Camino a Damasco (Hechos 9:1-2)


 

“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que, si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén”.

Hechos 9:1-2


INTRODUCCIÓN

 

El capítulo 9 del libro de los Hechos de los Apóstoles iniciará una nueva sección donde ira introduciendo a un personaje que tendrá el protagonismo del libro completo, nos referimos al apóstol Pablo. hasta el momento Lucas nos ha presentado: Las ultimas instrucciones de Jesús a sus discípulos y su ascensión a los cielos, el día de Pentecostés, los inicios de los primeros cristianos en Jerusalén y la persecución en contra de los apóstoles en Jerusalén, luego, tenemos una sección dedicada a Esteban y su valiente defensa del evangelio lo cual lo convierte en el primer mártir de la iglesia y la sección de Felipe el evangelista la cual acabamos de terminar. Ahora, el historiador Lucas comienza a introducir más a este personaje llamado Saulo de Tarso, para dirigirnos a su conversión y unión al cuerpo de Cristo, luego, habrá un pequeño paréntesis donde se nos mostrará algo respecto al ministerio del apóstol Pedro, para luego dedicarse de lleno al ministerio del apóstol Pablo.


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Camino a Damasco
 

SAULO DE TARSO: EL FUTURO PABLO, APÓSTOL DE LOS GENTILES

 

“Saulo…”

Hechos 9:1

 

La primera mención de Saulo de Tarso la tuvimos cuando este consentía la muerte de Esteban: “Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo”, (Hechos 7:58), luego, desata una gran persecución en contra de los discípulos, provocando que estos se dispersen fuera de Jerusalén: “Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel”, (Hechos 8:3). Ahora Lucas vuelve a dirigir nuestra atención a este personaje, pero ¿quién era Saulo de Tarso? Saulo de Tarso, quien llegaría a ser conocido como Pablo, se cree que nació entre el año 5 al 10 d.C., su muerte se estima en el año 67 d.C., durante la persecución que Nerón desato sobre los cristianos. El nombre de Saulo se traduce del griego Saulos (Σαλος), el cual proviene del hebreo Shaúl (שָׁאוּל), cuyo nombre significa “deseado”, o “pedido”, y de aquí también proviene el nombre de Saúl, el primer rey de Israel, de la tribu de Benjamín. Con el tiempo, este seria conocido a través de sus cartas con el nombre de Pablo, el cual se traduce del griego Paulos (Παλος), que significa “pequeño”. Nació en Tarso, una ciudad de Cilicia, en la actual Turquía, de padres hebreos y de la tribu de Benjamín: “… circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos…”, (Filipenses 3:5), por medio de sus padres heredo la ciudadanía romana: “Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento”, (Hechos 22:27-28), y fue educado por el maestro Gamaliel en Jerusalén: “Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros”, (Hechos 22:3). Este fue un celoso religioso, perteneciente a la secta de los fariseos: “Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo”, (Hechos 26:4-5). Por tanto, podemos entender que, aunque nació en Tarso, Pablo fue educado en Jerusalén, en la secta de los fariseos, probablemente escuchó acerca de Jesús durante el tiempo de su ministerio y no sabemos si estuvo presente durante su juicio y crucifixión, ya que de esto nada menciona Pablo, pero lo cierto es que este hombre sentía un enorme desprecio hacia los seguidores de Cristo, su celo por su religión lo llevo a convertirse en un perseguidor de la iglesia.

 

EL CELO RELIGIOSO DE PABLO

 

“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que, si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén”.

Hechos 9:1-2

 

En su celo Pablo deseaba terminar con los discípulos de Cristo por considerar el cristianismo como una herejía del judaísmo, los había perseguido en Jerusalén, echando a varios a la cárcel, pero no conforme con esto decide perseguirlos hasta Damasco: Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que, si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Las palabras, “respirando aún amenazas de muerte”, describen muy bien las intensiones homicidas que tenia en su corazón, tanto era el odio que sentía hacia los seguidores de Jesús que no reparaba que su celo religioso lo impulsaba a convertirse en un asesino: “Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras”, (Hechos 26:11). En este caso Pablo estaba convencido de que le estaba prestando un servicio a Dios, persiguiendo y asolando a la iglesia del Señor, tanto era su celo que decidió pedir cartas de recomendación al sumo sacerdote de Jerusalén para continuar con su persecución en Damasco: “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto”, (Hechos 26:9-10). De esta manera se cumplían las palabras del Señor cuando dijo: “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios”, (Juan 16:2). Con las cartas de recomendación del sumo sacerdote pensaba presentarse en las sinagogas de Damasco para evitar que el cristianismo llegase a propagarse en ese lugar y así capturar a aquellos que profesasen la fe en Jesús. Que triste es saber que muchas personas son sinceras en su religión y aun celosos, abrazando sus antiguas creencias heredadas muchas veces por sus antepasados, rechazan el mensaje del evangelio y se niegan a creer en Cristo, sin embargo, el evangelio tiene poder para transformar estas vidas, para que se den cuenta del error que comenten. La religión es un intento del diablo para que las personas crean que están agradando a Dios, algunas buscan acercarse a Dios sin Cristo, otras lo presentan, pero terminan exaltando más a otro profeta o iluminado y asi, muchas religiones reemplazan la obediencia de su palabra por tradiciones y dogmas de hombres establecidos por sus lideres, todo esto hace que el hombre religioso viva engañado creyendo que le sirve a Dios, pero va rumbo al infierno, su religión es una venda que no le permite ver la verdad del evangelio: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”, (2 Corintios 4:3-4). Por ello, creer que la Biblia es la palabra de Dios es determinante, porque si creemos en eso, entonces creeremos que sus preceptos y leyes son vida y nos guiaran a la verdad de Cristo, la Biblia nos mostrara el camino que debemos seguir, el camino a la vida eterna a través de Jesucristo, cualquier dogma o tradición religiosa la podemos desmentir a través del testimonio de las Escrituras, las mismas Escrituras tiene poder para transformar al peor de los pecadores y llevarlo a la obediencia en Cristo Jesús: “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”, (2 Corintios 10:4-5). Pero esto ocurre cuando creemos que la Biblia es la palabra de Dios, cuando nuestro corazón es humilde y no presenta argumentos altivos en contra de las Sagradas Escrituras con el fin de defender sus ideología, tradiciones y dogmas religiosos, por ello Santiago dice: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”, (Santiago 1:21). Aun así, sabemos que hay personas que niega la inspiración de las Sagradas Escrituras, no creen en su inerrancia y solo lo ven como un libro de historia o mitología, llenos de misticismo y creencias hebreas antiguas; pero se equivocan. La verdad es que, aunque estos nieguen la inspiración de las Escrituras, Dios tiene poder para que su palabra prevalezca y que muchos crean en ella, aún estos que la niegan y están convencidos de sus ideologías y creencia religiosas pueden venir a los pies de Cristo, porque al final todo depende de Dios quien es el que llama: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”, (Romanos 9:16). Debemos orar por aquellos que están perdidos en sus religiones, a lo mejor parezca imposible convencerlos del error en el que se encuentran, pero al final, es el Espíritu Santo el que convence de pecado y nosotros debemos continuar orando por los perdidos y predicando el mensaje del evangelio para que muchas personas más puedan venir al conocimiento de vida eterna que es en Cristo Jesús.

 

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