“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre,
el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de
mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el
principio”.
Juan 15:26-27
INTRODUCCIÓN
Ahora
si llegamos al final del capítulo 15 del evangelio según Juan y en esta
oportunidad estos dos últimos versículos nos hablan de los testigos de Jesús en
esta tierra. Después de haber hablado de la importancia de dar fruto como
discípulos de Cristo, de la forma de cómo lograrlo y del tipo de fruto que Él
espera que sus seguidores den, los últimos dos versículos de este maravilloso
evangelio nos hablan quiénes son aquellos que darán testimonio en esta tierra
del unigénito Hijo de Dios. En el Nuevo Testamento la palabra testigo se
traduce del griego mártus (μάρτυς),
de donde proviene la palabra mártir, y en
este sentido, un testigo es una persona que pese a las dificultades y
persecuciones que recibe, da testimonio de Cristo en esta tierra. Es obvio que
esta noble tarea esta reservada a aquellos que están unidos a la vid verdadera.
Veamos entonces quiénes son los testigos de nuestro Señor Jesucristo en esta
tierra para así finalizar con este maravillo capítulo.
![]() |
Los Testigos de Jesús en esta Tierra |
EL PRIMER TESTIGO: EL ESPÍRITU SANTO
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre,
el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de
mí”.
Juan 15:26
En
primer lugar, nuestro Señor dice que el primer testigo de Él en esta tierra es
el Espíritu Santo: Pero cuando venga el Consolador,
a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del
Padre, él dará testimonio acerca de mí. Una vez más encontramos la
palabra Consolador, que viene del griego parákletos (παράκλητος),
y que hace referencia al Espíritu Santo
como maestro, guía y ayudador del cristiano. Ahora bien, Jesús dice que el
Espíritu Santo, que es el Espíritu de verdad, porque trae la verdad del
evangelio, procede del Padre y viene para dar testimonio de Él, y en este
sentido, es el Espíritu Santo el cual da testimonio de Cristo a la humanidad en
esta tierra. Para que el hombre llegue a creer en Cristo como su Señor y
Salvador, esta tarea no se logra a través de medios académicos o de persuasión
y demostración humana, nadie llega a creer en Jesús como resultado del
convencimiento humano, sino más bien, es una tarea divina, donde actúa el poder
de Dios en el hombre para quebrantarlo y abrir su corazón para recibir el
mensaje del evangelio y este pueda creer en Él. En el libro de Hechos de los
apóstoles encontramos una hermosa historia de una mujer llamada Lidia que creyó
al evangelio, lo interesante de todo esto es que fue Dios quien le abrió su
corazón para que estuviese atenta y se convirtiera: “Entonces
una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que
adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que
estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia,
nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi
casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”, (Hechos 16:14-15).
Realmente el hombre llega a creer en Cristo por intervención del Espíritu Santo
y por ello la salvación es una obra milagrosa, totalmente divina, donde el
hombre no tiene mayor participación, ya que su naturaleza es mala y tendiente
al pecado, pero Dios obrando en misericordia, convence al ser humano de pecado
a través de la acción del Espíritu Santo, para que sus ojos sean iluminados y
estos puedan creer y convertirse de sus tinieblas. Mientras esto no pase, el
hombre jamás creerá en el evangelio ya que de acuerdo a las Escrituras su
entendimiento esta cegado por Satanás: “Pero si
nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está
encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los
incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de
Cristo, el cual es la imagen de Dios”, (2 Corintios 4:3-4). Por
ello, nosotros que hemos creído en Cristo, ha sido por obra y misericordia de
Dios, por la acción sobrenatural del Espíritu Santo el cual actúen en nosotros
quitando la venda que nos cegaba e iluminando nuestros corazones para que
creyésemos en Jesús, y este testimonio es tan contundente que nuestra misma
conciencia lo sabe y entiende que hemos sido perdonados por Dios y hechos hijos
suyos, y todo esto es gracias al Espíritu Santo que habita en nosotros: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar
otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el
cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para
que juntamente con él seamos glorificados”, (Romanos 8:15-17).
EL SEGUNDO TESTIGO: LA IGLESIA
“Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo
desde el principio”.
Juan 15:27
En
segundo lugar, los testigos de Jesús en esta tierra es su amada iglesia: Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado
conmigo desde el principio. Una vez una persona es convertida al
evangelio por la acción del Espíritu Santo en su vida pasa a ser hijo de Dios y
discípulo de Cristo, y como tal, esta comisionado para dar testimonio de Él, y así
se los dijo Jesús a sus discípulos antes de ascender al cielo después de su resurrección:
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:8). Mientras Jesús
estuvo en esta tierra, dio testimonio de la verdad, y esa verdad habla acerca
de su propia persona como el único camino de salvación; pero ahora que ha
partido, ha comisionado a su iglesia para dar testimonio de ella, y en esto
consiste el evangelio, son nuevas buenas de gran gozo que anuncian la esperanza
de vida eterna a través de la fe en nuestro Señor Jesucristo de tal forma que todo
aquel que cree en Él tiene vida eterna, pero el que no cree es condenado: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a
toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no
creyere, será condenado”, (Marcos 16:15-16). Hoy en día nosotros
debemos testificarle a este mundo de la esperanza en Cristo Jesús, pero, ¿cómo
debemos hacerlo? Bueno, la primera forma de hacerlo es a través de nuestro
comportamiento delante de los demás, no hay nada más impactante e influyente
que nuestro testimonio público, ya que sin palabras y a través de una vida
totalmente cambiada y regida por los principios bíblicos, estaremos
testificando el cambio que Jesús ha hecho en nosotros para que ellos también
crean: “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en
nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto
que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con
el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del
corazón”, (2 Corintios 3:2-3). Los cristianos somos cartas leídas, nuestras
vidas pueden servir de testimonio a favor o en desmérito del evangelio. En segundo
lugar, debemos dar testimonio a través de nuestros labios, por medio de la predicación
de su palabra ya que no podemos callar cuan grandes cosas Dios ha hecho por
nosotros, tal y como Jesús se lo dijo a aquel hombre gadareno a quien había liberado
de los demonios: “Mas Jesús no se lo permitió, sino
que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el
Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti”, (Marcos
5:19). De igual forma nosotros no podemos callar las cosas que Dios ha hecho
por nosotros a través de su Hijo Jesucristo, perdonando nuestros pecados y dándonos
vida eterna, por ello hoy en día la iglesia testifica al mundo a través del
mensaje del evangelio que solamente Cristo salva.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario