“Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana,
estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos
por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.
Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los
discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez:
Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo
dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis
los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son
retenidos”.
Juan 20:19-23
INTRODUCCIÓN
Después
que Jesús resucitó, se le apareció a María Magdalena y otras mujeres, estas tuvieron
la oportunidad de ser las primeras personas en ver a Jesús resucitado,
especialmente María Magdalena, la cual corrió a los discípulos a contarles todo
lo que había visto, pero estos lamentablemente no le creyeron: “Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer
día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había
echado siete demonios. Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con
él, que estaban tristes y llorando. Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había
sido visto por ella, no lo creyeron”, (Marcos 16:9-11). Ahora, Jesús
se les presentará a sus discípulos, a 10 de ellas, ya que Tomás en ese momento
no se encontraba y allí confirmaría las palabras que ya anteriormente les había
anunciado cuando les dijo que el Hijo del Hombre seria entregado en manos de
pecadores, pero al tercer día resucitaría.
JESÚS SE LES APARECE A LOS DISCÍPULOS
“Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana,
estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos
por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a
vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los
discípulos se regocijaron viendo al Señor”.
Juan 20:19-20
El
día en el que el Señor se les apareció a los discípulos fue el mismo primer día
de la semana, es decir, el domingo, ya en la mañana se les había aparecido a
las mujeres, y ahora que el día terminaba se les aparece a los discípulos: Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la
semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban
reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz
a vosotros. Podemos ver como los discípulos estaban aun
temerosos de lo que las autoridades judías les pudiesen hacer ya que estaban
con las puertas cerradas y es curioso considerar el hecho de que Jesús se les
apareció repentinamente, o sea, no se nos dice que tocó la puerta, sino que
simple y sencillamente se les apareció, diciéndoles: Paz
a vosotros, esto con el fin de tranquilizarlos. Lucas nos narra
este suceso agregando otros elementos importantes: “Mientras
ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo:
Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían
espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro
corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy;
palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo
tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos,
de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de
comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo
tomó, y comió delante de ellos”, (Lucas 24:36-43). Por los relatos
de Juan y Lucas podemos inferir algunas cosas. La primera es que ellos no
habían creído el anuncio de la resurrección de Cristo que las mujeres les
habían testificado en la mañana. Además, no esperaban que Jesús se les iba a
aparecer y por el temor que sentían hacia las autoridades judías, habían
decidido refugiarse en una casa con las puertas cerradas. Por Lucas entendemos
que cuando Jesús se les apareció, se espantaron y atemorizaron, lo cual nos
enseña que aun así les costó asimilar el hecho de la resurrección ya que
pensaban que se trataba de un espíritu. Si su actitud fue de temor, ahora
podemos entender por qué el Señor les dijo: Paz a
vosotros. Podemos imaginarnos el impacto emocional de los discípulos
ya que no entendían muy bien lo que estaba pasando, pero Jesús les dice por qué
sus corazones se turbaban y venían a ellos toda clase de pensamientos. Para
demostrarles que era cuerpo y no solo espíritu Jesús les invita a que toque sus
heridas. En Juan vemos que les muestra sus heridas con el fin de que entiendan
que realmente es Él: Y cuando les hubo dicho esto,
les mostró las manos y el costado. En Lucas vemos que los invita a
tocar sus heridas: Mirad mis manos y mis pies, que
yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como
veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
Al ver esto, los discípulos se regocijaron de gozo al volver a ver a su
Maestro, pero Lucas dice que aun así estaban con cierta incredulidad al considerar
todo lo que estaba pasando, por ello, Lucas dice que para demostrarles una vez
más que era un cuerpo de carne y hueso les pidió de algo de que comer: Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban
maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de
un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos.
Con esto, los evangelios demostraban la resurrección de carne y hueso de
nuestro Señor Jesucristo, contradiciendo a aquellas doctrinas que niegan
su resurrección corporal.
LA VERSIÓN DE JUAN DE LA GRAN COMISIÓN
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el
Padre, así también yo os envío”.
Juan 20:21
Una
vez más Jesús les declara paz, esto con el fin de confirmar sus corazones en fe
y esperanza, les comisiona para ir a hacer la obra para la cual los había
preparado: Como me envió el Padre, así
también yo os envío. De alguna manera cada uno de los evangelios
presenta a su forma la comisión de Jesús a sus discípulos para predicar su
palabra. De acuerdo a Mateo, Jesús les da la gran comisión a sus discípulos en
un monte: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”,
(Mateo 28:19-20). Luego en Marco, se nos presenta esta misma gran comisión con
otras palabras: “Y les dijo: Id por todo el mundo y
predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será
salvo; más el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los
que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará
daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”, (Marcos
16:15-18). Y Lucas, al igual que Juan, presenta una versión parecida a la gran
comisión en el momento que Jesús se les apareció por primera vez a los
discípulos donde les convide a ser testigos de las cosas que han presenciado: “Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el
Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase
en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas”,
(Lucas 24:46-48). En Juan les dice que, así como el Padre lo había enviado a
Él, ahora Él les estaba enviando, y esta palabra “enviar” es apostélo (ἀποστέλλω), de donde proviene el término
apóstol, lo cual no es más que una persona que ha sido enviada por Cristo para
dar testimonio del evangelio de Dios. De esta forma, Jesús continuaría su
ministerio a través de estos hombres y de su iglesia.
RECIBIR EL ESPÍRITU SANTO
“Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”.
Juan 20:22
Ahora
bien, esta comisión que les da a sus discípulos a dar testimonio de su
resurrección no la harían en sus propias fuerzas, ya que de lo contrario esta
no perseveraría, sino que seria en el poder del Espíritu Santo y aquí el Señor
sopla en ellos el Espíritu Santo: Y habiendo
dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. Ahora
bien, ¿significa esto que hasta este momento el Espíritu Santo no moraba en sus
corazones? Al parecer sí. El Espíritu Santo, según vemos en el Antiguo
Testamento solo venia a ciertos hombres y mujeres, como una investidura de
poder sobre sus ungidos, pero no vemos evidencia de que habitara en sus
corazones, pero ahora era diferente, el Espíritu Santo venia a sus corazones
para dar testimonio del poder de Cristo y por ello Jesús sopló para que estos
lo recibiesen. Es curioso ver que en el principio Dios sopló aliento de vida en
el cuerpo del hombre al momento de crearlo: “Entonces
Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento
de vida, y fue el hombre un ser viviente”, (Génesis 2:7). Para que
aquel cuerpo hecho del polvo de la tierra fuera un ser viviente, el Señor tuvo
que soplar en él aliento de vida, y ahora, para que el ser humano, muerto en
sus delitos y pecados, pudiese pasar a vida, Jesús sopla para que reciban al
Espíritu Santo. no cabe duda que el respaldo del Espíritu Santo sería
indispensable para tener éxito en la tarea que les esperaba: “Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de
Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu,
ha dicho Jehová de los ejércitos”, (Zacarías 4:6). En cuanto a
este versículo hay una pequeña controversia respecto a lo que algunos llaman la
morada del Espíritu Santo y el bautismo del Espíritu Santo. Para
algunos, es en Juan 20:22 donde los discípulos reciben la morada del Espíritu
Santo, pero no el bautismo del Espíritu Santo que es una unción o la envestidura
del Espíritu Santo que da una capacitación sobrenatural para ser mejores
testigos de su gracia. Si revisamos Lucas, vemos que esta envestidura de poder
se les daría posteriormente: “Entonces les abrió el
entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está
escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los
muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el
perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros
sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre
sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis
investidos de poder desde lo alto”, (Lucas 24:45-49). Esta misma
referencia a la envestidura de poder aparece en Hechos: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros
el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:8). Y esta
promesa se cumple hasta el día de pentecostés: “Cuando
llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino
del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda
la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como
de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del
Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
daba que hablasen”, (Hechos 2:1-4). Si es esto así y le damos una
secuencia a los acontecimientos basado en Juan y Lucas, primero, Jesús soplo la
morada del Espíritu Santo, y luego recibieron la envestidura de poder del
Espíritu Santo, la cual algunos llaman el bautismo con el Espíritu Santo. sin
embargo, algunos no hacen diferencia entre ambas cosas y piensan que la morada
y bautismo con el Espíritu Santo es lo mismo. Como sea, lo importante de
resaltar aquí es que el creyente necesita el respaldo y autoridad que solo el
Espíritu Santo puede darle para vencer las pruebas y tentaciones, para
testificar su evangelio y obtener la victoria en todo.
¿REMITIR Y RETENER SUS PECADOS?
“A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes
se los retuviereis, les son retenidos”.
Juan 20:23
Este versículo del evangelio según Juan es algo controversial en cuanto a su interpretación: A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos ¿Qué significan estas palabras? ¿Qué significa que le remitiremos sus pecados? ¿Qué significa que le retendremos sus pecados? ¿Será acaso que el ministro puede perdonar pecados? La palabra griega de donde se traduce “remitir” es afíemi (ἀφίημι), y esta palabra puede traducirse como: perdonar, permitir, quedar, salir, abandonar, consentir, dejar, despedir, entregar, remitir. La palabra “retener” se traduce de la palabra griega kratéo (κρατέω), y se puede traducir como: echar mano, guardar, abrazar, aferrar, asir, detener, prender, retener, tener, tomar. Ahora consideremos cómo otras versiones traducen este versículo. La Biblia al Día lo traduce: “A quienes perdonéis sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonéis, no les serán perdonados”, (Juan 20:23, BAD). La Nueva Versión Internacional de la Biblia lo traduce: “A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados”, (Juan 20:23, NVI). La Nueva Traducción Viviente de la Biblia dice: “Si ustedes perdonan los pecados de alguien, esos pecados son perdonados; si ustedes no los perdonan, esos pecados no son perdonados”, (Juan 20:23, NTV). La Biblia del Jubileo lo traduce: “A los que soltaréis los pecados, les son sueltos; a los que los retuviereis, serán retenidos”, (Juan 20:23, JBS). En ingles, algunas versiones traducen estas palabras como perdonar, es decir, “forgiven”, así lo vemos en la Common English Bible: “If you forgive anyone’s sins, they are forgiven; if you don’t forgive them, they aren’t forgiven”, (John 20:23, CEB). Y la King James Version la traduce como retener: “Whose soever sins ye remit, they are remitted unto them; and whose soever sins ye retain, they are retained”, (John 20:23, KJV). Ahora, si revisamos versiones de la Biblia en otros idiomas vemos que la traducción de estas palabras anda entre retener y perdonar, siendo la última traducción, perdonar, la que más se usa para traducir, tal y como aparece en las diferentes traducciones españolas. Entonces, ¿qué significa este pasaje?
Como cristianos y de acuerdo a las Escrituras podemos estar de acuerdo que solo Dios puede perdonar pecados. Los judíos entendían esto perfectamente: “¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?”, (Mateo 2:7). Y la iglesia primitiva entendió muy bien que ningún hombre podía perdonar pecados, solo Jesús: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”, (Hechos 4:12). Por tanto, el pasaje no puede referirse a que Jesús les estaba dando la autoridad a sus apóstoles de perdonar pecados, ya que solamente Él puede hacerlo: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, (1 Juan 1:9). Entonces, ¿cómo deberíamos interpretar este pasaje? Bueno, algunos comentaristas enseñan que la interpretación más razonable es aquella que afirma que mediante la acción de predicar el mensaje del evangelio, la iglesia podía remitir o retener sus pecados. Si lo vemos así, entonces si la iglesia predica el mensaje de salvación a través de la fe en Cristo y las personas creen, los pecados de estos pueden ser remitidos a Cordero sustituto que murió por nuestras maldades, que es Jesús; pero si la iglesia se niega a realizar esta función, estaría reteniéndoles sus pecados, ya que no tendrían la oportunidad de conocer el camino de la salvación: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”, (Romanos 10:14-15). Considerando que el método de salvación que Dios utiliza es la predicación de su palabra para que a través de esta las personas escuchen y crean, entonces la iglesia juega un papel muy importante ya que, si no hay predicadores, el evangelio no se escucharía, por ello el Señor llama a sus siervos para esta loable labor.
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