfecto por Dios: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno
en gran manera…”, (Génesis 1:31). Sin embargo, sabemos que fue por
la desobediencia del hombre, quien, engañado por Satanás, comió del fruto del
árbol del bien y el mal: “Pero temo que como la
serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera
extraviados de la sincera fidelidad a Cristo”, (2 Corintios 11:3), de
tal forma que sus ojos fueron abiertos: “Entonces
fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces
cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”, (Génesis 3:7),
y así el mal, a través del pecado, entra a este mundo: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y
por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron”, (Romanos 5:12). A partir de este momento el pecado
entra a la vida de los seres humanos, de tal forma que todos los descendientes
de Adán y Eva nacen con la cimiente del mal en su corazón: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió
mi madre”, (Salmo 51:5). En ambos casos, con el
querubín protector o Lucero y el hombre, las creaciones fueron perfectas,
en ellos no existía maldad, pero qué fue lo que paso para que ambos seres
creados se alejaran de su propósito. La respuesta a esta pregunta es: El
libre albedrio con el cual ambos fueron creados. Dios creo a ambos seres
con la capacidad de decidir, no creo robots que podía programar para que
siempre hiciesen su voluntad, sino les dio la libertad de elegir, pero, ¿por
qué Dios hizo esto? ¿Había forma de crear al ser humano sin la capacidad de
elegir el mal?
¿Es el libre albedrio el problema de todo?
Antes de continuar con las respuestas a las preguntas previamente
planteadas, entendamos, ¿qué es el libre albedrio? En palabras
sencillas, es la capacidad de decidir entre varias opciones.
Pero, ¿por qué entonces Dios creó a los ángeles, en este caso a Lucero, y al
hombre con libre albedrio? Bueno, veamos lo que Norman Geisler y Ron Brooks nos
dicen al respecto en su libro de Apologética: “Una
de las cosas que hace que los hombres (y los ángeles) sean moralmente perfectos,
es la libertad. Podemos decidir lo que hacemos. Dios nos hizo así para que
decidiéramos amar libremente (El amor forzado no es amor del todo, ¿cierto?)”.
En este sentido, como parte de la perfección, Dios creo al hombre con el juicio
moral de elegir entre lo bueno o lo malo, al hacerlo se creó la posibilidad de
que este eligiese el mal y lo hiciese una realidad en su vida, así lo afirma
también Doug Powell en su Guía Holman de Apologética Cristiana: “Como criaturas creadas a imagen de Dios, fueron dotadas
de juicio moral, es decir, de la libertad para elegir entre el bien (aceptar la
voluntad de Dios) y el mal (desobedecer la voluntad de Dios) … Así, el mal
entró en el mundo por la libre elección de criaturas moralmente responsables.
Dios hizo posible el mal; el ser humano lo hizo real”. Para muchos
teólogos y pensadores, el libre albedrio constituye parte del sello de
perfección de Dios en la creación del ser humano, porque ¿cómo podría ser
perfecto el hombre si este no hubiese tenido la oportunidad de tomar sus
propias decisiones? ¿Hubiese sido el hombre un ser moralmente responsable si no
tuviese libre albedrio?, por ello Antonio
Cruz en su libro: Introducción a la Apologética, nos dice, “Si no tuviésemos esta capacidad de libre albedrío no
seríamos realmente humanos”. Por tanto, Dios nos dio la capacidad de
decidir obedecerlo o no obedecerlo, de elegir, lo cual realmente es un gran
privilegio y bendición, pero a su vez constituye una gran responsabilidad
porque si elegimos mal, entonces nuestras decisiones pueden afectar nuestra
vida, la de otras personas y a la naturaleza. Antonio
Cruz continúa diciendo: “Dios no puede
crearnos como seres libres y al mismo tiempo obligarnos a que siempre
utilicemos nuestra libertad correctamente. Hacer hombres y mujeres libres
significa asumir el riesgo de que se equivoquen. El de que sean capaces de
tomar decisiones importantes entre el bien y el mal que no siempre serán
acertadas”. Por tanto, Dios le concedió al hombre la posibilidad
de elegir entre el bien y el mal al crearlo como un ser moralmente responsable,
un ser con la libertad de tomar sus propias decisiones lo cual a su vez le daba
la posibilidad al hombre de desviarse de su propósito inicial, pero Dios lo
permitió y lamentablemente el hombre falla al elegir la desobediencia que trajo
el pecado y por medio de este el mal. Al final, el problema es del
hombre, no del libre albedrio, que es una libertad que Dios le ha otorgado al
hombre, ni mucho menos es problema de Dios, la responsabilidad es de los seres
creados por Dios los cuales son responsables de sus decisiones.
¿Teodicea?
Un término utilizado a veces en apologética es teodicea el cual
literalmente significa “justificando a Dios” y proviene de dos palabras griegas
que son: zeos (θεός), que es Dios y díke
(δίκη) que es justicia. La
Teodicea generalmente busca defender la existencia y bondad de Dios usando la
lógica humana ante los diferentes argumentos que existen en torno a la
existencia del mal. Generalmente se dice que su primer precursor fue
Agustín de Hipona quien argumento en contra de las opiniones de Maquineo, un
hereje del siglo III, quien afirmaba que el mundo fue hecho de materia no
creada que era mala y, por consiguiente, toda existencia física era mala en si
misma a excepción del espíritu. Agustín escribió que el mal no era una
sustancia y que todo lo que Dios creo al principio era bueno, pero este a su
vez era una corrupción del buen propósito de Dios, una desviación del bien causado
por el abuso del libre albedrio. De allí, otros teólogos como Tomas de Aquino y
Juan Calvino apoyaron este razonamiento y el termino teodicea fue acuñado en el
siglo XVIII por Gottfried Leibniz, un filósofo, matemático y teólogo en su obra
titulada: Ensayo de Teodicea acerca de la bondad de Dios, la libertad del
hombre y el origen del mal.
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