“Hijitos, vosotros sois de
Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que
está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los
oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de
Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de
error”.
1
Juan 4:4-6
INTRODUCCIÓN
Para el apóstol Juan era muy importante que los creyentes se mantuvieran firmes en la enseñanza del verdadero evangelio y que conocieran a Jesucristo tal y como la palabra de Dios lo presenta, no como algunas sectas los enseñaban y cuyas doctrinas heréticas hacían tropezar a las personas, sino como verdaderos hijos de Dios que le han llegado a conocer tal y como Él es. Ya anteriormente Juan nos habló de la importancia de probar los espíritus si son de Dios y la forma en la cual podemos probarlos es a través de oír sus enseñanzas, si estas están en contra de la sana doctrina, entonces los tales son anticristo, y ahora, el apóstol nos habla de permanecer en esta verdad escuchando al Espíritu de Verdad y rechazando todo error.
Los que han vencido |
LOS QUE HAN VENCIDO AL MALIGNO
“Hijitos, vosotros sois de
Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que
está en el mundo”.
1 Juan 4:4
He aquí los que han vencido al
maligno, los hijos de Dios: Hijitos, vosotros sois
de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el
que está en el mundo. La verdadera victoria se encuentra en conocer
a Dios y alanzar su misericordia, misericordia que perdona nuestros pecados por
medio de la fe en Cristo Jesús. Como pecadores estábamos perdidos y éramos
cautivos de nuestras propias maldades: “Jesús les
respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado,
esclavo es del pecado”, (1 Juan 8:34). En este sentido estábamos
perdidos y sujetos a un imperio de iniquidad gobernado por Satanás, pero en
Cristo estas cadenas de esclavitud se rompieron y venimos a ser libres de la
condenación eterna y del imperio del maligno. Desde este momento, aquel
que antes vivía en servidumbre de pecado viene a ser libre y heredero de sus
maravillosas promesas: “Así que ya no eres esclavo,
sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”,
(Gálatas 4:7). Como herederos de Dios venimos a ser morada del Espíritu Santo,
el cual es la garantía de que realmente Dios mora en nosotros y le pertenecemos:
“Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien
nos ha dado las arras del Espíritu”, (2 Corintios 5:5). Por esto
Juan dice que aquel que es de Dios ha vencido porque mayor es Dios que el que
está en el mundo, este es el diablo. Por esta misma razón Pablo sabía que no había
poder alguno que lo pudiese separar del amor de Dios y en Cristo somos más que
vencedores: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es
por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas
las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también
resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por
causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de
matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de
aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni
ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo
alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de
Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”, (Romanos 8:31-39).
EL MUNDO SIGUE SU PROPIA SENDA DE MALDAD
“Ellos son del mundo; por
eso hablan del mundo, y el mundo los oye”.
1 Juan 4:5
Tristemente aquellos que no han
conocido a Dios no entienden su palabra, sino que siguen los principios de este
mundo y las practican, encajando perfectamente en este mundo: Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los
oye. El mundo corre en una senda de disolución y pecado, para ellos
este mundo es lo único que existe y han aprendido a convivir con él, pero sus caminos
son sendas de perdición, sin embargo, el cristiano no puede seguir este camino,
lo que al que está en el mundo le parece cosa extraña: “Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a
los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías,
disipación y abominables idolatrías. A éstos les parece cosa extraña que
vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os
ultrajan”, (1 Pedro 4:3-4). El mundo jamás nos comprenderá, pero es
importante mantenernos firmes, sin fluctuar en nuestra fe.
EL ESPÍRITU DE VERDAD VERSUS EL ESPÍRITU DE ERROR
“Nosotros somos de Dios;
el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto
conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error”.
1 Juan 4:6
Finalmente, aquel que es de
Dios, oye y cree a la verdadera doctrina predicada, escucha y acepta el
evangelio de Cristo, pero aquellos que no son de Dios, sino viven según
sus deseos y principios de este mundo, no escucha el mensaje verdadero, sino
sigue el error: Nosotros somos de Dios; el que
conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el
espíritu de verdad y el espíritu de error. lamentablemente los que están
en el mundo, sin Dios, sigue al espíritu de error, el cual los engaña para su
propia perdición, de hecho, Pablo nos dice: “En los
cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que
no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la
imagen de Dios”, (2 Corintios 4:4). Satanás ha cegado el
entendimiento de las personas para que no crean en el evangelio porque sabe que
aquel que cree alcanza misericordia por medio de la fe, pero nosotros, los que
hemos creído al verdadero mensaje del evangelio, hemos llegado a conocer al
Padre y su Hijo, para que por medio de la fe seamos capaces discernir entre la
verdad y el error.
Gloria a Dios, que Nuestro Señor Jesucristo le siga bendiciendo
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