“Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros
pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los
doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales
muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo, y después a
todos los apóstoles. Y al postrero de todos, como a uno nacido fuera de tiempo,
se me apareció a mí. Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, y no
soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero
por la a gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para
conmigo; antes bien, he trabajado más que todos ellos; aunque no yo, sino la
gracia de Dios que está conmigo”.
1 Corintios 15:3-10
INTRODUCCIÓN
Alrededor del mundo se han levantado
grades líderes que de alguna forma han influido en esta humanidad, ya sea para
bien o para mal. Hombres como Mahatma Gandhi, Buda, Mahoma, Confucio, Carlos
Marx, Adolfo Hitler, el Sai Baba, entre otros. Pero lo cierto es que ninguno de
estos hombres puede compararse a Cristo Jesús porque nadie ha podido resucitar
de entre los muertos. la resurrección de Cristo es uno de los temas centrales en
la Biblia ya que con ello se sella el cumplimiento de todas las profecías del
Antiguo Testamento y afirma la victoria sobre el pecado y la muerte. Ahora
bien, para muchos parecería imposible creer que Cristo ha resucitado, pero en
estos versículos el apóstol nos da al menos tres testigos de este maravilloso
hecho.
Los testigos de la resurrección de Cristo |
I.
EL PRIMER TESTIGO: LAS SAGRADAS
ESCRITURAS.
“Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros
pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras…”
El primer testigo de la
resurrección de Cristo que el apóstol Pablo presenta son las mismas Escrituras,
la palabra de Dios, tal y como lo afirma Pablo: Que Cristo murió por nuestros pecados conforme
a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a
las Escrituras. Desde el libro de Génesis se dio la primera
referencia al nacimiento de Cristo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente
y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el
calcañar”, (Génesis 3:15). Y en el libro de Isaías se profetizaba
sus padecimientos: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha
manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz
de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, más sin atractivo
para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de
dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y
sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios
y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por
su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca;
como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su
generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los
vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los
impíos su sepultura, más con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo
maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo,
sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el
pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su
mano prosperada”, (Isaías 53:1-10). Y en los Salmos aseguraba que
después de muerto Dios no permitiría que su Cristo viera corrupción de carne
así que por ello resucito al tercer día: “Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne
también reposará confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni
permitirás que tu santo vea corrupción”, (Salmo 16:9-10). Por ello
cuando Jesús resucito les dijo a sus discípulos que todo lo que había
acontecido fue anunciado por toda la Escritura: “Y les dijo: Estas son las palabras que os
hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que
está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos… y les
dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase
de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde
Jerusalén”, (Lucas 24:44, 46-47). Por tanto, si nos damos cuenta,
desde Génesis hasta Apocalipsis las Escrituras testifican que Cristo vino a
esta tierra, murió por nuestros pecados, pero resucito al tercer día.
II.
SEGUNDO TESTIGO: LOS PRIMEROS DISCÍPULOS.
“… y que apareció
a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a
la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a
Jacobo, y después a todos los apóstoles. Y al postrero de todos, como a uno
nacido fuera de tiempo, se me apareció a mí”.
En segundo lugar, Pablo nos
presenta a los primeros discípulos como testigos oculares de su resurrección.
Entre los primeros testigos oculares que el apóstol presenta tenemos a Cefas
que es Pedro y los otros 10 apóstoles. Ya desde los primeros días de su
resurrección se corría la voz que Cristo se le había aparecido a Pedro: “Que decían: Ha
resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón”, (Lucas 24:34), y luego dice que después se les
apareció a los doce: “Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en
medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y
atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis
turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis
pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos,
como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies”,
(Lucas 24:36-40). Aquí el apóstol habla de los doce, aunque sabemos que
realmente eran solo once ya que Judas fue traidor y para este momento que Jesús
se les aparece solo eran once y no doce aunque después eligieron al sucesor de
Judas que fue Matías (Hechos 1:12-26), y posteriormente se les conoció con el
nombre de los doce, haciendo referencia a los primeros apóstoles que estuvieron
con Jesús: “Entonces
los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que
nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas”,
(Hechos 24:34). Posteriormente Pablo dice que el Cristo resucitado se le
apareció a más de quinientos hermanos a la vez de los cuales la mayoría de
ellos vivían para aquel tiempo: Después apareció a más de quinientos hermanos a
la vez, de los cuales muchos viven aún. Luego menciona a otro personaje muy
conocido entre los cristianos por su labor como testigo y predicador de Cristo,
a Santiago, el hermano de Jesús: Después apareció a Jacobo. Santiago es
considerado el más prominente de los Santiagos (Jacobos) que se mencionan en el
Nuevo Testamento, medio hermano de Jesús, autor de la carta de Santiago y líder
del Concilio de Jerusalén. En cuanto a su nombre en sí, nuestra forma Santiago
es un derivado medieval del latín Sant Iacobs, que literalmente significa San
Jacobo, por lo que su nombre identifica la misma persona. Como la Biblia lo
testifica Jacobo llamado también Santiago era hermano de Jesús e hijo de María:
“Y venido a su
tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se
maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus
hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?”, (Mateo 13:54-55), incluso
hasta Pablo lo reconoce como hermano de Jesús: “Después, pasados tres años, subí a Jerusalén
para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de
los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor”, (Gálatas
1:18-19). Este hombre llego a ser una columna principal entre los líderes de la
iglesia en Jerusalén: “y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo,
Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé
la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles,
y ellos a la circuncisión”, (Gálatas 2:9). Sin embargo, Santiago no
fue siempre un creyente, sino que durante el ministerio de Jesús fue un
incrédulo como todos sus hermanos: “Porque ni aun sus hermanos creían en él”, (Juan
7:5), e incluso creían que estaba loco: “Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque
decían: Está fuera de sí… Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose
afuera, enviaron a llamarle. Y la gente que estaba sentada alrededor de él le
dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan”, (Marcos
3:21, 31-32). Aunque la Biblia no relata cómo fue su conversión hay un
evangelio apócrifo que no está incluido entre los evangelios inspirados por
Dios que relata cómo esta se dio, este es el Evangelio según los Hebreos. Sólo
se conservan de él algunos fragmentos, uno de ellos, preservado por Jerónimo,
dice: “Ahora
bien: el Señor, después de darle el paño de lino al siervo del sacerdote, se
dirigió a Santiago y se le apareció (porque Santiago había jurado no probar
bocado desde que bebió el cáliz del Señor hasta que le viera resucitado de
entre los que duermen)”. Así que, sigue diciéndonos la historia, Jesús se dirigió
a Santiago y dijo: “Poned la mesa, y
poned pan. Y tomó el pan, y lo bendijo, y lo partió, y le dio a Santiago el
Justo diciéndole: Hermano mío: Come tu pan, porque el Hijo del Hombre se ha
levantado de entre los durmientes”. Lo cierto es que después de la
resurrección de Cristo Santiago se convirtió y llego a ser reconocido entre los
apóstoles de la iglesia de Jerusalén y por ello Pablo lo menciona aquí como
otro testigo ocular de la resurrección de Cristo.
Finalmente, se presenta a él
mismo como un testigo ocular de su resurrección: y al último de todos, como a un abortivo, me
apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno
de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. La
historia de este hombre se encuentra en su totalidad relatada en el libro de
los Hechos de los Apóstoles donde lo vemos como un fariseo estricto que
perseguía a la iglesia pero camino a Damasco se le apareció el Señor Jesucristo
convirtiéndose en cristiano: “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los
discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las
sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este
Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que
al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del
cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor?
Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra
el aguijón”, (Hechos 9:1-5). Este fue constituido en apóstol de los
gentiles por el mismo Señor Jesús: “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es
éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los
hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi
nombre”, (Hechos 9:15-16). Por haber sido un perseguidor de la
iglesia Pablo siempre se consideró en el más pequeño de los apóstoles, aunque
realmente su ministerio fue grande.
III.
TERCER TESTIGO: NUESTRA VIDA
CAMBIADA.
“Porque yo
soy el más insignificante de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado
apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la a gracia de Dios soy
lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo; antes bien, he trabajado
más que todos ellos; aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo”.
Finalmente, Pablo nos da el tercer
testigo de la resurrección de Cristo, su propia vida cambiada. Pablo antes de
su conversión se había dedicado a perseguir a la iglesia, pero ahora se había convertido
en el apóstol de los gentiles testificando la fe en Jesucristo. De igual forma
nosotros somos un fiel testimonio de su resurrección ya que lo único que es
capaz de cambiar al hombre es el poder de Dios, mismo poder que actuó para
resucitar a Cristo de entre los muertos, y por ello Pablo oraba porque todos
los creyentes comprendiéramos la inminente grandeza de este poder: “… y cuál la
supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la
operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los
muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales”,
(Efesios 1:19-20). Por tanto, el hecho de que hayamos sido perdonados de
nuestros pecados es consecuencia de la victoria de Cristo al resucitar de los
muertos, y este hecho se refleja en nuestra vida cambiada por lo que también nosotros
podemos testificar que Cristo verdaderamente ha resucitado.
CONCLUSIÓN.
De acuerdo con estos versículos podemos
ver como el apóstol Pablo presentaba tres testigos de la resurrección de
Cristo:
1. Las Escrituras: Desde Génesis hasta
Apocalipsis se nos da testimonio de la primera venida, padecimientos, muerte
por nuestros pecados y resurrección de Cristo.
2.
Los
primeros discípulos como los apóstoles del Cordero, Santiago y Pablo: Hombres
reconocidos entre la iglesia primitiva fueron los testigos oculares de la resurrección
de Cristo.
3. Nuestra vida cambiada. Gracias a la
victoria de Cristo al resucitar se nos da a nosotros la oportunidad de nacer a
una nueva vida a través de la fe, de tal forma que nuestra vida cambiada es un
fiel testimonio que realmente Cristo nos ha salvado y ha resucitado de entre
los muertos.
a con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales”, (Efesios 1:19-20). Por tanto, el hecho de que hayamos sido perdonados de nuestros pecados es consecuencia de la victoria de Cristo al resucitar de los muertos, y este hecho se refleja en nuestra vida cambiada por lo que también nosotros podemos testificar que Cristo verdaderamente ha resucitado.
ResponderBorrardatafellows.net/ventajas-y-desventajas-de-la-tecnologia/
amen
BorrarGracias a Dios,por este estudio sobre los testigos de la resurrección de Cristo, nos ayuda a entender más que significado le damos a el testimonio que debemos tener hacia otros para poder evangelizar a este mundo de Cristo
ResponderBorrar