Elementos para una consejería eficaz



“Les ruego, por tanto, que me escuchen; yo también tengo algo que decirles. Mientras hablaban, me propuse esperar y escuchar sus razonamientos; mientras buscaban las palabras, les presté toda mi atención. Pero no han podido probar que Job esté equivocado; ninguno ha respondido a sus argumentos”.

Job 21:11-13 (NVI)

INTRODUCCIÓN


               La consejería cristiana debería verse como un arte, ya que en la medida que estudiamos las diferentes técnicas relacionadas con ella y la practicamos podemos llegar a desarrollarla de la mejor manera posible. La necesidad de aconsejar siempre ha existido, sin embargo, no todas las personas son capaces de dar un consejo acertado. En el libro de Job podemos encontrar un buen ejemplo de lo que es un consejero eficaz, este es Eliú, el joven que cayó durante los discursos de Job y sus tres amigos, al final, la dura prueba y las injustas acusaciones de sus amigos había llevado a Job a declarar lo injusto que estaba siendo Dios en su caso y cuando parecía que nadie podía contradecirlo, el joven Eliú intervino con toda sabiduría para mostrarle a Job el error de sus palabras y conducirlo al clímax de su encuentro con Dios que lo liberaría de todos sus males: Les ruego, por tanto, que me escuchen; yo también tengo algo que decirles. Mientras hablaban, me propuse esperar y escuchar sus razonamientos; mientras buscaban las palabras, les presté toda mi atención. Pero no han podido probar que Job esté equivocado; ninguno ha respondido a sus argumentos. Como cristianos y líderes en nuestras congregaciones debemos estar siempre listos para poder aconsejar a las personas de tal forma que les ayudemos a identificar y reconocer la raíz de sus problemas, para luego ser capaces de guiarlos por medio de la instrucción de la palabra de Dios a solucionarlos, todo con el fin de ayudarles a mejorar su relación con el Espíritu Santo. En esta ocasión consideraremos tres elementos importantes para que se dé una consejería eficaz: Un buen consejero, una persona que pida un consejo y un buen método de aconsejamiento. Veamos en qué consiste cada uno.


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Elementos para una consejería eficaz


UNA CONSEJERÍA EFICAZ DEMANDA BUENOS CONSEJEROS


                 Una consejería eficaz demanda de un buen consejero. Lo primero no se podrá dar a menos que el consejero reúna una serie de características que lo capaciten para guiar eficazmente al aconsejado a la solución de su problema y mejorar su relación con Dios, para ello es importante que los consejeros cristianos se preparen para realizar tal tarea. Podríamos clasificar las características que debería reunir un buen consejero en tres áreas de formación: la formación espiritual, su formación académica y formación como persona apta para aconsejar. Veamos en qué consiste cada una de ellas.

 

            Formación espiritual.


Un buen consejero cristiano debe pasar por una buena formación espiritual ya que no debemos olvidar que si bien es cierto la formación académica y estudios de temas relacionados a la psicología o comportamiento humano pueden ser de ayuda, pero nunca serán efectivos si dejamos a un lado nuestra vida espiritual y no se realiza esta tarea a la luz de la palabra de Dios y el respaldo del Espíritu Santo. el Dr, Gary Collins en su libro: “Consejería Cristiana Efectiva” reconoce dos características indispensables en el consejero cristiano: “El consejero cristiano efectivo debe poseer credenciales espirituales. En primer lugar, debe ser un cristiano que haya experimentado personalmente el nuevo nacimiento (Juan 3:3) al creer que el Cristo resucitado es el Hijo de Dios. Además, como en los días de Moisés, el consejero cristiano debe ser capaz, temeroso de Dios y honesto; debe estar disponible y dispuesto a buscar ayuda cuando encuentra casos difíciles. El consejero también debe ser estudioso de la Biblia y estar profundamente familiarizado con la Palabra de Dios, y ser una persona que procura seguir a Cristo, Cuyo nombre es “Admirable Consejero” (Isaías 9:6)”. Dos cosas resaltan, la primera es que el consejero cristiano haya experimentado una verdadera conversión a Cristo. Esto es indispensable y sin ello no se puede realizar esta noble tarea de aconsejar a las almas a solucionar sus problemas y guiarlos a mejorar su relación con Dios. En segundo lugar, todo consejo debe fundamentarse en la sabiduría de la palabra de Dios: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, (2 Timoteo 3:16-17). Como vemos, las Sagradas Escrituras son inspiradas por Dios y, por tanto, útiles para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia al hombre para que sea perfecto delante de Dios y capacitarlo para realizar buenas obras, por ello, los consejos deben fundamentarse en la palabra de Dios y esto implica que el consejero cristiano debe formarse en el estudio de la Biblia. El consejo bíblico debe considerar a la luz de la palabra de Dios al menos los siguientes elementos:


1.       El consejo debe mostrarle que la causa raíz de todo problema humano es el pecado: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él”, (Ezequiel 18:20).

2.        El consejo debe mostrarle a la persona que en Dios encontrara la misericordia y consuelo para la situación que está viviendo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”, (2 Corintios 1:3-4).

3.       El consejo debe mostrar que cuando las actitudes pecaminosas han conducido a la persona a situaciones difíciles en la vida, el camino es el reconocimiento de ello y el arrepentimiento que conducirá a un cambio de actitud: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”, (Hechos 3:19).

4.       El consejo debe proveer a víctimas de diferentes sufrimientos el camino a su restauración y sanidad total: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”, (Mateo 11:28-30).

5.       El consejo debe mostrar que la obediencia a la palabra conduce a la verdadera bienaventuranza: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra, pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”, (Santiago 1:22-25).


A parte de que la formación espiritual implica que el consejero debe ser una persona que haya experimentado una verdadera conversión y debe poseer una buena formación bíblica, también debe desarrollar una profunda relación y dependencia con el Espíritu Santo. Es clave que el consejero cristiano viva en el Espíritu Santo, renunciando a los deseos de la carne y obedeciendo al Espíritu: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”, (Romanos 8:1). Además, debe depender del poder del Espíritu Santo para realizar su obra: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:8). Desarrollar el fruto del Espíritu como sus principales características personales y no las obras de la carne: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos”, (Gálatas 5:22-24, NVI). aprender a buscar la dirección del Espíritu Santo en oración: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”, (Efesios 6:18). En general, debe depender de la dirección del Espíritu Santo para tomar sus decisiones y actuar en su obra: “Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio”, (Hechos 16:6-10). Por tanto, podemos concluir que la formación espiritual debe considerar al menos una verdadera conversión, el estudio de la palabra y aprender a depender de la guía del Espíritu Santo.

 

Formación académica.


Luego, es importante que el consejero cristiano se forme académicamente en el área de la consejería efectiva, conociendo temas relacionados con la psicología, trastornos mentales, abuso de niños y mujeres, diferentes problemas familiares, el desarrollo humano y las diferentes conductas que aparecen en las diferentes edades que atraviesa el ser humano. Su formación puede estar fundamentada no solo en información secular, sino también en libros de autores cristianos que han escritos temas referentes a matrimonio, crianza de hijos, la vida adolescente, consejería pastoral y una serie de literatura que se apoya en la palabra de Dios. Ahora bien, toda esta formación debe realizarse filtrándolo con lo que la Biblia dice, todo con el fin de no comprometer las verdades de Dios con conceptos antibíblicos que se usan en el mundo secular y sabiendo escoger aquellos conceptos e información que nos pueden dar mejor entendimiento al momento de ejercer la consejería, por ello, Larry Crabb Jr., en su libro, “El Arte del Aconsejar” nos dice: “Debemos desarrollar un método sólidamente bíblico para aceptar en el arte de aconsejar, un método que tenga en cuenta los avances de la psicología sin traicionar los principios de la Biblia, que sepa encarar con todo realismo y en toda su hondura los problemas de la gente, así como la probabilidad de éxito y la importancia que su solución tiene para la existencia personal y lo que es más importante, con una fe inquebrantable y apasionada en la inerrancia de la Biblia y en la completa suficiencia de Jesucristo”.

 

Su formación como persona apta para aconsejar.


Cuando hablamos de la formación del consejero como una persona apta para aconsejar nos referimos a desarrollar todas aquellas cualidades humanas que lo capacitan para crear una verdadera relación de confianza con el aconsejado con el fin de guiarlo a la solución de su problema y mejorar su relación con Dios. Quizás el primer paso para convertirse en una persona apta para aconsejar a los demás es que exista un genuino interés en el consejero de ayudar a las personas. El Dr. Gary Collins en su libro: “Consejería Cristiana Efectiva” dice: “Un sincero deseo de ayudar a las personas es una razón válida para convertirse en consejero”. Sin este deseo, es imposible poder ayudar a las demás personas y desarrollar otras habilidades y características que distingue a un buen consejero. Pablo Hoff, en su libro, “El Pastor Consejero”, dice: “El pastor-asesor debe ser tratable, social y accesible. Las personas acuden a alguien que las conozca, y a quien ellas a su vez conocen y aprecian. De otro modo, no se sentirían cómodas relatándole sus problemas y exponiéndole su corazón. Es necesario demostrar amigabilidad e interés en las personas”. Como una persona interesada en ayudar a los demás en una consejería eficaz debe desarrollar las siguientes habilidades y características:


 1.       Debe saber escuchar: “Es necio y vergonzoso responder antes de escuchar”, (Proverbios 18:13, BAD).

2.       Debe tener amor fraternal: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”, (1 Juan 4:7).

3.       Debe ser empático tratando de comprender la situación de cada persona desde la perspectiva de ella: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”, (Romanos 12:15).

4.       Deber tener un corazón compasivo: “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”, (Mateo 9:36).

5.       Debe tener pasión por salvar almas: “… el que gana almas es sabio”, (Proverbios 11:30).

6.       Ser prudente: “Yo, la sabiduría, habito con la cordura, y hallo la ciencia de los consejos”, (Proverbios 8:12).

7.       Debe hablar con tacto y sabiduría de tal forma que sus palabras edifiquen y no destruyan: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”, (Colosenses 4:6).


PARA TENER UNA CONSEJERÍA EFECTIVA, LA PERSONA DEBE QUERER RECIBIR UN CONSEJO Y ACEPTAR QUE TIENE UN PROBLEMA


Para poder tener una consejería eficaz es importante que la persona desee recibir un consejo y esté dispuesto a reconocer su problema, de lo contrario sería en vano iniciar cualquier proceso de consejería. La Biblia nos enseña lo inútil que es aconsejar a alguien que no acepta el consejo sabio: “El camino del necio es derecho en su opinión; más el que obedece al consejo es sabio”, (Proverbios 12:15). Al respecto de esto, Pablo Hoff, en su libro, “El Pastor Consejero”, dice: “La condición primera e indispensable para aconsejar es que la persona sienta la necesidad de buscar ayuda. Si no la siente, es poco probable que esté dispuesta a ser asesorada. También si la persona no quiere cooperar con el pastor o tiene poco interés en cambiar su conducta, no queda esperanza de ayudarla”. Por tanto, si la persona no desea un consejo o no acepta que tiene un problema, no vale la pena iniciar un proceso de consejería.


PARA TENER UNA CONSEJERÍA EFECTIVA SE NECESITA UN BUEN MÉTODO PARA ACONSEJAR


              Cuan importante es saber aconsejar, pero antes de llegar a hacerlo, hay que saber cómo hacerlo. En la Biblia encontramos muchos ejemplos de personas que fungieron como grandes consejeros, por ejemplo, vemos a nuestro Señor Jesús siendo un verdadero consejero, así supo aconsejar a Nicodemo para que reconociera la necesidad de nacer de nuevo (Juan 3), también hablando con la mujer samaritana, supo guiarla a través de su conversación a la realidad de su pecado y la necesidad de beber de la fuente de agua que salta para vida eterna (Juan 4), y en repetidas ocasiones aconsejo a sus discípulos, mostrándoles el camino que tenían que seguir y resolviendo todas sus dudas (Juan 13-16). Tenemos también el ejemplo de Pablo, basta leer sus cartas para darnos cuenta que fue un gran consejero, así en 1 Corintios lo vemos abordando diferentes problemas que la congregación atravesaba y el consejo que les daba para cada caso. También podemos leer sus cartas pastorales para ver cómo de manera magistral aconsejaba a sus colaboradores en su tarea ministerial, personas como Timoteo, Tito y Filemón fueron guiados por los consejos de Pablo. Para nuestro caso veremos el ejemplo de Eliú, el joven que aparece en el libro de Job, el cual se caracterizó por ser el único que supo comprender el caso de Job y le respondió con mucha sabiduría.


            El método de Eliú para aconsejar.


“Al ver los tres amigos de Job que éste se consideraba un hombre recto, dejaron de responderle. Pero Eliú hijo de Baraquel de Buz, de la familia de Ram, se enojó mucho con Job porque, en vez de justificar a Dios, se había justificado a sí mismo. También se enojó con los tres amigos porque no habían logrado refutar a Job, y sin embargo lo habían condenado”.

Job 32:1-3 (NVI)


La historia de Job es muy conocida y en ella podemos ver como el justo Job fue sometidos a una prueba difícil, donde Satanás atacó su vida sin ninguna misericordia. Prácticamente Job lo perdió todo, perdió a sus hijos, perdió su riqueza, perdió el respeto de su esposa, perdió su salud y una terrible enfermedad llego a atormentarlo y sus tres amigos llegaron a juzgarlo diciéndole que su situación era debido a pecados ocultos que él no quería confesar. Es a través de esta situación que la paciencia de Job fue llevada al máximo y en su desesperación de no comprender las cosas llego a pensar que Dios era injusto en su trato con él, pero es aquí que Eliú interviene para hacerle ver a Job su error y guiarlo a su encuentro con Dios. Veamos basado en el ejemplo de Eliú el método que uso en aconsejar.


1.       Antes de hablar, Eliú escuchó.


“Les ruego, por tanto, que me escuchen; yo también tengo algo que decirles. Mientras hablaban, me propuse esperar y escuchar sus razonamientos; mientras buscaban las palabras, les presté toda mi atención. Pero no han podido probar que Job esté equivocado; ninguno ha respondido a sus argumentos”.

Job 32:11-13 (NVI)


Para ser un buen consejero, es importante saber escuchar. En un proceso de consejería, el consejero debe saber escuchar, sin interrumpir, todo lo que el aconsejado tiene que decir con respecto a su situación, esto con el fin de entender perfectamente todas las circunstancias que rodean al problema de este. Es importante comprender perfectamente el problema del aconsejado, aparte que, durante la consejería, el dejar hablar al aconsejado le sirve de desahogo y muchas veces las personas necesitan ser escuchadas y liberar todo lo que hay en su corazón. El Dr. Gary Collins, en su libro Consejería Cristiana Efectiva recomienda al momento de dar consejería: “El consejero debe tratar de prestar completa atención al aconsejado… No hay que permitir que la mente divague, ni caer en el error de hablar o aconsejar en exceso”.

 

2.       Eliú entendió el problema de Job.


Les presté toda mi atención. Pero no han podido probar que Job esté equivocado; ninguno ha respondido a sus argumentos”.

Job 32:12-13 (NVI)


Para ser un buen consejero es importante prestar toda nuestra atención con el fin de entender todas las circunstancias relacionadas con el problema del aconsejado. Es obvio que, para llegar a esto, es necesario haber escuchado con mucha atención al aconsejado, sin interrumpir, haciendo solo las preguntas necesarias para entender mejor el problema, anotando todos los datos referentes a su caso, mientras este relata todos los antecedentes de su problema. Al respecto de esto, Wayne A. Mack, en el libro “Consejería” de John MacArthur, dice: “Job sufrió un malentendido similar. Sus consejeros, que no le hicieron preguntas ni reunieron información, creían conocer su problema desde el principio mismo. Aunque Job procuró corregir sus errores con verdades pertinentes, ellos se aferraron tercamente a sus teorías. No podían interpretar el problema de Job con exactitud por falta de información al respecto y, por tal razón, sus consejos sólo empeoraron la situación y agravaron los sufrimientos. Debemos ser muy cuidadosos de no caer en el mismo error en nuestra consejería. Si intentamos interpretar los problemas de la gente antes de reunir los datos adecuados, sólo vamos a agravar sus dificultades en lugar de aliviarlas”. Por tanto, es importante que el consejero escuche al aconsejado sin interrumpir, a menos que sea para hacer preguntas necesarias, que sea empático, tratando de entender el problema desde la perspectiva del aconsejado, que analice y anote las cosas más relevantes que le ayudaran a comprender mejor la naturaleza del problema.

 

3.       Después de escuchar y entender, Eliú confrontó el problema de Job.


“Estoy a punto de abrir la boca, y voy a hablar hasta por los codos. Mis palabras salen de un corazón honrado; mis labios dan su opinión sincera. El Espíritu de Dios me ha creado; me infunde vida el hálito del Todopoderoso. Contéstame, si puedes; prepárate y hazme frente. Ante Dios, tú y yo somos iguales; también yo fui tomado de la tierra”.

Job 33:3-7 (NVI)


También podemos ver que Eliú no se apresuró a abrir su boca para criticar a Job, ni tampoco emitió un juicio injusto en contra de su persona, antes, entendió su problema: El justificarse delante de Dios y considerarlo injusto por permitir todo lo que le pasaba. Fue hasta este momento que decidió confrontarlo. Confrontar significa hacerle ver al aconsejado la causa raíz de su problema, el pecado que está detrás de su situación difícil, así como reconocer las consecuencias del mismo. Es importante que esto se haga con espíritu de mansedumbre y la gracia de Dios. De igual forma, es importante que el consejero cristiano no emita juicios equivocados o critique al aconsejado, ya que lo menos que necesitan es que alguien los juzgue, antes bien, necesitan ser guiados a solucionar su problema por medio de Cristo, mostrándonos empáticos, carismáticos y totalmente interesados en ayudarles. 


La confrontación es sumamente importante, esta debe realizarse de manera eficaz y es necesario que el aconsejado comprenda que sus problemas son consecuencia de que vivimos en un mundo de maldad, el pecado es la causa raíz de todo el mal, ya sea que haya sido victima de una injusticia o este sufriendo las consecuencias de su maldad, el aconsejado necesita entender que todo es por causa del pecado. Larry Crabb Jr., en su libro, “El Arte del Aconsejar” nos dice: “La Sagrada Escritura pone repetidamente en claro que todo correcto pensar acerca de los problemas de la gente debe comenzar por el reconocimiento de que el ser humano no está ahora en una condición normal; ha fallado en cumplir la norma; ha errado el blanco; es un pecador”. Por todo esto, necesitamos entender que la consejería cristiana no solo está orientada a escuchar y entender el problema de las personas, sino, hacerle ver que la causa raíz de los problemas en la vida de las personas es debido al pecado y confrontarlos con ellos para que sean capaces de reconocer el error.


 

4.       Eliú enseñó a Job cómo resolver su problema.


“Y si no, óyeme tú a mí; calla, y te enseñaré sabiduría”.

Job 33:33 (NVI)


              Después de confrontar el problema, Eliú enseñó a Job como debía resolver su problema y por ello le conduce por un dialogo donde le muestra la omnipotencia y soberanía de Dios, lo cual seria el clímax para prepararlo para su encuentro con su Creador. Ahora bien, para esto es importante mostrarle a la luz de la palabra de Dios no solo las consecuencias del pecado, sino también el remedio de ello. De alguna manera, el consejero cristiano es un educador ya que debe ser capaz de instruir al aconsejado en el camino que lo llevara a resolver su problema. En psicología se hablan de dos técnicas que podemos aplicar, quizás no al 100% de todos sus principios, pero si nos pueden ayudar al momento de dirigir a las personas en la solución de sus situaciones. La primera es conocida como la técnica directiva. Pablo Hoff, en su libro, “El Pastor Consejero”, nos dice respecto a esta técnica: “El miembro describe su problema y el pastor formula preguntas, reúne información, hace el diagnóstico y le ofrece el remedio. La única responsabilidad del asesorado es cooperar con el pastor y llevar a cabo su consejo”. En la técnica directiva, prácticamente el consejero le dice al aconsejado cómo debe actuar para resolver su problema. La otra es conocida como la técnica no directiva y al respecto de ella, Pablo Hoff, en su libro, “El Pastor Consejero”, nos la describe de la siguiente manera: “En la técnica no directiva, el asesorado es la figura central; habla libremente de su problema y de sus sentimientos. El asesor le escucha, reflexiona y responde. No es juez ni consejero con todas las respuestas. El asesorar es «una relación interpersonal en la cual dos personas se concentran en esclarecer los sentimientos y problemas de una, y se ponen de acuerdo en que eso es lo que tratan de hacen. El consejero ayuda al asesorado a comprenderse a sí mismo, a encontrar el problema, a ver las alternativas, a tomar su propia decisión, ya llevarla a cabo. No trata de manipular la entrevista haciendo preguntas directas, ofreciendo interpretaciones y respuestas de cliché, e imponiéndole sus soluciones. Más bien, ayuda al asesorado a ayudarse a sí mismo”. Si nos damos cuenta, aquí el consejero no le dice al aconsejado lo que tiene que hacer, sino escucha y deja que la persona exprese todo lo que siente, reflexiona con él y permite que a través del dialogo, el aconsejado llegue a una solución, en ningún momento le sugiere qué tiene que hacer.

            Como consejeros cristianos podríamos auxiliarnos de ambas técnicas, pero debemos estar consientes de sus limitantes. En la técnica directiva podría suprimirse el hecho de escuchar detenidamente el problema del aconsejado, y el consejero cristiano podría equivocarse al momento de diagnosticar su problema y decirle lo que tiene que hacer. En todo caso, una mala directriz no resolverá el problema y conducirá al aconsejado a la frustración. Por otro lado, la técnica no directiva ayuda al aconsejado a liberar sus sentimientos negativos a través del dialogo, lo cual en la mayoría de los casos produce un alivio, mas no la cura, sin embargo, en muchas ocasiones el aconsejado no será capaz de tomar una decisión que lo ayude a escapar de su problema y el consejero cristiano no solo puede limitarse a escuchar y reflexionar, a veces necesitará decirle a la luz de la palabra de Dios lo que debe hacer para solventar su situación.

Larry Crabb Jr., en su libro, “El Arte del Aconsejar”, nos dice que la mejor manera de enseñarle al aconsejado como resolver su problema es mostrándole el camino a la restauración de su alma: “A veces los consejeros animan al paciente a desembuchar todos sus sentimientos, abrigando la ilusión optimista de que, cuantos más sentimientos negativos vomite la persona, más libre se verá de sus problemas emocionales… Otros consejeros tratan de hallar la causa de dichos sentimientos en alguna circunstancia externa, sobre la que recaiga la responsabilidad de producir y fomentar una emoción negativa… Ninguno de los dos métodos me parece ajustado a la Palabra de Dios. Pablo asegura que nuestra transformación se realiza mediante la renovación, no de los sentimientos ni de las circunstancias, sino de nuestro entendimiento”. Las personas necesitan entender que para solventar sus problemas necesita renovar su entendimiento respecto a sus circunstancias actuales. Pablo nos dice que no debemos amoldarnos a los principios pecaminosos de este mundo de maldad que solo provoca sufrimientos en la vida de las personas, antes debemos renovar nuestra mente con los principios del evangelio lo cual nos llevara a comprobar cual es la buena voluntad de Dios: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”, (Romanos 12:2, NVI). Por tanto, después de confrontar, debemos enseñarle al aconsejado, a la luz de la palabra de Dios, el por qué se encuentra sufriendo, las consecuencias del pecado y el camino que debe recorrer para poder alcanzar la restauración de su vida.

 

5.       Eliú dirigió a Job a Dios.


“¿Crees tener la razón, Job, cuando afirmas: “Mi justicia es mayor que la de Dios”?, y cuando te atreves a preguntarle: “¿En qué te beneficias si no peco?”  Pues bien, voy a responderles a ti y a tus amigos”.

Job 35:3-5 (NVI)


Después de confrontar a Job y enseñarle en qué consistía su pecado, Eliú no solo le aconsejo cómo podría resolverlo, sino lo dirigió a Dios. Para que el aconsejado encuentre la verdadera restauración de su alma, es indispensable que el consejero cristiano lo conduzca a los caminos de Dios. Larry Crabb Jr., en su libro, “El Arte del Aconsejar”, nos dice cual es el objetivo de todo consejero cristiano: “El objetivo del consejero bíblico consiste en ayudar a una persona a cambiar de dirección y procurar parecerse a Cristo”. La verdadera solución a cualquier problema que el ser humano se encuentra en conocer a Cristo, a buscar primeramente la salvación de su alma y luego entrar en un proceso de transformación a través del poder del Espíritu Santo, la lectura de la Biblia y la oración. Definitivamente, como consejeros cristianos no podemos hacer a un lado estos elementos cruciales ya que el evangelio es suficiente para conducir a las personas a una vida plena, lejos de la maldición del pecado y con una promesa de vida eterna.

 

 

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