“Y
hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no
porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna
permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el
Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras
de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el
que él ha enviado”.
Juan 6:25-29
INTRODUCCIÓN
El
relato bíblico continúa describiéndonos los acontecimientos que desencadenaron
la señal que nuestro Señor Jesucristo había realizado un día antes, la
multiplicación de los cinco panes y dos peces. Si recordamos un poco algunas
personas de toda aquella multitud de 5, 000 hombres (sin contar mujeres y
niños), habían decidido tomar unas barcas y atravesar el mar de Galilea en
busca de Jesús ya que al despertar se dieron cuenta que ya no estaba con ellos.
No obstante, ya vimos que las motivaciones que impulsaban a estas personas a
buscar a Jesús no eran nobles ya que solo lo buscaban porque les había dado de
comer y no porque realmente buscaran los intereses del reino de los cielos.
Cuando nuestras intenciones son egoísta y lo único que queremos de Jesús son
sus favores milagrosos nuestra búsqueda de Él es infructuosa y ahora nuestro
Señor los confrontara por su mezquina actitud desencadenando otro discurso de
gran valor espiritual que se encuentra en este bendito evangelio. Ya hemos
visto el discurso entre Jesús y Nicodemo el cual se centró en el nuevo
nacimiento, también vimos la conversación con la mujer samaritana donde el
Maestro se presenta a sí mismo como el agua de vida eterna. Ahora les hablara a
estas personas que solo buscan el alimento físico que hay que trabajar también
por el espiritual, el que da vida eterna.
Trabajar por el Alimento que da Vida |
NO TRABAJEMOS POR LA COMIDA QUE NO DA VIDA ETERNA
“Y
hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no
porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna
permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el
Padre”.
Juan 6:25-27
Cuando aquellas personas encontraron a Jesús se sorprendieron
preguntándole cuando había llegado allí ya que la última vez que lo vieron había
sido el día anterior
cuando caía el anochecer: Y
hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?.
Uno podría pensar en el gran respeto que le tenía esta gente a Jesús a tal
punto que lo consideraba su Maestro ya que le llamaron Rabí, que en lengua
aramea significa eso precisamente, maestro. Sin embargo, Jesús conocía sus
verdaderas intenciones y por ello les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis
visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
Aquellas personas estaban allí no porque buscaran el reino de Dios y su
justicia, sino porque veían en Jesús la posibilidad de que les satisficiera
todas sus necesidades. Cuantas personas viven trabajando por aquello que no da
la vida eterna. Obviamente, todos debemos trabajar para devengar un salario, mantener a nuestra familia y superarnos en esta vida; pero lo malo es cuando nuestra
prioridad es esto nada más, y lo espiritual queda relegado a segundo plano.
Cuando esto es así corremos el peligro de poner en riesgo nuestra eternidad y
perder nuestra oportunidad de salvación por vivir afanado buscando la comida
que no da vida eterna, tal y como lo dijo nuestro Señor Jesucristo:
“Le dijo uno de la multitud:
Maestro, dí a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre,
¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y
guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la
abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo:
La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto
haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos
mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados
para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio,
esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién
será? Así es el que hace para sí tesoro,
y no es rico para con Dios”.
Lucas 12:13-21
Es triste cuando el hombre trabaja tanto por su
vida material, pero descuida la espiritual y el problema es que esto puede
ocurrirle incluso a los que profesan ser cristianos, y como estas personas, buscar en la
iglesia la bendición material de Jesús. Cuando esto es
así, nuestras intenciones son egoístas y en este afán nos concentramos más en
buscar únicamente lo material pero los intereses del reino de los cielos no son
nuestra prioridad. Esto provoca en muchos supuestos cristianos un espíritu de
escasez que los mantiene siempre en este mismo afán, trabajando día tras día
sin descansar, gastando todo su tiempo y esfuerzo en lo material, sin tan solo
poderle dedicar a Dios el tiempo que se merece. Algo parecido le ocurrió a los
judíos después de la deportación cuando habían abandonado la reconstrucción del
templo por estar dedicados a su propio bienestar material lo cual provocaba un
espíritu de escasez en sus vidas:
“Así
ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado
aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada. Entonces
vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros
tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa
está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre
vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis;
bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que
trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y
reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho
Jehová”.
Hageo 1:2-8
¡Qué triste seria vernos en este
afán que nos mantiene en un círculo vicioso!: Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no
os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y
el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Por esto
mismo nuestro Señor Jesucristo amonesto a aquellos hombres que solo estaban
preocupados por su estómago y les exhorto a trabajar por el alimento que da
vida eterna: Trabajad,
no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la
cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.
LA COMIDA QUE DA VIDA ETERNA
“Entonces
le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?
Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha
enviado”.
Juan 6:28-29
La
pregunta salto inmediatamente en la gente de aquel lugar: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las
obras de Dios? Ellos sabían que lo que Jesús les quería decir es que
su esfuerzo tenía que estar orientado a las obras de Dios más que en trabajar
en lo material, pero ¿cuáles son las obras que Dios aprueba? Jesús les
responde: Esta es
la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Todo trabajo en
el reino de los cielos se resume en creer en Jesús. Solamente la fe puede
abrirnos las puertas del reino de los cielos, solamente el trabajo y esfuerzo
que hagamos para engrandecer su reino nos volverá verdaderamente ricos, todo lo
material que hagamos está destinado a perder su valor, arruinarse o ser robado,
pero lo que se hace para Dios, nuestra fe en Jesús es verdaderamente un tesoro
incalculable los cuales no pierden su valor con el tiempo y nadie puede robar: “No os hagáis
tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones
minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín
corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”, (Mateo 6:19-20).
Ahora bien, todo esto no significa que Dios está en contra de satisfacer
nuestras necesidades físicas, al contrario Él lo hará y nuestro Señor lo
expresa de esta forma: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas”, (Mateo 6:33). Además de esto,
también el Señor nos expresa el anhelo de bendecirnos en todas la áreas: “Amado, yo deseo que
tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu
alma”, (3 Juan 2). Si
nos damos cuenta, la prosperidad espiritual no debe jamás separarse de la
material y la salud, incluso tiene la supremacía sobre las otras como ya vimos.
Por tanto, lo que necesitamos es poner todo nuestro esfuerzo, tiempo y recursos
en trabajar por
aquello que da vida eterna, es decir, todo aquello que prospere nuestra alma,
como la lectura de la Biblia, el congregarnos, nuestra vida de oración, y en general todo aquello que contribuya
al crecimiento de nuestra fe.
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