“Amados, amémonos unos a
otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y
conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En
esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo
unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a
su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así,
debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si
nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado
en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que
nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre
ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Todo aquel que confiese que Jesús es
el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido
y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que
permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado
el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues
como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que
el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De
donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a
él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su
hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo
puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de
él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”.
1
Juan 4:7-21
INTRODUCCIÓN
Si había alguien que conocía el significado
del verdadero amor ese era el apóstol Juan, no olvidemos en el Evangelio Según Juan
se le llama “el discípulo amado”, y era así porque él había experimentado el
verdadero amor de parte de nuestro Señor Jesucristo. Ahora, a través de todos
estos versículos podemos encontrar las características que distinguen al
verdadero amor, un amor que no se practica en el mundo, porque el verdadero amor
proviene de Dios.
Características del verdadero amor |
EL AMOR ES DE DIOS
“Amados, amémonos unos a
otros; porque el amor es de Dios...”
1 Juan 4:7
Lo primero que debemos entender del
verdadero amor es que este proviene de Dios y no existe otra fuente en la cual
la podamos encontrar. El ser humano puede experimentar muchos sentimientos
nobles como el afecto entre familiares o la amistad, pero todos estos son
imperfectos, propensos a fallar, pero el verdadero amor perfecto proviene de Dios,
porque su naturaleza es amor y solo naciendo de nuevo uno puede llegar a experimentarlo:
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de
Dios. El amor de Dios es la esencia de su carácter y está en completa
armonía con todos sus atributos como la justicia, la santidad, rectitud, omnipotencia
y soberanía.
EL AMOR ES EXPERIMENTADO POR LOS NACIDOS DE NUEVO
“…Todo aquel que ama, es
nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque
Dios es amor”.
1 Juan 4:7-8
Otra característica del verdadero
amor es que solo puede ser experimentado por los nacidos de nuevo, es decir, por
los hijos de Dios, aquellos que han experimentado una autentica conversión a Cristo:
Todo aquel que ama, es nacido de Dios. Al
nacer de nuevo, el Espíritu Santo crea en nosotros una nueva naturaleza la cual
es capaz de experimentar y gozar de la presencia de Dios, de recibir sus dones espirituales
y buenas dadivas que provienen de su gracia a tal punto que le llegamos a
conocer y establecemos así una relación personal con Él, por ello Juan dice: … y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios;
porque Dios es amor. Por tanto, aquel no ha aprendido a amar es
porque nunca ha conocido a Dios, porque Dios es amor y su amor llena todo
nuestro corazón para ser transformados de acuerdo su carácter de justicia y
santidad.
EL AMOR ES SACRIFICADO
“En esto se mostró el amor
de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para
que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado
a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación
por nuestros pecados”.
1 Juan 4:9-10
En tercer lugar, Juan nos dice que el
amor de Dios es sacrificado: En esto se mostró el
amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,
para que vivamos por él. Dios nos muestra su gran amor a través de rescatarnos
del yugo del pecado a través de entregar por nosotros no más amada que tiene,
su Hijo Jesucristo: “Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, más tenga vida eterna”, (Juan 3:16). En este sentido,
el verdadero amor es sacrificial, no piensa en lo suyo, sino en el bienestar
del prójimo y no solo esto, sino que el amor de Dios va más allá de un
sentimiento pasajero o sujeto a las emociones, el verdadero amor es una decisión,
una decisión de amar sin considerar ningún merito que lo pueda merecer, de allí
las palabras de Juan: En esto consiste el amor: no
en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y
envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Dios decidió
amarnos, aun antes de nosotros conocerlo, sin haber hecho algo para merecerlo,
simplemente nos amó.
EL AMOR SE PRACTICA CON LOS HERMANOS
“Amados, si Dios nos ha
amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros… Nosotros le amamos a
él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su
hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo
puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de
él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”.
1 Juan 4:11, 19-21
Aquel que afirme amar a Dios debe
amar también a sus hermanos: Amados, si Dios nos ha
amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. El mismo
Señor enseño que sus discípulos serian diferenciados porque se amarán los unos
a los otros: “En esto conocerán todos que sois mis
discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”, (Juan 13:35).
Para Juan era inconcebible que alguien que se llamase a sí mismo cristiano
tuviese odio en su corazón hacia alguno de sus hermanos: Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno
dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama
a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
El mejor ejemplo de amor lo tenemos en Dios, el cual, sin que nosotros lo hayamos
amado antes, Él nos amó primero, y de allí, que nosotros debemos aprender a
amar a nuestros hermanos obedeciendo así su mandamiento: Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios,
ame también a su hermano.
EL AMOR NOS AYUDA A PERMANECER EN ÉL
“Nadie ha visto jamás a
Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha
perfeccionado en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en
nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y
testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Todo aquel
que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y
nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios
es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”.
1 Juan 4:12-16
Aunque jamás le hayamos visto a Dios,
hemos experimentado su amor y este amor lo manifestamos también a nuestros
hermanos permaneciendo en Él: Nadie ha visto jamás a
Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha
perfeccionado en nosotros. Este maravilloso amor nos perfecciona en
el sentido de que Dios habita en nosotros por medio de su Santo Espíritu: En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros,
en que nos ha dado de su Espíritu. Como hijos de Dios no estamos
solos, Dios habita en nosotros y nos perfecciona en nuestro diario caminar, por
ello Juan testificaba este maravilloso mensaje, porque traía al hombre el amor
de Dios a su vida: Y nosotros hemos visto y
testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.
Solamente aquellos que confiesan que Jesús es su Señor pueden experimentar este
amor y permanecer en Dios: Todo aquel que confiese
que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Esta
relación de permanecer en Dios y Dios permanece en Él se logra por medio del
amor que Dios ha derramado en nuestros corazones y esta es la confianza que nos
conforta y anima: Y nosotros hemos conocido y creído
el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en
amor, permanece en Dios, y Dios en él.
EL VERDADERO AMOR NOS BRINDA LA CONFIANZA DE LA VIDA ETERNA
“En esto se ha
perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del
juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo”.
1 Juan 4:17
Al sentirnos amados por Dios podemos
experimentar una verdadera confianza de la vida eterna, porque sabemos que le
pertenecemos y hemos sido rescatados del juicio eterno: En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que
tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en
este mundo. Este maravilloso amor nos da la seguridad de nuestra salvación,
hemos sido rescatados del castigo eterno y no hay nada ni nadie que nos pueda
alejar del amor de Dios: “¿Quién nos separará del
amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez,
o peligro, o espada?... Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”, (1
Corintios 8:35, 38-39).
EL VERDADERO AMOR HECHA FUERA TODO TEMOR
“En el amor no hay temor,
sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí
castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.
1 Juan 4:18
En su amor somos perfeccionados,
tenemos plena comunión con el Espíritu Santo, amamos a nuestros hermanos y
desarrollamos esa confianza que nos da garantía de que hemos pasado de muerte a
vida, pero no solo esto, sino que también el verdadero amor echa fuera todo
temor: En el amor no hay temor, sino que el perfecto
amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que
teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Ciertamente el vivir
experimentando su amor nos da confianza y seguridad de que somos sus hijos y como
tales gozamos de su protección divina, sabemos que nuestra vida esta en sus
manos y que nada pasara si no es su voluntad. Hoy en día las personas viven
llenas de temor, le temen al futuro, a la delincuencia, a la brujería, a las
enfermedades terminales y a tantas cosas producto de la maldad de este mundo,
ciertamente son intimidantes, pero nosotros confiamos porque Dios nos ama y
Cristo ha vencido por nosotros: “Estas cosas os he
hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido al mundo”, (Juan 16:33)-
La esencia de Dios es el amor
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