Una comunidad de bienes compartidos (Hechos 4:34-37)


 

“Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles”.

Hechos 4:34-37

 

INTRODUCCIÓN


               Ahora si estaremos estudiando estos últimos cuatro versículos del capítulo 4 del libro de Hechos de los Apóstoles. Verdaderamente este libro es interesante y edificante en gran manera, a pesar de que es un libro histórico, sus relatos no solo nos enseñan cómo vivían los primeros cristianos de la historia, sino también entendemos mejor cómo debería ser nuestra vida cristiana contemporánea, a parte de las grandes enseñanzas espirituales que encontramos a lo largo de sus páginas. En estos versículos vemos cómo los creyentes del primer siglo compartían todos sus bienes para que no hubiese necesitados entre ellos, teniendo así una comunidad de bienes compartidos y ahora estudiaremos lo que esto significaba.

 

bienes-compartido
Una comunidad de bienes compartidos

 

UNA COMUNIDAD DE BIENES COMPARTIDOS

 

“Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido”.

Hechos 4:34


                  En el estudio pasado vimos que una característica de la comunidad cristiana de la época apostólica fue la comunidad de bienes compartido, pero ¿qué significa esto? ¿En qué consistía la comunidad de bienes compartidos? En nuestro tiempo moderno no encontramos este tipo de comunidad de bienes compartidos, más bien existe lo que se conoce como la propiedad privada, es decir, una sociedad que delimita sus propiedades y no lo comparte con nadie, al contrario, hace que las personas deseen tener sus propias cosas sin compartirlo con nadie y si es posible las aumente lo más que pueda. Esto lleva a una sociedad de gran consumismo, egoísta e indiferente al sufrimiento y necesidad ajena. Ahora, cuando Dios liberó a Israel de su esclavitud de Egipto y lo introdujo en la tierra de Canaán, estableció leyes que regulaban el hecho de que una familia fuera a acaparar más territorios que otras y se apoderara de las propiedades vecinas. En la ley de Moisés Dios estableció leyes que no permitían que los israelitas acumularan más propiedades de las que se les habían otorgado, cada clan tenía el tamaño de propiedad, según el número de miembros de su familia y la repartición que se hizo después de la conquista de Canaán, de tal manera que cada familia fue bendecida con su propiedad y abundancia, según se les repartió al principio, no obstante, si alguien la perdía por deudas, tenía la oportunidad de recuperarla, ya sea a través de un pariente cercano que pagase la deuda o en el año de jubileo: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo. Por tanto, en toda la tierra de vuestra posesión otorgaréis rescate a la tierra. Cuando tu hermano empobreciere, y vendiere algo de su posesión, entonces su pariente más próximo vendrá y rescatará lo que su hermano hubiere vendido. Y cuando el hombre no tuviere rescatador, y consiguiere lo suficiente para el rescate, entonces contará los años desde que vendió, y pagará lo que quedare al varón a quien vendió, y volverá a su posesión. Mas si no consiguiere lo suficiente para que se la devuelvan, lo que vendió estará en poder del que lo compró hasta el año del jubileo; y al jubileo saldrá, y él volverá a su posesión. El varón que vendiere casa de habitación en ciudad amurallada, tendrá facultad de redimirla hasta el término de un año desde la venta; un año será el término de poderse redimir. Y si no fuere rescatada dentro de un año entero, la casa que estuviere en la ciudad amurallada quedará para siempre en poder de aquel que la compró, y para sus descendientes; no saldrá en el jubileo”, (Levítico 25:23-30). Sin embargo, Israel no obedeció esta ley.

 

También podemos encontrar una secta que pretendía vivir sin sujetarse a las leyes modernas de sus tiempos. En los tiempos de Jesús existía una secta religiosa del judaísmo que trato de acercarse a este tipo vida en comunidad, estos fueron los esenios, eran una secta que procuraba vivir de acuerdo con la ley de Moisés, preservándola y totalmente apartados de la civilización moderna, ya que los consideraban contaminados por las cosas de este mundo, por lo que decidieron vivir en zonas desérticas, como si fueran nómadas. Estos esenios habían establecido una comunidad de fondo único, es decir, toda la administración de bienes se distribuía en la misma proporción para que nadie tuviese más que su semejante, de tal forma de que cuando alguien se convertía en esenio, sus propiedades pasaban a ser parte de toda la comunidad y los frutos de su trabajo eran divididos entre todos los miembros de la secta de manera equitativa.  

 

En el caso de los creyentes de la época apostólica su comunidad no se caracterizó por ser una comunidad de propiedad privada como la nuestra, o una comunidad de fondo único como los esenios, sino más bien era una comunidad de bienes compartidos. Esto no significa que un cristiano tenía que vender todo lo que tenía y quedarse sin nada, sino que, considerando la abundancia de sus bienes y decidía de manera voluntaria vender aquellos que consideraba que no necesitaba para traerlo a los pies de los apóstoles y que estos lo distribuyesen entre los hermanos en Cristo más necesitados. Algunos han opinado que esta práctica fue producto de la emoción del momento y que produjo gran pobreza y por tanto no se continuó practicando. Sin embargo, esto no es cierto. Para empezar, la pobreza que se experimentó en Jerusalén fue debido a una hambruna que ocurrió más adelante, tal y como Lucas lo menciona: “En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía.  levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio”, (Hechos 11:27-28), y por tal razón, la iglesia de Antioquia decide enviar ayuda. Además, existe evidencia en otros documentos patrísticos y apócrifos de que esta práctica fue común, al menos durante los primeros 3 siglos de la iglesia. Por ejemplo, tenemos el testimonio de la Didajé o la Enseñanza de los Doce Apóstoles, aquí encontramos las siguientes palabras: “No huyas del menesteroso, más compartirás todos tus bienes con tu hermano; no dirás de ninguna cosa: "Esto es mío"; porque, si compartís la suerte inmortal, cuánto más la suerte mortal”, (Didajé 4:8). Es claro lo que este documento del siglo I d.C. dice acerca de la costumbre de los cristianos de compartir sus bienes. Otro documento extrabíblico donde se ve evidenciada esta práctica que la iglesia primitiva tuvo es en la epístola de Bernabé, una especie de carta que se encontró en el Códice Sinaítico, el cual data del siglo IV d.C, y se encuentra al final del Nuevo Testamento. Este dice: “Comunicarás en todas las cosas con tu prójimo, y no dirás que las cosas son tuyas propias, pues si en lo imperecedero sois partícipes en común, ¡cuánto más en lo perecedero!”, (Epístola de Bernabé, 19:8). Queda claro la práctica de la iglesia primitiva compartir los bienes en este documento. De este modo podríamos ver que la práctica de bienes compartidos no fue solo un momento de euforia que se practicó en la iglesia del Señor, sino, se continuó practicando al menos hasta del siglo IV. Probablemente esta desapareció con la llegada de la época imperial donde Constantino oficializa la religión oficial de Roma como cristiana y la historia de la iglesia toma otros rumbos.

 

Al final, en este pasaje se resalta la generosidad que existían en el corazón de estos creyentes, de utilizar sus bienes y propiedades para ayudar a los más necesitados. Esto es algo importante que podemos aprender, especialmente porque vivimos en una sociedad que es egoísta y no le importa el bienestar de su prójimo, no le interesa si tiene para comer o abrigarse, el enfoque del hombre moderno es triunfar y acumular la mayor cantidad de bienes y lujos posibles, sin compartirlos con nadie, a lo sumo, solo con su familia, sin embargo, la iglesia del primer siglo no lo vio así, de hecho Santiago lo enseña: “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”, (Santiago 2:15-16). Como creyentes no podemos ignorar las necesidades que otros creyentes pasan o las necesidades materiales de la misma iglesia, debemos de ser generosos, sin ser víctimas de personas inescrupulosas que buscar estafar nuestras vidas abusando de nuestra fe.

 

LA ADMINISTRACIÓN DE LAS OFRENDAS

 

“… y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad”.

Hechos 4:35


                   Todas las ofrendas que los creyentes traían tenían un solo propósito, ser distribuidas para ayudar a las familias cristianas para que no hubiese necesitados entre ellos: … y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Es obvio que este era el único uso que se le daban a las ofrendas, repartirse para que no hubiese necesitados, no existían otros gastos que la iglesia tuviese que enfrentar, no tenían templos, ni propiedades, ni personas asalariadas, sino, cada uno seguía con su vida, en su oficio con el cual sostenía a su familia y la repartición de las ofrendas traídas ayudaban a solventar cualquier otra necesidad que pudiese presentar entre la comunidad. No se nos dice cómo era la toma de decisiones para discernir a quién se le debía ayudar, pero si vemos que los apóstoles eran los encargados de esto, probablemente los primeros beneficiados de estos eran las viudas y huérfanos, luego, los apóstoles tomaban las mejores decisiones. Hoy en día, como creyentes no debemos desaprovechar la importancia que tenemos de compartir de lo que el Señor nos ha dado, debemos ser fieles en nuestros diezmos y ofrendas, en la ayuda a instituciones misioneras y de ayuda a los necesitados, hoy en día existen ONG´s cristianas que ayudan a los niños y ancianos de escasos recursos, así como centros de rehabilitación que no tienen fin de lucro, he aquí una oportunidad de contribuir con lo que el Señor nos ha dado.

 

HIJO DE CONSOLACIÓN

 

“Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles”.

Hechos 4:36-37

 

                  En estos dos últimos versículos del capítulo 4 encontramos a un personaje que más adelante tendrá una participación importante en el libro de Hechos, este se llamaba José, de la tribu de Levi, oriundo de Chipre, una isla del Mediterráneo. Este levita tenía una heredad la cual vendió y trajo el precio de la venta a los pies de los apóstoles para que estos dispusieran del dinero para ayudar a los necesitados. En todo esto se ve la gran generosidad genuina de esto hombre, su interés por el bienestar de sus hermanos en Cristo, tanto así que los mismos apóstoles le pusieron por sobrenombre, Bernabé, que significa “Hijo de Consolación”. El nombre de Bernabé se traduce del griego Barnábas (Βαρνάβας), y como leemos, se pronuncia un poco diferente a la forma de cómo se translitera en la RV60, de hecho, todas las Biblia de idioma español lo traducen como Bernabé, pero en otros idiomas, como el inglés, italiano y francés, lo traducen como Barnábas. Aunque aquí se nos dice que su traducción es “hijo de consolación”, se vuelve difícil identificar su origen etimológico para confirmarlo, ya que, si tratamos de compararlo con el arameo, este pareciera tener correlación con Bar Nabas, es decir, Hijo de Nabas, que se asemejaría más a “Hijo de la Profecía”. La verdad es que este detalle no tiene tanta importancia como enseñanza que nos da, ya que las acciones desinteresadas, sinceras y llenas de amor le ganaron ese sobrenombre, mostrándonos un verdadero ejemplo a seguir.

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario