Alcanzando la excelencia en Cristo (Filipenses 3:4-11)


 

“Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”.

Filipenses 3:4-11

 

INTRODUCCIÓN

                 Pablo prosigue adelante con el desarrollo de su carta y en esta ocasión reflexiona en las cosas que realmente son importantes en la vida cristiana. A Filipos habían llegado algunos hombres que predicaban el evangelio por contienda a Pablo, tal y como lo explico en el capítulo 1, a estos acaba de llamar malos obreros, y a lo mejor estos se jactaban de sus credenciales y logros humanos, como pertenecer a Israel o estar circuncidados, ya que recordemos que estos malos obreros realmente eran judaizantes, es decir, judíos convertidos a Cristo que creían que aún se debía guardar la ley y eso mismo les enseñaban a los cristianos gentiles. Por eso, ahora Pablo se extenderá afirmando que todas estas cosas que pudiesen ser importantes para algunos, para él ya no lo eran y les mostrara el camino que deben seguir.


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Alcanzando la excelencia en Cristo


¿CONFIAR EN LA CARNE?

 

“Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más…”

Filipenses 3:4


                Los judaizantes les habían enseñado a los filipenses que la fe no era suficiente para salvarlos, antes, tenían que agregarles algunas obras como guardar la ley o circuncidarse, pero Pablo viene con sus memorables palabras diciéndoles que todos estos esfuerzos humanos son vanos y no suficientes para alcanzar la salvación: Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más. Alguien dijo en cierta ocasión que la religión es el esfuerzo del hombre para acercarse a Dios y en este sentido las religiones establecen muchos rituales y la realización de obras para esforzar al hombre en este camino, pero lo cierto que todo esto es un fraude ya que nunca el hombre podrá ganarse la salvación por sus propios esfuerzos, la verdadera salvación es una cuestión de fe y, por tanto, toda jactancia humana queda excluida porque la gloria es para Dios: “¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe”, (Romanos 3:27). Ahora, hoy tristemente existen muchas personas que confían en sus logros terrenales, creen que estos serán suficientes para darles todo lo que necesitan en esta vida y la salvación de sus propias almas, pero lo cierto es que no es así. Lo bueno de todo esto es que Pablo fue uno de ellos y de su propia experiencia habla, de tal forma que como aquellos judaizantes que se jactaban de su linaje judío, Pablo tenia mucho más de que jactarse:

 

Sus privilegios heredados.

 

“… circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín…”

Filipenses 3:5

 

Pablo era una persona que podríamos decir tenia muchos privilegios y logros terrenales. Los privilegios y logros terrenales son muy importantes para las personas ya que estas le dan a la persona una mejor competencia y posición en la sociedad en la que vivimos, por ello muchos se esfuerzan por alcanzar grandes títulos y escalar jerárquicamente hasta ubicarse en la cima de todos, y más privilegiados se ven aquellos que heredan estas cosas, como aquellos que nacen en una cuna de oro o familia influyente, pareciera que su vida ya esta resuelta desde antes de nacer. Ahora, veamos a Pablo, él había sido circuncidado al octavo día conforme la ley de Moisés lo demandaba: “Y al octavo día se circuncidará al niño”, (Levíticos 12:3). La circuncisión era más que un rito o marca religiosa cualquiera, como lo podían ser otras marcas que los paganos se colocaban en honor a sus dioses, era una señal del pacto que Dios había hecho con los descendientes de Abraham: “Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; e l nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje”, (Génesis 17:10-12). Además de esto, Pablo era un verdadero israelita, tanto así que conocía la tribu de la cual descendía, la tribu de Benjamín. Qué más podía Pablo desear en la carne ya que era un autentico israelita que descendía de una de las tribus más importantes de Israel, Benjamín. La tribu de Benjamín era recordada por ser el último hijo que Raquel le dio a Jacob, el cual llego a ser muy querido por él: “Y aconteció, como había trabajo en su parto, que le dijo la partera: No temas, que también tendrás este hijo. Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; más su padre lo llamó Benjamín”, (Génesis 35:17-18). También esta tribu era recordada por ser aquella de donde vino el primer rey de Israel, Saul: “Había un varón de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita. Y tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso…”, (1 Samuel 9:1-2). Lo nombre de Saúl fue recordado por los israelitas, aún con todos sus errores, tanto, que el nombre original de Pablo, Saulo, tenía su raíz en el nombre hebreo de Saúl. Aun después de la división de los reinos de Israel en el norte y sur, la tribu Benjamín decidió quedarse con la casa de David: “Y cuando Roboam vino a Jerusalén, reunió a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, ciento ochenta mil hombres, guerreros escogidos, con el fin de hacer guerra a la casa de Israel, y hacer volver el reino a Roboam hijo de Salomón”, (1 Reyes 12:21). Y después de 70 años de exilio en Babilonia, estos regresaron junto con la tribu de Judá: “Oyendo los enemigos de Judá y de Benjamín que los venidos de la cautividad edificaban el templo de Jehová Dios de Israel”, (Esdras 4.1). Así que Pablo descendía de una de las tribus muy importante de Israel, por nacimiento había heredado privilegios de los cuales podía jactarse, pero no lo hacía, porque demostrará que hay cosas más supremas que todos estos privilegios terrenales.

 

Sus logros religiosos alcanzados.

 

“… hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible”.

Filipenses 3:5-6

 

También el apóstol hace hincapié que era hebreo de hebreos, es decir, a pesar de que muchos judíos estaban dispersos alrededor del mundo, él no había perdido su identidad hebrea, se había conservado bajo las costumbres de su pueblo, aun siendo originario de Tarso, tal y como su nombre original lo sugería, Saulo de Tarso. A pesar de haber nacido en Tarso, una ciudad gentil, sus padres judíos lo habían enviado a Jerusalén a estudiar a los pies de Gamaliel, un famoso erudito judío de su tiempo: “Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros”, (Hechos 22:3). Fue gracias a enta educación que Pablo aprendió el idioma de su pueblo, el hebreo, ya que algunos judíos dispersos olvidaron su idioma natal y aprendieron el idioma local, pero Pablo no, hablaba perfectamente el griego, que era como la lengua internacional de aquel entonces: “Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?”, (Hechos 21:37). Pero cuando era necesario, le hablaba en su idioma a su pueblo: “Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo”, (Hechos 21:40). Esta educación era algo privilegiada ya que no muchos tenían la oportunidad de ser formado desde niño por un sabio rabino como Gamaliel, todo esto lo introdujo a una de las sectas más estrictas y de gran prestigio de aquellos tiempos, la secta de los fariseos. Los fariseos fueron la secta más numerosa de aquellos tiempos, estrictos en gran manera en cuanto a la observancia de la ley de Moisés: “Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo”, (Hechos 26:4-5). Su devoción hacia su religión lo llevo al extremo de convertirse en un perseguidor de la iglesia del Señor, probablemente recordando el celo de Finees quien atravesó a aquel israelita insensato en su tienda mientras fornicaba con la moabita, aun viendo la mortandad que Dios había traído a su pueblo por sus pecados: “Y he aquí un varón de los hijos de Israel vino y trajo una madianita a sus hermanos, a ojos de Moisés y de toda la congregación de los hijos de Israel, mientras lloraban ellos a la puerta del tabernáculo de reunión. Y lo vio Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, y se levantó de en medio de la congregación, y tomó una lanza en su mano; y fue tras el varón de Israel a la tienda, y los alanceó a ambos, al varón de Israel, y a la mujer por su vientre. Y cesó la mortandad de los hijos de Israel… Entonces Jehová habló a Moisés, diciendo: Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, ha hecho apartar mi furor de los hijos de Israel, llevado de celo entre ellos; por lo cual yo no he consumido en mi celo a los hijos de Israel”, (Números 25:6-8, 10-11). Como Finees, Pablo quiso llevar su celo religioso al punto de convertirse en un perseguidor de la iglesia, creyendo que así servía al Señor: “Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba; y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres”, (Gálatas 1.13-14). En todo, Pablo llevo su fariseísmo al máximo nivel, tanto que, según la ley, fue irreprensible.

 

TODAS ESTAS COSAS LAS HE ESTIMADO COMO PÉRDIDA

 

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo”.

Filipenses 3:7


                 Muchos como Pablo viven confiados de sus obras, a lo mejor algunos han nacido en hogares privilegiados y han heredado una buena educación que los distingue en su sociedad, además de construirse una buena reputación y logros que los haría pensar que son buenas personas que no necesitan hacer mayor cosa para agradar a Dios; pero ciertamente se equivocan, porque la salvación es por gracia y no por obras, y todas estos logros y privilegios terrenales lo único que hacen es llenarnos de orgullo y alejarnos de Dios, pero cuando Pablo lo entendió, considero todas estas cosas que muchas personas buscan como pérdida, para poder ganar aquello que verdaderamente es importante, a Cristo: Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.

 

LA EXCELENCIA DE TENER A CRISTO EN LA VIDA

 

“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”.

Filipenses 3:8-11


                  Ahora, Pablo establece lo más importante en la vida, alcanzar la excelencia en las cosas de Cristo. Todo lo anterior no es que algunas de esas cosas no tengan importancia, pero los logros y privilegios terrenales no transcienden más allá de la muerte, pero alcanzar la excelencia en Cristo es otra cosa. Pablo dice que aquellas cosas que para él eran importantes, hoy las considera como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo: Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. Podemos leer y entender la profundidad en las palabras del apóstol, de hecho, todas estas cosas que antes eran ganancia para él y de las cuales se sentía orgullo, las había estimado cómo pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo y ahora las tenía como basura para ganar a Cristo. La palabra griega que la RV60 traduce como “basura” es un tanto fuerte, esta es skúbalon (σκύβαλον), y literalmente significa “estiércol”. Es por ello que la versión de la Biblia, Reina Valera, su versión antigua de 1909, traduce esta palabra griega en su significado más cercano: “Y ciertamente, aun reputo todas las cosas pérdida por el eminente conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y téngolo por estiércol, para ganar á Cristo”, (Filipense 3:8, RV1909). Aun, así lo encontramos en la versión original, la Biblia del Oso y en algunas versiones modernas como la NVI. Para Pablo, no había mayor ganancia en este mundo que alcanzar la excelencia de Cristo en:


1.      Conocer la excelencia del conocimiento de su palabra: la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús.

2.      Ser justificado por medio de la fe y que le fuera imputado la justicia de Cristo y no la suya propia: ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.

3.      Llegar a conocer a Cristo, para establecer una verdadera relación personal con Él: a fin de conocerle.

4.      Experimentar la plenitud del poder de Dios, participar de la resurrección futura, ser parte de su obra como un instrumento de justicia en sus manos y de ser posible, dar su vida por esta causa: y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte.

5.      Y vivir con la esperanza de su pronto regreso y participar de la resurrección de los muertos: si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.

 

No debemos creer que Pablo alienta a no superarnos en la vida secular, en la vida debemos luchar por alcanzar los logros terrenales que Dios nos permita, definitivamente debemos hacerlo, pero no a costa de sacrificar los celestiales, y de eso habla Pablo, los judaizantes quería mostrarles a los filipenses que necesitaban alcanzar ciertos logros religiosos para agradar a Dios, pero esto no es así, muchos como los judaizantes de este tiempo a lo mejor se jactan de sus privilegios y logros terrenales, pero lo que le da verdadero significado a la vida es conocer a Dios por medio de su palabra, alcanzar la verdadera comunión a través de la fe en Cristo, el servirle y vivir para Él, sin esto, los demás logros terrenales o cualquier otro privilegio no son nada.

 

1 comentario:

  1. Conocer a Cristo,alcanzar su excelencia,saber que somos salvos por su pura Gracia es como podemos establecer una relación con el Señor,conocer lo que el quiere de nosotros.
    Excelente mensaje.

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