“Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros
corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que
nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. Amados, si nuestro corazón
no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la
recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que
son agradables delante de él. Y este es su mandamiento: Que creamos en el
nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto
sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”.
1 Juan 3:19-24
INTRODUCCIÓN
Hasta el momento el apóstol Juan nos ha hablado en este tercer capítulo acerca del enorme privilegio que tenemos de ser hechos hijos de Dios, así como exponer las razones por las cuales los hijos de Dios no debemos pecar andando siempre en la luz porque Dios es luz. Además, nos ha hablado del mandamiento antiguo que ya vimos que nos es tan antiguo, pero si para aquellos que tiene que amar en la misma dimensión e intensidad como Jesús nos ha amado y en la última oportunidad estudiábamos las características que distingue a aquellos creyentes que han aprendido a amar. Ahora, Juan cierra este capítulo hablándonos de la importancia de tener una limpia conciencia que no nos acuse delante de Dios, limpia conciencia que es resultado de un corazón arrepentido que teme a Dios y vive en santidad.
Una limpia conciencia |
EL TESTIMONIO DE DIOS A NUESTRO CORAZÓN
“Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros
corazones delante de él”.
1 Juan 3:19
Cuando
una persona se arrepiente de sus pecados de corazón y se rinde al señorío de
Cristo, esta es justificada por medio de la fe y ocurre el milagro del nuevo
nacimiento lo cual otorga al creyente una nueva naturaleza que lo capacita para
vivir para Dios y ser sensible a su voluntad. Al nacer de nuevo somos
regenerados por el poder del Espíritu Santo: “Pero
cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los
hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,
sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo”, (Tito 3:4-5). Además de esto, el
Espíritu Santo viene a morar a nuestro corazón, convirtiéndonos en templo y
morada del Espíritu Santo, el cual da testimonio a nuestro corazón de que somos
hijos de Dios: “El Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”, (Romanos 8:16). Por
ello, Juan nos dice: Y en esto conocemos que somos
de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él. El
testimonio que el Espíritu Santo da a nuestros corazones es una realidad
espiritual maravillosa que nos confirma a nuestra conciencia de que realmente
somos hijos de Dios y no solo unos religiosos más, de tal forma que el evangelio
es más que una serie de prácticas y ceremonias religiosas que se practican, va
más allá de eso, es una verdadera relación con Dios, donde a través de nuestro
corazón, podemos sentir su presencia y entender que realmente estamos en la
verdad y no en una religión falsa.
SOMOS REPRENDIDOS POR NUESTRO CORAZÓN
“… pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es
Dios, y él sabe todas las cosas”.
1 Juan 3:20
Aquí encontramos una verdad espiritual importante para nuestra vida en el Señor: pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. Para el cristiano podríamos decir que hay dos formas a través de las cuales podemos entender que no es correcto hacer algunas cosas, estas son la palabra de Dios y la conciencia. Por medio de la palabra de Dios conocemos sus mandamientos los cuales nos ordenan qué es lo que no tenemos que hacer y allí no hay mayor cosa que podemos decir. Así, por ejemplo, el mandamiento que dice que no debemos matar es muy claro y sabemos que significa que no debemos matar. Pero ¿qué de aquellas cosas que no se encuentran explícitamente descritas en la Biblia? Bueno, esos son llamados temas de conciencia y basado en nuestro conocimiento bíblico y la iluminación que el Espíritu Santo nos puede dar al respecto, así podemos tomar una decisión de hacer o no hacer, y si nuestra conciencia no nos acusa, entonces estamos bien delante de Dios. Esto aplica para verdaderos creyentes que están en comunión con Dios y no personas con su conciencia cauterizada. Ahora bien, aquí aparece la palabra corazón que se traduce del griego kardias (καρδίας), lo cual, efectivamente, habla del órgano que bombea toda nuestra sangre a todas las partes de nuestro cuerpo permitiendo así la vida, pero, desde la perspectiva bíblica es más que una bomba de sangre. El corazón es el centro de donde provienen todos nuestros sentimientos y emociones, de donde surgen todas las intenciones que con el tiempo se convierten en acciones, de allí que, si nuestro corazón es malo, nuestras acciones son malas: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre”, (Marcos 7:21-23). Por tanto, si nuestro corazón es malo nuestras acciones serán malas y jamás experimentaremos arrepentimiento por ellas: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca”, (Lucas 6:45). Cuando el corazón del hombre es duro se vuelve insensible al mal, sin embargo, cuando este se arrepiente de sus pecados, Dios obra en su vida transformándolo y cambiando su corazón: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios”, (Ezequiel 11:19-20). Por tanto, Dios nos ha dado un nuevo corazón el cual puede reprendernos si hacemos lo malo, de allí, que Juan nos exhorta a poner atención a nuestro corazón y con el conocimiento de la palabra de Dios y la dirección del Espíritu Santo debemos tomar todas nuestras decisiones.
BUSCANDO LA DIRECCIÓN DE DIOS
“Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;
y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus
mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él”.
1 Juan 3:21-22
En
estos versículos podríamos encontrar la forma de cómo podemos buscar la
dirección de Dios al momento de tomar las mejores decisiones en nuestra vida. En
primer lugar, podríamos decir que está la oración a través de las cuales
podemos consultarle a Dios y pedirle dirección para tomar las mejores
decisiones, y si al tomarlas, nuestro corazón no nos reprende, entonces podemos
tener la confianza de que estamos en su voluntad: Amados,
si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios. En segundo
lugar, podríamos decir que la fe es sumamente importante al momento de pedirle
algo a Dios, confiando en su dirección y bondad podemos estar muy seguros que
el Señor nos guiara a tomar las mejores decisiones y ver el cumplimiento de
aquellas peticiones que tenemos delante de Él. En tercer lugar, un elemento
importante para entender la voluntad de Dios y tomar las mejores decisiones
tenemos la sabiduría que adquirimos del conocimiento de la palabra de Dios: porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que
son agradables delante de él. Aquel que guarda sus mandamientos es
alguien que no solo ha llegado a conocerlos, sino vive de acuerdo a ellos
porque entiende que no hay mejor manera de vivir, sus principios y leyes no le
son gravosos, su palabra es una delicia y fuente inagotable de sabiduría y vida
eterna. Aquellos que a través de observar la palabra de Dios adquieren sabiduría
viven de acuerdo a ella y entienden que es lo que ha Dios le agrada, se alejan
del pecado y por tanto, tienen mayor discernimiento para elegir el camino correcto
que deben seguir porque la palabra de Dios los guía. Cuando todo esto es así,
si nuestro corazón no nos reprende, entonces sabemos que tenemos la confianza
para tomar las mejores decisiones.
UN MANDAMIENTO QUE NO DEBEMOS OLVIDAR
“Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda
sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él
permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”.
1 Juan 3:23-24
Una
vez más Juan nos recuerda el mandamiento que no debemos olvidar: Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Dos
cosas importantes, que creamos en Jesucristo porque en Él tenemos vida eterna y
es el fundamento de nuestra fe y que nos amemos unos a los otros, porque el
amor es una característica de los hijos de Dios. Además, aquellos que son hijos
de Dios deben perseveran en sus mandamientos: Y el
que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Si somos
de Dios y Dios permanece en nosotros, nosotros debemos apartarnos de toda
inmundicia porque Dios es santo y si permanecemos en su palabra sabemos que el Espíritu
Santo habita en nuestro corazón y este da testimonio a nuestro corazón de que
somos sus hijos: Y en esto sabemos que él permanece
en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
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