“Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí”.
Mateo 11:1-6
Introducción
Iniciamos hoy un nuevo
capítulo en este relato de la vida de nuestro Señor Jesucristo según el apóstol
Mateo. No olvidemos que el objetivo principal de Mateo es demostrar que Jesús
es el Mesías anunciado por los profetas y salmos. Después de la elección de los
doce apóstoles y las lecciones referentes a la misión que les esperaba, Mateo
abre un nuevo episodio en la vida de Jesús. Los primeros 19 versículos del
capítulos 11 están relacionados con Juan el bautista en cuanto a su duda
referente a si Jesús es el Mesías y el concepto de Jesús referente a su
persona. Veremos ahora lo referente a la duda del bautista y la increíble forma
de cómo nuestro Señor respondió a todas sus dudas.
Obras que testifican que Jesús es el Mesías |
La duda de Juan el Bautista
“Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce
discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. Y
al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus
discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos
a otro?”.
Mateo
11:1-3
Mateo es claro al
enlazar este pasaje con los acontecimientos del capítulo anterior al decir: Cuando Jesús
terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos. Después de elegir a sus doce y
darles instrucciones en cuanto a la misión que les esperaba continuo su obra
misionera enseñando y predicando el mensaje del evangelio: se fue de allí a
enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. Sin embargo, en medio de todo esto el relato bíblico
vuelve a presentar a Juan el Bautista en escena. Para este momento Juan el
bautista se encontraba preso por causa de Herodes Antipas el cual en una visita
a Roma sedujo a la mujer de su hermano Felipe y al regresar a Galilea despidió
a su mujer y se casó con ella, y por esta causa Juan el Bautista lo reprendía
por su acto infame de adulterio e incesto y por tal motivo el tetrarca lo metió
a la cárcel: “Porque Herodes había prendido a Juan, y le había
encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de Felipe su
hermano”, (Mateo 14:3).
Muchos comentaristas afirma que el ministerio de Juan el Bautista duro
solamente 18 meses antes que fuese echado en la cárcel la cual de acuerdo al
historiador judío Josefo se encontraba ubicada en la tenebrosa fortaleza de
Macaero, moderna Khirbet Mukâwer, ubicada unos ocho kilómetros al este del Mar
Muerto y unos 24 kilómetros al sur de su extremo norte. Vemos en estos
versículos una cara diferente que estamos acostumbrados a ver en este
prodigioso y vigoroso hombre. Siempre lo vemos predicando incansablemente,
siendo tajante en cuanto a aquellos que pensaban que escaparían a la
condenación eterna y con una voluntad de acero; pero hoy está lleno de dudas en
cuanto a Aquel que él había presentado como el verdadero Mesías de Israel.
Difícilmente podríamos nosotros criticar a este hombre por sus dudas y falta de
fe, basta considerar las circunstancias en las cuales se encontraba para
comprender su situación. Se encontraba encerrado en una pequeña mazmorra, sin
luz, completamente oscura, y fría, después de haber gozado de plena libertad y
haber sido un hombre que habitaba en grandes espacios en el desierto y
disfrutar de las noches estrelladas; pero ahora está confinado y esto ha de ver
sido algo muy impactante para él. En medio de estas circunstancias aún gozaba
del privilegio de las visitas, y a lo mejor sus discípulos le contaban todo lo
referente a las obras de Jesús. Al escuchar las historias de Jesús a lo mejor
vio un panorama diferente de aquel a quien él predicaba, ya que generalmente
anunciaba al Mesías que venía a esta tierra a bautizar con Espíritu Santo y
fuego: “Yo
a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí,
cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará
en Espíritu Santo y fuego”, (Mateo 3:11). Aquellos que se arrepintieran de sus pecados serian
bautizados con el Espíritu Santo, mientras que aquellos que se mantuvieran en
sus pecados serian bautizados con el fuego del castigo eterno: “Y ya también el
hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da
buen fruto es cortado y echado en el fuego”, (Mateo 3:10). Aunque es cierto que el mensaje de Juan el Bautista era inspirado por
Dios, también es cierto que no logro ver el cuadro completo del ministerio del
Mesías ya que se enfocó más en la segunda venida que en la primera. Al escuchar
las obras de misericordia de Jesús, tolerancia a los pecadores y su mensaje de
amor que se extendía aun a los enemigos, la duda debió saltar en la cabeza del
bautista y por ello mando a sus discípulos con la pregunta: ¿Eres
tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? Por un momento su corazón
desfalleció, como le paso a Elías cuando Jezabel lo amenazó de muerte, ya que el
mismo espíritu habitaba sobre él (Malaquías 4:5), la historia se repitió. Esto
nos hace ver que aún lo hombres de gran determinación pueden desfallecer en
momentos de fuertes dificultades, pero siempre Dios estará allí para sostener a
sus siervos. Podemos ver también en medio de este relato la correcta actitud
que el bautista tomo ante las dudas que lo asaltaron. Ante los momentos de dura
dificultad pudo haber especulado con sus discípulos sus dudas acerca de que si
había estado en lo correcto al asegurar que Jesús era el Cristo, pero no lo
hizo así, sino fue sincero al presentar su inseguridad al mismo Jesús
preguntándole si realmente Él era aquel que habría de venir o mejor esperaban a
otro.
La respuesta de Jesús a la duda del Bautista
“Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a
Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos
son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es
anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí”.
Mateo
11:4-6
La respuesta de Jesús
fue original y fuera de lo que se esperaba. Para la mayoría de las personas
bastaba con un sí o un no para dar una respuesta satisfactoria, pero lo que
nuestro Señor hizo fue responderle con sus obras. Mateo toma ventaja de este
evento para demostrar a sus lectores una vez más que Jesús es el Mesías
esperado. Las Escrituras testificaban acerca de su obra en esta tierra: “El Espíritu de
Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar
buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a
publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a
proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios
nuestro; a consolar a todos los enlutados”, (Isaías 61:1-2). Lo más seguro es que Juan el bautista se enfocaba más en la parte del
juicio que el Mesías traería sobre los pecadores ya que como ya vimos
anteriormente su mensaje se enfocaba en el Mesías de la segunda venida, sin
embargo, su primera venida estaría enfocada más en un ministerio de amor y
sacrificio redentor. El Señor Jesús quería que Juan el bautista comprendiera
esta parte de su misión mesiánica y por esto en lugar de decirle que “sí”, les
mostro a través de sus obras que Él era de quien las Escrituras testificaban.
Lucas agrega un elemento importante al relatar el mismo hecho: “Cuando,
pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti,
para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? En esa
misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a
muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber
a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los
pobres es anunciado el evangelio”, (Lucas 7:20-22). Si nos damos cuenta, cuando los
mensajeros de Juan le preguntaron: ¿Eres tú el que había de venir, o
esperaremos a otro?, Jesús no les contesto de inmediato, sino que en ese
mismo momento realizo en presencia de ellos una serie de obras: En esa
misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a
muchos ciegos les dio la vista, para que luego basado en sus obras les dijo que le dijeran
a Juan: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los
muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio. Jesús le dijo al bautista
que su ministerio estaba basado en la sanidad de las personas, la liberación de
demonios y hasta los muertos eran resucitados, pero sobre todo, el evangelio
era predicado a los pobres, los más necesitados de la nación. Esta obra
correspondía precisamente a la obras que el Mesías realizaría en su primer
venida de acuerdo al profeta Isaías: me ha enviado a predicar buenas nuevas a los
abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los
cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena
voluntad de Jehová.
Aquel
día los mensajeros regresaron a Juan el Bautista y lo más seguro es que no
quedo lugar a duda que Jesús era aquel a quien debían esperar. Así hoy, no hay
nadie que pueda igualar a las obras de Jesús, ningún líder religioso, político
o militar puede igualar su gran obra redentora en este mundo. Sin embargo, no
debemos olvidar que la obra mesiánica de Jesús se realizó a la mitad, ya que en
su segunda venida vendrá a juzgar a los pecadores y dará su paga a todos aquellos
que hoy le rechaza, estableciendo por mil años su reino en esta tierra donde
todos aquellos que sufrieron por causa de la justicia serán consolados: y el día de venganza del
Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados. Por tanto, todos debemos busca los beneficios salvíficos
que Jesús ofrece antes que venga el día del juicio.
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