El mensaje del cual hemos sido testigos (1 Juan 1:1-4)


 

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido”.

1 Juan 1:1-4

INTRODUCCIÓN

                Si revisamos las cartas de Pablo, Pedro, Judas y Santiago, estos inician identificándose como los autores de dichas cartas, saludando a los destinatarios y deseándoles gracia, gozo y paz, sin embargo, 1 Juan no posee esta estructura, sino se introduce inmediatamente con lo que tiene en mente, dar testimonio de lo que es verdadero. Juan quiere confirmar a sus lectores que este mensaje que les transmite no es un mensaje que recibió de alguna persona de esta tierra o algo que alguien más le contó, sino que es un mensaje basado en su experiencia personal, es decir, fue un testigo de todas las cosas que ocurrieron, siendo de esta forma su testimonio verdadero y de eso quiere compartirles.


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El mensaje del cual hemos sido testigos 


LO QUE HA SIDO DESDE EL PRINCIPIO 

“Lo que ha sido desde el principio…”

1 Juan 1:1

                 Cuando leemos esta primera parte del versículo 1 del capítulo 1 de 1 Juan no podemos dejar de pensar que a lo mejor el apóstol tenía en mente la introducción que uso allá cuando escribió el evangelio según Juan: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, (Juan 1:1). Al mismo tiempo estas palabras nos recuerdan la introducción del libro de Génesis: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, (Génesis 1:1). Todo comenzó en el principio, con Dios, y todo fue perfecto, su creación y el hombre, pero por causa del pecado el mundo entro en un caos de total maldad que lo destruye y lo conduce a la condenación eterna, pero el mensaje del cual Juan daba testimonio traía esperanza de vida eterna que principia con nuestro Señor Jesucristo, quien es desde el principio de los tiempos, porque es Dios eterno. Por eso, el mensaje del evangelio trae un nuevo principio para el hombre que se encuentra perdido en sus delitos y pecados, y este principio se encuentra en conocer a Jesús quien, a través de su sacrificio vicario, lo convierte en nueva criatura haciendo nuevas todas las cosas: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”, (2 Corintios 5:17).

 

UN TESTIMONIO BASADO EN LO QUE HEMOS OÍDO, VISTO Y PALPADO

“… lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)”.

1 Juan 1:1-2

                  Este mensaje que Juan anunciaba no estaba basado en algo que había leído por allí, o en algo que le habían contado o escuchado en algún lugar, tal y como era el caso de los falsos maestros que estaban introduciendo doctrinas heréticas en la iglesia, no era así en el caso del apóstol, sino que el mensaje que les traía era uno del cual él personalmente había sido testigo. Es interesante ver cómo el apóstol describe la forma en la que fue testigo de este mensaje: lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida. Dice que aquello que ellos oyeron con sus oído, lo que vieron con sus ojos y palparon con sus manos tocante al Verbo de vida era lo que les testificaban y esto de oír, ver y tocar hace referencia al hecho de que fue algo que percibieron con todos sus sentidos, es decir, no fue algo que solo oyeron por allí, o una visión extraña que experimentaron, sino que lo percibieron con todos sus sentidos y es más, el día que Jesús resucito les invito a palpar con manos sus heridas para que se convencieran que había resucitado y no estaban hablando con un fantasma: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”, (Lucas 24:39). Y esta experiencia de conocer con todos sus sentidos al Verbo de vida fua lago que tuvieron la oportunidad de contemplar, no por un momento, sino por 3 años y medio. Las palabras “lo que hemos contemplado”, se traduce del griego zeáomai (θεάομαι), el cual describe la acción no solo de mirar por mirar, sino que es mirar con detenimiento para entender y conocer. De esta forma, Juan tuvo la oportunidad de contemplar al Verbo de vida, que es Jesús, y este era su testimonio: porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó. Aquí Juan le llama a Jesús el Verbo de vida y estas palabras se traducen del griego lógos dsoé (λόγος ζωή), lo cual literalmente significa, Palabra de Vida, y realmente lo es, Jesús es la palabra que da vida al que está muerto en sus delitos y pecados, contrario a aquellos falsos maestros que enseñaban doctrinas heréticas que conducían al infierno, por ello el mismo Señor dijo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”, (Juan 6:63).


EL PROPÓSITO DEL MENSAJE QUE ANUNCIAMOS 

“Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido”.

1 Juan 1:3-4

                  En estos versículos encontramos el propósito del mensaje que anunciamos. En primer lugar, el mensaje es anunciado para traer comunión entre los creyentes: Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros. El mensaje del evangelio tiene como propósito crear una verdadera comunión entre los mismos hombres, de hecho, esta característica era fomentada en las iglesias juaninas a tal punto que no tenían obispos o personas que pudiesen llamar entre ellos principales, ya que todos se consideraban iguales y reinaba la hermandad entre ellos. Si existe un rasgo característico de la iglesia del primer siglo fue la gran unidad y hermandad que los cristianos tuvieron: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”, (Hechos 4:32). Hoy en día este mismo mensaje se nos ha compartido a través del evangelio de Jesucristo, todo con el propósito que tengamos comunión con nuestros hermanos en la iglesia. En segundo lugar, este mensaje ha sido anunciado para que tengamos comunión con el Padre y el Hijo: y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Por causa del pecado la comunión del hombre con Dios está rota, pero cuando viene a Cristo por medio del mensaje del evangelio, este se reconcilia con Él para tener una comunión perfecta: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”, (Romanos 5:10-11). Contrario a las enseñanzas herética de los falsos maestros del tiempo de Juan que los conducía a una mala comprensión de Cristo, el mensaje del verdadero evangelio traía comunión con Dios y el hombre, y esta palabra comunión que aparece aquí se traduce del griego koinonía (κοινωνία), y esta nos habla de expresar un compañerismo basado en el amor donde todos participan y se apoyan mutuamente. Este es la verdadera comunión que debe existir en la iglesia y se obtiene a través del verdadero mensaje del evangelio, ningún otro mensaje lo conseguirá, y ahora nosotros podemos estar seguros que nos encontramos en la verdad porque el Espíritu Santo da testimonio de ello y podemos disfrutar de una comunión plena con Dios, sabiendo que gracias a Cristo hemos heredado la vida eterna: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”, (Romanos 8:15-17). Es el Espíritu Santo que da testimonio a nuestro corazón de que somos hijos de Dios y que tenemos plena comunión con Él.



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