“Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en
el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según la presciencia de
Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la
sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”.
1 Pedro 1:1-2
INTRODUCCIÓN
Los
primeros dos versículos de la primera carta del apóstol Pedro nos presente el
proemio. Un proemio era la forma de cómo los escritores de la carta se
introducían a sus lectores, generalmente iniciaba con el nombre de la persona
que escribía dicha carta, luego a quiénes se dirigía y unas palabras de
bendición invocando a sus dioses. Algunas de las cartas del Nuevo Testamento
presentan el proemio, identificándose el autor, saludando a sus destinatarios y
bendiciéndolos en el nombre de Dios. En este caso Pedro se dirige a los
expatriados de la dispersión en Asia Menor, por lo que ahora nos concentraremos
en considerar estas palabras en las cuales encontramos grandes lecciones
espirituales para nuestra vida cristiana.
LOS EXPATRIADOS DE LA DISPERSIÓN
“Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en
el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”.
1 Pedro 1:1
Pedro
se presenta saludando a sus destinatarios: Pedro,
apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia,
Capadocia, Asia y Bitinia.
En la última ocasión hicimos la introducción de esta carta y allí hablamos un
poco de estas ciudades que para este tiempo eran provincias gobernadas por el
imperio romano. Como lo mencionamos anteriormente, se cree que las personas a
las cuales Pedro llama, “expatriados de la dispersión”, eran judíos
cristianos que se encontraban dispersos en todas estas provincias romanas las
cuales, si consideramos un mapa, veremos que abarcaban una buena parte del
Medio Oriente. En la versión RV60, las palabras “expatriados de la
dispersión”, realmente se traduce de tres palabras griegas que son: “eklektós
parepídemos diasporá (ἐκλεκτός παρεπίδημος διασπορά),
que literalmente dice: “elegidos forasteros en la dispersión”, de allí que
otras traducciones traduzcan este versículo de la siguiente manera: “Yo, Pedro, apóstol de Jesucristo, escribo esta carta a los
elegidos por Dios que viven como extranjeros en las provincias de Ponto,
Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”, (1 Pedro 1:1, NTV). Algunos
consideran la diáspora como la dispersión de todos los judíos alrededor del
mundo debido a que su nación fue destruida, de allí que algunos consideren que
este saludo encaja entre los años 80 al 90 d.C. porque para este momento
Jerusalén había sido destruida por el general romano Tito y esto había obligado
a los judíos que sobrevivieron a esparcirse por todo el mundo conocido y vivir
como extranjeros. Sin embargo, no olvidemos que la diáspora comenzó hace mucho
tiempo atrás, primero Israel, el reino del norte callo en el 733 a.C. bajo las
invasiones asirias y los sobrevivientes fueron deportados, luego, en el 600
a.C. iniciaron las deportaciones de judíos a Babilonia hasta que Jerusalén es
totalmente destruida en el 597 a.C. Así que, si Pedro escribió alrededor del
año 62 o 63 d.C., para ese momento ya existían muchos judíos alrededor de todas
estas provincias y la persecución en contra la iglesia ya había iniciado por
parte de Nerón.
Ahora, hay un detalle que queremos
resaltar y esta es la gran influencia apostólica en estos tiempos y la
cooperación entre todos para promover el avance del evangelio en todas estas
regiones. En este caso, Pedro saluda a los hermanos dispersos en
Galacia, una antigua provincia romana habitada por los galos que hoy en día es
Turquía, en esta región había ciudades que el apóstol Pablo visito durante sus
viajes misioneros: “Pero rodeándole los discípulos,
se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con Bernabé para
Derbe. Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos
discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía”, (Hechos
14:20-21). Más tarde, encontramos que Pablo les escribe a los creyentes de la
región de Galacia: “Pablo, apóstol (no de hombres ni
por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los
muertos), y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia”,
(Gálatas 1:1-2). Luego, vemos que estas iglesias también recibían la influencia
del apóstol Pedro que, como Pablo, testificaba el mensaje del evangelio. Luego,
vemos que Pedro en su saludo incluye a los hermanos dispersos en toda Asia,
refiriéndose a lo que se conoció en aquel entonces a Así Menor, lo que hoy es
Turquía, allí se encontraban iglesias en Éfeso, Colosa, Laodisea, Tiatira,
Esmirna, Filadelfia, Sardis y Pergamo. Si recordamos, Juan, el apóstol,
escribió a estas iglesias en sus diferentes cartas y en el libro de
Apocalipsis: “…Escribe en un libro lo que ves, y
envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo,
Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”, (Apocalipsis 1:11); también
Pablo la oportunidad de enseñar en Éfeso: “Aconteció
que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las
regiones superiores, vino a Éfeso…”, (Hechos 19::1), y en las
iglesias establecidas en Colosa y Laodisea: “Cuando
esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la
iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros”,
(Colosenses 4:16). Luego, las regiones del Ponto, Capadocia y Bitinia fueron
influenciadas por el ministerio del apóstol Pedro. En general, podemos
ver la cooperación que había entre los diferentes apóstoles y obreros
cristianos, que lejos de querer formar seguidores de ellos mismos, formaron
discípulos de Cristo, sin contiendas entre ellos ni luchas de poder por querer
hacer que un ministerio brille más que otro. Hoy en día, algunas
misiones pretenden promover su denominación antes que hacer discípulos para
Cristo, a veces, dentro de la misma denominación, los lideres se pelean por
saber hasta dónde llega su frontera y se molestan si encuentran a otro
cristiano predicando en su distrito, pero la verdad que esto está totalmente
mal: “Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos
visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo
prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque
ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí.
Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es”, (Marcos
9:38-40).
ELEGIDOS SEGÚN SU PRESCIENCIA
“… elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del
Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y
paz os sean multiplicadas”.
1 Pedro 1:2
En
este versículo encontramos dos palabras interesantes y que presentan una de las
doctrinas fundamentales de la fe cristiana: “… elegidos
según la presciencia de Dios Padre…
En primer lugar, se nos dice que los cristianos somos elegidos, y esta palabra,
elegidos, se traduce del griego, eklektós (ἐκλεκτός),
lo cual nos sugiere un proceso de elección y en este sentido los cristianos somos
personas que hemos sido seleccionados o elegidos por Dios, luego, podríamos preguntarnos:
¿basado en qué nos elige Dios? Bueno, el apóstol responde que basado en la
presciencia de Dios Padre, y esta palabra, presciencia se traduce del griego prógnosis
(πρόγνωσις), que literalmente significa
el conocimiento anticipado de Dios. En otras palabras, los cristianos fuimos
elegido por Dios, desde antes que nosotros naciésemos: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que
nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones”, (Jeremías
1:5), no basado en nuestros méritos o porque tuviésemos algo diferentes a las
otras personas que nos hiciera la mejor opción, sino por su gracia: “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu
Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos
que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha
querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de
todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento
que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha
rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto”,
(Deuteronomio 7:6-8). El mismo apóstol Pablo habla acerca de una elección incondicional,
no basada en méritos personales, sino, en su santa voluntad, según su amor y
misericordia: “Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación
del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor
habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”, (Efesios 1:3-5). Por
tanto, vemos aquí en 1 Pedro, en su saludo inicial, como se nos presenta una confirmación
de unas de las doctrinas que la iglesia cristiana ha enseñado desde sus inicios,
ahora, los cristianos hemos sido elegidos, según la presciencia de Dios, para: santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la
sangre de Jesucristo.
La palabra santificación se traduce del griego jagiasmós (ἁγιασμός), que nos habla del hecho de que
hemos sido apartados por Dios para ser usados en sus propósitos santos, para lo
cual hemos sido lavados de nuestros pecados por la sangre de Jesucristo. Es importante
que los cristianos entendamos lo que realmente somos en Cristo Jesús, somos
pueblo santo, apartados de la inmundicia del mundo, elegidos según la
presciencia de Dios, elegidos para sus santos propósitos y libres del pecado por
medio del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. A estos, Pedro les desea: Gracia y paz os sean multiplicadas. La gracia y la paz que solamente Cristo puede traer
a nuestras vidas era el anhelo de Pedro para aquellos a los cuales escribía.
Hermano Walter, Dios le bendiga grandemente, le tengo una pregunta la salutacion apostólica " gracia y paz " por qué se repetía en varías cartas de los escritores del nuevo pacto?
ResponderBorrarDios lo bendiga, ambas palabras fueron usadas por los cristianos del primer siglo ya que representaban lo que Dios le ofrece al hombre, primero su gracia, es decir, su don o bondad inmerecida el cual abre la puerta para recibir sus otras bendiciones como la paz, su amor, misericordia y otras mas. Por eso vera que siempre comienzan con la gracia y luego le agregan paz, es decir, la reconciliación del hombre con Dios y sus semejantes. Es un saludo común de este tiempo, parecido al nuestro como cuando decimos "Dios lo bendiga", aunque en este tiempo, declarar gracia y paz tenia un profundo sentimiento de que realmente Dios bendijera a esta persona, mas que un simple saludo.
Borrar