Vestidos para las Bodas del Cordero (Mateo 22:11-14)



“Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos”.
Mateo 22:11-14

INTRODUCCIÓN


                    Los versículos que van del 11 al 14 del capitulo 22 del evangelio según Mateo corresponden a la segunda parte de la parábola del banquete de bodas, y como dijimos la ultima vez, esta a veces es vista por algunos estudiosos de la palabra de Dios como otra parábola independiente a la que aparece en los primeros 10 versículos. Como sea, nosotros la hemos considerado como parte de una sola parábola y aquí terminaremos de considerar lo que esta nos enseña, de hecho, esta parte final de esta parábola nos habla mucho acerca de mantenernos limpios hasta aquel día donde un día estaremos delante de la presencia de Dios y participemos de las bodas del Cordero.

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Vestidos para las Bodas del Cordero

 

VESTIDOS PARA LA BODA


“Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos”.
Mateo 22:11-14

                  Existe una tradición que afirma que cuando los reyes hacían grandes banquetes e invitaban a varias personas, estas recibían de parte del rey una vestimenta especial que tenia que ser usada el día que asistieran a la fiesta, de esta forma, cuando asistían a la fiesta iban vestidos para la ocasión con la vestimenta adecuada que los identificaba como invitados especiales. Aunque esta tradición no esta comprobada por la historia, lo cierto es que nos ejemplifica perfectamente lo que esta pasando aquí. Se esperaba que los invitados a la boda del hijo del rey estuvieran vestidos para la ocasión, pero de repente se encontró con alguien que no: Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Es obvio que la vestimenta lo delataba, a lo mejor todos vestían ropas distinguidas, y este hombre utilizaba un atuendo usado, por eso el rey le pregunto como entro a la fiesta, pero este no pudo contestarle: Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Como resultado de esto, el rey ordeno atarle echarlo fuera: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos. De alguna forma las últimas palabras: Porque muchos son llamados, y pocos escogidos, nos recuerda el llamado que el mensaje del evangelio les hace a muchas personas, pero pocas lo responden.

              Esto de usar vestiduras adecuadas para la boda nos hace recordar la metáfora que encontramos en la Biblia de vestir vestiduras blancas delante de nuestro Señor. De alguna manera las vestiduras distinguidas eran un símbolo de consagración o de santidad en el Antiguo Testamento. Vemos, por ejemplo, como Dios mando a hacerles vestiduras especiales a sus sacerdotes: “Harás llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo, de entre los hijos de Israel, para que sean mis sacerdotes; a Aarón y a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar hijos de Aarón. Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra y hermosura”, (Éxodo 28:1-2). También, en algunas ocasiones, las vestiduras especiales eran dadas para hacer diferencia a algún miembro distinguido dentro de una familia, así como en el caso de José al cual su padre le dio un vestido diferente al de sus hermanos: “Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores”, (Genesis 37:3). Las vestiduras blancas han sido un símbolo de pureza en la Biblia, así vemos que, por causa del pecado, el sumo sacerdote Josué estaba vestido con vestiduras viles; pero después Dios lo vistió con vestiduras blancas: “E1 Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh, Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie. Y el ángel de Jehová amonestó a Josué, diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí están te daré lugar”, (Zacarias 3:1-7). Si nos damos cuenta, las vestiduras blancas representaban la justicia y santidad de Josué y lo capacitaba para ministrar con lealtad delante de Dios. De igual forma, en su mensaje a la iglesia de Sardis, el Señor elogia a aquellos creyentes que aun andaban en santidad delante de Él, y a estos los veía con vestiduras blanca: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”, (Apocalipsis 3:4). Nosotros debemos cuidar nuestras vestiduras blancas, evitando mancharlas con el pecado porque nadie que este manchado por el pecado entrara al reino de Dios. Por causa del pecado todos nosotros estamos destituidos del reino de Dios, porque nada inmundo entrara en él, así como lo dice el libro de Apocalipsis: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”, (Apocalipsis 21:27). Sin embargo, gracias al sacrificio de Cristo, podemos ser limpios de toda nuestra inmundicia y ser hechos santos delante de Dios: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”, (2 Corintios 5:21). Gracias a Cristo hemos sido justificados y santificados, por ello la Biblia nos exhorta a progresar en nuestra santificación alejándonos de todo pecado: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”, (2 Corintios 7:1).

              Por tanto, es importante que todos nosotros cuidemos nuestras vestiduras blancas para que cuando se den las bodas del Cordero, nos encontremos vestidos para ello: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”, (Apocalipsis 19:7-9). Nadie que no vista las vestiduras de justicias que son imputadas por Cristo podrá gozar en la eternidad de este glorioso acontecimiento, por ello, en esta parábola vemos como manda a tomar a aquel hombre que no se encontraba vestido para la boda y fue arrojado afuera: Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos. Así todos aquellos que no laven sus pecados con la sangre de Cristo serán echados a la condenación eterna, pero nosotros lavemos nuestras vestiduras y aferrémonos en fe a la esperanza de vida eterna para que un día nos presentemos irreprensibles delante del Padre, siendo hallados no en nuestra propia justica, sino en la de su Hijo Jesucristo.




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