“Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. Amén”.
Mateo 28:19-20
INTRODUCCIÓN
La iglesia ha sido comisionada por
Jesús para anunciar el evangelio a toda criatura, haciendo discípulos y
enseñándoles que guarden todos sus mandamientos: “Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo. Amén”, (Mateo 28:19-20). En este sentido, la
misión de la iglesia no solo consiste en predicar y salvar almas, sino en
discipular y esto de discipular conlleva a muchas cosas: Instruir, cuidar,
asesorar, aconsejar, guiar, apoyar, enseñar, pastorear, etc. Es en este proceso
amplio del discipulado de los cristianos que la consejería juega un papel muy importante.
El Dr. John MacArthur, en su libro, “La Consejería”, ve como en la
iglesia desde sus principios se practicado la consejería: “Desde los tiempos apostólicos, la consejería se ha
realizado en la Iglesia como una función natural de la vida espiritual del
cuerpo de Cristo. Después de todo, el Nuevo Testamento manda a los creyentes:
«Amonestaros los unos a los otros» (Romanos 15.14); «Exhortaos los unos a los
otros» (Hebreos 3.13); «Alentaos los unos a los otros» (1 Tesalonicenses 4.18);
«Animaos unos a otros, y edificaos unos a otros» (1 Tesalonicenses 5.11);
«Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis
sanados» (Santiago 5.16)”. Basado en esto, algunos hablan de tres
etapas en las cuales el cristiano puede verse inmerso en su proceso de cuido
dentro de la iglesia las cuales son el cuidado congregacional, la consejería
pastoral y la psicología pastoral. Veamos en qué cosiste cada una.
El cuido de almas |
CUIDADO CONGREGACIONAL
“Mantengamos firme, sin
fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y
considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no
dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos;
y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”
Hebreos 10:23-25
El autor de la carta a los Hebreos
exhortaba a los creyentes a mantenerse firme en su fe, sin fluctuar de ella y
para ellos les decía a que se estimularan los unos a los otros en amor a las
buenas obras, no dejando de congregarse, manteniendo así la comunión con los
demás santos, lo cual nos indica que el congregarse es sumamente importante
para el nuevo convertido a Cristo. Una vez la persona llega al evangelio a
través de una conversión autentica, el cuidado de este se da a través de
la congregación, es decir, el creyente será acogido por una
iglesia local donde el pastor y los hermanos en Cristo maduros en la fe estarán
pendientes de él, compartiéndole la palabra de Dios, instruyéndolo en los temas
básicos de la fe cristiana, ayudándole a ser parte de un ministerio donde
desarrollará sus dones en el servicio a Dios y en general, recibirá el apoyo
que necesite en su nueva vida. Dios ha establecido su iglesia local con
el propósito de cumplir la gran comisión que consiste:
1. En predicar el santo evangelio para salvación de las almas: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado”, (Marcos 16:15-16).
2. En discipular a las personas que se convierten, enseñándoles los principios bíblicos bajo los cuales deberán vivir: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”, (Mateo 28:19-20).
En este sentido, el cuidado espiritual inicia desde que la persona se convierte a Cristo, a partir de aquí este debe iniciar su proceso de discipulado a través del cuidado congregacional que principalmente se da a través del pastor de dicha iglesia: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”, (Hebreos 13:17). Pero también este cuidado se da a través de los creyentes maduros, que auxiliando al pastor desarrollan la función de cuido de almas estimulando a los nuevos en la fe a congregarse, brindándoles su apoyo y compañerismo en algún ministerio, orando por ellos y desarrollando una relación de confianza de mayor cercanía: “A fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros. Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él”, (1 Corintios 12:25-26, NVI). Por tanto, la iglesia en sí constituye el lugar donde el cuido del alma se debe dar, tanto así que Pablo Martínez, en su ensayo “Cura de Almas y Psicología Pastoral” dice: “La iglesia es una comunidad terapéutica, sí, pero no en el sentido médico, psicológico o social… no es un sucedáneo de sanatorio psiquiátrico donde el pastor es el sanador por excelencia y otros miembros, mas o menos especializados, colaboran con la terapia. La iglesia es una comunidad terapéutica en la medida en que lo es el evangelio, porque da sentido y propósitos nuevos a la existencia, porque ofrece un contexto de relaciones nuevas (el cuerpo de Cristo) donde presiden actitudes nuevas, el amor fraternal y porque da un sentido de pertenencia y arraigo comunitario de grupo”.
Dios ha provisto de ministerios primarios dentro de su iglesia para llevar a cabo del trabajo de la evangelización, la enseñanza bíblica y el cuido de las almas, sin embargo, estos a su vez capacitan también a los santos para realizar dicha función: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, (Efesios 4:11-13). Como vemos, los ministerios primarios también perfeccionan a otros creyentes para la obra del ministerio y en este sentido, los miembros de la iglesia son preparados para cuidarse y apoyarse los unos a los otros, así que la tarea del cuido del alma es compartida y no exclusiva únicamente del pastor de la congregación. El Dr. Gary Collins, en su libro “La Consejería Cristiana Efectiva”, ve a la iglesia como una comunidad sanadora y al respecto de esto opina: “Como ya sabemos, en numerosas ocasiones Jesús habló con individuos acerca de sus necesidades personales y también se reunió con grupos pequeños. Principalmente compartió con el pequeño grupo de discípulos a quienes preparó para continuar Su obra después de Su ascensión al cielo. En los años posteriores a Su ascensión, el cuerpo de los creyentes continuó el ministerio de enseñanza, evangelización, ministración y consejería. Estas actividades no eran consideradas como la responsabilidad especial de los líderes “superestrella” de la iglesia, sino que eran llevadas a cabo por creyentes ordinarios que trabajaban, compartían y cuidaban unos de otros y de los no creyentes fuera del cuerpo”. Entonces entendemos que el cuido de las almas se da, en primer lugar, a través del cuidado congregacional.
LA CONSEJERÍA PASTORAL
El cuidado congregacional se da a
través de motivar y apoyar a los creyentes en su crecimiento espiritual auxiliado
principalmente del estudio de su palabra, la oración y consejos cristianos,
pero cuando estos consejos se dan a un nivel más especializado y busca
entrar en un nivel de detalle más profundo, la consejería pastoral hace un
trabajo un tanto más efectivo. La consejería pastoral busca ayudar al
individuo a superar sus problemas personales con el fin de contribuir a su
sanidad, aprendizaje, crecimiento y madurez espiritual, sin embargo, para que
esta sea efectiva debe existir una relación de confianza entre consejero y
aconsejado. Ahora bien, esta consejería pastoral debe estar basada, no en la
sabiduría de este mundo, sino en las siguientes características:
1. La consejería pastoral debe ser capaz de mostrar al aconsejado cual es la razón principal de los diferentes problemas que trate, el pecado: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”, (Romanos 5:12). Mientras el aconsejado no reconozca que la causa raíz de sus problemas es el pecado, jamás solucionara su situación, ninguna terapia, hipnosis o técnica psicológica lograra ayudarle.
2. La consejería pastoral debe fundamentarse siempre en la sabiduría de la palabra de Dios: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, (2 Timoteo 3:16-17). Cualquier pensamiento o técnica de aconsejamiento debe fundamentarse en la Biblia y esta a su vez debe reconocerse como la única fuente de autoridad divina capaz de transformar la vida del nacido de nuevo.
3. La consejería pastoral debe ser ofrecida en el verdadero amor de Cristo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado”, (Juan 15:12).
4. La consejería pastoral debe ofrecerse confiando en el poder de Dios para transformar el alma: “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta”, (Romanos 12:2, NTV).
5. La consejería pastoral debe auxiliarse del Espíritu Santo para que este le ayude al aconsejado a salir de sus problemas: “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho”, (Juan 14:26).
LA PSICOLOGÍA PASTORAL
A diferencia de la consejería pastoral, la
psicología pastoral se enfoca en el cuido del alma de manera un poco más
prolongada con miras a modificar la conducta del creyente. La
psicología pastoral pretende usar las herramientas y teorías que la
psicología contemporánea usa, sin embargo, no todas, ya que una buena parte de
estas teorías son antibíblicas. Debido a esto, la psicología pastoral no es
usada por algunas congregaciones, pero aun con todo esto, el conocimiento bíblico
del pecado y la antropología bíblica del hombre aunada con algunos
conocimientos del comportamiento del ser humano pueden ayudar a los consejeros
cristianos a ayudar a aquellos creyentes que atraviesan por procesos difíciles
en su vida. Es importante recalcar que la comprensión de las verdades
bíblicas son claves si se quieren aplicar algunas técnicas o entender algunas
teorías conductuales que la psicología enseña, ya que debemos evitar que la
psicología contemporánea sustituya la ayuda que la palabra de Dios,
el Espíritu Santo o una verdadera conversión a Cristo puedan dar. Con
todo, la psicología pastoral es rechazada por muchas iglesias, pero en su
momento dedicaremos un apartado para hablar del tema.
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