“Más estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros,
para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras,
como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a
beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y
cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de
ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos
de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les
acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a
quienes han alcanzado los fines de los siglos”.
1 Corintios 10:6-11
INTRODUCCIÓN
En este capítulo Pablo dirige su
mensaje a los fuertes en la fe advirtiéndoles la importancia de vivir con mucho
cuidado su salvación ya que el hecho de que participen de las ordenanzas del
bautismo y la santa cena, o el hecho que han llegado a adquirir un gran
conocimiento bíblico no es garantía que su salvación está asegurada. El apóstol
les ilustra este hecho con el ejemplo de Israel en sus años de peregrinaje en
el desierto. Este pueblo a pesar de haber presenciado con sus propios ojos el
despliegue del poder de Dios al liberarlos de Egipto y de gozar de sus
bendiciones como el mana y el agua de la roca no lograron entrar en la tierra
prometida, al contrario se extraviaron y cayeron en muchos pecados. El apóstol
nos describe a continuación estos pecados con el fin de que esto nos sirva de
ejemplo a todos los cristianos: Más estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros.
EL PECADO DE LA CODICIA
“Más estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros,
para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron”.
1 Corintios 10:6
La finalidad de Pablo es mostrarles a sus lectores que a
pesar de su confesión de fe y su participación en los privilegios del
cristianismo, deben examinarse a fin de encontrarse en la verdadera profesión
de Cristo y no en una religión falsa. La palabra “ejemplo”, proviene del griego túpos
(τύπος) de donde proviene la palabra española tipo. Un tipo es
una figura literaria que simboliza a través de sus características presentes un
hecho que ocurrirá en el futuro. En este caso, el pueblo de Israel es un tipo
de la iglesia, y su éxodo en el desierto es un tipo del peregrinar en la vida
cristiana. El primer pecado que recalca Pablo es el de codiciar la cosas malas.
Esto ocurrió cuando Israel comenzó a menospreciar la libertad que Dios les
había dada y comenzaron a extrañar las cosas que tenían en Egipto: “Y la gente
extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel
también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos
del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los
puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino
este maná ven nuestros ojos”, (Números 11:4-6). Podemos ver lo
ilógico en la palabras de Israel, ya que si bien es cierto en Egipto podían tal
vez disfrutar de estas comidas; pero allí vivían como esclavos sin privilegios
y bajo el látigo del capataz, sin ningún derecho. Como cristianos podemos caer
en este terrible error, olvidando de donde nos sacó Dios, podemos comenzar a
quejarnos de las circunstancias que nos rodean en lugar de valorar lo que Él ha
hecho en nosotros hasta llegar a codiciar las cosas de este mundo olvidándonos
que antes éramos esclavos del pecado camino al infierno. Esta actitud desagrado
tanto al Señor que termino dándoles codornices para comer en lugar del mana,
pero luego trajo una plaga terrible que castito duramente al pueblo blasfemo: “Aún estaba la carne
entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová
se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande”,
(Números 11:33). Como hijos de Dios debemos cuidarnos de no cometer este mismo
error ya que podríamos encontrarnos pecando contra Dios a través de nuestras
continuas quejas y esto llevarnos a la codicia de las cosas mundanas.
EL PECADO DE LA IDOLATRÍA
“Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está
escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar”.
1 Corintios 10:7
En esta ocasión Pablo les
advierte a los corintios que no sean idolatras: Ni seáis idólatras, como algunos de ellos,
según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar.
Esta vez la referencia bíblica se encuentra en Éxodo 32 donde después que
Moisés ascendió al monte Sinaí para recibir el decálogo el pueblo se degenero
pidiéndole a Aarón que les construyera un becerro de oro el cual fue adorado y
se entregaron a comer, beber y se degenero en una fiesta pagana: “Viendo el pueblo que
Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le
dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este
Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya
acontecido… él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo
de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus
dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto… Y al día siguiente madrugaron, y
ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a
comer y a beber, y se levantó a regocijarse”, (Éxodo 32:1,4, 6). Esta
era una advertencia directa a los corintios ya que alrededor de ellos la
idolatría era muy fuerte. Lo más seguro es que algunos de los creyentes que
habían adquirido el conocimiento de que los ídolos no eran nada y por tanto
podían comer de lo sacrificado a los ídolos, llegaban al extremo de participar
de sus banquetes en los templos paganos. El problema con todo esto es que
después del banquete le acompañaba una fiesta pagana con bailes eróticos que
terminaban en fornicación. Obviamente ellos no estaban aplicando correctamente
su conocimiento. Si hay un pecado muy aborrecido por Dios es el de la idolatría.
De hecho su segundo mandamiento prohíbe la adoración a estas imágenes: “No te harás imagen,
ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra,
ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás;
porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los
padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me
aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis
mandamientos”, (Éxodo 20:4-6). Como consecuencia la ira del Señor se
manifestó consumiendo a muchos de ellos: “Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el
becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos,
y las quebró al pie del monte. Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó
en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas,
y lo dio a beber a los hijos de Israel… Y los hijos de Leví lo hicieron
conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil
hombres”, (Éxodo 32:19-20, 28). J. D. Douglas y Merrill C. Tenney
definen la idolatría como la adoración a otros dioses diferentes a Jehová y la
adoración de Jehová a través de imágenes. Un ídolo es cualquier cosa que toma
el lugar de Dios. En este sentido un ídolo no necesariamente puede ser una
imagen de madera, piedra o hierro; sino que también el dinero, el sexo, la
televisión, nuestra familia, incluso nuestras metas y deseos si nos apartan de
Dios y nuestras decisiones giran alrededor de ellas, esas se convierten en un
ídolo. Como creyentes debemos examinar nuestras vidas y asegurarnos de que no
haya un ídolo en nuestra vida.
EL PECADO DE LA FORNICACIÓN
“Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron
en un día veintitrés mil”.
1 Corintios 10:8
El tercer caso se refiere a un
hecho que ocurrió cuando estaba por terminar el viaje de Israel por el desierto
y Moab asesorados por Balaam deciden alejar al pueblo de su Dios haciéndolos
caer en el pecado de la fornicación: “Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con
las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus
dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses. Así acudió el pueblo a
Baal-peor; y el furor de Jehová se encendió contra Israel”, (Números
25:1-3). El problema inicio cuando los israelitas se acercaron a fornicar con
las hijas de Moab, éstas los impulsaron a adorar a sus ídolos encendiendo la
ira del Señor. Desde el principio esto ha sido un verdadero problema para el pueblo
de Dios. Ocurrió con los hijos de Set la cual se contamino cuando se unieron
con las hijas de Caín, dando a luz una descendencia perversa: “Aconteció que
cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les
nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran
hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas”, (Génesis
6:1-2). También las mujeres extranjeras provocaron que el mismo Salomón se
perdiera en la idolatría: “Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a
muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las
de Sidón, y a las heteas… Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron
su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios,
como el corazón de su padre David”, (1 Reyes 11:1,4). Fue Jezabel,
una mujer sidonia que domino la voluntad de Acab para que este se alejara de
Dios y se prestase a todo lo malo: “Porque le fue ligera cosa andar en los pecados de Jeroboam hijo
de Nabat, y tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y
fue y sirvió a Baal, y lo adoró”, (1 Reyes 16:31). En general, la
unión con matrimonios mixto fue un verdadero problema después de la deportación
a Jerusalén, tal y como lo podemos ver en los libros de Nehemías y Esdras, aun
Malaquías los amonesta por esto: “Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido
abominación; porque Judá ha profanado el santuario de Jehová que él amó, y se
casó con hija de dios extraño”, (Malaquías
2:11).
Este terrible pecado provoco la ira de Dios a tal
punto que trajo una terrible mortandad sobre Israel: “Y murieron de aquella mortandad veinticuatro
mil”, (Números 25:9). Al considerar las palabras de Pablo: y cayeron en un día
veintitrés mil, encontramos una discrepancia entre lo que el texto
dice en Números. Algunos han llegado a negar la inspiración de esta carta
basada en esta diferencia numérica; sin embargo, algunas teorías podrían
explicar esta discrepancia. El numero de 24, 000 encuentra apoyo en la versión
de la Septuaginta y en otros documentos rabínicos. Para poder explicar esta
diferencia algunos se lo han atribuido a la memoria de Pablo ya que
antiguamente no se contaba con muchas copias escritas como hoy y al citarlo
pudo haber cometido el error. Juan Calvino decía que la discrepancia se debía a
que Pablo daba un número aproximado mínimo de israelitas que murieron en esa
mortandad al decir que al menos eran 23, 000 los que cayeron. Otros dicen que
Pablo pudo haber indicado el número para un solo día, en lugar del número total
de muertos. Otra explicación puede ser
que Pablo habla del número de muertos por la plaga y no incluye a los muertos a
espada ni a los ahorcados. Sea cual sea
la respuesta esto no resta la veracidad de la palabra de Dios ya que al final
el numero identifica la gran cantidad de personas que cayeron por causa de este
pecado, y esto debe ser una fuerte advertencia a nosotros a abstenernos de este
pecado sexual tal y como las Escrituras lo declaran: “Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos
por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os
apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa
en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no
conocen a Dios”, (1 Tesalonicenses 4:2-5). También la Biblia nos
manda a no unirnos en matrimonio con los incrédulos: “No os unáis en yugo desigual con los
incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y
qué comunión la luz con las tinieblas?”, (2
Corintios 6:14). Los corintios tenían que guardarse de este tipo de pecado y la
iglesia de hoy debe guardar este mandamiento.
EL PECADO DE TENTAR AL SEÑOR
“Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le
tentaron, y perecieron por las serpientes”.
1 Corintios 10:9
El cuarto pecado que Pablo menciona es el de tentar al
Señor. Esta parte de la Escritura que cita: Ni tentemos al Señor tiene una variación entre los
diferentes manuscritos griego. El texto alejandrino utiliza la palabra kurios (κύριος) y por eso esta traducción presenta la palabra Señor;
mientras que el texto occidental que es más antiguo la traducen como Cristo, ya
que presenta la palabra Jristos (Χριστός). Como sea sabemos que se refiere a Jesús. El pecado de
Israel radico en poner a prueba las promesas de Dios para ver si las cumple,
dudando de ellas en lugar de caminar por fe. La referencia bíblica se encuentra
en Números donde después de haber derrotado al rey de Arad, el pueblo de Israel
se puso arrogante, rehusando rodear el reino de Edom. Se pusieron impacientes,
blasfemaron contra Dios, acusaron a Moisés, rechazaron el maná y clamaron por
agua: “Y habló el
pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para
que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene
fastidio de este pan tan liviano”, (Números 21:5). Como consecuencia
Dios los castigo enviando serpientes que los mordían y posteriormente permitió
que Moisés construyera una serpiente de bronce para que todo aquel que la viera
se salvara: “Y
Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y
murió mucho pueblo de Israel… Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente
ardiente, y ponla sobre un asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a
ella, vivirá”, (Números 21:6, 8). Cuando los corintios asistían a
los templos paganos a comer carne de los ídolos y se exponían deliberadamente a
la tentación del libertinaje confiando que Dios los protegía estaban tentando
al Señor. Cuando ponemos a prueba las promesas del Señor imprudentemente
estamos tentando a Dios. Satanás intento engañar a nuestro Señor al querer que
pusiera a prueba las promesas de su Padre: “y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque
escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te
sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito
está también: No tentarás al Señor tu Dios”, (Mateo 4:6-7). Como
cristianos debemos ser cuidadosos de no poner a prueba las promesas de Dios
para ver si realmente Él las cumple, ya que nuestro caminar siempre debe ser
por fe.
EL PECADO DE MURMURAR
“Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y
perecieron por el destructor”.
1 Corintios 10:10
Al observar la historia de Israel
durante su éxodo nos daremos cuenta que tenían el vicio de murmurar contra Dios,
Moisés y Aarón. Por la falta de más información no es tan fácil identificar el evento
al cual Pablo se refiere ya que el pueblo murmuro muchas veces. A la luz de
todo el versículo, hay dos incidentes que podrían ser considerados. Primero,
después de haber oído el informe de los espías que volvieron de la tierra
prometida, la comunidad entera murmuró contra Moisés y Aarón: “Y se quejaron
contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la
multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá
muriéramos!”, (Números 14:2). Pero Pablo dice que algunos de ellos murmuraron, y esta
afirmación concuerda con el relato de Números 14:37–38. La plaga sólo mató a
los diez que difundieron el informe negativo acerca de la tierra prometida.
Sólo ellos murieron en forma instantánea, mientras que Caleb y Josué vivieron. La
segunda posibilidad es el relato que describe el motín de Coré, Datán, Abiram y
On, quienes junto a 250 líderes se rebelaron contra Moisés: “Coré hijo de Izhar,
hijo de Coat, hijo de Leví, y Datán y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet,
de los hijos de Rubén, tomaron gente, y se levantaron contra Moisés con
doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la
congregación, de los del consejo, varones de renombre. Y se juntaron contra
Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la
congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por
qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?”, (Números.
16:1–3). No sólo murió toda esta gente, sino que debido a la murmuración de
toda la comunidad, 14,700 personas murieron por la plaga que Dios les envió. El
problema con ambos textos es que en ninguno de ellos se nos habla del
destructor, aunque en otras secciones de las Escrituras se nos habla de esto (Éxodo
12:23; Hebreos 11:28; 2 Samuel 24:16 y 1 Crónicas 21:15). Con el tiempo los
rabinos llegaron a creer en la existencia de un ángel destructor quien se
encargaba de ejecutar los juicios de Dios y posiblemente Pablo alude a él en
este pasaje.
Este pecado es muy grave y los corintios tenían que
cuidarse de no caer en la murmuración. Posiblemente al prohibirles que se
abstuvieran de comer de lo sacrificado de los ídolos enfrente de los débiles en
la fe podía causarles disgusto y esto los llevaría a murmurar en contra de Dios
y el apóstol Pablo, al hacerlo así estarían cometiendo el mismo pecado de
Israel. Hoy en día debemos cuidarnos de no murmurar en contra del Señor y sus
ministros ya que este pecado es completamente aborrecible delante de su
presencia.
UNA ADVERTENCIA FINAL
“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están
escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los
siglos”.
1 Corintios 10:11
Pablo les ha advertido a los
corintios el cuidado que deben tener al usar su libertad en Cristo y el
discreción que deben tener al poner en práctica el conocimiento que han
alcanzado. Ellos vivían en una ciudad contaminada por la idolatría, la
fornicación y el libertinaje por lo que debían vivir con mucho cuidado
entendiendo que no por el hecho de haber realizado ya una profesión de fe y
haber participado de los sacramentos les aseguraba su salvación. Pablo les hace
ver atrás a la historia de Israel a fin de que no comentan los mismos pecados,
ya que a pesar que gozaron de la liberación de su esclavitud de Egipto y sus
bendiciones, su falta de discernimiento espiritual y dureza de corazón los
impulsaron a cometer pecados como la codicia, la idolatría, la fornicación,
tentaron al Señor y murmuraron, por lo que perecieron en el desierto y no
entraron en la tierra prometida. Si no ponemos atención a la historia estamos
condenados a repetir los mismos errores y como creyentes debemos cuidar nuestra
vida piadosa para no vernos en algunos de estos pecados.
Cuando carecemos de la historia bíblica, volvemos una y otra vez a caer en lo mismo y Dios no se olvidará ni dará por inocente aquellos que se desvían. No caigamos en lo mismo. No hagamos igual que los demás. Hagamos como Job capitulo 1: verso 1 y ganaremos la corona de vida.
ResponderBorrarEsto ha sido muy edificante, Dios les bendiga, gracias
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