“Viniendo Jesús a la región de
Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los
hombres que es el Hijo del Hombre?”.
Mateo
16:13
INTRODUCCIÓN
Estando
Jesús en la región de Cesarea de Filipo, les hizo una pregunta determinante a
sus discípulos: ¿Quién
dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?. Ellos les
respondieron: “Ellos dijeron: Unos, Juan el
Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas”,
(Mateo 16:14). Increíblemente hoy en día hay muchos que no saben quien es
realmente Jesús. Para algunos Jesús fue el primer ser creado por Dios, otros
dicen que fue el primer comunista de la historia humana, otros lo llaman otro
dios, otros afirman que solo fue un gran profeta, para otros Jesús es el mismo
Padre y solamente existe Él y no la trinidad, y así se escuchan muchas mas
declaraciones e historias inventadas acerca de su persona, muchas blasfemas
como la que se narra en la obra del código de Da Vinci; pero, ¿quién es
realmente Jesús? Esta es otra de las preguntas que la teología sistemática
pretende responder, y para el caso del ser humana, conocer a Jesús es de suma
importancia J. Oliver Buswell Jr. enfatizó la importancia de este estudio en
las siguientes palabras: “Esto es esencial al
sistema doctrinal cristiano: Que Jesucristo, la persona histórica que vivió en
Palestina a principios de nuestra era, no es otro que el Eterno Hijo de Dios,
igual y consubstancial con Dios el Padre y Dios el Espíritu Santo. Su personalidad
inmaterial, ego o esencia personal, es eterna, sin principio ni fin. Es tan
verdaderamente Dios como el Padre es Dios y el Espíritu Santo es Dios. Y en la
encarnación llegó a ser tan verdaderamente hombre como lo somos nosotros los
hombres”. Por tanto, el estudio de la persona y naturaleza de Jesús
es de suma importancia y por ello estudiaremos la cristología. Llámese
cristología a la parte de la teología que se encarga de estudiar a la persona
de Jesús, como Dios y Hombre perfecto, su deidad, sus atributos, sus oficios y
en general su vida, obra y resurrección. En este caso comenzaremos a
estudiar esta fascinante parte de la teología para conocer a nuestro Señor y
Salvador Jesucristo.
Cristología: La Doctrina de Cristo |
LA NATURALEZA DE JESÚS
Para
poder comprender mejor a Jesús, es necesario estudiar su naturaleza, así como
los títulos que le son otorgados y que están en función de quién es Él. Por
ello, el teólogo Charles Ryrie dijo: “La mejor
manera de responder a la pregunta ¿quién es Cristo? Es dando a conocer y
explicando los nombres y títulos por los cuales es conocido”. No
cabe duda alguna de Jesús es el ser más extraordinario y sublime de todos los
tiempos, estudiarlo y conocerlo es un verdadero desafío, así como una
experiencia edificadora para aquellos que desean conocerlo. Así que en esta
oportunidad continuaremos con este estudio para comprender mejor la naturaleza
de Jesús.
Jesús como Hijo de Dios: Su deidad.
El
titulo de el Hijo de Dios hace referencia a la deidad de Cristo. Jesús es
Dios, la segunda persona de la Trinidad divina, no es un ser creado, es el
creador del universo, el sustentador de la vida, el Todopoderoso, el Salvador y
Redentor. Él ha preexistido desde la eternidad. Myer Pearlman nos dice
en cuanto al titulo de Jesús como Hijo de Dios: “A
Jesús jamás se lo denomina un Hijo de Dios, en el sentido general en que los
hombres y los ángeles (Job 2:1) son hijos de Dios. Es el Hijo de Dios por
excelencia, en sentido especial y único. Según la descripción que de Jesús nos
hacen las Sagradas Escrituras, mantiene con Dios una relación que no es
compartida por persona alguna en el universo”. Por tanto, Jesús es
Dios mismo, y de eso las Escrituras dan testimonio. El mismo Jesús ratifico su
deidad al hacerse igual a su Padre: “Yo y el Padre
uno somos”, (Juan 10:30). De igual forma, los apóstoles lo
reconocieron como Dios, así lo hizo el apóstol Pedro: “Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo
del Dios viviente”, (Mateo 16:16). Lo reconoció Natanael después que
Jesús le declaro que lo había visto cuando estaba debajo de la higuera: “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de
Dios; tú eres el Rey de Israel”, (Juan 1:49). Juan escribió su
evangelio para demostrar que Jesús es Dios: “Pero
éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y
para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”, (Juan 20:31). El
apóstol Pablo reconoció la deidad de Jesús: “E
indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne,
justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído
en el mundo, recibido arriba en gloria”, (1 Timoteo 3:16). Y aun el
incrédulo de Tomás lo reconoció como Dios: “Entonces
Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!”, (Juan 20:28).
Jesús como el Hijo del Hombre: Su humanidad.
El
titulo de el Hijo del Hombre que se le atribuye a Jesús hace referencia a
su naturaleza como hombre perfecto. Jesús no solo es Dios, sino también
hombre lo cual significa que adquirió la naturaleza humana con todas sus
limitantes y debilidades. Al respecto del titulo del Hijo del Hombre Myer
Pearlman dice: “Aplicado a Cristo, la frase Hijo
del Hombre le designa como participante de la naturaleza y cualidades humanas,
y lo sujeta a las fragilidades del hombre”. En la Biblia se nos dice
como Jesús se humillo hasta lo sumo al tomar forma de hombre, renunciando a su
calidad de Dios, se entregó por amor de su iglesia a la misma muerte: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en
Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios
como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de
siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se
humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”,
(Filipenses 2:5-8). Jesús no dejo de ser Dios cuando tomo la forma de hombre,
sino que renuncio a ella mientras estuvo en su misión terrenal, y en este
sentido, Jesús experimento toda clase de debilidad y necesidad humana. Por
ejemplo, sintió hambre: “Al día siguiente, cuando
salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que
tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a
ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos”, (Marcos
11:12-13). Tuvo necesidad de dormir: “Pero mientras
navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el
lago; y se anegaban y peligraban”, (Lucas 8:23). También experimento
el cansancio físico y la sed: “Y estaba allí el pozo
de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al
pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús
le dijo: Dame de beber”, (Juan 4:6:7). De igual forma,
nuestro Señor experimento toda clase de sentimientos que son característicos
del ser humano. Por ejemplo, sintió enojo: “Entonces
dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y les dijo:
¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o
quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo,
entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano.
Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana”, (Marcos 3:3-5).
También sintió regocijo: “En aquella misma hora Jesús
se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las
has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó”, (Lucas
10:21). Sintió compasión: “Y al ver las multitudes,
tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como
ovejas que no tienen pastor”, (Mateo 9:36). Experimento la aflicción
de espíritu: “Ahora está turbada mi alma; ¿y
qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora”,
(Juan 12:27). En el momento de gran aflicción sudo como gruesas gotas de
sangre: “Y estando en agonía, oraba más
intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían
hasta la tierra”, (Lucas 22:44). Y hasta lloró: “Jesús lloró”, (Juan 11:35). De igual
forma, Jesús al ser un hombre con todas sus debilidades, fue tentado en todo,
pero nunca pecó: “Porque no tenemos un sumo
sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue
tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”,
(Hebreos 4:15).
También,
el titulo de Hijo de Hombre, aparte de hacer referencia a su humanidad, hace
referencia a su carácter como Mesías, el Cristo, basado en la visión del
profeta Daniel: “Miraba yo en la visión de la noche,
y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino
hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado
dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le
sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que
no será destruido”, (Daniel 7:13-14). Respecto a estos versículos
Evis Carballosa nos comenta: “El titulo Hijo de
Hombre señala al mismo Mesías. Los evangelios abundan en pasajes donde dicha
expresión se usa con referencia a Cristo (véase Mateo 8:20; 9:6; 10:23; 11:23;
11:19; Lucas 19:10; 22:48; 18:31; etc.). El Señor se refirió a sí mismo como el
Hijo del Hombre (Mateo 16:13-20). En el pasaje de Mateo 16, el Hijo del Hombre,
el Mesías y el Hijo del Dios viviente son la misma persona”. En este
sentido, el titulo Hijo de Hombre hace referencia a su carácter como Mesías. La
palabra Mesías proviene del hebreo mashíakj (מָשִׁיחַ),
y
su equivalente en griego es Cristo, que a su vez se traduce de la palabra
griega Jristós (Χριστός), y ambas significan
Ungido, porque el Mesías seria aquel que seria ungido por el poder del Espíritu
Santo y que tendría el poder de Dios para traer el alivio y liberación a su
pueblo y juicio sobre los malvados, instaurando su reino sobre esta tierra, tal
y como el profeta Isaías anunciaba: “El Espíritu de
Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar
buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a
publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a
proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios
nuestro; a consolar a todos los enlutados”, (Isaías 61:1-2). Si nos
damos cuenta el Señor Jesús cumplido perfectamente la primera parte de esta profecía,
la de traer alivio y liberación a este mundo, de hecho, Él mismo lo dijo: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo
entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio
el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde
estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido
para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados
de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner
en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y
enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la
sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta
Escritura delante de vosotros”, (Lucas 4:16-21). Como vemos, la
primera parte de la profecía de Isaías 61 se cumplieron en su primera venida,
pero la segunda parte de esta profecía que consiste en traer el día de la
venganza del Señor e instaurar el reino milenial se cumplirán en su segunda
venida.
LA UNIÓN HIPOSTÁTICA DE CRISTO
La
unión hipostática es un término técnico que hace referencia a la naturaleza de
una sustancia y en este sentido con este termino se designa la unión de
las dos naturalezas, la divina y la humana, en la persona de Jesús, sin
embargo, esto no significa que Jesús es mitad Dios y mitad Hombre, o un
semidios, como en la mitología griega, sino en todo su ser es Dios mismo y
Hombre perfecto habitando plenamente: “Porque en él
habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”, (Colosenses
2:9). En este sentido, Jesús posee al mismo tiempo ambas sustancias, la divina
y la humana, no combinadas como en una especie de fundición donde dos
sustancias pasan a ser una sola, sino que Cristo conserva las dos naturalezas y
no por ello Él deja de ser Dios perfecto y Hombre perfecto al mismo tiempo.
Respecto a esto el teólogo Charles Hodge opina: “Su
Hijo como revestido de todos los atributos de la humanidad, con un cuerpo
nacido de mujer, que aumentó en estatura, que fue visto, sentido y tocado; y
con un alma que se turbaba, que se gozaba y que aumentaba en sabiduría y que
desconocía ciertas cosas, Dios quiere y demanda que creamos que era un
verdadero hombre, no un fantasma, ni una abstracción: no un complejo de
propiedades sin la sustancia de la humanidad, sino un hombre verdadero real,
como los otros hombres, pero exento de pecado. De la misma manera: cuando es
declarado como Dios sobre todas las cosas, como omnisciente omnipotente y
eterno, no es menos evidente que Él tiene una naturaleza verdaderamente divina;
que la sustancia de Dios en Él es el sujeto en el que son inherentes todos
estos atributos divinos. Siendo esto así, se nos enseña que los elementos
combinados en la constitución de su naturaleza, esto es, Su humanidad y
divinidad, son dos naturalezas o sustancias distintas”. Por tanto,
entendemos que Jesús posee dos naturalezas diferentes la una de la otra, la
divina y la humana, pero que forman parte de su Ser, y no por ello deja de ser
menos divino o menos humano, es plenamente Dios en todos sus atributos y es
Hombre perfecto al mismo tiempo.
La encarnación del Hijo de
Dios.
Para
llegar a ser Hombre perfecto, el Hijo de Dios tuvo que encarnarse. Llámese
la encarnación del Hijo de Dios al hecho de que de que se hizo hombre a través
de la concepción milagrosa de María por medio del Espíritu Santo. Es
importante no confundir este tema de la encarnación del Hijo de Dios con la
creencia hindú de la reencarnación, esta ultima no es una creencia cristiana.
Al respecto de la encarnación de Cristo Lewis Sperry Chafer dice: “Al considerar la encarnación deben de admitirse dos
verdades importantes: 1) Cristo fue al mismo tiempo, y en un sentido absoluto,
verdadero Dios y verdadero hombre; y 2) al hacerse Él carne, aunque dejó a un
lado su gloria, en ningún sentido dejó a un lado su deidad. En su encarnación
Él retuvo cada atributo esencial de su deidad. Su total deidad y completa
humanidad son esenciales para su obra en la cruz. Si Él no hubiera sido hombre,
no podría haber muerto; si Él no hubiera sido Dios, su muerte no hubiera tenido
tan infinito valor”. Como ya vimos, Jesús es Dios y Hombre perfecto
al mismo tiempo, y esto de poseer ambas naturalezas fue gracias a su
encarnación. Antes de su encarnación, el fue Dios y sigue siendo Dios desde la
eternidad, y en el Antiguo Testamento a veces se manifestaba en forma humana a
través de la figura del Ángel de Jehová. Veamos un ejemplo de esto, podríamos
citar el pasaje donde el Ángel de Jehová se le apareció a la mujer de Manoa
para anunciarle el nacimiento de Sansón: “Y había un
hombre de Zora, de la tribu de Dan, el cual se llamaba Manoa; y su mujer era
estéril, y nunca había tenido hijos. A esta mujer apareció el ángel de Jehová,
y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero
concebirás y darás a luz un hijo”, (Jueces 13:2-3). Y este ángel de
Jehová fue identificado más tarde como el mismo Dios: “Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas,
no comeré de tu pan; más si quieres hacer holocausto, ofrécelo a Jehová. Y no
sabía Manoa que aquél fuese ángel de Jehová. Entonces dijo Manoa al ángel de
Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos? Y
el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es
admirable? Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña
a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer. Porque
aconteció que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de
Jehová subió en la llama del altar ante los ojos de Manoa y de su mujer, los
cuales se postraron en tierra. Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a
Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová. Y dijo
Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto. Y su mujer
le respondió: Si Jehová nos quisiera matar, no aceptaría de nuestras manos el
holocausto y la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas, ni ahora
nos habría anunciado esto”, (Jueces 13:16-23). Por tanto, podemos
entender que cuando en el Antiguo Testamento aparece el Ángel de Jehová, en
ocasiones se refiere a la manifestación física de Cristo antes de haberse
encarnado, al Cristo pre-encarnado, y esto a su vez se conoce con el nombre
técnico de una teofanía de Cristo. Luego, Cristo se encarnó a través de la
ayuda del Espíritu Santo el cual hizo que María quedase embarazada y que el
niño se gestara en su vientre: “Al sexto mes el
ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a
una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y
el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba,
dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las
mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué
salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has
hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a
luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo
del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará
sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María
dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel,
le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo
de Dios”, (Lucas 1:26-35). De esta forma y a través de la
intervención divina del Espíritu Santo, Cristo se encarnó, se gestó en su
vientre y nació como hombre perfecto, y por el hecho de no haber nacido por
medio de la concepción de un hombre y una mujer, no heredo la naturaleza
pecaminosa, de allí que se dice que su nacimiento fue inmaculado, es decir, sin
pecado concebido. En cuanto a su nacimiento inmaculado, J. Oliver Buswell Jr. nos
dice: “Además de que Cristo no está implicado ni
representado en el pecado original de Adán, y por tanto en ninguna manera tiene
culpa de ello, se ha sugerido que en su nacimiento fue protegido
sobrenaturalmente de la corrupción y contaminación del pecado. Se le dio la
promesa a María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra por lo cual también el santo ser que nacerá será llamado
Hijo de Dios» (Lucas 1.35). Se ha sugerido que esta promesa no solo predice el
nacimiento virginal de Cristo sino también una protección especial por medio de
la cual la santidad de aquel que nació fue presentada perfectamente”.
De esta forma, el Hijo de Dios se encarnó y llego a ser Hombre perfecto, el
único que fue concebido sin pecado alguno, completamente santo y sin heredar la
naturaleza pecaminosa que todos los seres humanos heredamos de nuestros padres,
pues Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo.
Al
encarnarse, Jesús se privó voluntariamente a su naturaleza divina, no en
el sentido que dejó de ser Dios, sino que se sujetó voluntariamente a su
condición humana para luchar como hombre, dependiendo de Dios totalmente para
vencer las pruebas y tentaciones, y confiando del poder del Espíritu Santo para
hacer la obra del Padre y demás milagros. En Filipenses se nos habla de
esto: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre
que es sobre todo nombre”, (Filipenses 2:5-9). En teología su usa el
termino técnico Kenosis, palabra griega que significa “vaciamiento”
y hace referencia a este hecho en el cual Jesús se despojó o se privó de
algunos atributos divinos de forma voluntaria para sujetarse como siervo a su
condición de humano para cumplir la misión que el Padre le había encomendado y
cumplir su obra redentora. De esta forma el Hijo de Dios se encarnó, privándose
de algunos atributos divinos para realizar su obra redentora y nos enseñó la
forma de cómo nosotros también podemos vencer a través de la dependencia del
Espíritu Santo.
La preexistencia de Cristo.
Cristo
es Hombre perfecto, pero eso no significa que Él tenga un principio, o que fue
un ser creado. Llámese la preexistencia de Cristo a
la verdad de que Cristo como Dios es eterno, un Ser no creado pues Él es el
Creador de todo. La preexistencia de Cristo nos habla de su
eternidad, no tiene principio ni fin. Cristo es un ser eterno, no un ser
creado, sino el creador de todo lo que existe. Al respecto de su
preexistencia, Lewis Sperry Chafer nos da la siguiente información: “En cuanto a su humanidad, Él tuvo principio, pues fue
concebido por el poder del Espíritu Santo y nació de una virgen. En cuanto a su
divinidad, Él no tuvo principio, pues ha existido desde la eternidad”.
Cristo es eterno y Juan lo declara claramente al afirma que Él estaba en el
principio de todas las cosas y que Él era con Dios y era Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él
fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”,
(Juan 1:1-3). También, el apóstol Pablo declara esta verdad en cuanto a su
preexistencia como Dios: “Él es la imagen del Dios
invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas
las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e
invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo
fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas
las cosas en él subsisten”, (Colosenses 1:15-17). Pablo dice que
Jesús es el primogénito de toda la creación, y con esto no quiere decir que
Jesús es el primer ser creado. La palabra primogénito se usa en dos sentidos.
El primero es para referirse al primer hijo nacido. El segundo hace referencia
a usar la palabra primogénito para referirse al descendiente principal sobre el
cual recae el mando principal de toda la familia. Esto ultimo le vemos en la
Biblia, por ejemplo, Jacob era el segundo en nacer, pero sobre él recayó la
primogenitura, y de esta forma, Cristo es el primogénito de toda la creación ya
que al Padre le ha placido darle esta potestad de gobierno al su Hijo amado, el
cual, como Pablo dice, es antes de todas las cosas y por medio de Él subsisten.
Así de esta forma comprendemos la preexistencia de Cristo.
DOCTRINAS ERRADAS EN CUANTO A LA DIVINIDAD Y HUMANIDAD DE JESÚS
Jesús es Dios y Hombre perfecto al mismo
tiempo, sin embargo, a lo largo del tiempo han surgido muchas doctrinas erradas
en cuanto a su naturaleza, y no dudamos que el principal autor de todas ellas
es el mismo Satanás el cual ha guiado a hombres perversos a tal fin, ya que el
enemigo de nuestras almas no esta interesado en que el mundo conozca quién
realmente es Jesús. Aunque existen muchas doctrinas erradas que han surgido a
lo largo de la historia, en esta oportunidad mencionaremos algunas de ellas.
El Docetismo.
El docetismo es
una doctrina errada que niega la encarnación de Jesús, es decir, que Jesús no
se hizo Hombre, sino que solamente sus apariciones corporales fueron un mero
ilusionismo y, por tanto, sus sufrimientos en la cruz del Calvario fueron
fingidos, ya que al no ser un hombre real no pudo haberlos
experimentado. La palabra docetista viene del griego dokeo, que
significa parecer o semejarse. Marción y los gnósticos en general enseñaron que
Jesús solamente parecía ser un hombre, que en realidad no vino en la carne,
aunque esta creencia ya existía desde antes del surgimiento de Marción, de
hecho desde el primer siglo se observa evidencia de esta doctrina herética ya
que uno de los propósitos de Juan en sus escritos es demostrar que Jesús es
Dios, pero que este se encarnó y por consiguiente fue Hombre perfecto: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de
verdad”, (Juan 1:14). El teólogo Charles Hodge supo defender el
hecho de que Jesús no fue una aparición incorpórea, sino que tuvo un cuerpo
humano: “Por verdadero cuerpo se entiende que
tenía un cuerpo material, compuesto de carne y sangre, semejante en todo lo
esencial a los cuerpos de los hombres ordinarios. No era un fantasma, ni una
mera semejanza de cuerpo. Tampoco fue formado de una sustancia celestial o
etérea. Esto está claro, por cuanto nació de mujer. Fue concebido en el cuerpo
de la Virgen María, alimentado de su sustancia de modo que fue consustancial
con ella. Su cuerpo creció en estatura, pasando a través del proceso ordinario
de infancia a la edad adulta. Estuvo sujeto a todo lo que afecta a un cuerpo
humano. Estuvo sujeto al dolor, al placer, al hambre, a la sed, a la fatiga, al
sufrimiento, y a la muerte. Podía ser visto, sentido y tocado. Las Escrituras
declaran que era de carne y sangre. «Así, por cuanto los hijos han tenido en
común una carne y una sangre, él también participó igualmente de lo mismo»
(Hebreos 2:14). Nuestro Señor les dijo a Sus aterrorizados discípulos: «Un
espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (Lucas 24:39). Él
fue anunciado en el Antiguo Testamento como la simiente de la mujer; la
simiente de Abraham; el Hijo de David. Fue declarado como hombre, Varón de
Dolores; el Hombre Cristo Jesús; y Él se designó a Si mismo como el Hijo del
Hombre. Esta designación aparece unas ochenta veces en el Evangelio. Así, nada
se revela acerca de Cristo con mayor claridad que el hecho de que Él tenía un
verdadero cuerpo”.
El Ebionismo.
El ebionismo es
una doctrina herética proveniente de una secta judeo-cristiana que negaba la
naturaleza divina de Jesús y, por consiguiente, su nacimiento virginal.
Su nombre proviene de una transliteración al griego de una palabra hebrea que
es ebion, y que significa pobre. Su existencia se data desde el año 140
d.C. donde Justino Mártir escribió de una secta aparentemente cristiana pero
que vivía de acuerdo a la ley de Moisés, luego, más tarde, en e año 180 d.C.,
Ireneo de Lyon, utilizo el termino de ebionista por primera vez afirmando que
esta secta era herética y judaizante, y allá en el año 212 d.C., Orígenes
explico que la palabra ebion significaba pobre y que existían dos tendencias,
la primera que no negaba su nacimiento virginal, y la segunda que sí, pero en
ambos casos, se negaba su naturaleza divina y se veía su creación desde el
momento en el que nació del vientre de María, y por tanto, negaban su preexistencia.
Sin embargo, en Lucas encontramos la declaración del ángel Gabriel el cual
afirmaba que María quedaría embarazada por obra del Espíritu Santo y que el
Santo Ser que nacería de ella sería el Hijo de Dios: “Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser
que nacerá, será llamado Hijo de Dios”, (Lucas 1:35). Respecto a su
nacimiento virginal y carácter divino, J. Oliver Buswell Jr. afirma: “Jesucristo no es mitad Dios y mitad hombre, como ocurre
con los dioses de las mitológicas mundanas. El asunto está bien resumido en las
palabras: «Cristo, el Hijo de Dios, se hizo hombre, tomándose un cuerpo
verdadero y un alma racional; siendo concebido por obra del Espíritu Santo en
el vientre de la Virgen María, de la cual nació, más sin pecado». Estas
constituyen la respuesta a la pregunta número 22 del Catecismo Menor, que reza
así: «¿Cómo se hizo Cristo hombre siendo como era Hijo de Dios?»”.
De esta forma, nosotros los cristianos creemos en el nacimiento virginal de
Cristo y en su deidad.
El Arrianismo.
El arrianismo es
otra doctrina herética que enseñaba que Jesús fue el ser más grande de todos
los creados, pero no era Dios. Esta doctrina errada fue desarrollada
por un presbítero de Alejandría llamado Arrio, y fue una de las principales
herejías que se combatieron en el Concilio de Nicea en el año 325 d.C. En la
Biblia, y especialmente en el evangelio según Juan se nos enseña que Jesús no
es un ser creado, sino Dios mismo al coexistir con el Padre desde el principio
de los tiempos y al ser el mismo Dios: “En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”,
(Juan 1:1). Aquí queda muy claro que Jesús, el Verbo, estaba en el principio de
todo, y que Jesús estaba al lado de Dios, su Padre, y que Jesús era el mismo
Dios. La secta de los Testigos de Jehová ha heredado mucho de esta herejía, ya
que ellos reconocen a Jesús como un gran profeta, un gran ser creado, pero
niegan su divinidad, tergiversando el texto de Juan 1:1 en su Versión llamada
“La Traducción del Nuevo Mundo”. En esta obra citan Juan 1:1 de la siguiente
forma: “En [el] principio la Palabra era, y la
Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios”. Si
nos damos cuenta, ellos afirman que la Palabra, Jesús, era “un dios”, pero no
Dios, ya que tratan de ocultar la verdad de que Jesús no es un ser creado, sino
Dios mismo. Desde el principio de la historia cristiana el diablo ha tratado de
desmentir la verdad de la deidad de Cristo, pero a través de las Escritura
podemos comprender lo contrario, y de hecho en el Credo de Nicea los
presbíteros y obispos de la iglesia del tercer siglo llegaron a plasmar esta
verdad en la siguiente declaración de fe: “Creo
en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de
todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue
hecho”. En el famoso credo Niceno declaran que Jesús es el Hijo
único de Dios, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
ciertamente fue engendrado por obra del Espíritu Santo, pero nunca fue creado.
El Monarquianismo.
El monarquianismo
es otra herejía desarrollada entre el siglo II y III d. C. y que de alguna
manera encierra el espíritu de oposición judía de estos siglos que querer
evitar el anuncio de Cristo como Señor y Salvador del mundo. El
monarquianismo proclamaba la existencia de un solo Dios, un solo monarca
supremo del universo y, por tanto, negaba la existencia de la Trinidad, creía
que las menciones del Padre, Hijo y Espíritu Santo eran manifestaciones de la
misma persona divina. El monarquianismo se dividía en dos tendencias principales.
El modalismo, el cual afirmaba que existe un solo Dios y que las
menciones del Padre, Hijo y Espíritu Santo solo son una manifestación de la
misma persona lo cual cae en una negación de la Trinidad divina. La otra
tendencia era el adopcionismo, el cual afirmaba que Jesús solo era un hombre
que llego a ser adoptado por Dios en el momento de su bautismo y fue poseído
por un espíritu llamado Cristo que le ayudo a hacer las obras que están
descritas en los evangelios, y no fue después de su muerte que su espíritu fue
ascendido a los cielos. La Biblia enseña definitivamente que Dios es uno: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”,
(Deuteronomio 6:4), pero al mismo tiempo queda claro la doctrina de la
Trinidad, la existencia de tres personas diferentes, pero un mismo Dios: “Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación
del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia
y paz os sean multiplicadas”, (1 Pedro 1:2).
El apolinarismo.
Llámese apolanarismo
a una doctrina herética surgida en el siglo III d.C. por Apolinar el Joven,
obispo de Laodisea, el cual llego a negar la naturaleza humana de Jesús y
afirmo que el cuerpo que uso era un cuerpo sin alma, ya que consideraba que
todo cuerpo con espíritu humano lo volvía pecador, de tal forma que el Logos se
apodero del cuerpo de Cristo sustituyendo así su alma y lo uso como una especie
de marioneta para hacer su obra. Esta herejía es el extremo del
arrianismo. Mientras que el arrianismo niega la divinidad de Jesús, el
apolinarismo niega su humanidad; sin embargo, ambas están totalmente
equivocadas y fueron negadas por la iglesia.
El Nestorianismo.
El Nestorianismo
es una doctrina herética surgida por Nestorio, obispo de Constantinopla, el
cual llego a afirmar de manera equivocada que Cristo estaba separado en dos
naturalezas, la divina y la humana y, por consiguiente, formaban dos seres
totalmente independientes unidos en Cristo. Esta doctrina fue condenada
en el Concilio de Éfeso en el año 431 d.C.
LA OBRA REDENTORA DE CRISTO JESÚS
En 1 Corintios el apóstol Pablo resume
perfectamente la obra redentora de Cristo Jesús: “Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que
resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”, (1 Corintios
15:3-4). Definitivamente Jesús vino a esta tierra con una misión especial, la
de redimirnos de todos nuestros pecados y por ello fue y murió en la cruz del
Calvario, pero al tercer día resucitó. Por causa del pecado el hombre nace en
una condición de condenación y no hay ofrenda o sacrificio humano que lo pueda
salvar, por ello Dios proveyó el medio de salvación a través del sacrificio de
su Hijo amado el cual fue anunciado desde el mismo momento en el que Adán y Eva
cayeron en desobediencia y el pecado entro al mundo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente
suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”,
(Génesis 3:15). La simiente de la mujer es Cristo y aquí encontramos una clara
referencia a su sacrificio en la cruz, la serpiente que es Satanás lo heriría
en el calcañar, una herida no mortal; pero Cristo le aplastaría la cabeza
triunfando sobre ella. Desde aquí se anunciaba la obra redentora que la
simiente de la mujer realizaría. Además de esto, también, a través de la
simiente de Abraham, se prometió un descendiente por medio del cual este mundo
fuese bendecido y sacado de la maldición del pecado: “Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y
dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no
me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré
tu descendencia como las estrellas del
cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá
las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las
naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”, (Génesis
22:15-18). Debido a que Abraham fue obediente al no negarle a Dios su hijo
Isaac cuando se lo pidió en sacrificio, Dios prometió que en su simiente serian
benditas todas las naciones de la tierra, y esta simiente de Abraham es Cristo
mismo, el cual puede bendecir a aquellos que se acercan a Él. Es obvio que el
principio de esta bendición está en el perdón de nuestros pecados, y de alguna
manera al leer esta historia bíblica donde Abraham se dispone a obedecer a Dios
cuando le pide que le entregue en sacrificio a su único hijo Isaac: “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham,
y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu
único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en
holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de
mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su
hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le
dijo”, (Génesis 22:1-3). Ahora, yendo de camino, Isaac le hace una pregunta
a su padre que anunciaba la venida de Cristo: “Entonces
habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí,
mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero
para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero
para el holocausto, hijo mío. E iban juntos”, (Génesis 22:7-8).
Ciertamente Dios proveería de un cordero para el holocausto de tal forma que
cuando Dios vio que Abraham esta dispuesto a obedecerle sabiendo que sus
promesas son verdadera, Dios detuvo a Abraham, lo bendijo y le proveyó de un
cordero: “Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y
he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue
Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo”,
(Génesis 22:13). No obstante, Dios no solo le proveería a Abraham un cordero
para el sacrificio, sino también a toda la humanidad por medio de su Hijo amado
que seria ofrecido como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, tal y
como Juan el bautista lo declaró: “El siguiente día
vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo”, (Juan 1:29).
Además de todo
esto, su obra redentora implicaba restaurar el reino de Dios en esta tierra, y
esto se deja ver en una profecía dada a David donde se le anuncio que uno de
sus descendientes se sentaría para siempre en su trono: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres,
yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus
entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré
para siempre el trono de su reino”, (2 Samuel 7:12-13). Esta
profecía se cumple en Jesús y por ello se le llama en ocasiones con el titulo
de hijo de David. En su primera venida, el Señor cumplió su obra redentora para
todos aquellos que creen, pero en su segunda venida vendrá a establecer su
reino de 1000 años en esta tierra y allí Él establecerá su reino, y será rey
eterno en la Nueva Jerusalén. De esta forma, y a través de muchas profecías
dadas a lo largo de todo el Antiguo Testamento, el Mesías fue anunciado, y
finalmente, este nació de una virgen llamada María, creció y a los 30 años
aproximadamente comenzó su ministerio en esta tierra, el dio testimonio de sí
mismo y realizo grandes proezas y señales que corroboraban su persona, pero fue
capturado por hombres pecadores los cuales lo crucificaron, murió y fue
sepultado, pero al tercer día resucito, y con ello sello su victoria sobre el
pecado y el imperio de Satanás, y por ello Pablo predicaba: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras.
La muerte de Cristo.
Su muerte es de
gran significado en el cristianismo, ya que su muerte nos habla de su
obra expiatoria en la cruz del Calvario, tomando nuestro lugar como un
sustituto, muere en lugar de nosotros para expiar nuestras maldades y poder
presentarnos irreprensibles delante de su Padre: “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y
enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su
cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e
irreprensibles delante de él”, (Colosenses 2:21-22). Por ello, Myer
Pearlman dice: “Al morir por nuestros pecados,
quitó la barrera reparatoria; soportó sobre si lo que nosotros debíamos de
haber soportado; realizo por nosotros lo que nosotros éramos impotentes de
hacer por nosotros mismos; esto hizo porque era la voluntad del Padre”.
De esta forma, a través de su muerte, Jesús hace expiación por todos nuestros
pecados, y esto es solo para aquellos que creen en su sacrificio.
La resurrección de Cristo.
Si bien es cierto,
Cristo murió por nuestros pecados y fue sepultado, pero al tercer día resucito.
La resurrección es el sello final de su victoria sobre la muerte, es el
hecho milagroso más extraordinario y sorprendente de toda la historia de la
humanidad y lo que hace diferente a Cristo de cualquier otro líder religioso.
A lo largo de la historia se han levantado muchos líderes religiosos, tal y
como Mahoma, Confucio, Buda, entre otros, pero a diferencia de Cristo, estos
murieron y sus restos están con suerte en alguna tumba; pero la tumba de Cristo
esta vacía porque resucito de entre los muertos. Si la resurrección de Cristo
nunca se hubiese operado, nuestra fe fuese vana, así lo dice el apóstol Pablo: “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo
resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana
es también vuestra fe”, (1 Corintios 15:13-14). Cuando Jesús murió,
fue sepultado en una tumba propiedad de José de Arimatea: “Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea,
llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. Este fue a Pilato y
pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. Y
tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su
sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran
piedra a la entrada del sepulcro, se fue”, (Mateo 27:57-60). Sin
embargo, las Escrituras testifican que al tercer día se levanto de entre los
muertos, y de acuerpo a Pablo, en su cuerpo opero el poder del Espíritu Santo
el cual lo resucito: “Y cuál la supereminente
grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del
poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y
sentándole a su diestra en los lugares celestiales”, (Efesios
1:19-20). Es a través de su resurrección que Jesús venció la muerte y ahora
puede dar vida eterna a los que creen en su nombre haciéndolos resucitar
también en el día postrero: “Mas ahora Cristo ha
resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por
cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de
los muertos. Porque, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos
serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias;
luego los que son de Cristo, en su venida”, (1 Corintios 15:20-23).
La resurrección de
Cristo es un hecho innegable que muchos han tratado de negar levantando
hipótesis que han estado destinadas a fracasar. Así algunos intentaron decir
que Jesús no resucito, sino que sus discípulos robaron su cuerpo: “Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho
dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de
noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos”, (Mateo 28:12-13).
Otros afirmaron que Jesús no murió, sino que solo sufrió un desmayo, de tal
forma que cuando su cuerpo fue colocado en la tumba, estaba desmayado y no
muerto, y luego, con el aire fresco de la cueva, despertó y se levanto
partiendo de ese lugar. Sin embargo, la Escritura testifica que Jesús expiro y
murió, es más, un centurión romano fue testigo de ello: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión
vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este
hombre era justo.”, (Lucas 23.46-47). También se nos dice que los
soldados romanos corroboraron su muerte abriéndole con una lanza uno de sus
costados por donde salió la poca sangre mezclado con el líquido del pericardio
que rodea el corazón como testimonio que ya estaba muerto: “Pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba
muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el
costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua”, (Juan
19:33-34). De esta forma, dichas hipótesis del robo de su cuerpo o del desmayo
quedan negadas.
Ahora bien, la
resurrección de Cristo es cierta en el sentido de que su muerte y su
resurrección fueron anunciadas desde el Antiguo Testamento, por ejemplo, el
Salmo 22 declara los sufrimientos de Cristo: “Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi
salvación, y de las palabras de mi clamor?... Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio
de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen;
estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él;
sálvele, puesto que en él se complacía… Como un tiesto se secó mi vigor, y mi
lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque
perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos
y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me
observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”,
(Salmo 22:1, 6-8, 15-18). También Isaías nos habla del Siervo sufriente: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado,
y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió
nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y
abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por
su camino; más Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y
afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja
delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por
juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de
la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se
dispuso con los impíos su sepultura, más con los ricos fue en su muerte; aunque
nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca”, (Isaías 53:3-9). Sin
embargo, Isaías afirma que su muerte su seria para expiación de los pecados y
viviría por largos días, una referencia a su resurrección: “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a
padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá
linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano
prosperada”, (Isaías 53:10). Y en el Salmo hay una alusión directa a
su resurrección: “Porque no dejarás mi alma en el
Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción”, (Salmo 16:10). De
esta forma las Escrituras del Antiguo Testamento daban testimonio de la muerte
y resurrección de Cristo, y no solo eso, sino, el mismo Señor Jesús lo afirmo: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que
le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los
principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer
día”, (Mateo 16:21).
También su
resurrección ha llegado a ser un hecho histórico confirmado por muchos
testigos, y al respecto de estos Charles Ryrie los enumera: “La cantidad y variedad de personas en diversas
circunstancias que vieron al Señor después de su resurrección prestan evidencia
abrumadora del hecho de que El sí resucitó de entre los muertos… El orden de
las apariciones entre la resurrección y la ascensión de Cristo parece ser la
siguiente: (a) a María Magdalena y a las otras mujeres (Mateo 28:8–10; Marcos
16:9–10; Juan 20:11–18); (b) a Pedro, probablemente por la tarde (Lucas 24:34;
1 Corintios 15:5); (c) a los discípulos en el camino a Emaús, al anochecer
(Marcos 16:12; Lucas 24:13–32); (d) a los discípulos, excepto Tomás, en el
aposento alto (Lucas 24:36–43; Juan 19:19–35); (e) a los discípulos incluso
Tomás, el próximo domingo por la noche (Marcos 16:14; Juan 20:26–29); (f) a
siete discípulos junto al mar de Galilea (Juan 21:1–24); (g) a los apóstoles y
a más de 500 hermanos y a Jacobo el medio hermano del Señor (1 Corintios
15:6–7); (h) a los que presenciaron la ascensión (Mateo 28:18–20; Marcos 16:19;
Lucas 24:44–53; Hechos 1:3–12)”. A parte del testimonio de las
Escrituras y los testigos oculares, Josefo, un historiador judío llego a
afirmar que Jesús se había aparecido resucitado a sus discípulos al tercer día,
esto se encuentra en su obra “Antigüedades III”, libro 18, capitulo 3, verso 3:
“Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado
Jesús, si es lícito llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y fue
maestro de aquellos hombres que aceptan
con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado
por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron
de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas
habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces
hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos”. De
igual forma, tenemos el testimonio unánime de los padres de la iglesia
primitiva que predicaron y escribieron acerca de la resurrección de Cristo como
un hecho innegable, así lo hicieron Ignacio de Antioquia, discípulo de Pedro,
Policarpo de Esmirna, discípulo de Juan, Justino Mártir, Tertuliano, entre
otros.
Por tanto, la
resurrección de Cristo es un hecho profetizado en el Antiguo Testamento,
cumplido por nuestro Señor Jesucristo y constituye la esperanza del
cristianismo.
La ascensión de Cristo.
La ascensión de
Cristo es posterior a su resurrección. Se llama la ascensión al momento
en el cual Jesús, ya con un cuerpo resucitado, entro en la gloria ascendiendo a
los cielos para estar con su Padre 40 días después de su resurrección. De
acuerdo a las Escrituras, esto ocurrió en Betania y fue en presencia de los once
discípulos: “Y los sacó fuera hasta Betania, y
alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que, bendiciéndolos, se separó de
ellos, y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de haberle adorado,
volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y
bendiciendo a Dios. Amén”, (Lucas 24:50-53). Fue por un lapso de 40
días después de su resurrección que Jesús permaneció con sus discípulos antes
de ascender a los cielos: “Después de padecer la
muerte, se les presentó dándoles muchas pruebas convincentes de que estaba
vivo. Durante cuarenta días se les apareció y les habló acerca del reino de
Dios”, (Hechos 1:3). Marcos nos dice que ascendió al cielo para
estar sentado a la diestra de su Padre: “Y el Señor,
después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra
de Dios”, (Marcos 16:19). Además de esto de esto, también su ascensión
al cielo nos anuncia su pronto regreso: “Y habiendo
dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le
ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre
tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con
vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué
estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al
cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”, (Hechos 1:9-11).
Por tanto, así como Jesús ascendió en las nubes al cielo para esta en gloria
con su Padre, así regresara por su iglesia, y es con su ascensión que pone fin
a su periodo de humillación e inicia su estado de constante exaltación.
Excelente
ResponderBorrarExcelente
BorrarExtraordinario estudio. Cómo podría estudiar cristologia
ResponderBorrarHola Extraordinario estudio me encantaría estudiar cristología, aver si me podrían mandar estudios sobre cristología por correo electrónico gracias y que Dios los bendiga
ResponderBorrarHola bendiciones, quisiera estudiar más de Cristología podrían enviar a mi correo información. yguanire71@gmail.com
ResponderBorrarExcelente estudio claro y entendible quisiera saber más
ResponderBorrarL El Señor Jesucristo te continúe bendiciendo para continuar bendiciendo a otros.
ResponderBorrarEn pocas palabra cristo es el mismo Dios padre
ResponderBorrarGracias a Dios por este maravilloso estudio de la divinidad de Jesucristo y por compartirlo
ResponderBorrarEste contenido ha sido de mucho provecho para mi crecimiento Espiritual, pues me ha sido util como referencia en los estudios que estoy realizando en el Instituto de Teología Básica de mi localidad
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