“Antes
de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que
pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto
en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo
Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había
salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y
tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a
lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba
ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los
pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas
lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le
respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro:
Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza”.
Juan 13:1-9
INTRODUCCIÓN
Con
las últimas palabras de Jesús que se vieron en los versículos finales del
capítulo 12 se cerró el ministerio público de Jesús, a partir de este momento
el apóstol Juan nos presentara enseñanzas que dirigió a sus discípulos y los
acontecimientos de su muerte y resurrección. Al iniciar el capítulo 13 del
evangelio según Juan, encontramos otra de las más gloriosas y hermosas
historias bíblicas jamás contadas acerca de Jesús, y que es exclusiva de este
evangelio ya que no se encuentra en los sinópticos. Muchos eruditos bíblicos
ubican esta historia en el quinto día de la última semana de nuestro Señor, es
decir, jueves. Ocurrió antes de una disputa entre los discípulos en cuanto a
quién era el mayor de ellos: “Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos
sería el mayor”, (Lucas 24:24), y la institución de la cena del
Señor: “Y
mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus
discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y
habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es
mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los
pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta
aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”,
(Mateo 26:26-29). Por tanto, antes de instituir la cena de Señor, Jesús se
humilla a sí mismo lavándoles los pies a sus discípulos, ya que por un lado
habían tenido otra vez su tradicional disputa por saber quién es el mayor, y
con esta prueba de humildad quería darles una enseñanza que resaltara que la
verdadera grandeza no se encuentra en ser el superior de los demás, sino su
servidor; y por otro lado, los discípulos estaban a punto de participar de un
evento que habría que celebrarse en la iglesia hasta su regreso, y por tanto
era necesario que estuvieran limpios, no solo de lo exterior, sino de su interior,
y estos habían sido limpiados por la palabra de Jesús. Esta historia que hoy
Juan nos presenta en un hermoso ejemplo de lo que significa el verdadero
servicio a los demás y la gran honra que hay en ello.
La verdadera grandeza del servicio |
UNA CORAZÓN AMOROSO QUE SIRVE HASTA EL FIN
“Antes
de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que
pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el fin”.
Juan 13:1
Aquí
encontramos una gran enseñanza que deberíamos guardar en nuestro corazón, y es
que el verdadero carácter del servicio se expresa hasta el último momento de
vida: Antes de la
fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de
este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el fin. Jesús sabía que su hora estaba más cerca que
nunca, es más, si era jueves solo le quedaba un día más antes de ser capturado
y muerto en la cruz del Calvario, por ello Jesús tal vez pudo haberse relajado
y tomar un par de horas para descansar de su cansado ministerio de tres años y
esperar solo su momento; pero no lo hizo así, sino que al llegar a un aposento,
en lugar de sentarse con sus discípulos a descansar se dispuso a lavarles sus
pies con el propósito de enseñarles una gran lección. Así vemos que nuestro
Señor, aun en sus últimos días le servía a su Padre y a los demás porque los
amó hasta el fin. El servicio es grande en la medida que comprende que su vida
entera está diseñada para servir en todo momento a los demás, no discrimina el
tiempo que tiene en el servicio o su estatus; sino que se dispone a seguir
sirviendo. Muchas personas se retiran de sus privilegios porque dicen que
tienen ya muchos años de estar sirviendo y es momento de descansar; pero Jesús
nunca pensó así, sino aun en los últimos días de su vida estuvo dispuesto a
servir a los demás.
EL VERDADERO SERVICIO NO SE DETIENE POR NINGUNA RAZÓN
“Y
cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas
Iscariote, hijo de Simón, que le entregase…”
Juan 13:2
El
verdadero servicio jamás se detiene, aun en medio de las más difíciles
situaciones, persiste en servir, aun en medio de enemigos y las peores
traiciones, persiste en servir, aun en medio de fuertes oposiciones, persiste en
servir. Entre los doce discípulos había uno que era un traidor, Judas Iscariote
quien era un instrumento que el diablo iba a usar para entregar a Jesús a sus
enemigos: Y
cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas
Iscariote, hijo de Simón, que le entregase. Aquí vemos como el mismo
diablo había contaminado el corazón de uno de los doce apóstoles, el de Judas
Iscariote, empujándolo a la misma traición. Judas era uno de los hombres de su
confianza que había estado a su lado todo este tiempo; pero ahora Jesús tendría
que enfrentar esta vil traición de parte de alguien a quien había amado.
Nuestro Señor conocía muy bien las intenciones de Judas, pero aun así, esto no
lo desanimo, sino persistió en servir, y aun a Judas le lavo los pies. A veces
las dificultades y sufrimientos que experimentamos en esta vida pueden
desanimarnos, las personas en la que confiamos pueden traicionarnos y otros a
lo mejor ni siquiera nos agradecerán; pero no debemos permitir que esto nos
aleje de nuestro servicio a Dios, debemos perseverar en el servicio así como
nuestro Señor Jesús lo hizo.
EL VERDADERO SERVIDOR LE SIRVE AL PADRE
“… sabiendo
Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había
salido de Dios, y a Dios iba…”
Juan 13:3
Una
de las cosas que Jesús siempre recordó es que Él era un enviado de su Padre,
que su Padre le había dado todas las cosas y había salido de Él e iba de
regreso a Él: sabiendo
Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había
salido de Dios, y a Dios iba. De igual forma, nosotros debemos
recordar que somos hijos de Dios y que gracias a la fe en Cristo vamos camino
al Padre y por tanto, todo lo que hagamos, nuestro servicio no lo hacemos para
ser vistos por los hombres, o esperando recompensa del hombre, sino para
agradar a Dios: “Siervos,
obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de
vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren
agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la
voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los
hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea
siervo o sea libre”, (Efesios 6:6-8), Aquí Pablo les recomienda a
los siervos o esclavos de su tiempo algo parecido, el servir a sus amos como si
le estuvieran sirviendo a Dios, así nosotros servimos a los demás por amor a
nuestro Padre celestial y porque todo lo que tenemos lo hemos recibido de Él.
EL VERDADERO SERVICIO NACE DE UN CORAZÓN HUMILDE
“… se
levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego
puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a
enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido”.
Juan 13:4-5
La
verdad es que el verdadero servicio nace de un corazón humilde. Era una
costumbre en el medio oriente que cuando los invitados llegaban a una casa, los
esclavos tomaban agua en unos lebrillos que no eran más que pequeños recipientes
y lavaban sus pies. Generalmente los pies estaban muy sucios ya que los caminos
eran muy polvorientos y durante el invierno eran lodosos, por lo que llegar a
una casa y lavar sus pies era una experiencia muy agradable y que expresaba la
hospitalidad de los dueños; pero esta tarea no la hacían los hombres libres,
era una tarea de esclavos. Sin embargo, a Jesús no le importo realizar esta
tarea, porque era un hombre muy humilde: se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una
toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies
de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.
Hoy en día muchas personas están acostumbradas a que les sirvan y hay ciertas
tareas que nunca las harían porque se consideran demasiado importantes para
ello; pero Jesús es nuestro mejor ejemplo y nos enseña que la verdadera
grandeza se encuentra en el servicio que nace de un corazón que ama a los demás
y que es tan humilde que no le importa realizar una tarea que se considera indigna
por algunas personas. El apóstol Pablo en su carta a los Filipenses nos exhorta
a tener esta misma actitud de humildad que hubo en Jesucristo, a no hacer nada
por contienda o vanagloria, sino que con humildad, teniendo a los demás como a
superiores: “Nada
hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada
uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo
propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros
este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a
sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en
la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y
le dio un nombre que es sobre todo nombre”, (Filipenses 2:3.9). Al
final es Dios quien recompensa esta actitud de servicio. Los discípulos no
estaban dispuestos a rebajarse al nivel de un esclavo ya que ellos mismos se
consideraban más dignos que uno de ellos y su preocupación era solo demostrar
quien era el mejor de los doce; pero Jesús, siendo el Maestro les dio una gran
lección al mostrarles que en el reino de los cielos solo los que se humillan y
sirven a los demás serán enaltecidos.
EL VERDADERO SERVICIO SE ENFOCA AL BENEFICIO DE LOS DEMÁS
“Entonces
vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió
Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás
después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no
te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis
pies, sino también las manos y la cabeza”.
Juan 13:6-9
Cuando le tocó el turno a Pedro de que Jesús le
lavara los pies, este atónito de ver lo que su Maestro hacia quiso impedírselo
ya que no se consideraba digno de tal cosa y a lo mejor creían que no era justo
para su Señor el humillarse de tal forma: Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me
lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes
ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás.
Pedro creía que estaba salvando la dignidad de su Maestro y que no era justo
que se humillara tanto con él, y ciertamente Jesús era su Señor y pero le
explico que este servicio que le ofrecía era necesario para su beneficio
personal, porque si no era parte de él no podría ser parte de su glorioso reino
y plan de salvación: Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte
conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y
la cabeza. Era necesario que Jesús se humillara realizando este
servicio que era prestado por esclavos con el propósito de darles una lección
importantísima a sus discípulos la cual les ayudaría a comprender en qué
consiste la grandeza en el reino de los cielos. Por otro lado, sus palabras: Si no te lavare, no
tendrás parte conmigo, son un preludio que se adelanta a la obra redentora
que realizaría en la cruz al morir por lo pecados de los demás. Cuando servimos
a los demás debemos hacerlo con el propósito de ser útiles y ayudar a los
demás, ese es el propósito final del servicio, y ciertamente nuestro Señor
Jesús así lo hizo porque no solo fue un verdadero siervo de Dios, sino dio su
vida para salvar a muchos, este es la máxima entrega que un servidor puede
hacer: “Porque el
Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida
en rescate por muchos”, (Marcos 10:45). Quiera Dios que todos
nosotros dejemos de estar anhelando tener puestos de autoridad solo para
servirnos de los demás, sino que al contrario, entre más alto el Señor nos
permita llegar en esta vida sea para servir más a los demás sabiendo que de
Dios recibiremos nuestra recompensa.
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