“Entonces los fariseos, oyendo que había
hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de
la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento
en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y
el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
Mateo 22:34-40
INTRODUCCIÓN
Hemos llegado a la tercera y ultima
pregunta que los enemigos de Jesús le hicieron. Recordemos que Jesús se
encuentra en su ultima semana de ministerio, la pascua esta cercana, ha entrado
a Jerusalén y sus enemigos se confabularon para tenderle una trampa a través de
preguntas que tenían como propósito hacerlo ver mal y desacreditar su ministerio.
Si recordamos, el primer grupo en unirse fue el de los discípulos de los
fariseos con los herodianos los cuales le preguntaron si era licito dar tributo
a César, ante esto, Jesús respondió que teníamos que dar a César lo que es de
César y a Dios lo que es de Dios. El segundo grupo que tentó a Jesús con una
pregunta fue el de los saduceos, y estos le preguntaron acerca de la
resurrección de los muertos, a lo cual Jesús les recrimino su falta de
conocimiento de las Escrituras y explico cómo sería la resurrección de los
muertos, serian como los ángeles los cuales no se casan ni se dan en
casamiento. Ahora, viene el tercer grupo, los fariseos, los cuales envían a un
interprete de la ley para formularle la siguiente pregunta.
La pregunta del mayor mandamiento |
EL INTÉRPRETE DE LA LEY
“Entonces los fariseos, oyendo que había
hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de
la ley, preguntó por tentarle, diciendo…”
Mateo 22:34-35
Después que Jesús dio su respuesta a la
pregunta de los saduceos, estos quedaron muy avergonzados, a lo cual los
fariseos decidieron juntarse para analizar mejor su próxima pregunta ya que
hasta el momento Jesús había respondido bien a todas sus interrogantes: Entonces los fariseos, oyendo que había
hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Tan impactante fue la respuesta de Jesús que hizo
que los saduceos se quedaran callados, y la palabra que aquí en la RV60 se
traduce por “callar” proviene de la palabra griega fimóo (φιμόω), la cual literalmente significa “poner
bozal”, y esto fue lo que paso con estos saduceos, con su respuesta les puso
bozal ya que quedaron mudos, por ello los fariseos se pusieron alertas ya que
su turno para tentar al Señor había llegado. Ellos sabían que tenían que
realizarle una pregunta que pudiera poner en dificultad a Jesús, especialmente
porque hasta el momento nuestro Señor había respondido bien a preguntas
difíciles y bien formuladas por otros grupos, y por ello, los fariseos
decidieron enviar a uno de sus mejores maestros de la ley que Mateo llama un
intérprete de la ley: Y uno de
ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle. La palabra “intérprete de la ley” se traduce de una
sola palabra griega que es nomikós (νομικός), y hace referencia a una persona que es
experto en la ley de Dios a tal punto que se considera un interprete de la
misma, un oficio que era exclusivo de muy pocos en este tiempo, por tanto, es
de esperarse que este intérprete de la ley fuese una persona versado en las
Escrituras. Ahora, en Marcos se nos agrega un dato interesante en cuanto a este
intérprete de la ley: “Acercándose
uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había
respondido bien, le preguntó…”,
(Marcos 12:28). Si nos damos cuente, este intérprete de la ley estaba
consciente de que las respuestas de Jesús estaban en lo correcto y a lo mejor
este hombre reconoció su autoridad, especialmente, porque en Marcos reconoce su
sabiduría al escuchar la respuesta a su pregunta y se muestra el elogio de
Jesús hacia él: “Entonces el escriba
le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera
de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el
alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que
todos los holocaustos y sacrificios. Jesús entonces, viendo que había
respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno
osaba preguntarle”,
(Marcos 12:32-34). Algunos han llegado a creer que después de este momento este
interprete de la ley se volvió un seguidor de nuestro Señor, y es algo creíble,
ya que no sería el único que pertenecía a una de estas sectas enemigas de Él
que llegara a reconocer su autoridad. Así lo hizo Nicodemo un principal entre
los fariseos: “Había un hombre
de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este
vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como
maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con
él”, (Juan 3:1-2). También tenemos el ejemplo
de José de Arimatea quien era miembro del concilio de los judíos conocido como
el Sanedrín quien simpatizaba con Jesús: “José de Arimatea, miembro noble del concilio, que
también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el
cuerpo de Jesús”, (Marcos 15:43).
En Juan se nos detalla que este era un discípulo en secreto de nuestro Señor: “Después de todo esto, José de Arimatea, que
era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a
Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió.
Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús”, (Juan 19:38). Así que, basados en esto, algunos
opinan que este intérprete de la ley al final se convirtió en un seguidor de
Cristo. Como sea, este hombre era una persona versada en las Sagradas
Escrituras ya que dedicaban su vida a este fin, por ello, los fariseos pensaron
que era una buena idea enviar a uno de sus mejores hombres a realizarle la
pregunta con el fin de tentarlo, considerando que ya habían fallado dos grupos
en esto y esta era la ultima oportunidad.
LA PREGUNTA DEL INTÉRPRETE DE LA LEY
“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la
ley?”.
Mateo 22:36
La pregunta que el intérprete realiza era
una que solía hacerse entre los rabinos y los estudiosos de las Escrituras: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la
ley? En el judaísmo existían dos tendencias en
cuanto al estudio de la ley. La primera era hacer de la ley de Dios una
interminable lista de normas humanas que lejos de acercar al hombre a Dios le
ponían pesadas cargas. Por ejemplo, tenemos el mandamiento de guardar el día de
reposo, o sea, el sábado: “Seis
días se trabajará, más el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová;
cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá”, (Éxodo 31:15). El mandamiento era
sencillo, en día de reposo el hombre tenia que abstenerse de trabajar para
dedicarlo a meditar en el Señor, ese era su verdadero espíritu, apartar un día
para dejar todos los afanes y quehaceres diarios, y adorar a su Señor. Pero los
fariseos lo habían complicado, ya que venia ellos y sobre este mandamiento
ellos establecían una serie de reglas que le exigían a su gente cumplir. Por
ejemplo, les prohibían sanar en el sábado, ya que lo consideraban un trabajo,
de tal forma que si alguien sufría una herida no podían atenderlo de una forma
eficaz que pudiese provocar su sanación, solo podían medio asistirlo para que
no muriera y soportara hasta después que pasara el día sábado. También en
función de no hacer ningún tipo de trabajo, habían establecido una serie de
reglas como el no llevar cargas, el no limpiar ese día la casa, el no matar
incluso a una chinche, el no trillar, no hornear, el no tejer, el no amarrar y
así habían establecido una serie de prohibiciones que volvían tedioso el
guardar ese día. Por ello, el Señor recrimino a los fariseos, por cargar a la
gente con una serie de ordenanzas que ni siquiera ellos estaban dispuestos a
cumplir: “Porque atan cargas pesadas y difíciles de
llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo
quieren moverlas”,
(Mateo 23:4). La otra tendencia en
cuanto a la ley era resumirla en un solo versículo que encerrara el verdadero espíritu
de la palabra de Dios, y esto era algo muy discutido entre los rabinos del
tiempo de Jesús, así que cuando el intérprete de la ley le hizo esta pregunta a
nuestro Señor Jesucristo en cuanto a cuál era el gran mandamiento de la ley,
era algo que ya se hacía entre los rabinos.
LA RESPUESTA DE JESÚS
“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y
grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
Mateo 22:37-40
Ante esta pregunta el Señor le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De esta forma, nuestro Señor resumió
toda la ley en dos mandamientos que a su vez se resumían en el amor, y en
Marcos vemos que Jesús le antepuso la verdad espiritual que Dios es uno: “Jesús le respondió: El primer mandamiento
de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y
con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor
que éstos”, (Marcos 12:29-31). Si tomamos de
referencia las palabras de Jesús registradas en Marcos, vemos que su respuesta
comenzó con una declaración de fe que los judíos conocían, Dios es uno y no hay
otro: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor
uno es. Esta declaración a su vez corresponde a
un pasaje de Deuteronomio: “Oye,
Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”, (Deuteronomio 6:4). Para los judíos estas palabras
de la Escritura constituían una de sus principales declaraciones de fe y que se
les enseñaban desde niños, a esta declaración ellos la llamaban el Shemá (שָׁמַע),
y literalmente significa “escuchar”.
Luego, después de declarar que Dios es uno Jesús anuncia el primero de los
mandamientos: Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Y este es un texto tomado del mismo
libro de Deuteronomio: “Y
amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus
fuerzas”, (Deuteronomio 6:5). Si lo evaluamos el
primer mandamiento podemos entender que debemos amar a Dios con todas nuestras
capacidades, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra
mente, y en Marcos se añade, con todas nuestras fuerzas. La palabra amor se
traduce de la palabra griega agapao (ἀγαπάω), la cual nos habla de un amor entregado y
decidido a amar sin reservas y sin esperar nada a cambio, muy diferente al amor
humano, y este amor debe se con todo nuestro corazón. La palabra corazón se
traduce del griego kardía (καρδία), y desde el punto de vista bíblico, el corazón es el
centro de donde manan todas las intenciones humanas, es el eje de las
existencia humana, es el depósito de emociones las cuales se traducen en actos,
y si el corazón es malo, sus actos serán malos: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen
los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los
hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la
maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen,
y contaminan al hombre”,
(Marcos 7:21-23); pero si el corazón es bueno y ha sido redimido por Cristo,
sus acciones serán buenas: “El
hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo,
del mal tesoro saca malas cosas”,
(Mateo 12:35). En este sentido, Dios espera que le amemos con todo nuestro
emociones y pensamientos, y que este amor se traduzca en acciones que lo
glorifiquen. Luego se nos dice que debemos amar a Dios con toda nuestra alma, y
la palabra alma se traduce del griego psijé (ψυχή), y representa la esencia de nuestro propio
ser, nuestra propia personalidad con su carácter y temperamento está contenido
en el alma, y es así que debemos amar a Dios con todo nuestro ser, sin reserva
alguna, toda parte de nosotros, nuestros sueños, ideales y ser deben estar
entregados totalmente a Dios. También debemos amar a Dios con toda nuestra
mente. La palabra mente se traduce del griego diánoia (διάνοια), y es el asiento de todo pensamiento
intelectual y donde se guarda el conocimiento adquirido que luego puede ser
aplicado para bien o para mal. En este sentido, debemos amar a Dios con todo
nuestro entendimiento, un entendimiento en cuanto a su Ser que se va revelando conforme
nuestra fe va creciendo. Luego, en Marcos se añade, amar a Dios con toda
nuestra fuerza, y la palabra fuerza se traduce del griego isjús (ἰσχύς) que se refiere a ejercer potencia y poder
para realizar una actividad. Por ello, Dios espera que seamos esforzados en
nuestra relación con Él y que no desmayemos, ya que debemos amarlo con todas
nuestras fuerzas. En este sentido, debemos amar a Dios sin reservas, con todo
nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras
fuerzas.
En
segundo lugar, el segundo mandamiento más importante es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Esta declaración de Jesús la toma de un
texto de Levítico: “No te
vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”, (Levítico 19:18). Amar al prójimo significa amar a
los seres humanos como a nosotros mismos, y esto, aunque es sencillo de
entender, pero difícil de aceptar para algunas personas que no están dispuestos
a amar a los demás, y los judíos tenían este problema ya que para ellos el prójimo
era su compatriota dejando excluido a los gentiles a quienes aborrecían, y para
los fariseos era mucho peor ya que ellos veían con desprecio a todos aquellos que
no pertenecen a su secta considerándolos pecadores. Sin embargo, con esto Jesús
nos dice que debemos amar a nuestro prójimo, y nuestro prójimo es todo ser
humano, sin distinción de raza, religión, nacionalidad o clase social. En Lucas
tenemos un relato donde el Señor deja claro quién es el prójimo: “Y he aquí un intérprete de la ley se
levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida
eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél,
respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti
mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás”, (Lucas 10:25-28). Este interprete de la ley
conocía bien las Escrituras y le cito ambos pasajes que aquí nuestro Señor
menciona, sin embargo, para querer justificarse le hace otra pregunta: “Pero él, queriendo justificarse a sí mismo,
dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre
descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le
despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que
descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Así mismo
un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un
samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a
misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y
poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al
partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo
lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos
tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él
dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Vé, y haz tú
lo mismo”, (Lucas 10:29-37). En esta parábola el prójimo
fue el samaritano, y un samaritano era un habitante de la región de Samaria que
era mitad judío y mitad gentil que los judíos odiaban, y con esto Jesús les
estaba diciendo que su prójimo no solo eran sus mismos compatriotas, sino todos
los seres humanos que generalmente ellos veían con desprecio. En el
cristianismo el amor al prójimo y especialmente entre hermanos es una evidencia
de que hemos sido regenerados y no se espera que los nacidos de nuevo vivan de
otra manera: “Habiendo purificado
vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el
amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”, (1 Pedro 1:22). Con este segundo mandamiento
se completa toda la ley, y en general nos enseñan que debemos amar a Dios sobre
todas las cosas y a nuestro prójimo como a uno mismo, de hecho, los diez
mandamientos estaban fundamentados en el principio del amor, así, los primeros
cuatro mandamientos se fundamentan en amar a Dios y los últimos 6 en amar al prójimo,
tal y como lo vemos a continuación:
1.
Primer mandamiento, no tener otros
dioses aparte de Dios, (Éxodo 20:3). El verdadero amor nos ayuda a
escoger a Dios sobre cualquier ídolo de esta tierra.
2.
Segundo mandamiento, no hacer
imágenes para adorarlas, (Éxodo 20:4-6). El verdadero amor produce una
fidelidad a Dios y esto evita que adoremos a las imágenes de los falsos dioses.
3.
Tercer mandamiento, no tomar el
nombre de Dios en vano, (Éxodo 20:7). Cuando amamos verdaderamente a
Dios, su nombre será tomado con reverencia y temor
4.
Cuarto mandamiento, guardar el día
de reposo, (Éxodo 20:8-11). El mandamiento de guardar el sábado y no
hacer ningún tipo de trabajo durante ese día con el fin de dedicarse a Dios
para adorarlo tenía que salir de un corazón que verdaderamente había aprendido
a amar a Dios.
5.
Quinto mandamiento, honrar a padre y
madre, (Éxodo 20:12). Definitivamente, honrar a nuestros padres solo
sale de un corazón que los ama.
6.
Sexto mandamiento, no matar,
(Éxodo 20:13). La vida es lo más precioso y valioso de este mundo, y ningún ser
humano tiene derecho de arrebatárselo, pero este derecho se respeta solo cuando
verdaderamente amamos a nuestro prójimo.
7.
Séptimo mandamiento, no cometer
adulterio, (Éxodo 20:14). La fidelidad matrimonial solo se logra cuando
existe verdadero amor en la pareja de cónyuges.
8.
Octavo mandamiento, no robar,
(Éxodo 20:15). El respeto de la propiedad pública y el no tomar lo que no es de
nosotros proviene de un corazón que ama a su prójimo.
9.
Noveno mandamiento, no dar falso
testimonio en contra del prójimo, (Éxodo 20:16). Definitivamente el
amor hacia nuestros prójimos nos conduce a no dar un falso testimonio contra
ellos.
10.
Décimo mandamiento, no codiciar,
(Éxodo 20:17). Un verdadero corazón que ama a Dios no tiene necesidad de
llenarse de codicia y anhelar las cosas vanas de este mundo, porque en la
llenura del Señor encuentra su delicia.
Por tanto, el amor es el cumplimiento de
toda la ley y aquel que ama la cumple porque una persona que ama no puede
infringir la ley de Dios: “Porque: No adulterarás,
no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier
otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el
amor”, (Romanos 13:9-10), y por ello nuestro Señor
Jesús dijo: De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Dios lo bendiga mi querido hermano, en el nombre de Cristo Jesús. Agradezco a dios por su palabra Santa y también le agradezco a usted por estos estudios que son de gran bendición y crecimiento espiritual. Lo único que le quería comentar algo ,y es que las letras son muy pequeñas y me resulta difícil leer...discúlpe la crítica pero quería que usted sepa y que tenga en cuenta este detalle. Pero le agradezco de todo corazón sus estudios
ResponderBorrarPerdón me equivoqué y puse con minúscula Dios en mi mensaje anterior ... Dios ❤️
ResponderBorrarExcelente estudio varon de Dios, que el continue dandole palabra de vida.
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