4 Pasos que conducen al infierno (Génesis 3:1-8)



“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día  que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.  Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.  Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto”.
Génesis 3:1-8
INTRODUCCIÓN
            
                No cabe duda que el deseo de nuestro Señor es que todos los hombres nos salvemos y nadie se condenado en el infierno. Lamentablemente muchos son los que hoy se pierden debido a los engaños del pecado. En la historia de la caída del hombre del libro de Génesis se nos muestra los pasos que nos conducen a la condenación eterna  los cuales se debe evitar y aferrarnos a la misericordia de Dios con el fin de escapar de las llamas del infierno.

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4 Pasos que conducen al infierno

                               I.            PRESTAR ATENCIÓN A LA PROPUESTA DEL MUNDO.

“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”.

El primer paso que nos conduce a la condenación eterna es prestar atención a la propuesta de este mundo.  Eva sabía que Dios les había prohíbo comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, y a lo mejor había pasado cerca de este árbol muchas veces, pero un día le salió al encuentro Satanás y comenzó a engañarla para que comiera de su fruto.  Satanás es muy astuto y busca engañar al ser humano y por ello busca influir a través del sistema mundano que él mismo ha establecido: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno”, (1 Juan 5:19).  Cuando le prestamos atención a Satanás y a lo que el mundo nos ofrece corremos peligro de caer en su trampa.

                            II.            NO OBEDECER LA PALABRA DE DIOS.

“Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día  que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.

El segundo paso hacia la condenación es desobedecer la palabra de Dios. Dios les había dicho que tenían prohibido el comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal: “De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”, (Génesis 2:16-17). Lamentablemente Eva no le prestó la importancia debida a la advertencia de su palabra por lo que considero las palabras de Satanás: No moriréis; sino que sabe Dios que el día  que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Muchas personas pecan porque desconocen la gravedad de hacerlo ya que desconocen la palabra de Dios, y otras pecan porque no le dan la importancia debida. Satanás le dijo a la mujer que no moriría, y así hoy en día Satanás trata de aminorar la gravedad del pecado para que el hombre no se sienta culpable por ello y se pierda. Todo esto pasa por la ignorancia hacia la palabra de Dios, y un pueblo que la desconoce no tiene ninguna reprensión en sus acciones y esto lo lleva a la destrucción: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento”, (Oseas 4:6).

                         III.            NO NEGARSE AL PECADO.

“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”.

            El siguiente paso que nos conduce a la condenación es ceder a la tentación, es decir, no negarse al pecado. Después de haber engañado al hombre y ser seducido viene la difícil decisión de rechazar o ceder a sus insinuaciones. Vemos como Eva fue tentada en todas las maneras posibles, a través de los deseos de la carne: Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, los deseos de los ojos: y que era agradable a los ojos, y la vanagloria de la vida: y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría.  Eva cedió a la tentación y comió cayendo en pecado: y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.  Aquel día el pecado dio paso a la muerte y su alma quedo condenada delante de Dios. Hoy en día Satanás tienta de la misma manera a todas las personas y todo esto proviene del mismo mundo: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”, (1 Juan 2:15-16). La consumación del pecado lleva a la condenación y por ello es importante escapar de él porque en nada nos beneficiará.

            Si nos damos cuenta todo esto es un proceso de caída, lo cual inicia con los ofrecimientos de este mundo y Satanás que pretenden engañarnos ofreciendo placer y vanagloria, busca aminorar las advertencias de la palabra de Dios para que los hombres no sientan reprensión al momento de pecar, y finalmente, arrastrados por sus bajas pasiones, consumen el pecado, quedando completamente enemistados con Dios.

“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.
Santiago 1:13-15

                          IV.            NO CONFESAR NUESTROS PECADOS A DIOS.

“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto”.

            Finalmente, la peor decisión que podemos tomar y por la cual seremos condenados es huir de Dios y no buscar su misericordia confesando nuestros pecados. Cuando Adán y Eva comieron del fruto que estaba prohibido, sus ojos se abrieron y al verse desnudos tuvieron vergüenza a tal punto que cuando escucharon la voz de Dios decidieron esconderse de su presencia. Sin embargo, respondieron al llamado del Señor y no negaron su pecado, aunque se justificaron echándole la culpa a otro: “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?  Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó,  y comí”, (Génesis 3:9-13). Como resultado de su confesión Dios los vistió con pieles de animales, decreto el juicio sobre el hombre y la mujer por haber pecado y anuncio la esperanza de salvación para toda la humanidad, el nacimiento del Mesías (Génesis 3:14-21).

Como seres humanos todos somos pecadores y es importante reconocer nuestros pecados y confesarlos delante de Dios porque de lo contrario no recibiremos el perdón de Dios. La Biblia nos exhorta a confesar nuestras maldades y al hacerlo se nos promete la vida eterna. Si nunca lo hacemos nuestro destino en la eternidad será la condenación eterna: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”, (1 Juan 1:9-10).

CONCLUSIÓN.

            El deseo de Dios es que todos los hombres se salven, pero lamentablemente muchos son los que se desvían del camino de justicia y sus pasos los conducen a la condenación eterna. Por esta razón, no debemos aceptar las propuestas de este mundo, obedecer la palabra de Dios para resistir el pecado y buscar la misericordia de Dios a través de la confesión de todos nuestros pecados.



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