Dios y la Existencia del Mal (Parte II)


 

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.

Romanos 8:28


INTRODUCCIÓN

                Hemos estado hablando acerca de la existencia del mal, el cual, si bien es cierto, no es una sustancia o aspecto tangible, pero existe y sus efectos conducen a la humanidad al sufrimiento. Sabemos que la causa del mal es el pecado, el cual entro a la humanidad por medio de la desobediencia del hombre al comer del fruto de la ciencia del bien y el mal, aquel día los ojos del hombre fueron abiertos conociendo el bien y el mal, y lamentablemente el hombre en su condición de un ser caído y dañado por el pecado se inclina de continuo al mal. Continuaremos desarrollando este importante tema para tratar de responder a todas las preguntas que pudiesen formularse, esto de acuerdo con la Biblia.

 

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Dios y la Existencia  del Mal

¿EXISTE ALGÚN PROPÓSITO DIOS EN MEDIO DE TANTO MAL?

¿Existe realmente algún buen propósito que Dios tenga con nosotros en medio de tanto mal? ¿Las personas que atraviesan por alguna tragedia pueden sacar algo provechoso de todo eso? La respuesta es sí. Aun atravesando grandes dificultades o sufriendo por causa del mal, el Señor puede tener buenos propósitos para aquellos que se han rendido a su señorío: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, (Romanos 8:28). Veamos como el sufrimiento que el mal trae a los seres humanos puede tener un propósito en los caminos de Dios.

 

            El sufrimiento que el mal trae contribuye al crecimiento de los hijos de Dios.

El mal definitivamente trae sufrimiento al ser humano, pero en medio de estas circunstancias difíciles Dios puede tener un propósito especial para nuestras vidas. Podemos ver en la Biblia los sufrimientos que vinieron sobre el justo Job, de cómo Dios permitió que Santanas tocara con terribles males la vida de Job para obligarlo a blasfemar, pero el fin de todo represento victoria que este, ya que a través de estas duras pruebas conoció mejor a su Señor y fue bendecido al doble por ello: “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job”, (Job 42:10). De igual forma podemos ver como la maldad de los hermanos de José le provocaron grandes sufrimientos al ser vendido como esclavo en Egipto, pero en medio de todas estas injusticias Dios estaba con José el cual llegó hasta la misma presencia de faraón quien lo convirtió en el gobernador de Egipto y gracias a esto, José trajo liberación a toda su familia: “Vosotros pensasteis mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo”, (Génesis 50:20). Por tanto, podemos entender que el sufrimiento que trae el mal a nuestras vidas puede contribuir a nuestro crecimiento espiritual y cumplir los propósitos de Dios, de hecho, Pedro nos dice: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”, (1 Pedro 1:6-7). Como el oro es sometido al fuego para el incandescente calor separe la pureza del oro de otros metales, así nuestra fe es purificada y perfeccionada por el fuego de las pruebas.

 

            A veces el sufrimiento que el mal provoca es una advertencia de que algo anda mal.

            Pudiésemos entender en algunos casos que el sufrimiento que el mal trae es un indicativo que algo anda mal en nuestras vidas. De manera general, el mal provoca sufrimientos en los seres humanos, pero también, en ciertas ocasiones el sufrimiento o situaciones difíciles que atravesamos puede ser un indicativo que algo anda mal en las decisiones que estamos tomando o el camino que estamos siguiendo. Proverbios nos dice: “El sabio teme y se aparta del mal; más el insensato se muestra insolente y confiado”, (Proverbios 14:16). Sabemos que, si inclinamos nuestro corazón al mal, las consecuencias de esto traerán sobre nosotros fracaso, tragedia, sufrimiento y condenación eterna, de allí que debemos apartarnos de todo mal. Además, si nuestros pasos se desvían de la senda de justicia, el Señor puede usar el mal para atraernos a sus caminos y así disciplinarnos: “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos…  Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”, (Hebreos 12:7-8, 11).

 

Algunos sufrimientos siempre estarán presentes en la vida de algunos hijos de Dios.

A veces algunos hijos de Dios tendrán que vivir con algunas circunstancias que les provoquen dolor, porque así Dios lo ha definido, aunque humanamente no entendamos por qué. Tenemos el ejemplo del apóstol Pablo el cual tenía un azote en su cuerpo, posiblemente una enfermedad, por la cual había orado 3 veces, pero el Señor no se lo quito: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”, (2 Corintios 12:7-9). Por lo que podemos entender, este azote que Pablo tenia servía como un recordatorio de su debilidad, para que la grandeza de revelaciones que había recibido y ministerio extraordinario que tenia no lo llenase de soberbia y se olvidase que todos sus logros eran por la gracia de Dios. de manera similar pudiese pasar en la vida de algunos creyentes que algunas enfermedades o tragedias que les pudiese causar gran sufrimiento tengan como propósito preparar sus vidas para ser mejores instrumentos en las manos de Dios.

 

            Aun con todo esto, no tenemos todas las respuestas.

            Aun sabiendo todo esto, no lograremos entender por qué los justos padecen, en ocasiones no tendremos las respuestas a todas las situaciones que enfrentamos. Uno puede ver que en algunos casos Dios permitirá que pasemos por situaciones difíciles que nos lastimaran en gran manera y posiblemente serán padecimientos con los cuales tendremos que cargar. Uno puede ver cómo algunos hombres y mujeres piadosos tuvieron que sufrir y padecer incluso la muerte por causa del mal, así vemos como Pedro (2 Pedro 1:14) y Pablo (2 Timoteo 4:6) sufrieron martirio por causa de su fe en manos del emperador Nerón, también vemos cómo todos los sacerdotes de Nob fueron asesinados por Saúl, el cual cegado por sus celos hacia David, los acuso injustamente de ser cómplices de una traición, ordenando la matanza de todos los sacerdotes junto con todas sus mujeres y niños: “Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, hirió a filo de espada; así a hombres como a mujeres, niños hasta los de pecho, bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo de espada”, (1 Samuel 22:19). Vemos cómo Jacobo, hermano de Juan fue muerto a espada por Herodes Antipas I: “En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan”, (Hechos 12:1-2). Y así, podríamos seguir pensando en hombres justos que sufrieron martirio a manos de hombres malvados y no fueron librados por Dios, pero, ¿por qué? ¿Por qué algunos hombres justos sufren hasta el día de su muerte? ¿Por qué los justos pierden a un ser querido de manera trágica? ¿Por qué algunos justos no son sanados y sufren de una enfermedad terminal? ¿Por qué Dios no hace algo para evitar el sufrimiento de sus santos? La verdad es que no tenemos una respuesta satisfactoria para todos los casos, a veces, nos será difícil entenderlo, pero en medio de todo lo que demos hacer es confiar en Dios y no apartarnos de su misericordia para que cualquier problema que enfrentemos sea su presencia la que nos sostenga y guarde hasta el final.

 

¿CÓMO ENFRENTAR EL MAL?

               Sabiendo que el sufrimiento de este mundo es consecuencia de la existencia del mal, la pregunta seria: ¿Cómo podemos enfrentar el mal? ¿Cómo enfrentar el dolor que el mal provoca? Lo primero vivir para Dios y no apartarnos de su presencia: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; más a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos”, (Salmos 91:1-8). Ciertamente el Señor es nuestro refugio y nos guarda de todo mal, de hecho, no podemos negar las incontables veces que hemos sido librados del mal por causa de su misericordia, sin embargo, no debemos olvida que aun con todo, Dios pudiese permitir que suframos por causa del mal, pero entonces, ¿qué podemos hacer? Bueno, lo importante que debemos hacer cuando tengamos que sufrir por causa del mal es no alejarnos de Dios, sino acercarnos más a Él sabiendo que su misericordia es grande y que en Él encontraremos la salida: “Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias”, (Lamentaciones 3:32). Veamos algunos consejos para poder vencer en medio de cualquier situación difícil que enfrentemos:

 1.     Cuando enfrente el sufrimiento, acuda al Dios de toda consolación, no se aleje de Él: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación”, (2 Corintios 1:3).

2.     Acepte su dolor, no lo niegue, llore y confié en Dios para salir de su situación: “Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”, (2 Corintios 1:9).

3.     Confíense sus pecados, no encubra ningún pecado y apártese de este: “El que encubre sus pecados no prosperará; más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”, (Proverbios 28:13).

4.     Busque comprender que algún propósito existe en medio de su proceso doloroso: “Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto”, (2 Corintios 7:11).

5.     Busque apoyarse de personas sabias y de buen testimonio que Dios podría poner en su camino: “Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito”, (2 Corintios 7:6).

6.     Refuerce su fe consolando a otros que atraviesen por sus mismas situaciones: “El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”, (2 Corintios 1:4).

7.     En todo momento, confié en el Señor que le dará la victoria final: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, (Filipenses 4:13).

 

LA VICTORIA FINAL SOBRE EL MAL

                   Por lo que hemos estado estudiando podemos entender que debemos vivir para Dios, obedeciendo su palabra la cual nos dará no solo la vida eterna por medio de la fe en Jesús, sino también sabiduría para alejarnos de todo mal. Además, la presencia de Dios nos guarda de todo peligro y aunque en ocasiones sea necesario sufrir, el Señor nos dará la fuerza para resistir y que su buena voluntad se cumpla en nosotros. Jesús nos exhortar a no temer, sino confiar porque El ha vencido a este mundo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”, (Juan 16:33). Jesús ha vencido a Satanás y a este mundo malvado, por tanto, podemos estar seguros de que jamás estaremos desamparados, y no solo eso, sino que ha prometido enjugar toda lagrima y acabar con el mal de esta tierra que hoy por hoy produce en nosotros tanto sufrimiento: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”, (Apocalipsis 21:3-4). Por hoy esta es nuestra esperanza, la vida eterna, donde todo dolor terminará, ya no habrá mas tentaciones, ni maldad, ni muerte, porque Cristo ha vencido y por medio de la fe su sacrificio hemos venido a ser herederos de estas gloriosas promesas.


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