“Les mandó luego, y les dijo: Yo voy a ser
reunido con mi pueblo. Sepultadme con mis padres en la cueva que está en el
campo de Efrón el heteo, en la cueva que está en el campo de Macpela, al
oriente de Mamre en la tierra de Canaán, la cual compró Abraham con el mismo
campo de Efrón el heteo, para heredad de sepultura. Allí sepultaron a Abraham y
a Sara su mujer; allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer; allí también sepulté
yo a Lea. La compra del campo y de la cueva que está en él, fue de los hijos de
Het. Y cuando acabó Jacob de dar mandamientos a sus hijos, encogió sus pies en
la cama, y expiró, y fue reunido con sus padres”.
Génesis 49:29-33
INTRODUCCIÓN
Nuestra vida está llena de
prioridades, y nuestras decisiones y acciones giran alrededor de ellas. El
hombre se afana tanto en su vida y algunos parecen olvidar que sus días son
cortos en esta tierra, y que han sido creados por Dios para la eternidad. El problema
con esto es que no todos se preparan para aquello que tendrá más significado en
su existencia, una eternidad en el cielo o en el infierno puede ser determinada
por la forma como decidimos vivir en esta tierra. De alguna manera Jacob supo
apreciar o que significaba invertir más en las cosas espirituales que en las
materiales. Aunque no tenía una completa revelación de la eternidad, su énfasis
principal estuvo en buscar y heredar las promesas de Dios. Es estos versículos
encontramos el último deseo de Jacob el cual a su mismo tiempo nos revela el
mayor anhelo de su vida: heredar las promesas de Dios. Todos tarde o temprano
nos enfrentaremos a la muerte y estando en nuestro lecho de muerte
consideraremos el tipo de vida de llevamos. La pregunta será, ¿cómo seremos
recordados?, ¿dejaremos algún legado?, ¿enfrentaremos la eternidad con gozo o
temor?
El mayor anhelo de Jacob |
I. LA BREVEDAD DE ESTA VIDA.
De alguna
manera la escena de Jacob tendido en su cama y declarando sus últimas palabras
nos hace recordar lo breve de la vida. La Biblia nos habla de lo corto que esta
es:
“Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida
de mis días; sepa yo cuán frágil soy. He aquí, diste a mis días término corto,
y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo
hombre que vive”.
Salmo 39:4-5
El
salmista pedía sabiduría a Dios para comprender su fragilidad humana y lo breve
que es su vida. Generalmente, los seres humanos nos afanamos en crecer
profesionalmente, trabajar y hacer dinero, gozando de los placeres que este
mundo ofrece, dejando a un lado la vida que Dios nos ofrece. Vivimos tan
afanados como si fuéramos a vivir para siempre cuando la realidad es que
estamos de paso en este mundo, por ello, es importante saber en qué y cómo
vamos a invertir nuestros cortos días sobre esta tierra. Para ello veamos lo
poco que aprovecha invertir en lo terrenal.
II. LO INÚTIL QUE ES INVERTIR EN ESTE MUNDO.
El mismo
salmista nos declara lo inútil que es invertir en las cosas terrenales: “Ciertamente como
una sombra es el hombre; ciertamente en vano se afana; amontona riquezas, y no
sabe quién las recogerá”, (Salmo 39:6). Dios desea nuestra
prosperidad, pero no a costa de nuestra alma. Muchos se esfuerzan en hacer
tesoros en esta tierra, olvidándose de hacer los tesoros en el cielo, Jesús lo
declaro de esta forma: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el
orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”,
(Mateo 6:19-21). Cualquier tesoro terrenal está expuesto a corromperse o ser
robado, sin embargo, lo espiritual tiene mayor peso, y nadie puede robarlo. Más
adelante Jesús exhorto a sus discípulos a no afanarse, sino a creer que Dios
siempre les proveería todo lo necesario:
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida,
qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de
vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y
quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo
crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su
gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana
se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres
de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o
qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro
Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas”.
Mateo 6:25-33
III. NUESTRO MEJOR LEGADO: DIOS.
El mejor
legado que podemos dejar en esta vida es todo lo que hagamos para el reino de
los cielos, y ser recordados como hombres y mujeres de Dios que perseveraron
hasta el final. Esto no significa que no vamos a trabajar y hacernos de algunas
cosas materiales, pero nuestro mayor énfasis debe estar en las espirituales ya
que el Señor desea que prosperemos en todas nuestras áreas sin descuidar
ninguna: “Amado,
yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así
como prospera tu alma”, (3 Juan 2).
La
vida de Jacob así lo muestra. Estuvo llena de errores, sufrimiento pero también
grandes victorias, y esto fue así porque desde su juventud anhelo heredar las
promesas de Dios. Aun en medio de su muerte este anhelo por formar parte de las
promesas de Dios se deja ver al pedirles a sus hijos que lo sepulten en la
cueva de Macpela, la cual Abraham había comprado a los hititas y allí se
encontraban sepultados Abraham, Isaac, Sara, Rebeca y Lea. El anhelaba estar
sepultado a la par de los grandes hombres que ganaron el favor de Dios en su
vida y tener una herencia con ellos. Y lo logro. Hoy en día su nombre es
recordado como uno de los principales patriarcas de una de las naciones más
grande de todos los tiempos, Israel. De igual forma, nosotros debemos esforzamos
en crear. El apóstol Pablo nos ánima a considerar más las cosas espirituales
que las materiales, algo que todos deberíamos hacer:
“No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las
que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven
son eternas”.
2 Corintios 4:18
CONCLUSIÓN
Nuestra
vida es efímera y sumamente frágil, Dios desea que prosperemos en todas las
áreas incluyendo la espiritual, pero nuestra mayor prioridad debe ser Dios y su
reino, así seremos recordados como servidores de Dios y nuestra herencia estará
al lado de nuestro Señor.
Muy buen mensaje Dios les bendiga
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