Vino a liberar a los cautivos (Lucas 8:1-3)



“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,   y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes”.
Lucas 8:1-3

INTRODUCCIÓN


            La palabra cautiva se aplica a aquellas personas que son esclavas de algo o algo en la vida. Hoy vivimos en un mundo donde el ser humano es cautivo de muchas cosas, aun sin saberlo, especialmente en el área espiritual. Muchos son cautivos de sus pecados y las consecuencias del mismo, pero Jesús vino a liberarlos de todas sus cadena y en estos versículos encontramos al menos tres áreas.

libertador
Vino a liberar a los cautivos

I.       VINO A LIBERARNOS DE LA CAUTIVIDAD DE LA MENTIRA.


“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él…”

            La primera área donde el hombre es cautivo es en la mentira con la cual el diablo ha engañado al hombre para que este no crea en el evangelio y se salve. Muchos ignoran la verdad respecto a la salvación y creen en muchas cosas que los hace creer que no necesitan de Jesús o tienen ideas erróneas que les hace pensar que están bien; pero la realidad es que si no se arrepienten de sus pecados todos serán condenados, por eso Jesús les declaró en cierta ocasión a unos judíos que confiaban que confiaban que sus propias obras los salvarían: “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?  Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.  O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?  Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”, (Lucas 13:1-5).

            Por eso para liberar a los cautivos de la mentira del diablo el Señor se dedicó durante todo su ministerio a predicar y enseñar el mensaje del evangelio ya que este es el que trae la verdadera libertad al hombre de la esclavitud del pecado. Esto mismo se lo dijo a los judíos que creían que por ser descendiente de Abrahán se salvarían, pero solo la verdad del evangelio los haría libres de la maldición del pecado: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos,  y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”, (Juan 8:32-34).

            El apóstol Pablo conocía perfectamente esta verdad que solo el mensaje del evangelio tiene poder para liberar al hombre del señorío del pecado: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…”, (Romanos 1:16).

II.    VINO A LIBERARNOS DE LA CAUTIVIDAD DE LA CAUTIVIDAD DE LOS DEMONIOS.


“… y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos… María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios…”

            También los hombres son cautivos de los poderes de las tinieblas las cuales ejercen una influencia diabólica para que estos cometan los peores pecados y atrocidades los unos contra los otros y se condenen. Por ejemplo, fue un espíritu malo el que provoco la discordia entre Abimelec y los de Siquem que provoco que se matasen entre ellos mismo “Después que Abimelec hubo dominado sobre Israel tres años, envió Dios un mal espíritu entre Abimelec y los hombres de Siquem, y los de Siquem se levantaron contra Abimelec”, (Jueces 9:22-23). También fue un demonio que influencio a los falsos profetas en tiempos de Acab para que este creyese que Dios le daría la victoria, pero termino encontrando la muerte: “Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera? Él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; vé, pues, y hazlo así”, (1 Reyes 22:20-22). También es por influencia del diablo que el hombre peca y es condenado, por ejemplo engaño a la mujer en el huerto del Edén (Génesis 3),  tentó a David para que censara al pueblo en contra de la voluntad de Dios (Crónicas 21:2), tentó a la tercera parte de los ángeles para que se revelaran en contra de Dios (Judas 6), son los espíritus malos los que engañan a los hombres con doctrinas erradas (1 Timoteo 4:1)  y Pablo temía que los corintios hubiesen sido engañados por el la serpiente astuta (2 Corintios 11:3). En tiempos de Jesús eran muchos los que sufrían de posesiones demoniaca como aquel hombre de Gadara que vivía entre los sepulcros: “Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, más las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras”, (Marcos 5:2-5). En general, Satanás y sus demonios han estado atormentando a los hombres y conduciéndolo a la condenación eterna desde el inicio de la humanidad. También vemos aquel hombre que tenía un hijo que desde pequeño era atormentado por un demonio que cuando se posesionaba de él lo quería matar tirándolo en el agua o fuego (Marcos 9:14-29); o también el caso de la hija de la mujer sirofenicia que tenía a su hija que era atormentada por un demonio (Marcos 7:24-30).

                Sin embargo, cuando Cristo vino a esta tierra, vino a liberar a los cautivos del diablo y por eso la Escritura dice que entre las mujeres que le seguían se encontraban algunas de las cuales el Señor las había librado de espíritus malos y entre ellas estaba María Magdalena de la cual habían salido siete demonios.

III. VINO A LIBERARNOS DE LA CAUTIVIDAD DE LA ENFERMEDAD.


“… y algunas mujeres que habían sido sanadas…  de enfermedades…”

            Finalmente, Jesús vino a esta tierra a librar a los cautivos de las enfermedades. Aunque desde tiempos antiguos el hombre ha gozado del beneficio de la medicina y en nuestro tiempo este campo ha evolucionado, el ser humano ha sido azotado por enfermedades que ni la ciencia puede sanar. Sin embargo, cuando Cristo vino a esta tierra también se dedicó a sanar a los enfermos, y así sano leprosos, paralíticos, devolvió la vista a los ciegos y en general sano toda clase de enfermedades. Por eso Pedro dice: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”, (1 Pedro 2:24).

CONCLUSIÓN.


            Cristo vino a esta tierra a liberar a los cautivos en tres áreas importantes:

1.      De la mentira del diablo que los hace permanecer en el pecado y condenarse.
2.      De la opresión de los demonios.
3.      De las enfermedades.




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