“Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,
y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a
ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. De esta manera también
los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y
los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el
Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios;
líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le
injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él. Y desde la
hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de
la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani?
Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que
estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno
de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña,
le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle”.
Mateo 27:39-49
INTRODUCCIÓN
El apóstol Mateo continua con su relato en este
evangelio de la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo y ahora nos muestra su
agonía en la cruz del Calvario. Por Marcos sabemos que nuestro Señor paso
clavado en la cruz seis horas antes de morir y durante este tiempo no solo
sufrió el martirio del dolor provocado por los clavos en sus manos y pies o las
heridas profundas provocadas por la corona de espinas, los azotes o contusiones
provocadas por los golpes de los soldados romanos, sino sufre las burlas de sus
enemigos y otros padecimientos relacionados con la crucifixión. Consideremos
los padecimientos de Jesús en estas 6 horas de agonía.
SEIS HORAS DE AGONÍA EN LA CRUZ
Mateo nos dice que el Señor fue crucificado en medio de
dos ladrones: “Entonces crucificaron
con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda”, (Mateo 27:38). Aparte de esto Marcos nos
dice que Jesús paso clavado en la cruz seis horas antes de morir, desde la hora
tercera (9:00 AM) hasta la hora novena (3:00 PM): “Era la hora tercera cuando le crucificaron… Cuando
vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena”, (Marcos 15:25, 33). Por tanto, fueron
seis horas de agonía que Jesús sufrió en la cruz y durante este tiempo, aparte
de sufrir el dolor de las heridas provocadas antes de la crucifixión,
experimento el dolor de las heridas provocadas por los clavos en sus manos y
pies, así como el escarnio de sus enemigos. Sin embargo, aun en medio de este
terrible dolor, nuestro Señor no expreso palabras de maldición como lo solían
hacer los malhechores que eran crucificados, al contrario, durante este periodo
de seis horas hay siete palabras que nuestro Señor expresa que muestran su gran
amor. Este periodo de seis horas lo podemos dividir en dos momentos, las
primeras 3 horas antes de las tinieblas y las ultimas 3 horas durante las
tinieblas.
LAS PRIMERAS 3 HORAS, ANTES DE LAS TINIEBLAS
“Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,
y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a
ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. De esta manera también
los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y
los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el
Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios;
líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le
injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él”.
Mateo 27:39-32
Durante este periodo de 3 horas acontecieron las burlas
de sus enemigos y Jesús pronuncia 3 de 7 palabras. En primer lugar,
vemos que después de haber sido crucificado cruelmente por los soldados
romanos, en lugar de maldecir a sus enemigos, rogó para que Dios tuviese
misericordia de ellos: “Y
cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos,
echando suertes”, (Lucas
23:33-34). Marcos nos dice que el hecho de que haya sido crucificado
entre dos malhechores era el cumplimiento de una profecía del Antiguo
Testamento: “Crucificaron
también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda. Y se
cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos”, (Marcos 15:27-28). Esta profecía
corresponde a la de Isaías: “Por
tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos;
por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores,
habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”, (Isaías 53:12). Generalmente, las
personas que eran crucificados maldecían a las personas que estaban a su
alrededor al verse envueltos en los terribles martirios de la muerte en cruz,
pero Jesús en lugar de eso, rogaba al Padre que perdonara sus acciones ya que
Él estaba allí para pagar por nuestros pecados. En segundo lugar, tenemos
las burlas de las personas que pasaban por el lugar de la crucifixión: Y los que pasaban le injuriaban, meneando la
cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas,
sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. Lucas nos dice que no solo el
pueblo se burlaba de Él, sino también los gobernadores: “Y el pueblo estaba mirando; y aun los
gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si
éste es el Cristo, el escogido de Dios”, (Lucas 23:35). Las burlas de esta gente giraron
alrededor de:
1. Pronunciar con sarcasmo algunas palabras que Jesús uso para enseñar a sus discípulos: Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo.
2. Desafiarlo a que si es el Hijo de Dios bajara de la cruz y se salvara: si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.
3. Que si realmente era el Cristo, el que había salvado a otros, ahora se salvara a sí mismo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
Sin embargo, Jesús no podía bajar de la
cruz y salvarse a sí mismo, no porque no tuviese el poder de hacerlo, sino
porque esa era su misión, ofrecer su vida en rescate de muchos. Ahora, Mateo
nos dice que la gente meneaba su cabeza en son de burla y le injuriaban y esta
es una alusión más a un Salmo mesiánico que anunciaba los padecimientos del
Mesías en la cruz: “Todos
los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se
encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía”, (Salmo 22:7-8). De tal forma, que aun en
esta escena tan injusta podemos ver que la voluntad de Dios se estaba
cumpliendo. Esta palabra que Mateo utiliza para decir que las personas que
pasaba le injuriaban, se traduce del griego blasfemeo (βλασφημέω), de donde proviene la palabra blasfemia, que no es mas
que una calumnio o acto infame que agrede la dignidad de Dios, mientras que
Lucas usa la palabra burlar que viene del griego ekmuktepídso (ἐκμυκτερίζω), que significa dañar la dignidad de una persona a
través de palabras que la ridiculizan. Y en ambos casos, estas acciones era
terribles acciones cometidas en contra de nuestro Dios, pero el Señor rogaba
porque no les fuesen tomadas en cuenta. En tercer lugar, tenemos las
burlas de los principales sacerdotes y fariseos: De esta manera también los principales
sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos,
decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel,
descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si
le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. En este caso, la palabra escarnecer viene del griego
empaidso (ἐμπαίζω), que hace referencia al hecho de burlarse de una
persona de forma sarcástica, como los niños que se mofan de forma inmadura.
Increíblemente nuestro Señor soporto todas estas burlas, sin proferir palabras
de reproche, tal y como Pedro lo dice en una de sus cartas: “Pues para esto fuisteis llamados; porque
también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus
pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le
maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino
encomendaba la causa al que juzga justamente”, (1 Pedro 2:21-23). En cuarto lugar,
tenemos las injurias pronunciadas por los ladrones que estaba clavados en
otras cruces alrededor de Él: Lo mismo le injuriaban también los ladrones que
estaban crucificados con él. Lucas
nos da detalles en cuanto a lo que estos malhechores que estaban crucificado a
su lado le dijeron: “Y uno
de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el
Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió,
diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a
la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros
hechos; más éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas
en tu reino”, (Lucas
23:39-42). Egoístamente uno de los malhechores que estaba crucificado a su lado
le decía que si era el Cristo se salvara a si mismo y a ellos, sin embargo, el
otro le reprende por su maldad y de cómo aun estando en la propia condenación
no teme a Dios. Esto nos muestra cómo algunos hombres malvados, aun estando en
el lecho de su muerte y agonía, no se arrepienten delante de Dios ya que sus
corazones están endurecidos por el diablo. Por otro lado, el otro malhechor
reconoce que ellos merecían esa muerte por sus muchos pecados y estando en los
últimos momentos de agonía le ruega a Jesús que se acuerde de él cuando viniese
en su reino y aquí, en quinto lugar, tenemos la segunda
palabra de Jesús: “Entonces
Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, (Lucas 23:43). Es increíble ver cómo
nuestro Señor, aun en medio de la agonía de la cruz, tenia palabras de
esperanza y salvación para el pecador arrepentido. Luego, en sexto lugar,
tenemos la tercera palabra de Jesús: “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien
él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después
dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la
recibió en su casa”,
(Juan 19:26-27). Lo más seguro es que María era una viuda para este entonces ya
que su marido José no tiene participación en los evangelios durante el
ministerio de Jesús y aunque tenía otros hijos, pero ninguno de ellos había
creído todavía en Jesús como Mesías, por ello decide encargarle al que llama
aquí el discípulo a quien Él amaba que la recibiera como si se tratara de su
propia madre. En cuanto a la identidad del discípulo amado la mayoría de
estudiosos opinan que se refiere a Juan el apóstol. De esta forma acontecieron
estos eventos durante las primeras 3 horas que Jesús estuvo crucificado.
LAS 3 HORAS DE TINIEBLAS, ANTES DE LA MUERTE DE JESÚS
“Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la
tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz,
diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías
llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la
empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros
decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle”.
Mateo 27:39-49
Desde la hora sexta, es decir, las 12:00 PM, Mateo nos
dice que hubo tinieblas y se extendieron por 3 horas, hasta la hora novena, es
decir, las 3:00 PM. En cuanto a la explicación de cómo ocurrieron estas
tinieblas, es bien difícil establecer una respuesta totalmente satisfactoria,
solo sabemos que ocurrió. Por un lado, algunos opinan que se trato de un
eclipse, sin embargo, es bien difícil creer que fuese uno porque por ser la
fiesta de la pascua, era una estación de luna llena y un eclipse no puede durar
tanto tiempo como 3 horas. Ahora bien, lo que si sabemos es que ocurrió, ya sea
como un acto sobrenatural de Dios u otro fenómeno astronómico, lo cierto es que
Dios lo provoco como una expresión de su gran dolor al considerar los
sufrimientos de su Hijo amado y una evidencia del momento en que el reino de
las tinieblas ejerció su mayor poderío diabólico en contra de Jesús. Ahora, cerca
de la hora novena Jesús exclama la cuarta palabra: Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran
voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías
llama éste. Estas palabras son una referencia
directa a otro versículo del Salmo 22 lo cual muestra una vez mas el
cumplimiento profético de lo que allí estaba aconteciendo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de
mi salvación, y de las palabras de mi clamor?”, (Salmo 22:1). Estas palabras fueron expresadas por
Jesús en la lengua aramea: Elí,
Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Por ello, aquellos que estaban a su lado
creyeron que estaba invocando a Elías para que lo salvaran y se quedaron viendo
que es lo que pasaba: Algunos
de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste… Pero los otros
decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. Ahora bien, muchos se han preguntado por qué Jesús
exclamo estas palabras donde afirmaba que sentía que su Padre lo había
abandonado. ¿Será que realmente el Padre abandonó a su Hijo?
Recordemos que las palabras de Jesús no solo expresaban el cumplimiento
profético de los acontecimientos que ocurrían en ese momento tocante al Mesías,
sino también expresaban lo que nuestro Señor sentía de tal forma que en
ese momento experimentó un sentimiento de soledad, una sensación de que el
Padre lo había abandonado, pero ¿cómo fue posible esto? Lo cierto es
que durante ese momento Jesús tuvo que enfrentar el mayor de todos los
sufrimientos de su martirio, el cargar con todos nuestros pecados,
recordemos que Él es el Cordero de Dios sobre el cual recaería nuestra culpa
para que muriese por nuestros pecados y si esto es así, nuestro Señor santo que
nunca cometió pecado y que lo aborrecía, permitió que nuestras maldades le
fueran imputadas: “Al que
no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él”,
(2 Corintios 5:21). Este acto de misericordia fue un momento de extremo
sufrimiento de Cristo, más que el dolor de los azotes o los clavos o la corona
de espinas, más que el sufrimiento físico que los martirios que la cruz le
provocaba, porque Dios aborrece el pecado y la Escrituras anunciaban que
cualquiera que fuese colgado de un madero seria maldito, y Jesús se sometió a
todo esto por amor a nosotros: “No
dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás
el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu
tierra que Jehová tu Dios te da por heredad”, (Deuteronomio 21:23). Por ello Pablo dijo: “Cristo nos redimió de la maldición de la
ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es
colgado en un madero)”,
(Gálatas 3:13). Así que literalmente podemos decir que sobre Jesús recayó la
maldición de nuestros pecados. Ahora bien, si esto es así y si Dios no puede
tener comunión con alguien que vive en pecado, significa que por ese leve
momento donde Jesús es hecho pecado por nosotros, el Padre se alejó, rompiendo
esa perfecta comunión y con el dolor de ambos, Jesús exclama: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? No podemos
imaginarnos lo difícil y terrible que fue ese momento para la Trinidad divina. Luego,
después de esto viene la quinta palabra de nuestro Señor: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo
estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed”, (Juan 19:28). Fue por eso que los
soldados corrieron a darle vinagre: Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una
esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Todo esto paso, de acuerdo al evangelio según
Juan para que se cumpliese la Escritura y si revisamos hay dos versículos a los
que puede hacer referencia este acontecimiento profético, primero el Salmo 22 que
expresa en buena parte los sufrimientos del Mesías en la cruz: “Se ha secado mi vigor como una teja; la
lengua se me pega al paladar. ¡Me has hundido en el polvo de la muerte!”, (Salmo 22:15). También tenemos el Salmo 69
que habla del hecho de que le dieron a beber vinagre: “Me pusieron además hiel por comida, y en mi
sed me dieron a beber vinagre”,
(Salmo 69:21). De esta forma cada acontecimiento en la cruz estaba cumpliendo
las profecías mesiánicas que se habían dado hace años atrás. Luego, vienen
la sexta y séptima palabras de Jesús, ya que cuando todo hubo acabado
Él exclamo con gran voz la consumación de su misión en esta tierra:
“Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo:
Consumado es”, (Juan 19:30), para
finalmente entregarle su vida a su Padre: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”, (Lucas
23:46). De esta forma acontecieron estas seis horas en las que estuvo nuestro
Señor clavado en la cruz, todo lo soporto por amor a nosotros ya que era
necesario que Él se ofreciese como el sacrificio sustituto por nuestros pecados
para que ahora nosotros podamos creer en Él y ser salvos de la condenación
eterna.
Jesús Cordero Perfecto, murió por mis pecados aún sin merecerlo.
ResponderBorrarEspero con ansia todo lo que resta de este estudio de Mateo, discípulo de Jesucristo. Sus explicaciones me han servido de mucho para crecer en la fe. Muchas gracias.
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