Mucho tiempo, pero poco para desperdiciarlo (Juan 11:6-16)



“Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él”.
Juan 11:6-16

INTRODUCCIÓN


                 Juan continúa su relato concerniente a los acontecimientos de la muerte de Lázaro. Lázaro era el hermano de Marta y María, y estaba muy enfermo. Aunque no sabemos de qué clase de enfermedad se trataba, debió haber sido muy grave a tal punto que puso su vida en peligro y por ello sus hermanas mandaron mensajeros para que buscaran a Jesús y que este viniera a ellos con la esperanza de que pudiese sanarlo. Jesús recibió la noticia y ya vimos cómo esta familia amaba al Señor y nuestro Señor los amaba a ellos, sin embargo, uno hubiese esperado que Jesús partiera de inmediato y a toda prisa; pero no lo hizo, sino que se quedó allí dos días más. Hoy consideraremos estos versículos que nos enseñan que Jesús sabía vivir el tiempo que le quedaba en esta tierra aprovechándolo al máximo y de acuerdo con la voluntad de su Padre, y no regido por las urgencias o distracciones. Él tenía muy claro lo que tenía que hacer y cuándo hacerlo.

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Mucho tiempo pero poco para desperdiciarlo


ALGO IMPORTANTE QUE ATENDER, PERO NO TODAVÍA


“Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?”.
Juan 11:6-8

              Generalmente, cuando a alguien se le da la noticia que un ser querido está enfermo y muriendo, este parte de inmediato para estar con él con el fin de poder ayudarlo, empero, Jesús no hizo así, sino se quedó allí dos días más: Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de su estadía de dos días en ese lugar, decidió partir a Judea nuevamente, aun sabiendo que sus enemigos allí le esperaban: Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? Si consideramos esto desde el punto de vista humano podemos encontrar algo de ilógica en los actos de Jesús. Lo primero ya lo consideramos, porque si Jesús amaba a su amigo Lázaro, ¿por qué no partió de inmediato a su ayuda, sino se quedó allí dos días más? Y lo segundo, ¿por qué después de estos dos días no partió a Betania, sino se fue a Judea, un lugar donde querían matarlo? La gente normal no busca los lugares donde sabe que su vida corre peligro. Entonces, ¿por qué Jesús no atendió el caso de Lázaro inmediatamente? Bueno, la razón es porque nuestro Señor Jesús tenía muy claro la misión que tenía que realizar en este mundo de tal forma que se sujetaba al plan y los tiempos del Padre. Muchas veces las personas intentaron presionar a Jesús para que realizara algunas cosas, pero nuestro Señor nunca se dejó dominar por las sugerencias o presiones externas, sino lo hizo en el tiempo y voluntad de su Padre. Por ejemplo, María quería obligar a Jesús a hacer algo por aquella pareja de novios a los cuales se les había acabado el vino en la boda de Caná, pero Jesús espero su momento: “Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora”, (Juan 3:2-4). Jesús realizo el milagro de convertir el agua en vino en el tiempo de su voluntad perfecta. También sus hermanos intentaron incitarlo para que acudiera a Jerusalén, a la fiesta que se celebraba, para que diese a conocer su ministerio: “Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos; y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Porque ni aun sus hermanos creían en él. Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto”, (Juan 7:2-6). Posteriormente, Jesús subió a la fiesta, pero lo hizo en el tiempo de su Padre. Aun sus enemigos quisieron provocarlo a hacer cosas fuera de su tiempo o voluntad de Dios. El diablo intento que Jesús hiciera cosas fuera de la voluntad de su Padre cuando lo tentó en el desierto (Mateo 4:1-11), también en algunas ocasiones sus enemigos le pidieron señales para creer en Él (Mateo 12:38-42). Como vemos, Jesús recibió de muchas maneras sugerencias, comentarios, tentaciones y amenazas con el fin de hacerlo desistir de la voluntad de su Padre, pero no lo hizo, sino supo atender a su voluntad y hacer las cosas que estaban de acuerdo a la misión que había venido a cumplir a esta tierra, y sabía muy bien cómo hacerlo porque sabía que su tiempo era corto en esta tierra y no podía desperdiciarlo. En su santa voluntad, Jesús sabía que Lázaro iba a morir, pero esa muerte serviría para glorificarlo, por otro, aún tenía más cosas que hacer en aquel lugar donde se encontraba en el momento de recibir el anuncio de la enfermedad de su amigo y por ello se quedó allí dos días más, y como tenía más cosas que hacer en Judea antes de ir a Betania, se fue allí no importándole las amenazas de muerte de sus enemigos, todo esto lo hacía porque para Él, el tiempo era tan importante que sabía que cada hora que pasaba no volvería y sus días se acortaban hasta el momento donde moriría en la cruz del Calvario. Hay un viejo dicho que dice: “hay más tiempo que vida”, y esto es cierto, el tiempo jamás parara, los segundos avanzan dando paso a los minutos y estos a las horas y estas a los días y estos a las semanas y estos a los meses y estos a los años y estos van de generación a generación, el tiempo continua, pero debemos considerar que nuestra vida es limitada y nuestros días están contados por lo que debemos aprovecharlos al máximo. Salomón en su libro de Eclesiastés considera esta verdad: “Generación va, y generación viene; más la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo”, (Eclesiastes 1:4-7). El tiempo jamás se detendrá, al menos hasta que esta tierra sea consumida por el fuego en el día del juicio final, pero nuestros días están contados en esta tierra, por ello debemos evaluar la forma de como los estamos viviendo. Jesús sabia esto muy bien, y por eso hacia cada cosa en su momento y en la voluntad de su Padre, no perdía ni un tan solo día ni dejaba de hacer aquellas cosas que tenía que terminar. Al final, Jesús realizaría el milagro de la resurrección de Lázaro, pero en su momento adecuado. Nosotros los cristianos debemos aprender de esta enseñanza bíblica y no perder el tiempo en cosas triviales, ni tampoco permitir que otras personas o situaciones nos alejen de aquellas que son realmente importantes. Muchos sacrifican su día de servicio por un partido de futbol o dejan de congregarse por un familiar que está de visita o sacrifican su vida devocional por un sinfín de razones triviales; pero nuestro Señor nos enseña a aprovechar los pocos días que pasaremos en este mundo. Por ello el apóstol Pablo nos exhortar a redimir el tiempo: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo”, (Colosenses 4:5). La palabra griega que Pablo usa para redimir es exagorádso (ἐξαγοράζω), y literalmente significa aprovechar, mientras que la palabra griega que se traduce aquí como tiempo es kairós (καιρός), la cual no hace referencia al tiempo normal que corre en nuestra vida y que en griego es jrónos (χρόνος), sino hace referencia a un momento oportuno que Dios proporciona en un intervalo de tiempo para provecho de nuestra vida. Por ello la NVI nos traduce este versículo de una manera más comprensible: “Compórtense sabiamente con los que no creen en Cristo, aprovechando al máximo cada momento oportuno”, (Colosenses 4:5, NVI). Como cristianos debemos aprender a comportarnos sabiamente aprovechando al máximo el tiempo y especialmente los momentos oportunos que Dios nos provee para cumplir con nuestra misión en este mundo, pero para ello debemos hallarnos en la voluntad de nuestro Padre celestial. Cuán importante es que nosotros los cristianos aprendamos a comprender la voluntad de Dios, Él sabe a qué nos ha llamado en esta vida, qué de todo lo que deseamos es su voluntad, porque cuando todo lo hagamos de esta forma y aprendamos a aprovechar bien el tiempo encontraremos esos momentos claves que nos darán el éxito en todo lo que hagamos.

LA CLAVE PARA APROVECHAR EL TIEMPO


“Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él”.
Juan 11:9-10

                 En estos dos versículos se nos da la clave de cómo aprovechar el tiempo, y para ello nuestro Señor declara una metáfora: No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. Los discípulos estaban preocupados porque en Judea querían matar a Jesús, pero Él les dice que no hay nada que temer porque sus pasos eran conforme a la voluntad de su Padre, y el que anda en su voluntad nada debe temer porque no le pasara nada que Él no permita. La clave para aprovechar el tiempo es vivir en la voluntad de nuestro Padre. Así como la luz del día alumbra el camino y esto ayuda a no tropezar así no hay tropiezo en la vida de aquel que ha aprendido a vivir en la voluntad de Dios. Pero aquellos que no lo hacen así son semejantes a los que andan de noche y tropiezan porque no hay nada que alumbre sus pies. Ahora bien, para conocer la voluntad de Dios es importante seguir dos guías importantes que son la palabra de Dios y el Espíritu Santo. A través del estudio de su palabra Dios nos habla y adquirimos sabiduría para caminar en este mundo, es como una luz que alumbra nuestro caminar diario: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”, (Salmo 119:105). Por otro lado, no estamos huérfanos, sino tenemos al Espíritu Santo que nos guía y habla a nuestro corazón para darnos la seguridad si lo que hacemos esta conforme a su voluntad: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”, (Juan 16:13). Cuando vivimos obedeciendo su palabra y al Espíritu Santo podemos estar seguros de que andamos en luz y no de noche: “Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas”, (1 Tesalonicenses 5:5).

LÁZARO HABÍA MUERTO


“Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él”.
Juan 11:11-15

                Después de que pasaron dos días desde que recibió la noticia de la enfermedad de Lázaro, nuestro Señor decide ir a Judea lo cual aflige a sus discípulos ya que allí procuraban matarlo; no obstante, aun así decide ir y pasaran otros dos días mas antes que llegue a Betania. Para este momento lo más seguro es que Lázaro ya había muerto y por ello les dijo a sus discípulos: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto. Sus discípulos no comprendieron al principio las palabras de su Maestro porque utiliza un eufemismo para referirse a la muerte, Él les decía que Lázaro duerme, pero estaba diciéndoles que estaba muerto. Con frecuencia en la Biblia se usa la palabra dormir como un eufemismo para la muerte, así lo vemos cuando Jacob le pide a su hijo José que no lo entierre en Egipto cuando muera: “Mas cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos”, (Génesis 47:30). O cuando Daniel profetizo diciendo que los que duermen despertaran, haciendo alusión a los muertos que resucitaran: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”, (Daniel 12:2). También Mateo utilizo la palabra dormir como un eufemismo de muerte: “y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron”, (Mateo 27:52). Y el apóstol Pablo hace lo mismo cuando en una de sus cartas enseña acerca del rapto de la iglesia: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza”, (1 Tesalonicenses 4:13). Por tanto, Lázaro estaba muerto. Ahora Jesús expresa su alegría, no porque Lázaro había muerto, sino porque esta terrible situación serviría para que muchos creyeran en Él, ya que realizaría una señal que confirmaría una vez más su carácter mesiánico y divino: y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. Una experiencia dolorosa abriría paso a una poderosa obra que traería gran gozo.

AUNQUE CON MIEDO TOMÁS ESTA DISPUESTO A SEGUIR A JESÚS


“Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él”.
Juan 11:16

               Aquí encontramos unas palabras muy curiosas pronunciadas por uno de los discípulos del Señor, su nombre era Tomás, llamado Dídimo. La razón por la cual este discípulo se presenta aquí con dos nombres es porque en estos tiempos las personas de Israel se les conocía por dos, uno era el hebreo, y el otro era el griego. Por ejemplo, el nombre hebreo es Tomás, y el griego era Dídimo, y ambos significan “Mellizo”. Así vemos que Pedro era el nombre griego, pero en hebreo era Cefas, y ambos significan “roca”, o Pablo era un nombre de origen latino, lengua de los romanos, pero al principio se conoció con su nombre hebreo Saulo, y Pablo significa “pequeño”, haciendo referencia a la humildad que demostró después de su conversión. Así era una costumbre en este tiempo usar dos nombres, ambos en algunas ocasiones, significaban lo mismo; pero en otras ocasiones usaban dos nombres, pero estos no eran equivalentes en ambos idiomas, tal y como Mateo que significa “regalo de Dios”, pero antes de este nombre se conoció como Leví que significa “el que se une con los suyos”, ambos nombres eran de origen hebreo. Volviendo a Tomás, su nombre tanto en hebreo como en griego, que era Dídimo, significa Mellizo, y muchos creen que esto era porque tenían un hermano mellizo o gemelo; pero lo cierto es que no se conoce al tal, aunque algunos han llegado a especular referente a este mellizo. Unos afirman que el mellizo de Tomás era Mateo porque aparece junto a él en la lista que se da en el evangelio según Mateo cuando se eligen los doce apóstoles (Mateo 10:3). Sin embargo, esto es pura especulación ya que no hay evidencia bíblica de tal cosa. Otros opinan que Tomás es gemelo de Judas el medio hermano de Jesús y autor de la carta de Judas que hoy tenemos y esta afirmación está basada en las palabras con las cuales el evangelio apócrifo de Tomás comienza: “Estas son las palabras secretas que pronunció Jesús el Viviente y que Dídimo Judas Tomás consignó por escrito”. Sin embargo, este evangelio apócrifo no es inspirado por Dios por lo que no podríamos estar de acuerdo con esta opinión. Lo que si sabemos por medio de las Escrituras es que este hombre era uno de los doce apóstoles del Señor y al parecer le daba miedo regresar con Jesús a Judea porque sus vidas corrían también peligro, pero aun y con todos sus temores estaba dispuesto a seguir a su Maestro aunque esto le costara la vida: Vamos también nosotros, para que muramos con él. Tener miedo no es malo, lo malo es cuando este nos paraliza para no hacer la voluntad de Dios. Realmente Dios no desea que pongamos en peligro nuestras vidas de manera imprudente, pero no debemos temer dar testimonio de nuestra fe, a lo mejor esto traerá las burlas y persecuciones del mundo, pero nosotros no como Tomás debemos seguir a nuestro Señor porque Él nos dará la victoria final.


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