“Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan
a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el
viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras
delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los
reyes están. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que
profeta. Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero
delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. De cierto os
digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el
Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”.
|
Mateo 11:7-11
Introducción
Continuamos en el capítulo
11 y en esta sección la temática sigue girando en función de la persona de Juan
el Bautista. Este episodio es contado también por el evangelista Lucas (Lucas
7:18-35) en la misma secuencia a excepción de los versículos 13-15 que son
exclusivos de Mateo. Realmente la temática de Juan el Bautista que inicia en el
versículo 1 del capítulo 11 termina en el versículo 15, y en esta oportunidad
estudiaremos la segunda parte de esta historia. En esta oportunidad es el mismo
Jesús que da el testimonio acerca del Bautista. En las Escrituras vemos a este
hombre que gozo de gran respecto ante el pueblo judío y que mostró gran
humildad. Cuando le preguntaron acerca de él mismo, nunca se atrevió a
engrandecerse en ninguna manera ya que su objetivo era que la gente fijara su
atención no en su persona, sino en aquel que venía detrás de él, el Mesías,
Jesús: “Este
es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y
levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? Confesó, y no negó, sino
confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?
Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. Le dijeron: ¿Pues quién
eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del
Señor, como dijo el profeta Isaías”, (Juan 1:19-23). Como vemos sus respuestas fueron
acertadas, no buscando su propia gloria, sino la de aquel de quien era
precursor. El testimonio de Jesús acerca del Bautista está dividida en tres
preguntas, de las cuales las primeras dos implican una respuesta lógica de un
no, mientras que la tercera recibe una respuesta del mismo Cristo.
El Testimonio de Jesús acerca del Bautista |
El poder y convicción del Bautista
“Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan
a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí,
los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están”.
Mateo
11:7-8
Las primeras dos
preguntas de Jesús nos revelan el carácter y convicción del Bautista. Aunque
Juan el Bautista era muy respetado entre los israelitas, posiblemente después
de escuchar el mensaje que traían sus dos discípulos en cuanto a la duda que
tenían en su corazón pudo haber provocado la crítica de la gente, pensado que
Juan el Bautista no era verdaderamente el hombre de carácter y convicción que
esperaban, y por ello el Señor quiso contradecirlas dando su propio testimonio
acerca de este hombre de Dios. Lo primero que pregunta es: ¿Qué salisteis a
ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? La respuesta es no. La figura de
la caña era un símbolo usado en el Antiguo Testamento para simbolizar la
debilidad e inestabilidad a tal punto que cualquier viento la sacudía: “Jehová sacudirá a
Israel al modo que la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de
esta buena tierra que había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del
Éufrates, por cuanto han hecho sus imágenes de Asera, enojando a Jehová”, (1 Reyes 14:15). También era un símbolo de fragilidad en la
cual nadie podía confiar: “He aquí que confías en este báculo de caña frágil, en
Egipto, en el cual si alguien se apoyare, se le entrará por la mano, y la
atravesará. Tal es Faraón rey de Egipto para con todos los que en él confían”, (Isaías 36:6). No obstante,
Juan el Bautista no era nada de eso. Había sido fuerte y lleno del poder de
Dios, aun desde el vientre de su madre: “porque será grande delante de Dios. No
beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de
su madre”, (Lucas 1:15). Su
mensaje era poderoso y por ello la gente de Judea salía de la comodidad de sus
ciudades para ir al desierto y escuchar al predicador: “En aquellos días
vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea… Y salía a él
Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran
bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados”, (Mateo 3:1, 5-6). Por tanto,
Juan el Bautista era un hombre lleno del poder del Espíritu Santo y no una caña
sacudida por el viento.
La segunda respuesta alude a la
firme convicción que el Bautista tenia. Jesús dijo: ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre
cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas,
en las casas de los reyes están. La respuesta es no. Juan no vestía con delicadas
vestiduras como lo hacían los fariseos de su tiempo. Las Escrituras testifican
lo sencilla que era la vida de Juan en el desierto muy contraria a la vida
opulenta que llevaban los maestros rabinos de su tiempo: “Y Juan estaba
vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y
su comida era langostas y miel silvestre”, (Mateo 3:4). Obviamente muchos de los fariseos y
saduceos de su tiempo amaban estar alrededor de reyes y príncipes y consentían
todos sus pecados; pero Juan el Bautista fue diferente. Su vida estaba llena de
convicciones a tal punto que nunca se acomodó a la hipocresía de su tiempo ya
que les declaraba su pecado a los líderes religiosos: “Al ver él que
muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía:
¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?”, (Mateo 3:7). También reprendió
a Herodes Antipas su pecado de adulterio: “Porque Herodes había prendido a Juan, y le
había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de Felipe
su hermano; porque Juan le decía: No te es lícito tenerla”, (Mateo 14:3-4). El Bautista
siempre fue fiel a sus convicciones a tal punto que sin importar de quien se
tratare, siempre estuvo dispuesto a anunciar el mensaje del arrepentimiento.
El mayor nacido de mujer
“Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os
digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo
envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de
ti. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro
mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos,
mayor es que él”.
Mateo
11:7-11
La tercera pregunta
recibe una respuesta de parte de nuestro Señor Jesucristo: “Pero ¿qué
salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Juan el Bautista
definitivamente era un profeta de Dios al anunciar el mensaje de Dios al pueblo
de Israel tal y como lo hicieron los profetas antes que él. Como él los profetas
tuvieron que enfrentarse con la hipocresía religiosa de su tiempo e incluso con
reyes corruptos, y muchos de ellos terminaron en la cárcel o muertos. Ahora
bien, Jesús añade que no solo era un profeta, sino más que eso, era el
precursor del Mesías, el Elías anunciado por la profecías, el cumplimiento de
Malaquías 4:5: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que
venga el día de Jehová, grande y terrible”. Juan el
Bautista fue aquel hombre que las profecías anunciaron que prepararía el camino
del Mesías: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el
camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien
vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí
viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”, (Malaquías 3:1). Jesús termina con una declaración
contundente acerca de este hombre: De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se
ha levantado otro mayor que Juan el Bautista. Aunque fue un hombre que nunca se preocupó por
exaltarse a sí mismo, Cristo termino haciéndolo, y eso es algo que deberíamos
aprender. Lejos de buscar la fama y el reconocimiento a expensas de Cristo,
debemos preocuparnos más porque su nombre se exaltando, cuando así sea, Dios se
encargara de exaltarnos en medio de los hombres.
Muchas gracias por bendecir mi vida con esta clara exposición
ResponderBorrarDios los bendiga!!!!
Muchas gracias, ya entendí y aclare dudas y de paso me confronta este estudio. Bendiciones🙏
ResponderBorrarSii, muchas gracias por ayudarnos a entender mejor la palabra de Dios. :)
ResponderBorrarHermosa, en verdad hermosa enseñanza, y muy edificante, gracias, muchas gracias, que Dios le bendiga, saludos!!!
ResponderBorrarBendecida es la palabra exacta, para esta hermosa explicación, Dios bendiga de manera muy especial, este poderoso utensilio de su palabra.
ResponderBorrar